jueves, 18 de octubre de 2012

REFLEXIONES Y COMENTARIOS SOBRE LAS FUERZAS ARMADAS DE LA NACIÓN

     Los artículos sobre el tema que iremos publicando, son resúmenes del libro -aún inédito- del autor. Pensamos tocar los siguientes puntos: 1) El pacifismo  2) ¿Puede existir Estado sin fuerzas armadas?  3) El tamaño conveniente  4) El militar y la profesión y 5) El servicio militar obligatorio y la objeción de conciencia.
 
Efectivos de las FFAA, colaborando en extinguir incendios en Choré. Setiembre de 2007. Foto extraída de google image.
 INTRODUCCIÓN
     Nuestra tarea ha consistido principalmente en juntar ideas y opiniones sobre las fuerzas armadas y poner en manos de los ciudadanos en general, el cúmulo de materiales reunidos, porque al fin y al cabo son ellos los que ponen, no sólo el dinero para su mantenimiento sino también sus hijos. La parte científica que nos corresponde radica en la intención de poner de relieve la esencia de los elementos y factores que caracterizan a las fuerzas armadas, en mostrar de qué modo se vinculan con la nación y por qué es una institución esencial de una asociación política.
 
     Las proposiciones que ponemos a consideración de la gente tienen su fundamento en grandes obras del pensamiento, en la reflexión y en el concepto mismo de la guerra. Es decir, no constituyen sino simple recopilación del acopio de pensamientos, ideas y opiniones sobre el poder militar de un Estado. Tal vez, esta obra no constituye más que un revoltillo de trivialidades y sandeces que pretende ser coherente. Sin embargo, nos hemos inclinado a presentar, como si de pequeños granos de oro y plata se trataran las ideas, largos años de investigación y de reflexión sobre la guerra, que es sin duda alguna consecuencia de la codicia, la competencia y la lucha por la vida. Debido a esta situación todo Estado necesita de fuerzas armadas para proteger los intereses vitales de la nación (independencia, soberanía, integridad territorial, riquezas naturales, etc), pues tal como nos dice la teoría de Darwin(1) que sigue vigente: “Adaptación al medio, selección natural o la supervivencia de los más aptos
 
     Si un Estado suprime sus fuerzas armadas, y como dice un principio de física, “a la naturaleza le horripila el vacío”; por lo tanto, pronto se llenará el espacio dejado con asociaciones armadas con fines criminales o crematíscos, o estimularía la creación de grupos rebeldes con propósito de separatismo. Lo más grave es toda situación en que un país es fraccionado políticamente en un mosaico de pequeños Estados capaces de resistir a la fuerza centrípeta.
 
     Al gobierno nacional le ha sido dado usar la fuerza para reducir a rebeldes, refractarios y desobedientes para alcanzar los fines del Estado. Por consiguiente, sería un descomedimiento del hombre querer negar la importancia de las fuerzas armadas. Algunos que se hacen pasar por pacifistas afirman que Costa Rica, un país de 51.000 kilómetros cuadrados de superficie, vive en completo orden desde que suprimió sus fuerzas militares en 1948. Aunque no es tanto así, constituye un hecho aislado y resulta, por lo tanto, disparatado y una vanidad total el inferir de un acontecimiento único un principio particular de la causa eficiente.
 
     Deben llamarnos a la reflexión la actual situación de Colombia con dos fuerzas armadas, una del Estado y la otra rebelde, y que desde hace varios años están en guerra; y también el hecho ocurrido en Chechenia, una de las 21 repúblicas de la Federación Rusa, cuando el 1 de setiembre de 2004, un grupo de rebeldes partidario del separatismo tomaron una escuela con más de un mil personas y las mantuvieron como rehenes hasta que tropas del ejército ruso irrumpieron en ella a sangre y fuego, rescatando a la mayoría de los niños sanos y salvos. Tampoco se debe subestimar al autodenominado, Ejército del Pueblo Paraguayo (EPP). Estos ejemplos confirman lo que Trotski afirmaba: “Todo Estado está fundado en la violencia”, lo que significa que está sometido a un constante peligro de división. Nicolás Maquiavelo (1469-1527) en su libro Del arte de la guerra, escribió: “El mejor de los regímenes, sin protección militar, correría la misma suerte que aguardaría a un soberbio palacio que, aun resplandeciente de oro y pedrería, careciera de techo y no tuviera nada que lo resguardara de la lluvia ni del frío ni del calor
 
     Nos proponemos tres fines: difundir ideas que justifican la existencia de las fuerzas armadas, que la defensa nacional es responsabilidad de todos los habitantes y probar que un Estado no puede sobrevivir sin fuerzas para su defensa. Como decía Confucio: “¿Qué podemos hacer contra la fuerza sin la fuerza?" Además, ya lo dice un refrán: "Es mejor conducirse con experiencias ajenas, porque la propia siempre llega tarde y cuesta cara". Por lo tanto, es preciso que los militares consoliden sus conocimientos aguardando que el destino los tome como medio y los mande ejecutar; porque su deber es estar bien preparados para el instante supremo: defender la nación. De lo contrario, el día del peligro, el día en que el Paraguay de nuevo se encuentra ante la terrible disyuntiva de emplear sus fuerzas militares en defensa propia, la nación buscaría en vano generales dignos de la victoria. Juzguemos pues, la importancia de un utensilio por el grado de utilidad que proporciona o puede proporcionar.
 
     La situación habitual del hombre, así como de pueblos y países es una constante competencia. De la competencia nacen la suspicacia y choque de intereses que frecuentemente va deteriorándose hasta llegar a la lucha, cuyas formas son innumerables. La historia nos cuenta que desde la época más remota existe una pugna permanente entre los hombres, pueblos y naciones por cuestiones étnicas, zonas de caza, económicas, políticas, ideológicas, religiosas, territoriales, cursos de agua, manipulación del ambiente, desarrollo de armas prohibidas, etc. Como vemos, existen innumerables motivos que obligan a contar con fuerzas armadas eficientes para defender nuestras riquezas codiciadas por otros. Por consiguiente, podemos reconocer que no existe la paz perpetua entre los hombres ya que el antagonismo parece que no tiene fin. Immanuel Kant (2), hizo una famosa alusión irónica al tema relativo a la paz perpetua escrita en el cartel anunciador de una taberna holandesa, donde se había dibujado un cementerio y al pie se hallaba escrita la famosa frase: "la paz perpetua".
 
     Los argumentos señalados arriba podemos reforzarlos con el pensamiento del filósofo británico Thomas Hobbes (1), necesario para entender mejor la esencia de lo que estamos queriendo demostrar: “En su deseo natural de acrecentar poderes, cada hombre tiene que habérselas con cada otro hombre. Y esa competencia por la adquisición de riquezas, honores, dignidades o cualquier otro signo de poder, lleva al antagonismo, a la enemistad y a la guerra. La primera inclinación natural de todo ser humano es un perpetuo e inalcanzable deseo de conseguir poder tras poder, que solo cesa con la muerte. Esto no siempre es porque no se contente con un poder moderado, sino porque no puede asegurarse el poder y los medios que tiene en el presente para vivir bien, sin adquirir otro más. Y cuando esto ha sido logrado, otro nuevo deseo tiene lugar”.
 
     Consecuentemente, no cabe duda de que la competencia, el deseo de incrementar el poder, la codicia, la gloria épica, y la búsqueda constante de la seguridad de los bienes, son los que a menudo accionan el gatillo de la guerra entre las naciones.
 
      No podíamos cerrar la presente introducción, sin expresar que las fuerzas armadas son tal como los políticos las desean: eficiente y capaces o corruptos y dóciles, o prefieren militares dignos y altivos, que no sean en manos del gobierno de turno como la plastilina que sólo hay que amasar, sino como la espada toledana que hay que sostener y manejar cuidadosamente, para no autoherirse, porque es de doble filo...
 
 
 
Coronel (SR) Teodoro Ramón Delgado
Luque, 18 de octubre de 2012 




(1) Thomas Hobbes (1588-1679), filósofo inglés. En su monumental obra, “Leviatán” (1651), describió al hombre como un ser movido, en estado natural, por el deseo y el temor (“el hombre es un lobo para otro hombre”), para vivir en sociedad el ser humano tiene que renunciar a sus derechos en provecho de un soberano absoluto que hace reinar el orden, el Estado.
(2)Immanuel Kant (1724-1804), filósofo prusiano. "Sobre la paz perpetua": Editorial Tecnos, S.A., Madrid, 1996.

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