lunes, 8 de octubre de 2012

PARTE VIII. PARA ENTENDER MEJOR LA GUERRA DE LA TRIPLE ALIANZA (O CUALQUIER OTRA)

LOPIZMO O REVISIONISMO. PARTE I

Para la preparación de este capítulo que consta de dos partes, nos hemos servido de las obras "Maldita guerra", por Francisco Doratioto (a); "Retrato de un dictador", por Robert B. Cunninghame Graham (2); "Gran Bretaña y la guerra de la Triple Alianza", por Juan Carlos Herken Krauer y María Isabel Giménez de Herken (c); y "La tiranía en el Paraguay", por Cecilio Baez (d). 

En ningún momento pasó por nuestra cabeza dedicar tantos esfuerzos con el solo objeto de producir una obra que solo sirva de narcótico a fanáticos y chauvinistas que posiblemente recibirán furiosos y ofendidos el resultado de nuestra investigación sobre la guerra de la Triple Alianza que aparecerá muy pronto en el libro de 430 páginas titulado "La conducción del ejército paraguayo contra la Triple Alianza (1864-1870)"; aunque, si en sus corazones hay lugar para la sinceridad, admitirán que duele, porque es verdad. Además, es inútil pretender silenciar la verdad, porque ella tarde o temprano aparece, pero aparece.

A partir de la muerte del mariscal López el 1 de marzo de 1870 en Cerro Corá y hasta el año 1900, nadie cuestionaba de que él fuera el culpable de haber -con sus temerarias invasiones de los territorios de Brasil y la Argentina muy digno de un mongol- llevado a la nación paraguaya a un inútil holocausto. Asimismo, en ese lapso no había mísero sobreviviente, excombatiente lisiado, inválido o ileso, madre afligida que tempranamente perdió a sus hijos, viuda con el corazón dominado por la tristeza, cariñosa hermana y niños huérfanos que no hayan maldecido aquel sacrificio tan cruel, tan inútil y tan desmesurado.

Juan Emilio O'Leary. Foto extraída de google image
Juan Emilio O'Leary -contratado por Enrique López Lynch, hijo de Solano López, quien había heredado la enorme fortuna de su padre- fue el que empezó hiperbolizando las "gloriosa hazañas" del mariscal López desde 1902. Paulatinamente, sus libros pasados de mano en mano y confirmado el primero por un segundo y este por un tercero, y que por la reiteración y el tiempo, hace que la verdad sobre la guerra de la Triple Alianza sea desformada en un revoltijo de fantasías de modo que no pueda ponerse en claro por los historiadores que les seguirán y en vano tratarán de descubrir los garrafales errores políticos y militares. También, otros exaltados nacionalistas que siguieron el camino trazado por O'Leary, creyeron que podrían contribuir con la buena fama del país o con la grandeza de la nación con la grandeza de la mentira; o pensaron, tal vez, que si no lo encomiaban suficientemente al Mariscal o no convertían, como tan bien lo hacía O'Leary, sus derrotas en esplendorosas victorias, y la inútil muerte masiva de compatriotas,   incluyendo niños, en inobjetable gloria nacional, no iban a obtener el reconocimiento del gobierno ni la aprobación de la gente que ya tenía inyectada en el alma el heroísmo de Solano López; por lo tanto, sus libros no serían comprados. Es innegable que esta clase de historiadores tiene una pasión tan grande por enaltecer  al Paraguay, especialmente ante otros paises , que con admirable entusiasmo y tesón logró elevar los hechos hazañosos del Mariscal a alturas hiperbólicas; sin embargo, no tuvieron el menor escrúpulo de afirmar las más vanas invenciones. De este modo, cuando los hechos reales no les proporcionaban cosas útiles a sus designios, ellos la crearon descomunal y estupenda, y en esa tarea ejercitaron sus excelentes ingenios y sus ricas posibilidades expresivas. Sin embargo, egregios intelectuales paraguayos aseveran que el estigma de mendaz con que se condena a la historia escrita por los lopiztas o revisionistas no es exagerado. Posiblemente tienen razón, porque la historia no es panegírico de la nación ni es para encomiar a ningún personaje, sino que ella es madre de la ciencia y como tal imagen de la verdad. Es decir, un libro que solo trata de encubrir o exculpar al mariscal López sobre su responsabilidad en provocar la guerra y por llevar a la nación a una devastadora guerra, con el argumento de que no hay que herir el orgullo nacional o menguar la autoestima del paraguayo narrando hechos adversos o infaustos aun siendo verdaderos, no es escribir historia sino defender al mariscal López, tarea de abogado, pero no de historiador. El filósofo norteamericano oriundo de España, Jorge Ruiz de Santayana, advierte sobre este vicio: "El pueblo que no quiere recordar su pasado infausto tal como fue, tendrá como castigo el ver como se repite".

Los lopiztas, solo pensaban dejar contento al lector exaltando el nacionalismo y la férrea voluntad del Mariscal en proseguir la guerra hasta el exterminio de la nación; no les interesaba seguir puntualmente la verdad, probablemente, porque no la buscan donde debe buscarse y porque su único propósito es la de realzar la figura del denominado "héroe máximo del Paraguay". En las apologías que hacen del Mariscal  introducen muchas ficciones y copiosa hipérboles para realzar más la figura del encomiado, incluso dando falsedades por verdades y adulaciones por hechos. Esa jactancia de O'Leary y seguidores sobre las proezas de Solano López crecieron incontenible desde 1902, hasta que el general José Félix Estigarribia oscureció con hecho la gloria atribuida a Solano López, eclipsándola con su portentoso triunfo en la guerra del Chaco (1932-1935). Entonces, para que el edificio construido con admirable ingenio no sucumbiera por la gloria del gran conductor del ejército paraguayo en la guerra del Chaco, empezaron obstinadamente a ensalzar aún más a López, incluso consiguieron que el presidente de la República, coronel Rafael Franco, en 1936 por decreto ordenara venerar al mariscal López y además honrándole con el título de "Héroe Máximo del Paraguay".

La esclarecida historiadora paraguaya Beatriz Rodríguez Alcalá de González Oddone estableció el obligado parangón en un artículo titulado "Dos mariscales" publicado por el diario abc Color del domingo 20 de noviembre de 2011.

El subdito inglés, Robert B. Cunninghame Graham recorrió el Paraguay entre los años 1873-1874, haciendo reportaje a los sobrevivientes de la terrible hecatombe, reuniendo relatos de los hechos con el testimonio directo de la gente. He aquí un fragmento de su comentario: "Yo que estuve allí y conocí íntimamente al pueblo con la ventaja de hablar el español desde mi niñez y conocer bastante el guaraní como para mantener una conversación simple, he escrito este bosquejo de la vida de López, porque en el Paraguay ha crecido una generación para la cual es una mera leyenda el estado de cosas a que me refiero y el sufrimiento de sus compatriotas. Han instituido una monstruosa adoración al hombre que llevó a sus mayores a un sufrimiento que nunca podrá ser olvidado por aquellos que lo vivieron". En otra parte de su libro escribió: "..., una población gentil y fácilmente gobernable, merece mejor destino que aquel que recibió. Sobre todo, no merece la broma macabra que intentan hacerle hombres, posiblemente bien intencionados, al elevar a López a la categoría de héroe nacional. Se le ha erigido un busto en el sitio donde fue muerto; no peleando sino intentando escapar a la selva, dejando a su amante y a sus hijos solos e indefensos.

Treinta años después del lustro terrible que sumió a la hidalga nación paraguaya en la miseria más espantosa, y de yapa, con la autoestima muy menguada y sin héroe ejemplar, nos dice Doratioto: "Esas circunstancias permitieron que el Paraguay viera el nacimiento del revisionismo histórico de la figura de Solano López, también conocido como lopizmo. Ese movimiento intentó transformar la imagen de Solano López, de dictador responsable por desencadenar una guerra desastrosa para su país, en un héroe que fue víctima de la agresión de la Triple Alianza y en sinónimo de coraje y patriotismo". Lastimosamente, esa extralimitación de los lopiztas hacen a nuestra historia de la guerra de la Triple Alianza, llena de heroísmo de las tropas, especialmente allende de nuestras fronteras, sea poco creíble y merecedora de escarnios y de silvidos.


Coronel (S.R) Teodoro R. Delgado
Lunes, 08 de octubre de 2012

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