domingo, 27 de enero de 2013

LA DEFENSA NACIONAL (Primera parte)

En el Paraguay, es común considerar la Defensa Nacional como un asunto que solo le incumbe a las Fuerzas Armadas (FFAA). Pero es preciso saber que la Defensa Nacional es responsabilidad de todos los habitantes del país. Por consiguiente, todos los ciudadanos, todos los sectores de la sociedad y los que conforman el poder nacional participan en ella. Las FFAA constituyen el último recurso del gobierno nacional, cuando se ha agotado los medios pacíficos para resolver el conflicto.

Efectivos de las FFAA. Fotos de google image.
La ejecución del plan de Defensa Nacional es una compleja tarea hasta las calendas griegas, sin solución de continuidad, sin límites en el tiempo, por medio de la cual se llevan a cabo diversas medidas preventivas en tiempo de paz para proporcionar al gobierno nacional las mejores condiciones para emplear con éxito la estrategia de disuasión, y si estalla la guerra crear a las fuerzas militares las mejores condiciones para alcanzar la victoria.

Podemos decir entonces que, la Defensa Nacional es el conjunto de medidas que la nación toma para conseguir la Seguridad Nacional; siendo esta la situación en la cual los intereses vitales de la nación (independencia, integridad territorial, soberanía, recursos humanos y naturales) y la ejecución del plan del gobierno para alcanzar los objetivos nacionales, se encuentran protegidos de interferencias y perturbaciones graves.

Actualmente no existen en la región disputas por el dominio de área geográfica estratégica o productiva que pueden provocar una guerra, ni tampoco problema ideológico ya que todos los países de América del Sur tienen gobiernos democráticos, excepto Cuba. Y si se produce se puede recurrir a las organizaciones supranacionales (OEA, ONU, etc) o al arbitraje.

Es deber de cada ciudadano saber que la Defensa Nacional es responsabilidad de todos los habitantes del país y que tiene relación directa con la guerra, la preparación de las Fuerzas Armadas (FFAA) para la misma y la estrategia conveniente para ganarla. Los gastos para mantener una FFAA eficientes es una enorme carga para la nación; sin embargo, al comparar con lo que hay que defender, resulta soportable.

Hace 80 años que el Paraguay no participa en guerra; sin embargo, ese largo periodo no se ha aprovechado convenientemente para dejar de ser el país más atrasado de América del Sur. Vale decir, que se pierde la lucha contra la ignorancia, la baja calidad educativa, el desempleo, faltas de vivienda y tierra para agricultores, la injusticia, el contrabando, la corrupción, la delincuencia, los vicios, la mentira generalizada, las enfermedades endémicas (dengue, chagas, desnutrición, parasitosis, paludismo, etc). Esto significa que el Paraguay no avanza con la rapidez apropiada en su bienestar, y por supuesto debilita la Seguridad Nacional.

Los diversos conflictos contemporáneos aparecen en tiempo de paz. No es fácil percibir porque se entremezclan entre la gente y por ello muchas veces no se puede comprender debidamente su importancia; por lo tanto, por un falso juicio, no se consideran como una cuestión de Defensa Nacional. Consecuentemente, no se hacen los esfuerzos requeridos para resolver antes de constituir riesgos a la estabilidad política y como resultado se reduce la Seguridad Nacional y el bienestar del pueblo.

Somos categóricos en afirmar que las FFAA deben contar con efectivos apropiados, con oficiales idóneos, tropas bien adiestradas, reservistas instruidas y buenos armamentos; pero sin descuidar los conflictos graves en la paz que son los grandes problemas de nuestra nación. Como ya hemos enumerados en el párrafo anterior, vemos que nuestros conflictos son actuales y serios, por lo tanto, hay que actuar ahora, adoptando medidas de Defensa Nacional en todos los campos. 

miércoles, 16 de enero de 2013

FUERZAS ARMADAS DE LA NACIÓN LA FUTURA GUERRA Y CONCLUSIÓN

1.     La guerra del futuro
       Actualmente, ante la amenaza de guerras nucleares que constituye la preparación de una batalla de aniquilación sin precedente, la cuestión esencial radica, por tanto, en saber si las teorías expuestas por el tratadista chino Sun Tzu en su libro “El arte de la guerra” (400 a.J.C) y el general y teórico militar prusiano Karl von Clausewitz (1780-1831), contenidas en su monumental obra “De la guerra”, podrían resultar aún válidas en caso de guerra. ¿Que podemos manifestar hoy en día acerca de esta cuestión? No podemos dejar de reconocer que las ideas y pensamientos tanto de Sun Tzu como de Clausewitz, no solamente continúan siendo actual, especialmente en América Latina, sino que debe ser estudiada, meditadas y recalcadas. Agreguemos a esto el ejemplo siguiente: alrededor del Siglo XVI se mencionaban que “el empleo generalizado de la recién aparecida artillería terminaría con las batallas libradas cuerpo a cuerpo y con la intervención de infantería y caballería” (Maquiavelo).

Karl von Clausewitz. Foto de Google image.
       La guerra futura que se desarrollará probablemente en un amplio teatro de operaciones y campos de batalla, requerirá que los elementos de las FFAA (ejército, armada y aviación) actúen de manera plenamente integrados en lo doctrinario, organizativo, operacional y técnico; porque los conflictos del futuro probablemente serán muy diferentes a los que hasta ahora conocemos. Y para lograr la plena integración doctrinaria de las FFAA, será preciso que más oficiales de la armada y de la aviación estudien en las Escuelas de Perfeccionamiento de Oficiales y de Comando y Estado Mayor del Ejército.
       Nuestras FFAA, probablemente necesitarán en una guerra moderna más computadoras que tanques y aviones. Los hombres poco instruidos pueden ser muy valiente en los combates como lo demostraron en La Guerra del Chaco, pero en un conflicto bélico futuro, esta clase de soldados más bien serán estorbos, pues la educación y la pericia serán fundamentales para contar con soldados que sepan utilizar sus cerebros, asumir iniciativas, formular preguntas e incluso, defender su punto de vista contra la opinión de su comandante. Porque el factor imponderable que las virtudes del soldado paraguayo ofrecía a los oficiales en La Guerra del Chaco para suplir la deficiencia de medios, en el futuro tendrá que ser eliminado, pues la complejidad de las nuevas armas y equipos exigirá a los soldados que deben manejar capacidades técnicas muy superiores.
       En la guerra del futuro, el soldado ya no será una simple mula de carga de municiones ni transportador de agua, tampoco será suficiente con ser buen tirador de fusil, sino que tiene que entender también de tácticas del combate de tanques e infantería. Además, debe ser diestro en geometría y navegación para evitar desorientarse durante una misión de patrulla, poder orientar con eficiencia los tiros de morteros y cañones y el bombardeo de la Aviación. Es más, deberá ser capaz de operar eficientemente su computadora personal. Por consiguiente, los comandantes de compañía y escuadrón tienen que orientar la instrucción y adiestramiento del soldado de hoy haciendo un trabajo concienzudo, vale decir, ser conscientes de sus responsabilidades de que el combatiente del futuro necesita ser algo más que un soldado que solo sabe oprimir el gatillo. Los soldados pocos instruidos serán en el porvenir lo que los peones no calificados son para la economía, una especie en vía de extinción.
       Es preciso reflexionar seriamente sobre lo expresado por la socióloga marroquí Fátima Mernissi: “La supremacía de Occidente no se debe tanto a su material bélico como el hecho de que sus unidades militares sean laboratorios y sus soldados cerebros, ejércitos de investigadores e ingenieros”. Corresponde a cada oficial que desea llegar a ser general del Ejército desarrollar este comprimido.
       Ante estas consideraciones no cabe otra cosa a los oficiales intelectuales que comenzar a escribir fuera de la escena el guión de la victoria, tratando de encontrar adecuada respuesta a las siguientes preguntas: ¿Qué clase de oficiales, suboficiales y soldados necesitaremos en el futuro?. ¿Qué tipo de armas y equipos precisará nuestro ejército? ¿Con qué clase de aviones tiene que contar nuestra aviación? Son preguntas cuyas respuestas difícilmente se podrán encontrar si las FFAA no realizan anualmente -como mínimo por dos semanas- las maniobras de cuadro con la responsabilidad que exige el deber de “custodiar la integridad territorial de la nación”.
2.     Conclusión sobre las FFAA
       Este largo análisis sobre nuestras FFAA era preciso para tratar de demostrar su importancia para cualquier Estado independiente cuyos ciudadanos quieren vivir sin anarquía y disfrutar de su propiedad; es decir, su vida, sus bienes y su libertad, en armonía y concordia. Y que no se puede, por consiguiente, suprimirlas sin que otra fuerza las sustituya para que la misión pueda continuar cumpliéndose.
       A partir de este momento, hablar de suprimir o reducir “las FFAA más gloriosas del continente” (Juan Domingo Perón), equivale a pronunciar palabras vacías de sentido, puesto que una supresión es sencillamente una sustitución por otra. Finalmente, parece que pretender juzgar a nuestras FFAA, no conduce más que a la satisfacción bastante vana de criticarlas o elogiarlas.
       Para mantener el honor, las glorias y la eficacia de nuestras FFAA, a nuestro parecer serán precisas que cada comandante de cada nivel de mando:
-         sea independiente en su criterio, irrecusable en sus órdenes, respaldado y sostenido por la opinión;
-         sea servidor tan solo del Estado, exento de prejuicios, y que desdeñe lo trivial y lo fatuo;
-         que no piensa sino en su unidad, además, imbuidos de grandes y patrióticos propósitos e integrado en cuerpo y alma a las Fuerzas Armadas.
-         sea ávido de responsabilidad, y que nunca claudique ante la codicia ni salga del camino real de la verdad y del honor;
-         debe constantemente ajustar sus actos a la Constitución Nacional, a las leyes de la República y a la ética militar.
-         Que su única meta sea una total consagración a la profesión y que no haga nada que pudiera dañar a las FFAA y menos a la nación.
-         que piensa que la gloria solo consiguen aquellos que soñaron constantemente en ella.
 De lo contrario, el día del peligro, el día en que se tiene que volver a jugar el destino del Paraguay sobre los campos de batalla, la nación buscaría en vano oficiales dignos de la victoria.
Coronel (SR) Teodoro R. Delgado
Luque, 16 de enero de 2013

domingo, 13 de enero de 2013

LAS FUERZAS ARMADAS UN FORMIDABLE RETO

             Una vida entera no es suficiente para que un militar se prepare adecuadamente, pues un buen profesional militar como lo fueron José F. Estigarribia, Rafael Franco, Nicolás Delgado, Carlos J. Fernández, Juan B. Ayala, Eugenio A. Garay, Ernesto Scarone, etc, no es algo que pueda hacerse en los ratos perdidos; demanda, exige la dedicación de un largo tiempo de entrenamiento, estudio e investigación. Por consiguiente, es preciso una consagración total a la profesión, por un lado, y por otro lado alejarse de cualquier actividad política sectorial, pues entrar en política “es participar en conflictos en los que se lucha por el poder: el poder de influir sobre el Estado y, a través de él, sobre la colectividad. Al mismo tiempo, queda uno obligado a someterse a las leyes de la acción, aunque sean contrarias a nuestras íntimas preferencias y a los diez mandamientos; se concluye un pacto con los poderes infernales y se queda condenado a la lógica de la eficacia” (Max Weber). Además, hay que tener presente que la vocación del militar es incondicionalmente la verdad; sin embargo, la actividad política no siempre permite decirla. Asimismo, el político ha de tomar posición a favor de un partido o de una causa en contra de otro partido o de otra causa. Estas actitudes son totalmente impropias de un militar, aunque reconocemos que las actividades políticas son indispensables dentro del marco general de la conducta humana; pues como decía Aristóteles, los hombres viven en la ciudad para participar en política, y quien no participa es nada más que un vegetal que no contribuye para mejorar la sociedad.
Eugenio A. Garay. Foto de Google Image.     
       No es malo reconocer que cambiar la mentalidad militar es como tratar de detener un tanque con un revólver o derribar un avión con una honda. El militar se resiste a la innovación. De ahí que un solo general por talentoso que sea no soñaría en llevarla a cabo, porque exige toda una campaña de concienciación, en la que se debe preparar el terreno para que las ideas encuentren el lugar propicio donde germinar, crecer y desarrollarse. Las campañas se deben comenzar con los oficiales intelectuales, que sabemos no abundan, y alentados por los superiores empiecen a investigar, escribir y publicar sus trabajos para que los camaradas analicen y, haciendo el papel de críticos literarios, procedan a examinar minuciosamente los temas y propuestas. Todo esto supone revisar la organización y emplazamiento geográfico de las unidades del ejército, que es preciso sea el resultado de un estudio geoestratégico, es decir, de doctrina militar, y no de pactos políticos.
  
       Será preciso asegurar a estos hombres que no se consideraría deslealtad un desacuerdo, pues los comandantes deben comprender que resulta esencial un nuevo modo de pensar. La guerra actual y futura suponen oficiales activos, participativos y competitivos. Lo que significa que en un plan de operaciones y conducción participan los miembros del Estado Mayor y los comandantes subordinados, por lo que ellos precisan de espacio para desplegar sus capacidades y desarrollar su iniciativa y su personalidad peculiar, y no meros receptores de órdenes de los superiores. Al fin y al cabo, la decisión final será la del comandante, pero este tiene el deber patriótico de escuchar antes la opinión de sus colaboradores. Un comandante concienzudo jamás debe indicar siquiera el “cómo” piensa cumplir la misión o lograr el objetivo de una acción antes de escuchar la opinión de sus colaboradores.

       Nuestros oficiales intelectuales deberán leer mucho, no simplemente sobre asuntos militares, sino también acerca de las nuevas fuerzas sociales y económicas que influencian sobre la táctica y la logística. En tanto estos oficiales forjan sus ideas sobre organización, táctica, logística, estrategia, tienen que viajar constantemente para exponer sus opiniones, juicios o propuestas ante los oficiales de las unidades de las FFAA.
    
       La Cámara de Senadores del Congreso Nacional precisa contar con un equipo de asesores integrado por militares retirados idóneos en el arte de la guerra, de intachable conducta ciudadana y de incuestionable rectitud moral, para escuchar a los tenientes coroneles que desean ascender a coronel de la nación la defensa de sus respectivas tesis sobre temas relacionados con la profesión militar (estrategia militar, logísticas, reclutamiento, tácticas, historia militar, etc.). Es indiscutible la necesidad de ubicar el conocimiento en el centro de toda actividad militar, o sea en el meollo de nuestro poder militar, pues el conocimiento constituye el recurso crucial de la capacidad de un ejército, y nuestra cúpula militar debe saber lo que cuesta la insuficiencia en las capacidades del mando y conducción. Es evidente que innumerables cursos, ciclos, seminarios y conferencias reúnen frecuentemente a los militares  de todos los grados, y que las maniobras en las unidades e instituciones de enseñanza se multiplican cada año de instrucción. De esto se puede concluir, contrariamente a la opinión de algunos comunicadores sociales, que la carrera militar y los médicos, tal vez, sean las dos únicas profesiones que obligan a sus miembros a una actualización y perfeccionamiento continuo; lo paradójico es, una para matar mejor y la otra para salvar vida. Es así, cómo uno puede ver, hasta con asombro, a generales y coroneles ya en el umbral de peinar canas, asistir a algún curso, portando bajo el brazo los arreos del estudiante. Por consiguiente, somos categórico en afirmar que el verdadero poder de un ejército son conocimientos, medios adecuados, alta moral y conductor idóneo, porque la batalla no se gana con arenga ni con el lema de vencer o morir.



Coronel (SR) Teodoro R. Delgado
Luque, 9 de enero de 2013

domingo, 6 de enero de 2013

LAS FUERZAS ARMADAS DE LA NACIÓN EL MILITAR Y LA PROFESIÓN PARTE II

EL PROFESIONALISMO MILITAR

        Los comentarios siguientes no tienen otro propósito sino la de prevenir a los camaradas para que no cometan equivocaciones irremediables que puedan perjudicar su carrera militar y por supuesto a su familia. Por ello comienzo con una cita del “Discurso del método”, del filósofo, matemático y físico francés, René Descartes, que dice:

“Los hombres mas eminentes son capaces de los mayores vicios, como también de las mayores virtudes; y los que caminan muy lentamente pueden llegar mucho mas lejos, si siguen siempre el camino recto, que los que corren, pero se alejan de él. En el juicio que hacemos sobre algo, siempre es mejor inclinarnos hacia el lado de la desconfianza más que al de la presunción de que tal vez todo está bien. No debemos admitir jamás -sigue diciendo el filósofo francés-, cosa alguna como verdadera sin haber conocido con evidencia que así es; es decir, debemos evitar con sumo cuidado la precipitación y la buena fe, y no admitir nada que no sea comprensible y claro, y que no tuviésemos motivo alguno para ponerlo en duda. La duda debemos aplicar a todo lo relacionado al manejo del bien común”.

        Como otras instituciones, también las FFAA están sustentadas en un conjunto de ideales, convicciones, valores y actitudes, que para los oficiales que solo desean ser militares no pueden significar otra cosa, sino aceptar la subordinación al poder político, absoluta sumisión al Comandante en Jefe -siempre que sus resoluciones estén basadas en la Constitución, en las leyes y en la ética militar- y la nación siempre en primer lugar.

       Así como los otros países latinoamericanos, también en el Paraguay los primeros gobiernos democráticos realizaron una apreciación de la situación de las FFAA con el propósito de planificar la forma de ejercer un control civil eficiente para profesionalizarla, para reorientar las misiones dándoles nuevos roles, para eliminar las funciones no militares, para reducir la concentración de cuarteles en la Capital de la República y alrededores, y para reorganizarlas a fin de adecuarlas a las nuevas tecnologías y modernas doctrinas militares.
      
       Es indispensable que los oficiales comprendan que el propósito del gobierno nacional es tratar de reducir el excesivo poder político que adquirió las FFAA desde 1936, y las prerrogativas que son impropias en una democracia hasta un punto que deje de ser una amenaza al funcionamiento del gobierno constitucional. Para el logro de estos fines es preciso que los miembros de las FFAA renuncien a la subordinación a un caudillo militar por la subordinación al gobierno democrático multipartidista. Cada joven incorporado en la Academia Militar hay que concienciarlo de lo conveniente para la nación el sistema de gobierno democrático, y los argumentos que esto avalan, si es necesario, hay que inyectárselo en el alma par que ni siquiera sueñe que las FFAA deben cogobernar el país. Cualquier amenaza a ella debe ser extirpada de raíz. Pues, está demostrada que los países que tienen tradición democrática –nos referimos solo a América del Sur- sus respectivos pueblos disfrutan de un elevado nivel económico (Uruguay, Chile, etc.); sin embargo, en los países donde ha reinado el sistema de gobierno no democrático por largo tiempo (Bolivia, Paraguay, etc.) son los más atrasados del continente. No obstante, es bueno señalar que no basta la democracia para dar el gran salto y esperar que se efectuen cambios en un periodo de gobierno que en Europa se han llevado a cabo a lo largo de cinco siglos.

       No se debe ignorar los esfuerzos que el gobierno nacional y los altos mandos militares están llevando a cabo para promover valores profesionales, para que las FF AA se mantuvieran alejadas de la política. Asimismo, se percibe en ellos que tienen interés de contar con unas FF AA despolitizadas, única forma de poder consolidar la democracia y mediante ella superar la incómoda ubicación de nuestra nación: la de ser la más atrasada del continente. Por consiguiente, es esencial que el Presidente de la República y Comandante en Jefe confíe en la lealtad de una cúpula militar que apoya sin ambigüedades la democracia.
   
       Nuestro gobierno democrático no debe permitir ninguna distracción de las FFAA fuera de sus funciones constitucionales, pues, solo así se puede fortalecer el profesionalismo militar y combatir las campañas de desprestigio y falsos rumores que hacen circular, constantemente, un pequeño grupo de reaccionarios y refractarios que está, por lo visto, más cerca de perder su devoción por la profesión militar por el gusto de intervenir en política.

       Es indiscutible que hasta 1989, el proceso político en nuestro país inevitablemente pasaba por el meridiano de las FFAA. Los institucionalistas, es decir aquellos que ajustan sus actos a la Constitución Nacional y a las leyes de la República y que solo querían ser buen profesional, son conscientes que la función política de las FFAA constituyen una situación anormal dentro del cauce regular de la vida institucional paraguaya. Conforme a esta opinión, consideramos un mal endémico la reiterada intervención de algunos militares en el proceso político nacional a partir de la terminación de la Guerra del Chaco.

       El escritor y sociólogo argentino Carlos Fayt, en su libro Derecho político, capítulo “Los militares y la política”, escribe los siguientes: “Dentro de la teoría del Estado moderno, las FFAA son una institución subordinada a la autoridad civil. Adscripto al poder político, y de ninguna manera constituye su soporte ni su fundamento. Sus funciones son la seguridad interna y la defensa de las fronteras, es decir, el brazo armado que custodia los intereses vitales de la Nación. Excluida de su responsabilidad la seguridad ordinaria, salvo conmociones internas que perturben gravemente la paz interna, su objeto esencial consiste en velar por la integridad del poder civil”. Vale decir, custodiar la integridad territorial y la de defender a las autoridades legítimamente constituidas, conforme con el Art 173º de la Constitución Nacional. “La intromisión militar -sigue diciendo Fayt- en la estructura del poder político siempre indica una relativa incapacidad de los líderes políticos y sociales para manejar eficazmente su poder, y a lo sumo un estado avanzado de descomposición institucional”.

       Las FFAA, especialistas en el arte de la guerra, tienen una misión limitada por la Constitución y relacionadas solo con la de “custodiar la integridad territorial y la de defender a las autoridades legítimamente constituidas...”, entonces una extensión de las actividades militares a otros dominios sociales implica generalmente un sistema social debilitado y enfermo, cualquiera sea el motivo.
         Coronel (SR) Teodoro R. Delgado
Luque, 5 de enero de 2013

jueves, 3 de enero de 2013

EL SERVICIO MILITAR OBLIGATORIO Y LA OBJECIÓN DE CONCIENCIA PARTE II


       Si atendiendo a la situación de la sociedad paraguaya de hoy se estudia la estructura psicológica de este nuevo tipo de joven que niega su contribución para la defensa nacional, que “es una responsabilidad de todos”, encontramos que tiene la impresión de que la vida es fácil, sobrada y que no existe amenaza sobre el Estado. Este contentamiento consigo mismo le lleva a no escuchar, a no poner en tela de juicio sus opiniones y a no contar con los demás. Actuará pues, como si solo él y lo de su clase existieran; por tanto, intervendrá en todo tratando de imponer su vulgar opinión sobre uno de los instrumentos indispensables de un Estado, las Fuerzas Armadas.

       Este personaje, que ahora anda por todas partes y donde quiera trata de imponer su particular concepto sobre las FFAA y las guerras, es el “niño mimado” de nuestra sociedad de hoy. Este se halla, generalmente, instalado en medio de comodidades que sería “ingenuo” abandonar por doce meses para ir a un cuartel a comer locro, levantarse a la hora en que  habitualmente se acuesta, responder por cada error cometido, y ¡lo peor! amoldarse a estrictas reglas, cumplir orden y asumir responsabilidades.
 
       Toda vida es lucha, competencia y esfuerzo por sobresalir. Las dificultades con que todo joven tropieza para realizar su vida son, precisamente las que despiertan y moviliza sus actividades, desarrolla sus capacidades y modela su carácter. Y sin embargo, el “niño mimado” se niega a seguir el camino del sacrificio por la Patria, que dan temple y carácter, sino que prefiere el camino fácil, el del hedonismo y la molicie que solo conduce a su irremediable degeneración.
 
       El deseo de llamar la atención y la radical ingratitud hacia las Fuerzas Públicas y nuestros héroes y próceres que han hecho posible la felicidad de su existencia, son los rasgos salientes del “niño mimado”. Mimar es no limitar los deseos, dar la impresión a un ser de que todo le está permitido y a nada está obligado.
 
       Los objetores de conciencia nacido en un Estado bien organizado y en paz, del cual perciben las ventajas y no los peligros, no quieren comprender que las FFAA son instrumentos esenciales en la organización de un Estado, y esta organización ha dado origen que muchos ciudadanos beneficiarios no la consideran como una indispensable organización, ni piensan que el Estado constituido es el resultado de un movimiento anterior de lucha y de esfuerzos. Con esto quiero decir que el Estado no es una asociación política que el hombre ha encontrado o recibido como regalo, sino que necesita fraguarla penosamente y ser capaz de defenderla.
 
       Muchos conciudadanos no ven o no quieren ver a nuestro querido Paraguay como una nación instituida y construida prodigiosamente, que solo con grandes esfuerzos y cautelas se puede sostener, creen que su papel se reducen a criticar y a exigir perentoriamente, cual si fuesen derechos naturales. La actitud de los objetores de conciencia ante la vida se reduce a creer que tienen todos los derechos y  ninguna obligación con el Estado. Su hipócrita preocupación por los “abusos” que según ellos se cometen en los cuarteles con los conscriptos, le sirve de disfraz para desentenderse de una obligación molesta, y entonces, cómicamente se declaran objetores al Servicio Militar.
 
       Los principios generales de la sindéresis nos dictan, lo que en general debemos omitir y lo que en general debemos hacer. Por ello sabemos que, en general, el ir a misa es bueno y el matar malo. Pero hay una serie de distinciones. Por ejemplo, respecto a ir a misa, que es deber de todo lo que profesa la religión Católica, y respecto al matar, que los objetores lo utiliza como justificativo para incumplir una obligación constitucional; que no es lo mismo matar en defensa propia que premeditadamente, y mucho menos matar en guerra en defensa de la Patria que matar para robar.
 
       La ofrenda de sacrificios por la Patria es, sin duda, expresión injusta del justo reconocimiento de la autoridad suprema del Estado sobre todos los ciudadanos, pues no hay ni puede subsistir ningún Estado sin tener en sí misma el poder de proteger a todos contra amenaza de otros Estados, así como el poder de castigar las transgresiones a la Constitución y a las leyes de los miembros de dicho Estado. Por consiguiente, para castigar y proteger el Estado debe tener el poder y la fuerza suficiente, que únicamente las FFAA pueden ofrecer. Los que afirman lo contrario son hipócritas o mentecatos. Nuestros Próceres de Mayo crearon la Nación Paraguaya, y antes de crearla tuvieron que soñarla, desearla, protegerla y estar dispuestos a defenderla. Pero, “¿qué se puede hacer contra la fuerza sin la fuerza?”
 
       Ese personaje, de quien estamos hablando muy largamente, no representa al joven paraguayo que es capaz de defender a su Patria con abnegación y valor, sino una mera negación, negación que oculta un efectivo parasitismo. Ese joven vive precisamente de lo que niega, de los que otros con enorme sacrificio construyeron, desarrollaron y la defendieron: la Nación Paraguaya.

 
Coronel (SR) Teodoro R. Delgado
Luque, 3 de enero de 2013.