miércoles, 16 de junio de 2021

                           ¿EPOPEYA O DESTRUCCIÓN? Y VARIOS SOBRE HISTORIA MILITAR

                                             CAPÍTULO I. A LOS COMPATRIOTAS

             «¡Quién tiene oídos para oír, por favor escuche!»

                A cabo de leer en Facebook un artículo escrito por José Luis Acosta publicado el 07-06-2021 con el título “Me dirán que el Paraguay existe”. Tanto el contenido del artículo de marras y el apoyo de sus amigos mucho me preocupa que sigan haciendo esfuerzo por exculpar al mariscal López de sus garrafales errores político y militar y de sus innecesarias crueldades, incluso contra su propia familia.

Reconocemos que hay entre los lopistas hombres y mujeres ilustre y honorable. Los lopistas vulgares que poco saben sobre la guerra y el fin de la historia militar, pueden ayudar bastante, si en vez de intentar neutralizar con crítica acerba, mordaz o argumento traído de los pelos cada artículo que un HISTORIADOR publica sobre los numerosos hechos injustos que llevó a cabo el mariscal López, sin presentar argumento válido o prueba para negar las afirmaciones de los compatriotas dedicados a combatir la MENTIRA. Hay un principio que dice: «Para refutar con provecho es preciso dominar el tema.»

Invitamos a los nacionalistas y fanáticos lopistas a formar parte del grupo que está luchando para derribar la montaña de mentiras que gente como ustedes han rodeado a la historia de la Guerra de la Triple Alianza contra el gobierno del tirano Francisco Solano López. Sólo así podemos recuperar a la nación su esplendor y que vuelva a ser como antes de la hecatombe nacional: travieso, orgulloso y retozón.

Los desacertados lopistas no son sino chusma que abruman a los que cuentan la VERDAD sobre el mariscal López por Facebook, con frases injuriosas. Comentan deliberadamente hechos baladíes con el solo objeto de distraer la atención de los compatriotas de lo verdaderamente IMPORTANTE, tales como abajo enumeramos algunos:

1) Que López sin motivo valedero, empezó a invadir militarmente territorios de Brasil y la Argentina.

2) Prosiguió la guerra a pesar de su incuestionable derrota en las campañas de Uruguayana y Corrientes, y en la batalla de Tujutî y campaña de Villeta.

3) Es culpable de los 250.000 compatriotas que murieron inútilmente durante la guerra.

4) De modo perverso y sin patriotismo sacrificó innecesariamente a tres mil niños de entre 11 a 15 años de edad en Acosta Ñu, con la finalidad de impedir que el enemigo lo alcance en su huida, y que dejó al mundo estupefacto por la inicua orden de hacer luchar a niños.

5) Entraña maldad la brutalidad del héroe por decreto, la totalidad de paraguayos y extranjeros residentes en el país que fueron sus víctimas.

6) Fue responsable de los miles de jóvenes mujeres que alcanzaron la ancianidad sin conocer una pareja varón.

7) Las decenas de miles de mujeres que perdieron al marido y los miles de niños que quedaron huérfanos.

8) La destrucción de la flota mercante del Estado.

10) Es culpable del más grande tráfico de tierras fiscales (casi la mitad de la región oriental) que López obsequió por decretos a su concubina, la codiciosa irlandesa Elisa Alicia Lynch. 10) el fusilamiento de más de dos mil paraguayos y extranjeros residentes en el país en san Fernando, Potrero Mármol (Villeta), Curuguaty y Zanja-jhu.

11) Mandó fusilar a su ministro de Hacienda para apropiarse de las arcas del Estado.

12) En Zanja Jhu despojó a su madre de joyas y dinero que llevaba, y luego la mandó azotar despiadadamente.

13) En Cerro Corá instó a los oficiales luchar hasta morir todos juntos en el lugar; sin embargo, al ver al enemigo avanzar hacia su tienda huyó ignominiosamente, y todos sabemos cómo terminó.

14) Cinco falacias de los lopistas impenitentes:  

a. Inglaterra ordenó al Brasil destruir el Paraguay porque amenaza su economía con la economía autosuficiente de Paraguay. Pero ignoran que en aquel momento las relaciones entre Brasil e Inglaterra estaban rota.

b. Que el gobierno de Inglaterra financió a los aliados para llevar la guerra al Paraguay.

c. Que Brasil y Argentina mucho antes del comienzo de la guerra ya habían acordados la repartición de Paraguay y Uruguay.

d. Que Paraguay se negó vender algodón a Inglaterra.

e. Tratan de presentar al mariscal López como el “imperator” paraguayo. Nota: el imperator es un título otorgado, en tiempo de la república romana a un general VICTORIOSO como Julio César. 

15) etc., etc., etc.

Todas estas acciones ominosas y actos perversos cometidos por el declarado “Héroe Nacional sin ejemplar” nos muestra que era un hombre enfermo, pues sus muchos hechos funestos revelan un estado psíquico insano y morboso.

Cabe preguntar ¿hay algo de noble en el héroe por decreto o sólo hay vileza? Sin duda López fue el peor canalla que el Paraguay -tierra de dictadores- ha dado a la nación. Era un tirano siniestro, pero muy hábil para mantener la obediencia del pueblo paraguayo envilecido y a su ejército mediante el terrorismo que implantó.

Por más que nos asquean a los que contamos al pueblo paraguayo la VERDAD sobre la Guerra de la Triple Alianza contra el tirano mariscal López, aun así, no debemos cansarnos en responder a la farsa que representan los lopistas con sus opiniones chabacanas en defensa del verdugo de nuestra nación con el deliberado propósito de enredar o engañar. Los fanáticos lopistas tendrán que esforzarse mucho más para sostener a su “héroe por decreto” en el pedestal de barro donde los dictadores lo han colocado.

Nuestros antepasados llamaban al Paraguay tierra de promisión. Lindo nombre para un país ubérrimo de árboles gigantesco y de maderas preciosas donde el mariscal López sembró el peor de todos los árboles:  más de 250.000 cruces. Sólo a los afectos de necrofilia consideran glorioso estos crímenes de lesa humanidad. No puede caber duda alguna que el tirano Francisco Solano López -cruel y desalmado- fue el gran azote de la nación paraguaya.

En las opiniones publicadas por los lopistas sobre la Guerra de la Triple Alianza existen no pocas cosas inventadas; por ello no están aún dispuestos a embarcarse en el barco de la verdad. Ellos como el diablo tienen muchos trucos para neutralizar o desviarse del tema ante hechos y argumentos que no dejan dudas. Por ello hay que ser como el zorro para esquivar las trampas que los lopistas ponen en cada artículo que publica sobre la guerra de la Triple Alianza contra el tirano F. S. López. 

¿Por qué hay tanta negación de la VERDAD sobre los hechos sucedidos, y repudio en los corazones de los lopistas? Porque se los ha enseñado desde la escuela que para ser patriota hay que venerar al mariscal López; por ello les cuesta deshacerse de esta creencia no necesariamente válida lógicamente. Ningún jefe de Estado del Paraguay ha causado como López tantos sufrimientos. Los lopistas no sienten ninguna compasión por los miles de fusilados ni por los niños que murieron en las batallas de Avay, Pirivevýi y Acosta Ñu. Ellos por todos los medios tratan de dar la vuelta con aire de sabio patriota a la VERDAD sobre la historia de la guerra de 1864-1870 que diariamente nos relata por Facebook conspicuos historiadores que por décadas han mamado la historia de la apocalíptica guerra.

Recién desde 1989 los historiadores pudieron publicar sus opiniones sobre la guerra de 1864-1870, y el pueblo puede subir en la cima de la colina donde el aire es diáfano y se alcanza a ver mejor como nunca antes, del modo cómo el héroe por decreto dejó a la nación solo caos y destrucción.

Como cierre vuelvo a recordar la afirmación del filósofo alemán Friedrich Nietzsche: «Los hombres más aborrecibles son los más venerados.»

Luque, 16-06-2021.

FIN




             CAPÍTULO II. BREVÍSIMO CONCEPTO SOBRE HISTORIA

Por varios motivos hay que respetar la Historia entre otras cosas, porque ella es madre de las ciencias e imagen de la verdad. Por lo tanto, aumentar o disminuir la figura de una persona destacada como Estigarribia o López por sus hechos buenos o malos, no es propio del historiador ni de cualquiera que opina sobre Historia.

Marco Tulio Cicerón, famoso filósofo, político e historiador romano (106 - 43 a. J.C.), la define de esta manera: «la Historia es TESTIGO DE LOS TIEMPOS, LUZ DE LA VERDAD, MAESTRA DE LA VIDA Y CONSEJERA DE LA ANTIGÜEDAD». Siendo la Historia como de verdad es testigo de los tiempos y luz de la verdad, pero desgraciadamente en nuestro país vino su perversión que consiste en mezclar hechos reales con hechos falsos. Y esto provino de aquellos nacionalistas que sólo buscan halagar a la gente o sacar provecho personal o hacer héroe al que no lo es o EXALTAR EL PATRIOTISMO que no es fin de la Historia sino de las arengas.

Los historiadores nacionalistas creyeron que no era bueno herir el orgullo nacional o menguar la autoestima del paraguayo relatando hechos adversos y sucesos infaustos de la Guerra de 1864-1870, aun siendo verdaderos. Sobre este punto, el filósofo norteamericano, oriundo de España, Jorge Ruiz de Santayana ADVIERTE: «El pueblo que no quiere recordar algún pasado infausto tal como sucedió, tendrá como CASTIGO EL VER COMO SE REPITE». Aquí está la explicación del por qué no debemos aceptar las absurdas pretensiones del lopismo: meter bajo las alfombras la incompetencia política y militar del héroe por decreto, su insaciable codicia y sus incomprensibles crueldades.

En todas las ciencias el especialista -para servir con idoneidad a la gente-, necesita conocer la Historia de su especialidad. Por ejemplo, el médico necesita conocer la historia de la medicina, el economista la historia de la economía, el abogado la historia de los grandes pleitos, así como la ley de Las Siete Partidas y el derecho romano, y el profesional militar está obligado a empaparse de historia militar. Como vemos, no se puede desconocer la extraordinaria importancia de la Historia. Porque gracias a ella la Humanidad pudo alcanzar su grandiosa evolución, y sin la Historia probablemente hubiéramos seguido luchando por área de caza como los animales de presa.

Los compatriotas nacionalistas que escribieron sobre la GTA, de verdad no eran historiadores militares como José Luis Martínez Peláez, Igor Fleischer Shevelev, Rafael Mariotti, Rodrigo Cardozo Samaniego, Henry Ceuppens, etc., sino meros exaltadores del mito mariscal López. Sin embargo, para elevar la Historia de una guerra a la categoría de una investigación científica de modo a transmitir experiencias para no volver a repetir los mismos errores, el historiador necesariamente debe ocupar una posición neutral.

Cuando un nacionalista escribe la Historia de la GTA, toma como obligación defender al mariscal López -tarea de abogado, pero no de historiador-, e incluso exculparlo de sus garrafales errores político y militar y de sus innecesarias crueldades, incluso contra su propia familia; evidente indicio de un trastorno psicopático, porque sólo los psicópatas mandan asesinar a sus hermanos, cuñados, prima hermana, obispo de la iglesia católica, veintitrés sacerdotes y miles de sus compatriotas y extranjeros en San Fernando y Potrero Mármol (Villeta), y profanó a la madre mandándola azotar bárbaramente sin sentir dolor moral causado por la conciencia de haber hecho tantas odiosas acciones.

La Historia no valdría la pena de escribirla ni leerla si el historiador la utiliza mal para exaltar tan solo el patriotismo que no es fin de la Historia o hacer héroe al que no lo es o enaltecer a un jefe de Estado como Solano López, que en nada ha contribuido para un Paraguay mejor; sin embargo, aún hay paraguayos que los venera con devoción, más por ignorancia que por patriotismo.

Los lopistas ya deberían de haber sabido que el mariscal López ya ha sido JUZGADO, no por los exaliados sino por la HISTORIA que ante el testimonio abrumador de los aborrecibles hechos consumados dio su inapelable veredicto: CULPABLE DE CRÍMENES DE LESA HUMANIDAD, por consiguiente, enemigo del género humano.

Finalmente, duele decir, pero es necesario decir: que mucho mejor habría sido para el Paraguay si el proclamado por un decreto del 1º de marzo de 1936 “Héroe Nacional sin ejemplar” no hubiera nacido.

Luque, 16-06-2021.

FIN




CAPÍTULO III    

¿PRETENDIENTE DE LA VERDAD O PAYASO?

PARTE I

En el día de hoy 23-06-2021, uno de los veneradores del mariscal López, el Sr. José Luis Acosta transcribió varios párrafos de un libro del uruguayo Herrera, influyente líder del Partido Blanco, en su artículo titulado “La interpretación dominante en Uruguay sobre los orígenes de la GTA”.

Sr. Acosta, usted sabe bien que en la ROU hay dos partidos políticos. El Partido Blanco que simpatizaba con López; y el Partido Colorado que integró la Triple Alianza contra el presidente paraguayo general Francisco Solano López. El padre de Herrera era ministro de Relaciones Exteriores del gobierno del Partido Blanco, y él fue el planificador para arrastrar a López a la guerra contra el Brasil y la Argentina.

Hubo varios que opinaron sobre el mencionado artículo, entre ellos el DOCTOR EN HISTORIA, Cnel. Hugo Ramon Mendoza Martínez, quien expresó lo que sigue: «JOSE LUIS ACOSTA NO TE PREOCUPES ELLOS NO VAN A APRENDER NUNCA». (En mayúscula son nuestros). Sr. Dr., en historia, debe saber usted que cuando se ama la verdad, jamás se aprenderá a mentir.

Sin nombrarlo, se refería a los que relatamos la VERDAD sobre la GTA. Es decir, sin manipular la historia, y esta posición molesta a los fanáticos lopistas.

Cualesquiera que sean la credencial que una facultad le ha otorgado para acreditar su grado académico que arrogan los historiadores con título de doctor o licenciado en historia, están obligados a mostrar objetividad. Vale decir, deben mostrar su adhesión a los hechos y a la verdad. Señores (as) titulados de historiador, preséntense sin camisa ante los aficionados a la historia -donde este servidor honrosamente pertenece. Si un doctor en historia o cualquiera que obtuvo diploma de historiador considera al mariscal López -como HUGO MENDOZA MARTÍNEZL y los demás lopistas- como “Héroe Nacional sin ejemplar”- o pretende justificar que fue obligado a ir a la guerra por Brasil y la Argentina o fueron empujados por Inglaterra o ignoran sus crueldades, y tal como demostró mediante documentos que exhibió EL HISTORIADOR JLMP, López fue el autor de «el primer y más grande tráfico de tierras fiscales del Paraguay con un solo beneficiario», la codiciosa irlandesa, la señora Elisa Alicia Lynch. Entregado al robo de caudales del Estado y los fusilamientos de miles de compatriotas inocentes de cualquier delito con el solo objeto de sembrar el terror y apropiarse de sus bienes, ignoran que López como la hiena codiciosa de presa, inefablemente sañuda, feroz y sediento de sangre humana perseguía a sus compatriotas y extranjeros; Sr. Hugo Mendoza si usted no entiende todo esto y se convierte en abogado del mariscal López, siento decirle, con todo respeto, que tire su título en la letrina.

Nada más que payaso, nada más que título de historiador son los envenenadores de la historia de la GTA con el propósito de exculpar a un hombre de espíritu maléfico, lo revela a usted como demonio del engaño. ¡Honre sus varios títulos! Recuerde señor diplomados en historia, que los que preferimos la verdad en vez de mito, estamos tratando de desengañar a los compatriotas sobre la historia del héroe por decreto. Nosotros no tenemos la culpa de que el muy venerado por ustedes haya sido tan pérfido.

Luque, 25-06-2021.



                                         ¿PRETENDIENTE DE LA VERDAD O PAYASO?

PARTE II.
Cada fruta que por ahí recogen los lopistas rápidamente se pudre por causa de los buenos y valiente historiadores con que el Paraguay actualmente cuenta, que no se amilanan ante los que opinan sin razonar sobre la GTA por carecer de argumentos válidos como los historiadores nacionalistas y groseros lopistas que actualmente están acorralados por los numerosos jóvenes historiadores, los aficionados a la historia y curiosos que saben razonar que empezaron a aparecer desde 1989. La historieta que cuentan sobre la GTA los diplomados en historia y fanáticos lopistas, el paraguayo que razona bien ya no acepta porque ya no estamos en la dictadura; tampoco el pueblo -que se hallaba en la posguerra embargado por pesadumbre y abatido en desasosiego-, se ha despertado de su letargo y rechaza cualquier hueso que se le tira. A los lopistas le cuesta mucho ordenar sus ideas en la mente para llegar a deducir una conclusión lógica sobre el temible mariscal López. Ellos, no son capaces de aducir las razones en que se apoyan para homenajear a un jefe de Estado que llevó a la bancarrota demográfica y económica a nuestra nación, que hasta ahora sufrimos las consecuencias; entonces se ponen a insultar al autor de algún artículo que pinta la personalidad del héroe por decreto con ironía hiriente y mordaz, con el único objeto de intimidarlos con palabras maliciosas y perversas, y a veces, no infrecuentemente, grotescas.
Es preciso seguir aireando las acciones horripilantes del declarado por decreto presidencial el 1º de marzo de 1936 “Héroe Nacional sin ejemplar”. Los que deseamos imponer la verdad sobre la historia de la GTA, debemos seguir martilleando para meter en la cabeza dura de los lopistas la verdadera historia de la GTA.
Los descaminados lopistas encadenados por el mito mariscal López, sólo pueden redimirse o liberarse rechazando la mentira y aceptando la verdad, porque la verdad es la roca que no se puede remover, en tanto que la mentira se esfuma como el humo con facilidad. La redención sólo les puede llegar, no por camino torcido sino obrando con cordura. Ellos con palabras mendaces y admirable cinismo fingen ser nacionalistas a ultranza y verdaderos patriotas.
A los paraguayos honestos la foto de López impreso en los textos escolares, aunque bien retocado, no es sino una alegoría del diablo, porque él simboliza el terror y la crueldad. A los lopistas le causa pavor la verdad. Ignoran que el nacionalismo es una cosa y el patriotismo otra.

En la hora más queda, el policía del presidente F. Solano López golpeaba la puerta de la casa de honesto ciudadano y lo llevaba preso -sin saber por qué- a San Fernando, donde era sometido a terrible suplicio hasta convertirlo en piltrafa humana antes de mandarlo fusilar, y después López procedía a incautar sus bienes para sí, a la viuda con hijos menores de 14 años de edad los envía a campo de concentración entre los más de 2.000 mujeres que con sus hijos pequeños pasaban lo indecible, pues tenían que sobrevivir comiendo víbora, lagartija, rana o cualquier bicho que camina, repta o vuela que atrapan iba a parar en la cacerola. Es decir, estaban forzadas a imitar las acciones de los animales de presa para sobrevivir, tal como probó el científico inglés Charles Darwin en su obra “El origen de las especies”, que «todos los seres vivos se agarran fuertemente a la vida». El mariscal López demostró con su acto en Cerro Corá cuando observa que un pequeño grupo enemigo avanzaba hacia él.



                                   ¿PRETENDIENTE DE LA VERDAD O PAYASO?

                 PARTE III. 

Empecemos diciendo que el mariscal López, al ocupar una parte las provincias brasileras de Mato Grosso y Río Grande del Sur (Uruguayana), y Corrientes de la Argentina, creyó haber ganado ya la guerra antes de empezar. Cuando un general hace algo, debe hacer bien, entre varias cosas, porque en sus manos la nación ha confiado la vida de decenas de miles de jóvenes. López nunca hizo nada bien. Cada paso que da es un paso en falso; si un general en jefe no es más listo que su rival perderá la guerra.

La obligación de todo jefe de Estado es trabajar mucho y complacer al pueblo. Sus actividades deben enfocarse en mantener la paz, justicia, libertad de opinión, y por este camino lograr la prosperidad nacional.

Los compatriotas diplomados de historiador (a), deben ser mentor de la verdadera historia de la GTA, y jamás desperdiciar sus talentos, conocimientos e inteligencias en nada que no sea la VERDAD. Sin embargo, lastiman el corazón cuando observamos que no son sino unos lopistas más, y peor aún, se sienten orgullosos de serlo.

El mariscal López convirtió por un quinquenio al Paraguay, tierra de promisión, en un lugar tenebroso donde ningún ciudadano tiene la garantía de que amanecerá en su apacible hogar o en el terrorífico San Fernando.

Los que elogian al considerado “Héroe nacional sin ejemplar”, son generalmente empleados públicos que demasiado tratan de mostrar patriotismo, así hacen como que devuelven algo bueno a la nación, pero lo que en realidad quieren recibir algo a cambio, tal como poco trabajo y alto salario o seguridad en el cargo o ascenso o aumento salarial, etc.

Cabe preguntar, ¿qué es lo más noble de Solano López y qué es lo más vil? Los lopistas emplean todas las mañas para atraer a los pocos despiertos compatriotas con elogio al “mariscal de acero” por sus virtudes guerreras porque defendió la patria y no se rindió. Con esta frase cautivan a los incautos compatriotas. Bien sabemos que un general capitula o se rinde cuando ya no tiene opción; entonces decide en salvar la vida de sus compatriotas. Pero un general en jefe que ya perdió incuestionablemente la guerra; en vez de capitular y negociar la paz se pone a huir para salvar su vida, abandonando a su familia y a su tropa tal como López hizo en Cerro Corá, es un acto despreciable.

Los lopistas que dicen que odiamos a López están errados, porque nosotros no odiamos al impío mariscal López, pero sí lo despreciamos. Esta posición causa mucha molestia a los seguidores de O´Leary; lastimosamente no tenemos el don de curar a los que nacieron ciegos.

Los diplomados en historia debían emular a JOSÉ LUIS MARTÍNEZ PELÁEZ, que por muchos caminos y modos ha llegado a la VERDAD sobre la historia de la GTA; y no por una sola escalera ha subido a la altura desde donde su mirada recorre la historia militar paraguaya, con documentos bajo el brazo con que apoya los comentarios que pone a disposición de aquellos que aman la VERDAD. Cuando el padre de Alejandro Magno, Filipo II, asumió el poder en el pequeño Estado de Macedonia, se dirige a su pueblo de este modo: «Si queremos dejar de ser pequeño para ser grande, a partir de ahora el lema de los macedonios será, “CUALQUIER COSA MENOS LA MENTIRA”». Con este lema, su hijo Alejandro Magno convirtió a Macedonia en una gran nación.

Señores lopistas, por si aún no están enterados, ha llegado la hora en que tendrán que poner mucho más ingenio y más empeño para encontrar -antes que meros sarcasmo-, mejores recursos para mantener al chapucero militar, el malvado mariscal López, en el pedestal de barro donde los dictadores lo han colocado por motivo meramente político, y utilizarlo como engañabobos. Pónganse a ilustrarse en obras de historiadores objetivos, independientes y veraces. Los fanáticos lopistas diplomados en historia, para conocer lo que es LA HISTORIA Y SU FINALIDAD, por favor pónganse a leer obras sobre historia escrito por eminentes historiadores como en verdad fueron los ingleses Edgar Carr (“¿Qué es la historia?”), Eric Hobsbawm (“Sobre la Historia”) y Arnold J. Toymbee (“Estudio de la Historia”); y el español José Martínez Ruiz, más conocido por Azorín (“¿Qué es la Historia?”); y por supuesto empaparse de la obra de Leopoldo R. Ornstein (“EL ESTUDIO DE LA HISTORIA MILITAR”), etc., para conocer la enorme responsabilidad que tienen ante la nación. De lo contrario, seguirán haciendo el papel de payaso. La memoria de ustedes parece que se ha detenido en sus abuelos; y más allá del abuelo se les acaba el pasado. Por ello siempre andan armados de nuevas trampas para atrapar incautos, sin notar que el ocaso del proclamado “Héroe Nacional sin ejemplar” empezó a partir de 1989, y está acabando los méritos imaginarios con que sus veneradores lo han acicalado. Es una vergüenza venerar al mariscal López, dejen de vivir en el error y la mentira.

Luque, 28-06-2021.

PARTE IV. ¿PRETENDIENTE DE LA VERDAD O PAYASO?

Nací, me criaron y vivo en la ciudad colorida de amarillo

intenso y azul subido. Aquí puedo escribir todo lo que quiero decir y sacar a relucir todos los argumentos o pruebas condenatorios del mariscal López. Aquí puedo hablar con sinceridad y franqueza sobre la GTA y señalar los garrafales errores de López, así como sus innecesarias crueldades, de tal modo para recordar siempre y no volver a repetir; porque como ADVIRTIÓ el filósofo norteamericano Jorge Ruiz de Santayana: «El pueblo que no quiere recordar algún pasado infausto tal como sucedió, tendrá como CASTIGO el ver como se repite».

En la obra “La conducción del ejército paraguayo en la

guerra del Paraguay de 1864-1870” habremos dicho cosas que no se debe decir -según acostumbre en Paraguay- sobre López, a pesar de ser verdaderos. ¿Habré blasfemado por desear que el pueblo sepa la verdad?

Los lopistas como si fueran chusma, abruman a la gente con

palabrería propio de vulgo y presentan con admirable cinismo como falsa las evidentes atrocidades del Mariscal López. Los que inventan virtudes en este sanguinario tirano tienen que ser repudiados no por muy ignorantes sino por hipócritas y porque afectan un patriotismo que no tienen o porque no entienden lo que es patriotismo.

Durante las dictaduras se han enseñado al pueblo falsedades,

y han criado a niños en la escuela y a los jóvenes en el colegio en las mentiras sobre Solano López, deformando hechos y sembrando confusión. Todos los que dicen para exculparlo son tergiversaciones para alterar los indiscutibles hechos, dando una interpretación errónea a los terribles acontecimientos que llevó al próspero Paraguay a la bancarrota económica y demográfica.

Denominamos HISTORIADOR a aquel que relata los acontecimientos

tal como sucedieron. Es decir, analiza, estudia y examina los hechos para adquirir una visión clara de la historia de una guerra y concluir acertadamente antes de publicar. Él no juzga sino explica los acaecimientos y señala los errores para que sirvan de ejemplos y volver a repetir los mismos errores. Lo que estamos queriendo decir es que una persona que logra el diploma de historiador en una facultad, pero para serlo de verdad tiene que demostrar objetividad en sus publicaciones, porque con solo exhibir título no basta para ser considerado historiador (a), más aún si su conclusión sobre la historia de la GTA no está respaldada por hechos por ser poco creíble o porque se percibe en sus publicaciones evidente indicio de manipulación. Los historiadores auténticos denodadamente vienen luchando para sacar al pueblo paraguayo del letargo en que ha caído, y donde los dictadores y nacionalistas a ultranza lo han mantenido anestesiado desde 1936. El propósito de los historiadores objetivos y veraces es despertar a los compatriotas de su pesada somnolencia y no hacer héroe al que no lo es. Esta es la tarea que los historiadores han emprendido con intrepidez, tesón y valor como objetivo principal e inmediato, enfilando la proa de su nave hacia la verdad. De este modo están pegando duro con el látigo de la verdad a los veneradores del proclamado por un decreto “Héroe Nacional sin ejemplar”. Héroe militar es aquel general que ofrece VICTORIA en la punta de su espada a la nación, y no derrota.

¿Por qué hay tanto interés en negar o esconder o manipular

los repudiables hechos del mariscal López? Tal vez, porque desde niños en las escuelas se los han enseñado que para ser patriota hay que venerar a López; después continúa la exaltación del héroe por decreto en los colegios. La estupidez más grande viene de ellos, a pesar de que nada en Paraguay ha causado tanto sufrimiento a la nación como López. Los lopistas no sienten compasión por los miles de compatriotas inocentes fusilados ni por los miles de mujeres viudas ni por las decenas de miles de niños que quedaron huérfanos. Ellos por todos los medios tratan de darle vuelta a los hechos comprobados de la GTA que frecuentemente por Facebook relatan ilustres historiadores.

Somos contundentes en afirmar que el mariscal López era un

hombre sin entrañas, cruel y desalmado. Los lopistas con aire de sabios patriotas tratan de exculparlo de sus garrafales errores político y militar, y de sus innecesarias crueldades, incluso contra su propia familia, evidente indicio de un trastorno psicopático, porque solo los psicópatas mandan asesinar a sus hermanos, cuñados, amigos y a miles de compatriotas sin sentir remordimiento de sus malas acciones. Mandaba torturar sin tregua a los sospechosos de una conspiración que él mismo inventó, hasta dejarlo como una piltrafa humana, y luego lo mandaba fusilar.

Los que ignoran las entrañas de la historia de la GTA, no

deberían ensayar ninguna opinión sobre el tema, pero puede preguntar. Como dice un refrán: ¡más vale no saber nada, que saber muchas cosas a media!

Para contar la verdad sobre la innecesaria hecatombe de

1864-1870, no necesito ponerme en guardia contra los embusteros, pues, acostumbro a vivir sin precauciones. En cambio, gente que venera a López tiene que mentir y tiene que ser siempre ambiguo; es decir, dudoso el sentido de sus opiniones sobre el “héroe por decreto” o alguna alusión oscura sobre los horripilantes hechos cometidos o alguna confusión en las ideas o alguna explicación incompleta o defectuosa. Tampoco lo que admite es ni con mucho, tan cierto como debía serlo. Siento decir, que causa antipatía las personas que no han aprendido a bendecir la verdad o maldecir la mentira.

Desde 1936 el lopismo se infló por 53 años, y a la postre

revienta como la rana. Pues, los historiadores desde 1989 empezaron a pincharle el vientre que ya estaba bastante inflado.

Todo el mundo sabe hoy día lo que pasó en el terrible

quinquenio de 1864-1870, y como pasó. Sabemos que no está bien hablar mal de un muerto. Nosotros no hablamos mal del mariscal López, sólo contamos la verdad de todo lo que hizo en perjuicio de la nación, para que no se repita nunca más. Si no contamos al pueblo y no lo recordamos frecuentemente, existe la posibilidad que se vuelva a repetir. Es preciso que la nación tome precauciones para no caer de nuevo en el negro abismo donde el proclamado por un decreto presidencial el 1º de marzo de 1936 “Héroe Nacional sin ejemplar” llevó a la nación sin motivo alguno, a una guerra de exterminio. Por todo esto, queda demostrado que nosotros no tenemos la culpa de las barbaridades que López cometió. Las víctimas de la persecución de Solano López desde sus tumbas gritan en coro ¡JUSTICIA!

Luque, 30-06-2021.



PARTE V. ¿PRETENDIENTE DE LA VERDAD O PAYASO?

Jóvenes compatriotas, no vayan

por el camino por donde andan los nacionalistas, pues probado está que es muy mal camino, y está sembrado de cruces. El gobierno lopista que se apoderó del poder en 1936 tras un golpe de Estado, con el solo objeto de congraciarse con el pueblo mandó traer de Cerro Corá el primer esqueleto humano que encontraron, y con pompa fue recibido y depositado en el Panteón de los Héroes con los verdaderos héroes: esto fue un acto perverso y corrompedor. No puede caber ninguna duda que los cadáveres del mariscal López y de su hijo Panchito que fueron sepultados juntos siguen dormidos, envueltos en mortajas en Cerro Corá. Sin embargo, hay que reconocer que el gobierno ultranacionalista del coronel Rafael Franco, con aquel acto solemne intentó consolidarse en el poder, sembrando la semilla de la mentira que germinó, se desarrolló y tuvo buenos frutos hasta 1989. A partir de este año empezó a dar cada vez menos frutos, indicio que está cercano de la extinción de la gran mentira que crearon Enrique, hijo del mariscal López, y Juan E. O’Leary, fortalecido después por Natalicio González.     

Solano López y madame Lynch, concupiscentes de codicia, envidia enconada, resentimiento vindicativo, orgullo altanero y corazones duros y crueles, fueron culpables del desastre nacional que costó a la nación más de 250.000 víctimas más los bienes materiales como la destrucción de la flota mercante de Estado que Carlos A. López formó, y la total paralización de la producción agrícola y ganadera; el primero por falta de brazo para cultivar la tierra y el segundo porque el ejército en guerra todo consumió.

La chusma lopista compuesta de gentes gandules, esclavos

del archifarsante O´Leary, que con ojos fríos y pensamientos viles hurgan en la basura en busca de algo que puede exhibir en defensa de su venerado “héroe por decreto”, que en gran parte de la guerra mataba el tiempo fusilando a sus compatriotas, extranjeros y prisioneros de guerra, y huyendo del enemigo con las bolsas llenas del tesoro del Estado y de los bienes de los fusilados de los cuales se apropió arbitrariamente.

Señores veneradores del mariscal López, cada comentario que hacen a favor del declarado por decreto del 1º de marzo de 1936 “Héroe Nacional sin ejemplar” huele a putrefacción. Leer sus diatribas de sarcástico estilo y lenguaje duro de por sí ya desvirtúa e invalida sus opiniones; y esto hacen ustedes porque carecen de argumento que puedan exhibir ante los compatriotas que saben razonar y ante los centenares de diplomáticos y agregados militares de países amigos quienes están bien enterado de la historia de la República del Paraguay. ¡POR FAVOR, DEJEN DE HACER EL RIDÍCULO ANTE TANTOS TESTIGOS!

Los generales José María Bruguéz y Vicente Barrios fueron

los más valientes de la GTA. Ambos estaban pronto para rebelarse contra López, pero les faltaba algo importante, no tenían mando de tropa, excepto el general Bernardino Caballero uno de los factótums del mariscal López. Para cada batalla nombraba como comandantes de división ad hoc a un general.

El general valiente es aquel que considera que servir, no

al general en jefe, sino a la nación es su principal tarea.

A partir de Cordillera López era perseguido por el enemigo como si fuera su sombra hasta Cerro Corá, de tal modo que le pisaba los talones, pero en vano trataba de desprenderse de su sombra que se le pegó hasta su muerte ignominiosa. Sin embargo, con sus veneradores pasa algo semejante, pues ellos pisan constantemente no solo los talones, sino el cuerpo entero de la verdad. Son mentirosos empedernidos que se obstinan en el error y persisten en el vicio de pretender convertir en héroe al que no lo merece.

El mariscal López, atrapado por la enfermedad de Caín

asesinó a sus hermanos Benigno y Venancio; también a sus dos cuñados. Antes de asesinar a Benigno, con saña despiadada le sometió a suplicio intenso y continuado por un par de meses que lo dejó tetrapléjico, y luego lo mandó fusilar. Después de una sesión de tortura para que cuente la “verdad”, dice Jorge Federico Masterman, autor de “Siete Años de Aventuras en Paraguay”: «cuando entramos después de una sesión de torturas en nuestras respectivas perreras de 1, 20 metro de largo por 0, 70 metro de ancho y de altura, nos sentíamos aliviados y gozamos con deleite de la soledad, siempre agarrados con fuerza y esperanza a la vida».

Los lopistas nunca dicen nada de los sucesos de San

Fernando, Potrero Mármol, San Estanislao, Curuguaty y Zanjahu. ¿Por qué nunca hablan de los horripilantes asesinatos cometidos por el venerado “héroe por decreto” en esos lugares?

El 1º de marzo de 1870 recién llegó al Paraguay el gran

día: la muerte de la dictadura y el nacimiento de un Estado liberal.

No es tarea de nadie exculpar ni esconder del pueblo los malos hechos de un jefe de Estado. López cometió la estupidez propia de los que viven aislado de la sociedad; él no hablaba con la gente y solo escuchaba a sus esbirros para enterarse de chisme. No tenía deseo de conocer la aspiración del pueblo porque estaba convencido que sabía todo acerca de todo; en su mente cabía solo el llegar a ser conquistador como Alejandro Mago o Julio César o Napoleón, pero las palabras paz, justicia y prosperidad nacional no figuraban dentro de su proyecto de gobierno. Un jefe de Estado que desea emular a Eligio Ayala, no debe perder tiempo en interesarse de la pequeña miseria del pueblo, sino cómo impedir cualquier amenaza a la paz para alcanzar la meta: asegurar la integridad territorial y la prosperidad nacional. López ignoraba que no se debe aspirar a nada que sea superior a su fuerza, más aún cuando aspira a cosa grande como la serpiente boa que pretende engullir un caballo.

Los lopistas han aprendido a creer sin razonar, entonces

¿cómo se puede disuadirlos con razones? Se jactan de que nunca mienten sobre el patriotismo y heroísmo del mariscal López; pero de la impotencia para mentir al amor a la verdad hay un enorme trecho. Ellos sienten angustias cuando se lo refriega por los morros las incompetencia y hechos crueles de su héroe por decreto. Sentimos su dolor, pero deben saber que el dolor invariablemente hace cacarear a la gallina.

Un oficial que ha obtenido su diploma de comando y estado mayor y va a la guerra con el diploma bajo el brazo, pero sin estar empapado de la historia militar, será como el músico que toca, pero no baila. No existe nada peor de un oficial que no ha bebido en la fuente del arte de la guerra: la historia militar. Es como alguien que no ha aprendido a bailar como hay que bailar. Jóvenes oficiales, aprendan a bailar de experiencias ajenas y enseñen a bailar como es debido a las generaciones que le suceden: ¡esto no es gentileza sino un deber!

El gobierno que proclamó al mariscal F. S. López como

“Héroe Nacional sin ejemplar” siente efluvios de admiración y dio un gran paso hacia el descreimiento, y peor aún, mostró falta de sentimiento hacia los 250.000 muertos, prisioneros de guerra y miles de compatriotas ejecutados, las 2.000 mujeres con sus hijos menores deambulaban por los campos de concentración igual a los judíos en mano de Hitler o El corazón de un hombre que sabe razonar brinca de pena al descubrir que el propósito de venerar a López no era sino para exhibir al pueblo que el gobierno sudaba de patriotismo. Todo con un objetivo meramente político: ganar apoyo a su detestable gobierno que rompió la democracia luego de 66 años (1870 a 1936). Pretendiendo desmeritar de modo perverso a los victoriosos conductores de la guerra del Chaco: Ayala y Estigarribia. Esta actitud maliciosa del gobierno instalado por un golpe de Estado en 1936, impide creer a los lopistas en este tiempo de libertad de opinión limitado solo por la conciencia de cada ciudadano.

¡Compatriotas, cuidémonos que no se materialice en nuestra nación la teoría del filósofo alemán Friedrich Nietzsche de ¡«el eterno retorno»!

FIN DE ¿PRETENDIENTE DE LA VERDAD O PAYASO?

Luque, 02-07-2021.



martes, 9 de marzo de 2021


COMENTARIOS SOBRE LA GUERRA DEL PARAGUAY DE 1864-1870: 

                                   ¿Epopeya o Destrucción?

 AVISO. A partir de mañana 10-03-2021, empezamos a publicar por Facebook y por este medio nuestro libro inédito “Comentarios sobre la guerra del Paraguay de 1864-1870, ¿Epopeya o Destrucción?”, por capítulo y si este es demasiado largo, por secciones.

Como dijera el prócer de la República Oriental del Uruguay, «con la verdad no ofendo ni temo». Aunque reconocemos que como humano estamos expuestos a cometer errores.
Recuerden realizar comentarios respetuosos, y si no está de acuerdo con el autor, en vez de pretender intimidarlo escupiendo palabras soeces, mucho se valorará y ayudará encontrar la verdad, refutando el artículo u opiniones del autor con buenos argumentos.
Buscar la verdad y señalar constantemente los errores cometidos en aquel terrible quinquenio que nuestros compatriotas soportaron, es tarea de todos los paraguayos, porque es el único modo de impedir su repetición, fin de la historia.
Algunas ideas encontrarán repetidas, no por descuido, sino tiene el propósito de recordar al lector algunos conceptos que el autor considera importante rememorar.
Luque, 9 de marzo de 2021


COMENTARIOS SOBRE LA GUERRA DEL PARAGUAY

(1864-1870)

¿Epopeya o destrucción?

TEMAS A SER DESARROLLADOOS     

ADVERTENCIA.

-INTRODUCCIÓN

-LA HISTORIA.

-GUERRA, POLÍTICA.Y ESTRATEGIA.

-PRINCIPIOS DE LA CONDUCCIÓN Y LEYES DE GUERRA.

-ESTRATEGIAS, CAMPAÑAS Y BATALLAS.

-CLAVE PARA INTERPRETAR LA GUERRA

-EL GENERAL EN JEFE.

-EL ESTADO MAYO.R

-CAUSAS Y ORIGEN DE LA GUERRA.

-OPINIONES SOBRE LA HISTORIA MILITAR.

-JUAN E. O’LEARY.

-EL MARISCAL LÓPEZ Y LA GUERRA

-LAS CAMPAÑAS OFENSIVAS Y LA FORTALEZA DE HUMAITÁ.

-SAN FERNANDO, LA MALDAD EN ACCIÓN.

-CAMPAÑA DE VILLETA.

-CONSECUENCIAS DE LA CAMPAÑA DE VILLETA.

-LA RETIRADA DE LÓPEZ

-DE HUMAITÁ A VILLETA (RECAPITULACIÓN).

-DE PIRIVEVÝI A CERRO CORÁ.

-LA MEDICINA Y LAS TROPAS.

-LA MUJER PARAGUAYA EN LA GUERRA.

-JEFES DE ESTADO QUE MURIERON EN LA GUERRA.

-DEMOCRACIA Y DICTADURA.

-LA OBEDIENCIA DEBIDA.

-EL DERECHO DE GENTES.

-EL NACIONALISMO Y EL PATRIOTISMO.

-NACIONALISMO Y LOPISMO.  

-LEGIONARIOS.

-LA VERDAD PRIMERO.

-RASGOS DEL MARISCAL LÓPEZ

-LA MARCHA PAVOROSA.

-EL CAMINO DE CERRO CORÁ.

-EL CAMINO DE DAMASCO.

-LAS ATROCIDADES DEL MARISCAL LÓPEZ

-EPÍLOGO.

-APÉNDICES:  GRANDES DISCURSOS Y ARENGAS:

-BIBLIOGRAFÍA BÁSICA.

                                    ADVERTENCIA (10-03-2021)

Hemos tomado la guerra de la Triple Alianza contra el gobierno del Paraguay, no solo para analizar la

conducción del ejército paraguayo ni describir batallas, sino principalmente para utilizarla como medio y transmitir las enseñanzas que se pueden extraer de aquella apocalíptica guerra, que es lo fundamental. En otra palabra, tomar como ejemplo los hechos que pueden servir de experiencia o escarmiento. Tenemos la esperanza que la presente obra sea útil, no sólo a los compatriotas civiles, sino también a los jóvenes oficiales de las fuerzas armadas de la nación.             Esperamos que no la tomen como anti lopista, sino como lo que pretende ser, elementos básicos del arte de la guerra, algo así como un manual de tácticas y estrategia cuyos principios fueron proclamados por exitosos conductores de ejército en operaciones de guerra, y que nos han servidos de guía, porque consideramos que las enseñanzas que dejaron son dignas de ser conocidas por todos aquellos militares que aspiran ser un profesional capacitado y eficiente; vale decir, patriota. Esta obra podría también resultar de interés para los civiles curiosos en saber por qué nuestra catastrófica derrota en aquella guerra; así como mejorar la capacidad profesional de los oficiales, pues, como dice un proverbio, «es mejor aprender de los errores ajenos porque la propia siempre llega tarde y cuesta cara». Al respecto, en aquella guerra encontramos un caudal de procedimientos equivocados que puede servir como ejemplos para no volver a cometer los mismos errores: fin de la historia militar.

 No podemos dejar de mencionar y menos ignorar, que el mariscal López en numerosas ocasiones tomó una cosa por otra, obrando desacertadamente en casi todas sus operaciones política y bélica; somos categórico en sostener que no existe mejor fuente para aprender que la enseñanza de un fracaso. Los oficiales subalternos deben repetir una y otra vez todos los puntos fundamentales del arte de la guerra, principalmente conocer a fondo las leyes de guerra y los principios de conducción hasta que se conviertan en una segunda naturaleza para todos ellos. Solo así la nación podrá confiar que la defensa nacional está en buenas manos.

En todo momento hemos tratados, que lo que decimos concuerde con lo que pensamos; por consiguiente, consideramos que el colmo de la ingenuidad es venerar a un jefe de estado que dejó postrada a la nación. También es contradicción proclamar patriotismo, y reverenciar al mariscal López que fue el que llevó a la amada patria a una situación calamitosa.

Hemos incluidos varios temas inherentes a la guerra como el derecho de gentes, la obediencia debida, democracia y dictadura, el nacionalismo y el patriotismo, trastorno por estrés postraumático (TEPT). etc.

Y como apéndices van los más grandes discursos de notables jefes de estado y arengas de militares exitosos; así como los proverbios de Salomón muy digno de seguir sus consejos para amar la verdad. Todo, con el propósito de poner al alcance de los compatriotas en general y jóvenes oficiales de las fuerzas armadas de la nación en particular, algunos temas como complemento a los conocimientos ya adquiridos sobre la teoría militar. También debería de interesar a los políticos, porque de ellos dependen contar con una fuerza militar bien organizada y eficiente; amén de que reflexionen sobre el refrán que dice: «si quieres la paz prepárate para la guerra». Asimismo, conviene recordar constantemente lo que Thomas Hobbes escribió: «… Pues, no son las meras palabras, sino la intención de quien la escribe lo que arroja la verdadera luz en que ha de interpretarse cualquier escrito. Y quienes insisten en pasajes aislados, sin considerar la intención global del libro, nada pueden deducirse de ellos claramente, sino que, al contrario, hacen todo más oscuro de lo que es, echando porciones de la historia, como si estuvieran echando polvo a los ojos de los lectores: artimaña muy común en aquellos que no buscan la verdad, sino su propio provecho».[1]

Si el oficial se habitúa en cumplir los principios enunciados en esta obra u otras, no habrá enemigo que pueda derrotarlo. Sin embargo, si desafía los principios o los viola, su comandante no tendrá necesidad de ajustarle la cuenta, porque ya lo habrá hecho el enemigo.

Invitamos a todos aquellos que odian como nosotros la tiranía y siente latir dentro del pecho un corazón amante de la paz, justicia y libertad de su patria, se agrupen alrededor de la bandera tricolor con las miradas puestas en un futuro mejor.

Hemos compilados algunos párrafos del libro “La conducción del ejército paraguayo en la guerra de la Triple Alianza (1864-1870)” para aquellos que no han leído esa obra.

Finalmente, esperamos que sean amables con los errores de sintaxis que encontrarán, recuerden que no somos hombres de letras sino soldados; y que nosotros no combatimos contra el mariscal López, sino contra el mito creado por O’Leary y sus discípulos, y como comentó el dramaturgo Frinico de Cleón de Atenas, y cambiando lo que se debe cambiar: «el mariscal López es un villano, pero es nuestro villano».

NOTAS:

1) Thomas Hobbes, filósofo inglés (1588-1679) “Leviatán II”, capítulo 43, página 463 – Edición Altaya, Barcelona-España 1997.

2) Frinico (s. VI-s. V), dramaturgo griego, fue uno de los creadores de la tragedia, se le atribuye la invención de la máscara.

FIN DE ADVERTENCIA

COMENTARIOS SOBRE LA GUERRA DEL PARAGUAY (1864-1870) ¿Epopeya o destrucción?

                                            INTRODUCCIÓN I

De nuevo hemos abordado la historia de la guerra de 1864-1870 con gran responsabilidad y con criterios renovadores y eclécticos. Escogimos de entre diversas fuentes las tesis que parecen más aceptable para compartir con los amables lectores una obra coherente y de agradable lectura, y con la disposición de adaptarnos a todo lo que nos parece bueno.

En el 2012 “Marben Editora S.R.L” publica la primera edición de “La conducción del ejército paraguayo en la guerra contra la Triple Alianza (1864-1870)”. La segunda y tercera ediciones en los años 2014 y 2019 respectivamente, por la prestigiosa empresa “Intercontinental Editora”. En el 2012, publicar un libro sobre aquella guerra era aún una apuesta arriesgada, ya que relatar la verdad acaecida en la catastrófica guerra que causó la muerte de 250.000 paraguayos (el 60 % de los habitantes del país) podía interpretarse como un reto al extravagante concepto de patriotismo que se apoderó de gran parte de los paraguayos a partir del suceso de golpe de estado en 1936.

En aquella obra los lectores descubrieron historias sorprendentes, asombrosas y en muchos casos hechos crueles inadmisibles que sucedieron durante la apocalíptica guerra. Cuando ya ha pasado casi una década desde su publicación, consideramos que los relatos de las batallas y campañas, con énfasis en las tácticas y estrategia empleadas, eran insuficientes, hemos resuelto presentar los hechos históricos desde un nuevo punto de vista, que, así lo creemos, se apreciará mejor el medio ambiente en que se desarrolló la guerra.

Esta nueva obra que hemos extraídos de la montaña de hechos interesantes que existen, y que está dirigido a los compatriotas en general, así como a los jóvenes profesionales militares, por lo que hemos tratados de encontrar el equilibrio necesario para que la obra pueda satisfacer las expectativas de ambos. Los que tienen un conocimiento superficial de la guerra que pasamos a comentar, quedarán estupefacto con la historia de los lamentables sucesos que narramos, y les alentará a conocer más y mejor la historia de la guerra de 1864-1870.

En esta obra rememoramos y analizamos los hechos sangrientos que dejaron sus improntas en la nación entera y cuyas víctimas resultaron ser la totalidad de los habitantes de la República del Paraguay que cayeron bajo las botas de un jefe de estado que nunca se detuvo ante nada para mantener su poder absoluto. La invasión de los territorios de Brasil y de la Argentina fue un acto demencial que costó la muerte del 60 % de la población paraguaya, además los efectos colaterales. De este modo, López convirtió al Paraguay en el mayor manicomio de América que ni Dante ni Esquilo habrán pensado que pudiera suceder. Con todo esto, esperamos que esta nueva obra despierte en los lectores más curiosidad para seguir indagando si de verdad López es un héroe o un canalla.

De ningún modo pretendemos erigirnos en paladines de la objetividad y de la justa verdad, nuestro deseo sólo consiste en transmitir a los compatriotas qué pasó y cómo pasó la guerra de la Triple Alianza (1864-1870), y comentar los hechos para asegurarnos que jamás vuelva a repetirse los mismos errores que llevó al Paraguay a la hecatombe, así como señalar los principios violados por el conductor del ejército paraguayo.

Al empezar esta ardua tarea, hemos suplicado al Gran Arquitecto del Universo que nos guíe siempre por la senda de la verdad, y nos ayude a no caer en el laberinto de la mentira y del patrioterismo. Hemos pesado cada palabra tanto como nuestra limitada capacidad intelectual se nos permita, aunque somos conscientes que, a la historia lo importante no es tanto el estilo elegante sino decir la verdad. Hay muchos motivos y muchas formas de criticar; hay derecho de criticar y hasta obligación de repudiar los malos actos, basado en principios morales que acompaña al hombre durante toda la vida. Lo que estamos queriendo expresar, que es absurdo criticar al autor en vez de refutar sus opiniones presentando argumentos razonables.

En esta publicación que empezamos, hacemos un recuento de los hechos atroces y sangrientos sucedidos durante la guerra que dejaron su marca en la nación, y cuyas víctimas resultaron ser hombres, ancianos, mujeres y niños, paraguayos y extranjeros, que buscaban protección contra un jefe de estado que entregó su alma al diablo a cambio de poder.

Confesamos que no somos nacionalistas sino paraguayos, por lo tanto, jamás apoyaríamos el nacionalismo apasionado responsable de muchas tragedias en el mundo. Por ello, en varios capítulos se recuenta algunos hechos que consideramos importantes recordar. Nuestro punto de vista sobre la guerra de 1864-1870, tal vez sea a algunos horribles de oír, pero no es nuestra culpa que se hayan cometidos tantas atrocidades que el pueblo paraguayo tiene derecho a conocer.

Los hechos históricos importantes necesitan siempre de nuevas investigaciones para confirmarlas o rectificarlas, pues, como ha demostrado un filósofo: «que toda época ha sostenido opiniones que las épocas posteriores han demostrado que eran no sólo falsas, sino absurdas. Y es tan cierto que muchas opiniones ahora aceptadas, serán rechazadas por las épocas futuras, como muchas que lo estuvieron en otro tiempo están rechazadas por la época actual».

A través de nuestras obras estamos defendiendo el derecho de nuestros compatriotas -tantas veces engañados- a conocer la verdad, porque estamos comprometidos a buscar respuesta sobre la maldita guerra del 70: ¿cómo se desató la guerra? ¿Qué intereses estaban en juego? ¿Quién fue el irresponsable que la provocó? ¿Se podría o no impedirla? ¿Por qué López cometió tantas crueldades y asesinatos contra sus compatriotas?, son preguntas que el pueblo hace constantemente con deseo de obtener una respuesta. Para no extendernos demasiado trataremos de responder la última interrogante: encontramos tres motivos que le impulsaron al presidente general Francisco Solano López a obrar como lo hizo:

1) Su vanidad y orgullo altanero herido no les permitía tolerar las fáciles y humillantes derrotas en todas sus operaciones ofensivas. Estos hechos adversos, tal vez, le llevó a adquirir el trastorno por estrés postraumático (TEPT). Este tema desarrollaremos más adelante.

2) Ya que no pudo ganar la guerra para obtener gloria épica, por lo menos que se lo recuerde como el único jefe de estado y general en jefe cuyo ejército le obedeció y el pueblo entero lo siguió hasta el final.

3) El resentimiento y la hostilidad contra el pueblo paraguayo por ser incapaz de ayudarle a ganar la guerra; por lo tanto, según su creencia: «un pueblo sin honor no tiene derecho a la existencia».

Con la presente obra completamos una trilogía sobre aquella guerra, que hoy ponemos a consideración de los compatriotas, principalmente de los jóvenes oficiales de las fuerzas armadas de la nación, porque consideramos que contienen importantes lecciones militares que son necesarios aprender y recordar, para luego transmitir enriquecidos a la nueva generación de oficiales que se suceden sin solución de continuidad, y de este modo estar listo para cuando la nación es obligada a luchar de nuevo en defensa de sus intereses vitales como en la guerra del Chaco (1932-1935). Por todo lo dicho, esperamos que en vez de buscar en esta obra como si fuera una novela policiaca, cómo termina la trama o si habla bien o no del mariscal López, es de poca importancia ante la enseñanza contenida en ella que la historia ha demostrado su utilidad.

Siempre hemos pensado escribir una historia seria sobre aquella guerra, en la cual pudiéramos exhibir la verdad, todo con la finalidad de neutralizar la historia urdida por O’Leary y aceptada por gran parte del pueblo paraguayo que se hallaba y aun se halla en gran confusión. «El mariscal López, máximo héroe sin parangón porque defendió la patria y no se rindió», ha sido invariablemente la concepción simplificada y comúnmente aceptada por aquellos que reciben voluntariamente, y hasta con agrado el mito mariscal López.

                                                        (11-03-2021)

[1] Thomas Hob, filósofo inglés (1588-1679) “Leviatán II”, capítulo 43, página 463 – Edición Altaya, Barcelona-España 1997.


COMENTARIOS SOBRE LA GUERRA DEL PARAGUAY (1864-1870) ¿Epopeya o destrucción?

                                INTRODUCCIÓN II.

Iluminada esta nueva obra por la luz de la verdad –tal es nuestra firme creencia, crecerá en riqueza por las críticas razonables, favorables o no, que recibirá, y al sacar de tantos sacrificios fuerza de flaquezas para nuevas energías, miramos confiado e intrépido el futuro de nuestra la nación. Si se lucha por la libertad, nosotros seríamos los primeros en alistarnos; pero ayudar a un dictador irresponsable a llevar la guerra a países vecinos donde ya reinaba el liberalismo político y económico, eso no nos parece justo.

Invitamos a los amables lectores a acompañarnos y juntos seguir los pasos del mariscal López para descubrir errores voluntarios e involuntarios, con la esperanza que sirvan como ejemplos que es preciso no volver a repetir. A más de esto, él es digno de ser estudiado a través de la historia, para nunca ser emulado por otro jefe de estado, entre otras cosas, porque al mariscal López no le importaba que lo odien con tal que sea temido. Y como escribió Inmanuel Kant, el exponente máximo de una filosofía ilustrada en “La metafísica de las costumbres”:

«No es el conocimiento teórico ni la habilidad técnica lo que confiere un valor especial a los hombres, sino la razón práctica, expresada en la idea central del sistema todo: LA IDEA DE LIBERTAD. Porque los hombres son capaces de crear leyes propias, porque son capaces de moral, derecho, política y religión, tienen dignidad y no precio».

La desmitificación del mariscal López es la tarea que hemos emprendido, sin pretender más que explorar un campo aun poco transitado por historiadores paraguayos acostumbrados a obrar y juzgar con imparcialidad y justicia la historia de aquella guerra, para que sea útil a nuestro pueblo, especialmente a los profesionales militares que son los que más necesitan empaparse, no de mitos sino de historia militar.

La falsificación de la historia de la guerra de la Triple Alianza contra el gobierno del Paraguay, y la elevación del mariscal López por decreto del presidente de la república de facto Rafael Franco en 1936 -por motivo meramente político- a “héroe máximo sin parangón”; es más, hacen traer de Cerro Corá el primer cadáver que encontraron, y lo colocan al lado de Estigarribia el Grande y otros meritorios paraguayos es un sarcasmo para la gente que piensa y razona bien. Cualquiera sabe que tanto el mariscal López y su hijo Panchito fueron enterrados en una fosa común. Entonces, cabe preguntar, ¿por qué no trajeron también el cadáver de Panchito? ¡Porque ningún paraguayo conoce el lugar!, excepto madame Lynch y sus hijos, a más de un par de jefes brasileros y personal de sepulturas del ejército del Brasil, quienes presenciaron el acto de sepelio. Por medida de higiene el ejército vencedor está obligado a enterrar a los muertos propios y del enemigo. Con respecto al decreto que dispone que el mariscal López es “héroe máximo sin parangón” lamentamos afirmar que ese decreto no tiene valor alguno, por el hecho de que no es función del Poder Ejecutivo juzgar sobre historia, exclusiva facultad de la Academia Paraguaya de la Historia.

No es posible no sentir admiración cuando se observa a las tropas paraguayas marchar a la muerte por millares sin la menor vacilación, en una guerra que no podía ser ganada. La historia militar está llena de ejemplos de gobierno de países que siempre perdieron, porque sin conocer sus propias fuerzas, hacen la guerra a otro más potente, más poderoso y más rico; y como decía Napoleón «sin dinero no se puede ganar guerra».

Un hombre debe elegir entre dos caminos: el que va cuesta arriba para llegar a la cumbre o el que va cuesta abajo que sólo puede llevar a la llanura; pero López apremiado por obtener más poder, y dominado por la codicia eligió lo fácil, ser coronel a los 15 años de edad, general a los 18 y devenido a presidente de la república sin competir con nadie. Se acostumbró, apoyado por el padre, a resolver los conflictos no con la fuerza del argumento sino con el argumento de la fuerza: él optó por avanzar cuesta abajo antes del que va cuesta arriba. Y esto fue, tal vez, lo que le hizo creer que la guerra también será fácil como ir cuesta abajo; y todos saben cómo le fue. Nada había que objetar a Solano López en cuanto a desear un Paraguay próspero, ¿quién no lo quiere? Pero su garrafal error fue pretender crecer a costa de países vecinos o resolver la situación mediterránea del Paraguay abriendo a cañonazos ancha avenida hasta la costa del océano Atlántico.

La columna vertebral de nuestra obra, son “Memorias históricas sobre la guerra del Paraguay” por Juan Crisóstomo Centurión, y “La guerra del Paraguay” por Jorge Thompson. Ambas obras más las del coronel Silvestre Aveiro y del que se le atribuye al general Resquín, son los primeros informes sobre las campañas militares del mariscal López escritos por testigos oculares. Todos ellos narraron las campañas ofensivas (Mato Grosso, Uruguayana y Corrientes); y las defensivas (Humaitá, Villeta, Cordillera), así como la persecución de López desde Cordillera hasta Cerro Corá; y durante el trayecto, las admirables acciones de un ejército compuesto de indómitos soldados que se sacrificaban, no para ganar la guerra sino para luchar por el mariscal López en su intento de alcanzar Corumbá, Brasil, y de allí pasar a Bolivia para luego continuar para París, Francia, su destino final, y donde pensaba vivir como pachá.

Las obras citadas en el párrafo anterior son fuentes indispensables para todos aquellos que desean conocer la verdad de la historia de la guerra de 1864-1870, porque ellos estuvieron en la guerra. Sin duda alguna, Centurión y Thompson dieron vida con indiscutible destreza a la atroz guerra. De verdad hemos cotejados las obras mencionadas con el carácter truculento que O’Leary cuenta al pueblo paraguayo sobre aquella guerra. ¿A quién creer? ¿A los que estuvieron en la guerra desde el principio hasta el fin o al que no estuvo allí?

También hemos dado toda la información fidedigna que nos ha sido posible deducir acerca de la vida y los rasgos de personalidad de Solano López, al cual hemos dedicamos un capítulo. Creemos que somos más comprensivo con él de lo que se muestran en obras de numerosos estudiosos, paraguayos y extranjeros, pero lo vemos a Solano López, en gran medida, como un mal producto de su padre que lo consentía en exceso. Carlos A. López era más indulgente con su hijo primogénito que con sus otros hijos Venancio y Benigno. Este último, a los ojos de la familia López y distinguidos compatriotas, poseía mejores dotes para gobernar el país, que el belicista Solano López. Este no poseía la grandeza de espíritu ni los requisitos necesarios para desempeñarse como jefe de estado, y menos para conducir una guerra de grandes proporciones. El distinguido teórico militar británico Liddell Hart escribió: «El hombre de estado que se deja llevar por sus instintos está perdido, no está hecho para dirigir los destinos de una nación, y nunca desgastarse totalmente en una guerra sin pensar en lo que vendrá» (Sir Basil Liddell Hart (1895-1970), teórico militar británico, autor de numerosas obras de estrategia y de historia).

Y un filósofo dice: «Mala cosa es cuando un loco sirve de guía a los ciegos».  

Una de las cosas que debemos señalar es que los exaltados nacionalistas paraguayos que sabían algo sobre el mariscal López y la guerra del 70, le viene, principalmente, de oídas, o por haber leído a O’Leary o escuchados a los profesores de historia que enseñaban tres cosas: venerar a Solano López, amar a la señora Elisa Lynch, y que la dictadura ofrecía paz, gloria y prosperidad a la nación. Pero todas estas cosas no valen nada si el pueblo carece de «la libre expresión y libertad de prensa, así como la difusión del pensamiento y de la opinión sin censura alguna» (constitución nacional). No tenemos nada en contra de los lopistas, muchos de ellos son honorables, pero no pueden entender que nadie puede bloquear el camino a la verdad. Sólo tratamos que los paraguayos aprendan a distinguir los hechos de la ficción, historia de mitos, y profesionalismo militar del empirismo.

Desde que fue forzado, tras sangrientas batallas, a emprender la humillante retirada del teatro de operaciones de Humaitá, la defensa de la patria terminó y comienza la defensa de la vida de Solano López y la cuantiosa fortuna que llevaba. Esta intención de López, el general Bartolomé Mitre ya le había ofrecido en la entrevista de Jataity Kora, acontecido el 12 de setiembre de 1866, para poner fin a la guerra. En aquella ocasión, el mariscal se encontró ante el dilema: cruzar el puente ofrecida por Mitre o quemarlo, se decidió por este último; tal vez, porque antes deseaba ajustar cuenta con el pueblo paraguayo por ser incapaz de ayudarle a ganar la guerra; y todo sabemos cómo le fue.

-------------------

Luque, 12-03-2021.

COMENTARIOS SOBRE LA GUERRA DEL PARAGUAY (1864-1870) ¿Epopeya o destrucción?

                FIN DE INTRODUCCIÓN

Denominar a los que cuentan la verdad de legionarios y antipatriotas son viejos trucos de los lopistas para disimular sus faltas de argumentos para decir al pueblo por qué hay que venerar a López, y meter bajo la alfombra su incompetencia militar y sus innumerables malos hechos. En esta obra hemos considerado los siguientes aspectos:

1) Empezar la investigación desde lo más lejos posible;

2) Tomar una posición neutral;

3) Analizar las operaciones de López conforme la teoría militar;  

4) Renunciar a escribir la historia militar como acto de patriotismo;

5) Generar un buen debate con los veneradores de López;

6) Señalar la exagerada inclinación nacionalista de los manuales de historia, que crea desorientación en los jóvenes cuando se enfrentan a la verdad.

Como aficionados a la historia militar nos propusimos indagar las razones que le impulsaron al mariscal López a obrar como lo hizo; así como estudiar sus operaciones militares conforme la teoría militar, vale decir, alejado del patrioterismo y de la historia empírica y nacionalista, porque no es función del historiador escribir historia militar como acto de patriotismo, sino destruir mitos y no crearlos, tampoco juzgar, sino explicar los hechos acaecidos tal como sucedieron de modo que puedan servir de experiencias para no volver a repetir los mismos errores. Por lo tanto, podemos afirmar que la historia no valdría la pena ni escribirla ni leerla si el historiador la utiliza mal o la manipula para exaltar tan solo el patriotismo o hacer héroe al que no lo es o para honrar a un jefe de estado que en nada ha contribuido para un Paraguay mejor. Es más, llevó a la nación a un desastre incomprensible, aunque algunos exaltados nacionalistas la consideran como hecho glorioso las innecesarias muertes masivas de nuestros compatriotas, a pesar del proverbio: «conquistar gloria sin provecho para la patria es inútil sacrificio».

El mariscal López pensaba que el Río de la Plata tenía todo lo que el Paraguay necesita para su grandeza, estaba seguro que podría tomarlo con solo estirar el brazo. De ningún modo pretendemos que se abandone la creencia de todo aquello que un paraguayo tiene derecho a sentirse orgulloso, sólo queremos que el pueblo sepa la verdad sobre la guerra del 70, entre otras cosas, porque tiene derecho a saber, y tiene derecho porque es el pueblo que da sus hijos para la guerra, y es el pueblo que sostiene con su dinero a la fuerza militar. Por tanto, a cada ciudadano le es preciso tener una opinión sana sobre nuestras guerras, especialmente sobre la de 1864-1870, que fue el causativo de la destrucción de cincuenta años de lento progreso de nuestra nación.

También queremos dejar por sentado que la fuerza militar paraguaya, a lo largo de su historia han defendido con asombrosa valentía los intereses vitales de la nación (independencia, Integridad territorial, soberanía, etc.). Asimismo, señalar que los militares de todos los países tienen una cosa en común: pues los otros aman tanto como nosotros su patria, su familia, su costumbre, su folklore, y son tan valientes como los paraguayos para defender una causa justa, y sirven a sus respectivos países y sus fuerzas armadas igual que nosotros, con gran devoción.

Un jefe de estado patriota trabaja para garantizar la paz, proteger a los indefensos y procurar mantener la armonía, principalmente con los países vecinos. Un gran poder con lleva una gran responsabilidad; todo el mundo lo sabe, menos López. Violó constantemente las normas del sentido común. Todo esto nos lleva a la conclusión siguiente: todos los hombres que han adquirido mucho poder en sus respectivos países como Calígula, Nerón, Solano López, Hitler, etc., fueron codiciosos, desconfiados, falsos, arbitrarios y despiadados. En las obras de los intelectuales y manuales escolares deberían de contener la execración a todos los dictadores sin excepción, pues es deber dar los títulos a los hombres de grandeza estoica por las virtudes que poseen, y a los otros por los vicios que padecen. La loca aventura del mariscal López estaba destinada al fracaso, porque los medios con que contaba eran muy inferiores al grandioso objetivo que se propuso; todo sabe esto, menos sus veneradores. Esto nos deja una enseñanza: la intolerancia, el odio y la maldad son originados -según los sociólogos-, por la ignorancia.

Condenar a los que señalan los errores del mariscal López como legionarios o antipatriotas rebasa los límites de la tolerancia para pasar al campo de lo ridículo, porque es una abominable aberración. Consecuentemente, exacerba el estado de ánimo de la gente que piensa y razona bien, porque no eran pocas cosas llevar a la nación a una apocalíptica guerra que el noble y pacífico pueblo paraguayo no se merecía. Parece que los lopistas creen que la historia solo existe para encomiar a Solano López; de ser así, confunde historia con mito. Esto explica que los que ellos quieren no es historia sino mito. Pero la función del historiador es justamente destruir mitos y no crearlos. La objetividad para los lopistas no es estar libre de compromiso, sino comprometido con la posición de O’Leary. Es más, ellos en vez de atacar el contenido de los libros o artículos que cuentan la verdad, lanza invectiva contra los autores. Tal vez porque cree que conocer dos o tres palabrotas para insultar, impedirá que el pueblo sepa la verdad. La teoría o idea de los lopistas de encubrir los malos hechos de Solano López y exculparlos de los garrafales errores políticos y militares, y de sus innecesarias crueldades, la consideramos como pernicioso desatino que conduce a un relativismo extremo que los veneradores de López intentan convertir al historiador en creador de la historia de la guerra de 1864-1870, a gusto y a medida de ellos.

La desmitificación del mariscal López es la tarea que hemos emprendido, sin pretender más que explorar un campo donde hasta ahora aún existe bastante controversia.  Sabemos que todo escrito historiográfico está sesgado de algún modo. En muchos libros de historia se corre el riesgo de apabullar a los lectores con un cúmulo de hechos, lugares, nombres de personas y fechas. Aun así, esperamos, al habernos basado en los hechos y la teoría militar, que la cantidad de lectores a quienes agrade supere al de aquellos al que los molesta. En todo lo posible hemos evitado que ni la pasión ni el egoísmo dominen nuestro razonamiento; porque creemos que la pasión y el egoísmo son dos males a superar para una sociedad sana; por lo tanto, nuestra convicción es que la justicia debe prevalecer, pues como afirma Kant «Porque si perece la justicia, carece ya de valor que vivan hombres sobre la tierra». Esta publicación sobre la guerra de la Tripe Alianza contra el gobierno paraguayo es nuestra ofrenda a los 250.000 compatriotas que murieron en vano. Consecuentemente, la presente obra no es sino la voz del sufrimiento del pueblo paraguayo durante el gobierno del muy venerado mariscal Francisco Solano López.

Como se podrá ver, el contenido de los artículos que vamos publicando no es para terapia ocupacional de los exaltados nacionalistas, porque no es nuestro trabajo dar satisfacción emocional a los fanáticos, sino contar la verdad. Es más, intentamos dar voz a los que no lograron durante la guerra, a sus descendientes y a los que por temor a los desbocados lopistas no se animan a pegar el grito.

Finalmente, hemos recibido media decena, no críticas a nuestra opinión sino insultos dirigidos a nosotros como autores de parte de los lopistas, cuyo fanatismo arruina sus perspectivas sobre la guerra. Por el contrario, los apoyos recibidos confirman que hemos caminado por la senda correcta, y que no nos hemos equivocados, porque coinciden y sostienen, que el contenido del libro “La conducción del ejército paraguayo en la guerra de la Triple Alianza” representa la manera de pensar de muchos compatriotas, entre ellos esclarecidos varones y mujeres, así como distinguidos profesionales militares cuyos conceptos valoramos en alto grado, pues nos animan a proseguir con nuestro propósito, pero sin vanagloriarnos en absoluto. Sin embargo, muchos compatriotas no quieren hacer público sus apoyos, porque tienen decoro que cuidar; en consecuencia, no desean ser tildados de legionario ni de antipatriota por los lopistas, muy acostumbrados a decir palabras indecentes, ofensivas y desvergonzadas, y sin dar explicación, porque no tienen argumentos para defender sus posiciones, entonces eluden los debates. Ellos nos atacan, pero no lo tomamos muy en serio, entre otras cosas, porque consideramos que ser atacado es signo de que uno es suficientemente importante para ser un objetivo.

FIN DE INTRODUCCIÓN

AVISO: a partir de mañana y cada domingo iremos publicando como apéndice, “algunos grandes discursos de grandes jefes de Estado, y arengas de militares exitosos en operaciones de guerra.

Luque, 13 de marzo de 2021

APÉNDICE 1.

GRANDES DISCURSOS Y ARENGAS

Por considerar sumamente interesante, hemos resuelto compartir con los lectores, en esta parte, varios temas compilados de obras de grandes intelectuales como:  1) Nicholas Hobbes, historiador militar, “Militaria”, 2003. Primera edición por Atlantic Books Ltd. y traducida por Patricia Antón. Ediciones Destino, S. A., 2005.

2) William Shakespeare, “El rey Enrique IV y Enrique V”,

3) “Cien Años de grandes discursos”, compilado por Francisco García Lorenzana, editado por Plataforma Editorial, Barcelona-España 1966.

4) Folletos distribuidos por el estado mayor de las fuerzas armadas de la nación en 1979.

                    APÉNDICE 1. DON DE MANDO MILITAR

Por Mark Wayne Clark (1896-1984), general norteamericano, se distinguió en la Segunda Guerra Mundial en Tunicia e Italia (1943-1945), y en Corea (1952).

Toda mi vida, ya como militar, ya como educador, he buscado una intangible y misteriosa cualidad que persiguen todas las naciones, como que es la clave de su grandeza y aún de su supervivencia a veces: la indefinible y eléctrica cualidad que caracteriza al dirigente. Un gran soldado inglés, el mariscal Montgomery, la llama “capacidad y voluntad de reunir a varones y mujeres para un propósito común”. Como quiera que se defina, lo cierto es que jamás disponemos de ella en cantidad suficiente.

¿Dónde comienza la delincuencia juvenil? En los hogares sin dirección. ¿En donde proliferan como una infección los tugurios? En las ciudades donde no hay buenos dirigentes. ¿Qué ejército vacilan, qué partidos políticos fracasan?, los mal dirigidos. Pese al viejo dicho de que el dirigente nace y no se hace, el arte de dirigir se puede enseñar y se puede dominar. ¿Cuáles son las cualidades que debemos fomentar? Anotaré enseguida las características: como jefe en combate, Aníbal no tuvo par en la antigüedad.

Energía. El dirigente tiene que estar preparado para hacer cuanto exige a sus seguidores, y aún más. Debe ser capaz de trabajar más intensamente, concentrar la atención más tiempo en un problema, afrontar más peligros, aguantar más carga, resistir un kilómetro más. Esta energía viene de adentro. John Wesley, fundador de la Iglesia Metodista, era hombre de contextura endeble que apenas medía 1, 63 metro de estatura; pero toda la mañana se levanta a las 04 a.m., pronunciaba su primer sermón a las 05 a.m., y a las 06 a.m., estaba en camino: recorría a caballo ocho mil kilómetros al año, predicando a cuantos quisiesen oírle. Dedicaba las noches a escribir sus libros o componer himnos a la luz de una vela. Vivió 87 años y no se dio nunca punto de reposo. Los hombres lo veneraban y lo seguían por eso mismo.

Sentido de la oportunidad. Esto es, una combinación de vigilancia, imaginación y previsión. «Nadie que piensa fuera de su tiempo», escribió Woodrow Wilson, «puede conducir con éxito a su generación». Su propia vida fue prueba brillante de esta verdad. Condujo a los Estados Unidos a la primera guerra mundial cuando el país estuvo preparado para entrar en ella (la guerra del Chaco es un ejemplo), y no antes. En cambio, cuando posteriormente ejerció presión para formar parte de la Sociedad de las Naciones, los Estados Unidos no estaban preparados para dar ese paso y Wilson fracasó ruidosamente en su intento. El mismo conductor, el mismo país, pero la ocasión inoportuna.

Claridad. El dirigente debe ser capaz de raciocinar lógicamente y de pesar las diversas alternativas, de tomar decisiones, y luego hacerse entender con claridad. Dijo Pericles: «El que sabe pensar, pero no sabe expresar lo que piensa, está al mismo nivel del que no sabe pensar».

Tenacidad. Se ha dicho que el valor es la capacidad de resistir cinco minutos más. El dirigente no sólo debe poseer esta capacidad, sino que debe inspirarla a los demás. Quizás el dirigente más grande de nuestro tiempo ha sido Winston Churchill, que jamás vaciló en decir a su pueblo la verdad, aunque fuese apabullante. Un compatriota suyo a dicho: «dudo que ningún otro personaje de la historia haya hecho declaraciones tan terribles; y sin embargo, haya comunicado a su pueblo tal sentimiento de fortaleza y exuberancia, hasta de alegría».

Audacia. Esta fuerte y viril característica se asemeja al valor, pero es más dinámica. Se manifiesta en la voluntad de correr riesgos y experimentar; es un sublime optimismo que rechaza y desprecia la idea del fracaso. La dirigencia de primera magnitud siempre la tienen. Teodoro Roosevelt se complacía en ella. De él son estas palabras: «es mil veces preferible atreverse a acometer grandes empresas y ganar triunfos gloriosos, aunque matizados con fracasos, que formar en las filas de aquellos pobres de espíritu que ni gozan mucho ni sufren, porque viven en el gris crepúsculo que no conoce ni la victoria ni la derrota».

Interés por los demás. La experiencia me ha enseñado que los hombres no siguen a un conductor si no sienten que él se interesa por ellos y por sus problemas. Así George Washington compartió con sus soldados todas las penalidades del terrible invierno en Valley Forge. En efecto, el interés por los demás es indicio de imaginación y visión, dos cualidades fundamentales del dirigente.

Moralidad. Un rígido código de ética, un fuerte sentido de moralidad personal, obediencia a los que no se puede imponer por la fuerza, son cosas que el verdadero conductor debe tener en el fondo de su ser. Por eso las escuelas y colegios militares insisten tanto en el deber y el honor, en el amor a Dios y a la patria; saben que sin una firme base moral el hombre no puede estar bastante seguro de sí mismo para ser un buen dirigente.

Fe. Por encima de todo, el dirigente debe tener fe en su pueblo, no menos que en la meta hacia la cual lo conduce. Napoleón jamás dudó del valor de sus soldados. Cierta vez, durante el sitio de Tolón, ordenó emplazar una batería en una posición tan expuesta, que sus generales objetaron, sosteniendo que ir a servir los cañones equivaldría suicidarse, y que no habría quien se atreviera. Napoleón ordenó ponerle este letrero: «batería de los hombres sin miedo». ¡Nunca faltaron artilleros en aquel puesto!

¿Qué podemos hacer para mejorar el ambiente en que se desarrollan estos atributos del dirigente? La respuesta es que el primer deber corresponde a los padres, porque la educación ha de empezar temprano en el hogar. Veamos, por ejemplo, lo que ocurre con la confianza. La semilla de esta cualidad se siembra desde mucho antes que el niño vaya a la escuela. Empieza con la ejecución correcta de tareas sencillas. El encomio y la instrucción ayudan, pero el que quiera realmente que su hijo sobresalga, tiene que ir más allá: tiene que descubrir y fomentar los intereses y aptitudes especiales del niño, guiarlo, dedicarle el tiempo que sea necesario. El padre debe procurar también que en el hogar existan ciertos valores, como respeto, orgullo, lealtad, honor. Estas cosas se reflejan en la conversación y en la acción. La vida no debe presentarse como una lucha dudosa e inútil, sino como un don magnífico, una antorcha que debe arder con todo el brillo posible antes de entregarla a la generación siguiente.

No se crea nadie que es fácil ser dirigente. A menudo es empresa solitaria y ardua. Nietzsche ha dicho: «la vida siempre es más dura cerca de la cumbre, el frío aumenta, la responsabilidad crece». No existe garantía alguna del éxito. Pero las recompensas son enormes para los que aspiren a la cumbre, arrastren los peligros y se atrevan a intentar lo desconocido. El presidente Kennedy escribió: «la felicidad consiste en ejercer las facultades vitales por la vía de la excelencia, en una vida que permita su ejercicio». Tal es la felicidad que el dirigente busca y a menudo encuentra. Si comprendemos esto y nos resolvemos a vivir este ideal, el futuro estará asegurado.

Luque, domingo 14-03-2021



COMENTARIOS SOBRE LA GUERRA DEL PARAGUAY (1864-1870) ¿Epopeya o destrucción?

CAPÍTULO I. LA HISTORIA

Incluimos este capítulo -gran parte ha sido publicado en nuestra obra anterior- porque hemos comprobados, que la gran mayoría de los paraguayos, principalmente los profesores de historia, no tienen un concepto claro sobre el fin de la historia, por ese motivo la confunde con arenga, que no es sino discurso para enardecer al pueblo y a las tropas, y sus efectos no tardan en esfumarse; por ello es más que grotesco afirmar que la guerra del Chaco se ganó mediante arengas inspiradas en el mariscal López. La historia de la guerra de la Triple Alianza no es una fuente de inspiración para nosotros, sino algo que lamentamos profundamente por todos los errores y barbaridades cometidas por el héroe por decreto. La ignorancia del fin de la historia y su importancia en transmitir a la futura generación los errores del pasado para evitar su repetición, ha producido en muchos compatriotas juicios falsos sobre la hecatombe nacional de 1864-1870.

En toda historia, la verdad se desvela poco a poco, empecemos diciendo que uno de los principios de la historia es no ocultar los hechos por malas que sean, y es provechosa sólo cuando el historiador explica -no juzga que es exclusiva facultad de la Academia Paraguaya de la Historia-, los hechos del pasado con imparcialidad y justicia. Ella está basada en el eclecticismo, pues, es un proceso de selección de datos; es un sistema de orientaciones hacia la verdad. Consiste escoger de entre diversas opciones la tesis que parecen más aceptables, para formar con ellas una teoría sobre un determinado hecho. Está demostrada la doble y recíproca función de la historia, el de «fomentar nuestra comprensión del pasado a la luz del presente y la del presente a la luz del pasado; de este modo surge en la gente un interés espontáneo, tanto por su pasado como por su futuro» nos dice Edgar H. Carr (1892-1982), miembro del “Trinity College de Cambridge y autor, entre muchas obras, ¿Qué es la Historia?

La historia comienza cuando se transmite la tradición, y tradición significa el traspaso de los descubrimientos científico, tecnológico, los inventos; así como los conocimientos, las experiencias y las influencias culturales y sociales a la futura generación. Es decir, la historia guarda los hechos en beneficio de nuestro descendiente.

Es fundamental saber que la historia no es para panegirizar a la nación; es decir, no es para gloriar la patria ni enaltecer a ningún personaje, porque ella es madre de las ciencias y como tal imagen de la verdad. Por lo tanto, aumentar o disminuir la figura de los mariscales Estigarribia o de López no es propio del historiador que tiene la obligación de dejar a cada uno su tamaño natural, tampoco exagerar sus éxitos ni sus fracasos.

La historia es valiosa porque es verdadera, y el fin en registrar el pasado es la de servir como si fuera un almacén o centro de compras, donde la gente puede recurrir en busca de experiencias; porque ya lo dice un refrán: «Es mejor conducirse con experiencia ajena, porque la propia siempre llega tarde y cuesta cara». Marco Tulio Cicerón, famoso político, filósofo e historiador romano la definió con extraordinaria precisión: «La Historia es testigo de los tiempos, luz de la verdad, maestra de la vida y consejera de la antigüedad». Siendo la historia como en verdad es, testigo de los tiempos y luz de la verdad, pero lastimosamente vino su perversión que consiste en que con hechos verdaderos se mezclasen hechos ficticios; y esto provino de aquellos que sólo buscan halagar la vanidad de la gente, o sacar provecho personal o hacer héroe al que no lo es o exaltar el patriotismo que no es fin de la historia, o, por mero motivo mediático.


Los historiadores nacionalistas, aunque de excelente ingenio y ricos en posibilidades expresivas, creyeron, tal vez, que no era bueno herir el orgullo nacional o menguar la autoestima del paraguayo relatando hechos adversos y sucesos infaustos de la guerra del Paraguay de 1864-1870 aun siendo verdaderos. Sobre este punto, el filósofo norteamericano, oriundo de España, Jorge Ruiz de Santayana, ADVIERTE: «El pueblo que no quiere recordar algún pasado desgraciado tal como sucedió, tendrá como castigo el ver como se repite».


No puede caber duda que son los intelectuales paraguayos, así como los profesores de historia, y principalmente los historiadores tienen el deber de limpiar de mugre nuestra historia. Entre otras varias cosas, porque en ella se encuentran guardadas todas las proezas, todos los triunfos y fracasos heroicos de nuestra nación. La historia del Paraguay está llena de esfuerzo titánico; por lo tanto, no necesitamos inventar hazañas heroicas o crear héroe ficticio; porque es a ella, a nuestra historia, que hay que recurrir en los momentos difíciles para la patria, para ser iluminado por la verdad y guiado por sabios consejos. Esto nos lleva a decir que la historia de la guerra de 1864-1870 nunca ha necesitado tanto de tantos historiadores objetivos y veraces como en la época que empezó en 1936 hasta nuestros días, en que se trafican tan insolentemente con las mentiras.


Tal vez ha llegado la hora de preguntar, si por qué los historiadores nacionalistas no quieren contar la verdad al pueblo, prefiriendo mezclar verdades con falsedades, deformando hechos y sembrando confusión. No obstante, se puede reconocer que esta clase de historiadores tiene una pasión tan grande para enaltecer al Paraguay, especialmente ante otros países; pero que no tienen el menor escrúpulo afirmar las más vanas invenciones como la de tomar mentiras por verdades, las arengas que se hacen en los días patrios, y principalmente cada 1° de marzo, como hechos, y mito por historia. Y en la apología que hacen al mariscal López introducen muchas ficciones y copiosas hipérboles para realzar la figura del denominado por un decreto del presidente de facto, Rafael Franco en 1936 -por motivo meramente político-, «héroe nacional sin parangón». Es decir, con el solo propósito de desmerecer el portentoso triunfo de Ayala y Estigarribia en la guerra de Chaco, y de este modo impedir que el mariscal López se convirtiera en estrella enana de muy débil luminosidad al confrontar con Estigarribia.

Está comprobado que en toda disciplina, arte o ciencia cuyos especialistas, para servir mejor a la sociedad, necesitan conocer la historia de sus respectivas especialidades. Por ejemplo: el médico necesita conocer la historia de la medicina, el arquitecto la historia de la arquitectura, el abogado la historia de los famosos pleitos, así como la ley de Las Siete Partidas[1] y el Derecho Romano, y el profesional militar está obligado a empaparse de historia militar. Por consiguiente, no se puede desconocer la extraordinaria importancia de la historia, porque mediante ella la humanidad pudo alcanzar su grandiosa evolución; y sin la historia, probablemente seguiríamos practicando la depredación para sobrevivir.


Los nacionalistas que escribieron sobre la guerra de 1864-1870, no eran historiadores militares, sino meros exaltadores del mito mariscal López. Sin embargo, para elevar la historia de una guerra a la categoría de una investigación científica de la cual se puede extraer experiencias para no repetir los mismos errores, necesariamente el historiador tiene que ocupar una posición neutral para depurar su obra de prejuicio y sentimentalismo patriótico.


Señalamos que la historia militar no es campo exclusivo de militares, pues, los civiles fueron los que mejor describieron los hechos históricos de las guerras como por ejemplos: Jenofonte en Economía y Ciropedia, León Tolstoi en Guerra y Paz, Tácito en los Anales, Gisbert Haefs en Alejandro Magno, Steven Pressfield en La conquista de Alejandro Magno, numerosos historiadores sobre las campañas de Napoleón, etc.

Cuando un nacionalista escribe sobre la guerra de la Triple Alianza, es como si considera de su obligación defender al mariscal López -tarea de abogado, pero no de historiador-, así como exculparlo de sus garrafales errores políticos y militares y de sus innecesarias crueldades, incluso contra su propia familia, evidente indicio de un trastorno psicopático, porque sólo los psicópatas mandan matar a sus familiares, amigos y compatriotas sin arrepentirse de sus malas acciones.


Los lopistas, en vez de insultar o agredir a los que investigan y cuentan la verdad sobre el mariscal López, deberían de responder antes a las interrogantes, ¿por qué López invadió los territorios de Brasil y de la Argentina? ¿Hizo algo beneficioso para la nación paraguaya? ¿Ganó siquiera una batalla ofensiva?, porque sólo la ofensiva conduce a ganar la guerra; me refiero a batalla no de escaramuza entre patrullas.


El historiador británico, oriundo de Alemania, Eric Hobsbawm escribió en su obra “Sobre la historia”, lo que sigue: «hace poco, los zelotes hindúes destruyeron una mezquita en Aodhya, con el pretexto de que había sido erigida en contra de la voluntad del pueblo hindú por el conquistador mogol Babur en un emplazamiento especialmente sagrado, considerado como lugar de nacimiento del dios Rama. Mis colegas y amigos de las universidades de la India publicaron un estudio en el que se demostraba:

1) que, hasta el siglo XIX, a nadie se le ocurría que Aodhya pudiera ser el lugar de nacimiento de Rama, y 2) que casi con toda seguridad la mezquita no se construyó en tiempo de Babur. El trabajo de los historiadores indios había contribuido en gran medida a frenar el ascenso del partido que provocó el incidente, pero al menos estos profesores cumplieron con su deber como historiadores, para bien de los que saben leer y que tanto ahora como en el futuro se encuentran expuestos a la propaganda de la intolerancia. Son contadas las ideologías de la intolerancia y líderes políticos inescrupulosos, que se basan en simples mentiras e invenciones de las que no existe la menor prueba»[2].


Es de desear que La Academia Paraguaya de la Historia prosiga con su admirable deber, tal como ha hecho hace poco cuando salió a desvirtuar varios documentos, cuando un par de fanático intentó hacer pasar gato por liebre, respecto a varios “documentos”, que según la posición autorizada de la Academia eran apócrifos. Asimismo, nuestros historiadores y profesores de historia de los colegios y las universidades del Paraguay también cumplan con sus deberes de enmendar los errores involuntarios o no, respecto a la historia de la guerra de la Triple Alianza, tal como los hacen asiduamente y con admirable amor a la verdad nuestros distinguidos historiadores y, pidiéndoles disculpa por citarlos: Guido Rodríguez Alcalá, José Luis Martínez Peláez, Eric Caballero Campos, Luis Verón, Rafael Mariotti, Roger Conde y varios más. Sería una injusticia no citar a la renombrada historiadora argentina, Liliana M. Bresso.


Lo real y lo lógico es que los hechos históricos no pueden valorarse si se los manipula o se falsea. Lastimosamente, los historiadores lopistas escriben sobre la guerra del 70 sólo para exaltar el ánimo de los exaltados nacionalistas. Un historiador objetivo es aquel que elabora y emite su parecer sobre hechos históricos, y explica –no juzga- a partir de los hechos comprobados, a despecho de sus preconceptos.

Para difundir la verdad sobre la guerra considerada, para obtener el triunfo de la virtud y del verdadero patriotismo, es indispensable destruir todos los mitos y prejuicios, establecer reglas éticas e imponernos el deber de educar a la juventud sobre la importancia de la historia, con el fin de acabar con la superstición, y que para demostrar patriotismo no es necesario ser lopista. La polarización de la historia del mariscal López entre el lopismo exacerbado y los que luchan por destruir mitos y no crearlos, sigue, aunque con la aparición del internet, los veneradores del héroe por decreto se hallan batiéndose en franca retirada, pero cuidando que sus orgullos no sean dañados.

Desgraciadamente, los veneradores del mariscal López, que interpretan las críticas al “héroe por decreto” como insulto a la patria. Para ellos la patria y Solano López es una sola. Vale decir, a ellos le agradaría mucho denominar a la República del Paraguay por el de “República del Mariscal López”. Para superar todo esto, es preciso laicizar la historia militar paraguaya de la historia oficial, entre otras cosas porque no es función del gobierno juzgar sobre historia. En la inclinación nacionalista de los manuales de historia se encuentra el gran hueco que el ministerio de Educación y Cultura aún no ha colmado; y de este modo la historia como ciencia se encuentra aún en muchos aspectos en un estado retrasado, pues se sigue manipulando con criterio nacionalista e intereses políticos, a pesar de que no hay conclusión histórica que pueda resistir el escalpelo de la crítica.

Luque, 15-03-2021



[1] Ley de las Siete Partida, son un cuerpo normativo redactado en Castilla durante el reinado de Alfonso X (1221-1284) con el objetivo de conseguir una cierta uniformidad jurídica del reino. Su nombre original era «Libro de las Leyes», y hacia el siglo XIV d. C., recibió su actual denominación, por las secciones en que se encontraba dividida. Esta obra se considera uno de los legados más importantes de Castilla a la historia del Derecho, al ser el cuerpo jurídico de más amplia y larga vigencia en Hispanoamérica (hasta el siglo XIX d. C.). Incluso se la ha calificado de «enciclopedia humanista», pues trata temas filosóficosmorales y teológicos (de vertiente grecolatina), aunque el propio texto confirma el carácter legislativo de la obra, al señalar en el prólogo que se dictó en vista de la confusión y abundancia normativa y solamente para que por ellas se juzgara.




[2] Eric Hobsbawm “Sobre la historia”. Editorial Planeta S. A., 2014, Barcelona-España.

COMENTARIOS SOBRE LA GUERRA DEL PARAGUAY

(1864-1870)

¿Epopeya o destrucción?

CAPÍTULO II

GUERRA, POLÍTICA, ESTRATEGIA Y ESTADISTAS EJEMPLARES

En este capítulo tomamos como guía principal la obra del mayor general inglés, John Frederich Charles Fuller “La dirección de la guerra”. Él fue historiador militar y estratega, destacado a través de la historia como uno de los primeros teóricos modernos en la guerra de blindados, incluyendo la categorización de los principios de conducción de las fuerzas militares en la guerra.

                        Sección 1. La guerra

Aun admitiendo la legitimidad de la causa de López; pero es indispensable considerar si los medios disponibles podían presentar a las fuerzas aliadas un frente de combate sólido y extenso. El ejército paraguayo contaba en aquel momento 80.000 hombres, y para reforzar contaba con la promesa de apoyos de Corrientes, Entre Ríos y Uruguay. Planteemos la cuestión así: ¿podía el ejército paraguayo conquistar los primeros objetivos sin el concurso de los potenciales aliados? Tal vez sí. Aunque López se juzgaba demasiado fuerte y al enemigo débil. Lo bueno que hizo era que no avanzó lejos de las fronteras antes de tener informaciones veraces sobre las fuerzas enemigas; porque en un asunto que presenta un aspecto tan terrible como éste, no se puede admitir conjetura, como la espera problemática y la posibilidad de socorros inciertos. López se apoyó en la esperanza, vivió del aire de la promesa de socorro de Urquiza, jactándose con la ilusión de una fuerza invencible. Y así, con esta gran imaginación propia de los lunáticos que se disponen deliberadamente a la autodestrucción, saltó con los ojos cerrados en el abismo, y de este modo condujo a su bello ejército a la destrucción, y dejando una nación devastada.

Cuando tenemos la intención de construir una casa, contratamos un arquitecto con el que examinamos primero el emplazamiento, después él dibuja el plano, y cuando miramos la representación gráfica del edificio a construir que nos presenta, calculamos el coste de la erección. Si encontramos que excede de nuestros recursos, ¿qué hacemos entonces? Reanudamos nuestro proyecto sobre un plano menos costoso o renunciamos a construir. Mucho más análisis y prudencia precisaba el mariscal López para emprender la guerra contra Brasil y la Argentina, porque no es poca cosa el intento de apoderarse de parte del territorio ajeno o en disputa, e integrar al nuestro. Para partir de una base segura, es indispensable conocer los recursos propios y del enemigo, y consultar a los expertos, hacer el cálculo de nuestros propios recursos para saber si la acción en que nos empeñamos podrá mantenerse contra la reacción enemiga. De otro modo, nos asemejaríamos al que dibuja el plano de su casa sin suficientes recursos para construirla y que, abandonándola a medio hacer, deja la parte que ha levantado con grandes gastos.

Para tener una idea de lo que es la guerra, tomamos el siguiente ejemplo: en la guerra entre Gran Bretaña y Francia, el ejército del rey Enrique V invade Francia. Ante la puerta de Honfleur, ciudad ubicada al norte de Francia en la región de Normandía. Inglaterra se la anexionó Normandía en 1420 y Francia la reconquistó entre 1436 y 1450. Dentro de las amuralladas fortalezas francesas se encontraban el gobernador, su fuerza militar y muchos ciudadanos cercados por las tropas inglesas. Entra el rey Enrique V y su séquito, para una entrevista concertada con antelación; y se dirige al gobernador con estas palabras: «Es la última vez que concedo parlamento. Y, por lo tanto, entregaos a discreción o disponeos a afrontar nuestra cólera. De otro modo, a fe de soldado (y éste es para mí el más honroso título), al abrir de nuevo el fuego reduciré la ciudad en cenizas. Se agotará la piedad, y el soldado, encarnizado en la lucha, se lanzará con corazón implacable, libre de todo escrúpulo, y será como hierba vuestras vírgenes y vuestros hijos. La guerra será impía, con todos los horrores el saqueo y la devastación. A vosotros incumbe la responsabilidad de que vuestras doncellas caigan en las manos ardientes de la violación desenfrenada. ¿Qué riendas podrían contener la perversión licenciosa de los soldados cuando rueda por la terrible pendiente? En vano intentaría detener al soldado ebrio de carnicería, como si pidiera al Leviatán que volviese a su cauce. Por tanto, hombres de Honfleur, tened piedad de vuestra ciudad y de vuestros convecinos, ahora que aún puedo contener a mis tropas; mientras el viento fresco y templado de la piedad aleja las nubes impuras del saqueo, de la infamia y de la matanza. Si no, ¡hay de vosotros!, dentro de un momento veréis al soldado ciego y sediento de sangre, rodear con torpe mano la cintura de vuestras hijas desesperadas, arrancar las barbas plateadas de vuestros padres y sus cabezas aplastadas contra los muros. ¡Veréis a vuestros hijos desnudos ensartados en las picas, mientras que sus madres, enloquecidas, conmoverá los aires con sus lamentos, lo mismo que las mujeres de Judea durante la sangrienta caza de los verdugos de Herodes! ¿Qué contestáis? ¿Queréis rendiros para evitar estos males, o preferís la destrucción de todo persistiendo en la defensa?» (Willian Shakespear en “Enrique V”, Escena III, Acto III, Pág. 120. 1ª edición, Buenos Aires-Argentina: Aguilar, Altea, Taurus, 2014).

                        Sección 2. La estrategia y la política.

Sobre la estrategia y la política dice Carl von Clausewitz, general y teórico militar prusiano (1780-1831). Tras luchar contra Napoleón en 1818 fue nombrado director de la escuela de guerra de Berlín. Su tratado “De la guerra” al empezar la guerra de la Triple Alianza de 1864-1870, hacia 35 años que empezó a recorrer el mundo, pero desgraciadamente no llegó en manos del mariscal López. Escribe Clausewitz: «en toda circunstancia, debe considerarse la guerra, no como algo independiente sino como un instrumento de la política, ya que la guerra sólo es la continuación de la política con una combinación de otros medios, por lo que no puede separarse jamás del intercambio político, pues se rompería los hilos de diversas relaciones entre naciones y nos encontraríamos como algo sin sentido y sin objeto». Entre otras diversas observaciones sobre la política y la guerra, añade que «la teoría requiere, por tanto, que al principio de una guerra debe definirse claramente su carácter y perfiles principales, de acuerdo con las condiciones y relaciones políticas considerada con anticipación como probables, y que no debe darse el primer paso, sin pensar cuál sería el último».

Como quiera que la esencia de la gran estrategia (facultad exclusiva de todo jefe de Estado) es la subordinación de la estrategia militar a la política, cualquiera que sea esta última, sus fines deben quedar dentro de las posibilidades operativas. También asegura Clausewitz y compartido por Liddell Hart, al respecto que «el objetivo político debe acomodarse a los medios disponibles, lo que puede originar modificaciones en dicho objetivo, pero, cualquiera que sea las variaciones acordadas, la política retiene prioridad en las consideraciones». En relación con esta acción recíproca sostiene que «el acto primordial, el principal y más decisivo del juicio que ejercen el estadista y el general en jefe, es comprender rectamente la guerra que emprenderán». Todo esto podemos resumir del modo siguiente:

1) la guerra es un instrumento de la política porque es la continuación de la política por otros medios;

2) antes de empezar una guerra no debe darse el primer paso, sin pensar cuál sería el último;

3) el objetivo político debe concordar con los medios disponibles;

4) lo más decisivo en la relación recíproca entre el jefe de Estado y el general en jefe es tener una recta interpretación de la guerra que emprenderán;

5) la esencia de la gran estrategia es la subordinación de la estrategia militar a la política.

Respecto a este último punto, ilustra muy bien el siguiente ejemplo: en la guerra de Vietnam, el general en jefe, William Westmoreland, al ser designado, el presidente de los Estados Unidos le advierte «no hacer nada que pueda molestar a China». Al observar el general que la logística militar para los vietnamitas provenía de China, entonces solicita al presidente norteamericano autorización para bombardear los depósitos ubicados en territorio justamente de China. ¿Qué actitud tomó el presidente ante la solicitud del general en jefe? Lo destituyó de inmediato, entre otras cosas por pretender subordinar la política a la estrategia militar. 

Si López hubiera tenido en cuenta las enseñanzas de Clausewitz, no se hubiera equivocado tanto como lo hizo. Él tomó la guerra como algo personal, del honor que su propia naturaleza le impide ser. Europa ha conocido muchos conflictos bélicos; durante diez siglos la guerra ha sido la ocupación habitual de los jefes de Estado de los revoltosos países. La decadencia de la aristocracia y el advenimiento de la democracia y el liberalismo político y económico, el desarrollo de la industria y el capitalismo, el progreso de las ciencias y de los adelantos técnicos y científicos, el crecimiento demográfico y la prensa libre y popular, han producido grandes cambios en todas las sociedades. Estos grandes acontecimientos causaron fuertes impactos sobre el arte militar, obligando a acomodarse a ellos la conducción de la guerra.

Desde la época de Napoleón, el dinero no la muerte masiva de las tropas era el factor decisivo, y cuando la prolongación de la guerra y la constante maniobra comenzaba a agotar no tanto los efectivos del ejército sino, principalmente, los bienes de los Estados contendientes. Como consecuencia, el gobierno de cada país, antes que enfrentarse a la bancarrota económica, prefería concertar con el enemigo una paz negociada. Esta actitud debió tomar el mariscal López si era realmente responsable y patriota, y no, contumazmente, mantenerse en su belicosa actitud una vez que fracasaron sus campañas ofensivas y destruida su flota de guerra que lo dejó casi sin transporte para dar apoyo logístico a sus tropas de invasiones. Su objetivo principal en aquel momento debió ser impedir, mediante la negociación diplomática, que los aliados penetren con sus tropas en territorio paraguayo, aun al precio de dimitir de su cargo.

El fracaso de López en alcanzar la victoria por lo menos en una batalla ofensiva, y a través de ella, lograr una paz aceptable para el Paraguay y satisfactorio para los aliados, puede imputarse a tres defectos fundamentales en la dirección de la guerra:

1) su excesiva centralización del mando;

2) su política poco realista;

3) constituye una grave falta en el campo de la estrategia, consistente en que los medios utilizados para realizar su política, sólo podían llevarle, como máximo, a un armisticio, pero no la rendición del enemigo. Finalmente, López, como un misionero, predicó y mandó publicar a través de todas las autoridades, a lo largo y a lo ancho del Paraguay, el evangelio de la nación en armas y su lema de “vencer o morir”, que llegaron a convertirse en el credo militar del Paraguay.

                            Sección 3. Los principios de Clausewitz

Clausewitz expone varios principios generales que deduce de sus tres objetivos capitales:

1. Derrotar y destruir la fuerza militar del enemigo.

            2. Apoderarse de los elementos materiales de agresión del enemigo (barcos, puertos, depósito de armamentos, fábricas de pólvora y municiones, combustible, aeropuertos, etc.).

            3. Ganar la opinión pública internacional. Al respecto, el Paraguay no tenía buena fama en aquel entonces; pues tenía conflictos con Gran Bretaña, Francia, Estados Unidos, etc., por las arbitrariedades cometidas por los dictadores, Francia y los López contra los ciudadanos extranjeros residentes en Paraguay.

De este modo Clausewitz llega a los cuatro principios primarios: 1) el principio de la conservación del fin u objetivo político;

2) el principio de protección durante la acción;

3) el principio de la movilidad en la acción (maniobras rápidas); y

    4) el principio de la utilización del poder ofensivo; porque sólo la ofensiva conduce a ganar la guerra.

Concluye con tres nuevos principios:

1) De economía de fuerzas. El mariscal López era avaro para emplear suficientes tropas en todas las acciones. Lo recomendable es destinar para cada operación ni demasiado ni muy poco, sino lo suficiente.

2) De la concentración de fuerzas. El mariscal López empezó la guerra dispersando su ejército en tres frentes: Mato Grosso al norte, Rio Grande del Sur al sureste y Corrientes al sur.

3) De la sorpresa. Excepto Estero Bellaco, López nunca logró sorprender al enemigo.

Estos diez principios combinados adecuadamente es la clave de la estrategia militar.

La batalla constituye la actividad real de la guerra; el resto es solo complemento que se añade para completar, como los combates de poca monta y entre patrullas. De lo que se ha dicho se concluye que lo principal en la guerra es la batalla llevada a cabo entre fuerzas importantes, y es considerada siempre como el campo de la muerte, por la cantidad de pérdida de combatientes. Sin embargo, la batalla no consiste meramente en una matanza recíproca ya que la conquista del objetivo debe tender a desmoralizar al contendiente que a matar a las tropas enemigas; de manera entonces, la pérdida de la moral es la causa principal para emprender la retirada o la rendición o la capitulación. La diferencia entre capitulación y rendición está, en la primera se negocia para deponer las armas, en tanto que en el segundo caso se acepta la propuesta del enemigo sin condiciones. Ejemplos de capitulación: Estigarribia en Uruguayana, el coronel Francisco Martínez en Isla Poí, Thompson en Angostura (Villeta) y el teniente coronel Pedro Pablo Caballero en Pirivevýi.

 El fin de la guerra es siempre la paz; por lo tanto, ha de ser la tendencia dominante de la política, y la victoria sólo el medio para lograrla. Winston Churchill, ante la Cámara de los Comunes, luego de ser nombrado primer ministro y ministro de Defensa, pasando a sus manos la dirección de la guerra, proclamó: «la victoria en una guerra sólo es un medio hacia el fin, y para el verdadero estadista, el fin de la guerra es la paz».

Sección 4. Algunos estadistas ejemplares

Incluimos esta sección como ejemplo, que cuando un jefe de Estado piensa hacer grande a la nación, la clave es saber elegir a los colaboradores, sin importar a qué partido político pertenece, entre otras cosas, porque los buenos no abundan. De manera entonces, consideramos interesante conocer a los grandes hombres que llevaron a sus respectivos países a la grandeza, elegimos entre varios, el procedimiento de uno de los grandes estadistas en la preparación de su país para enfrentar una futura guerra: el rey Guillermo I. Esto sin desconocer a los dos grandes estadistas paraguayos que prepararon al Paraguay de modo óptimo para la defensa del Chaco: Eligio Ayala y Eusebio Ayala.

Guillermo I, rey de Prusia (1797-1888), emperador de Alemania (1871-1888), tras la guerra francesa-prusiana (1870-1871), fue proclamado emperador de Alemania en el palacio de Versalles (18-01-1871). Era un verdadero soldado por formación, ya como regente, había designado en 1857 al conde Helmuth von Moltke (1800-1891), jefe del estado mayor general del ejército prusiano (1857-1888), dirigió el ejército durante la guerra de los Ducados (1864), durante la guerra austro-prusiana (1866) y durante la guerra franco-prusiana (1870-1871). Posteriormente, Guillermo I en 1859, seleccionó al conde Albrecht von Roon (1803-1879), mariscal prusiano para ministro de la Guerra, fue junto con Moltke, el organizador del ejército prusiano. Y finalmente, en 1862 nombró a príncipe Otto von Bismarck primer ministro y ministro de Asuntos Exteriores. Estos tres hombres estaban destinados a elevar a Prusia desde su condición de pequeña potencia, al país que iba a ejercer una verdadera supremacía en Europa.

Moltke era hombre de amplia cultura, y constituía, en el mejor sentido de la palabra, un soldado eminentemente práctico. Veía la guerra más como un negocio que como arte, un negocio en que la fuerza militar representaba el capital a invertir y la victoria el dividendo a obtener por aquel; y la derrota en quiebra. Fue un profundo estudioso de la guerra, íntimo conocedor de los métodos de Napoleón y de las teorías de Clausewitz, pero no ciego seguidor de ambas doctrinas que adoptó al posterior desarrollo técnico. De Napoleón aprendió que el movimiento (la maniobra) constituye el alma de la guerra y consecuentemente, que el ferrocarril se convertiría en el más importante factor estratégico (En la guerra del Chaco de 1932-1935, el ferrocarril Puerto Casado – Punta Rieles (160 Km.), constituyó una decisiva importancia estratégica). De Clausewitz asimiló que estadista y el general en jefe debían estar estrechamente relacionados. Por tanto, adopta un profundo interés por la política y los asuntos extranjeros. Las dos guerras libradas por Moltke fueron la austro-prusiana de 1866 y la franco-prusiana de 1870. (Uno de los garrafales errores estratégico de López fue ordenar que una de sus columnas de invasiones se detenga en la orilla del río Santa Lucía (Goya, Argentina) y la otra en Uruguayana).

Príncipe Otto von Bismarck (1815-1898). Elevado a la presidencia del consejo de Prusia por Guillermo I (1862). Lleva a cabo la unidad alemana en beneficio de Prusia (1864-1871). Tras derrotar a Austria en la Batalla de Sadowa (1866), donde el ejército austriaco usó una doctrina obsoleta. Tras la victoria crea la Confederación del Norte de Alemania. Después de la guerra franco-alemana (1870-1871), que termina con la anexión de Alsacia y Lorena, hizo proclamar el imperio alemán en Versalles el 18 de enero de 1871. Canciller del Reich, practicaba una política autoritaria. Tuvo que renunciar a la alianza de los tres emperadores (Alemania, Austria y Rusia), y concluye con Italia y Austria la Triple alianza (1882). Abandona el poder poco después del advenimiento de Guillermo II (1890).                

El mariscal Ferdinand Foch (1851-1929). En 1894, fue nombrado profesor de la “Escuela de Guerra”, de la que sería más tarde director, y sus conferencias a sus alumnos fueron publicadas en dos libros, “De la conducción de la guerra” y “De los principios de la guerra”, que se convirtieron en el Nuevo Testamento del ejército francés, y por supuesto para Estigarribia El Grande. Foch fue un soldado muy capacitado, y como mariscal de Francia, el general más destacado de la Primera Guerra Mundial, pues condujo a la fuerza militar aliada a la victoria. Estaba tan dominado por su teoría de que sólo una ofensiva a ultranza podía llevar a la victoria. Elogia la teoría de la guerra total, practicada por Napoleón y predicada por Clausewitz. Probó que «cualquier mejora introducida en las armas de fuego está destinada finalmente a reforzar la ofensiva». La táctica en el campo de batalla será de movimiento, es decir, el ataque; llevar al punto de choque decisivo todas las fuerzas disponibles. El movimiento gobierna la estrategia. De todo esto extraemos cuatro principios:

 1) sólo la ofensiva lleva a ganar la guerra.

2) cualquier arma que se mejora o nueva que aparece, añade nuevas fuerzas a la ofensiva.

3) la táctica fundamental es el movimiento o sea la maniobra. En Paraguay es conocido popularmente como “el corralito de Estigarribia”.

4)  Emplear todas las fuerzas disponibles en la

batalla decisiva. No como López, que empleaba su ejército por destacamento.

                                                                                Luque, 16-03-2021

FIN





COMENTARIOS SOBRE LA GUERRA DEL PARAGUAY (1864-1870)

¿Epopeya o destrucción?

CAPÌTULO III

LOS PRINCIPIOS DE LA CONDUCCIÓN.

Sección 1. Principios generales

Los principios son normas sobre la que se apoya los comandantes de unidades para dirigir las operaciones militares. Son ideas fundamentales que no se debe violar, porque si se llega a violarlos, cobra muy, pero muy caro. Por consiguiente, todos los comandantes de unidades de todos los escalones deben regir sus conductas conforme a ellos. ¿Cómo nacieron? Cuando en una guerra se inaugura una táctica o un procedimiento nuevo, y se descubre que su aplicación es adecuada para el éxito. Si el procedimiento o la nueva táctica es repetido en varias ocasiones para conseguir un fin, y queda demostrado que secunda el triunfo, entonces es adoptado como principio. Seguidamente, veamos los principios de conducción de Napoleón extraídos de las campañas del emperador francés por el mayor general John Frederick Charles Fuller, del ejército británico, historiador militar y estratega, destacado a través de la historia como uno de los primeros teóricos modernos en la guerra de blindados que incluye la categorización de los principios de conducción de ejército en operaciones de guerra publicado en su obra, “La Dirección de la Guerra”[1]:

Sección 2. Los principios de Napoleón

Fe en la ofensiva. Afirmaba Napoleón: «Creo como Federico[2], que uno debe ser siempre el primero en atacar». Aun cuando no fue el inventor de la persecución, puede decirse que procedió a su sistematización ya que incluyó en sus órdenes de operaciones, convirtiéndola en característica especial de su táctica. Se refiere a Federico II el Grande (1712-1786) rey de Prusia (1740-1786). Condujo varias guerras, reorganizó sus Estados, dotándolos de una administración moderna y forjando un ejército que se convirtió en el mejor de Europa. Amante de las letras, atrajo a Prusia a Voltaire y a numerosos eruditos franceses, convirtiéndose así en el modelo del déspota ilustrado.

Confianza en la rapidez para economizar tiempo. Respecto a la movilidad, proclama «las marchas son la guerra; estar dispuesto para la guerra es estar dispuesto para el movimiento.

La victoria está con los ejércitos que practican la maniobra». Dos de sus comentarios refuerzan tal afirmación:

a) «en el arte militar, como en la mecánica, el tiempo es el factor preponderante entre peso y fuerza; 

b) la pérdida de

tiempo en la guerra es irreparable y siempre falsa las causas alegadas para ella, ya que las operaciones sólo fracasan por la demora. Ejemplo: la columna de Barrios en Tujutî, que tuvo que atravesar el bosque de sauce sin haber hecho el mariscal López el cálculo de tiempo, si en cuanto tiempo podría superar la división de infantería de 7.500 hombres para alcanzar la línea de partida para el ataque, y dar la señal al clarear el día, para arremeter por sorpresa contra el enemigo posicionado en Tujutî. Sin embargo, Barrios en un esfuerzo agotador, alcanzó la línea señalada recién cerca del mediodía. La grave omisión de López que no ordenó el reconocimiento del bosque de Sauce con antelación, y sobre ello hacer el cálculo de tiempo necesario para atravesar el intransitable bosque para tropas numerosas. Este descomunal error de López hizo perder la sorpresa y como resultado, la aniquilación del resto de nuestro primer ejército. Tampoco se preocupó en obtener información sobre el estero que debía cruzar la caballería del general Resquín, que fue a empantanarse a tiro de fusil frente al límite avanzado del área de defensa de las tropas argentinas que no dudaron en cebarse sobre los temerarios jinetes paraguayos.

Lograr la sorpresa estratégica. Exceptuando la inesperada concentración de sus fuerzas en el campo de batalla, las sorpresas de Napoleón siempre fueron de orden estratégico.

Concentrar fuerzas superiores en el campo de batalla, especialmente en dirección del ataque principal. En la batalla decisiva, Napoleón reducía los efectivos de las unidades que llevan los ataques secundarios para concentrar el mayor número posible de fuerza en el ataque principal. Existe diferencia en el significado de los conceptos “reunirse” y “concentrarse”. La reunión de fuerza es la distribución de cuerpos de ejército y divisiones en el teatro de operaciones, mientras que la concentración se refiere al campo de batalla.

Un sistema defensivo cuidadosamente proyectado en caso de que haya necesidad de recurrir a él. En lo relativo a la defensa Napoleón decía: «la guerra defensiva no excluye el ataque, al igual que la ofensiva no elimina totalmente la defensa. La fuerza estática constituía un agravio para Napoleón Él inició cada una de sus campañas con un plan detallado y preconcebido, que admitía diversas opciones, cada una de las cuales correspondía a una hipótesis acerca de los posibles y probables reacciones del enemigo. (La fuerza de treinta mil hombres que López envió por la ribera del río Paraná se detuvo ocioso por cinco meses en la orilla del río Santa Lucía que desemboca en el Paraná cerca de Goya)

La unidad de mando. Esta requiere la reunión de todas las fuerzas disponibles bajo el mando de un general en jefe en el teatro de operaciones. O la concentración de los batallones y regimientos de una división o cuerpo de ejército, bajo un comandante único. Napoleón decía: «la cualidad esencial de un general es la firmeza de carácter; un ejército de leones mandado por un ciervo, dejará de ser un ejército de leones». (El ejército paraguayo, tanto en la guerra de la Triple Alianza como en la del Chaco, era de leones; así afirman los historiadores militares paraguayos y extranjeros como el historiador militar norteamericano capitán David H. Zook Jr., en su magnífica obra “La Conducción de la Guerra del Chaco).

El centro de gravedad. Es decir, el punto del organismo enemigo que, en caso de derrota o de su pérdida acarrearía el colapso de toda la estructura nacional: «distinguir este centro de gravedad dentro de la potencia militar del enemigo, discernir sus esferas de acción, constituye el arte supremo del juicio estratégico». Una vez fijado el gran objetivo estratégico, corresponde considerar los principios que han de regir en el plan de guerra y en su ejecución. Dos son los fundamentales: 1) reducir el peso del poderío del enemigo y limitar el ataque contra tales centros a una sola acción principal, si ello fuera factible, y 2) mantener subordinadas a este objetivo las acciones secundarias».

La defensa o preparación para la ofensiva. Clausewitz sostiene que la defensa es una ofensiva diferida, o a lo que se ha llamado “defensiva ofensiva”, en la que el desgaste del enemigo constituye la primera fase y el contraataque la segunda. Del mismo modo, «la forma de guerra defensiva no es un mero escudo, sino un escudo formado por golpes asestados con destreza. No se concibe una defensa que no incluye un contraataque».

La movilidad. Es un arma psicológica, no matar sino avanzar, no moverse para matar, sino para aterrorizar, aturdir y perturbar, sembrando consternación y confusión en la retaguardia enemiga (Yrendagüe), que los rumores habían de ampliar de tal forma, hasta producir el pánico. Vale decir, el secreto de la victoria está en la rapidez, más rapidez y aún más rapidez.

Sección 3. Principios violados por el mariscal López

1) De masa. Dice Clausewitz: «La mejor estrategia consiste en ser siempre muy fuerte, pero en un sentido general, y luego en el punto decisivo. Por lo tanto, aparte del esfuerzo en crear las fuerzas suficientes, no hay ley más simple y más imperativa para la estrategia que la de mantener concentradas las fuerzas. Nada tiene que ser separado del conjunto principal, a menos que lo exija algún objetivo imprevisto y urgente. Hay que mantenerse firme en este criterio y considerarlo como guía en la que se puede y se debe confiar».

(Karl von Clausewitz (1780-1831) estratega prusiano en su obra “Vom Kriege” o De la guerra, escrita entre 1816 y 1830 y publicada en 1832-1814, en la cual se exponen las razones que hacen de la guerra un elemento fundamental de la relación política entre las naciones. Idea Books, S. A., Barcelona-España, 1999, Pág. 216).

Si reconocemos como norma el principio de masa, aceptamos entonces que toda división de fuerza deberá hacerse sólo excepcionalmente; por lo tanto, deberá evitarse por completo la idea que conduce a dividir las fuerzas. El mariscal López obró en contra del mencionado principio, procediendo a separar y dispersar su ejército, debilitando él mismo y sin que se supiera claramente la razón por la cual él actuaba de ese modo. Tres columnas fueron enviadas por López a ocupar las provincias brasileras de Mato Grosso al norte, Río Grande del Sur, al sureste; y otra tercera columna al sur para ocupar Corrientes, provincia de la Argentina. En la campaña de Villeta dispersó su poca fuerza en cinco lugares sin posibilidad de darse apoyo mutuo: Ytorôrô, Villeta, Angostura, Pikysyry y Lomas Valentinas. A Caxias le fue fácil destruir el segundo ejército paraguayo con el empleo de la estrategia de picotazos.

2) De superioridad numérica. Para arremeter contra posiciones defensivas del enemigo, es indispensable asegurarse una superioridad numérica de 3 a 1 y suficiente apoyo de artillería. Tujutî estaba defendida por 32.000 hombres apoyados por una magnífica artillería, amén de estar protegida por obstáculos naturales (bosque y estero) y artificiales (trincheras, abatidas, bocas de lobo, etc.). Conforme el principio señalado, el mariscal López para tener posibilidades de éxito, precisaba contar con 96.000 hombres y un buen apoyo de artillería para debilitar la defensa enemiga antes de lanzar su infantería y caballería. Sin embargo, mandó atacar Tujutî con apenas 24.000 hombres y, ¡sin artillería! Esto es inaudito, esto es obra de chapucero, es como mandar a los compatriotas intencionadamente a la muerte.

3) Apoyo mutuo. Sus dos columnas de invasiones; una en dirección Encarnación-San Borja-Uruguayana; y la otra en dirección Humaitá-Corrientes- Goya. Ambas columnas operaban separadas más de doscientos kilómetros una de la otra; además, se interponía entre ambas el estero de Yverá de 25.000 hectáreas. En la campaña defensiva de Villeta, su fuerza de 14.000 soldados la dispersó en cinco lugares sin posibilidad de apoyo mutuo, y todos sabemos cómo terminó: la completa destrucción del segundo ejército paraguayo. Y para formar un tercer ejército recurrió a ancianos, niños y convalecientes; más las tropas que se hallaban cumpliendo misión de represión en Asunción y en algunos pueblos.

4) Seguridad en todas direcciones del área de defensa. Luego de la retirada de una de sus columnas de invasiones de Corrientes, López durante cinco meses se dedicó a construir una grandiosa fortificación en la ribera norte del río Paraná, con el propósito de impedir el desembarco del enemigo en territorio paraguayo. Nuestro máximo héroe por decreto estaba seguro que el enemigo desembarcaría en Paso de Patria o en Itapirú o en ambos, simultáneamente. Por lo tanto, dejó descubierto su flanco derecho (hacia el río Paraguay), ¡creyendo que el enemigo no vendría por allí! Ignoraba que el enemigo siempre realiza acciones inesperadas y lo más difícil de realizar. En la Guera del Chaco, después de la conquista de El Carmen -que posibilitó al ejército paraguayo alcanzar el río Pilcomayo-, Estigarribia ordenó al coronel Rafael Franco que la 8ª división de infantería, bajo el mando del mítico coronel Garay marche inmediatamente por los bosques para tomar Yrendagüe, retaguardia del cuerpo de ejército de doce mil hombres al mando del coronel David Toro. Cuando Garay recibió la orden a través Franco, respondió: «pero la expedición será muy difícil de realizar». Franco le respondió: «justamente porque es difícil la realizaremos». Aunque la marcha fue agotadora, la 8ª. división apareció sorpresivamente en Yrendagüe y como resultado, la destrucción del cuerpo de ejército boliviano de doce mil hombres. Consecuencia, la guerra terminó cinco meses después.

El 16 de abril de 1866, una división de infantería del ejército aliado se embarca en Corrales en la escuadra brasilera, atraviesa oblicuamente el río Paraná, hace una finta en Itapirú, que engaña a López, que precipitadamente hizo traer más tropas para reforzar Itapirú ya sobrecargada de combatientes. Sin embargo, el enemigo cambia de dirección y velozmente se dirige hacia la desembocadura del río Paraguay, penetró por él hasta tres kilómetros y bajo intensa lluvia desembarca diez mil hombres en el lugar, horas después otro diez mil sin recibir un solo tiro de fusil, amenazando el flanco derecho y la retaguardia del área de defensa de López. Esta operación de Mitre sorprendió al mariscal, obligándolo a emprender una precipitada retirada hacia Humaitá.

5) La unidad de mando. Esta requiere la reunión de todas las fuerzas disponibles bajo el mando de un general en jefe en el teatro de operaciones; o la concentración de los batallones y regimientos de una división bajo un comandante único en el campo de batalla. Este principio, López lo violó de modo arbitrario, procediendo a dividir las fuerzas del general Wenceslao Robles en el teatro de operaciones de Corrientes: le sacó dos grupos de artillería que colocó bajo el mando del coronel Bruguéz, y dos regimientos de infantería que puso bajo el mando del entonces coronel José Díaz. El mal está en que Bruguéz y Díaz operaban dentro del área de operaciones del general Robles de modo independientes; vale decir, que sólo podían obedecer órdenes del mariscal López. Esta acción arbitraria se deriva directamente de la condición de autócrata de López que combina a su antojo en su persona la dirección política y estrategia militar de la guerra.

6)Economía de fuerza. Varias tácticas se prestan para vencer en la batalla con economía de medios. Se puede perder algunas batallas, pero lo importante es ganar la guerra. En cada operación hay que emplear los medios ni mucho ni poco sino lo suficiente. López despilfarraba sus tropas en misiones con pocas posibilidades de triunfo porque la fuerza que destinaba en cada operación ofensiva siempre era muy inferior al objetivo que pretendía conquistar, Jatai (Argentina), Uruguayana (Brasil), Estero Bellaco y Tujutí). Es por ello que las tropas paraguayas, a pesar de luchar en cada batalla como nunca, salían derrotadas como siempre.

7) Todo plan de operaciones debe contar con opciones. La guerra de maniobras depende de la planificación, y el plan debe ser correcto. Demasiado rígido como lo era los planes de López, que no tuvo aptitud para adaptarse al inevitable caos y desavenencias entre lo que él aspiraba obtener y la realidad de una campaña en territorio enemigo, que siempre resulta incierta (las campañas de Napoleón e Hitler en Rusia). La fuerza de invasiones de Solano López no tenía la capacidad que debería tener, por carecer de suficiente caballería y artillería, tampoco recibía subsistencia de alimentos, o sea, las tropas debían sobrevivir a costa de las poblaciones ocupadas; es decir, del saqueo. Los hechos imprevistos y la reacción eficaz del enemigo le dejaron a López desorientado, abrumado y sin opciones.

Un plan se deriva de un detallado análisis de la situación, lo que permite decidir sobre el mejor curso de acción para conquistar el objetivo: la mejor dirección a seguir, la posición perfecta a ocupar, y sobre todo contar con varias opciones para elegir, dependiendo de cómo reacciona el enemigo. Un plan con varias opciones permite maniobrar mejor que el enemigo, porque las respuestas a cada nueva situación –muy frecuente en un teatro de operaciones- deben ser rápidas y adecuadas. Las dos columnas paraguayas de más de cuarenta mil hombres que invadieron los territorios de Brasil y Argentina, no tenían opciones, por eso una de las columnas capituló en Uruguayana y la otra emprendió la retirada de corrientes en donde perdió siete mil hombres, y regresó al lugar de donde partió. En las campañas ofensivas, López perdió casi veinte mil de sus mejores soldados contra cuatrocientos del enemigo. Ante este humillante resultado, un jefe de Estado y conductor del ejército en operaciones de guerra responsable, por lo tanto, culpable de tan grande desastre, se encuentra ante el dilema: tomar su revólver y levantar la tapa de los sesos o hacer uso de la soga y el taburete.

La codicia de gloria y el delirio de grandeza, le hizo llegar al mariscal López demasiado lejos para sus cortos medios mental y material. No conocía bien sus recursos, y menos los recursos con que contaba el enemigo: ¿qué tan lejos podía llegar en la guerra que estaba resuelto a emprender? El arte de terminar bien las cosas radica en saber cuándo detenerse, y nunca llegar tan lejos como para agotarse.  

Si López o cualquier otro general en jefe patriota, percibe que la derrota era inevitable después de la capitulación de la columna en Uruguayana y la destrucción de su flota de guerra en Riachuelo, lo mejor era negociar la paz. Lo único sensato que hizo fue ordenar la retirada de Corrientes adonde había mandado treinta mil hombres, y sólo regresaron veintitrés mil con innumerables enfermos.  

Otros principios ignorados por el mariscal López:

a) Ante el testimonio abrumador de la historia ningún general tiene derecho a lanzar sus tropas en un ataque directo contra un enemigo fuertemente establecido en una posición de defensa (Tujutî);

b) No realizó, antes de emprender la guerra la indispensable confrontación del potencial de guerra de la nación con el potencial de guerra del enemigo;

c) No desarrolló su plan y medir las consecuencias.

d) No se preocupó en garantizar los recursos necesarios para conquistar el objetivo que se propuso: no incrementó la producción agrícola ni disponía en depósitos grandes cantidades de maíz, poroto, trigo[3], girasol, arroz, sorgo, mijo, cebada, centeno; tampoco alfalfa y avena para los caballos.

e) Ante los contundentes y categóricos fracasos de sus campañas ofensivas de Uruguayana y Corrientes, lo más razonable era adoptar la estrategia defensiva en el teatro de operaciones de Humaitá, para primero debilitar al enemigo y luego lanzarse a la ofensiva. Sin embargo, optó por atacar temerariamente al enemigo en Isla Cabrita, Estero Bellaco, Jataity Korá, Tujutî y Boquerón-Sauce, todos con sendas derrotas, y como consecuencia, se redujo al mínimo los efectivos de su ya debilitado ejército.

Si el mariscal López quería vino, no necesariamente debió romper la damajuana, porque a veces basta con sacarle el corcho. Pero él, en vez de sacar el tapón, rompe el envase, se le desparrama el vino y lo ahoga no sólo a él sino también a la nación, al precipitar la guerra sin conocer el potencial de guerra del enemigo ni estar preparado con buenos armamentos, abundante logística y suficiente divisa para tan temeraria determinación.  

Condiciones para ganar la guerra. Repetimos este punto porque estimamos que es importante para apreciar mejor la catastrófica derrota de López en la guerra que él desató voluntariamente, y sin buenas razones para emprenderla.

La historia militar ha demostrado que no basta contar con un ejército compuesto de numerosos hombres como era el ejército de López para ganar la guerra, sino que es indispensable que el país cuente con suficiente potencial de guerra para mantener el poderío de la fuerza militar hasta el fin de la guerra. También era necesario contar con una diplomacia eficiente, así como generales y jefes idóneos, que las tropas que invadieron los territorios de Argentina y Brasil exhiban riqueza en cuanto a armamentos y logística ante los potenciales aliados y los pueblos ocupados de modo que deseen ser nuestro amigo, y al mismo tiempo teman ser nuestro enemigo. Lamentablemente, duele decir, pero es necesario decir, nuestras tropas de invasiones sólo mostraban pobreza en los siguientes aspectos: tanto oficiales y tropas iban descalzo cuando en aquel tiempo ya era desconocido en el Río de la Plata andar con los pies desnudos; ya se estaba próximo al invierno con noches ya muy frías; sin embargo, las tropas paraguayas aún vestían uniforme de verano y ni siquiera llevaban frazadas, tampoco recibían subsistencia de alimentos desde Paraguay. Por lo tanto, las tropas paraguayas estaban forzadas subsistir a costa de las poblaciones ocupadas, es decir del saqueo. Y esto no es todo; lo peor, los fusiles eran obsoletos y los cañones muy pocos y anticuados. Todas estas debilidades no pasaron inadvertidas por las perspicaces observaciones de las autoridades de Corrientes, Entre Ríos y Uruguay que inmediatamente le dieron la espalda al mariscal López, dejándolo solo para vérsela con el Brasil y la Argentina.

Luque, 17-03-2021

[1] FUENTE: Wikipedia.

[3]

El trigo comienza a aparecer hace 11.000 años en la Mesopotamia (región de Asia occidental, entre el Tigris y el Éufrates). Llegó a España en 3.000 a. J.C., y a América con los conquistadores españoles. 

COMENTARIOS SOBRE LA GUERRA DEL PARAGUAY(1864-1870)

¿Epopeya o destrucción?


CAPÍTULO IV. ESTRATEGIAS Y CAMPAÑAS

(Parte I)

Sección 1. Consideraciones

Los principios en que nos debemos guiar siempre son: la ley suprema: la salvación de la nación, y en la verdad no hay injuria. Los que glorifican exageradamente a Solano López hacen daño muy grande a nuestra historia militar, llena de grandeza titánica y de heroísmo sin igual. Para desgracia del Paraguay, López ignoraba que con un gran poder como lo que él se atribuía, hay grandes responsabilidades, tales como mantener la paz, la justicia, y tener respeto a los derechos humanos, todo para garantizar la felicidad y prosperidad nacional. Con sus fracasadas campañas ofensivas de Uruguayana y Corrientes, la destrucción de su flota de guerra en Riachuelo que dejó al Paraguay sin acceso al comercio internacional; por consiguiente, no tenía forma de reponer los pertrechos. A más de esto, con la aniquilación del resto del primer ejército en Tujutì, probablemente sufrió la experiencia más tormentosa.

Si de verdad los exaltados nacionalistas creen que Solano López es un héroe sin igual, debemos suponer que esperan otro hombre que pueda emularlo y obrando como él, encausar al Paraguay, no por la senda de paz, libertad, justicia y progreso, sino a la autodestrucción. Pues, que lo proclamen entonces al héroe por decreto, y cuenten sus virtudes y las buenas obras realizadas en beneficio de la nación. Porque la única obra que la historia registra es la construcción de su fastuosa mansión, construida por personal del ejército, materiales del Estado y usando divisa del tesoro nacional para traer lujosos muebles de Europa. López nunca la ocupó, porque estaba aún sin terminar, por ello cuando los brasileros ocuparon Asunción la utilizó como caballeriza, que actualmente es palacio del Poder Ejecutivo, los nacionalistas lo denominan “el palacio de López”.

Lamentablemente, jóvenes paraguayos intrépidos, valientes, la porción más vigorosa y sana de las poblaciones urbana y rural; brazos lozano y robusto, las mejores esperanzas de la patria murieron en vano en una guerra que no podía ser ganada, porque el potencial de guerra del Paraguay era muy corto comparado con los países a los que el mariscal López desafió a la guerra. Decía un sabio griego: «No es buen pastor aquel que mira mermar su rebaño, ni es buen gobernante aquel que contempla disminuir la población de su país». Las campañas y pueblos a causa del reclutamiento quedaron despoblados, sin brazos para labrar la tierra y por consecuencia la economía nacional languidece y se paraliza a medida que la guerra se prolonga. Nuestro juicio es categórico sobre el mariscal López como jefe de Estado y general en jefe del ejército, porque lo hemos juzgado por los resultados de sus campañas, y no por la cantidad de muertos en cada batalla o porque se negó a rendirse porque prefiere huir, abandonando a sus tropas y a su familia a merced del enemigo.

Los exaltados nacionalistas (la mayoría sin leer algún libro objetivo sobre la guerra de 1864-1870, sino que toman como si fuera la Santa Biblia las obras de O’Leary o sólo conoce la historia de oídas), quienes se creen dotados de elevados conocimientos de la historia de la guerra de la Triple Alianza contra el presidente paraguayo, no deberían tener reserva con ellos, antes bien exponerlos públicamente a examen y apreciación. Pretender demostrar que el mariscal López fue un “héroe sin parangón”, ¡muy bien! demuestren pues, y la crítica imparcial pondrá todo su parecer a sus pies, considerándolos vencedores o meros manipuladores de la historia. Mas como en realidad no quieren –hemos de suponer porque no pueden-, tenemos que abordar nosotros ese asunto: la búsqueda de la verdad.

Cualquier persona que escribe historia, debe ser responsable de la verdad. La moral de Kant y la ética del “Sermón de la montaña” aplican los hombres que prefieren la verdad a la mentira. La historia no es para gloriar la patria ni enaltecer a ningún personaje que son campos de la arenga, sino para relatar los hechos tal como acontecieron, y luego la gente colocará al estadista o a los hombres prócer y heroicos en el lugar que corresponde, conforme sus respectivos méritos.

Sección 2. La estrategia defensiva

        La alta estrategia -facultad del jefe de Estado- es el arte de coordinar las acciones de la política, la fuerza militar, la economía y moral de la nación, implicadas en la conducción de un conflicto o en la preparación de la defensa nacional. Es decir, es el arte de dirigir un conjunto de disposiciones para alcanzar un objetivo. En cambio, la estrategia militar es el uso de las fuerzas militares para lograr el objetivo político de la guerra. Por lo tanto, el general en jefe debe imprimir un propósito a cada operación; propósito que debe estar de acuerdo con el objetivo político de la guerra; de esto se desprende que la estrategia militar delinea el plan de guerra y añade la serie de acciones a realizar que llevará a las fuerzas armadas al logro del objetivo. En otra palabra, la estrategia militar traza los planes para cada campaña por separado y prepara las batallas que serán libradas en cada una de ellas. Lo que aconseja esta teoría es que el general en jefe no debe debilitar su fuerza en batalla que no conduce a conquistar el objetivo político, y menos dividir su fuerza para operar en dos o más frentes de lucha[1]. «Un general que sabe cómo organizar la guerra, exactamente de acuerdo con su objetivo y sus medios, los cuales no utiliza ni demasiado ni muy poco, proporciona con ello la prueba más grande de su genio».[2]

El jefe de Estado es el que pone por obra la alta estrategia, por ello es considerado como persona versada en estrategia; es decir, lleva a cabo el arte de administrar y emplear el potencial de guerra de la nación para obtener el objetivo político. Al general en jefe se lo denomina estratega militar, subordinado al jefe de estado. La táctica es el despliegue de fuerzas para alcanzar un objetivo inmediato, la estrategia militar enmarca y condiciona la táctica. El gran estratega, o sea, el jefe de Estado generalmente está dotado de conocimientos e informaciones más amplias que los estrategas militares, lo que les permite ajustar su accionar tomando en cuenta el estado de los asuntos políticos, financieros, económicos, sociales, opinión pública, relaciones internacionales, cantidad de hombres a movilizar sin perjudicar las manos de obra para la industria y agricultura, la logística e informaciones estratégicas, etc. Todos estos le permiten ampliar su campo de visión y contribuye a ganar la guerra.

Desgraciadamente para el Paraguay, López prefirió la ruina de la nación antes que reconocer su error y rectificarse, aceptando las condiciones de los vencedores. «El jefe de Estado que se deja llevar por sus instintos, dice Liddell Hart, está perdido; no está hecho para dirigir los destinos de una nación».

Optar por la estrategia defensiva no es signo de debilidad; sino de prudencia estratégica. «Déjalo venir y ellos mismos se perderán», decía un exitoso pugilista, y otro: «obligue a tu contendiente a usar ambas manos, mientras tú tiene una libre». La defensa, en cualquier tipo de lucha tiene la virtud de producir el efecto deseado, vale decir, en crear las condiciones para una ofensiva eficaz. Sin duda es un buen modo de librar una guerra. Sus propósitos son:

1) Economizar fuerzas;

2) Sacar el máximo provecho del terreno y medios disponibles para defender el área de defensa y

debilitar a la fuerza enemiga;

3) Ganar tiempo para reorganizar el ejército, recibir refuerzos, recuperar a enfermos y heridos, y amontonar logística suficiente en vista a un contraataque;

4) Inducir a un enemigo agresivo a un ataque imprudente;

5) Esperar con paciencia el momento adecuado para lanzar un contraataque demoledor;

6) Disponer de un detallado plan de retirada a ejecutar, cuando el ataque del enemigo no es posible resistir.

Para desarrollar la estrategia defensiva es esencial dominar el arte del engaño. Por ejemplo, fingir ser más débil de lo que es, puede incitar al enemigo ejecutar un ataque imprudente. Sin embargo, aparentando ser más fuerte se corre el riesgo que el enemigo desista de atacar.

El engaño. Su empleo cuesta poco, sin embargo, suele producir buenos resultados como el desembarco aliado en territorio paraguayo el 16 de abril de 1866, así como el desembarco de la fuerza aliada en la II Guerra Mundial, que se efectuó, no en Calais como esperaba Hitler, sino en Normandía[3]. El engaño puede reducir las pérdidas humanas y compensar la inferioridad de medios. La operación de engaño incluye obtener información del enemigo, del terreno y condiciones meteorológicas; la difusión de información falsa; y el uso de propaganda para desacreditar al enemigo ante su propio pueblo, a fin de tornar impopular la guerra en su país.

Todas tácticas ofensivas en la guerra buscan obtener un único resultado: abrir una brecha en la línea defensiva del enemigo. Toda línea de defensa es siempre vulnerable en algún sector. Una vez penetrada por cualquier punto, todas las demás posiciones de la línea resultan inútiles. Sus hombres no pueden utilizar las armas y en realidad no pueden hacer otra cosa que esperar impotentes ser aplastados por sus propios camaradas que escapan aterrorizados, mientras la reserva del atacante los arrolla por los flancos.

Un general en jefe sabio puede transformar una campaña defensiva, así como sus debilidades y limitaciones en fuerza y victoria. Lograr victoria con pocas bajas eleva la moral de las tropas y acrecientan la buena fama y confianza en el general en jefe.

Sección 3. La estrategia ofensiva

En la guerra no es posible ser fuerte en todas partes ni ganar o perder todas las batallas[4]; consecuentemente, no faltarán ocasiones en que las decisiones del general en jefe sean erradas, porque es frecuente en una campaña aparentemente fácil, pero a veces se torna dificultoso como las campañas de Uruguayana y Corrientes, pero que se puede enmendar el error con paciencia y tacto, y reducir los daños con rapidez. Esto sucede a los generales más exitosos, porque es imposible prever todo. Por consiguiente, no sólo es importante que el conductor decida cuidadosamente qué batalla sostener, sino también que sepa cuándo aceptar la derrota y emprender la retirada. Por ejemplo, el mariscal López actuaba por meras frustraciones y orgullo, no le importaba lo que estaba en juego: la vida de sus tropas. Con los fracasos de sus campañas ofensivas se derrumbaron todas las ilusiones de las que estaba rodeada. Estas eventualidades muestran que el general debe saber usar los medios en cada acción: ni muy poco ni demasiado. Un equilibrio adecuado significa que el medio con que se cuenta, necesariamente debe concordar con el objetivo que se desea conquistar. El valor de vencer en la batalla no reside solamente en expulsar al enemigo de un terreno ocupado o hacerlo rendir, sino lo que se paga por ello: lo que nos cuesta en vidas humanas y bienes materiales.

Todos los ejércitos tienen limitaciones: la moral, el ímpetu, la valentía y las habilidades tácticas llevarán a un ejército sólo tan lejos como aquellos se lo permitan. Constituye enorme riesgo rebasar el límite. Solano López, seducidos constantemente a extralimitarse por su deslumbrante codicia e impaciencia, terminó sus campañas ofensivas en estruendosos fracasos que lo dejó muy debilitado. ¿Por qué le sucedió estos?, porque ignoró sus límites y no supo elegir cuidadosamente sus objetivos. Tampoco supo apreciar los costos invisibles de la guerra y los daños colaterales: tiempo perdido, capital político, financiero y económico desperdiciados, y para peor, crearse dos enemigos implacables y resueltos a vengarse por invadir sus territorios y humillar a sus pueblos.

Siempre es mejor esperar con paciencia que el enemigo ataque primero, así se puede conseguir debilitarlo poco a poco, disimuladamente, en vez de atacarlo temerariamente en su propio territorio. Si la batalla no puede evitarse, hay que atraer al enemigo a un terreno favorable para volver la guerra costosa para ellos y barata para nosotros. Empleando los medios adecuadamente, es posible sostener la guerra hasta cansar al más poderoso enemigo como en la guerra de Vietnam[5].

En la guerra de 1864/70, los aliados derrotaron a un general en jefe poco apto y fácil de vencer; por este motivo, la victoria conseguida por sus generales no les proporciona ni la reputación de ser sabio en el arte de la guerra, ni el mérito de ser valiente. Porque sus victorias son logradas con poco esfuerzo, pues haga lo que haga tiene asegurado el triunfo. Vencer a un enemigo incompetente y de pocas luces, aunque no proporciona gloria; sin embargo, lograron el objetivo político: desterrar de la región la dictadura e imponer el liberalismo político. Esto mismo hace los Estados Unidos y sus aliados desde la terminación de la II Guerra Mundial en el mundo entero; incluso protege la democracia con el empleo de la fuerza militar, porque la democracia exige permanente vigilancia para impedir su constante tendencia a descarriarse.

La estrategia ofensiva consiste en atacar primero; tal como lo hizo López con sus campañas de Mato Grosso, Uruguayana y Corrientes, más la batalla fluvial de Riachuelo -todo simultáneamente-, tratando de golpear los puntos vulnerables del enemigo y tomando la iniciativa para no soltarla hasta que Pedro II y Mitre decidan capitular, aceptando sus condiciones. Esta es la forma de la guerra que el mariscal López intentó practicar, pero desgraciadamente contenía dos graves defectos: 1) sus medios no concordaban con los grandiosos objetivos que se propuso; 2) inepto para combinar astucia estratégica y audacia táctica; tal como hacían los grandes conductores de la historia: Alejandro, Aníbal, Federico II de Prusia, Napoleón, Estigarribia.

El ocaso de López empezó cuando declaró la guerra a la Argentina, la destrucción de su improvisada flota de guerra en la batalla fluvial de Riachuelo, la capitulación de Uruguayana, y la retirada de Corrientes del cuerpo de ejército de treinta mil hombres, menos siete mil que murieron.

A diferencia de López, lo admirable de la estrategia de Estigarribia el Grande consistía en el arte de ver más allá de la batalla, y calcular por adelantado. Esto requiere concentrarse en el objetivo político y planear de qué modo puede alcanzarlo con el menor costo, y especialmente, cual será las consecuencias futuras de sus campañas en desarrollo. Para estos, el general en jefe debe ser sereno, despegado, racional, previsor, llamado “prudente”, es lo que conocemos como gran estratega militar. Los buenos estrategas son sagaces y astutos, suelen llegar lejos; sin embargo, como seres humanos también cometen errores. Lo que distingue a los exitosos estrategas es la capacidad de predecir, así como comprender y aprender de la historia militar. Simplemente ven más, y su amplia visión les permite ejecutar planes que llevan al éxito. Sin embargo, algunos cuando consiguen una victoria pierden la mesura y se vuelven atrevido y desafiante, que puede costarle caro, como recibir un golpe no esperado del enemigo. Ser un buen estratega significa pensar más allá de la batalla inmediata, saber emplear eficazmente los medios que tiene y estar siempre alerta a la reacción del enemigo. Planea varios cursos de acción para alcanzar su objetivo estratégico. Para un buen estratega militar cada batalla es solo importante por el camino que prepara a las siguientes; un ejército puede incluso perder deliberadamente una batalla como parte de un plan a largo plazo. Lo importante es ganar la campaña y luego la guerra; por consiguiente, todas las acciones deben subordinarse a este objetivo.

La historia militar enseña que la importancia fundamental de la estrategia militar es su particular cualidad de previsión. Los buenos estrategas piensan y planean el futuro antes de entrar en acción. El primer paso para ser un estratega exitoso es empezar la guerra con un objetivo claro en mente. Solano López habrá creído que operaba de acuerdo a un plan que tiene objetivo por alcanzar; sin embargo, lo que tenía no era meta sino deseo. Lo que ha distinguido a los grandes estrategas de la historia militar son objetivos claros, detallados y específicos a largo plazo que dan dirección a todas las acciones, sean grandes o pequeñas. El objetivo político que López se dio a si mismo estaba más allá del potencial de guerra del Paraguay; vale decir, estaba fuera del alcance de los medios que él disponía o podía disponer. Probado esto en sus desastrosas campañas ofensivas, lo desalentó y su desaliento le llevó a la cólera que después descargó con toda furia contra sus propios compatriotas, convirtiéndose en el verdugo de su pueblo.

La estrategia para la victoria es no confundir apariencia con la realidad, sino ver la situación general más claro que el enemigo. La tarea del estratega militar es clarificar la situación tratando de percibir todo lo que se encuentra a su alrededor, a ver las cosas tal como son y pueden ser, no como quisiera que fueran; ser engañado por la apariencia es incompetencia.

El mayor infortunio al que se enfrentó el mariscal López es haber perdido la iniciativa al malograrse sus campañas ofensivas. A partir de estos reveses fue forzado a reaccionar a lo que Mitre le proponía. López se lanzó en una dirección que no era la correcta, cada vez que una operación sale mal, en primer término, es propio de él culpar a otro en vez de atribuir a su plan estratégico inspirado por él, y con exceso de “sabiduría” lo mandó ejecutar; en segundo término, el objetivo que se proponía conquistar no concordaba con los medios que él contaba ni podía contar. Estos prueban de modo categórico, que López fue el agente de todos los males que pasó la nación paraguaya en aquel lustro terrible que él provocó voluntariamente. Con más prudencia y mayor visión, podía haber evitado el desastre.

Sección 4. La superioridad numérica

Los ejércitos que parecen poderosos tienden a ser predecibles. Cuando sufre algún revés propenden a acumular más de lo que ya tienen. La historia ha demostrado que no es contando con más medio se garantiza la victoria, sino cómo se lo emplea (Aníbal en la batalla de Cannas[6] y Estigarribia en Campo Vía y El Carmen-Yrendagüe). El general en jefe con un ejército inferior en efectivo y en calidad de armamentos suele tener ingenio para improvisar, lo que se conoce por espíritu inventivo. Con creatividad se puede compensar las ventajas del enemigo que suele confiar demasiado en su superioridad. La clave es emplear adecuadamente los recursos disponibles. Lo contrario hacía el mariscal López, que despilfarraba sus limitados recursos en operaciones chapuceras (Isla Cabrita, Estero bellaco, Jataity Korá, Tujutî, etc). Si ambos ejércitos son iguales, asegurar más armamentos, más efectivo y logística importa menos que emplear acertadamente lo que se dispone.

La guerra es una lucha entre dos ejércitos que tratan de imponerse sobre el otro. Un general podría diseñar el mejor plan para lograr el objetivo político del gobierno, pero si no cuenta con los medios para cumplirlo, su plan es inservible. Así pues, los generales prudentes han empezado en confrontar el potencial de guerra de su país con el del enemigo para apreciar los medios con que cuenta y obtener informaciones sobre la capacidad de su fuerza militar; y con estos instrumentos delinear su estrategia y sus campañas.

El mariscal López, cuando empezó sus campañas ofensivas de Uruguayana y Corrientes, no basaba sus planes en la realidad sino en fantasía. Seguramente confiaba demasiado en sus propias habilidades y la obediencia ciega de sus tropas. Los hechos demostraron que soñar primero en lo que se quiere y tratar de encontrar después los medios para alcanzarlo, es una fórmula infalible para el fracaso. Tal vez él con la intención de economizar, empleaba sus tropas no en masa como aconseja un principio, sino por fracciones; era como el avariento, trataba lograr su objetivo con poco esfuerzo. La historia militar tiene demostrada que ejércitos han fracasados por gastar poco tan a menudo como por gastar mucho en una sola operación. Economizar no significa guardar recursos sino emplearlos adecuadamente, o sea, ni poco ni demasiado sino lo suficiente en cada operación. Solano López en la batalla de Tujutí mandó atacar con sólo 24.000 hombres y sin artillería, y mantuvo ocioso en su cuartel general de Paso Puku ocho mil hombres como su seguridad, y en Humaitá cinco mil; esto no es economía sino miseria, mortal en la guerra. Economizar medios significa buscar un punto intermedio, en el que cada operación cuente, pero sin quedar exhausto. «Economizar en exceso te desgastarás más, porque la guerra se prolongará, sus costos aumentarán, sin que puedas dar siquiera un puñetazo noqueador».[7]

Sección 5. La táctica del contraataque

Al atacar primero al Brasil e inmediatamente después a la Argentina, López limita sus opciones y se mete en problema. La paciencia en la guerra rinde beneficios ilimitados, porque permite ver oportunidades que otros no ven, como elegir el momento apropiado para llevar un sorpresivo contraataque. Un general paciente puede esperar que se produzca el momento adecuado para entrar en acción, tiene siempre ventaja sobre quienes son dominados por el vicio de la impaciencia.

Cuando un ejército comienza una operación ofensiva expone su estrategia y limita sus facultades de escoger otras opciones en caso de no tener éxito. Lo que queremos señalar es que un general en jefe precisa de mucha paciencia, y conocer el poder de la moderación para inducir al contendiente que actúe primero, lo que le dará la flexibilidad para, en el momento adecuado, emplear su reserva en un contraataque demoledor, especialmente por los flancos o retaguardia del atacante. Con la virtud de la moderación se puede sacar ventaja de la impaciencia del enemigo ansioso de acción, como una ocasión para desbaratarlo y derribarlo mediante un ardid bien hecho para engañarlo. En los momentos críticos, es indispensable mantenerse tranquilo y no pensar en la retirada; porque en toda batalla, la situación cambia constantemente y a veces inesperadamente. Por lo tanto, la paciencia ayuda a esperar el momento adecuado para lanzar la reserva en un contraataque inesperado; y de este modo, convertir la inferioridad en fortaleza y derrota en victoria. López ignoraba la función de atemorizador de la reserva con él a la cabeza y ubicada en la cercanía del campo de batalla. La mayor preocupación de todo general es descubrir la ubicación de la reserva del enemigo. Mandó atacar Estero Bellaco y Tujutî sin reserva. Mientras sus tropas se batían heroicamente y morían en estas batallas, él se mantenía cómodamente en su cuartel general de Paso Pukú -a doce kilómetros de distancia- rodeado de ocho mil hombres.

La historia militar tiene demostrada un fenómeno peculiar en la batalla, el ejército que se mantiene a la defensiva solía ganar al final. Hay varias razones sobre esto:

1) una vez que el enemigo decide atacar, queda prácticamente sin opciones; de manera entonces, el defensor puede adivinar sus intenciones y tomar medidas para neutralizarlo;

2) si el defensor logra detener el ataque enemigo, y luego lo obliga a emprender la retirada, lo deja en posición muy vulnerable, y lo peor, con las tropas exhaustas, desorganizadas y a punto del desbande. El defensor no puede hacer pasar la ocasión para lanzar un contraataque y destruir al agresor.

3) El contraataque es, de hecho, uno de los modos de la maniobra de aproximación indirecta, pues, en vez de lanzar las tropas a un ataque directo contra un enemigo fuertemente establecido en una posición defensiva, se emplea una estrategia sutil y engañosa, aprovechando la agresividad del enemigo para inducirlo a atacar con el propósito de debilitarlo primero y contraatacarlo después. El contraataque es una de las tácticas más empleadas en las batallas, y es sumamente eficaz; pero exige ser capaz de detener el ataque primero, debilitarlo y rechazarlo después, logrando equilibrarlo en poderío, para finalmente lanzar el contraataque para destruirlo.

4) Un general que ha adquirido la virtud de la paciencia, que se comporta con prudencia y comedidamente ante las circunstancias, sus opciones se multiplican. En vez de desgastarse en atacar cuyo resultado siempre es incierto, él puede ahorrar medio para el momento indicado aprovechar un error del enemigo: un hábil y prudente general ve oportunidades de contraataque donde otros sólo ven rendición o capitulación o retirada. Cerramos las consideraciones sobre el contraataque con las palabras de Napoleón: «Todo el arte de la guerra se reduce a una defensiva razonada y extremadamente circunspecta, seguida por un contraataque rápido y audaz».

Luque, 18-03-2021, FIN DE PARTE I


 

COMENTARIOS SOBRE LA GUERRA DEL PARAGUAY

(1864-1870)

¿Epopeya o destrucción?

CAPÍTULO IV. ESTRATEGIAS Y CAMPAÑAS /CONT.

(Parte II)

Sección 6. La estrategia de cambiar espacio por tiempo

En la guerra, ceder espacio a cambio de tiempo suele producir importante beneficio si se sabe aprovechar. Replegarse frente a un enemigo más poderoso no es signo de cobardía sino demostración de una actitud prudente y comedimiento ante las circunstancias. Al no aceptar batalla se gana tiempo valioso para recibir refuerzo, completar la logística en vista de una operación de gran alcance, tiempo para encontrar un terreno favorable, tiempo para obtener mejor información para esclarecer la situación general, y principalmente alejar al enemigo de su centro logístico. Por lo tanto, hay que inducir al enemigo a avanzar, el tiempo es más importante que el espacio. En vez de aceptar batalla en inferioridad de condiciones, es mejor ejecutar una constante retirada a estilo del general romano Quinto Favio ante Aníbal Aníbal Barca (general y estadista cartaginés (247-183 a. J.C.), hijo de general Amílcar Barca. Desencadenó la segunda guerra púnica al atacar Sagunto aliada de Roma (219). Partió con su ejército de España y llegó a Italia atravesando los Pirineos y los Alpes, venció a los romanos en Trasimeno (217) y Cannas (216), pero no pudo tomar Roma. En Cannas inauguró la táctica que hasta hoy se emplea: ataque frontal con la infantería y doble envolvimiento con la caballería; Kutuzoff ante Napoleón (Mijail Kutúzov mariscal de campo ruso (1745-1813), luchó contra los turcos en 1788 y 1809, en Austerlitz (1805) y dirigió victoriosamente las fuerzas que se enfrentaron a Napoleón en Rusia en 1812); y Estigarribia ante David Toro (guerra del Chaco, 1932-1935, batalla Yrendagüe-Pikuiva). La retirada constante pone furioso al enemigo y empezará a cometer errores, momento para sorprenderlo con un ataque fulminante y destructivo. Después, la historia lo recordará al temerario agresor como imprudente y al otro de sabio estratega. A veces se puede lograr más sabiendo esperar el momento adecuado. Si se deja que el enemigo avance y va tomando territorios, confíe que llegará el momento para retomar la iniciativa y hacerlo retroceder. La decisión de emprender la retirada ante un enemigo muy superior, no muestra debilidad sino prudencia; es la culminación de la sabiduría estratégica.

El mariscal López no debió aceptar batalla en la campaña de Villeta, sino al enterarse que Caxias mandaba abrir camino por el Chaco para salir a su retaguardia, antes que exponer su segundo ejército a la destrucción, tal como sucedió, debió emprender la retirada para La Cordillera donde el terreno era más favorable para la defensa. A un enemigo agresivo e impaciente le exaspera la retirada del contendiente; por lo tanto, hay que perseverar en el movimiento retrógrado, manteniéndose equilibrado. El tiempo favorece al que practica la virtud de la paciencia, porque no se distrae en batallas inútiles.

El mariscal López con su lema de “vencer o morir todo” y nunca retroceder, hizo todo lo contrario a lo que aconseja los principios de conducción cuando el ejército es forzado a emprender la retirada, dejando su posición para buscar un terreno más apropiado para la defensa y ganar tiempo;en esto no hay nada que censurar. Cuando se espera el ataque de un enemigo muy superior, a sabiendas que sería inútil resistir en la actual posición defensiva, una retirada en orden es el único procedimiento correcto, ya que salvaría al ejército de la derrota y la destrucción. No es prueba ni de heroísmo ni de valor aceptar batalla sin esperanza de victoria ni ignorando la grave situación. La destrucción del segundo improvisado ejército de López de catorce mil soldados con baja moral y poder combativo en la campaña de Villeta, fue seguida por sendas derrotas en las batallas de Pirivevýi y Acosta Ñu, todas ellas evitables.

Los mayores peligros en la guerra es el descuido y la sorpresa, no tomar medida contra lo inesperado es incompetencia y dejarse sorprender es impericia militar, porque el enemigo suele hacer lo que menos se espera que haga: Mitre nunca actuó como Solano López esperaba. El desembarco aliado en territorio paraguayo fue ejecutado, no como López pensaba que se iba a realizar en Itapiru o Paso de Patria, sino fue en la ribera izquierda del río Paraguay, a tres kilómetros de Tres Bocas donde la fuerza aliada en cuatro horas desembarcó veinte hombres en dos sucesivas oleadas, sin recibir un solo tiro de fusil. Esta maniobra de Mitre lo sorprendió totalmente al mariscal López que le obligó a una precipitada retirada. La situación se presenta mala para el ejército paraguayo. En estrategia, esta discrepancia en lo que López quiere que pase y lo que pasa se llama desavenencia.

Sección 7. El centro de gravedad

Toda persona, familia, sociedad, fuerza militar y Estado tienen una fuente de poder de la que todos dependen. El centro de gravedad es aquel punto que mantiene unida a la estructura entera. En la guerra, descubrir dónde está la fuente del poder del enemigo es un imperativo categórico. Atacar y destruirlo es uno de los principales objetivos del estratega militar. Si tiene éxito, la estructura del enemigo se desploma y lo deja debilitado. Su fuente de poderío podría ser sus riqueza, hacienda y bienes, puentes, así como su campo petrolífero, flota de guerra, hidroeléctrica, fábricas de armamento y transporte, etc. Dañar su centro de gravedad o sólo amenazar, le infligirá un perjuicio de enorme proporción. Descubrir lo que más aprecia el enemigo y con celo la protege, ese es el objetivo estratégico que hay que atacar. En otras palabras, golpear al enemigo allí donde más le duele es la máxima estrategia de la guerra. En la guerra del Chaco (1932-1935) Estigarribia mandó un destacamento hacia Camiri, amenazando la zona petrolífera de Bolivia. Tal como predecía, la operación desconcertó al comando boliviano que apresuradamente saca importante tropa de Ballivián, formando un cuerpo de ejército de 12.000 hombres y puso bajo el mando del coronel David Toro con la misión de proteger la zona petrolífera y destruir el destacamento paraguayo. Con su poderosa fuerza, Toro obliga al destacamento paraguayo a la retirada y lo persigue hasta Pikuiva, donde la vanguardia de Toro fue detenida, quedando su retaguardia en Yrendagüe. En esta posición fue destruida el cuerpo de ejército bajo el mando de Toro.

Un ejemplo de la guerra del Chaco (1932-1935). Con una genial maniobra de aproximación indirecta, Estigarribia el Grande buscaba lograr dos propósitos: 1) Tomar el Carmen defendida por una división; y luego avanzar hasta el río Pilcomayo. 2) Debilitar la poderosa fuerza boliviana que ocupaba Ballivián, para despejar el camino hacia Villamontes. Estigarribia da al coronel Rafael Franco la misión siguiente: ejecutar una finta hacia Camiri, amenazando la zona petrolífera de Bolivia. Esta operación sorpresiva dejó trastornado al comando boliviano que le hizo cometer graves errores que Estigarribia los aprovechó acertada y útilmente. Conforme la orden de operaciones de Estigarribia, cuando el comando boliviano reúne fuerza importante para intentar su destrucción, Franco debía empezar una lenta retirada, incitando al vanidoso coronel David Toro a la persecución. Tres veces fue cercado el destacamento Franco por el enemigo, y las tres veces escapó entero. Con esta operación, Estigarribia logra que el comando boliviano sacara importantes tropas de Ballivián, para reforzar el cuerpo de ejército al mando del coronel David Toro, que alcanzó a contar con doce mil hombres. Con esta fuerza se proponía la destrucción de la columna paraguaya para luego avanzar en dirección a Yrendagüe-Pikuiva-Camacho, y de este último lugar intimar rendición a Estigarribia. El destacamento de Franco con el enemigo mordiéndole los cuartos traseros, pasa por Yrendagüe y llega a Pikuiva, donde se encontraba el grueso de su cuerpo de ejército, y en donde detuvo el avance del impetuoso coronel David Toro, cuyo cuerpo de ejército quedó desplegado con la vanguardia en Pikuiva y la retaguardia en Yrendagüe donde había un pozo con suficiente agua para abastecer a todas las tropas bolivianas. Con esto se cumplía las predicciones de Estigarribia. La situación creada con antelación por él, estaba a punto para llevar a cabo su plan minuciosamente preparado como era su costumbre; la planificación de una campaña era para él una obra de arte.

Estigarribia, que seguía atentamente la operación, y cuando el enemigo se detiene en Pikuiva, con extraordinaria perspicacia y rápido como el rayo aprovechó la ocasión creada por él mismo: ordenó al comandante de la 8ª división de infantería, coronel Eugenio A. Garay, que inmediatamente empiece una marcha por el bosque con la misión de salir a retaguardia del cuerpo de ejército boliviano y apoderarse de Yrendagüe, con el propósito de dejar sin agua al enemigo. Garay luego de una azarosa marcha de cuarenta kilómetros, aparece sorpresivamente en Yrendagüe. Esta aparición inesperada de tropas paraguayas hizo cundir la exasperación en filas de las tropas bolivianas que provocó el desbande del cuerpo de ejército de Toro. Los que no se rindieron murieron de sed. Inmediatamente Estigarribia, avanza con dos divisiones de infantería sobre El Carmen y pone cerco a dos divisiones bolivianas. Una de ellas logró escapar abandonando sus pertrechos, pero la otra se rindió. De este modo se cumplió exactamente las predicciones de Estigarribia el Grande: el ejército paraguayo removió el obstáculo para por fin llegar el río Pilcomayo, y cortar la ruta de retirada de las tropas bolivianas de Ballivián, que cayó por su propio peso. Con esta grandiosa campaña de Estigarribia el Grande, la guerra terminó cinco meses después.

Resumiendo, Estigarribia en una operación sólo de genios militares destruyó el cuerpo de ejército enemigo, tomó Yrendagüe, en El Carmen obligó a una división enemiga a rendirse y Ballivián fue tomada por el III cuerpo de ejército bajo el mando del coronel Nicolás Delgado. Resultado de la asombrosa operación: la legitimación como patrimonio del Paraguay más de doscientos mil kilómetros cuadrados de territorio; esto fue lo que Estigarribia el Grande ofreció al pueblo paraguayo en la punta de su espada. Ya lo dijo el gran maestro de la estrategia, el prusiano Karl von Clausewitz en su obra “Vom Kriege” (De la guerra), editado por Idea Books S. A. Barcelona –España en 1999, página 216: «por medio de la constante búsqueda del centro de gravedad del enemigo, corriendo el riesgo de perderlo todo con el propósito de ganarlo todo, se vencerás al enemigo».[8] Y agrega: «Un general en jefe que sabe organizar la guerra exactamente de acuerdo a sus objetivos y sus medios, los cuales no utiliza ni demasiado ni muy poco, proporciona con ello la prueba más grande de su genio. Las fuerzas espirituales y materiales son factores de suma importancia, pero lo que debería ser admirado es el cumplimiento exacto de las suposiciones. Una vez que se determina lo que la guerra podrá y tendrá que ser, entonces el camino para alcanzar esto será fácilmente encontrado; pero llevar a cabo el plan sin verse obligado a desviarse muchas veces por muchas influencias variables, requieren fuerzas de carácter, una gran claridad y firmeza mental. El plan estratégico puede y debe adaptarse conforme la operación va desarrollándose, y de acuerdo a la reacción del enemigo» (Clausewitz, “De la guerra”, página 176).  

Así queda demostrada que los impetuosos, violentos y arrogantes son particularmente fáciles de atraer a las trampas de las estrategias de envolvimiento: hacerse pasar por débil y el enemigo le atacará sin detenerse ni meditar adónde va. El comando de las fuerzas aliadas estudió primero las predecibles partes rígidas de la estrategia de Solano López y elaboraron después una estrategia ajena a la corta experiencia y de carácter impetuoso del mariscal paraguayo.

FIN DE ESTRATEGIAS Y CAMPAÑAS II

Luque, 19-03-2021

-----------------------

[1]

Napoleón e Hitler abrieron dos frentes de guerra al atacar Rusia, Japón al atacar a los EE. UU de América abrió el tercer frente de lucha del eje (Alemania, Italia y Japón); y López tres frentes, y todos sabemos cómo terminaron. 

[2]. Karl von Clausewitz “De la guerra, táctica y estrategia”. Edición de “Idea Books, S. A”, Barcelona-España, año 1999.

[3] El desembarco de las fuerzas aliadas en Normandía que duró desde el 16-06-1944 hasta el 21-08-1944. Conjunto de operaciones llevadas a cabo por las fuerzas aliadas conducidas por el general Dwight Eisenhower, que desembarcaron en la costa de Normandía y lograron romper en dos meses el frente oeste de la poderosa fuerza alemana.

[4] La excepción a esta regla es el mariscal López que no ganó ni una sola batalla ofensiva, aunque los historiadores nacionalistas le atribuyen victorias en algunas escaramuzas o encuentro de patrullas, que no son batallas. Además, no influyen en la situación general.

[5] Guerra de Vietnam. Conflicto que enfrentó de 1954 a 1975 a Vietnam del Norte y Vietnam del Sur. Tras un periodo de guerrillas marcado por la progresiva infiltración de las fuerzas norvietnamitas en el Sur el conflicto se radicalizó entre Vietnam del Norte apoyado por la U.R.S.S y China, y Vietnam del Sur apoyado desde 1962 de forma masiva por E.U.A. Un acuerdo de alto el fuego en Vietnam y Laos precedió la retirada de las fuerzas norteamericanas (1973).

[6] La batalla de Cannas (216 a. J.C.), victoria de Aníbal sobre el ejército de Roma en Apulia, región de Italia meridional. Ante la enorme superioridad numérica del invencible ejército romano, Aníbal inauguró una táctica que hasta ahora se emplea: ataque frontal con la infantería para aferrar al enemigo en el terreno, y doble envolvimiento con la caballería. Esta táctica impidió a los romanos realizar cualquier movimiento, quedando a merced de las tropas de Aníbal que no perdieron tiempo para cebarse en los vencidos.    

[7] Robert Green, “Las 33 estrategias”.



INCLUIR AQUÍ:

1) APÉNDICE 2. DEBER, HONOR, PATRIA

2) EL MARISCAL LÓPEZ UN ESTADISTA EJEMPLAR.




COMENTARIOS SOBRE LA GUERRA DEL PARAGUAY

(1864-1870)

¿Epopeya o destrucción?

CAPÍTULO V

 LA HISTORIA MILITAR Y LA BATALLA

Sección 1. El legado de la historia militar paraguaya

La batalla de Cerro Perô y capitulación en Tacuarí en 1810. Tras la declaración de la independencia de Argentina el 25 de mayo de aquel año, y como la provincia de Paraguay se negó a adherirse, la junta de Buenos Aires envió una expedición armada de 1.200 hombres, bajo el mando del general Manuel Belgrano, con la misión de obligar a la provincia por la violencia a romper con España y someterse a la junta de Buenos Aires. La noticia llegó rápido a Asunción. El gobernador Bernardo de Velasco hace un llamado a los varones aptos a alistarse para defender la provincia. Se presentaron alrededor de seis mil hombres. El 19 de enero de 1811 a las 04.00 chocaron ambos ejércitos en Cerro Peró. Las tropas paraguayas conducida por el gobernador Bernardo de Velasco, en el primer choque emprendieron una precipitada huida; pero el primero en fugarse fue el gobernador que dejó a sus tropas sin conductor. Los vencedores ocupan Paraguarí, y mientras celebraban la fácil victoria, los coroneles Cabañas y Gamarra con sendas divisiones, en un movimiento de pinza, pusieron cerco a las tropas de Belgrano. Cerca del mediodía Belgrano logra salir del cerco y emprende la retirada y se dirige hacia el lugar de donde vinieron. En tanto los paraguayos quedan como señor del campo de batalla. Belgrano fue perseguido y alcanzado en Tacuarí, orilla del río Paraná. Cercado en el lugar, capitula ante Cabañas y Gamarra. La negociación concluye del modo siguiente: Cabañas autoriza al general Belgrano abandonar territorio paraguayo con su ejército con todos los honores.

Desde la batalla de Paraguarí los paraguayos se habían

acostumbrados a considerar presas fáciles a los argentinos, incluido los brasileros, sin considerar las experiencias de guerra con el Brasil ni las numerosas guerras civiles de esos dos países. Los paraguayos acabaron contemplando, especialmente a los porteños como personas arrogantes y blandas, cuyos tonos de voces sonaban a los oídos de los paraguayos como risible. Pero las opiniones negativas sobre el carácter de los argentinos y la exaltación del temple de los paraguayos son solo instrumento artificioso manejado por el mariscal paraguayo. Quizá por ello, en la guerra de 1864-1870, el ejército paraguayo quedó destrozado en la primera operación que López emprendió contra ambos países.

El mariscal López desde que tomó el poder en 1862, posiblemente

ya antes, lanzó miradas codiciosas hacia el norte, sureste y el sur. Apeló a los ejemplos de los héroes de Paraguarí y Tacuarí para sostener que los argentinos y brasileros eran vulnerables, y finalmente dio inicio a su cruzada con el apresamiento del barco brasilero “Marqués de Olinda” en el río Paraguay el 12 de noviembre de 1864. Este acto va en contra del derecho de gentes porque el río ya era libre para barcos de todos los países. Es más, el mismo Solano López, en su carácter de plenipotenciario del gobierno paraguayo, firmó con el plenipotenciario brasilero José María da Silva Paranhos un tratado en 1859, que declaraba libre la navegación del río Paraguay para todos los barcos brasileros, incluyendo hasta tres buques de guerra.

El mariscal López como hombre de acción, se siente

estimulado en sus ambiciones de conquistas por el modo cómo su ejército recibía sus encendidas arengas, y clasificaban a los argentinos como el polo opuesto de los vigorosos paraguayos. Desde su punto de vista, los logrados en la batalla de Paraguarí constituía la prueba de la superioridad combativa de los paraguayos y la debilidad de los argentinos, extensivo a los brasileros, y sostuvo, en función de diferentes proyectos, que ambos no tendrían el valor de enfrentarse a su ejército cuando lo vea avanzar sobre sus territorios, sino que, tanto don Pedro II y Mitre se apresurarían a expresarle que sólo él podría poner orden y paz en la región, tal como estaba haciendo en Paraguay. Esto era lo que se agitaba en su “Sueño de una noche de verano” (título de una de las obras de W. Shakespeare). Pero la realidad es otra cosa, porque es posible saber cuándo puede empezar una guerra; sin embargo, es casi imposible saber cuándo ni cómo puede terminar. «La guerra es cosa seria, y asombra cómo los gobiernos la emprenden con tanta facilidad», decía Sun-Tzu.

Solano López, codicioso y arrogante, señor divinizado por

un pueblo que se acostumbró a vivir en el terror y en una completa sumisión, al tomar el poder forma una alianza con el gobierno del Partido Blanco uruguayo, en vista a su utópico plan de conquista. De este modo comienza a incursionar en los asuntos internos de los países de la región.  

Los argentinos y brasileros, en aquella época, ya disfrutaban

de la libertad de palabra y participación voluntaria en igualdad de derechos en la vida política. Esquilo sugiere que este hecho tiene ventajas militares: «los esclavos empujados a luchar por el miedo al dictador y por ello mismo carecen de iniciativa, se comportarán peor en los combates que los ciudadanos que viven en libertad». Desde la independencia los paraguayos fueron condenados a ser gobernado por déspotas, mientras que la forma de vida de los argentinos y brasileros prosperaban en derecho, libertad ciudadana y prensa libre. Heródoto se mostró de acuerdo con Esquilo en que «los súbditos de los reyes y dictadores son más endebles porque no luchan para sí ni por la patria, sino para enriquecer y engrandecer a sus amos, y los monarcas persas tienden a ser arrogantes». Dice Píndaro, «la costumbre es la reina de todas las cosas». Heródoto habría estado de acuerdo con Esquilo en que la vida bajo un dictador absoluto contribuye al servilismo. Esta opinión –podemos suponer- condiciona la percepción paraguaya de los “Otros”. Sin la menor duda, el servilismo y la obsequiosidad constituían un mecanismo de supervivencia de los paraguayos durante las terribles dictaduras del Dr. Francia y los López.

----------------------------------

                                                  

NOTAS:

Esquilo (525-456 a. J.C.) poeta trágico griego es considerado

como el padre de la tragedia griega. Por sus obras, inspiradas en leyendas tebanas y antiguas: “Las suplicantes, Siete contra Tebas, Prometeo encadenado, Los persas” lo consagró como el creador de la tragedia antigua. (Esquilo, tragedias completas”. Editado por Gradifco SRL, Buenos Aires-Argentina, 2007).

Heródoto, historiador griego (484-420 a. J.C.). Traba amistad con Pericles y Sófocles en Atenas.

Píndaro, poeta griego de mucha fama (518-438 a. J.C.).

Robin

Waterfield “La retirada de Jenofonte”, Editorial Gredos S. A., 2009. Madrid.

Sección 2. La batalla

El objetivo sólo puede alcanzarse mediante operaciones

ofensivas combinadas con la astucia y el engaño. Mediante ello se debe aniquilar la resistencia moral del enemigo. En el teatro de operaciones y en los campos de batalla, no es posible ser en todas partes igualmente fuertes. La conducción más capaz se caracteriza por la creación en el lugar decisivo de una superioridad en hombres y en medios materiales frente al enemigo. En otras partes, con frecuencia son suficientes fuerzas más débiles con el solo propósito de aferrar al enemigo al terreno para impedir que sea llevado para reforzar la defensa donde se está llevando el ataque principal. Pero la sola cantidad mayor o la mera reunión de fuerzas y medios superiores no garantizan el éxito, se requiere que los batallones de infantería empeñadas en un frente sean llevadas a una estrecha cooperación y conducidas en una misma dirección y sobre un solo objetivo. Para lograr esa acción armónica deben considerarse las características del soldado y tener en cuenta su adiestramiento, eficiencia y nivel moral: alta o baja.

Todo oficial debe tener siempre presente que las tropas

no es una pieza de ajedrez, sino un organismo viviente con todas sus energías, sus virtudes y debilidades; porque la extensión del campo de batalla y la lucha en gran dispersión requiere combatientes individuales que piensen y obren con independencia y cumplan sus tareas integrando pequeñas unidades. Se plantea extraordinarias exigencias a sus fuerzas espirituales y físicas. Por tal motivo, y a pesar de todas las técnicas y adelantos que brindan la ciencia y la tecnología, sigue siendo decisivo el valor del hombre. La preocupación por el hombre es la primera tarea de todo oficial.

En todas las situaciones es necesario reflexionar

anticipadamente con la visión de conjunto y ser claros y sencillos al transmitir la misión, así como tenaces en su ejecución. A los subalternos deben impartirse misión clara, dejándoles, sin embargo, amplia libertad de acción en cuanto a la forma de su cumplimiento, o sea, el cómo. La misión sencilla siempre es comprendida con rapidez y cumplida en forma segura, pues, en la vida y en la guerra por lo común sólo lo sencillo conduce al éxito. De manera entonces, las bases del éxito son la rapidez en el ataque, combinada con un adecuado dispositivo de combate, un buen aprovechamiento del terreno y una estrecha coordinación del fuego y movimiento. En toda circunstancia se debe procurar sorprender al enemigo y evitar ser sorprendido, así como estar pronto a responder sin pérdida de tiempo a cualquier cambio de situación. Sun-tzu escribió: «desplázate cuando te convenga y crea cambios de situación mediante la dispersión o la concentración de fuerzas. En campaña ha de moverse de prisa. Si avanza en pequeñas etapas, desplázate rápido como el rayo» (“El arte de la guerra”, siglo IV a. C.

La situación en el campo de batalla cambia con frecuencia

y a veces repentinamente. En el curso de la lucha se presentan siempre circunstancias imprevistas y surgen dificultades inesperadas. Toda batalla tiene crisis e implica un alto riesgo, sólo una unidad bien cohesionada que se basa en la inquebrantable mutua confianza entre los oficiales y las tropas estará a la altura de lo que la nación espera de su ejército.

Preparar soldados capaces de imponerse al enemigo por medio del fuego y movimiento,

soportando con valor y abnegación el peso del combate, sufriendo los más grandes sacrificios y animados por un espíritu de continuo empuje que lo hace avanzar siempre hasta vencer la última resistencia del enemigo. Por ello es indispensable cultivar en el soldado su natural instinto para la ofensiva; sus acciones deben estar dominadas por un solo pensamiento: avanzar contra el enemigo, cueste lo que cueste, porque vencer es avanzar. Esto exige un alto valor por parte de las tropas, consolidarlo y acrecentarlo constituye la tarea esencial de la instrucción en tiempo de paz. Tropas bien adiestradas y de alta moral, tiene probabilidades de éxito hasta en difíciles condiciones, y aun contra un enemigo numéricamente superior.

Es así como se forman los soldados que en la hora de

peligro conservan el valor y la fuerza de resolución, arrastrando tras sí a los más débiles hacia las acciones más audaces. Que estas consideraciones sean acertadas o erróneas en definitiva es cosa de poca importancia comparada con la conveniencia de que los oficiales se acostumbren a considerar estos asuntos conforme a líneas de pensamiento adecuado, y con los medios de expresión que son propios; es decir, con los principios y la terminología correcta.

La función principal de las instituciones militares es formar oficiales y perfeccionarlos

para ser conscientes de que quitando a su

familia un número tan grande de jóvenes, estos deben estar en manos de instructores dispuestos a comprenderlos, a tratarlos con humanidad, a exigirle obra de hombres; es decir, un trabajo de inteligencia y de iniciativa en la cual su personalidad habrá de tenerse en cuenta. La meta primaria en la guerra es introducir rapidez y movilidad en la estructura del ejército; es decir, motivar a los soldados, produciendo un espíritu de cuerpo general que les dé un impulso irresistible.

Luque, sábado 20-03-2021

COMENTARIOS SOBRE LA GUERRA DEL PARAGUAY (1864-1870)

¿Epopeya o destrucción?

CAPÍTULO VI

CLAVE PARA ENTENDER LA GUERRA

(Parte I)

En este capítulo daremos -por su importancia fundamental- una idea general que puede ayudar al lector a interpretar apropiadamente la historia de una guerra. Para que así sea, es preciso tener una opinión sobre algunos conceptos bastante fáciles de entender, que enseguida pasamos a desarrollar.

Sección 1. Potencial de guerra de las naciones.

Potencial de guerra es la capacidad de una nación para incrementar su fuerza armada en caso de necesidad. Queremos significar solamente el poder militar potencial, o sea, potencia de la que se puede disponer o que sólo existe en potencia: es decir, que puede producirse o ser producido; es simplemente un término colectivo que indica todos los elementos de significación de la potencia militar, menos las fuerzas armadas permanentes.

En cuanto a la proporción entre la fuerza militar permanente y el potencial de guerra de las naciones es diferente de un país a otro, y dentro de cada país, ha de variar según las circunstancias. Cuando la paz parece asegurada, la fuerza movilizada de una nación puede ser pequeña en comparación de su potencial de guerra. Un buen ejemplo es Brasil en 1864, apenas contaba con 17.000 hombres.

La potencia militar lista depende:

1) de la importancia de los objetivos existentes para cuya consecución el poder militar es un medio;

2) de estimar y valorar aproximadamente la magnitud de los recursos militares necesarios para lograr esos objetivos.

La rapidez de incrementar aceleradamente el poder militar frente a la necesidad, está subordinada:

1) de la facilidad con la cual los recursos humanos y los medios de producción puedan quedar liberados de su anterior empleo. En cuanto a este último, se refiere a la conversión de las industria y metalurgia para producir materiales de guerra.

2) de la facilidad con la cual las fuerzas armadas ya existentes puedan incorporar gran cantidad de hombres y materiales para amalgamarlos en una eficiente organización de combate. Resulta evidente que mientras mayor sea la fuerza existente, tanto más grande será su capacidad para una rápida expansión y despliegue. La superioridad en hombres y materiales es difícil de batir en una guerra prolongada.

3) En cuanto a transporte, el gobierno del Estado debería estimular a las empresas de ómnibus de pasajeros de gran capacidad, destinados al transporte público dentro y entre las ciudades a adquirirlos conforme un diseño recomendado por el ministerio de Defensa Nacional, con el propósito de ser transformados fácilmente para transporte de tropas.

Las consecuencias de la destrucción de la improvisada flota de guerra paraguaya en la batalla fluvial de Riachuelo (cerca de la ciudad de Corrientes) el 11 de junio de 1865, fueron:

1) el cuerpo de ejército de 25.000 hombres, reforzado después con 5.000 más, bajo el mando del general Wenceslao Robles primero, y después de ser destituido y fusilado, el mando queda a cargo del general Francisco Isidoro ResquÍn, se hallaba acampado en Goya, provincia de Corrientes, quedó aislado, pues perdió el control de la ruta de abastecimiento y línea de retirada.

2) la corriente de tropas y abastecimientos del enemigo podían llegar a Paraguay por vía fluvial en grandes volúmenes;

3) el ejército paraguayo perdiógran parte de su transporte de personal y logística;

4) López estaba condenado a una inevitable derrota en todo lugar accesible a la poderosa escuadra brasilera. Para resolver esta cuestión, López levantó un plan digno de él: intentó dos veces tomar al abordaje en canoas algunos buques de guerras brasileros, pasando las tropas de las canoas a los buques abordados. Desgraciadamente, olvidaron llevar elementos como escaleras, sogas con ganchos y armas a propósito para embestir al enemigo y tomar un par de buques de guerra. Esta temeraria operación que raya lo grotesco ni Francis Drake (1540-1596), famoso pirata inglés, ni siquiera habrá pensado.    

El cambio en la situación militar se produjo después que el Paraguay quedó muy atrás de los aliados en la disponibilidad de personal militar bien adiestrado. De estas apreciaciones emerge el agobiante peso que ejerce sobre el campo de batalla la masa de material humano y de pertrechos del enemigo. Sin duda, los factores cualitativos y cuantitativos no dejaron de tener importancia. Es incuestionable que la abrumadora importancia de la cantidad de personal y de material en la potencia movilizada es el resultado del potencial de guerra de los contendientes. De este modo llegamos a la conclusión que el poder de la fuerza militar descansa como siempre ha sido, en un cierto número de elementos constitutivos, principalmente en lo económico.

No obstante, la historia militar guarda numerosos ejemplos que las relativas pequeñas diferencias en cantidad de hombres y calidad de materiales de guerra pueden quedar prontamente compensadas por el ataque sorpresivo, la alta moral, la organización militar, la estrategia y la táctica correctas.

Abajo presentamos una lista de algunos componentes del potencial de guerra:

1) cantidad y calidad de la población, y apoyo del pueblo. Calidad de los habitantes en cuanto a educación primaria, secundaria y terciaria; así como salud pública, justicia, empleo con salario digno, etc.;

2) materias primas disponibles;

3) desarrollo económico, industrial y tecnológico;

4) capacidad financiera;

5) estabilidad política;

6) geografía, especialmente extensión del territorio;

7) recursos naturales y capacidad industrial;

8) cantidad y calidad de los reservistas;

9) preparación militar, y calidad de la logística de la fuerza militar;

10) carácter nacional;

11) moral nacional;

12) calidad de la diplomacia;

13) inversiones de capital;

14) ciencia, tecnología e investigación;

15) riquezas;

16) unidad nacional y cohesión;

17) prestigio en el exterior;

18) calidad de las relaciones con otros países, especialmente con los vecinos;

19) nivel cultural;

20) clases de las fronteras: ríos, montañas, llanuras;

21) fertilidad de la tierra y riqueza mineral;

22) desarrollo del comercio y de los transportes;

23) Calidad y cantidad de armamentos;

24) Vías y medios de transporte para acercar remplazos de personal y logística al teatro de operaciones;

25) Capacidad para producir materiales de guerra.

Los determinantes de la potencialidad militar podemos clasificar en tres amplias categorías:

1) capacidad económica. Refleja la cantidad y estructura de la población; las dimensiones del territorio nacional con sus tierras, aguas y recursos naturales; la productividad económica de sus manos de obra, y por medio de dicha productividad el punto alcanzado en su desarrollo económico y tecnológico.

2) Competencia gubernamental en tiempo de guerra. El gobierno debe determinar la cantidad y composición de una gran proporción de los productos que han de producirse, y de los servicios que han de prestarse. La eficiencia en el empleo de los recursos humanos y materiales depende de la capacidad administrativa, por ejemplo, de la habilidad con que el gobierno emplea en la utilización de los recursos humanos para la industria y para proveer reemplazos aptos al ejército, y de otros recursos, sacando de ellos el máximo rendimiento.

3) Motivación para la guerra. Determina en parte la proporción de la capacidad económica de la nación que, en la eventualidad de una guerra habrá de quedar disponible a los fines de producir poder militar, así como la eficiencia con que han de emplear dichos recursos. La motivación para la guerra es elevada en contraste con la baja, dependiendo que la configuración de varias motivaciones importantes sea más o menos apropiada para un intenso esfuerzo de guerra. El apoyo de la prensa es fundamental.

Veamos el potencial de guerra del Paraguay confrontado sólo con el Brasil. Esto es indispensable para concluir si es posible ganar la guerra.  

a) Habitantes: Paraguay 450.000, y el Brasil 10.000.000 (sin contar los de color);

b) Valor comercial (exportaciones e importaciones, en libras esterlinas): Paraguay: 560.400, Brasil: 24.000.000 (Diego Abente Brun);

c) Ingresos fiscales (L. Esterlinas): Paraguay: 314.000, y Brasil: 4.400.000 (Diego Abente Brun);

d) Endeudamiento externo, Brasil: Libras esterlinas, 24.000.000 con interés de 8,33 % anual), Paraguay 0 (cero). (Juan Carlos Herken y Ma. Isabel Giménez de Herken);

Una de las causas del fracaso de López es el sentimiento de que el Paraguay -muy inferior en potencial de guerra-, había despreciado la enorme superioridad del Brasil y la Argentina en potencial de guerra.

FUENTE: “Potencial de guerra de las naciones” de Klaus Knorr, publicado en la obra de Cirilo Cáceres Carísimo “La guerra, macro síntesis”, capítulo 17, Pág. 208. Editora Litocolor, Asunción-Paraguay, año 1982.  

Sección 2. El objetivo político

Consiste en la misión que el presidente de la república da al general en jefe. Ejemplos: la misión que recibió el general en jefe del ejército aliado Dwight Eisenhower en la Segunda Guerra Mundial fue «Penetrar en el corazón de Europa y destruir las fuerzas armadas de Alemania». La misión que recibió Estigarribia del presidente de la república, Dr. Eusebio Ayala, era «expulsar a los bolivianos del Chaco paraguayo». La misión que el mariscal López se dio a sí mismo consistía: «invadir la provincia brasilera de Río Grande del Sur, penetrar en el Uruguay, expulsar a las tropas brasileras, reponer en el Gobierno a su aliado, el Partido Blanco, y ser reconocido como el señor del Río de la Plata». Como vemos, en la guerra se lucha para obtener algo específico: territorio, curso de agua, proteger a los connacionales que residen en otro país, liberar a un país de un tirano, apoyar a un país cuyo territorio ha sido invadido por otro, etc. En ninguna parte se encuentra que la guerra se hace por el honor nacional.  

Sección 3. La batalla decisiva

En la batalla decisiva los ejércitos contendientes emplean su máximo poderío. El que sale victorioso de ella, asegura ganar la guerra, y el que pierde ya no tiene posibilidad de recuperarse, excepto cuando recibe ayuda de un país vecino. La batalla decisiva en la guerra del Chaco fue la campaña de “El Carmen” (una finta hecha a la zona petrolífera boliviana, y las batallas de El Carmen y Yrendagüe; y en la guerra de la Triple Alianza, las campañas ofensivas de Uruguayana y Corrientes, incluida la derrota en la batalla fluvial de Riachuelo.

Al perder la batalla decisiva, un gobierno prudente acepta las condiciones del vencedor; porque está demostrado que ya no se puede ganar la guerra. Sin embargo, continuar la lucha es hacer lo que hizo el mariscal López: un inútil desperdicio de vidas humanas y bienes materiales del país. El derrotado, en la batalla decisiva se halla aún en condiciones de negociar, respaldado por una fuerza militar todavía importante y capaz de causar al enemigo serios daños e impedir que el vencedor abuse de su triunfo. Entonces, un tratado de conveniencia mutua con el enemigo es la mejor estrategia. Max Weber sentencia la cuestión de este modo: «ponerse a buscar después de perder la guerra quienes son los culpables, es cosa propia de viejas. La actitud sobria y viril es la de decir al enemigo: “hemos perdido la guerra, la habéis ganado vosotros. Esto es ya cosa resuelta. Hablemos ahora de las consecuencias que hay que sacar de este hecho respecto a los intereses materiales que estaban en juego y respecto de la responsabilidad hacia el futuro, que es lo principal y que incumbe sobre todo al vencedor. Todo lo que no sea esto es indigno y se paga antes o después. Una nación perdona noblemente el daño que se hace a sus intereses, pero no el que se hace a su honor”», tal como lo hizo López al ofender a las naciones brasilera y argentina al invadir sus territorios y humillar a sus pueblos. Perdida la batalla decisiva, un jefe de Estado patriota y prudente no permite que muera un solo soldado más en vana lucha.

-----------------

NOTA: Max Weber; economista y sociólogo alemán (1864-1920), “El político y el científico”, editorial Altaya, Barcelona-España 1998, Pág. 158.

Luque, 22-03-2021


COMENTARIOS SOBRE LA GUERRA DEL PARAGUAY

(1864-1870)

¿Epopeya o destrucción?

CAPÍTULO VI. CLAVE PARA ENTENDER LA GUERRA/ CONT.

Parte II

Sección 4. Condiciones para ganar la guerra.

La historia militar tiene demostrada de modo categórico que no basta contar con un ejército conformado por muchos hombres como lo era el ejército de Solano López, sino que es indispensable que el país cuente con suficiente potencial de guerra para mantener el poderío de la fuerza militar hasta el fin de la guerra. Además, es necesario contar con una diplomacia eficiente, con generales y jefes idóneos, que las tropas de invasiones exhiban riqueza en cuanto a armamentos y logística ante los potenciales aliados y los pueblos ocupados, de modo que deseen ser nuestro amigo y teman ser nuestro enemigo.

Es doloroso decir, pero es necesario señalar, que las tropas paraguayas que invadieron las provincias brasileras de Mato Grosso y Río Grande del Sur, y la de argentina Corrientes, sólo mostraban pobreza; pues, tanto oficiales como soldados iban descalzo, cuando por aquella época ya era desconocido en el Río de la Plata andar con los pies desnudos; ya se estaba próximo al invierno, (mes de mayo); sin embargo, las tropas paraguayas aún vestían uniforme de verano, tampoco llevaban frazadas ni recibían suministro de alimentos desde Paraguay. Consecuentemente, las tropas paraguayas estaban forzadas a sobrevivir a costa de las poblaciones ocupadas, o sea, del saqueo. Lo peor, los fusiles eran obsoletos y los caños muy poco y anticuados. Estas debilidades del ejército paraguayo no escaparon a las perspicaces miradas de las autoridades de Corrientes, Entre Ríos y el Uruguay que inmediatamente le dieron las espaldas al mariscal López, dejándolo solo para vérsela con el Brasil y la Argentina.

En cuanto a la conducción, podemos decir que un general en jefe idóneo, patriota, equilibrado, concienzudo y con visión de futuro cuida la vida de sus tropas, no sólo para ganar batalla, sino también piensa que cada joven oficial, sargento o soldado muerto es para la patria una esperanza tronchada en flor. Sin embargo, el mariscal López despilfarraba sus soldados en misiones con pocas posibilidades de triunfo; porque los medios que adjudicaba para cada operación siempre eran muy inferiores al objetivo que pensaba conquistar. Es por ello que las tropas paraguayas, a pesar de luchar en cada batalla como nunca, salían derrotadas como siempre. Mandar a la muerte a tropas tan valientes, tan disciplinadas, tan dóciles y estoicas no es valentía que es hija de la prudencia, sino temeridad que es hija de la insensatez. Porque los rasgos de valor de un general que, a pesar de buscar la conquista de un objetivo táctico provechoso, pero con medios insuficientes resulta insensato, y el general que hace eso debe ser considerado de irresponsable e incluso calificado de perverso. Pues, ante el testimonio abrumador de la historia, ningún general tiene derecho a lanzar sus tropas en un ataque directo contra un enemigo fuertemente establecido en una posición de defensa como era Tujutî.

Sección 5. La batalla de Tujutî y sus consecuencias

Tujutî estaba defendida por 32.000 hombres, apoyado por una magnífica artillería y protegida por obstáculos naturales (bosque y estero); y artificiales (obstáculos construidos por ingenieros militares). Es oportuno señalar aquí, que en el efectivo del enemigo se puede incluir las tropas ubicadas en otros lugares, si se estima que pueden llegar a tiempo para participar en la batalla, de lo contrario no se cuenta. La fuerza aliada en aquel momento contaba con 45.000 hombres repartidos en la zona de Corrales como seguridad, y el resto acampado en las proximidades de la ciudad de Corrientes como reserva estratégica, más el personal administrativo, de logística y tropas de reemplazo. 

Hay un principio que rige la conducta de todo comandante: «Para atacar una posición defensiva del enemigo, hay que asegurarse una superioridad numérica de 3 a 1, y un buen apoyo de artillería». Conforme esta norma fundamental, para tener posibilidades de éxito, López necesitaba contar con 96.000 hombres, así como un buen apoyo de artillería para debilitar la defensa del enemigo antes de lanzar sus infantería y caballería. Sin embargo, en una decisión temeraria e irresponsable, ordenó el ataque ¡con solo 24.000 hombres y sin artillería! Esto es inaudito, esto es cosa de chapucero, esto es como mandar a los compatriotas intencionadamente a la muerte. Juzgado por esta batalla y la de Riachuelo, además de sus campañas ofensivas de Uruguayana y Corrientes, y la defensiva de Villeta y Cordillera, son testimonios irrefutables para condenar al mariscal López por su incompetencia como general en jefe.

Luego de las desastrosas campañas de Uruguayana y Corrientes, donde López perdió casi 20.000 de sus mejores soldados contra 400 del enemigo; más el temerario ataque con flota mercante improvisada de guerra, a la escuadra brasilera compuesta por buques de guerra en Riachuelo, cerca de la ciudad argentina de Corrientes, dejando al único buque de guerra paraguayo, el “Tacuarí”, seriamente averiado, y al ejército casi sin transporte fluvial. Ante la circunstancia, que mostraba la debilidad económica, demográfica y militar del país; sin embargo, el ejército paraguayo se preparó para impedir la consiguiente represalia -invasión del territorio paraguayo- del enemigo en el teatro de operaciones de Humaitá, donde acabamos de ver cómo el resto de nuestro primer ejército fue aniquilado en Tujutî. Después de estos grandes desastres, vino otra acción infeliz y lamentable en la campaña de Villeta, donde nuestro improvisado segundo ejército compuesto de niños, ancianos, convalecientes, y las guarniciones que vigilaban a los habitantes de los pueblos, se completa un cuerpo de ejército de catorce mil soldados, fue totalmente destruido, sucesivamente, en las batallas de Ytororõ, Avay, Pikysyry, Lomas Valentinas, más la capitulación de Angostura. Este lugar está ubicado en un promontorio en la desembocadura del arroyo Pikysyry al Paraguay. Allí el mariscal López había mandado construir una fortaleza de mil metros de largo, siguiendo la barranca del río. Contaba con una fuerza compuesta de 3 jefes, 50 oficiales subalternos y 684 de tropas y con muchos cañones, con el propósito de impedir que barcos de la escuadra brasilera pasen hacia Asunción, y batir a las tropas enemigas si atacaban Lomas Valentinas desde Palmas (diez kilómetros al sur del arroyo Pikysyry), donde se encontraban concentradas las fuerzas aliadas.

Ante la patética situación actual del país, sin ejército, sin reemplazos aptos y sin suficientes alimentos, rechazar las condiciones de los vencedores para empezar las negociaciones de paz, y poner fin a los inútiles sacrificios del pueblo, ya era irracional. Por ejemplo, en la Segunda Guerra Mundial, Alemania, Italia y Japón reconocieron la derrota, aceptaron las condiciones de los vencedores, firmaron la paz y sus respectivos países se recuperaron rápidamente, Es por esto que nunca hay que terminar la guerra exhausta. La derrota en una guerra no deshonra a la nación, porque no es por falta de valor del pueblo ni de la fuerza militar, sino por otras varias causas, y la principal siempre es el dinero. «Sin dinero no se puede ganar guerra», decía Napoleón.

De manera entonces, es axiomático que siempre será mejor que muera uno antes que morir todo. Vale decir, que para poner fin a las inútiles muertes de los paraguayos era inexcusable que López, con valentía y patriotismo tome una resolución ante el dilema: suicidarse o dimitir al cargo u ofrecer su cabeza al enemigo para salvar lo que aún pudiera ser salvado de la nación. Porque proseguir la lucha ante la patética situación en que se encontraba la nación, es hacer lo que hizo el mariscal López, y por ello innumerables compatriotas lo veneran: exponer al pueblo paraguayo a la humillación, permitir la ruina nacional, y como corolario los pocos sobrevivientes terminen deambulando por un territorio devastado sin hogar, sin familia y sin carretas ni bueyes ni caballos ni herramientas para labrar la tierra.

Sección 6. Perdida la batalla decisiva, la mejor actitud a adoptar

La fuerza militar hace la guerra para defender la nación. O sea, defender algún interés vital del país, proteger a los niños -futuros de la nación- y no mandarlos matar como hizo el héroe por decreto en las batallas de Avay, Pirivevýi y Acosta Ñu; resguardar a las mujeres y no ponerlas en el camino de la soldadesca enemiga como sucedieron en las batallas de Avay donde quedaron prisioneras más de trescientas mujeres, en Angostura doscientas, en Pirivevýi más de cuatrocientos, y en Acosta Ñu una cantidad igual. Si la fuerza militar no puede cumplir la misión porque el enemigo es muy poderoso, el gobierno tiene la alternativa de la negociación; es decir, aceptar las condiciones de los vencedores, porque sólo los lunáticos se disponen deliberadamente a la autodestrucción.

Conseguir un armisticio para negociar la paz siempre será mejor, tanto al ejército que le va bien como al ejército que le va mal; porque todos los gobiernos tienen la obligación de mirar la posguerra, recuperar la paz lo más pronto posible para el pueblo, y nunca permitir que el país alcance el punto de su bancarrota. Porque la guerra no es una pasión ciega como lo creyó el mariscal López, sino que está dominada por el objetivo político. El valor y la importancia del objetivo político determinan las medidas de los sacrificios en cuanto a recursos humanos y bienes materiales que el gobierno está dispuesto a emplear para conquistar su objetivo político. Sin embargo, tan pronto como la cantidad de pérdida de vida de los compatriotas y bienes materiales sean tan grandes que ya no justifican el esfuerzo de la nación, el objetivo político debe ser cambiado por el de negociar la paz. Porque la guerra, al fin y al cabo, sólo es un árbitro o juez supremo al que se apela después de agotar los medios pacíficos, para saber de qué lado está “el derecho o la razón”. Dilucidada la cuestión en una batalla decisiva de donde sale un vencedor y un vencido; pero, proseguir la lucha sin posibilidad de ganar la guerra es un inútil desperdicio de la vida de los compatriotas y un despilfarro de los bienes de la nación.

Hasta ahora hay aún muchos compatriotas que están convencidos que, la guerra que no se puede ganar lo mismo habría que proseguir para defender el honor de la nación, y sólo terminar tal como lo hizo el mariscal López, con la aniquilación del pueblo. Como si la guerra pudiera autorizar AL GENERAL EN JEFE DERROTADO a disponer a su antojo de la vida y los bienes de los ciudadanos, como si el pueblo paraguayo pudiera vivir mejor de gloria militar y no del trabajo, como si la nación paraguaya para tener una existencia digna de la cual podemos sentirnos orgullosos los paraguayos, precisara escribir una epopeya épica de doloroso sacrificio.

Cabe preguntar si qué derecho tenía el mariscal López sobre los ciudadanos paraguayos para mandarlos luchar contra otro país, sin preguntar al pueblo o a sus representantes para hacer la guerra. Pero desgraciadamente, al dictador López bastaba sacar un decreto ordenando que todos los varones del país, sin excepción, desde la edad de 16 a 60 años se presenten a los campamentos para recibir instrucción militar. Para hacer más fácil de entender lo que estamos queriendo demostrar, hagamos una analogía con el granjero. Como sabemos, el granjero trabaja la tierra, siembra maíz, poroto, maní; planta árboles frutales y cría animales domésticos. Todos ellos son productos suyos; por lo tanto, él tiene derecho de disponer de ellos de forma exclusiva y absoluta, sin más limitaciones que las contenidas en la ley. O sea, cosechar los que ha sembrado y matar sus animales para consumo propio o para vender. Igual al granjero, el mariscal López mandó a sus compatriotas a la guerra como si fuesen productos suyos. Conforme este razonamiento, sin duda los productos agropecuarios que son propiedades del granjero; sin embargo, de ningún modo se puede aplicar este principio al hombre, sobre todo como ciudadano que debe ser considerado siempre por el jefe de Estado como mandante o miembro colegislador, y con derecho a aprobar o desaprobar por medio de sus representantes para hacer o no la guerra. Sólo bajo estas medidas restrictivas un jefe de Estado puede disponer de los ciudadanos para un servicio tan peligroso como exponer la vida de los compatriotas en la guerra.

Sección 7. Breves consideraciones sobre la conducción de López

Los planes de operaciones del mariscal López dependía en alto grado del azar, y no como debía ser: del cálculo y el razonamiento. En esa tesitura, la admiración que se apodera de los lopistas es porque tienen la impresión de encontrarse ante un genio que no ganó ni una batalla ofensiva. A pesar de todo, López ha gozado de un triunfo sobre la historia que lo hace eterno, pero desgraciadamente como ejemplo maligno.

Solano López en la guerra tuvo ocasión para poner en práctica sus aptitudes de estratega, pero desgraciadamente todo le resultó desfavorable. Su intervención en los asuntos internos de la República Oriental del Uruguay marca el punto de inflexión hacia el deterioro de las relaciones con el Brasil primero, y con la Argentina después, que no tardó escalar a los extremos.

Si López en Jataity Korá aceptaba las sugerencias de Mitre de «dimitir a su cargo, llevar todo lo que quiera llevar y viajar a Europa por algún tiempo», porque con él cualquier negociación no podía concluir bien. Para ser más claro, ni Mitre ni el emperador del Brasil no podía dejar impune a López por el gravísimo delito de abatir el orgullo nacional de brasileros y argentinos al invadir sus territorios con poderosa fuerza militar y humillar a sus pueblos. Así como en Jataity Korá, también en Villeta, aunque ya estaba totalmente derrotado, se aferraba en imponer condiciones. En cualquier guerra, una vez perdida la batalla decisiva, lo razonable es aceptar las condiciones del vencedor y empezar las negociaciones; porque es sumamente criminal seguir exponiendo la vida de los compatriotas sin posibilidad de ganar la guerra. ¿Cómo podía ocurrírsele invadir territorios de poderosos países con acciones muy dignos de un mongol, y salir después impune? El mariscal prefirió la ruina de la nación antes que reconocer su descomunal error y rectificarse. Sin embargo, dejar el gobierno para que otro pueda detener los inútiles sacrificio del pueblo no estaba en su agenda.

Hasta aquí hemos repasado en forma somera los acontecimientos más destacados de López, pero en ningún modo creemos que ellos expliquen por sí mismo el porqué de sus fracasos y sus despiadadas acciones contra sus compatriotas. La explicación habría que buscarla más bien en sus cualidades personales de carácter que les convirtió en un jefe de Estado despótico y obsesivo por la gloria épica y riqueza material. Repasemos pues, algunas de las pautas que pueden permitirnos entender mejor la clave de su total fracaso en su utópico propósito de llegar a ser el señor del Río de la Plata. Ciertamente, no es este el camino en el que encontraremos las explicaciones de empecinarse tanto en su idea de “honor y gloria para la patria”, sacrificando en vana lucha a la nación; es más, lo que encontraremos en este ámbito es la sorpresa de no poder explicar cómo, habiendo en el ejército paraguayo tantos generales y jefes valientes en grado sumo, no pudieron poner freno definitivo a sus obsesiva ambición, arbitrariedades y extremadas crueldades.

FIN

Luque, 23-03-2021




COMENTARIOS SOBRE LA GUERRA DEL PARAGUAY (1864 -1870) ¿Epopeya o destrucción?

CAPÍTULO VII. EL GENERAL EN JEFE.

Es axiomático que el general en jefe, para cumplir el objetivo político del

modo más apropiado, necesariamente debe aplicar la perfecta economía en cada una de sus acciones, dotando a sus operaciones el mayor vigor con la menor inversión de esfuerzo. En otra palabra, debe saber calcular exactamente la capacidad de su ejército confrontado al del enemigo en cuanto a medios, moral, calidad de mando, reemplazos, facilidad para reponer los pertrechos, etc. Él se enfrenta frecuentemente a graves riesgos, por ello jamás debe lanzarse confiado en el azar. Napoleón decía, «el cálculo vence al azar». La contingencia y la eventualidad son posibilidades casuales en que Solano López confiaba el resultado de sus temerarias operaciones[1]. Al emprender cada operación, parecía no contar o no le importaba contar con la posibilidad de la gran cantidad de bajas que podría sufrir, y corría el albur de sufrirla.

El general en jefe debe imponerse, no por el terror como

el mariscal López, sino por su capacidad técnica, su saber y su talento operacional. Debe ser de aquellos que a uno gusta encontrar, ver y oír; que transmite confianza, entusiasmo, y esperanza en la victoria. Ser general en jefe presupone como premisa y exige como condición esencial el valor de la presencia personal, porque conducir es ante todo presencia del general en jefe con su reserva en el campo de batalla, para dar respuesta inmediata a cada nueva situación que surge, como aprovechar una ocasión propicia para emplear la reserva o reforzar a una columna detenida o avanza muy lentamente. Esta actitud, a más de levantar la moral de las tropas se convierte en elemento adicional para la victoria; sólo así sus generales, jefes y las tropas pueden tener fe en él y en sus planes de operaciones. La guerra exige que el gobierno nacional confíe siempre el mando de la fuerza militar a un general que debe conciliar las cualidades esenciales siguientes: 1) Capacidad. En cuanto a la idoneidad y talento en el arte de la guerra.

2) Criterio y determinación.

En cuanto a poseer discernimiento para la decisión oportuna y adecuada. 

3) Paciencia en el obrar. Al respecto dice Kant:

«la paciencia es la fortaleza del débil y la impaciencia la debilidad del

fuerte». Y Gandhi afirma: «la impaciencia nos corroe, primero ataca la mente, después el cuerpo. No se consigue nada con ella, sólo sufrimos desgaste. Si ha habido una gran tempestad no lograremos parar sus consecuencias con la impaciencia. Sólo debemos impacientarnos en la búsqueda de la verdad. Por lo que sea inalcanzable para nosotros, no vale la pena impacientarse. La impaciencia crea una angustia difícil de dominar. No se dejen llevar por la impaciencia porque no adelantarás nada». (Francesc Cardona, “Por la senda de Gandhi”. Plutón Ediciones, Barcelona-España, año 2019, Pág. 200).

 4) Humildad. Para escuchar las sugerencias de los subordinados y aceptarlas si es buena o mejorarlas si es posible o rechazarla, pero cortésmente. Porque, como asegura Gohete «Ni aún el genio más grande iría más allá si tuviera que sacarlo todo de su propio interior».

5) Experiencias. a) de la guerra, es decir su directa participación en una guerra anterior; b) sobre la

guerra, la extraída de la historia militar. Sobre este punto, señalamos que el oficial del ejército que no está empapado de historia militar, será en el campo de batalla como el músico que toca, pero no baila.

6) Resumiendo, las virtudes esenciales de un general en jefe son humildad, valor, paciencia,

sabiduría, templanza, y fortaleza para dar vigor y fuerza moral a las tropas. La paciencia y la intuición del general en jefe son armas poderosas en la conducción del ejército en operaciones de guerra.

Un buen general no deja nada al azar. Él predice las intenciones del enemigo, y toma

con antelación las precauciones necesarias para no ser sorprendido, pero pronto para sorprender. Conforme este razonamiento, si juzgamos al mariscal López por los resultados de sus campañas ofensivas y defensivas, llegaremos a la conclusión que todas ellas son testimonios de que porque no obraba con buen juicio; pues, desempeñaba su función de general en jefe, no como arquitecto sino como plomero.

Las fuerzas espirituales y

materiales son factores de suma importancia, pero lo que debería ser admirado en un general en jefe es el cumplimiento exacto de sus suposiciones. Es decir, ejecutar el plan sin verse obligado a desviar muchas veces por muchas influencias variables, requiere fuerza de carácter, mente lúcida y firmeza mental. La campaña de El Carmen es un bello ejemplo que Estigarribia el Grande dio a la historia militar. Denominamos “Campaña de El Carmen”, al conjunto de operaciones llevada a cabo en los meses de noviembre y diciembre de 1934, que incluyen: 1) la finta del destacamento Rafael Franco a la zona petrolífera boliviana de Camiri; 2) la brillante retirada de Franco atrayendo a poderosa fuerza enemiga hasta Pikuiva; 3) la maniobra sobre de El Carmen; y 4) la fulminante marcha de la 8ª división de infantería de Garay sobre Yrendagué, que provocó la completa destrucción de un cuerpo de ejército boliviano de doce mil hombres al mando del arrogante coronel David Toro. De verdad, la victoriosa campaña no fue la causa, sino el origen de la terminación de la guerra.

El mariscal López en sus relaciones con sus generales y

jefes nunca buscó el consenso antes de poner en práctica una operación tal como hacían Alejandro, Napoleón, Estigarribia. El trato que daba a sus subordinados era completamente distinto; su peculiaridad era la obediencia ciega de los subordinados; y su modo de conseguir consistía en hacer que le tuvieran miedo y mantenerlos aterrorizados con su genio vivo y sus castigos arbitrarios y brutales. La totalidad de sus generales y coroneles, salvo algunas honrosas excepciones (generales Bruguez y Barrios), eran poco más que meros obedecedores de órdenes; para el mariscal López era una sensación embriagadora ser temido.

El general en jefe debe

exigir el estricto cumplimiento de la cadena de mando y su guía de planeamiento. Debe poner a cada jefe indicado en el lugar adecuado: jefes que lleven a la práctica el espíritu del general en jefe sin ser autómatas. Sus órdenes deben ser claras, concisas e inspiradoras; crear un ambiente de participación, aunque sin caer en la irracionalidad de la toma colectiva de decisiones. El general en jefe debe hacer lo que pueda para preservar la unidad de mando; la amplia visión estratégica debe proceder de él y solo de él. Debe hacer que su estado mayor y los generales subordinados se sientan involucrados en las decisiones que él toma. Para ello busca sus consejos, incorporando o mejorando sus buenas ideas y rechazando los que no las son, pero cortésmente. Busca la perfecta economía de su fuerza en cada operación para dar a sus golpes el mayor vigor con la menor pérdida de vida y materiales; dicho en otras palabras: para derrotar a un valeroso enemigo hay que darle fuerte, darle rápido, darle seguido como en las luchas de artes marciales mixtas (UFC) donde todo vale. Para ello debe ser prudente, es decir contar con las cualidades de serenidad, cordura, discernimiento, sensatez, sabiduría, previsor y suficiente paciencia.

Lugar del general en jefe durante la batalla. El lugar donde el

general en jefe debe colocarse durante la batalla, es -no como López muy alejado del campo de batalla-, sino “en la cima de la montaña”, en donde recibe informaciones minuto a minuto y observa, con la ayuda de sus prismáticos, el campo de batalla que es todo humo, polvareda, gritos, estruendo de explosiones de las granadas de los morteros y cañones, y una gran confusión. A veces es difícil distinguir al amigo del enemigo, saber si todas las unidades van avanzado parejo, si las unidades amigas de ambos flancos del ataque principal avanzan o son detenidas o rechazadas, la cantidad de bajas que va sufriendo cada uno de los batallones, si el enemigo mueve o no su reserva, sobre todo, prever la siguiente acción del adversario. Por estas razones, el general en jefe debe ubicarse en un lugar dominante de donde puede visualizar las acciones y los efectos de la lucha; es decir, en la “cima de la montaña”. Desde allí puede ver más allá del campo de batalla, tal como los movimientos de las reservas del enemigo. Sólo desde la cumbre el general en jefe puede conducir la batalla como es debido. Amén de todos estos, en la batalla las tropas cobran ánimo y esfuerzo cuando sienten que el general en jefe se encuentra cerca de ellos con su reserva. Aquí cabe preguntar, ¿dónde se encontraba el mariscal López durante las campañas ofensivas de Uruguayana y Corrientes, y durante las batallas de Estero Bellaco, Tujutí y Curupayty? Ambas campañas las dirigió desde Asunción, y las batallas mencionadas desde Paso Pukú, ¡a doce kilómetros de distancias y fuera de todo riesgo personal!

El general en jefe debe mantenerse con su reserva cerca del campo de batalla, y atento para

emplearla en el momento adecuado. Es decir, no lanzarla demasiado pronto o demasiado tarde.  Los comandantes de brigadas y batallones deben conducir sus tropas desde el frente de combate. Cabe preguntar ¿Cómo podemos pedir a las tropas que arriesguen sus vidas, si el general en jefe rehúye el riesgo?

El puesto de comando de López en Paso Puku. Demos una ojeada

sobre el puesto de comando del mariscal en Paso Pukú, conforme cuenta el eximio historiador Efraín Cardozo: «El nuevo puesto de mando del mariscal era un verdadero bastión en torno al cual se había construido un enorme terraplén que tenía 270 metros de largo, 11 metros de ancho y 3 de altura. El área de su residencia particular y la de su familia se transformó en una ciudadela, situado en el medio de un espeso naranjal. La casamata subterránea, donde el mariscal se refugiaba una vez impartida la orden de operaciones y donde esperaba el resultado, fue construida con enormes tirantes, recubierta por tres metros de tierra y rodeada por muros de 2,5 metros de ancho. El piso era de ladrillo, y en las paredes estaban empotradas algunas argollas para sujetar los extremos de las hamacas. Una de las alas de la casa estaba destinada para alojamiento de madame Lynch y sus hijos, y la otra para el obispo Palacios. El naranjal estaba rodeado de una fuerte valla de postes, con pocas aberturas que eran vigiladas por 250 hombres de los más fornidos del ejército. Desde este lugar él comandaba el ejército y administraba el país, y de allí partían los hilos telegráficos a Asunción y a los distintos sectores de la defensa» (Efraín Cardozo, “Hace cien años”, tomo VII, Pág. 117).

Las informaciones que las patrullas de reconocimiento

traen, el mariscal López sólo ve los que quiere ver. Hacia mal uso de los datos que sus patrullas obtienen. Él ignoraba que no era bueno depender de un solo espía, de una sola fuente de información por buena que sea, se arriesga a ser engañado o a recibir información sesgada o parcial o falsa. «Si el jefe de Estado es esclarecido y el general en jefe es competente, derrotarán al enemigo cada vez que pasa a la acción, gracias a la información previa» (Sun-tzu).

La particularidad del general en jefe debe ser la audacia, el dominio del campo de batalla,

preocupación sobre la ejercitación constante de las tropas, valoración del terreno, especial atención a la logística. A más de estos, capacidad de improvisación, resistencia a la fatiga y el empleo oportuno de la reserva. Esta es aquella unidad que no entra en combate en un primer momento, es colocada en un lugar donde más conviniera para reforzar con rapidez a una unidad que avanza muy lentamente o es detenida. En el cumplimiento de la misión principal, la reserva necesariamente debe rebasar o sobrepasar a la unidad amiga para llevar un ataque de desarticulación del enemigo. Es decir, el contraataque. El mariscal López parecía que ignoraba el efecto atemorizador de la reserva. Tenía la peculiaridad siguiente: convocaba a sus comandantes de divisiones en su puesto de comando para impartir sus órdenes de operaciones. Él rodeado de su reserva de cinco a ocho mil hombres no se moverá de su puesto de comando, pero estará pronto para emprender la huida. Contrariamente al máximo héroe por decreto, todos los generales en jefe con su reserva se mantienen cerca de sus tropas en el campo de batalla para, entre otras cosas, conducir su ejército y que sus tropas los vean o sientan su presencia. Julio César usaba una capa roja en las batallas para que sus tropas lo vean que él estaba haciendo también sacrificio para el triunfo. La presencia del general en jefe con su reserva en el campo de batalla es indispensable para que se mantenga la voluntad de vencer de las tropas, y emplearla en el momento adecuado para arrancar de la mano del enemigo la victoria.

Los premios y castigos impartidos por el general en jefe

no deben ser común, sino raros pero significativos para que cumplan con el fin. Recordar siempre que un ejército con alta moral puede obrar maravillas, incluso compensando la inferioridad numérica y la falta de algunos medios materiales. Cualquier tipo de lucha se gana mediante una estrategia conveniente. El estado mental del general en jefe es decisivo para resolver favorablemente una contienda con la fuerza militar. Sin embargo, si es propenso a emocionarse, y no se apoya en el estudio razonado de la teoría y la historia militar, no puede percibir con claridad y rapidez la situación general para delinear una estrategia adecuada. Por lo tanto, su estrategia será errada. Para producir una estrategia exitosa es necesario contar con las cualidades siguientes:

1) Paciencia. Saber contenerse para no caer en acciones precipitadas, de modo a mantener las

facultades estratégicas. El resultado catastrófico de las campañas ofensivas de Uruguayana y Corrientes, y la destrucción de la flota de guerra en la batalla de Riachuelo, probablemente perturbó la mente del mariscal López, que llegó a embotar sus facultades estratégicas.

2) Autodominio. Ejercer dominio sobre sí mismo para impedir que nada lo desvíe del camino señalado,

excepto cuando se presenta situaciones imprevistas y urgentes. 3) Conocerse a sí mismo.

Conocer las propias debilidades ayuda bastante para no ser avasallado por la indecisión;

4) No al aburrimiento.

López, sin duda, sufría un estado de ánimo originada por las reiteradas derrotas, y tal vez por ser opiómano. Con sus acciones demostró una necesidad irrefrenable de sobredosis de adrenalina, pues se aburre con facilidad, por lo que siempre estaba buscando acciones que le produzca excitación. La emoción era un factor esencial para él. Esto, según los especialistas, es común en los que sufren trastorno por estrés postraumático (TEPT). La característica de esta enfermedad será desarrollada en un capítulo, más adelante.

5) Negociar con dictadores.

Es importante saber que, con dictadores como Solano López, no puede haber ninguna negociación seria, ningún acuerdo de conveniencia mutua ni ningún objetivo común, porque sus exigencias son generalmente exageradas e inaceptables. Es común en los dictadores ser siempre taimados, codiciosos, desconfiados, traicioneros, falsos y despiadados. Buscan conflicto o guerra con otros países con el único fin de mantener oprimido a su pueblo e impedir cualquier rebelión contra su poder omnímodo. Así que aprendieron a actuar y atacar de modo astuto y maligno. Usan la amistad sólo para sacar provecho personal, disimula sus sentimientos y encubren deseos agresivos.

6) Principios de Estigarribia.

Cuando estudiamos la guerra del Chaco (1932-1935) estamos tentados de averiguar qué principios de conducción del ejército siguió, y concluimos que todos y ninguno en especial, porque cada principio lo usa de modo espontáneo, pues todo procede de su impulso interior. En cambio, descubrimos que su genio se funda en su capacidad para responder adecuadamente a cada nueva situación que se le presenta y su habilidad en crear las condiciones favorables para conquistar el objetivo que se propone; es decir, actuaba siempre con oportunismo. De este modo lograba triunfos fundamentales en cada campaña que emprendía. Todo esto es el resultado de su imaginación creadora y talento bien desarrollados mediante un razonado y profundo estudio de las madres de la estrategia y las tácticas: la teoría de la guerra y la historia militar.

7) El buen estratega, ve las cosas como son.

Estigarribia sabía que nada permanece inmutable en la vida; por lo tanto, seguía el paso a las situaciones conforme van cambiando. Esto requiere alto grado de agilidad mental. Los estrategas exitosos nunca actúan de acuerdo con ideas preconcebidas; sino racionalmente su mente siempre está trabajando; no pierde tiempo en cosas que no puede cambiar o en las que no puede influir: sigue su estrategia. Su flexibilidad mental le permite adaptarse a cada nueva situación táctica que se presenta, sin que por ello sea forzado a cambiar su estrategia. Un ejemplo: cuando pasaron varios buques brasileros por Humaitá, algunos asuncenos, mujeres y ancianos, toman contacto con Caxias y le pidieron mandar una fuerza para tomar Asunción. Cumplir lo solicitado significaba proteger a los asuncenos contra la brutalidad de Solano López, pero a cambio obligaría a Caxias cambiar la estrategia en desarrollo, por lo tanto, rehusó aceptar lo solicitado. Sin embargo, si aceptaba el pedido habría impedido a López hacer llevar a San Fernando a centenares de ancianos ilustres, mujeres y extranjeros con el pretexto de estar involucrados en la “conspiración” que nunca existió, y luego de hacerlos pasar por indescriptibles tormentos, los mandaba fusilar. ¿Por qué López actuaba de este modo? Por dos motivos: 1) los mandaba torturar hasta que cuenten lo que López quiere que cuenten para luego obligarlos a firmar sus declaraciones respectivas; y 2) los mandaba fusilar para que nunca puedan contradecir sus deposiciones hechas bajo torturas, y firmadas bajo amenaza.

Estigarribia interpretaba y se adaptaba correctamente al espíritu de la época;

sabía aprehender las nuevas tendencias, resultado de mucho trabajo, mucho estudio y mucha reflexión. La flexibilidad adquirida le permitió adaptarse a cada nueva situación que va apareciendo en el teatro de

operaciones. El ejército paraguayo le respondió adaptándose a la complejidad y caos de la guerra.

Ganar una batalla (Curupayty), no es nada, pero

terminar bien una campaña es algo más difícil, pero muy lucrativo. Para conseguirlo, no es suficiente librar asalto y atacar a tontas y a loca, sino tener tiempo y paciencia como Kutuzoff contra Napoleón (Mijail Kutúzov, mariscal ruso; dirigió victoriosamente las fuerzas que se enfrentaron a Napoleón en Rusia en 1812, obligando a los franceses a emprender una desastrosa retirada). Sin embargo, habrá que librar algunas batallas. Las cualidades que se llaman el tiempo y la paciencia lo pueden conseguir todo, aunque los estados mayores siempre proponen varias acciones: unos quieren una cosa, otros quieren otra. ¿Qué hacer? El general en jefe escuchará y recordará todo, sabrá aprovechar el tiempo cuando llegue la ocasión y no pondrá obstáculos a nada útil ni permitirá nada que sea perjudicial o que puede ocasionar daño insoportable. Admite lo que es más poderoso que su voluntad, la marcha inevitable de los sucesos; los ve, comprende su valor y sabe hacer abstracción de su persona. Así era Estigarribia, inspiraba confianza, por ello una aprobación unánime y nacional ha confirmado su elección para el alto cargo que lo ha desempeñado con hidalguía, modestia, pero con firmeza y patriotismo.

Es preciso comprender que Napoleón, Julio César,

Alejandro, Aníbal, Federico el Grande, Estigarribia, etc., no se distinguen porque han tenido más conocimientos, sino porque son capaces cuando es necesario abandonar sus nociones preconcebidas y concentrarse en el momento presente. Así es como se hace brotar la creatividad y se aprovechan las oportunidades. Si el general tiene sentido de la realidad y obra con sentido práctico es cuando mejor puede adaptar sus pensamientos a cada nueva circunstancia que aparece. De este modo, más realistas serán sus decisiones para una rápida y adecuada reacción. La meta de un ejército es la victoria, no la justicia ni el sentimentalismo, pero tampoco abusar del poder y usar la fuerza para desahogar frustraciones.

Al calor de la

batalla, la mente tiende a perder su equilibrio. Demasiadas cosas preocupan y distrae al general en jefe al mismo tiempo: una columna de ataque que es detenida y otra que avanza muy lentamente, el apoyo de artillería es insuficiente o imprecisa, reveses inesperados, dudas y vacilaciones de algunos subordinados, etc. Corre el riesgo de reaccionar emocionalmente: con temor, depresión o frustración. Por todo esto, es indispensable que el general en jefe conserve su presencia de ánimo, manteniendo sus facultades mentales en toda circunstancia. Debe resistir al impulso emocional del momento para no emplear la reserva de modo apresurado, sino en el momento adecuado. Él necesita permanecer decidido, seguro y agresivo; para ello no debe permitir que le afecte ni se deja dominar por el caos del campo de batalla. Para este momento crítico, desde subteniente los oficiales deben empezar a entrenar su mente, exponiéndola a la adversidad. La presencia de ánimo del general en jefe ayuda mucho para que los subordinados también se mantengan tranquilos. Cada orden que transmite a los comandantes subordinados debe llevar confianza, seguridad y fe en la victoria.

Rapidez de reacción. La presencia de

ánimo depende no solo de la capacidad mental para ayudarnos en situaciones difíciles sino también de la rapidez que eso suceda. Rapidez de reacción significa responder a cada nueva situación que aparece con celeridad, y tomar decisiones sin perder minuto. La presencia de ánimo se lo debe cultivar diariamente. Sólo así, cuando surja una crisis, la mente estaría tranquila y preparada.

El valiente. El hombre solo puede ser valiente si conoce el miedo, pero lo supera. Todoslos oficiales tienden a creer que tienen más capacidad de pensar y

razonar que los demás, porque a través de la rutina de los cuarteles las actividades diarias se desarrollan en calma y aparentemente controladas. Sin embargo, ni bien aparece una situación de crisis la racionalidad y presencia de ánimo se desvanecerán y reaccionarán a la presión con temor, impaciencia y confusión. Así descubrimos que la mente es más débil que las emociones. Pero sólo descubrimos esta debilidad en momentos de adversidad, justo cuando más fuerza necesitamos. Lo que mejor prepara para hacer frente al calor de la batalla no es solamente tener más conocimiento ni más intelecto. Lo que vuelve más fuerte a la mente, y más capaz de controlar las emociones, es la disciplina y la reciedumbre interior y fortaleza de espíritu, lo que se conoce como carácter, es decir, un conjunto de cualidades síquicas y afectivas que condicionan la conducta de cada hombre, distinguiéndolo de los demás. Nadie puede enseñarnos esta habilidad. Como cualquier otra disciplina, solo podemos adquirir mediante la práctica, la experiencia, e incluso un poco de sufrimiento: el deporte, el atletismo y el ajedrez son ejercicios que sirven para templar la mente y servir de contrapeso al irresistible impulso de la emoción. Es mejor enfrentar nuestros temores, dejando que salgan a la superficie, que ignorarlos u ocultarlos. Probablemente,

Solano López ignoraba o no recordaba la importancia de ser capaz de distinguir entre asuntos menores que es mejor dejar a los demás, y asuntos importantes que requieren su atención y cuidado. Sin embargo, él acaparaba todas las actividades y no consentía ni toleraba libertad de acción a los subordinados; estos sólo deben obedecer al pie de la letra sus órdenes, porque él estaba seguro que era el único que sabía todo acerca de todo.

No se puede hacer nada con un ejército disperso, con miles de soldados en Mato Grosso,

otros miles de hombres en Río Grande del Sur, otros miles en Corrientes y otros miles en los campamentos de Cerro León y Humaitá. Lo que puede lograse –tomamos el ejemplo de la batalla de Tujutí- con 96.000 hombres, no podrá hacerlo con 40.000 que estén dispersos: 5.000 en Humaitá, 8.000 en Paso Puku como seguridad del héroe por decreto, 3.000 enfermos y 24.000 hombres para atacar, Tujutí, distante doce kilómetros del puesto de comando del mariscal López, y en donde se llevó a cabo titánica lucha. Resultado: la aniquilación del resto de nuestro primer gran ejército.

Varias tácticas se prestan para vencer en la batalla con economía de medios. Se puede perder

algunas de ellas, pero lo importante es ganar la campaña que conducirá a ganar la guerra. ¿Cómo pudo el

Dr. Eusebio Ayala, contra la opinión de mucha gente -entre ella algunos coroneles-, adivinar con tanta seguridad la importancia de los acontecimientos desde el punto de vista paraguayo? Es que su admirable facultad de intuición se inspiraba en el sentimiento patriótico que vibraba en él con toda su pureza y con toda pujanza. Esto le indujo a decidir la elección del teniente coronel Estigarribia para el cargo de general en jefe del ejército paraguayo en la guerra del Chaco (1932-1935); y Estigarribia correspondió a la confianza que en él se depositaba, empleando todas sus fuerzas para expulsar a los bolivianos del Chaco paraguayo con la menor pérdida de vida y de bienes del Estado; lo más importante, no necesitó usar el terror para hacerse obedecer. Su figura modesta, y por consiguiente grande en la verdadera acepción de la palabra, no podía ser vaciada en el molde engañoso del héroe lopista, del supuesto que “defendió la patria y no se rindió” según los historiadores nacionalistas lo inventaron. ¡No existen grandes hombres en el Paraguay como López para los lacayos! porque los exaltados nacionalistas –nos referimos a los lopistas- miden a los demás por su altura. Alabados sean Ayala y Estigarribia, por la calidad óptima de la conducción de una guerra dificilísima ante un ejército tenaz y valiente en grado sumo. Sin embargo, los que amamos la verdad seguiremos soportando con estoicismo a los necios.

Un general no puede estar en todas partes ni escuchar a todos. Su tiempo y energía son

limitados; por tanto, debe aprender a no derrocharlos. Todos los ejércitos están llenos de necios: -personas impacientes por obtener resultados: ascensos, galardón, remuneración más alto-, que cambian a menudo de opinión como la veleta de acuerdo al viento, que no pueden ver más allá de sus narices. Cuando se trabaja con esta clase de personas o se pone a debatir con ellos es inútil pérdida de tiempo; en cambio, mejor será soportarlos con paciencia porque no son lo bastante importante para afectar el equilibrio mental.

Estigarribia fue uno de los primeros en apreciar la potencia defensiva de la ametralladora

en Boquerón, de lo que dedujo que excepto en operaciones defensivas, el ataque frontal se convertiría en demasiado costoso, por lo tanto, había que buscar la victoria mediante el envolvimiento y conquistar cada objetivo por medio de maniobra de aproximación indirecta (el corralito). Sus experiencias le llevaron a percibir que, como su ejército se hacía cada vez mayor, los despliegues más extensos y los medios de movimiento progresivamente más rápidos, el mando requería una descentralización. Por otra parte, y toda vez que ningún plan de operaciones puede prever más allá del choque inicial, cuando éste tiene finalmente lugar, es de incumbencia de los jefes subordinados actuar por iniciativa propia, pero siempre de acuerdo con una doctrina común.

Sólo para tener una idea sobre la reunión que los generales en jefe suelen convocar, tanto en

la paz como en la guerra. Veamos una imaginaria reunión del consejo de guerra de Estigarribia en Garrapatal en 1934, para hacer conocer a sus comandantes de cuerpos de ejército y divisiones su idea sobre la próxima campaña a ejecutar. Una de las muchas diferencias entre Estigarribia y López está en que Estigarribia escuchaba atentamente todas las opiniones emitidas en las reuniones con los altos mandos. Preguntaba a uno y otros sin tomar parte en las discusiones, y sin emitir su opinión. Algunos hacían alardes de sus conocimientos estratégicos y hablaban de la dirección del ataque principal y secundario o cual objetivo conquistar primero, otro propone la conquista inmediata de Ballivián. La mayor parte en suma sólo dicen tonterías. De todas las ideas expresadas Estigarribia no sacaba más que una conclusión: que conquistar Ballivián no era aún oportuno porque caerá mediante una maniobra de aproximación indirecta. O sea, primero tomar El Carmen y avanzar hasta la orilla del río Pilcomayo, cortando la vía logística y de retirada de la poderosa fuerza boliviana de Ballivián. Sin embargo, había que tomar una decisión, y poner término a las discusiones de los jefes presentes. Para poner fin a los debates, habla Estigarribia: «pues bien, señores, ya veo que yo soy quien ha de rendir cuenta o ha de pagar por los platos rotos. He escuchado las opiniones de todos; sé que todos no estarán de acuerdo conmigo, para, en virtud del poder que me ha sido conferido por el presidente de la república y por la patria, empezar los preparativos de inmediato para cumplir con el siguiente concepto de operación: el coronel Rafael Franco al mando de un destacamento hará una finta en dirección a Camiri, amenazando uno de los centros de gravedad de Bolivia: la zona petrolífera de Camiri. Fernández con dos divisiones maniobra sobre El Carmen; y Delgado mantiene aferrado al enemigo fortificado en Ballivián, que el gobierno boliviano lo considera como capital de Bolivia en el Chaco». Terminada la reunión convoca a los coroneles Fernández, Delgado, Franco y Garay, luego de algunos comentarios poco importantes que incluye una broma a Garay, les dijo: «esta será la operación más grandiosa e importante que vamos a emprender, de su éxito depende el fin de la guerra, y si fracasamos, yo debo de responder ante el gobierno y la nación; e inmediatamente abordó su vehículo y regresa a su cuartel general de Isla Poí.

Sin duda el Paraguay necesita un gran héroe en que creer, confiar y emular como

Estigarribia el Grande; y no un héroe creado por decreto e intereses políticos. Paraguay, tierra de promisión que López arruinó con su atolondrada guerra como sabe todo el mundo. Y así y todo O’Leary lo presenta como un ser prácticamente sobrehumano, y venerado por muchos compatriotas. El mariscal López jamás puede ser considerado ni en broma una gloria nacional, y menos pretender colocarlo a la altura de Estigarribia. López dejó postrada a la nación, en tanto que aquel recuperó la gloria militar paraguaya, y legitimó el Chaco (200.000 kilómetros de territorios) como patrimonio de la nación. Nosotros nos negamos a venerar a un déspota narcisista y brutal que nos dejó como herencia sólo caos y extrema pobreza.

Enseñanzas que nos deja este capítulo.

1) Que el pueblo

paraguayo durante la guerra estaba condenado al dilema: adaptarse a todas las barbaridades de López o morir.

2) «Los hombres de gran desprecio son los hombres más reverenciados» (Friedrich Nietzsche en su

obra “Así hablaba Zaratustra”; y justamente el hombre que debía de ser más aborrecido en Paraguay es el más venerado.

3) Nadie debe aspirar a nada que sea superior a su fuerza, López se atrevió a desafiar este

principio, y todo sabemos cómo terminó su vida a la edad de 44 años.

4) Muchos paraguayos siguen teniendo simpatía por López, porque se les escapa algo

importante, más por ignorancia de la historia que por fanatismo, y esto porque los ignorantes son presas fáciles de los fanáticos lopistas, pues aún no han aprendido la verdad que avanza incontenible: que el mariscal López fue el único responsable de todo lo que ocasionó la guerra al Paraguay: la catástrofe nacional, condenando a la nación paraguaya a la pobreza que hasta ahora nos cuesta superar.

FIN del capítulo, 24-03-2021.

 

COMENTARIOS SOBRE LA GUERRA DEL PARAGUAY (1864-1870)

¿EPOPEYA O DESTRUCCIÓN?

CAPÍTULO VII. EL ESTADO MAYOR.

El mariscal López nunca antes de poner en práctica una operación

buscó el consenso de sus generales; no escuchaba el consejo o sugerencia de nadie, él planificaba sólo cada operación, pues su orgullo y soberbia no permitían ni aun indirectamente que nadie compitiera con él, porque estaba convencido que sabía todo acerca de todo; además, según sus creencias,  el «arte de la guerra no tiene secreto para él», por eso ni su plan más importante lo ponía a prueba; es decir, someter a consideración de sus generales y comandantes de divisiones. Alejandro Magno -hijo de Filipo II, rey de Macedonia y famoso general-, cuando acaba su plan de operaciones ponía a consideración de los generales y jefes e incluso discutía y escuchaba las opiniones de los tenientes, porque sabía aprovechar las enseñanzas de sus maestros: su padre y Aristóteles, de quienes aprendió que era preciso crear un ambiente de participación, aunque sin caer en la irracionalidad de la toma colectiva de decisiones. El mariscal López era todo lo contrario, pues, todas sus decisiones eran irrevocables, aun la más absurda, como la de intentar, mediante abordajes ¡embarcados en canos y en dos ocasiones!, tomar buques acorazados de la escuadra brasilera y traerlos por lo menos tres de ellos a Humaitá. El 9 de julio de 1868, partió por segunda vez esta extravagante operación de la desembocadura del río Bermejo. La expedición estaba compuesta de 240 hombres armados de sable, en 24 canoas al mando del mayor Lino Cabriza. En ambas ocasiones resultaron como habría de esperar: una masacre de los paraguayos. Las dos operaciones ejecutadas sin ninguna posibilidad de éxito, fueron otros tantos en que eran arrojados a la muerte intrépidos jóvenes paraguayos.

El estado mayor alemán, en ejercicio desde 1808 hasta el final de la Segunda Guerra Mundial (1945), debería seguir siendo, a pesar de las armas nucleares, para ejército de países en desarrollo como Paraguay, el modelo organizacional que busca movilidad y profundidad estratégica:

1) La estructura de ese estado mayor era flexible lo que permitía a sus generales adaptarla a sus necesidades.

2) Se lo examinaba constantemente y se modificaba de acuerdo la experiencia adquirida de las guerras.

3) Divulgaba la estrategia en todo el ejército: los oficiales de cada división adiestraban a

los oficiales de las brigadas bajo sus órdenes, y así sucesivamente hasta el escalón batallón.

4) Más que emitir órdenes rígidas, el estado mayor abrazaba el mando de misión impuesta y misiones deducidas: una declaración de la misión general, una directiva por seguir en su espíritu, no al pie de la letra como Solano López

imponía, sino como practicaba Estigarribia. Con este modo de actuar hacía que oficiales y soldados sean motivados y comprometidos, el rendimiento de estos mejoraba y el proceso de toma de decisiones se agilizaba. La movilidad, es decir, la maniobra estaba grabada en la mente de todos los oficiales alemanes. Todas estas bellas virtudes militares del ejército teutónico, Hitler las destruyó.Duele decir, pero es necesario decir, que el mariscal López en todas sus operaciones, excepto Curupayty, obró desacertadamente, y

como resultado las derrotas. Sus campañas ofensivas de Uruguayana y Corrientes; incluida las graves derrotas en las batallas fluvial de Riachuelo y Tujutî; y las defensivas de Humaitá, Villeta y Cordillera, son pruebas testimoniales de su incompetencia como general en jefe del disciplinado, dócil, valiente y estoico ejército paraguayo. Por lo tanto, de la conducción del gran ejército paraguayo por el mariscal López no hay nada de qué envanecerse ni vanagloriarse ni enorgullecerse o jactarse, pues, desde el comienzo de la guerra hasta el final hay bastante de qué lamentarse y demasiado para indignarse, y no sólo de su ineptitud militar, sino también de sus arbitrariedades e innecesarias crueldades.

Un estadista alemán dice, «No se debe empezar guerra

alguna cuando es necesario, sino sólo cuando se quiere». Es decir, sólo cuando las conclusiones del potencial de guerra nuestro confrontado con el potencial de guerra del contendiente indican que se dispone de altas posibilidades de obtener la victoria. Esta estrategia practicó el Paraguay en la disputa con la República de Bolivia sobre el Chaco, que con diferentes pretextos iba postergando hasta el momento oportuno. Tratándose de la guerra que Solano López emprendió contra el Brasil y la Argentina, preciso es distinguir entre pretextos, causas y origen de aquella acción bélica. El equilibrio de poderes, la falacia de que había un tratado secreto de alianza entre la Argentina y el Brasil para repartirse el Paraguay y el Uruguay, eran razones fingidas que Solano López alegaba para ocultar el verdadero motivo, y justificar la formación de un ejército sin parangón en el continente. Pretextos para emprender la guerra nunca faltan a los dictadores, conforme a este aserto no les faltaron ni a Hitler ni al general Solano López, porque ambos estaban dominados por una obsesión de conquista, de gloria épica y con derecho a imponer su voluntad y tipo de gobierno a los demás. Esta clase de hombres suelen tener arraigada las peores cualidades de un ser humano; y cuando toma el poder sabe mantenerse a cualquier precio, especialmente por la corrupción generalizada que ha estimulado, y sólo dejará el poder por muerte por vejez o arrojado del poder a cañonazos.

Luque, 25-03-2021[1]

NOTA. Podemos citar las campañas de Uruguayana y Corrientes, y las batallas, fluvial de Riachuelo y Tujutî.




COMENTARIOS SOBRE LA GUERRA DEL PARAGUAY (1864 -1870)

                                                                    ¿EPOPEYA O DESTRUCCIÓN?

CAPÍTULO IX. CAUSAS Y ORIGEN DE LA GUERRA DE LA TRIPLE ALIANZA

Sección 1. Consideraciones

Consideramos causa todo aquello que se hace para que una cosa se produzca, pudiendo ser varias: causas de una guerra, causa de las inundaciones, causa de un accidente, causa del “Covid-19” u otras enfermedades, causa de una manifestación pública. Sin embargo, el origen puede ser una sola: origen de una guerra, origen de un debate, origen de un río, origen de una discusión, etc.

Un libro ejemplar sobre las causas de la guerra de 1864-1870.  El

ciudadano inglés, Pelham Horton Box desarrolló magníficamente en su estupenda obra “Los orígenes de la guerra del Paraguay contra la Triple Alianza”, que escribió con maestría de historiador. Sin duda, es la mejor obra escrita sobre el tema hasta ahora, por lo tanto, es indispensable su lectura para conocer la verdad sobre aquella guerra, y dejar de decir disparate. Él era catedrático de Historia Moderna en el King’s College, de la Universidad de Londres. Fue editado por “El Lector”.

Pobres razones para la guerra fueron las causas que López exhibió.

Decir que no fue López quien provocó la guerra, sino lo fue el Imperio del Brasil por no obedecer la nota del 30 de agosto de 1864 enviado por el presidente F. Solano López o porque una fracción de tropas brasileras ocupó brevemente la localidad uruguaya de Villa de Melo, fronteriza con el Brasil, en son de represalia o porque el Brasil y Argentina desean repartirse el Paraguay y Uruguay, es una de las formas más frecuentes de eximirse de la obligación de examinar las causas y el origen de aquella guerra apropiadamente. Cuando alguien toma una de estas posiciones, tenemos la propensión a sospechar la presencia en nuestro interlocutor, que su exaltado nacionalismo no le permite abrir los ojos a la verdad para no destruir sus ilusiones; por lo tanto, tenemos el derecho de pensar que el origen de su diamantina posición es de una cierta pereza mental o de una corta vitalidad intelectual.  La declaración de guerra es un asunto de hostilidades que un gobierno piensa hacer a otro. Suele precederle un manifiesto por la cual un gobierno expone los antecedentes de la disputa, y en este documento se explica los que ha causado aquella resolución.

La ley moral prohíbe exponer a una nación, sin razón muy

importante, a un riesgo mortal; de esto podemos inferir lo que sigue: no condenar con la máxima energía a los jefes de Estado que provocan guerras sin esforzarse por impedirla, o detenerla aun comprobada de forma inequívoca que ya está perdida, constituye un crimen de lesa humanidad.

Los nacionalistas creen que la historia solo existe para

gloriar a Solano López; de ser así, confunden historia con mito; esto explica que los que ellos quieren no es historia sino mito. Pero la función del historiador es justamente desinflar mitos y no crearlos. La objetividad para ellos no es estar libre de compromiso con la verdad, sino comprometido con el producto de la imaginación creadora de O’Leary: el mito “mariscal López”. Los veneradores del héroe por decreto intentan convertir al historiador en creador de la historia, a gusto y a la medida de ellos.

Lo cierto es que el mariscal

López conducía el ejército paraguayo sin apoyarse en la teoría, sino en procedimiento empírico. Esto proviene de su ignorancia del arte de la guerra; sin embargo, sus veneradores, con un punto de vista de exagerado patrioterismo, no se cansan en encomiarlo y pretenden elevarlo en la cúspide de la fama. Ellos tienen la tendencia a tomar las acciones de López en su aspecto más favorable, como la de convertir derrota en victoria y la inútil muerte masiva de los compatriotas como gloria nacional, a pesar del proverbio que dice: «conquistar gloria sin provecho para la nación es inútil sacrificio». De este modo han convertido la historia de la guerra de 1864-1870 en un laberinto de tal forma que resulte muy difícil a los paraguayos, principalmente los menos capaces de discernir entre el bien y el mal, conocer la verdad. No es nada fácil para un ciudadano poco listo penetrar en una fortaleza rodeada de montaña de mentiras sobre la historia de aquella guerra que López la provocó temerariamente para encontrar la verdad. De este modo, los exaltados nacionalistas han convertido al Paraguay en la tierra de la gran mentira, y como consecuencia la corrupción generalizada. ¿Por qué ocurre esto?, por la tendencia nacionalista de los textos escolares. De este modo, desde la escuela primeria a los niños y a los adolescentes en las secundarias se los enseña la historia de la guerra contra Argentina, Brasil y Uruguay bastante manipulada.

Nadie puede bloquear el camino a la verdad.

Con la convicción de que nadie puede bloquear el camino a la verdad ni la constancia de los hechos que llevaron al Paraguay a la ruina, insistimos con perseverancia con nuestro propósito de tratar que los compatriotas aprendan a distinguir los hechos de la ficción, historia de mitos, y profesionalismo militar del empirismo.

Lo más importante que el mariscal López debió resolver

antes de empezar a atropellar los territorios de Brasil y la Argentina consiste, si era posible conseguir el dominio de los ríos Paraná y Uruguay, para garantizar una línea segura de abastecimientos y de retirada en caso de malograrse las invasiones a los territorios de   aquellos países. Esto sólo era posible con la destrucción de la poderosa escuadra imperial. Su decisión de intentar destruirla se puede considerar de valerosa o temeraria, de inepta o irresponsable. Desgraciadamente, el mariscal López emprendía operaciones como si fuesen juegos de azar; con escasa esperanza de éxito apostaba fuerte. Sin embargo, después de la destrucción de su flota de guerra en la batalla fluvial de Riachuelo y las desastrosas campañas de Uruguayana y Corrientes; a más de esto la aniquilación del resto del primer gran ejército en Tujutî, totalmente desconcertado, ignorando el principio de masa, empezó a emplear su ejército por destacamento: en la campaña de Villeta procedió él mismo a debilitar su improvisado segundo ejército, fraccionando en cinco partes: Ytorôrô, Villeta, Pikysyry, Angostura y Lomas Valentinas; en vez de concentrar su débil fuerza en una sola área de defensa: Lomas Valentinas.  

En la guerra hay que considerar siempre la posibilidad

de la derrota, y en este caso dejaría el país en manos del enemigo, y el pueblo se convertiría en servidumbre del vencedor. Para evitar esto, al perder la batalla decisiva se debe buscar poner fin a la guerra por medio diplomático, por varias razones: el gobierno jamás debe permitir que ni un soldado más muera cuando se percibe que la guerra no se puede ganar, y menos el absurdo de seguir luchando hasta que el país alcance el punto de su bancarrota. El jefe de Estado, una vez que se perdió la batalla decisiva debe tener la sensatez para aceptar las condiciones del vencedor, y empezar a negociar la paz. Porque como aconsejó Liddell Hart, «nunca salir de la guerra exhausta, sin pensar en lo que vendrá después».  Y el después para el Paraguay era estar preparado para resolver la disputa con Bolivia por el Chaco Occidental. Cuando se firmó el tratado de la Triple Alianza el 1º de mayo de 1865, un plenipotenciario del gobierno de la República de Bolivia trataba de integrar la alianza contra el gobierno del Paraguay.

En todo conflicto, la causa que un gobierno del Estado defiende debe

parecer más justo que la del enemigo; cuestionando sus motivos y haciéndolo parecer malicioso. Se puede neutralizar su base de apoyo y espacio de maniobra, apuntando en los puntos vulnerables de su imagen nacional e internacional, exhibiendo su doblez. No se debe esperar que la justicia de nuestra causa por sí sola sea conocida por todos los países, sino que es indispensable publicar y promover siempre para agitar la opinión pública nacional e internacional. En todo lo posible se debe tratar de convencer a la irreducible opinión pública internacional que nosotros somos la víctima. Cuando el enemigo justifica mejor su causa, debemos considerar esa acción no como resultado de la moral, es decir, de lo bueno, sino una hábil estrategia para engañar. Entonces, hay que buscar la manera de debilitar y si es posible neutralizar el efecto de la propaganda por una acción contraria. Empezada la disputa por demostrar quién tiene razón, hay que pelear por ganar el apoyo de la opinión pública internacional, tal como haríamos en una guerra: usar todas las armas para destruir la buena fama del enemigo y de este modo dejar ver o hacer creer que no es verdad los que propaga o difunde contra nosotros. Revelar hipocresía del adversario es un arma poderosa: la gente siente aversión por toda persona que disimula lo que no es o lo que no siente.

Si la guerra es inevitable, es importante no ser el primero en apretar

el gatillo del fusil, sino hacer siempre lo que se pueda por lograr que sea el otro el que empieza la agresión. De igual manera, aun si se libra una guerra de agresión como la guerra del mariscal López contra el Brasil y la Argentina simultáneamente, se debe buscar la forma de no ser considerado como conquistador, sino como libertador. No luchar por territorio o dinero, sino para liberar a personas que sufren bajo un régimen opresor, tal como hicieron los gobiernos aliados agitando la bandera de la libertad: «la guerra es contra el tirano Solano López y no contra el Paraguay». Es necesario hacer honor a la buena fama lograda a través de los tiempos, practicando lo que se predica, si hay ocasión para formar alianza, hay que hacerla, pero con la que sostiene la causa más justa del momento. Ejemplo la Segunda Guerra Mundial: por un lado, la alianza entre Gran Bretaña, Francia, Rusia y Estados Unidos contra la potencia del Eje (agrupación constituida por Alemania de Hitler, Italia de Mussolini y Japón).

La guerra se hace

por interés propio que podría ser: 1) para protegerse de una invasión; 2) si la invasión ya se ha materializado, emplear todos los medios para expulsar al enemigo del propio territorio; 3) tomar territorios o recursos de un país vecino; 4) modificar el equilibrio del poder regional, continental o mundial. A menudo la moral es solo un disfraz del deseo de más territorio, más riqueza, más poder. La guerra por interés propio suele terminar cuando los intereses del vencedor han sido satisfechos. El punto esencial de la guerra es la justicia de la causa; por lo tanto, para ser creíble ya durante la paz hay que ganar buena fama para sí y una mala reputación al potencial enemigo. Sin embargo, será indispensable hacer saber la justicia de la causa pública y solemnemente, proclamando rectitud y revelando que el gobierno enemigo no tiene mérito ni disposición para acordar una paz de conveniencia mutua.

Sección 2. Las causas de la guerra.

Toda controversia sobre

quien provocó la guerra gira en torno de la cuestión de la prioridad de las causas. Abajo enumeramos las causas que llevaron a la guerra de la Triple Alianza contra el gobierno paraguayo:

1) La debilidad de las fuerzas militares de Argentina y Brasil que incitó a Solano López a desafiarlos; pero sin considerar el grandioso potencial de guerra de ambos países.

2) Las tres falacias: a) amenaza del Brasil al equilibrio de poderes en la región; b) que las

independencias del Paraguay y Uruguay corrían altos riesgos; y c) el supuesto tratado secreto entre Argentina y Brasil para repartirse el Paraguay y el Uruguay que nunca existió.

3) La intervención del presidente Solano López en los asuntos internos del Uruguay.

4) Diplomacia e inteligencia del gobierno paraguayo poco eficiente.

5) Caso Pereira Leal y la expedición punitiva del Brasil contra Paraguay, que fue frustrado mediante la intervención de los gobiernos de Gran Bretaña y Francia.

6) La breve ocupación de Villa de Melo por una brigada de caballería brasilera.

7) El rechazo del ofrecimiento del presidente paraguayo para mediar en el conflicto del Uruguay.

8) El rechazo de Mitre a la solicitud del mariscal López para que el ejército paraguayo transite por

territorio argentino para invadir la provincia brasilera de Río Grande del Sur, fronteriza al Uruguay.

9) Ultimátum del Brasil al Uruguay del 4 de agosto de 1864.

10) La represalia que ejecutó el Imperio del Brasil contra el gobierno del Uruguay desde el 1° de diciembre de 1864.

11) Ultimátum del 30 de agosto de 1864, del gobierno de Paraguay al del Brasil.

12) El fracaso de la conferencia de Punta del Rosario por la obstrucción disimulada del gobierno del

Partido Blanco uruguayo, aliado de López.

13) La acerba crítica que la prensa argentina dirigía al dictador paraguayo.

14) El avance del liberalismo

político en el Río de la Plata. Esto ya era un hecho en la Argentina y el Brasil, en tanto que, en Uruguay, el Partido Colorado, liderado por el general Venancio Flores, ya se declaraba a favor del liberalismo político, en tanto que el Partido Blanco prefería continuar con la dictadura, apoyado por el presidente paraguayo general Solano López. De consecuencia, naturalmente nació la alianza entre el Partido Blanco oriental y el general Solano López, para contener el incontenible avance del liberalismo político y económico en Sudamérica, que amenazaba a los gobiernos dictatoriales que aún se resistían al cambio.

15) Las dictaduras de Francia y

los López que mantenían innecesarios conflictos con los gobiernos de los EE. UU., Gran Bretaña y Francia.

Los orígenes de la guerra. 1) El apresamiento, por orden del general López, del

paquete brasilero “Marqués de Olinda” en el río Paraguay sin declaración de guerra, conforme al derecho de gentes. En aquel entonces, el río Paraguay ya era libre para los barcos de todos los países. Este hecho constituyó una violación del derecho de gentes; consecuentemente, lo consideramos como el origen de la guerra de la Triple Alianza contra el gobierno del mariscal López.

NOTAS

1) En 1853, por supuesta conspiración contra el gobierno del Paraguay, Carlos A. López expulsa del país -entregando sus pasaportes- al embajador del Brasil, F. J. Pereira Leal. Para exigir reparaciones por esta agresión, el emperador envía una poderosa escuadra en son de disuasión. La expedición termina en humillante fracaso por la presencia de las flotas de guerra de Gran Bretaña y Francia en el Río de la Plata, cuyos respectivos gobiernos, gracias a la mediación de Urquiza, había advertido al emperador de Brasil que la soberanía del Paraguay debía ser respetada.

2) La famosa conferencia de

Punta del Rosario que fracasó por la obstrucción de los gobiernos de Uruguay y Paraguay.

                                        Luque, 26-03-2021



COMENTARIOS SOBRE LA GUERRA DEL PARAGUAY (1864 -1870)

¿EPOPEYA O DESTRUCCIÓN?

CAPÍTULO X. LA HISTORIA MILITAR

Sección 1. Consideraciones

Tras el regreso de Buenos Aires de Enrique López Lynch, hijo de Solano López y madame Lynch, uno de los herederos de la cuantiosa fortuna de sus padres compró el periódico “La Patria” y contrató a los poetas Juan E. O’Leary y Martín Neocoechea Menéndez (argentino) con el propósito de reivindicar al padre. De manera entonces, todas las obras de O’Leary que aparecieron en la posguerra hicieron levantar de nuevo el indigno clamoreo, el odio y la ira de los paraguayos, principalmente de los legionarios, los familiares de los fusilados y de los 250.000 muertos, y los más de dos mil mujeres que con sus pequeños hijos, por orden del mariscal López, deambulaban en condiciones miserables por los campos de concentración de Cordillera, Yhu, Curuguaty y Espadín sucesivamente. O’Leary despertó el orgullo de los nacionalistas que empezaron a inspirarse en los méritos imaginarios del mariscal López. Los exaltados nacionalistas han demostrado que no tienen interés en la verdad sino alguien a quien venerar, y como en aquel tiempo aún no había paraguayos dignos de elogiar como héroes de guerra victoriosa, tales como Eusebio Ayala, Estigarribia, Carlos J. Fernández, Nicolás Delgado, Rafel Franco, Eugenio A. Garay, Luis Irrazabal, etc., quedaron encantado de la forma cómo O’Leary presenta la figura de Solano López y relata la historia de la guerra del Paraguay de 1864-1870.

Enrique López Lynch aprovechó la ocasión para llenar el vacío al contratar a los poetas citados arriba, para iniciar la campaña de reivindicación del mariscal López.  Empezaron por neutralizar el odio que la mayoría de los paraguayos de la inmediata posguerra sentían por el “máximo héroe sin parangón”. Ambos poetas publicaron por el mencionado periódico numerosos artículos de estilo heroico, convirtiendo derrotas en victorias y la inútil muerte masiva de los compatriotas en gloria nacional, a pesar del proverbio «conquistar gloria sin provecho para la nación es inútil sacrificio».

Medio siglo después de la terminación de la guerra, y cuando se moderaron el dolor y repudio al mariscal López, empezaron a crear alrededor de él una falsa aureola gloriosa que hasta ahora se mantiene, aunque cada vez con más dificultad.

La historia militar es la única que brinda el campo experimental más fecundo para la preparación de los oficiales para la conducción superior. Los más grandes capitanes reconocieron que la historia militar puede proporcionar a los profesionales militares útiles experiencias. Los conocimientos necesarios a la técnica de conducción se extraen de ella, porque proporciona todo lo que es preciso saber en materia de procedimientos, normas y principios que rigen su aplicación en todos los escalones de mando.

La experiencia que el general podrá aplicar en la conducción de su ejército se adquiere en la guerra misma; pero la experiencia en la guerra no es suficiente porque rara vez se presenta la misma situación. Entonces no queda otro recurso que apelar a la historia militar, es lo que se denomina la experiencia previa o la experiencia ajena o experiencia sobre la guerra. No todo profesional militar logra percibir lo que la historia militar encierra, y donde se oculta lo más recónditos secretos del arte de la guerra y su conducción. Por ello, la historia militar debe regirse por una severa metodología y apoyarse en argumento serio y en la verdad de los hechos relatados.

El historicismo militar es la ciencia del estudio crítico-analítico de la historiografía militar. Diciendo de otro modo, es la técnica de investigación y construcción de los hechos históricos. Las bases científicas de la guerra derivan de una técnica de conducción consagrada por los grandes maestros de la guerra a través del tiempo, y deducida también de los mismos hechos de armas, técnica que gradualmente ha ido concretándose en forma de leyes, principios, procedimientos y reglas que dieron origen a la teoría de la guerra, y de donde nacieron la estrategia militar y las tácticas.

Entonces, no admite duda ni disputa que los conocimientos necesarios a la técnica de conducción se extraen de la historia militar; ella proporciona todo lo que es preciso saber en materia de procedimientos, normas y principios que rigen su aplicación en todos los niveles de mando, así como también todo lo referente al cargo de comandante: instrucción, moral, equipamiento y logística. Estos conocimientos se pueden obtener de las guerras más recientes.

Escribir historia militar no es patrimonio de los militares, porque cualquier intelectual o historiador puede narrar sin inconveniente alguno. Donde no suele mostrar habilidad es en los siguientes puntos: desconocimiento de los principios de la conducción, nos referimos a los siguientes: los vocabularios militares, la superioridad numérica que es preciso contar para atacar la posición del enemigo, terreno más ventajoso para la defensa y la vía de acceso más conveniente para el ataque, etc. Así como la ventaja o desventaja que la topografía ofrece para cada operación. Es honroso reconocer que la mayor parte de las obras sobre guerra fueron escritas por señeros historiadores; además, están llenas de sabias experiencias para los militares profesionales como son “Los Anales” de Tácito, “La Eneida” de Virgilio, “Ciropedia” de Jenofonte, “Guerra y paz” de León Tolstoi, incluso algunas de las obras de Shakespeare que tiene relación con la guerra: Enrique IV, Enrique V, Julio César, Macbeth, Hamlet, etc.

Sección 2. Algunas opiniones sobre la historia militar

Helmuth von Molke, Mariscal prusiano (1800-1891). Jefe de estado mayor (1857-1888), dirigió el ejército durante la guerra de los Ducados (1864), durante la guerra austro-prusiana (1866) y durante la guerra franco-prusiana (1870-1871). La guerra de los Ducados 1864, conflicto que enfrentó a Dinamarca con Austria y Prusia por la posesión de tres ducados.

Dinamarca vencida, tuvo que ceder a dichas potencias los territorios en disputa. Molke nos legó la más sabia advertencia en la siguiente frase: «Las mejores lecciones para el futuro las obtendremos de nuestra propia experiencia, pero como esta última no nos será concedida sino en forma muy limitada, es necesario utilizar, mediante el estudio de la historia militar, la experiencia de los demás». En otras palabras, conducirse con experiencia ajena porque la propia siempre llega tarde y cuesta cara.

Queda demostrado que el conductor no debe ir a la guerra con ideas preconcebidas, sino deberá inspirarse en la situación real del momento, porque durante la batalla la situación cambia frecuentemente y a veces inesperadamente; y como la historia militar no tiene otro fin que la educación del espíritu y mejorar la agilidad mental; por lo tanto, en vano se buscará en ella la regla para resolver un problema inmediato. Todo esto llevó a decir a Moltke: «En la guerra hay que hacer lo que sea más adecuado a cada caso y sin dejarse atar por reglas generales invariables».

            Conde Alfred von Schlieffen (1833-1913), Mariscal alemán, jefe de Estado Mayor desde 1891 hasta 1906, dio su nombre al plan de campaña aplicado por Alemania en la Primera Guerra Mundial, proclama en un discurso pronunciado en 1910 con motivo de la conmemoración del cincuentenario de la Academia de Guerra de Berlín: «Delante de todo el que quiera llegar a ser general del ejército, hay un libro titulado: Historia de la Guerra» (Leopoldo R. Ornstein en su obra “El estudio de la historia militar”, Círculo Militar, Biblioteca del Oficial, Buenos Aires, 1957. Pág. 102).

             Federico II el Grande (1712-1786). Dio mayor importancia al estudio de las guerras del pasado que a su amplia experiencia de la guerra. Se refiere a la historia militar de este modo: «El arte de la guerra exige un permanente estudio; yo estudio toda clase de historias militares, desde César en la Galia hasta Carlos XII en Poltawa. Estudio con todas mis fuerzas y hago todo lo posible para adquirir los conocimientos que son necesarios para resolver dignamente las cuestiones correspondientes a mi cargo; en síntesis, trabajo y estudio para hacerme mejor y para llenar mi espíritu con todo lo que el pasado y la época actual ofrecen como ejemplos esplendorosos».

Carlos XII (1682-Noruega 1718). Venció al rey de Dinamarca en Copenagüe, a los rusos y a Augusto II rey de Polonia en Kliszóv. Pero fue derrotado en Poltawa (ciudad de Ucrania al suroeste de Járkóv) por el zar de Rusia Pedro I el Grande. Se refugió en Turquía. En 1715 regresó a Suecia. Cuando atacaba Noruega murió en el sitio de Fredikshald en 1718.

Napoleón. Aconsejaba a sus generales hacer la guerra como Alejandro, Aníbal, César, Gustavo Adolfo y Federico II: «Leed la historia de sus 83 campañas. Volved a leerlas y formaos en su ejemplo. Éste es el único camino para llegar a ser un gran general, dominar los secretos del arte de la guerra y adquirir el conocimiento de la alta conducción».

Clausewitz, escribió: «De los libros de historia militar no debe llevarse a la guerra nada más que la educación del espíritu o entrenamiento mental. El que va a ella con ideas preconcebidas, que no han sido inspiradas por la situación real del momento que se enfrenta, verá desmoronarse su edificio por la fuerza de los acontecimientos antes de que esté terminada. La más hermosa regla de conducción será siempre la que produce el genio en el instante preciso y oportuno».

Los métodos y reglas, así como los principios, se establecen para que desempeñen una función orientadora, al raciocinio pertenecerá siempre determinar si son convenientes o no para aplicar a cada nueva situación que aparece.

Ferdinand Foch (1851-1929), mariscal de Francia, Gran Bretaña y Polonia; se distinguió durante la primera guerra mundial en la que condujo a los ejércitos aliados a la victoria. Era un erudito historiador militar, y su estudio tuvo resonancia mundial. Fue, sin duda alguna, el faro luminoso en la preparación y formación de Estigarribia el Grande, que se formó en la escuela de Foch, cumpliendo ampliamente la historia militar su función en la guerra del Chaco.

Lo real y lo lógico es que los hechos históricos no pueden valorarse si se los manipulan o se falsean, por lo tanto, es preciso escribir la historia de cada guerra y cada batalla tal como acontecieron, porque sólo así puede ser provechosa. Todo lo demás es pura especulación que no sirve para obtener experiencias, finalidad de la historia militar. La mayoría de los conductores coinciden en un mismo objetivo a alcanzar con el estudio de la historia militar: la educación del espíritu. Es decir, que es preciso adquirir una experiencia previa sobre la guerra. Esa educación espiritual es lo único que del estudio de la historia militar debe llevar el general a la guerra, sin atarse jamás a ideas preconcebidas.

Luque, 27-03-2021

Día lunes 29 de marzo: Juan E. O’Leary.





COMENTARIOS SOBRE LA GUERRA DEL PARAGUAY (1864-1870)

¿Epopeya o destrucción?

Apéndice 3. “El discurso de Gettysburg”,Abraham Lincoln (19-XI-1863).

La batalla de Gettysburg (1 al 3 de julio

de 1863) se desarrolló alrededor del pueblo de Gettysburg, Pensilvania. Ha sido la batalla que tuvo más bajas en los Estados Unidos y es frecuentemente considerada como el punto de inflexión de la guerra civil estadounidense (1861-1865), marcando el inicio de la ofensiva de la Unión o del ejército del Norte contra el ejército del Sur (confederado o esclavista) conducido por un egresado de la academia militar de West Point, general Robert Lee.

Gettysburg fue la batalla más grande que se

llevó a cabo en el hemisferio occidental: ejército confederado o sudista, 75.000 hombres, y ejército nordista o de la Unión o antiesclavista o federalista, 40.000. En total hubo 50.000 muertos. La guerra le costó a los EE. UU 617.000 muertos.

Llama la atención que el mariscal López,

quizá estaba más o menos informado de la guerra de Napoleón, pero no le interesó la guerra de secesión norteamericana donde se emplearon tácticas novedosas y nuevas armas para la época.

Hemos decidido incluir este famoso discurso

que se convirtió en lema de los Estados Unidos de Norteamérica, cuando en una película observamos un acto de un colegio en que un grupo de alumnos recitaba una estrofa cada uno de aquel memorable discurso de Lincoln después de la victoriosa batalla que aseguró a los Estados Unidos constituirse en Estado Federal. Es importante señalar que «ninguno de los periodistas presentes en la inauguración del nuevo cementerio nacional en Gettysburg juzgó que las palabras de Lincoln fueran dignas de transmitirse. Uno de los periodistas escribió al final de su artículo: “el presidente también dijo unas palabras”». Cuatro meses después de la victoria de los nordistas o federalista, el presidente Lincoln visitó el campo de batalla cuyo discurso resonó a través de los tiempos.

Este discurso hemos extraído de la obra de Nicholas

Hobbes “Militaria”, Ediciones Destino, S. A., 2005, Pág. 59. He aquí el discurso:

«Hace ahora ochenta y siete años, nuestros

padres fundaron en este continente una nueva nación, concebida en la libertad y consagrada al principio de que todos los hombres nacen iguales. Nos hallamos ahora inmersos en una guerra civil en la que se pone a prueba si esta nación, o cualquier otra igualmente concebida y consagrada, es capaz de perdurar.

«Nos hemos reunidos en un gran campo de

batalla de esa guerra. Hemos venido a dedicar una parte de ese campo a eterno lugar de reposo de aquellos que dieron su vida aquí para que esta nación pudiera vivir.

«Es absolutamente apropiado y justo que así

lo hagamos. Aunque lo cierto es que en un sentido más amplio nosotros no podemos dedicar, no podemos consagrar, no podemos santificar este suelo. Los valientes que lucharon aquí, los que murieron y los que vivieron, lo han consagrado en mucho mayor grado de lo que nuestras pobres fuerzas puedan añadir o restar. «El mundo apenas si advertirá y no

recordará gran cosa de lo que digamos nosotros ahora, pero jamás olvidará lo que ellos hicieron aquí. A nosotros los vivos nos corresponde más bien dedicarnos ahora a esa obra inacabada que los que aquí combatieron dejaran tan noblemente avanzada. Nos corresponde más bien dedicarnos a esa gran tarea que aún nos queda por delante: la de que, por el deber hacia estos honrosos muertos, nos consagremos con devoción mayor a la causa por la que ellos dieron hasta la última muestra de devoción; la que resolvamos aquí y ahora que su muerte no haya sido en vano; la de que esta nación, por gracia de Dios, vuelva a nacer en la libertad, y la de que el gobierno del pueblo, por el pueblo y para el pueblo no se desvanezca de la faz de la Tierra» (fin del discurso).

Como es posible que haya algunos que no distingue la diferencia entre Confederación de Estados y Federación, pasamos a hacer un breve comentario sobre cada una.

La Confederación. La confederación de Estados es una entidad

jurídica internacional. Nace cuando diversos Estados soberanos y libres deciden formar una Confederación, y ella se lleva a cabo mediante un tratado internacional. En la Confederación, cada Estado se vinculan de modo directo con los demás países; sería algo así como hoy es la Unión Europea. Vale decir, los Estados que conforman la Confederación a través de un tratado internacional; pero siguen manteniendo relaciones internacionales, por lo tanto, tienen sus respectivas embajadas en los diversos países. Un ejemplo: la Confederación Bolivia-Perú en 1836 hasta 1839. Actualmente no existe un Estado Confederado. La Unión Europea parecería que va evolucionando, pero muy lentamente, hacia un Estado Federal. La Confederación dura hasta que se logra el objetivo: económico, comercial, militar defensivo, etc. Sin embargo, cuando el objetivo es permanente puede ocurrir que la Confederación se transforme en una Federación. 

El federal. El Estado Federal tiene una constitución,

es una entidad jurídico-política; si bien surge de Estados soberanos, deciden en parte renunciar a esa soberanía para constituir un nuevo Estado que es una Federación, y van a tener una constitución común  para todos esos Estados que componen la Federación. No obstante, cada Estado seguirá teniendo su propia constitución, la que deben subordinarse a la constitución de la Federación. En el Estado Federal solo el gobierno de la Federación es sujeto de derecho internacional. O sea, solo el gobierno federal puede firmar tratados internacionales, ratificación de tratados con otros países, declarar la guerra, mantener relaciones a través de las embajadas con los países del mundo. Ejemplos: Estados Unidos de Norteamérica, la República Federativa del Brasil, etc.

.FIN

Luque, 28 de marzo de 2021.

COMENTARIOS SOBRE LA GUERRA DEL PARAGUAY (1864 -1870)

¿EPOPEYA O DESTRUCCIÓN?

CAPÍTULO XI. JUAN EMILIO O´LEARY

El poeta O’Leary devenido a historiador había nacido el 12 de junio de 1879 en Asunción y fallecido el 31 de octubre d 1969 en la misma ciudad, a la edad de noventa 90 años. Era hijo del matrimonio de Juan O’leary (un mercader que vino acompañando al ejército argentino) y Dolores Urdapilleta Carísimo (ambos viudos). Fue periodista, historiador, político veleidoso, poeta y ensayista. Cursó la primaria en Encarnación y la secundaria en el Instituto Paraguayo. Algunas de sus obras: El libro de los héroes, Historia de la guerra de la Triple Alianza, Nuestra epopeya, El mariscal Solano López y varios más. Juntamente con Enrique López Lynch, Martín Neocoechea de Menéndez (poeta argentino) e Ignacio A. Pane iniciaron la campaña de reivindicación del mariscal López, dando comienzo a lo que se llamó la corriente revisionista de la historia de la guerra de la Triple Alianza.

La presente obra no ha sido escrita como contrarréplica a los escritos laudatorios que O’Leary -más poeta que historiador-, había dedicado al mariscal López. Si algo favorable podemos decir sobre las obras de historia militar de O’Leary, no podemos sino reconocer que son obras maestras de la prosa y del estilo sobrio y cuidado, en las que sencillez y elegancia van juntas y en magnífico equilibrio, ofreciendo al lector un monumento literario admirable. Sin embargo, a la historia poco le interesa escribir con elegancia y refinamiento los hechos del pasado, sino la verdad.

Lastimosamente, no contienen verdades sobre la guerra del Paraguay de 1864-1870; por lo tanto, difícilmente podría ser consideradas como historia sino como elogio al mariscal López, que para tal fin el señor Enrique López Lynch contrató su servicio. Sin embargo, es honesto reconocer que desarrolló una labor estupenda; aunque hizo mal uso de la historia; por lo tanto, los manipulados relatos sobre aquella guerra no se ajustan a la necesaria objetividad porque son tendenciosas y exalta exageradamente las presuntas hazañas heroicas y valentía del mariscal López que no es fin de la historia.

Dedicó al mariscal López alabanzas como si fuese un héroe homérico por las supuestas glorias conquistadas para la patria, a pesar de que el padre de su patrón en cinco años de guerra no ganó una sola batalla ofensiva, tampoco estuvo con su reserva cerca de los campos de batalla para intervenir en la lucha en el momento adecuado, como corresponde a todo general en jefe.

El género de las obras de O’Leary: “El mariscal López”, el “Libro de los héroes”, etc.; de ninguna de estas obras se puede extraer experiencias, porque no son propiamente historia, ya que este género exige relatar los hechos tal como sucedieron, de lo contrario, como advierte el filósofo norteamericano Jorge Ruiz de Santayana, «el pueblo que no quiere recordar algún pasado infausto tal como sucedió, tendrá como castigo el ver como se repite». Conforme este aserto, las obras de O’Leary sólo incita a repetir la apocalíptica guerra de 1864-1870. Visto desde esta perspectiva, el reto que se le planteaba a O’Leary era hacer verosímil su exposición, sin que pareciera sesgada, de forma que bajo una capa de objetividad consiguiera atraer el favor y la simpatía del lector hacia el mariscal López, que era en realidad su objetivo último; y para conseguirlo recurre a los procedimientos siguientes:

1) Siendo asalariado de Enrique López Lynch no tuvo el menor escrúpulo para afirmar las más vanas invenciones como deformar hechos, pues, Enrique pagaba muy bien, lo que se traduce en un aumento de la apariencia de objetividad.

2) Aparente fidelidad en la descripción de los acontecimientos, de forma que no aparecen casos notorios de falsedad al contrastar su información con la suministrada por otras fuentes creíbles como de Centurión y Thompson, pues estos estuvieron y participaron en la guerra.

3) Variación del encadenamiento del relato para que, sin faltar a la “verdad”, la secuencia causal de los hechos explicara, justificara o engrandeciera la “heroica” conducción de la guerra por López, y mofarse del enemigo.

4) valoración sesgada de las virtudes morales de don Pedro II y Mitre, los que, indirectamente, reafirma por oposición la visión positiva que quiere que el lector se haga del mariscal López y de su forma de conducir las operaciones militares.

5) Insistencia permanente en poner de manifiesto la buena voluntad del mariscal López de respetar la legalidad, la ética y de inclinarse siempre por la negociación “honrosa para todos los beligerantes”; que el mariscal López sólo se pone al margen de la ley estimulada por lo que considera injusticias manifiestas contra el gobierno del Paraguay. De la efectividad del procedimiento podrá dar fe el lector mal avisado de sus obras, ya que difícilmente tras leerlas llegará a otra conclusión que no sea admirar al mariscal López.

O’Leary fue el que lanzó la bala de mayor calibre que haya impactado a la historia de la guerra de la Triple Alianza. Desafortunadamente, para los veneradores de Solano López, las obras de O’Leary son una tontería. Entonces, ¿por qué muchos paraguayos aceptan las ficciones de O’Leary con tanto fervor? Bueno, la respuesta debe ser que ellos querían que fuesen ciertas. Después de todo, si el emperador del Imperio del Brasil obedecía el ultimátum que contenía la Nota del 30 de agosto de 1864 que le fue enviado por el presidente general Solano López, posiblemente no hubiera habido guerra, porque, tal vez, el mariscal López no hubiera ordenado a su poderoso ejército a proceder a invadir los territorios ni del Brasil ni de la Argentina si los gobiernos de ambos países se sometían a su voluntad.

La manida frase “el mariscal López defendió la patria y no se rindió”, es mero producto de la imaginación de O’Leary y sus seguidores, cuyas obras –es justo reconocer-, sirvió como consuelo a muchos sobrevivientes de la apocalíptica guerra; pero no se  preocupaba por obrar honrada y justamente al convertir derrotas como si fuesen victorias, y la inútil muerte masiva de compatriotas como gloria nacional, a pesar del proverbio: «conquistar gloria sin provecho para la patria es inútil sacrificio». Es más, no distinguía valentía que es hija de la prudencia de la temeridad que es hija de la insensatez.

La Biblia de los lopistas son las obras de O’Leary. Este es el profeta de ellos. Él era algo así como un vaticinador que rebela la justicia de la causa y el heroísmo del mariscal López; un vaticinador cuyo mensaje estimula el espíritu patriótico. O tal vez, es un oráculo que, como el de Delfos, nos dice qué debemos creer. Un profeta que estructura la historia de la guerra de 1864-1870, y anuncia la única verdad. Probablemente, por esa causa, hasta hoy nos hallamos a considerable distancia de la adultez política que sea inmune a las seducciones de tantas falsedades.

Nota. Delfos, pueblo de la antigua Grecia, en la Fócida, sobre la ladera suroeste del Parnaso, era un lugar excepcional donde Apolo tenía un templo y una mujer dotada del don de la profecía, y desde ese lugar emitía sus oráculos o respuestas a las consultas que se le hacían.

El más encantador de los escritores nacionalistas, sin duda alguna fue O’Leary, quien consiguió con emociones y simpatía personal persuadir a muchos paraguayos de que López defendió la patria, y que fue el único jefe de estado del mundo que a la cabeza de su ejército luchó hasta la muerte en su defensa. Sus seguidores aceptan las mentiras artificiosamente urdida de O’Leary, y se atreven a señalar -sin consideración ni argumento-, diciendo todo lo que se les ocurre, incluso acusan a los que cuentan la verdad de antipatriotas con el único propósito de impedir que el pueblo paraguayo sepa que el mariscal López provocó la guerra, y como carecía de capacidad militar y de carácter para reconocer su garrafal error y rectificarse, optó por llevar la nación a la hecatombe, a pesar de que el máximo héroe por decreto, apenas tuvo éxito en la defensa de Curupayty,  y no ganó ni una batalla ofensiva en cinco años de guerra. Recordemos, sólo las batallas ofensivas conducen a ganar la guerra y las defensivas son nada más como preparación para lanzarse a la ofensiva. Si no se tiene este propósito, lo más razonable es poner fin a la guerra. Ya que los lopistas aprendieron a creer sin razones. ¿Cómo disuadirlos con razones? La última operación ofensiva que llevó a cabo el mariscal López fue la de Tujutî del 3 de noviembre de 1868. Tras la derrota abandona el teatro de operaciones de Humaitá, manteniéndose en constante retirada de Humaitá a San Fernando, de aquí a Villeta, de este lugar a Cordillera, y por último de Cordillera hasta Cerro Corá. A partir de la humillante retirada de Humaitá, empezó a crecer la bestia que López llevaba por dentro.

O’Leary fue el primer escritor o poeta que funge de historiador por encargo. El lado oscuro de sus obras: su sutil insistencia en la mentira, el desengaño, falsedades, la manipulación de los hechos por influencia meramente crematística contribuyó a la desorientación de la gente; por todo ello, sus obras podríamos considerarlos como comic o simple historieta de hazañas heroicas para muchachos, o adultos que creen que para demostrar patriotismo hay que venerar al mariscal López. Sin embargo, como sucede en varios países: los hombres más despreciables son los hombres más venerados

Los paraguayos deben leer las obras de O’Leary, pero no como una historia franca y objetiva que contiene la verdad sobre la guerra de 1864-1870, sino para hacer las necesarias comparaciones, pues se dispone de otras versiones independientes como las obras de los testigos oculares de la guerra: Juan Crisóstomo Centurión, Jorge Thompson, el mayor Max von versen (prusiano), doctor médico Jorge Federico Masterman (inglés) y el doctor médico Guillermo Stewart (británico). También consultar las obras de los historiadores de la posguerra: Pelham Horton Vox (inglés), Harrys Gaylord Warren (USA), Robert B. Cunninghame Graham (británico), Thomas Whigham (USA), Luc Capdevila (francés), etc. De este modo, fácilmente se podrá identificar los aspectos distorsionados de los relatos de O’Leary. Tal vez, podíamos decir a favor de las obras de O’Leary, que él trataba de dar consuelo al desgraciado pueblo paraguayo de la posguerra con un cantar de gesta a estilo “Cantar de Mío Cid”. Pero de ningún modo se puede considerar sus libros como historia, sino como novelas basadas en la historia de aquella, donde exalta a López como si fuera un Alejandro o Aníbal o Napoleón o Estigarribia o un Rodrigo Díaz de Vivar.

Nota. Rodrigo Díaz de Vivar (1043-1099), más conocido por El Cid Campeador que significa vencedor de batallas. Ha sido la personificación y compendio del heroísmo de los españoles.

Notorios escritores nacionalistas accedieron adular de modo demagógico a Solano López con una avalancha de hechos aislados y menudos, y otros escribían utopías imaginarias como el “Libro de los héroes” de O’Leary, en el cual prevalece la mentira bajo el imperio irracional. Un ejemplo: en el libro citado de O’Leary señala que en la batalla de Avay «los paraguayos lucharon hasta morir todos ¡no quedaron ni uno vivo, y nadie se rindió!». Sin embargo, en párrafos subsiguientes, dice: «…, al día siguiente de la batalla escaparon del campamento de prisioneros de los brasileros los coroneles Germán Serrano y Luis Antonio González, mayor Ángel Moreno, José Manuel Montiel, Zoilo González y Vicente Mongelos», y varios más. O’Leary escribió sus libros con un solo objetivo: reivindicar a López por la ignominiosa conducción de la guerra, tal vez para darle al pueblo paraguayo en crisis un motivo para recobrar la esperanza, y como consuelo por tan vano sacrificio. El lado oscuro de las obras de O’Leary: su recurso efectista, así como su sutil insistencia en la mentira, el desengaño, falsedades, la manipulación de los hechos por influencia de la codicia, contribuyeron a dar apariencia verdadera al contenido de sus obras. O’Leary y seguidores intentaron, con cierto éxito hasta ahora, que la “gloria” de López eclipsara al de Estigarribia; pero la verdad tarde o temprano llega, pero llega.

El arquitecto Jorge Rubiani, en su obra «Verdades y mentiras», y algunos artículos publicados por un diario nacionalista, celebró el colapso del Paraguay con una extravagancia dramática; considerándolo como glorioso la muerte inútil de tantos compatriotas. Él escribió:

«Hoy yo puedo decir, por ejemplo, con absoluta firmeza, con hechos comprobados, que la Guerra de la Triple Alianza contra el Paraguay fue una “Guerra de Rapiña”. Una guerra planeada, pautada y pensada para robar al Paraguay. Para afirmar esto, hay muchísimos documentos, ninguno de ellos hecho por paraguayos. Eso está comprobado, certificado, por lo tanto, es verdad».

Los documentos mencionados por el historiador de la guerra de la triple Alianza, el Arq. Jorge Rubiani -el que aspira ser O’Leary pero sin su talento-, llevó al palacio del Poder Ejecutivo y depositó en manos del presidente de la república, Sr. Mario Abdo Benítez, a comienzo del año 2021. Publicado los documentos, la Academia Paraguaya de la Historia en una actitud digna, valiente, patriótica y cual guardián severo de la historia del Paraguay se pronunció afirmando: «que todos los documentos presentados por Rubiani eran apócrifos». Este acontecimiento fue un duro golpe a los lopistas impenitentes. El historiador Rubiani ignoró voluntariamente, porque no es posible que no esté enterado como apasionado lopista, que Solano López y madame Lynch fueron los que rapiñaron el tesoro nacional y a los habitantes del Paraguay. La famosa  “conspiración” fue urdida por el mismo López; por tanto, nunca existió; pues sólo era para justificar los miles de ejecutados de paraguayos y extranjeros con el propósito de apoderarse de sus bienes. 

Muchos políticos, empleados públicos y algunos profesionales militares creen que para demostrar patriotismo bastaba ser lopista. Pero, ¿de dónde provino este absurdo? porque nadie necesita ser venerador de López para ser patriota. Por supuesto, de uno de los acaudalados hijos del mariscal López, Enrique López Lynch, al que Juan E. O’Leary le vendió su conciencia. Aquel para intentar reivindicar a su padre con todo derecho, y éste por motivo meramente crematístico, y los actuales lopistas liderado actualmente por Rubiani, por ignorancia de ¿qué es la guerra? ¿Qué es la historia y su finalidad?, ni siquiera leen obras de historiadores imparciales e independientes de otros países como los Estados Unidos, España, Francia, Gran Bretaña y Prusia. Por ello son incapaces de apreciar los garrafales errores tácticos y estratégico, y las crueldades del héroe por decreto.

Cuando alguna de las obras del engañabobos Juan E. O’Leary caían en manos de un nacionalista, la devoraba ávidamente como si fuese novela policiaca por el apuro en saber quién es el asesino, que generalmente suele resultar el mayordomo de la casa. Pero libros escritos por historiadores y no meros exaltadores del mito mariscal López no son de su agrado, porque sólo se alimentan de mitos o de leyendas. Y así consigue engañarse a sí mismo por serle más grata la mentira. Hemos leídos las obras de O’Leary, Chiavenato, Pómer, Alberdi, etc., aunque llena de fábulas, las hemos leído con atención diligente para ver si podrían ayudarnos llegar al conocimiento de la verdad; aunque no esperábamos que al escribir sus elogios al mariscal López se inspiraran en el Sermón de la Montaña. Sin embargo, sus contenidos no nos ayudaron por ser sus textos sesgados, tendencioso y por añadidura farragoso. Juan Bautista Alberdi, opositor político a ultranza de Mitre, había sido destituido como diplomático de la Argentina en París, Francia. López lo contrata como empleado en la embajada del Paraguay en Paris. Al inicio de la guerra desempeñó el cargo de jefe de propaganda del mariscal López en Europa.

Enrique López y O’Leary tramaron entorno a la figura del mariscal López una aureola de guerrero victorioso, sin que haya ganado una batalla ofensiva. La figura de López, sin mérito alguno, gracias a O’Leary había alcanzado la categoría de mito. Dolores Urdapilleta viuda de Jovellanos y madre de Juan E. O’Leary, por haber sido su primer marido un juez que no se prestó a las arbitrariedades de Solano López, la mandó al campo de concentración de Espadín donde se hallaban dos mil mujeres con hijos pequeños. Allí se le murió de hambre dos hijos menores.  Al respecto, Juan E. O’Leary escribió un poema en ofrenda a la madre y sus hermanitos muertos, e ignominia al mariscal López, el cual pasamos a transcribir de la obra de Francisco Doratioto “Maldita guerra”, estas líneas:

Para tu verdugo y para los verdugos de nuestra patria –perdóname, madre mía.

Madre, tu martirio es infinito. Día tras día, a cada momento, aparecen ante tus ojos las sombras de tus hijos, muertos de hambre en la soledad de su peregrinación. Tú los viste morir. ¡Algún día, cuando mi canto sea digno de ustedes, enterraré su memoria en la cristalina sepultura de mis versos!

Tú perdonaste al tirano, que tan brutalmente te maltrató. Yo no lo perdono. Lo olvido. Y en este día, uno mis lágrimas con las tuyas y con mi alma abrazo a esos pobres mártires, mis hermanitos, muertos de hambre en la soledad del destierro.

            Después, O’Leary aceptó la oferta del hijo de Solano López, Enrique, y no tuvo inconveniente en convertirse en apologista a ultranza del mariscal López. «Trabajó en el periódico “La Patria cuyo propietario era el acaudalado Enrique López Lynch. A partir del 2 de mayo de 1902 principió la publicación de una serie de 26 textos sobre la guerra contra la Triple Alianza bajo el título general de “Recuerdos de Gloria”» (Liliana M. Brezzo, en el prólogo al libro “Polémica sobre la historia del Paraguay”, editorial Tiempo de Historia, 2008).

            También O’Leary era adherente del Partido Liberal, pero cuando el Partido Colorado accedió al poder, sin avergonzarse renunció a su partido y se afilió al Partido Colorado; eso no fue todo, cuando el Partido Liberal retomó el gobierno en 1904 se pasó lisonjeando a las autoridades hasta que el presidente coronel Albino Jara le designó director del Colegio Nacional de la Capital, es más, continuó con sus adulaciones hasta que el presidente Dr. Eligio Ayala lo nombró encargado de Negocios en Madrid, España. Ante la metamorfosis de Juan E. O’Leary, el celebrado poeta Alejandro Guanes le dedicó el poema que transcribimos de la obra de Héctor F. Decoud, “La masacre de Concepción”, Pág. 171, que dice:

El necio audaz que a la fortuna loca

No más, debió la suma de poderes,

El que endiosar a toda costa quieres,

El que tus labios sin rubor invocan;

Las armas de

la patria, alma de roca,

Las melló en flagelar pobres mujeres

Y cuan de cerca, algunos de esos seres,

Alguna de esas mártires te toca.

Yo nada soy para que encuentres gloria

En enlodar mi frente, o que te cuadre

Blanco hacerme de motas chabacanas.

Toda tu hiel

escupe en la memoria

Del que su mano vil puso en tu madre;

O eres deshonra de sus tristes canas.

(5 de setiembre de 1905).

                ¿Cuándo O’Leary fue sincero, cuando terminó la guerra con las muertes de sus dos pequeños hermanos en el campo de concentración de Espadín, o después de ser contratado por Enrique para reivindicar a su padre? Lo que no cabe la menor duda es que el cambio extraordinario operado en O’Leary es muy digno de la novela de Franz Kafka.

Nota. Franz Kafka (1883-1924), escritor checo, autor de novelas, escribió varias obras entre ellas “La metamorfosis (1915).

 Finalmente, digamos que O’Leary fue un consumado sofista conforme nos ilustran grandes filósofos. Por ejemplo, «Platón criticaba a los sofistas por su formalismo y sus trampas dialécticas, pretendiendo enseñar la virtud y a ser hombre, cuando nadie desde un saber puramente sectorial, como el discurso retórico, puede arrogarse tal derecho. Pitágoras afirma que la primera exigencia de ese arte era el dominio de las palabras para ser capaz de persuadir a otros. Poder convertir en sólidos y fuertes los argumentos más débiles». Gorgias dice, «con la palabra se puede envenenar y embelesar. Se trata, pues, de adquirir el dominio de razonamientos engañosos. El arte de la persuasión no está al servicio de la verdad sino de los intereses del que habla. Llamaban a ese arte «conducción de alma». Platón dirá más tarde que era “captura” de almas.

Nota 1. Pitágoras, filósofo y matemático griego (570 a. J.C.-480 a. J.C.) No dejó ninguna obra escrita. El llamado teorema de Pitágoras era conocido ya por los babilonios un milenio antes. Consideraba que los números son el principio, la fuente y la raíz de todas las cosas. La aritmética Pitagóricas, limitada a los números enteros incluía un teorema de las proporciones; teorema según el cual «el cuadrado construido sobre la hipotenusa de un triángulo rectángulo equivale a la suma de los cuadrados sobre los lados del ángulo recto. 

Nota 2. Gorgias de Leontinos (485 a. J.C-475 a. J.C), filósofo y retórico de la escuela sofista de Grecia Vivió 109 años. Algunas de sus frases: «La música no puede ser vista y el color no puede ser escuchado. Lo que no es, no existe».

La agitación de un nacionalismo favorable a Solano López provenía principalmente de algunos alumnos del Colegio Nacional de la Capital donde O’Leary era el director. El Partido Colorado contaba en sus filas a Enrique Solano López (1859-1917) falleció a la edad de 58 años. En 1875, Elisa Lynch con su hijo Enrique volvieron a Asunción para intentar obtener la restitución de sus bienes. Al darse cuenta de la hostilidad general que generaba sus presencias, optaron regresar con las manos vacías, ella a parís donde murió en 1886; en tanto que Enrique se estableció en Buenos Aires donde logró enriquecerse. En 1893, contando 34 años de edad, Enrique López Lynch se instaló en Asunción con el propósito de rehabilitar la memoria de su padre, luego de haber vivido por dieciocho años en Buenos Aires, donde adquirió buena educación, riqueza y algunos amigos que le ayudaron. Con bastante habilidad empezó la rehabilitación de la memoria de su padre: contrató los servicios de Juan E. O’Leary y del intelectual argentino Martín de Neocoechea Menéndez, y reclutó estudiantes y participó de la corriente nacionalista.

Nota. A pesar de su enorme fortuna, Enrique López Lynch dejó a su madre vivir y morir en situación miserable y sus hermanos apenas sobrevivían. Esto demuestra que a Enrique le pareció más importante reivindicar al padre muerto que socorrer a la medre y ayudar a sus hermanos que vivían con la madre.

En un momento oportuno, Enrique se hizo cargo de la dirección del diario “La Patria”, fundado por primera vez en 1894 por los intelectuales lopistas: Blas Garay y Gregorio Benítez. El periódico ofrecía las columnas del diario a plumas brillantes de jóvenes como el poeta O’Leary, Ignacio A. Pane (1880-1920), Blas Garay, Gregorio Benítez y el intelectual argentino Martín de Goicoechea Menéndez, que se dedicaban a un periodismo combativo, capaz de destrozar a cualquier anti lopista que aparece. Sin duda, Enrique, O´Leary y Goicoechea fueron los primeros que empezaron a divulgar -aunque de modo tendencioso- la reivindicación del mariscal López. Por consiguiente, a ellos les corresponde el título de precursores del revisionismo de la historia de la guerra de 1864-1870. Sin embargo, haciendo justicia, no puede caber duda alguna que Juan E. O’Leary y Juan Natalicio González fueron las principales figuras del revisionismo de la historia del mariscal López.

Los intelectuales nacionalistas Blas Garay, Gregorio Benítez, Juan Silvano Godoy, Manuel Domínguez, Ignacio A. Pane, Fulgencio R. Moreno (1872-1933), Juan E. O’Leary, Natalicio González y Enrique Solano López Lynch, se consagraron en la rehabilitación histórica del mariscal López. Sacaron de la nada la figura del mariscal, colocándolo en pedestal de gloria. Sin embargo, no era tanto la figura de López como conductor de la guerra el que estaba en juego, sino la rehabilitación política del régimen: la dictadura.  

Pues, fueron los partidarios de la dictadura quienes empezaron -y continúan hasta ahora- la exaltación de la figura patriótica del mariscal López. Cabe preguntar, ¿Quiénes sacan provecho con la reivindicación del mariscal López? Por supuesto, los partidarios de la dictadura y de los que conocen la historia de oídas.

O’Leary dedicó sus obras sobre la guerra de la Triple Alianza contra el dictador paraguayo, a gloriar a F. S. López, considerándolo héroe supremo del Paraguay, encarnación de los valores más nobles de la nación, etc. Pero el sentido dado a la lectura de la historia de aquella guerra apocalíptica se acomodaba según el régimen del momento, esto no es historia sino mitos. Se designó a sí mismo como “el despertador del alma nacional” o el “apóstol del nacionalismo”. Sus seguidores lo elevaron a “defensor de nuestra causa”. Luis Alberto de Herrera, líder del Partido Blanco uruguayo, lo denominó «el evangelizador del patriotismo paraguayo». Señalemos que uno de los ascendientes de Herrera fue ministro de Relaciones Exteriores de su país, y como tal delineaba la estrategia para lanzar al mariscal López contra el Brasil y la Argentina.

Durante la dictadura al que se puso fin en 1989, los cuadros del régimen continuaron exaltando a López y al “caballero de nuestra reivindicación histórica”, “el cantor de las glorias nacionales”, el “reivindicador del espíritu de la raza”, “la pluma de oro del Paraguay de todos los tiempos, el inolvidable don Juan E. O’Leary”.

Luque, 29-03-2021




COMENTARIOS SOBRE LA GUERRA DEL PARAGUAY (1864 -1870) ¿Epopeya o destrucción?

CAPÍTULO XII

EL MARISCAL LÓPEZ Y LA GUERRA

PARTE I

Sección 1. Consideraciones

Uno de los principales aspectos que diferenciaba a los intelectuales paraguayos de la posguerra,

entre los que tienen interés de contar la verdad como Cecilio Báez, y los nacionalistas extremos liderados por O’Leary, cuyos escritos fuertemente sesgados confunden a la gente. Lo que podemos deducir de los escritos de Cecilio Báez y sus discípulos era que, aunque también ellos enseñaban a sus seguidores a cuestionar la tradición, iba más lejos que los nacionalistas en el intento de asentar la moralidad sobre unos cimientos nuevos y racionales. Según sus pensamientos, tras un periodo de crisis, como la apocalíptica guerra de 1864-1870, la moralidad sólo puede reconstruirse sacando a la luz unos principios básicos: la verdad, la solidaridad, la libertad.

¿Qué podemos decir

del denominado por un decreto del Poder Ejecutivo en 1936, “héroe nacional sin parangón”? La juventud de Francisco Solano López nos explica muchas cosas. Desde la adolescencia ya se hallaba vivamente poseído de una pasión por el poder. Tenía quince años de edad cuando su padre le incorporó al ejército con el grado de coronel, y le designó como comandante de la expedición a Corrientes al mando de una división compuesta de cinco mil hombres. Esta fue la primera intervención de Paraguay en asuntos internos de la Argentina, al invadir con tropas del ejército su territorio. A la edad de dieciocho años fue promocionado a la jerarquía de general y nombrado comandante del ejército; actuó con éxito como mediador en la guerra civil de Urquiza y Mitre en 1859. Contaba 33 años de edad cuando viajó a Europa por dieciocho meses y permaneció en París donde se le dio trato de embajador que le permitió asistir a numerosas reuniones sociales, y donde tuvo un tórrido romance. Por medio de un alcahuete conoció a la bella irlandesa, Elisa Alicia Lynch, recientemente separada de su marido, el capitán médico Dr. Quatrefages del ejército de Francia, con quien se había casado a la edad de quince años. Alicia Lynch quedó deslumbrada por la riqueza que ostentaba el general paraguayo. Por todos aquellos hechos, Solano López se convenció a sí mismo, que la naturaleza le ha destinado a ser jefe de Estado y con aptitudes para conducir -como Napoleón- grandes operaciones militares en una guerra. Pero cometió un error grave al interpretar, equivocadamente, el sentido del “don de mando” por el de hacerse obedecer por el temor.

Sección 2. La expedición a Corrientes

Para esta sección tomamos como guía la monumental obra de Henry Ceuppens “PARAGUAY: ¿Un Paraíso Perdido?”; editora Litocolor SRL, Asunción-Paraguay, año 2003, Página 165.

El 11 de noviembre de 1845, el presidente Carlos A. López firma el tratado de alianza ofensiva

y defensiva con la provincia de Corrientes con el plenipotenciario del gobernador, el general José María Paz. Esto era en realidad una declaración de guerra contra el gobernador de Buenos Aires, general Juan Manuel de Rosas, que a la sazón se hallaba empeñado en recuperar las provincias rebeldes del Río de la Plata: Paraguay y Uruguay. El tratado con Corrientes acusaba al general Rosas de los siguientes:

«… Ha mantenido un estado de guerra continua, fatal y cruel, que ha atacado los derechos más

grandes de los pueblos, que ha abierto hostilidades contra la independencia, comercio y navegación de la República del Paraguay, que todas las pruebas demuestran que solamente espera la oportunidad para mover su ejército y traer los horrores de la guerra a los territorios de estos Estados … La alianza tiene por objeto y fin impedir que el general D. Juan Manuel de Rosas continúe en el uso del poder despótico, ilegítimo y tiránico que se abrogó, …».

Entre las garantías exigidas al dictador de Buenos Aires, estaba el reconocimiento público de la independencia del Paraguay como estado enteramente separado y distinto de la Argentina. Se aclaraba que la guerra era contra la dictadura de Juan M. de Rosas y no contra los pueblos de las Provincias Confederadas. Este mismo argumento los aliados usaron: «la guerra era no contra el Paraguay sino contra su presidente».

Para el Paraguay la cuestión era lograr la libre navegación del río de la Plata. Carlos A. López

se comprometió a aportar diez mil hombres y su flota. Al no lograr los resultados deseados -el reconocimiento de la independencia del Paraguay- el presidente paraguayo le declaró la guerra a Juan M. de Rosas el 4 de diciembre de 1845. Designó a su hijo, general Francisco S. López, de diecinueve años de edad y sin experiencias, al frente de la expedición paraguaya de cinco mil hombres, que cruzó el río Paraná para unirse a las fuerzas correntinas bajo el mando del general José María Paz.

Sin embargo, no llegó a enfrentarse con las fuerzas del general Rosas, comandadas por el

general Justo José de Urquiza. Cuando Urquiza marchaba sobre Corrientes se entera que el general Virasoro derribó al gobernador y destituyó al general Paz; con estos hechos Urquiza regresa a Buenos Aires. La expedición paraguaya fue un desastre político y militar. Las tropas se amotinaron, debiendo regresar al país sin haber disparado un tiro ni logrado nada positivo. Fue la primera vez que el Paraguay se apartó de su tradicional política de neutralidad y se metió en una aventura con resultados nada positivos.

Sección 3.  El fracaso de la política exterior de Paraguay.

El 1º de mayo de 1851, a instancia del Brasil, el gobierno uruguayo y los gobernadores de Entre Ríos y Corrientes, Urquiza y Virasoro respectivamente, ultimaron una alianza militar destinada a derribar al dictador de Buenos Aires, general Juan Manuel de Rosas. Para tal fin solicitan al gobierno paraguayo enviar un representante, pero el presidente Carlos A. López no acepta la propuesta. No obstante, los plenipotenciarios de Brasil, Uruguay, Entre Ríos y Corrientes se reúnen en la ciudad de Montevideo, a la sazón sitiada por el general Manuel Oribe, factótum del dictador de Buenos Aires, y conforman una fuerza coaligada para derrocarlo. Como el presidente paraguayo no había enviado representante para la importante reunión donde también se jugaba el futuro del Paraguay, de la conclusión de la reunión fue informada Carlos A. López y de nuevo invitado a participar de las operaciones militares; la acepta, pero sólo dio un apoyo moral.

Las fuerzas de la cuádruple alianza

conducida por Urquiza parten de Entre Ríos, cruza el río Uruguay, marcha sobre Montevideo, levantan el sitio sobre la Ciudad Capital del Uruguay. Luego, inmediatamente con las fuerzas reforzadas con tropas uruguayas, la fuerza aliada se dirige al encuentro del general Rosas. La batalla decisiva se libra el 3 de febrero de 1852 en Monte Caseros, ubicada en la orilla derecha del río Uruguay, desembocadura del río Miriñay.  La victoria fue de la fuerza aliada conducida por Urquiza. Algunas de las consecuencias fueron:

1) se puso fin a la dictadura de Rosas;

2) impide la reconstrucción del virreinato del Río de la Plata:

3) se declara libre navegación en los ríos de La Plata, Uruguay y Paraná;

4) El general Justo José de Urquiza es nombrado presidente de la Confederación Argentina;

5) El reconocimiento por Argentina de la independencia de Paraguay el 17 de julio de

1852. Inmediatamente de este histórico acontecimiento y merced a los buenos oficios del Brasil, varios países la reconocieron; entre ellos Gran Bretaña el 4 de enero de 1853, Estados Unidos, Francia, Italia y Prusia. Este país en aquel entonces era una potencia en Europa.

Este acontecimiento dejó al Paraguay muy mal parado ante los vencedores. La victoria

de Caseros deja expedita al Brasil la navegación por los mencionados ríos. Sin embargo, le aparece una contrariedad: el gobierno de Paraguay. Pero el Imperio del Brasil estaba resuelto a remover cualquier obstáculo para obtener libre tránsito por el río Paraguay, una vía esencial para el desarrollo de su inmensa provincia de Mato Grosso.

El reputado sociólogo paraguayo Dr. José Luis Simón apuntó en su medulosa obra “El Paraguay de

Francia y el mundo: despotismo e independencia en una isla mediterránea”, lo siguiente: «…la condición de río internacional es reglamentada por primera vez en 1815, por el congreso de Viena, y únicamente a partir de 1852 -37 años más tarde-, recibirá carácter internacional los ríos Paraná y Uruguay en la Cuenca del Plata, ocurriendo lo mismo con el río Paraguay unos años después». Respecto a este punto, mediante un tratado firmado en Asunción el 12 de febrero de 1858 por los plenipotenciarios de Paraguay Francisco Solano López y del Brasil José María da Silva Paranhos, el gobierno de Paraguay declaraba libre la navegación del río Paraguay para todos los países.

Sección 4. El mariscal López empieza la guerra

Antes de todo señalemos que es posible

saber cuándo puede empezar una guerra; sin embargo, es casi imposible saber cuándo ni cómo puede terminar. Veintiséis meses después de asumir la presidencia de la república, el mariscal López empieza a invadir militarmente las provincias brasileras de Mato Grosso y Río Grande del Sur; y Corrientes de la Argentina, con pobres pretextos. Como hemos visto, todo le ha sido fácil a Solano López, pero lo fácil, según ha demostrado la historia, nunca suele ser el mejor. Poseía la arrogancia de la juventud, realzada por una limitada educación que solo sirvió para estimular su ambición. Quizá engañó a sus padres y hermanos respecto a sus verdaderas intenciones y manipuló al ejército ocultando todo el tiempo que pudo el auténtico objetivo de hacer la guerra –sin consultar al pueblo ni a sus representantes- al Imperio del Brasil y a la Argentina. Engañar al enemigo está justificado en la guerra, porque engañar es, al fin y al cabo, un elemento importante de lo que con una palabra más solemne se conoce como estrategia; pero no al pueblo, que es el que siempre carga sobre sus hombros el mayor sacrificio: da sus hijos para la guerra y con su dinero sostiene en la paz y en la guerra a la fuerza militar; por lo tanto, tiene derecho a saber la verdad.

Si hemos de dar crédito a O’Leary, a pesar

de su evidente tendencia de narrar historias truculentas y melodramáticas, los hechos confirman todo lo contrario de lo que él afirma en sus obras acerca de la guerra. Solano López era una de esas personas cuyas ambiciones superan su capacidad, y resultó fácil al Partido Blanco uruguayo en el gobierno convencerlo que al cruzar con su ejército las fronteras del imperio del Brasil y la Argentina; Corrientes, Entre Ríos y Uruguay le acompañarían. El gobierno del Partido Blanco se había comportado en todo momento con una astucia consumada; había manipulado la situación sembrando discordia entre Paraguay-Argentina y Paraguay-Brasil; de manera que el presidente Solano López aceptó toda la falacia que provenía del gobierno uruguayo, porque esta situación le daba ocasión de intervenir en la política del Río de la Plata, además de todo esto, coincidía con su sueño de grandeza y alimentaba su vanidad.

No estaba justificado su ostensible odio por su hermano Benigno, que sin duda era el más capacitado entre los tres

hermanos para inaugurar un gobierno liberal y cambiar la diplomacia de confrontación del Dr. Francia y Carlos A. López. Empleamos la palabra “odio” porque es un sentimiento voluntario y tiene su raíz en la pasión y en el resentimiento de un corazón irritado y lleno de deseo de venganza. Esto está demostrado en el hecho de que mandó torturar bárbaramente a su hermano Benigno y luego lo mandó fusilar.

Hay también serio indicio que Solano López

no era tan querido y admirado como afirma O’Leary; y que el preferido de la familia López-Carrillo y los ciudadanos más distinguidos era Benigno, que había estudiado en la academia militar de la marina del Brasil donde aprendió los beneficios del liberalismo político y económico. Solano López, durante el gobierno de su padre ya tenía bastante poder y demostraba, más que mera ambición, una codicia patológica.  Al parecer, celoso de su hermano Benigno, desconfiaba que su padre le designe como vicepresidente de modo a sucederle, cuando por algún motivo queda vacante el cargo de presidente de la república, tal como la constitución dispone. En pocas palabras, Francisco Solano encontró hostilidad dentro de su propia familia y entre la gente de buena reputación. Sólo podía contar con el apoyo de sus subordinados inmediatos del ejército. Estando en Humaitá recibió la información que su padre se hallaba muy enfermo. Rápidamente partió para Asunción. Llegó a alta hora de la madrugada e inmediatamente mandó poner cerco con tropas a la residencia del padre, prohibiendo que nadie ingrese. Cuando observó que su padre estaba muy grave hizo llamar al padre Fidel Maíz para suministrarle la extremaunción

El historiador paraguayo, ingeniero

industrial, Igor Fleischer Shevelev, escribió en su obra “Los Cuatro Jinetes del Apocalipsis” sobre la muerte del presidente Carlos Antonio López: «Al amanecer del 10 de setiembre de 1862 el estampido de cinco cañonazos rompe el silencio de la adormecida ciudad de Asunción. Anunciaba el fallecimiento del presidente de la República del Paraguay, el venerable patriarca y estadista Don Carlos Antonio López. Asume el poder absoluto su hijo Francisco Solano, ministro de la Guerra, quien poco antes, el 15 de agosto, impuso a su padre, ya en sus postreros días de vida, su nombramiento como vicepresidente de la República en reemplazo de su hermano Ángel Benigno designado antes como tal por suprema voluntad de Don Carlos».

Nota 1. Igor Fleischer Shevelev, “Los Cuatro Jinetes del Apocalipsis”; impreso en AGR S. A. Servicios Gráficos en el mes de diciembre del 2014, Asunción-Paraguay.

Cuando murió en presencia del sacerdote, el

general López comunica el hecho a su familia y a las autoridades que acudieron inmediatamente. Ante la presencia de todos ellos extrae de un cajón del escritorio el pliego cerrado donde, conforme la constitución figura el nombre del vicepresidente, con derecho a sucederle hasta que sea electo por el congreso un nuevo presidente de la república. El general Francisco Solano López era el “designado”; y no perdió tiempo para asumir inmediatamente el cargo. Tampoco perdió tiempo para, en un intento de obtener más poder se metió como un mequetrefe en la cuestión del Uruguay, y el resultado será cinco años de una guerra digna de ser aborrecida, que causó la muerte del 60 % de los 450.000 habitantes con que contaba el Paraguay en aquel entonces.

Sobre la

designación de Francisco Solano se ha tejido varias suspicacias. Una de ellas es, que el general López obligó a su padre cambiar el nombre de Benigno por el de él, y que tras esto el anciano presidente, inmediatamente murió. Este punto de vista se consolida con el acto de poner cerco a la residencia, y una vez muerto el padre, llama a la familia y altas autoridades y en presencia de ellos abre el sobre lacrado. Esta acción nos parece que no corresponde al comandante del ejército sino al secretario del jefe de Estado o a un juez. ¿Cómo el general López sabía dónde su padre tenía guardado el pliego cerrado?

De modo irresponsable, con oficiales y

tropas pobremente instruidas, el ejército mal armado y equipado, el mariscal López convirtió la guerra de la Triple Alianza en guerra sin cuartel en la que no hace concesiones al enemigo y no respeta la persona de los prisioneros. La guerra de López fue algo espantoso.  La odiosa crueldad de su guerra contrasta con la práctica más humana de las guerras europeas, exceptuando la guerra de Hitler. Juristas notables como Thomas Hobbes (1588-1679) ya recomendaban limitar la violencia y destrucciones durante la guerra. Estas fueron debatidas, analizadas y codificada por Eric de Vattel (1714-1767) en su obra “La ley de las naciones” publicada en 1758 (Wikipedia). La moderación constituye, por consiguiente, la base principal, no debiendo emprenderse nada que impida el retorno a la paz. La guerra con restricciones constituía uno de los más altos logros del siglo XVIII que practicaban los gobiernos sensatos.

Cabe preguntar ¿adónde lo condujo su

guerra total y su lema de ganar la guerra o morir todo? No a la paz que era la máxima aspiración de las naciones, sino a Cerro Corá, donde fue muerto mientras huía del combate para salvar su vida, dejando abandonado algunas cosas de poca importancia para él: sus tres hijos menores, su concubina madame Lynch, su madre, hermanas y a su tropa que lo siguió con gran entereza hasta el final. La violencia llevada por el mariscal López al extremo contra el enemigo y su propio pueblo, terminó en ruina y caos nacional. Por la disciplina brutal que López impuso al ejército paraguayo, la única forma que sus tropas tenían para escapar del látigo o del fusilamiento era la deserción. Sin embargo, el mariscal encontró la solución con medidas injusta, arbitraria y cruel: cuando hay un desertor paga con la vida su compañero y persona de su familia. Con esta medida inhumana y repugnante redujo drásticamente las deserciones.

El terrible

huracán que como el Katrina azotó el Paraguay en el quinquenio terrible de 1864-1870, hasta ahora no podemos superar sus terribles efectos. Y conste que el pueblo paraguayo había sido advertido con anticipación por los denominados legionarios sobre la posibilidad de una catástrofe nacional, conforme a los principios contenidos en sus mensajes y escritos en la bandera que ellos agitaban desde Buenos Aires, inspirados en las páginas del “Contrato Social” de Jean J. Rousseau (1712-1778), que después se denominaría liberalismo político o democracia, cuyo fundamento: «que todos los hombres son iguales; el hombre nace libre y se encuentra en todas partes encadenado». Desgraciadamente, la profecía de los denominados legionarios se cumplió.

Nota 2. El huracán Katrina, categoría 5, el 28 de agosto de 2005 azotó Loussiana, ciudad de Nueva Orleans (EE. UU). Fue la tempestad más terrible que vino del Atlántico, sopló a 320 por hora. Copiosa lluvia llegaba como oleadas.  

 La cadena que el pueblo paraguayo soportaba

con estoicismo y resignación, desde que el Dr. Francia se declaró en 1816 supremo dictador perpetuo; recién, después de 54 años, el 1° de marzo de 1870, se logró romper esa cadena que amordazaba al pueblo paraguayo, coincidente con la muerte del mariscal López en Cerro Corá.

El mariscal

López, para entusiasmar a sus tropas, mediante arenga despertó la bestia en cada uno de ellos e impuso la táctica infernal y el lema de “vencer o morir” hasta el extremo. De este modo, las tropas se vieron movidos por dos impulsos: los innatos y los adquiridos por presión de los instructores. La guerra que el mariscal López, voluntaria e innecesariamente desató, fue una guerra de conquista limitada como en Europa hizo Napoleón, con el que deseaba compararse. El mariscal López era estratégica y tácticamente incompetente, confiaba sólo en las arengas ardientes, pero violaba los principios de apoyo mutuo, masa, superioridad numérica, y apoyo de fuego de artillería en la ofensiva y la importancia de contar con una reserva inmediata en las batallas. Él conocía suficientemente cómo provocar la guerra, pero olvidó aprender cómo hacer la paz. Su deseo, por más injusto sea, era complacido por su factótum el general Resquín, que delataba a sus camaradas sin miramientos y se ajustaba a todos los deseos del mariscal como el guante a la mano.

Nota 3. General Francisco Isidoro Resquín, es un antiguo

soldado con mucha astucia. Devenido a la larga a coronel de caballería, que se debe a una devoción sin límite al general López, y su limitada capacidad profesional le valieron para el ascenso a general, que López le otorgó con preferencia a otros más competentes.

El mariscal

López, en su delirio de grandeza estaba seguro que al pisar sus tres columnas de invasiones los territorios de Brasil y Argentina; tanto el emperador Pedro II y Mitre quedarían trastornados; por tanto, inmediatamente le solicitarían un armisticio para cesar la situación de guerra mientras se negocia la paz definitiva con él. Esta ingenua creencia del mariscal paraguayo sólo dejó ruina, innumerables viudas y niños huérfanos. Después de sus fracasadas campañas ofensivas, la destrucción de su flota de guerra en la batalla fluvial de Riachuelo, la aniquilación del resto de su primer gran ejército en Tujutî, y la destrucción de su segundo ejército en la campaña de Villeta, ninguna de estas operaciones salió como él esperaba. De manera entonces, sólo le quedaba encarnar una lucha contra reloj para salvar su propia vida, la de sus hijos y su cuantiosa riqueza –principalmente en joyas y libras esterlinas-, atravesar el río Manduvirã e introducirse en los grandes bosques de Kuruguaty. Si el mariscal López quería que sus campañas ofensivas sean bien hechas, él debió ponerse a la cabeza de su valiente ejército y hendir su espada, hasta el ese contra el enemigo. Pero, prefirió permanecer en Asunción, mientras una de sus columnas de invasiones era destrozada en Jatai y Uruguayana, y a la otra le esperaba igual destino. Todo esto nos deja la enseñanza siguiente: cuando la recompensa es grande y los medios son suficientes, el riesgo es aceptable; sin embargo, si los medios no concuerdan con el objetivo, es temerario ejecutar la acción confiado sólo en el azar.

De verdad, el mariscal

tenía pobres razones para empuñar las armas contra el Brasil y contra la Argentina. Cuando despachó una fuerza para apoderarse de la indefensa provincia brasilera de Mato Grosso, no cabía en sí por empezar a desarrollar su fantasiosa operación de conquista sin estorbo alguno. Pero, con los fracasos de sus campañas ofensivas de Uruguayana y Corrientes, experimentó un vuelco dramático que lo llevó peligrosamente hacia el Trastorno por Estrés Postraumático (TEPT). Cuando intentó controlar todo el poder en el Río de la Plata, el asunto se le fue de las manos y aflora el lado más oscuro de su carácter. Tantas derrotas que no esperaba pueden perturbar la mente de cualquier general.

30-03-2021

COMENTARIOS SOBRE LA GUERRA DEL PARAGUAY (1864 -1870)

¿Epopeya o destrucción?

CAPÍTULO XII. EL MARISCAL LÓPEZ Y LA GUERRA/CONT.

PARTE II (final)

Sección 4. Acelerado incremento de los efectivos del ejército paraguayo

Ni bien empezó su gobierno, Solano López comienza un acelerado incremento en los efectivos del ejército paraguayo. Este hecho era una verdadera amenaza a los países vecinos, lo cual da derecho a los gobiernos colindantes a prevenirse –deber de todo gobierno precavido- contra el formidable aumento, sin motivo aparente, del poder militar del Paraguay. La situación creada por la aparición de una nueva potencia militar en el Río de la Plata, obligaron a la Argentina y el Brasil a revisar sus relaciones y su política militar en la región.

Derrocado el gobierno del Partido Blanco por el líder del Partido Colorado general Venancio Flores, partidario del liberalismo político, Argentina, Brasil y Uruguay dejaron de lado sus rencillas y se aliaron contra el enemigo común para mantener el Río de la Plata libre de la intromisión malsana del dictador paraguayo, y compartir -incluido Paraguay- una prosperidad y paz. El error capital cometido por el mariscal López fue codiciar ser el señor del Río de la Plata. El Paraguay no disponía de excedentes monetarios ni demográficos. Es preciso considerar que el pueblo de aquel entonces era pobre, no porque quiere sino porque la familia López acaparaba todos los negocios y compraba la producción agrícola y ganadera al precio que esa familia establecía.

Nota 5. El general Venancio Flores, siendo presidente constitucional de la ROU, fue derrocado por el Partido Blanco mientras se ausentó de Montevideo, sin comunicar al congreso, con su ejército para ir a reprimir una simulada “rebelión” en una ciudad del interior, tramada por los golpistas. Cuando Flores regresó con su ejército a Montevideo se encontró con un nuevo presidente designado por el Congreso. Para impedir que Flores emplee su fuerza militar, los diplomáticos extranjeros con asiento en Montevideo calmaron a Flores y lograron mediante negociaciones, que aceptara el hecho consumado.

El potencial de guerra del Paraguay no concordaba con el desmesurado objetivo que el mariscal López se propuso. Pero aun así, tal vez por ignorancia o por subestimar el poder combativo de la pequeña fuerza militar de Brasil y Argentina comparada con la fuerza militar de Paraguay, se puso a desafiar a ambos países por la hegemonía regional; o tal vez para proteger las dictaduras de Paraguay y Uruguay (Partido Blanco) contra el liberalismo político que ya habían adoptado Brasil, Argentina y el Partido Colorado del general Venancio Flores, quien luego de derrocar por la fuerza la dictadura del Partido Blanco, se unió al Brasil y Argentina para amurallar el Río de la Plata de la influencia nefasta del presidente paraguayo.

No existe región con riqueza suficiente, ni un país tan excepcional por la fertilidad y abundancia de bienes como para que un jefe de Estado resuelva a comprometer la vida y bienes de los habitantes de la nación, y a ese precio embarcarse a una guerra contra países vecinos y despojarlos parte de su riqueza. De hecho, hay muchas y poderosas razones que impide hacerlo, aún se quisiese. La primera y principal la constituye la gran cantidad de vida que hay que sacrificar, la tesorería del Estado que puede quedar debilitado, y el saqueo y humillaciones cometidas contra los pueblos ocupados que puede despertar una implacable venganza. Por otro lado, si el agresor es rechazado, el agredido llevará a cabo la consiguiente represalia como réplica a lo recibido, y vendrá a exigir al agresor reparaciones, invadiendo también su territorio; y la represalia como escarmiento, sin duda será feroz.  

López invadió los territorios de Brasil y Argentina sin éxito alguno, y donde las tropas paraguayas soportaron penalidades horrendas, y perdió el ejército paraguayo casi 20.000 de sus mejores soldados contra 400 de los aliados. Las campañas ofensivas de López fue una historia de desencanto y sufrimiento extremo, y no de conquista gloriosa. Cualquier presunción patriotera va en contra de los hechos comprobados. Al mariscal López le faltaba lo que se conoce como el sentido común; vale decir, no era capaz de distinguir lo verdadero de lo falso, lo real de lo imaginario, y de actuar razonablemente. En verdad consiguió engañar a la buena fe de su pueblo. Sin embargo, la inconsistencia de los pretextos aducidos para llevar la guerra al Brasil y a la Argentina encuentra mucha dificultad en manifestarse actualmente; porque la verdadera historia de la guerra de la Triple Alianza recién desde 1989 se puede escribir con total objetividad. Consecuentemente, los historiadores se toman el empeño de no juzgar sino explicar las acciones de López con relatos veraces, para poner en claro cuáles fueron los motivos aparentes y cuáles las causas verdaderas que precipitaron la guerra, así como analizar apropiadamente la conducción del ejército paraguayo por el mariscal López, y las crueldades demostradas y probadas que ejecutó contra sus compatriotas por conspiración que sólo existía en la imaginación del “héroe por decreto”.

Cuando se manipula la historia o se ignora los hechos como los lopistas que sienten una reverencial admiración por el mariscal López y se dedican a idealizarlo, a pesar de que sólo amontonó derrotas, y ¡no ganó una sola batalla ofensiva!; es más, dejó en ruina la nación, pero esto no es óbice para inspirar sus malas acciones un ferviente nacionalismo. El deber le imponía a López hacer del Paraguay un lugar mejor para vivir, donde los ciudadanos pueden casarse, tener un hogar, cuidar a los hijos, verlos crecer, estudiar y desarrollarse en un ambiente de paz nacional. El deber de un jefe de Estado es sacrificarse por la nación, pero jamás sacrificar al pueblo entero por mera codicia de más poder político, económico e intereses bastardos.

Lo que estamos queriendo señalar es que aún hay muchos paraguayos, entre ellos algunos militares profesionales, que pasaron por las instituciones militares de enseñanza sin aprehender lo básico de la profesión, por ello piensan que es blasfemo investigar y publicar sin prejuicios ni sentimentalismo la historia de la guerra de la Triple Alianza, porque ya está decretada por un gobierno de facto instalado en 1936 tras un golpe de Estado contra un gobierno democrático, la historia empírica, patriótica y nacionalista señalada por O’Leary: la exaltación del mariscal López por motivos meramente político, crematístico y principalmente desmerecer la fulgurante conducción de la guerra del Chaco (1932-1935) por Ayala y Estigarribia, aquel en el campo de la alta estrategia y este en el campo de la estrategia militar. De este modo, los exaltados nacionalistas lograron plantar en la mente del cándido pueblo la pueril idea que el mariscal López era el “máximo héroe sin parangón”, y no Estigarribia el Grande, porque aquel murió “defendiendo la patria y no se rindió”, en tanto que Estigarribia no murió. Este argumento traído de los pelos se enseña a los niños desde la escuela y se exalta la figura del mariscal López en la secundaria. Es preciso repetir que no es función del gobierno nacional juzgar sobre historia, que es facultad de la Academia Paraguaya de la Historia. Para los lopistas, es más glorioso que un general en jefe muera en la guerra -aun perdiéndola catastróficamente-, que ganarla sin morir en ella.

Sección 5. López desconfiado y lento en reaccionar.

Solano López, en el momento en que debía actuar con rapidez y firmeza, se mostró lento e indeciso y se aferró a dudas estériles, porque no sabía claramente qué hacer cuando la situación variaba, y en contradicción a la ley de guerra que impone poseer una finalidad precisa y perfectamente determinada para emprenderla. Cuando una de sus columnas de invasiones alcanzó Goya (ciudad argentina a orilla derecha del río Paraná, y donde desemboca el río Santa Lucía, doscientos kilómetros aguas abajo de Corrientes), y la otra Uruguayana, no sabía qué hacer ni adónde ir. La indecisión del mariscal -por no apoyarse en la teoría de la guerra y la historia militar-, se convirtió en el peor enemigo del bravío ejército paraguayo.

¿Qué podemos decir de un jefe supremo del Estado y comandante en jefe del ejército en campaña como Solano López? Duele decir, pero es necesario decir: como jefe de Estado, ignorancia de la alta estrategia, y como general en jefe, profano en estrategia militar; a más de esto, desconocía la importancia de la historia militar, las leyes de guerra y los principios de conducción de un ejército en operaciones de guerra. Quizá López engañó a su padre respecto a sus verdaderas intenciones y manipuló a su ejército, ocultando todo el tiempo que pudo hasta apoderarse de la presidencia de la república: su auténtico objetivo. Tampoco estaba justificado su desprecio por sus hermanos Venancio y Benigno, sus hermanas Inocencia y Rafaela, sus cuñados general Vicente Barrios y el ministro de Hacienda, Saturnino Bedoya. No hay ninguna prueba que ellos hayan obrado de consuno para infligir agravio a Solano López. Pero eso no fue inconveniente para que López los considerara a todos ellos como “conspiradores” de su gobierno, y sin prueba alguna los manda fusilar a todos, menos a sus hermanas a quienes -incluida la madre- a quienes mantuvo presas en sendas carretas hasta Cerro Corá. Desgraciadamente, los generales y jefes se cuidaban mucho en no hacer nada ni decir nada sobre estas y otras barbaridades que pudiera encolerizar al mariscal. Nadie se atrevía disgustar a López con informaciones, aunque reales e importantes, porque a él sólo le agradaba escuchar noticias de sus patrullas de reconocimientos como él quisiera que fuese.

Sección 6. El mariscal López como conductor militar

Aunque Solano López dejó continuar la gran labor desarrollada por el padre, sí conservó la astucia para mantenerse en el poder indefinidamente, mediante el rigor represivo que durante la guerra lo llevó hasta el extremo. Al ser electo presidente de la república en una parodia de elección del Congreso, para el pueblo equivalía en cierto modo a cambiar de collar, pero por otro mucho más pesado e insoportable. La conducción del ejército paraguayo por el mariscal López fue una auténtica desgracia nacional, no sólo por su incompetencia militar, sino por continuar la guerra hasta casi el exterminio de la población paraguaya, además la destrucción de la flota mercante del estado y la bancarrota económica y demográfica del país no se puede esconder del pueblo ni tolerar y menos olvidar.

El 23 de julio de 1866, víspera de la batalla de Tujutí, el mariscal López convocó en su cuartel general de Paso Puku -doce kilómetros alejados de Tujutí donde se llevará a cabo la batalla decisiva- a los generales Vicente Barrios y Francisco Isidoro Resquín, así como a los coroneles José Díaz e Hilario Marcó, a quienes impartió sus órdenes de operaciones y su concepto de operación para atacar al enemigo en el día de su cumpleaños número 40.

He aquí su concepto de operación: el día de mañana 24 de julio al clarear el día, atacar al enemigo posicionado en Tujutí con el dispositivo siguiente:

1) Ataques frontales: Díaz y Marcó;

2) Ataque al flanco izquierdo del enemigo, Barrios que deberá atravesar el bosque de sauce con rapidez;

3) Resquín con su división de caballería atraviesa el estero y ataca el flanco derecho del enemigo;

4) Reservas estratégicas: en Paso Puku: ocho mil hombres y en Humaitá cinco mil.

5) Instrucción de coordinación: el general Barrios al amanecer lanza un cohete que debe ser respondida por Díaz para empezar el ataque; todo con la finalidad de expulsar al ejército aliado del territorio paraguayo.

Luego de despedir a los cuatro jefes de las columnas de ataque, el mariscal queda campantemente en Paso Puku, donde esperará el resultado de la batalla. El deber le imponía al mariscal López conducir personalmente su ejército, lo que significa permanecer cerca del campo de batalla con su reserva de ocho mil hombres, para intervenir en un momento adecuado en la lucha, porque está obligado a ello; más aún en tan formidable y decisiva operación de la cual dependía el resultado de la guerra.  

El héroe por decreto nunca condujo una batalla, ejercía el mando a distancia. En Cerro Corá parecía que iba a hacerlo, pero cuando a lo lejos vio al enemigo avanzar hacia él, picó espuela y huyó. Este hecho y varios más, los nacionalistas ubican en el Haber del mariscal, en tanto los historiadores objetivos en Debe. Los hechos y los resultados de sus operaciones son los que debemos tener en cuenta; en este aspecto no hay ninguna ocultación ni secreto porque su ninguna virtud, sus muchas limitaciones y sus crueldades se complementaban con amplitud.

Planteemos ahora una pregunta crucial, ¿hubiera tenido éxito si luchaba sólo con el Brasil o sólo con la Argentina? La enorme diferencia del potencial de guerra de Paraguay confrontado con cualquiera de los dos, nos indica que el mariscal López no tenía ninguna posibilidad de ganar. Y al apartarse de lo justo y razonable descuidó este aspecto decisivo en toda guerra: si hay o no posibilidad de ganar o aun saliendo victorioso, sería pírrica si la nación queda en la bancarrota económica. Cada vez que se equivocaba era más por ignorancia en la conducción del ejército en operaciones de guerra que por mal juicio. Ignoraba que la guerra no se gana con mera arenga sino con generales y jefes idóneos, un estado mayor eficiente, buenos armamentos, logística adecuada y eficiente, y ¡suficiente divisa!

La mayoría de los generales y jefes de López eran valientes en grado sumo, pero de escaso talento militar; por ello sólo unos pocos aparecieron en los relatos de Juan Crisóstomo Centurión y de Jorge Thompson. Aunque O’Leary los ha elevado a altura hiperbólica a algunos e ignorando a otros con mucho más méritos, como de verdad los fueron: los oficiales de infantería coronel Manuel A. Giménez, alias Kala’a, mayores Eduardo Vera y Sebastián Bullo. Los de caballería, el teniente coronel Basilio Benítez, los mayores Olabarrieta y José de Jesús Martínez; y el mayor de artillería Albertano Zayas, que murió en la batalla de Curupayty.

La evidencia de la ineptitud de López para dirigir la guerra y los deplorables hechos son innegables. Era incapaz de ver el berenjenal político en que se había metido como un mequetrefe. La impaciencia de ganar por lo menos una batalla ofensiva, empeoró sus errores estratégicos y tácticos que debilitó rápidamente su ejército por las numerosas bajas sufridas.

Sección 7. El lema “Vencer o morir” y otras consideraciones

La pregunta clave es, por qué la tardía evacuación del teatro de operaciones de Humaitá, o por qué el mariscal no encabezó su ejército en el segundo ataque a Tuyutî, y allí morir con gloria abrazado por la bandera tricolor, antes que llevar el país a un incomprensible desastre nacional. Caifás, juez supremo de Israel se dirigió a los judíos seguidores de Jesucristo de este modo: «Ustedes no saben nada ni se dan cuenta de que es mejor para ustedes que muera un solo hombre por el pueblo, y no que toda la nación sea destruida» (Jn 11.50) ¿No es eso lo que hace un héroe por su patria? Si el mariscal López, como Leónidas en las Termopilas moría en Tujutî el 3 de noviembre de 1867 conduciendo su ejército, sin duda hubiera mostrado a su ejército, a su pueblo y al mundo entero que él también tenía agallas, e igual a sus tropas sabía morir dignamente por la patria en el campo de batalla u ofrecer su cabeza al enemigo para salvar lo que aún pudiera ser salvado de la nación. Sin embargo, en Solano López -así como en todos los seres vivos, de acuerdo a la teoría darwiniana-, era extremadamente fuerte la lucha por la conservación de la vida. Probablemente pensó en terminar su vida heroicamente, pero no se animó, y terminó siendo un maldito bastardo sin gloria.

Ningún jefe de estado que tiene una mínima conciencia de su responsabilidad puede permitir ni por un momento que continúe aquel dispendio trágico y aterrador de sangre y bienes, a menos que esté seguro más allá de cualquier duda de que los objetivos de este sacrificio vital forman parte inseparable de la vida de la nación, y que el pueblo del que es jefe de Estado cree que eso es justo e imperativo. Sin embargo, los ciudadanos paraguayos estaban postrados e indefensos ante el poder omnímodo de Solano López, que desde que asumió el encumbrado cargo de presidente de la república hasta su muerte, no ha conocido freno ni piedad. Juan C. Centurión nos deja la siguiente reflexión: «Si tan valientes y abnegados soldados hubiesen sido conducidos por un idóneo, responsable y prudente; tal vez, a pesar de la enorme superioridad del enemigo, el resultado no hubiera alcanzado un nivel de ruina total de nuestra patria» (Centurión, Obra ya cit. T-III, Pág. 139).

    El ex cercano colaborador de López desde el inicio de la guerra hasta Cerro Corá, dejó pasar por alto que el ejército paraguayo tenía enorme superioridad numérica al empezar las invasiones a los territorios de Argentina y Brasil, pero que después se iba reduciendo con rapidez por la gran cantidad de muertes sufridas y prisioneros que quedaron en poder del enemigo en cada batalla ofensiva.

Es lamentable que el mariscal López haya perdido miles de hombres valientes en grado superlativo en operaciones chapuceras como en verdad fueron las campañas ofensivas de Uruguayana y Corrientes donde se perdió veinte mil hombres contra cuatrocientos del enemigo; el temerario ataque a la escuadra brasilera en Riachuelo donde fue destruida casi en su totalidad los barcos mercantes paraguayos convertidos en guerra, a excepción del Tacuarí que sufrió graves daños, y la batalla de Tujutî donde fue aniquilado el resto de nuestro primer gran ejército. Con estos resultados a la vista, la guerra ya estaba irremediablemente perdida; de manera entonces, había llegado el momento de pasar de la acción bélica al campo diplomático, para poner fin a los inútiles sacrificios del pueblo paraguayo.  

El desaliento cada vez mayor de las tropas y del pueblo era difícil de contrarrestar solamente con propaganda de “El Semanario” y ardorosa arenga. La propaganda con respecto a las “victorias” que el mariscal conseguía, gracias a su insuperable talento militar, constituía una verdadera afrenta al pueblo que vivía una situación miserable y las tropas morían por millares sin provecho táctico alguno. La verdad es que el mariscal López en cinco años de guerra no acertó ganar ni una batalla ofensiva, y conste que hasta un reloj averiado acierta dos veces al día.

En la paz o en la guerra, las autoridades del país y los hombres a quienes Dios han distinguido con sus dones de sabiduría, tienen el deber de hablar con honradez y sinceridad a compatriotas menos preparados y menos capaces de distinguir entre la verdad y la mentira, el bien y el mal, lo justo y lo injusto, la valentía que es hija de la prudencia, de la temeridad que es hija de la insensatez, y la gloria de la estéril muerte masiva en cada batalla. El crédulo pueblo paraguayo, que tantas veces ha despertado a lo largo de la historia pleno de fe y ardoroso de esperanza, no solo fue privado de nuevo con el gobierno de Solano López de vivir en libertad y llevar una vida mejor, sino que la paz fue rota por el mismo jefe de Estado paraguayo, y de este modo condenó a varias generaciones a una situación miserable.

Tenemos la intención de mostrar que lejos de ser un anti lopista o negador del heroísmo de las tropas paraguayas en la apocalíptica guerra del Paraguay de 1864-1870, donde nuestro valiente ejército era conducido por un hombre, aunque inteligente, pero con falto de agilidad y destreza mental, hemos señalado repetidamente en “La conducción del ejército paraguayo en la guerra de la Triple Alianza”, sus principales errores estratégico y táctico con el único propósito de extraer experiencias y enseñanza, fin de la historia militar, de modo que no se vuelva a repetir esos garrafales errores políticos y militares; porque olvidar los malos hechos del pasado, mueve a su repetición.

Nuestros acusadores de anti patriota o legionario, asimismo los que los alientan y los apoyan, e incluso los que aplauden sus opiniones patrioteras; han hecho un daño muy grande a nuestra historia militar, en virtud de las actividades que llevan a cabo con total ignorancia de la guerra, del fin de la historia militar y la responsabilidad del historiador de explicar los hechos tal como sucedieron para que puedan servir de experiencias; porque ya lo dice un adagioi: «es mejor conducirse con experiencias ajenas, porque la propia siempre llega tarde y cuesta caro».

Sección 8. Conquistar gloria sin provecho, es inútil sacrificio

Los militares solemos ser pésimos escritores, tal vez con la excepción de Arturo Bray. Además, carecemos de la habilidad necesaria para explicar los hechos porque no estamos acostumbrados a debatir sino a mandar y obedecer. Solano López practicó atentados para destruir a los opositores de su gobierno, ahogando con sangre su patria y obligando a todo de lo que había de más ilustre en el país a emigrar para Buenos Aires a fin de escapar de la cárcel o del asesinato. Ser opositor político de Solano López era peligrosísimo. A pesar de las numerosas obras publicadas sobre la guerra de 1864-1870, el análisis de las causas del conflicto, la conducción del ejército paraguayo por el mariscal López y su empecinada negativa de reconocer la derrota y negociar la paz de modo a poner fin al suplicio del pueblo paraguayo; todos estos siguen generando controversias y abundan las interpretaciones fantasiosas que consideran gloriosos las numerosas muertes en vana lucha de nuestros compatriotas.

Aunque muchos profesionales militares no hemos alcanzado la fortuna de coronar nuestras carreras con las encumbradas jerarquías de general, pero tenemos la capacidad suficiente como para reconocer y aceptar de que ninguna duda puede caber que es a los victoriosos conductores -como Estigarribia el Grande-, a quienes debemos seguir, porque, «lo que el genio hizo, debe ser la regla de conducta». Por consiguiente, es indispensable completar la teoría militar aprendida en instituciones con ejemplos procurados de la historia militar.

Nuestro mayor interés en escribir la historia de la guerra de la Triple Alianza, consiste en transmitir experiencias recogidas de ella. Y como se dice, las mejores experiencias se adquieren de los errores ajenos. Está suficientemente probado que en la guerra de 1864-1870 abundaron los errores; por lo tanto, hay que apreciarla como fuente rica en proveer experiencias. El oficial que va a la guerra sin haber bebido antes en la fuente de la sabiduría, la historia militar, es como el poeta popular que canta las batallas, pero nunca ha conocido una o como el músico que ejecuta su instrumento, pero no baila.

A los que nos tratan de antipatriota por señalar errores del mariscal López y comentarlos, sentimos compasión no sólo por ellos sino también por nuestro ejército, porque pasaron por lo visto por las instituciones de enseñanza militar, y recorrieron los cuarteles sin asimilar casi nada. Este es el motivo que al leer nuestros escritos interpretan de modo equívoco y pretenden señalarnos qué debemos decir y qué no; todos ellos pueden ir al diablo. Además, es preciso que sepan que se puede ser patriota sin ser lopista. El mariscal López, por su ignorancia de la estrategia, la teoría militar y la historia cometió errores desastrosos que bien podría haberse evitado. Además, era sumamente autoritario; por ese motivo en su ejército se originó un sentimiento penoso y contenido, por que el personal cree ser maltratado. Consecuentemente, produjo en el ejército una rebelión silenciosa. Probablemente, López que era inteligente pero la usaba mal, percibió ese estado de cosas y como respuesta, dio vigor y fuerza a su mando sustentado en el terror.

A pesar de haber perdido la guerra, López se negaba a entablar negociaciones que no sea de igual a igual, no de vencedor y vencido, y menos dimitir al cargo; esta actitud revela estupidez. No resistía al deseo de conquistar fama de gran capitán y conseguir gloria al galope sobre la llanura del Río de la Plata. Sus fracasadas campañas ofensivas fueron los que minaron el pedestal en que descansaba el sueño de gloria del codicioso mariscal paraguayo. Procedió con extrema imprudencia al mandar alrededor de cincuenta mil hombres a invadir los territorios de las provincias brasileras de Mato Grosso y Río Grande del Sur, y Corrientes de la Argentina, con pocos cañones, sin suficiente caballería y sin recibir subsistencia de alimentos de Paraguay, ya llevaba el germen de la destrucción. Creyó, pues, que la guerra que hacía al Brasil y Argentina dependía exclusivamente de su voluntad, y el horror de los hechos consumados no le produjo el menor remordimiento. Sin embargo, los historiadores nacionalistas, razonando sobre los hechos, acomodaron conclusiones engañosas en favor del “genio militar” de López. Con la descripción fantasiosa que han hecho “El Semanario” y los historiadores nacionalistas de las batallas de Estero Bellaco y Tujutí del 24 de mayo de 1866 y del 3 de noviembre de 1868, así como las de Ytorõrõ, Avay, Pikysyry, Lomas Valentinas y, la capitulación de Angostura, trataron de encubrir la impericia de López celebrando esas derrotas como si fuesen victorias. La historia, gran maestra de la vida, nos ha ayudado a rescatar del mar de las mentiras aquellos sucesos.

El mariscal López, con su decisión de llevar la guerra al Brasil y Argentina demostró su incapacidad para comprender los asuntos estratégicos, e incurrió en una falta tan grosera, ignorando que el Paraguay no contaba con el potencial de guerra indispensable para sostener el poderío de la fuerza militar hasta el fin de la guerra. Con su orgullo altanero, a pesar de su incuestionable derrota prosiguió la apocalíptica guerra hasta ser alcanzado en Cerro Corá y muerto ignominiosamente, dejando tras sí caos y destrucción.

Cumpleaños de Solano López. Una comisión de la Cámara de Diputados llega a Paso Pukú para homenajear al presidente de la república por su cumpleaños, y entregarle regios regalos. Al recibir le dice al jefe de la comisión: «me alegra mucho y valoro sus presencias, ¿y qué dice Asunción?» agregó, poniéndose serio. «Sr. Mariscal -responde el diputado-, toda Asunción lamenta su ausencia». El mariscal sabía muy bien que eso no era más que una hábil alabanza, pero aparentó ser de su agrado. Sin embargo, como reconocimiento al noble gesto de los diputados, menos el diputado Talavera, padre de Natalicio Talavera, el resto fue destinado a prestar servicio en unidades de combate. Los historiadores nacionalistas celebran y aplauden todas las tonterías del héroe por decreto. Natalicio Talavera, durante la guerra dirigió “El Semanario”. Fue un talentoso cronista de guerra que estaba obligado a celebrar a alturas hiperbólicas cada operación de López; y hacía bien, pues su vida dependía en hacerla bien.

El oscurecimiento de su inteligencia y de su conciencia como responsable de todos los acontecimientos, le impidió a López hasta el fin de su vida comprender el alcance verdadero de los desmanes que cometía en oposición con la regla eterna del bien. Tenía la convicción de que estaba predestinado por la Providencia representar este papel, se esforzaba por demostrar que su propósito era beneficiar a la nación, y que podía dirigir el destino del Río de la Plata, poniendo orden y paz como en el Paraguay; pero se le escapó algo: que los pueblos rioplatenses ya habían expulsados a los dictadores, y experimentados con gran aceptación el liberalismo político; «que sin negar la autoridad del Estado, sostiene que ésta no es absoluta y que los ciudadanos conservan una parte de autonomía que el Estado debe respetar». Esta doctrina chocaba violentamente contra el tipo de gobierno adoptado por Francia, los López y el Partido Blanco del Uruguay.

Los ciudadanos que aman con fervor a su patria y quiere serle útil, sus acciones dirigen a la conservación de la vida, a cuidar los intereses del Estado y a sostener la dignidad del hombre. La fraternidad, la igualdad y la libertad proclamada por la Revolución Francesa, posiblemente fueron las pasiones que impulsaron a los denominados legionarios, que tal vez estén profundamente ancladas en la naturaleza de todos los hombres en toda su existencia.

La Revolución Francesa. Fue un movimiento revolucionario francés que puso fin al antiguo régimen en Francia (1789-1799). En la reunión de los estados generales (5 de mayo de 1789), convocado por el rey, el tercer estado, dominado por la burguesía, se proclamó asamblea nacional (14 de junio) y se transformó en constituyente. El pueblo tomó la Bastilla (14 de julio). Se redactó una declaración de los derechos del hombre y del ciudadano y una constitución, aceptada por el rey después de intentar huir (1791).

Luque, 31-03-2021


COMENTARIOS SOBRE LA GUERRA DEL PARAGUAY (1864 -1870)

¿Epopeya o Destrucción?

CAPÍTULO XIII. EL NACIONALISMO

Sección 2. ¿Qué es el nacionalismo?

El concepto de nacionalismo surge de la edad contemporánea y nace con el concepto de nación. Es una ideología y un movimiento sociopolítico que tiene como finalidad generar conciencia e identificación en una comunidad nacional. En otras palabras, el nacionalismo es la doctrina que propugna como valores fundamentales el bienestar, la preservación de los rasgos de identidad, la independencia en todos los órdenes, la prosperidad, y la gloria y lealtad a la nación propia. Este movimiento intenta generar patriotismo o sentido de pertenencia en los ciudadanos de una misma nación a través del uso de distintas estrategias. El nacionalismo comenzó a tomar relevancia hacia fines del siglo XVIII, y alcanzó su apogeo en el siglo XX.

El origen del nacionalismo suele ser bastante controversial, dado que existen diferentes opiniones sobre su nacimiento. Pero las que más divulgación tiene afirman que el nacionalismo surge luego de las grandes revoluciones (revolución francesa, revolución burguesa y revolución liberal), y está acompañada por los movimientos burgueses que se plegaron en años posteriores a estas revoluciones. Consideramos burguesía a la categoría social que comprende a las personas relativamente acomodadas que no ejercen un oficio de tipo manual.

 El nacionalismo de los lopistas a partir de 1936 reproduciría cotidianamente los esquemas mentales del nacionalismo vulgar. La ocupación del territorio ajeno, y la imposición de una nacionalidad y culturas determinadas sobre otras personas y pueblos mediante el uso de la fuerza era uno de los medios utilizados por el nacionalismo de Solano López.

El genocidio causado por el héroe por decreto en la guerra de 1864-1870, al que los nacionalistas

paraguayos lo denominan con orgullo insensato “gloria nacional”, tuvo nefasta consecuencia; a más de esto, durante toda la guerra, López puso por obra una persecución generalizada, torturas, fusilamientos y la muerte injustificada e innecesaria del 60 % de la población paraguaya, y convirtió lo que podría haber sido un país próspero en una nación devastada. ¿Por qué sucedió todo esto? La respuesta nos da Rolando Niella, «Porque el nacionalismo no es una ideología nacional, sino la exaltación emocional de la imaginaria superioridad de su propia nación sobre todas las demás. Así pues, el núcleo básico de todos los nacionalismos es el mismo: “Somos superiores y tenemos más derechos que todas las demás naciones del mundo”» (Rolando Niella, diario “abc” del día domingo 24-03-2019, “Opinión”, página 4).

Denle suficiente poder a un nacionalista y no tardará en planificar y ejecutar una guerra por cualquier motivo, tal como hicieron Solano López, Hitler y Mussolini, que sólo dejaron enormes daños, pero ningún beneficio.

Lo que constituye la particularidad del nacionalismo es que se muestra como una corriente ideológica de carácter político, la cual se caracteriza principalmente por presentar a su nación el derecho que posee de formar su propio gobierno: la dictadura. Tiene el fin de establecer sus propios objetivos en base a sus aspiraciones y necesidades en el área de la economía, la sociedad y por sobre todo su cultura, ya que este último los define por sobre todo los demás como una identidad nacional. A su vez esta ideología se caracteriza por el hecho de cuidar los sentimientos de su comunidad buscando resguardar sus orígenes, lenguas, su religión, ya sea autóctona o adquirida.

Sección 3. Clases del nacionalismo.

Las formas de actuar:

Depende de la circunstancia y del lugar. Puede adoptar

diversas formas de actuación que pueden ser pacíficas, violentas o puede combinar ambas. En Paraguay, el nacionalismo o el lopismo, al menos hasta ahora, sólo han practicado la violencia verbal. Las reivindicaciones nacionalistas se sustancian mayoritariamente mediante el ejercicio de la actividad política, principalmente, a través del Partido Colorado (ANR), el partido más nacionalista que cuenta hasta ahora con el apoyo de la mayoría de los ciudadanos mediante dos actividades: la exaltación del mariscal López y el uso de las prebendas, como hace poco nos demostró el presidente del Congreso Nacional al contratar como “asesor cultural” al nacionalista más exaltado. La celebración de las fiestas nacionales en Paraguay es una de las maneras a través de las cuales los dictadores como Rafael Franco en 1936 y Stroessner en 1954-1989 fomentaron el sentimiento nacionalista entre los paraguayos sin concesiones y paliativos, principalmente en las fuerzas armadas de la nación. Por el momento no practican la violencia sino la "no violencia activa" cuyo máximo exponente fue la lucha que llevó contra la dominación británica Mahatma Gandhi en la India. La guerra del Paraguay de 1864-1870 es un ejemplo en las que el elemento nacionalista desempeñó un papel sustancial.

Clases de nacionalismo:  

Nacionalismo liberal: Su máximo defensor fue el filósofo y revolucionario italiano Giuseppe Mazzini. Este consideraba que una nación surge de la voluntad de los individuos que la componen y el compromiso que estos adquieren de convivir y ser regidos por unas instituciones comunes. Es pues, el ciudadano quien da forma subjetiva e individual y decide formar parte de una determinada unidad política a través de un compromiso o pacto. La nacionalidad de un individuo estaría por lo tanto sujeta a su exclusivo deseo. Este tipo de nacionalismo fue el que se desarrolló en Italia y Francia.

Nacionalismo conservador:

Sus principales defensores fueron Herder y Fichte (Discurso a la nación alemana, 1808). Según ellos, la nación conforma un órgano vivo que presenta unos rasgos externos hereditarios, expresados en una lengua, una cultura, un territorio y unas tradiciones comunes, madurados a lo largo de un constante proceso histórico. La nación posee una existencia objetiva que está por encima del deseo particular de los individuos. El que pertenece a ella lo seguirá haciendo de por vida, con independencia del lugar donde se encuentra. Es como una especie de carga genética a la que no es posible sustraerse mediante la voluntad. Este tipo de nacionalismo fue el esgrimido por la mayoría de los protagonistas de la unificación alemana.

Sección 4. El nacionalismo según Rolando Niella

«El movimiento independentista catalán ha puesto una vez más sobre el tapete el resurgimiento de unos nacionalismos radicales, cada vez más necios y menos compatibles con la imparable tendencia integracionista que la globalización ha impuesto al mundo actual. El éxito de estos movimientos nacionalistas radicales se explica porque apelan a discursos afectivos y sentimentales y escurren el bulto a cualquier argumentación racional. La más feliz de todas estas estrategias es identificar nacionalismo con patriotismo.

«En consecuencia, nuestra política es innecesaria y desproporcionadamente agresiva, porque “con los antipatriotas no se discute, sino que se los derrota a cualquier precio” y ese precio es casi siempre pasar por alto las leyes y convertir la justicia en un garrote…Y eso es todo lo contrario al Estado de Derecho y se parece mucho, demasiado, a una dictadura (Diario “abc color” del 15-10-2017, Pág. 8, “Opinión”).

 «El nacionalismo es una ideología que considera que pertenecer a determinada nación nos hace mejores y con más derechos que los demás. El patriotismo, en cambio, es un sentimiento de pertenencia, un vínculo afectivo con nuestro país y nuestros conciudadanos. Reunir los dos conceptos es una gran mentira, porque la historia demuestra que los nacionalistas radicales distan mucho de ser patriotas, en la medida que están dispuestos a sacrificar la vida de miles de sus conciudadanos sin el menor escrúpulo. Así ocurrió en la Alemania nazi, con la Italia fascista, o en la sangrienta y fratricida guerra civil que enfrentó y masacró a las naciones de Los Balcanes: Bosnia y Herzegovina, Croacia, Eslovenia, Macedonia, Montenegro y Serbia.

«El nacionalismo asegura que, al separarse, serán más libres y más prósperos, pero en realidad serán más pobres y más provincianos. ¿Qué importancia tiene estos para el Paraguay? Nuestros partidos políticos tienen por costumbres promover y utilizar sistemáticamente la identificación de la ideología nacionalista con el sentimiento patriótico y proclamar que, quienes no están de acuerdo con ellos no son adversarios ideológicos, sino “enemigos de la patria”.

«El viejo y engañoso truco, que parecía desgastado hasta hace pocos años, de identificar nacionalismo con patriotismo, vuelve a dar resultados a quienes son lo suficientemente inescrupulosos para usarlo. Así se enredaron en un conflicto inútil los catalanes, con su “España nos roba”. El patriotismo es el vínculo vivencial y el sentimiento de pertenencia que nos une y nos identifica con nuestra nación. Ese vínculo hace que tengamos unos lazos culturales y afectivos con todos aquellos que son nuestros connacionales. Ser patriota y sentirse parte de la comunidad y la historia de una nación no implica despreciar a quienes no forman parte de ella. Ser nacionalista, en cambio, exige sentirse y creerse superior a todos los que no “tuvieron la suerte” de nacer en ese territorio o de pertenecer a esa “raza elegida” para dominar el mundo.

«El nacionalismo no es patriotismo y, por regla general, el nacionalista promedio está más que dispuesto a sacrificar a sus compatriotas en nombre de esa imaginaria superioridad nacional o étnica. En su versión menos agresiva sacrifica la prosperidad (como está ocurriendo en Cataluña, de donde no paran de huir las empresas) y en la más violenta sacrifica sus vidas.

«Resulta sorprendente, pero por desgracia está ocurriendo, que en un mundo en el que todos estamos más comunicados que nunca con otros países, otras costumbres, otras formas de pensar, todavía los políticos puedan explotar la identificación de nacionalismo con patriotismo como fórmula eficaz para llegar al poder y, una vez allí, instalar una política de exclusión y discriminación. Lo más grave de esta epidemia de nacionalismos, empujada por las ansias de poder de un desenfrenado populismo, tanto de la extrema izquierda como de la extrema derecha (ambos se parecen), es que es absolutamente anacrónica en un escenario internacional cada vez más interconectado y más interdependiente. Los vínculos tecnológicos, económicos, sociales, políticos y culturales del mundo actual han hecho inviable aplicar políticas nacionalistas sin dañar gravemente al propio país.

«Así pues, el nacionalismo es, a la hora de los hechos, todo lo contrario que el patriotismo, puesto que las primeras y principales víctimas de cualquier nacionalismo son los ciudadanos de la propia nación.  El nacionalismo radical ha entrado en ebullición en todo el mundo y ataca sistemáticamente los mecanismos de integración. Contra toda lógica y contra la tendencia histórica, encumbrados políticos, ya sea por ignorancia o por inconfesables intereses mezquinos, promueven el ultranacionalismo en todo el mundo, como si no supieran o como si no les importara el daño que causa a sus propias naciones. Los paraguayos tenemos un fuerte sentido patriótico, que fue forjado en una historia de guerras trágicas y que posee además un lazo cultural poderosísimo en el idioma guaraní. Así que resulta necesario consolidar la idea de que el nacionalismo nada tiene que ver con el verdadero sentimiento patriótico».

Sección 5. Surgimiento del nacionalismo

El nacionalismo es una ideología y movimiento sociopolítico que surgió junto con el concepto moderno de nación, propio de la Edad Contemporánea, en las circunstancias históricas de la llamada “Era de las Revoluciones (burguesa, liberal) y los movimientos de independencia de las colonias europeas en América, desde finales del siglo XVIII​.

A finales del S. XIX y al principio del XX se desarrollaron discrepancias entre nacionalistas, produciéndose así graves conflictos entre naciones. La mayoría de las guerras empezaron por disputa nacionalista. Hoy en día también existen organizaciones terroristas como “ejército del pueblo paraguayo (EPP)” autodenominado con el nombre del más extremo nacionalista que llevó a la nación paraguaya a una ruina casi total: el Mariscal López. Estos nacionalistas cometen asesinatos y secuestros con el pretexto de un Paraguay mejor. En el ámbito de la música el nacionalismo fue un movimiento musical que surgió a mediado del S. XIX con el objeto de reafirmar los valores esenciales de cada nación a través de su música popular o de su folklore. Como ejemplos tenemos las músicas “1º de Marzo” y “Campamento Cerro León”.

Así también, el nacionalismo ha dado lugar a dos grandes corrientes ideológicas: la primera de ellas busca fortalecer la autodeterminación nacional ante potencias coloniales o neocoloniales, corriente que ha sido caracterizada por Rosa de Diego como «nacionalismo liberador, excluyente y dominador».​  mientras la segunda busca impulsar la supremacía de una nación sobre otras, denominada por Memmi como «nacionalismo del colonialista».

El nacionalismo está más orientado hacia el desarrollo y el mantenimiento de una identidad nacional basada en características compartidas como la cultura, el idioma, la etnia, la religión, los objetivos políticos o la creencia en un ancestro común. Por lo tanto, el nacionalismo busca preservar la cultura nacional. A menudo también implica un sentimiento de orgullo por los logros de la nación. Como ideología, el nacionalismo pone a una determinada nación como el único referente de identificarse dentro de una comunidad política; y parte de dos principios básicos con respecto a la relación entre la nación y el Estado: ​

1) El principio de la soberanía nacional: que mantendría que la nación es la única base legítima para el Estado.

2) El principio de nacionalidad: que mantendría que cada nación debe formar su propio Estado, y que las fronteras del estado deberían coincidir con las de la nación.

Ciertos teóricos, como Benedict Anderson, han afirmado que las condiciones necesarias para el nacionalismo incluyen el desarrollo de la prensa y el capitalismo. También afirma que el concepto de nacionalismo es un fenómeno construido dentro de la sociedad, llamándolo comunidad imaginada. Ernest Gellner añade al concepto: «el nacionalismo no es el despertar de las naciones hacia su conciencia propia, inventa naciones donde no las hay». Por otro lado, hay historiadores como el español Pelai Pagès que advierten que el concepto nacionalismo presenta diferentes sentidos, y de la dificultad de hallar una definición válida capaz de abarcar la diversidad de movimientos y de ideologías nacionalistas. Por ejemplo, señala Pagès, «históricamente han existido nacionalismos xenófobos y opresores, y nacionalismos liberadores». Sin embargo, Pagés reconoce que existe una base común en todos los nacionalismos.

Sección 6. Nacionalismo y patriotismo

 Juan Francisco Fuentes señala que «en el siglo XX el término “patriotismo” ha tenido casi siempre un valor positivo, mientras que “nacionalismo” tiene un valor peyorativo, lo que explicaría que muchos nacionalistas no se definieran como tales. Fue el caso del líder de Falange Española José Antonio Primo de Rivera cuando afirmó: «Nosotros no somos nacionalistas, porque el nacionalismo es el individualismo de los pueblos… Somos españoles».​

Según Núñez Seixas, la consideración peyorativa del nacionalismo que lleva a diferenciarlo del patriotismo y que provoca que muchos nacionalistas rehúyan considerarse como tales, procede de la identificación del nacionalismo «con exaltación de la concepción orgánico-historicista,  esencialista de la comunidad política frente al concepto cívico de la nación de ciudadanos».

La diferencia entre el nacionalismo y el patriotismo es una muy delgada línea la que los separa, puestos que ambos buscan resguardar sus culturas, ideales originarios, religión entre otros. Pero mientras que el nacionalismo busca incluir a la sociedad dentro de los ámbitos políticos, el patriotismo respeta totalmente sus sistemas políticos y económicos, prestando más importancia a su identidad social.

Sección 7. Formas de nacionalismo

1) Nacionalismo integrador. Es el que pretende la unificación nacional de las poblaciones con características comunes que habitan en distintos Estados, donde pueden ser minorías nacionales y por tanto en esos Estados constituyen nacionalismos centrífugos. En América Latina, se da el caso del nacionalismo iberoamericano, propuesto por personajes históricos como Simón BolívarFrancisco de MirandaJosé de San Martín, que históricamente se oponen a la desintegración de la Patria Grande y abogan por su reunificación.

2) Nacionalismo desintegrador. Es el que pretende la secesión de una parte del territorio de un estado habitado por una población con características diferenciadas del grupo étnico considerado mayoritario. Al grupo diferenciado se le puede definir como minoría nacional. Estos casos se dan en estado que se caracterizan por ser considerados "multinacionales".

3) Nacionalismo económico. Se concentra sobre los mecanismos de dependencia económica o neocolonialismo. Sostiene la necesidad de que sectores y empresas básicas de la economía permanezcan en manos de capitales nacionales, muchas veces estatales cuando el sector privado no tiene condiciones. Los orígenes del nacionalismo económico pueden encontrarse en la creación de empresas estatales para explotar productos estratégicos como la creación de “Yacimientos Petrolíferos Fiscales”, para el petróleo en Argentina en 1922 y luego en las políticas de nacionalizaciones implementadas por numerosos países entre los que se destacan: la nacionalización del petróleo en México en 1938, la nacionalización del petróleo en Irán en 1951, la nacionalización del Canal de Suez en 1956 y la nacionalización del cobre en Chile en 1971.

4) Nacionalismo liberal. El nacionalismo liberal es un tipo de nacionalismo identificado por los filósofos y algunos políticos que creen que puede existir una forma no xenofóbica del nacionalismo que se encuentra compatible con los valores liberales de la libertad, la tolerancia, la igualdad y los derechos individuales. Es una forma del nacionalismo en el cual el Estado deriva la legitimidad política de la participación activa de su ciudadanía del grado a que representa la "voluntad general". Es una noción "voluntarista"​ que también es compartida por los enfoques del italiano Giuseppe Mazzini, considerando que la nación surge de la voluntad de los individuos.

La visión liberal de la identidad nacional, especialmente en el siglo XIX, veía al Estado o la institucionalidad como el máximo referente de la nacionalidad, derivando en un nacionalismo jurídico o constitucional, según explica Jürgen Habermas, dando lugar a una noción que entronca directamente con la tradición política del republicanismo y, como este requiere de una concepción participativa de la ciudadanía volcada en la promoción del bien común. Por eso, la ciudadanía que hace suyo el patriotismo no se remite en primera instancia a una historia o a un origen étnico común, sino que se define por la adhesión a unos valores comunes de carácter democrático plasmado en la Constitución, es decir, bajo un orden jurídico expresado en el Estado de Derecho.

Sección 8. Críticas al nacionalismo

Dentro de las consecuencias más grandes a través del paso de la historia que han producido los movimientos nacionalistas, sin lugar a duda han sido la manera violenta en la que terminan los diferentes conflictos: guerras y revoluciones que surgen por pelear por un ideal. La manera más fácil de comprender esto son las destrucciones que han dejado como resultado las guerras internacionales como la apocalíptica guerra de la Triple Alianza, las Primera y Segunda Guerras Mundiales, la guerra de Vietnam, etc., las cuales no sólo dejaron grandes pérdidas humanas sino estructurales casi incalculables en cada nación.  

Los veneradores del mariscal López proclaman que para ser patriota hay que ser nacionalista, y para ser nacionalista primero hay que ser lopista. Ellos dan por cierta una cosa que está comprobada y demostrada que es falsa, y aun así piensan que le va a hacerles más importantes, con más derechos y con unos privilegios que los otros no tienen ni deben tener. Vale decir, sólo buscan privilegios y no son patriotas.

El nacionalismo ha sido objeto de numerosas críticas por parte de estudiosos procedentes de distintas áreas de conocimiento. Seguidamente, presentamos a grandes estudiosos y de muy elevada jerarquía sus respectivos conceptos sobre el nacionalismo:

George Orwell, historiador británico. A lo largo del siglo XX varios autores han diferenciado entre nacionalismo y patriotismo dando al primer término un valor negativo y un valor positivo al segundo. Esta fue la posición por ejemplo de Orwell, que escribió en 1945, nada más acabada la segunda guerra mundial, lo que sigue: «el nacionalismo no debe ser confundido con el patriotismo. Entiendo por patriotismo la devoción por un lugar determinado y por una particular forma de vida... que no se quiere imponer...; contrariamente a Rafael Altamira, que sostiene que el nacionalismo es inseparable de la ambición de poder».

Rafael Altamira. Historiador español, en 1928 tras afirmar que «su obra había tenido desde hacía años un marcado sentido patriótico, quiero decir que he estudiado y expuesto con gran frecuencia temas referentes a las defensas de nuestra historia y nuestros valores actuales, al problema espiritual de nuestra unidad y al de la educación necesaria para formar ciudadanos españoles», decía que ser patriota no quería decir ser nacionalista, ni en lo agresivo de la política nacionalista, por lo que se refiere a las relaciones internacionales, ni en su inclinación retrógrada en cuanto a la identidad y tipo de vida de una nación determinada».​

Pedro Gómez García, en un artículo titulado “La identidad étnica, la manía nacionalista y el multiculturalismo como rebrotes racistas y amenazas contra la humanidad”, sostiene que «el nacionalismo es una tendencia patológica que nos conduce hacia la balcanización del planeta y obstaculiza la emergencia de una sociedad mundial pluralista e integrada».

Jorge Luis Borges. «El nacionalismo es el canalla principal de todos los males. Divide a la gente, destruye el lado bueno de la naturaleza humana, conduce a desigualdad en la distribución de las riquezas».

Rolando Niella. (En “Nacionalismo y patriotismo”, diario “abc color” del 15-10-2017, “Opinión”, Pág. 8). Refiriéndose al nacionalismo dice: «El nacionalismo conduce a la guerra y al aislamiento, porque es en esencia supremacista: cree que haber nacido en un lugar determinado y provenir de unos antepasados que también eran de la región hace a las personas más importantes, con más derechos y con unos privilegios que los demás no tienen. … las nuevas tecnologías de comunicación, las condiciones económicas y sociales del mundo real lo han vuelto aún más obsoleto, excluyente, autoritario, conservador y necio de lo que siempre fue». Y en otro de sus artículos (“Los nacionalismos vs. la integración”, diario “abc color” del día domingo 22-10-2017: “Opinión”, Pág. 4), dice «El nacionalismo radical ha entrado en ebullición en todo el mundo y ataca sistemáticamente los mecanismos de integración. Contra toda lógica y contra la tendencia histórica, encumbrados políticos, ya sea por ignorancia o por inconfesables intereses mezquinos, promueven el ultranacionalismo en todo el mundo, como si no supieran o como si no les importara el daño que causa a sus propias naciones». Y en otro de sus artículos digno de interés, expresa: «hoy en día nada ocurre muy lejos, por poner el ejemplo más obvio, ¿cuántos paraguayos viven y trabajan en la Argentina, Brasil y Uruguay? Ocuparse solo de lo que ocurre en el estrecho marco de nuestras fronteras siempre ha sido provinciano; pero hoy en día, en la era de la conectividad, resulta además absurdo, puesto que va contracorriente de la historia. Paraguay es un país pequeño y mediterráneo que puede prosperar (si sus propios políticos, también mayoritariamente nacionalista, no lo impiden) en un mundo de integración; pero que irremediablemente se estancará y empobrecerá en un mundo donde los necios nacionalismos radicales construyan muros, cierren fronteras, multiplique trabas y promuevan el aislamiento».

Sección 9. Consideraciones finales sobre el nacionalismo

La primera guerra mundial marcó la destrucción definitiva de varios estados multinacionales (el Imperio otomano y el Imperio austrohúngaro). El tratado de paz de Versalles (28 de junio de 1919) con Alemania fue establecido como un intento por reconocer el principio de nacionalidad, ya que gran parte de Europa fue dividida en naciones-estado en un intento por mantener la paz. Pero en este periodo de entreguerras se abatió «la sombra ominosa de esos tipos de nacionalismo que se fundamentaban en criterios raciales (el cráneo, la sangre, los genes), la violencia y el culto a la brutalidad: la cuna del fascismo. En las convulsiones que siguieron, primero en Europa y luego en todo el mundo, la línea roja del nacionalismo se fusionó con las fuerzas más oscuras: el racismo, el fascismo, el antisemitismo y el lopismo. El nacionalismo mata a los ciudadanos en Bosnia, HerzegovinaCroacia y Serbia. El fascismo es generalmente clasificado como nacionalismo étnico, habiendo sido su caso más extremo el nacional socialismo de la Alemania Nazi.

La celebración de las fiestas nacionales es una de las maneras a través de las cuales los gobiernos de cada Estado fomentan el sentimiento de pertenencia nacional entre sus ciudadanos. En Paraguay, principalmente el 1º de marzo, fecha declarada como “Día de los Héroes”, las autoridades nacionales, así como centenares nacionalistas, acuden con devoción patriótica a Cerro Corá -olvidando a los verdaderos héroes-, para tributar reverente homenaje al nacionalista extremo, al que llevó al Paraguay al caos y a la destrucción: el mariscal Francisco Solano López, en el mismo lugar donde murió ignominiosamente.

Los que los paraguayos debemos celebrar solemnemente cada 1º de marzo es el despertar glorioso de la nación paraguaya el 1º de marzo de  1870, a una forma de vida nacional diferente a la terrible opresión al que fue sometido el pueblo paraguayo por los dictadores Francia y los López, que se caracterizaron por el abuso del poder, la corrupción, las arbitrariedades, las prebendas y la mentira.

Luque, 01-04-2021

COMENTARIOS SOBRE LA GUERRA DEL PARAGUAY (1864 -1870) ¿Epopeya o Destrucción?

CAPITULO XIV.  NACIONALISMO Y LOPISMO

PARTE I

Sección 1. Consideraciones previas

Empezamos este capítulo con el concepto, breve pero contundente, del distinguido historiador paraguayo José Luis Martínez Peláez que dice: «el nacionalismo pretende la propiedad exclusiva del patriotismo, excluye al que no comulga con su credo y convierte al nacionalista en un idiota funcional que deja que el sentimiento aflore por sobre la razón. Hetá oí la peicha guá ñande retá me y todo producto de la cretinización que sufrió de los gobiernos "predestinados" de los insignes apellidos que subieron al altar de la Patria.

Nosotros no escribimos la historia de la Guerra de la Triple Alianza para servir de terapia a los exaltados nacionalistas que tienen tendencia a sentirse insultado y se ofenden con facilidad cuando señalamos los errores y crueldades cometidas por Solano López, a pesar de que no tenemos la culpa de ellos. Deberían de saber que no es nuestro trabajo dar satisfacción emocional a los que sienten una reverencial admiración por el mariscal López, sino contar la verdad. A más de esto, intentamos darles voz a los que no lo lograron durante la guerra, a sus descendientes y a los que por temor a los insultos de los exaltados nacionalistas no se animan a pegar el grito. No buscamos ofender a los veneradores de López, sino intentamos convencerlos de que están equivocados en sus puntos de vista sobre el denominado por un decreto en 1936 “héroe máximo sin parangón”.

Duro es el hueso que los lopistas habrán de roer si sólo con el argumento de la manida frase de que “defendió la patria y no se rindió”, acompañado de procaces improperios dirigidos a los que cuentan la verdad. Es hora de que se enteren que los historiadores objetivos y veraces que nada publican sin estar respaldado por documentos o hechos o apoyados en el método fundado en la razón y no en los sentimientos.

A partir de 1989 -año en que fue derrocado la última dictadura-, fueron forzados a luchar cuesta arriba para mantener el mito de “máximo héroe sin parangón”. Debemos decir al respecto, que a pesar de haber en nuestro país reputados historiadores; sin embargo, hasta ese año nadie se atrevió -a excepción de Efraín Cardozo- a publicar la verdad sobre la guerra de 1864-1870, porque los dictadores que se sucedían desde 1936 en nuestro país, sólo permitían la publicación de obras que elogiaban al “máximo héroe”, usando la historia como política del gobierno: proclamar patriotismo, inspirar simpatía y mentir al pueblo.

Algunos veneradores del mariscal López no se cansan de buscar algún escrito que le sirva para neutralizar los graves hechos contra el género humano practicado por Solano López. Con admirable constancia hacen una búsqueda frenética para ver si encuentran algo como la de sacar un conejo del sombrero, y si nada encuentran no tienen escrúpulo para inventarlo o presentar documentos apócrifos o publicando como verdadero lo que no lo es o añadir algo que no existe en la realidad. El único argumento que usan es la manida frase: «defendió la patria y no se rindió» ¡No tienen argumentos que exhibir ante la gente que sabe razonar y no se dejan atrapar!

Siempre ha habido paraguayos que sostenían que sobre el mariscal López hay dos puntos de vista: la verdad y la ficción. No puede caber duda alguna, a medida que mejora la educación del pueblo paraguayo se irá por sí mismo imponiéndose la verdad; porque la verdad tarde o temprano llega, pero llega. Algún día hemos de llegar como consecuencia del razonamiento lógico a una conclusión aprobado por la razón y deducido de los hechos sucedidos: si López fue realmente héroe o solo fue un pobre bastardo sin gloria aureolado de mitos. Queremos asegurar a los compatriotas que nuestras opiniones son clara y franca porque nos basamos en una serie de hechos comprobados que no se pueden negar y menos refutar. Los lopistas carecen de argumentos para sus alegatos vindicativos, entonces echan manos a las palabras más soeces en sus intentos de retardar, porque no pueden detener, el avance inexorable de la verdad.

Sección2. El lema del lopismo.

La frase repetida excesivamente como si fuera un lema, “defendió la patria y no se rindió”, expresa la idea de guía de conducta del lopismo, pero de ningún modo podría ser de la nación conforme la define Gandhi, que dice: «La nación se caracteriza por su unidad. Es una unidad geográfica y humana. Cada nación es una unidad que comporta elementos distintos, de religiones, de etnias, razas y mentalidades. Precisamente esa facultad de asimilación de elementos distintos es una de las pruebas de que se trata de una nación unida.  Nosotros preferimos utilizar más la palabra nación que patria, ya que tiende a un gobierno del pueblo mismo y huye de esa expresión que separa conceptualmente gobierno y gobernados. La nación debe usar su propio lenguaje, erradicar la dictadura y gobernarse a sí mismo. Los deberes para uno mismo, para la familia, para el país y para el mundo no son independientes unos de otros. No puede ser uno bueno para su nación perjudicándose a sí mismo y a su familia. Del mismo modo, tampoco se puede servir al país perjudicando a otros. En último término, hemos de morir para que la familia viva, y la familia debe morir para que viva la nación». (“Por la senda de Gandhi”, por Francesc Cardona, editado por Plutón ediciones, Barcelona-España en 2019).

Esta época de democracia que la nación está disfrutando, es un momento propicio para acordar si de verdad Solano López fue el jefe prodigioso de la resistencia a la contraofensiva de Brasil y Argentina que, en son de represalia al daño causado por la fuerza militar de López al invadir sus territorios, o el verdugo de su propio pueblo.

Los veneradores del mariscal López afirman que nuestra posición contra el héroe por decreto es resultado del odio. Pero ignoran que nuestra cólera -no odio- contra el mariscal López se debe al crimen contra la nación que él perpetró. La furia infernal de López se abatió sobre los paraguayos en San Fernando. Las sucesivas derrotas hirieron gravemente el orgullo del vanidoso mariscal, a más de esto, lo dejó impotente para enderezar la difícil situación. Tal vez, esta haya sido la que originó en él la injustificada ira contra sus compatriotas que causó estrago y horror de un extremo a otro del territorio nacional. ¿Cuántos desdichados gemían en nuestro país durante la guerra que él voluntariamente desató? No había clemencia para nadie, ni para su madre ni hermanos ni cuñados. Nunca dejó de ser inflexible, ni a la súplica de su madre a favor de su hijo Benigno a quien lo había condenado a muerte, accedió. Derramó río de sangre, no del enemigo sino de sus compatriotas. Tentó a la fortuna y mucho riesgo corrió al apostar como si fuera juego de azar el Paraguay entero, y perdió, ¡pero él se negó a pagar!, prefiriendo huir abandonando a su pueblo a las alas de Dios que es grande. El corazón de la gente de bien y sensata, se congela de espanto y pavor al contemplar los sucedidos en san Fernando, Potrero Mármol, San Estanislao y Zanjahu.

Los nacionalistas paraguayos muestran al mariscal López como un superhéroe de comic. Pero, aunque exagerasen hasta el extremo la conducción del ejército paraguayo, y que “defendió la patria y no se rindió”, resulta difícil abrigar hacia él un sentimiento crítico positivo. Esos fundamentos aparentemente racionales nos llevan a descubrir que la ideología lopista es la manifestación y el resultado de un carácter necrófilo y sadomasoquista. Los especialistas en sicología explican que en el necrófilo todas las acciones tienden a la destrucción, al amordazamiento, a la coerción, al sometimiento y el dominio por el terror.  

Las fantasiosas obras de O’Leary -un consumado ilusionista-, y de un extremado patrioterismo de algunos historiadores nacionalistas, que sin escrúpulos deforman hechos y siembran confusión. Tal vez sus exaltados nacionalismos le hacen creer que podrían contribuir con la buena fama del país, pero usando la mentira. No obstante, hay que reconocer que esta clase de historiadores tienen una pasión tan grande para enaltecer al Paraguay ante otros países; pero lastimosamente, no tienen el menor escrúpulo para afirmar las más vanas invenciones, tales como tomar mentiras por verdades, las arengas que se hacen en los días patrios, en especial cada 1° de marzo, como hechos, y mitos por historia. Y en la apología que hacen sobre el mariscal López introducen muchas ficciones y copiosas hipérboles para realzar más la figura del denominado por decreto del presidente de facto coronel Rafael Franco en 1936, por motivo meramente político, “héroe máximo sin parangón”, con la intención que la “gloria” de López eclipse la portentosa victoria de Ayala-Estigarribia en la guerra del Chaco (1932-1935).

No puede caber duda que los nacionalistas exaltados desean restaurar la dictadura, porque en ella viven como el tiburón carnicero en el mar; por lo tanto, la veneración al mariscal Solano López es un medio esencial para ellos. Es más, detrás viene bien agazapado el neonazismo.

Los lopistas pretenden imponer a la nación como guía el lema «vencer o morir todos», que a excepción de Leónidas en las Termópilas nadie cumplió jamás por absurdo, ni por los paraguayos en nuestras dos guerras. Ellos a todo trance quieren probar sin argumento y con falacia, que Solano López es gloria nacional, tal vez, impresionados por los versos de los poetas populares que vacíos de conocimiento de la historia militar, pero lleno de sentimientos patrióticos, escribieron varios poemas en ofrenda del héroe por decreto.

NOTA. Termópilas, desfiladero de Grecia central, donde el rey de Esparta Leónidas, con 300 hombres de infantería, intentó detener a las tropas persas al mando de Jerjes I en 480 a. J.C. Todos murieron porque no tenían opción, pues el emperador persa logró cerrar el camino de retirada.

La campaña de difamación de los veneradores del mariscal López contra todos aquellos que se animan relatar la verdadera historia de la guerra de 1864-1870, y analizan la chapucera conducción del ejército paraguayo por el mariscal López con el ánimo de neutralizar el efecto de la verdad por una acción contraria; y como no encuentran otra manera para tal propósito, tratan de desacreditar, no utilizando argumentos para refutar la opinión ajena, sino diciendo cosas injuriosas contra el autor, e incluso utilizan calificaciones peyorativas y escupen palabras soeces con el único propósito de desalentar a todos aquellos que osan o se atreven criticar al héroe por decreto por sus innumerables errores, derrotas y crueldades. Y como somos varios las víctimas elegidas, nos acusan de anti patriota o legionario, denominativo que los chauvinistas acompañan a sus insultos para señalarnos como despreciados por todos aquellos que alardean de patrioterismo. Numerosos historiadores, objetivos y veraces –paraguayos y extranjeros-, han atrapado a los lopistas con la verdad. No han encontrado, en las numerosas obras publicadas por ellos, ni un capítulo o párrafo de qué agarrarse, porque todas están fundamentadas sobre hechos reales, tal como corresponde a un historiador. Y como es bastante azaroso refutar la verdad, se dedican a proferir injurias.

Sección 3. Algunas obras independientes.

A continuación, por considerar altamente interesante recurrir a obras de historiadores independientes como los extranjeros, y por eso mismo merecen de credibilidad. Vale decir, que ellos no tienen interés en manipular los hechos de la guerra de 1864-1870 por sentimentalismo, pero eso no ha sido óbice para acompañar al pueblo paraguayo en su desgracia. Por consiguiente, sus opiniones están basadas en argumentos racionales; es decir, buscan la verdad para extraer experiencias y transmitirlas.

“Los orígenes de la guerra del Paraguay contra la Triple Alianza”, por Pelham Horton Box (inglés);

 2. “Paraguay y la Triple Alianza”, de Harris Gaylord Warren (USA);

 3. “Retrato de un dictador, Francisco Solano López” por Robert B. Cunninghame Graham (inglés); 

 4. “La guerra de la Triple Alianza” (tres tomos), por Thomas Whigham (USA); 

 5. “Una guerra total: Paraguay 1864-1870”, por Luc Capdevila (francés); 

6. “Memorias del Dr. Guillermo Stewart” (escocés) publicado por la hija Yolanda C. Stewart Sellitti;

7. “Historia de la guerra del Paraguay”, por Max von Versen (prusiano);

8. “La diplomacia estadounidense durante la guerra de la Triple Alianza” por Charles Ames Washburn, exembajador de los EE. UU en Paraguay desde antes de la guerra hasta diciembre de 1868, fecha en que vino una poderosa escuadra norteamericana a rescatarlo.

9. “La guerra del Paraguay” por George Thompson (inglés);

10. “El Napoleón del Plata” por Manlio Cancogni e Ivan Boris (españoles).

11. “La guerra de la Triple Alianza contra el gobierno de la República de Paraguay”; L. Schneider (consejero privado y lector de S. M., el emperador de Alemania y rey de Prusia).

12. “Siete años de aventuras, EL PARAGUAY”, por Jorge Federico Masterman.

13. “La Guerra Guazú” escrito por el historiador norteamericano Thomas Whigham, en colaboración con cinco historiadores extranjeros: Liliana M. Brezzo, Dardo Ramírez Braschi, Marco Fano, Francisco Doratioto y Juan Manuel Casal. Editado por Intercontinental Editora, año 2021.

Todos estos historiadores coinciden en los puntos que pasamos a enumerar:

1) Que el mariscal López provocó intencionadamente la guerra;

2) Que innecesariamente la prolongó, a pesar de quedar el Paraguay totalmente aislado y sin posibilidad de renovar los pertrechos;

3) Que cometió muchos errores estratégicos y tácticos;

4) Que maltrataba a sus compatriotas, prisioneros en incluso a su propia familia;

5) Que mandó fusilar a miles de sus compatriotas inocentes para quedarse con sus bienes;

6) Que las tropas paraguayas, a pesar de la carencia de alimentos, eran valientes, disciplinadas, dóciles y estoicas.

7) Que López no tenía posibilidad de ganar la guerra porque el potencial de guerra del Paraguay era insuficiente para mantener el poderío de la fuerza militar de López;

8) Que se imponía con arbitrariedad y persistencia sobre el ejército paraguayo y el pueblo.

 Es decir, su mando era sumamente rígido, sin sujeción a la justicia o a la razón.

Es propio de López presentar un aspecto enérgico, amenazante e intimidatorio, fuerte y decidido. Con estas actitudes amilanaba al pueblo paraguayo y creyó que lo mismo pasaría con los gobiernos de Argentina y Brasil. El acelerado incremento en los efectivos de su ejército y sin confrontar el potencial de guerra de Paraguay con el Brasil, creyó que su fuerza de ochenta mil hombres, intimidarían a Pedro II y a Mitre, porque los ejércitos de ellos sumados ambos no alcanzaban treinta mil hombres. Con estas erróneas apreciaciones López adoptó una actitud provocativa y desafiante, porque creyó que su ejército era invencible y que eso le otorgaba el derecho de ser considerado como líder supremo de la región. Como resultado de sus creencias, no basadas en argumentos racionales sino en una acción impulsiva y temeraria, empezó a invadir territorios ajenos.

Es muy probable que los fanáticos lopistas -entre ellos varios profesionales militares-ni siquiera han leídos libros de historiadores imparciales; porque ellos son tan nacionalistas que sólo leen obras de autores que exaltan el mito mariscal López u opinan de oídas. ¿Y la verdad?, pero ¿qué es la verdad para ellos? Ni siquiera les interesa conocer para trasmitir experiencias y enseñanzas ajenas a las nuevas generaciones, principalmente a jóvenes oficiales de las fuerzas armadas de la nación, con el propósito de que se familiaricen con la estrategia militar y las tácticas que emplearon los más exitosos generales de la historia universal.

Los exaltados nacionalistas se llaman a sí mismo patriotas y defensores de la gloria nacional, ¡como si un jefe de Estado que ha dejado a la nación despachurrada, se pudiera invertir sus malas acciones en ¡gloriosas! La verdad, sin poner en duda sus patriotismos; sin embargo, ignoran el objetivo político del gobierno que hace la guerra y la importancia de narrar la historia militar tal como sucedieron los hechos, única manera de aprovechar las experiencias ajenas, porque la propia siempre llega tarde y cuesta mucha vida de las tropas. Y como advierte el filósofo norteamericano, Jorge Ruiz de Santayana, «el pueblo que no quiere recordar algún pasado infausto tal como sucedió, tendrá como castigo el ver como se repite». He aquí la importancia de contar la verdad, para que nunca más un jefe de Estado intente llevar a nuestra nación a otra guerra sin consultar con el pueblo o sus representantes.

Los veneradores del mariscal López son expertos falsificadores de la verdad, porque se aprovechan de la buena fe de los compatriotas. Para ser más claro, ellos son unos de dos: mentirosos o ignorantes de la importancia de la historia militar, y en especial de la guerra de la Triple Alianza. Muchos de nuestros conciudadanos manifiestan sus aversiones al mariscal López, pero en privado, no publican porque son temerosos en exponerse a los insultos procaces, desvergonzados e insolentes de los exaltados nacionalistas, y ser etiquetado por ellos de antipatriotas o legionarios: se aprovechan del decoro y delicadeza de la gente. Es preciso indagar las razones de la asombrosa posición de los lopistas como veneradores de un jefe de Estado que llevó a la nación, por su orgullo personal, codicia y por ignorancia de la teoría militar, a una guerra ruinosa que hasta ahora sufrimos las consecuencias.

El mariscal López, antes de empezar la guerra estaba convencido que cada soldado paraguayo era un Aquiles, y tan valiente que era capaz de ordeñar una leona, por consiguiente, su ejército era invencible y la guerra será fácil y corta. Pero lo que se le escapó era que ni Aquiles podía triunfar en una pelea empuñando un cuchillo y el otro una afilada espada. Las varias derrotas sufridas hirieron profundamente el orgullo altanero de López que le causó, probablemente, lo que los especialistas denominan “trastorno por estrés postraumático (TEPT)”, convirtiéndolo en un psicópata que se propuso la destrucción de la nación paraguaya.

NOTA. Aquiles, héroe tesalio y rey de los mirmidones, un pueblo de Tesalia que tomó parte en la guerra de Troya. Aquiles es el personaje central de la Ilíada y modelo de toda educación griega, sólo era vulnerable en el talón. La Ilíada de Homero es el relato de un episodio de la guerra de Troya.   

Los furiosos nacionalistas, que tienen una visión unilateral de la historia de la maldita guerra de 1864-1870, desean vernos sentado en el banquillo de los acusados, pero sus pretensiones van mucho más allá de un asunto personal de difamación e injurias. Más que defender a Solano López –que es tarea de abogado, pero no de historiador-, saben que están en juego la defensa de la verdad sobre la apocalíptica guerra que López provocó y el terrorífico gobierno que implantó. Ellos tienen tendencia exagerada a sentirse insultado; sin embargo, es preciso preguntarles, señores reverenciadores del mariscal López, ¿aceptarían que es deber de los historiadores permanecer objetivo, veraz y humano en el ejercicio de relatar los hechos de aquella guerra infernal? ¿Reconocerían que sus creencias de que López defendió la patria no están basadas en argumentos racionales ni en los hechos? Si están de acuerdo, ¿por qué no cierran la boca? Y si no están de acuerdo, es porque la mentira para ustedes es una obsesión o porque tienen temor a abrir los ojos a la verdad. De todo esto podemos sacar las consecuencias siguientes: que los que los lopistas quieren no es historia sino mitos para alimentar y fomentar sus vanidades o presumir de valientes o tal vez encubrir sus necrofilias. “Defendió la patria y no se rindió”, son el pináculo cardinal de los justificadores de los sucesos lastimosos cometidos por el mariscal López.

Con el producto mental de la imaginación creadora y careciendo de fundamento real, acuñaron la frase: “defendió la patria y no se rindió”. Sin embargo, a partir de la aparición del internet, fueron forzados a luchar cuesta arriba para justificar ante la gente las graves determinaciones del mariscal López. Son dramáticos, capaces de interesar o conmover a compatriotas pocos informados con una frase pegajosa o por su impacto emocional: “defendió la patria contra tres países hasta la muerte y no se rindió”. La verdad verdadera es que no defendió la patria, porque los enemigos a quienes él desafió a la guerra entraron con sus ejércitos en nuestro territorio como Pedro por su casa. Y no se rindió porque era muy hábil para escabullirse y huir. Para el héroe por decreto es detalle sin importancia que la nación sea enterrada en una ancha tumba antes que aceptar la derrota como cualquier jefe de Estado sensato para poner fin a los inútiles sacrificios de su pueblo.

Las únicas ocasiones en que nuestro “héroe máximo” se colocaba a la cabeza de sus tropas eran, ¡en la retirada!; y la única vez que condujo una fracción de tropas personalmente fue en San Estanislao, donde convertido en teniente comanda el pelotón de fusilamiento y dio la voz ¡fuego! En esa ocasión mandó asesinar a un escuadrón de caballería completo que le servía de escolta, y al distinguido coronel Vicente Mongelós, comandante del regimiento escolta presidencial.

Con estos antecedentes, ¿se puede mostrar a los niños y jóvenes, como modelo a emular las acciones del mariscal López, y rendirle honores como se hace cada 1° de marzo en Cerro Corá, en vez de honrar a los grandes protagonistas de nuestra historia en el “Panteón de los Héroes”? Cada 1º de marzo, fecha designada como “Día de los Héroes”, se manipula la fecha para honrar sólo al mariscal López, usando la historia con fines meramente político. Si razonamos de modo positivo, y dando pruebas de realismo, el 1º de marzo de 1870 fue una de las fechas más importante del Paraguay muy digna de celebrar, porque aconteció tres hechos memorables para la nación:

1) la muerte de 56 años de ininterrumpida dictadura y el nacimiento del liberalismo político y económico. Es decir, el nacimiento de la libertad pública, compatible con los valores de la libertad, la tolerancia, la igualdad y los derechos individuales;

2) el establecimiento de un gobierno del Estado electo por el pueblo, de donde deriva la legitimidad política, por la participación activa de los ciudadanos, quienes representan la voluntad de la nación; y

3)  el fin de la catastrófica guerra.

La defunción de la dictadura en Cerro Corá, desgraciadamente renació en 1936; es decir, 66 años después que el pueblo paraguayo empezó a participar en las cosas públicas y gozar de libertad. Con la vuelta de la dictadura se perdió esas libertades, y ya no se podía públicamente expresar una opinión negativa contra López a pesar de ser políticamente correcto hacerlo.

¿En qué parte del mundo se gloria a un dictador como López, que llevó a la nación a la bancarrota, por causa de una guerra insensata que él mismo provocó al invadir territorios de países vecinos; y cuando fracasaron sus campañas ofensivas se replegó a la patria trayendo a los enemigos detrás? De verdad, estamos cansados de escuchar: “el máximo héroe sin paragón” o que “defendió la patria y no se rindió” o que las autoridades nacionales cada 1° de marzo “Día de los Héroes”, sólo honran al “héroe por decreto”, justamente quien dejó al Paraguay sólo caos y destrucción, ignorando a los victoriosos conductores de la guerra del Chaco (1932-1935): Ayala y Estigarribia. Todo héroe pertenece a la nación, por lo tanto, valorarlo conforme al partido político al que pertenece es una soberana tontería.

Hay otras cosas, ¿en algún momento tendremos que superar todo esto que se ha convertido en una obsesión? ¿Superaremos alguna vez esta ofensa que se hace a la nación en su honra y las inútiles muertes del 60 % de su población? Creemos que es mucho más que una ofensa. Encontramos la historia de la guerra de la Triple Alianza muy estropeada; los veneradores de López continúan con su máximo héroe que no ganó una batalla ofensiva en cinco años de guerra, que lo que mejor hacía era permanecer bien alejado de los campos de batalla para escabullirse a tiempo del enemigo. Thompson justifica en su obra de modo irónico, que el mariscal López era alérgico al acre olor a pólvora, y esto le impedía conducir personalmente su ejército en el campo de batalla, ¿y aun así desató voluntariamente la guerra?

Casi la totalidad de los paraguayos que saben razonar, se siente horrorizado por los asesinatos masivos de paraguayos inocentes que López perpetró en San Fernando, Potrero Mármol (Villeta), Azcurra, San Estanislao, Concepción y Zanjahu (Panadero). Tampoco podemos dejar pasar por alto los sucesos de Pirivevýi y Acosta Ñu. Hay que ser pervertido para gloriar Acosta Ñu, en vez de lamentar, expresando aborrecimiento por la innecesaria muerte de miles de niños futuros de la nación. La historia militar no registra ni un solo ejemplo que alguna vez un jefe de Estado haya dispuesto reclutar miles de niños de 10 a 15 años de edad, formar con ellos una división de infantería, y poner frente a un enemigo que avanzaba incontenible, con el propósito de entretenerlo de modo que el general en jefe -el héroe por decreto-, totalmente derrotado, con su compañera Elisa Lynch, sus hijos y sus siete carretas cargadas de libras esterlinas, joyas, valores y otros objetos preciosos del que él se apropió y que pertenecían al tesoro nacional y a los ciudadanos paraguayos y extranjeros a quienes mandó fusilar para quedarse con sus bienes,  puedan atravesar el río Manduvirã, y seguir huyendo para Corumbá, allí atravesar el río Paraguay, pasar a Bolivia e irse después a París, Francia, donde pensaba llevar una vida de pachá.

Los habitantes del Paraguay sabían que cualquier opinión expresada, aunque sea en privado, podría llegar a los oídos de Solano López cuyos espías y delatores pululaban por todos lados. Y una vez que un nombre o cinco o diez salen de la boca de un preso atormentado por la tortura para contar quienes son sus cómplices -sin comprobar si es verdad o no-, la vida de todos ellos ha terminado en el paredón de fusilamientos. El estoico pueblo paraguayo, por el conflicto sanguinario y perturbado por el terrorismo implantado por Solano López, -sin importar que sean paraguayos o diplomático de países amigos o cualquier extranjeros comerciantes o científicos o médicos, madre o hermanos o cuñados-, se hallaban constantemente amenazados por el fusilamiento. Finalmente, todo lo que Carlos Antonio López ha construido, por causa de la guerra que el “máximo héroe sin parangón” desató voluntariamente en el Río de la Plata, y sin que haya motivo para tan terrible determinación, quedó destruido.

Cabe preguntar ¿por qué a pesar del esfuerzo de los Poderes Ejecutivo y Legislativo aun no podemos comprar vacunas contra el Covid-19? Según nuestro parecer, porque somos una nación pequeña y no tan grande como el Uruguay. ¿y quién nos hizo pequeño? ¡Por supuesto, el máximo héroe sin parangón, el mariscal Francisco Solano López!

Los exaltados nacionalistas al trascordarse, prefieren venerar más al mariscal López que a Estigarribia El Grande. Esto nos impulsa a establecer una semejanza entre los dos mariscales: mal que les pese, aunque no quieran. Estigarribia no sólo restauró el honor militar de la nación paraguaya sino también legitimó y entregó en la punta de su victoriosa espada como patrimonio de la nación el Chaco Paraguayo. Mientras que el otro dejó postrada a la nación. Esto nos incita a proclamar: ¡qué diferencia entre el vencedor de la guerra del Chaco y el héroe por decreto!

Las mujeres paraguayas gemían bajo los crueles dolores de la viudez y la muerte de hijos, padres, hermanos y amigos. López, desgraciadamente no consideró con la atención debida que invadir territorio de un país vecino siempre trae como resultado tragedia de grandes proporciones. Si creyó que su destino era lograr buena fama y grandeza nacional; sin embargo, su deber fundamental como jefe de Estado que le dicta esta responsabilidad es agotar todos los medios a su disposición para evitar al pueblo paraguayo los horrores de una trágica y destructiva guerra cuyas dimensiones nadie podía imaginar ni prever, excepto Dios Todopoderoso; pues, aunque es posible saber cuándo puede empezar una guerra; sin embargo, es imposible saber cuándo ni cómo puede terminar.

Luque, 03-04-2021







COMENTARIOS SOBRE LA GUERRA DEL PARAGUAY (1864 -1870)

¿Epopeya o Destrucción?

CAPITULO XIV.  NACIONALISMO Y LOPISMO/CONT.

PARTE II

Sección 4. La religión y la biblia del lopizmo.

Todos saben que la religión son creencia y dogma que define la relación entre el hombre y el Hacedor. Cada religión cuenta con sus prácticas y ritos. Si preguntamos, ¿qué es la religión del lopismo?, podemos responder: es una religión de endiosamiento del egoísmo nacional, de la sumisión de los ciudadanos al dictador, de la desigualdad, el odio y el fanatismo. Es una religión pagana de poderío y destrucción, y la oposición más tajante al cristianismo; como ejemplo tenemos el fusilamiento durante la guerra de un obispo y 23 sacerdotes.

Nota. La lista con sus respectivos lugares de nacimiento del obispo y sacerdotes ejecutados por orden del mariscal López, se encuentra en la obra del presbítero Pedro Silvio Gaona “El clero en la Guerra del 70”, impreso en los Talleres Gráficos de la editorial DAGRE S.R.L, Asunción – Paraguay, 1957.

Los lopistas pertenecen a un grupo radical que proclaman que López defendió la patria hasta la muerte y reivindicaba todos los territorios en litigio con Brasil y la Argentina; con aquel el ubicado entre los ríos Apa y Blanco, y con este entre los ríos Pilcomayo y Bermejo. Todos estos territorios el mariscal López había “vendido” por decreto a madame Lynch -algo ni por ley se puede hacer porque estaba en litigio-, convirtiéndola en la terrateniente más poderosa de América del Sur. Vale decir, que la guerra provocada por López también tenía el propósito de legitimar las propiedades privadas de su concubina, la señora Elisa Alicia Lynch de Quatrefagues. Recordemos que una de las avenidas más importantes de Asunción, Capital de la República del Paraguay, está bautizada con el nombre de “Madame Lynch”. Ignoramos el mérito adquirido por esta dama para que se le haya conferido tan alto honor.

En cualquier debate es decoroso dar la razón a quien

la tenga, es evidente que tan solo un hombre docto podía imponer la verdad sobre lo ficticio. López llevó a sus compatriotas a la guerra como si fuesen productos suyos; pero a los nacionalistas le fue fácil inventar excusa a esa sorprendente actuación. Es por este motivo que los lopistas, iracundos, arremeten contra los historiadores objetivos que sólo dan a conocer hechos tal como acontecieron.

 El sermón de la montaña dice: «Yo os digo: amar a nuestros enemigos, hacer el bien a los que nos aborrecen, bendecir a los que nos maldicen y orar por los que nos calumnian». Si los paraguayos no hacemos suficiente esfuerzo para conocer la verdadera historia de la guerra de la Triple Alanza contra el gobierno del Paraguay, continuaremos siendo presas fáciles de los exaltados nacionalistas en sus ciegas búsquedas de argumentos que avalen la creación de su imaginación: el talento militar de López, su valentía y la justicia de su causa. La actitud de los lopistas en deformar hechos y sembrar confusión, no pocas veces se ha convertido en interminable discusión sin solución de continuidad; porque lo que les ciega a ellos a menudo y les hace olvidar su propia dignidad, es el excesivo afán de mostrar patriotismo y valor con la creencia que para ser patriota hay que ser lopista, ese afán les hace ignorar la verdad de los hechos y les hace perder todo sentido de decoro, porque no se necesita ser lopista para ser patriota.

Los fanáticos creen que su visión es la única válida, por lo tanto, consideran blasfemo tener otro punto de vista sobre el mariscal López que no sea lo que ellos intentan imponer: “el mariscal López héroe máximo sin parangón”. Y llegan incluso al extremo en sostener que «para ser patriota hay que ser venerador del mariscal López». Esto es lo más grotesco que ellos difunden, porque de la misma manera que todos profesamos un fuerte afecto por aquellos lugares donde hemos nacido y vivido el tiempo suficiente como para que se produzca esa identificación que se denomina patriotismo. Vale decir, amar ardientemente a la patria y desear serle útil. ¿Qué dejó el mariscal López para un Paraguay mejor?  Sólo caos y destrucción.

Las obras de O’Leary son libros de cabecera y doctrinal de los nacionalistas, porque contienen reglas y preceptos del lopismo como Mein Kampf (Mi lucha) de Hitler. Ellos consultan a menudo las obras de O’Leary para mantener firme sus creencias de que el mariscal López conquistó gloria para la patria. De manera entonces, O’Leary es el profeta de ellos, pero en el sentido que da a esta palabra el Antiguo Testamento. Era algo así como un vaticinador que rebela el heroísmo del mariscal; un vaticinador cuyo mensaje es de optimismo patriótico que alegra el corazón; es un oráculo que, como el de Delfos, nos dice “que debemos creer”. Un profeta determinista que estructura la historia de la guerra de 1864-1870 como anunciador de la única verdad. Por esa causa, hasta hoy nos hallamos a considerable distancia de la adultez política que sea inmune a tales seducciones de la irrealidad y tales sentimientos psicológicos.

NOTA.  Mein Kampf escrito por uno de los grandes mentirosos patológicos de la historia, Adolfo Hitler, quien escribió «cuando más grande es la mentira más gente la creerá», era tan falso que ya no podía distinguir entre la verdad y la mentira.

Los nacionalistas y aquellos que los apoyan y juzgan a López muy benévolamente, condicionados por fanatismo que arruina sus perspectivas, asimismo sus cortos conocimientos de las historias militar y sus fines, suponen sin fundamento que los paraguayos son los únicos que luchaban en cada batalla hasta morir todos y nunca se rindieron. Sin embargo, los hechos demuestran que esto no es verdad. Hasta ahora la historia no ha registrado hecho ocurrido así, excepto lo acontecido en el desfiladero de las Termopilas en 480 a. J.C, donde el rey espartano Leónidas con 300 hombres taponó la boca del desfiladero con la intención de impedir el avance de los persas hacia Esparta. Esta ciudad de la antigua Grecia en el Peloponeso, se halla ubicada en las orillas del río Eurotas. 

Con toda franqueza y con el espíritu que nos anima les decimos: Solano López debió renunciar de una vez a sus sueños de conquista y abandonar la creencia de que la violencia es el mejor método para tratar con los países vecinos. Debió tratar de resolver los conflictos con la fuerza del argumento y no con el argumento de la fuerza. Es importante comprender con claridad, y asimilar las lecciones que nos muestra la guerra de la Triple Alianza contra el gobierno del Paraguay.

Es posible que nosotros no comprendemos nada; pero, a nuestro entender, Brasil nunca ha querido la guerra como medio de resolver conflictos con ningún país ni aspirar la anexión de Paraguay al Imperio, sino todo lo contrario, mantener las independencias de Paraguay y Uruguay es hasta ahora de interés estratégico del Imperio del Brasil. Porque de este modo asegura una especie de cordón de seguridad en sus fronteras sur (Mato grosso y Río Grande del Sur), que se suele denominar como Estado tapón. Río Grande del Sur había declarado su independencia del Imperio, lo que originó la guerra civil que duró desde 1835 hasta 1845, año en que capituló, aceptando su reincorporación al Imperio.

El proyecto de López sobre la región era un plan bastante ingenioso, pero completamente irrealizable, porque el objetivo no concordaba con el potencial de guerra del Paraguay. Su desafiante Nota del 30 de agosto de 1864, fue la gota de agua que hizo que se desbordara el vaso de la paciencia del emperador del Brasil. La verdad es ni don Pedro II ni Mitre no soportaban la impertinencia de López, pues para todos los vecinos, la actitud amenazadora de López era una constante preocupación. La opinión de López sobre la política regional era bastante interesante; sólo que no ve el asunto en su verdadero aspecto. El tono en que se expresaba traslucía el bajo concepto que tenía sobre la Argentina y el Brasil, y el poco interés que le merecía todo cuanto con él tenía relación; sus notas eran siempre cortés en la forma, pero insolente de fondo.

Sección 5. Los nacionalistas y la dictadura

Los exaltados nacionalistas paraguayos sostienen que el gran mérito de Solano López que lo elevó a ser considerado héroe máximo sin parangón fue que “defendió la patria y no se rindió”. Sin embargo, los hechos los desmienten. En vez de conducir sus tres columnas de invasión desde Asunción, su deber le exigía estar con sus tropas para animarlas y tomar decisiones en tiempo real, por la razón que en un teatro de guerra la situación cambia frecuentemente y a veces inesperadamente. Clausewitz escribió: «Un buen general prevé en la guerra los lances que parecen más remotos, y está siempre dispuesto a las sorpresas que parecen menos posibles, porque estas eventualidades, aunque inesperados, nunca deben ser para él imprevistos».

Hasta hoy, los lopistas frenéticamente buscan, pero no pudieron encontrar ni un documento ni en ningún libro para probar que la independencia del Paraguay estaba amenazada, y que López sólo hizo una guerra preventiva para impedir la repartición de Paraguay y Uruguay entre la Argentina y el Brasil. Tampoco encontraron ni siquiera un papel que diga: “¡Destruyan al Paraguay porque amenaza la economía británica con su producción autosuficiente!”. Esto es lo más grotesco que inventaron; pues ningún país de escaso recurso que costea sus necesidades económicas con la agricultura (yerba mate y tabaco) podría competir con otro país que no solo era industrial, sino también, en aquel entonces, la primera potencia mundial: Gran Bretaña.

NOTA. Para evitar confusión, recordemos que Gran Bretaña es un Estado insular de Europa Occidental. El Reino Unido comprende: la isla de Gran Bretaña integrada por Inglaterra, Escocia y el País de Gales. Irlanda del Norte no forma parte del Reino Unido, pero está unida a la corona; por ello se denomina Reino Unido de Gran Bretaña e Irlanda del Norte. A ojo de buen cubero, Inglaterra ocupa el 70 % de la gran isla, 20 % de ella ocupa Escocia y el 10 % País de Gales. Cuentan con 243.500 kilómetros cuadrados de territorio y alrededor de sesenta millones de habitantes.

En la veneración del Dr. Francia, Carlos A. López y el mariscal López, subyace algo tenebroso: que la dictadura es el mejor tipo de gobierno que el Paraguay debe adoptar, porque es lo que más conviene al pueblo paraguayo para el logro de paz y bienestar.

La ley moral prohíbe exponer a alguien sin razón muy importante a un riesgo mortal. De esto podemos inferir lo que sigue: no condenar, por parte de la sociedad y con la máxima energía a los jefes de Estado que provocan guerras sin esforzarse por impedirlas o después de comprobada de forma inequívoca que ya está perdida, no detenerlas constituye una escandalosa injusticia y un crimen innoble y digno de desprecio que entraña maldad de tales jefes de Estado, y servilismo de los ciudadanos sometidos totalmente por el dictador. Cualquier vida perdida en la guerra es una vida humana, sin importar que sea paraguayo, boliviano, brasilero, argentino o uruguayo. Una mujer que se queda viuda, los niños privados de los cuidados y atenciones de sus padres son asuntos graves y de mucha entidad para la nación. Terminada la guerra de 1864-1870, no quedó ni una sola familia que no haya quedado desintegrada.

De que la gloria del mariscal López está, en que “defendió la patria y no se rindió” es mero producto de la fértil imaginación de O’Leary, cuyas obras –es honesto reconocer- sirvió como consuelo al desgraciado pueblo paraguayo de la posguerra, pero no tenía el menor escrúpulo para afirmar las más vanas invenciones como convertir derrotas como si fuesen victorias, y la inútil muerte masiva de compatriotas como gloria nacional, a pesar del proverbio: «conquistar gloria sin provecho para la patria es inútil sacrificio». Tampoco distinguió valor, que es hijo del buen sentido, de la temeridad que es hija de la insensatez. 

Sección 6. ¿López es digno de ser venerado?

Sabemos perfectamente, a los que nos gusta la verdad lo que valen los “otros” y lo que valemos nosotros. El lopismo es un círculo vicioso como la mafia del que no se puede salir sino rompiéndola para libremente estudiar y comprender la historia militar, principalmente la guerra de la Triple Alianza donde podemos encontrar abundantes acciones desacertadas, pero provechosas que nos servirán para el futuro, pues, está demostrado que siempre será mejor aprender de los errores del pasado porque los propios siempre llegan tarde y cuestan caros. Por lo tanto, será necesario estar dotado de conocimientos sobre el tema, y valentía personal para enfrentarse a la opinión generalizada de que López es un “héroe que defendió la patria”. No es fácil agarrar las enseñanzas dejadas por los grandes conductores como Alejandro, Aníbal, Federico II de Prusia, Napoleón, Estigarribia, etc., e inyectárselo en el alma de los fanáticos lopistas. Ellos continúan negando o tratando de esconder que López provocó la guerra, cometió garrafales errores estratégico y táctico; así como crueldades sin precedentes contra sus compatriotas. Ellos, o sea los “otros”, se obstinan en negar la incompetencia militar, así como los horrores y atrocidades cometidos por López; vale decir, mienten como bellacos sobre las heroicidades del mariscal López. Sin embargo, suponemos que la debilidad de sus mentiras procede de sus ignorancias de la historia de la guerra de 1864-1870; porque para mentir con provecho es preciso, antes de todo, dominar el asunto, y esto es una obligación molesta.

De verdad los insultos procaces que los lopistas dirigen a los que tratamos de contar al pueblo paraguayo la verdad con el único propósito que no se vuelva a repetir los errores y malos hechos, comienzan a aburrirnos atrozmente, porque nunca presentan qué de bueno hizo López en la paz y en la guerra por el Paraguay. Nada, excepto su enorme edificio en construcción que después de la guerra pasó como propiedad del Estado, y luego de acabado por los gobiernos de la posguerra se convirtió en el edificio más fastuoso del Paraguay, siendo destinado para palacio del Poder Ejecutivo. Dicho sea de paso, nos parece incorrecto denominarlo “palacio de López”, porque él no acabó ni llegó a ocupar, a no ser para mostrar que el mariscal usaba a su antojo personal del ejército, materiales del Estado y tesoro público en la construcción de la formidable obra. El historiador y poeta Luqueño por adopción, Optaciano Franco Vera, escribió en su obra “El general Aquino”, que «todas las verjas fueron construidas en Ybycuí a cargo del capitán Andrés Insfrán». Cabe preguntar, si López, con el salario de general, podía construir su elegante y majestuosa residencia a no ser para usar como prueba de que él fue otro general comerciante más, y de verdad que lo fue. Hay documentos que prueban de que traficaba con el oro que el Estado paraguayo tenía guardado como erario de la nación.

Muchos políticos y empleados públicos están convencidos, tal vez influidos por las prédicas de O’Leary y Natalicio González que, para mostrar patriotismo, hay que ser sine qua non lopista. Cabe preguntar si ¿de dónde provino este absurdo? Por supuesto, de Enrique López Lynch y Juan E. O’Leary. Aquel para tratar de reivindicar al padre, y este por motivo meramente crematístico, y los actuales lopistas por ignorar ¿qué es la guerra, cual es el fin de la historia militar? Por vano fanatismo prefieren engañarse cerrando los ojos a la verdad. Ellos son muy activos para usar los medios de comunicación masiva para martillar la mente de los ciudadanos, principalmente de los pocos avisados, con las manidas frases que «defendió la patria y no se rindió», y sin escrúpulos convierten los numerosos muertos en cada batalla perdida por la impericia del general en jefe, como digno de gloria, y de este modo indirecto, enaltecer la figura del mariscal López.

 Los profesionales militares no pueden ignorar que cuando un ejército ataca y el general en jefe aprecia que no se puede ganar y las bajas que alcanza el 15 %, no vacila en ordenar la retirada, tal como hizo Mitre en la batalla de Curupayty, porque sabe que cada minuto perdido en estéril lucha, se incrementa las bajas. Sin embargo, López obligaba a sus tropas a luchar hasta morir todos; y esto no es razonable; esta crueldad innecesaria es la que los lopistas elogian desmedidamente. Un general responsable sabe que siempre es mejor ganar o perder batalla con la menor baja posible si piensa ganar la guerra. Porque una derrota se puede compensar con creces en próxima batalla. Un general en jefe idóneo, patriota de verdad, concienzudo y con visión de futuro cuida la vida de sus tropas no sólo para ganar batalla, sino que piensa que un joven oficial, sargento o soldado muerto es para la patria una esperanza tronchada en flor. Sin embargo, López despilfarraba sus hombres en misiones con pocas posibilidades de éxito porque los medios que adjudicaba para cada operación no concordaban con el objetivo que pretendía conquistar. Y es por esto que las tropas paraguayas, a pesar de luchar en cada batalla como nunca, salían derrotadas como siempre.

Mandar a la muerte a tropas tan valiente, tan dócil, tan disciplinada no es valentía que es hija de la prudencia, sino temeridad que es hija de la insensatez. Porque los rasgos de valor de un comandante que, a pesar de buscar la conquista de un objetivo táctico provechoso, pero con medios insuficientes, resultan insensatos y el jefe que hace esto se lo debe considerar como irresponsable e incluso calificado de perverso. Pues, ante el testimonio abrumador de la historia, ningún general tiene derecho a lanzar sus tropas en un ataque directo contra un enemigo bien atrincherado como era Tujutî, donde fue aniquilado el resto de nuestro primer gran ejército. De verdad, el mariscal no fue de ninguna manera un general en jefe digno de ser venerado, sino todo lo contrario. Cuando fue sitiado por el enemigo en Humaitá, emprendió la retirada por el Chaco hasta San Fernando, donde se volvió como fiera herida y descargó todas sus frustraciones contra sus compatriotas, porque el enemigo estaba fuera de su alcance. Y conste que los paraguayos sirvieron con admirable valentía, abnegación y lealtad al mariscal López durante la hora más oscura de la guerra. 

Luc Capdevila, historiador francés en su obra “Una guerra total: Paraguay, 1864-1870”. Editado por Editorial Sb, Bs. As., Argentina 2010, Pág. 180, escribió: «Existía también un lopismo popular. Louis Forgues dio cuenta del mismo, no sin cierto desprecio, a inicios de 1870: “numerosas personas aquí admiran mucho a López; él entra evidentemente en la categoría de los ambiciosos sin escrúpulos y los de soberanos que hacen masacrar hasta el último de sus súbditos; por lo que tiene derecho absoluto a la admiración de las multitudes ignorantes”». La verdad es que, en la guerra de la Triple Alianza, los paraguayos tenemos humildes mártires cuyas vidas y muertes fueron estériles para la nación. En otra parte de su magnífica obra, afirma el historiador francés: «En verdad, la fidelidad a López no era consensual, numerosos sobrevivientes, principalmente en el seno de la élite, dedicaban a su régimen un odio feroz, en razón de su propio itinerario o del de sus familias en el transcurso de la guerra».

Los gobiernos paraguayos hasta hoy, incluidos los lopistas entre ellos algunos profesionales militares, creen reforzar el orgullo nacional con exaltar al mariscal López. Sin embargo, la pasión patriótica impide entrever la verdad, y con la exaltación de López creían expresar el orgullo de heredar un pasado viril. Hay un principio que rige la conducta de los militares en toda guerra, que dice: «sólo la ofensiva conduce a ganar la guerra».  El ejército paraguayo bajo el mando del mariscal López no conoció ninguna victoria en operaciones ofensivas, sólo conoció derrotas quedando sin gloria ni corona.

Los presidentes coronel Rafael Franco (1936-1937) y Stroessner (1954-1989) instituyeron el lopismo de Estado. Por lo tanto, la memoria nacional lopista fue hija de la dictadura. De manera entonces, corresponde que la democracia extirpe el lopismo de la mente del pueblo paraguayo, porque no es sino el iceberg del despotismo. Su imaginación del pasado es estrictamente nacional, su concepción de la historia radicalmente nacionalista, siendo la vocación que se atribuyen los lopistas, la de guiar al pueblo hacia su destino de grandeza; pero desgraciadamente por el camino de un gobierno despótico, del ejercicio sin control del poder absoluto y soberano: la oprobiosa dictadura que costó 53 años para erradicar del Paraguay. Los lopistas construyen un puente de oro a la dictadura, ya que la lectura del pasado lo llevó a denunciar el caos del presente con respecto al orden del antiguo régimen de Francia y los López como si, de un tiempo al otro, el movimiento de la historia no hubiera cambiado nada.

Nosotros hemos asumido un compromiso intelectual en nuestra obra “La conducción del ejército paraguayo en la guerra contra la Triple Alianza”, tratando de emular a los reputados intelectuales Cecilio Báez, Guido Rodríguez Alcalá, José Luis Martínez Peláez y varios más, que marcaron y marcan valiente y patrióticamente una ruptura fundamental con la creencia de la gran mayoría de los oficiales de las fuerzas armadas, fanáticamente lopista como han demostrado algunos generales y coroneles.

El esclarecido historiador Guido Rodríguez Alcalá en su obra “Ideología autoritaria” demostró cómo «la corriente lopista instrumentalizó la historia para legitimar la dictadura. La ola nacionalista que acompañó la guerra del Chaco, les abrió una ancha ventana de oportunidades a los exacerbados nacionalistas».

NOTA. Guido Rodríguez Alcalá en su opúsculo titulado “Ideología Autoritaria”, Servilibro, Asunción-Paraguay, año 2007).


Los lopistas se consideran los más patriotas, imponiéndose como defensores de la causa nacional encarnada en el mariscal López. A los que estamos convencidos que la mentira sólo causa daño, en tanto que la verdad, aunque a veces duele, pero cura, ellos intentan con pobres argumentos refutar los hechos con modales vulgares; nos etiquetan como detractores de López y legionarios, denunciando que buscamos abatir el orgullo nacional al propagar una versión negativa y humillante de la historia de la guerra de la Triple Alianza contra el gobierno paraguayo, incluso nos acusan de desmoralizar la nación. Winston Churchill, en la Segunda Guerra Mundial, nada escondió de su pueblo, por más grave sea la situación. Su fortaleza y sinceridad le valió el apoyo de la gran nación británica.

El periodista y la Guerra de la Triple Alianza. Para imponer la verdad de lo sucedido en la guerra de 1864-1870, el periodista puede hacer mucho. Pero para ello, precisa tener un cierto conocimiento de la historia de aquella guerra, con lo que estaría en condiciones de distinguir a historiadores objetivos de los que no son, y de este modo ofrecer espacio en los medios de comunicación masiva a los que están comprometidos con la verdad, y no a los que se hacen pasar por historiadores dedicados a mal usar la historia con el objeto de exaltar el patriotismo que no es fin de la historia o hacer héroe al que no lo es o enaltecer a un jefe de Estado que en nada ha contribuido para un Paraguay mejor. El periodista puede causar efectos positivos para impedir el mal uso de nuestra historia, y expresar abiertamente la crítica y los criterios que permiten evaluar sin falsas ilusiones la historia de la guerra de la Triple Alianza y otros asuntos que nos interesan a todos, como la verdad sobre aquella terrible y oprobiosa guerra. Esto requiere valentía, pues decir: este historiador o historiadora nos ayuda a conocer la historia de la guerra de 1864-1870, donde aún existe bastante controversia, es cosa fácil. Pero decir: este hombre o mujer es un embustero (a), sus relatos al hacer la relación de la apocalíptica guerra, solo se propone enaltecer a quien llevó a nuestra nación a la ruina, a quien maltrató a nuestros compatriotas de la manera más vil, porque detrás viene la exaltación de la dictadura que garantiza al pueblo “paz, justicia y gloria”, todo lo que dice es la destrucción lisa y llana de la verdad.

La visión lopista es una forma de religión que contradice todos los que consideramos como hechos verdaderos. Cuando un historiador veraz publica un artículo por los medios de comunicación, inmediatamente aparecen los lopistas tratando de intimidarlo con insultos y tratarlo de antipatriota; olvidando presentar argumentos con qué refutar las críticas al “héroe por decreto”.

Cerramos este capítulo con la expresión del exsenador de la nación Alfredo Jaeggli, que dice así: «Desde el año 1936 con el Franquismo en el gobierno luego de la destitución del Dr. Eusebio Ayala, para mí, mejor presidente de todos los tiempos, el lopismo volvió con toda la fuerza y la necesidad de tener un héroe. Se terminó el panteón, y se buscó traer el cuerpo nunca identificado de López. Todo por el nacionalismo de moda en el mundo». (Alfredo Jaeggli en el párrafo 7 del prólogo a la obra “Los Cuatro Jinetes del Apocalipsis” del esclarecido historiador Igor Fleischer Shevelev).

FIN DEL CAPÍTULO. Luque, 04-04-2021.




COMENTARIOS SOBRE LA GUERRA DEL PARAGUAY (1864 -1870)
¿Epopeya o destrucción?
CAPÍTULO XIV. CAMPAÑAS OFENSIVAS, HUMAITÁ, CURUPAYTY Y EL SUPLICIO DE ISLA POÍ
Sección 1. Campaña de Mato Grosso
Con la amenazante Nota del presidente general López del 30 de agosto de 1864 al emperador del Brasil, don Pedro II, empezó a extenderse como sombra tenebrosa la guerra sobre el Paraguay.
El 12 de noviembre de 1864 Solano López ordena apresar el vapor brasilero “Marquês de Olinda” que había partido de Asunción y navegaba rumbo a Mato Grosso. Llevaba a bordo numerosos pasajeros, entre ellos al nuevo presidente de Mato Grosso, coronel Federico Carneiro Campos¸todos ellos quedaron como prisionero de guerra; todos murieron durante la guerra por enfermedad o inanición o por los malos tratos. Con la violenta captura del paquebote brasilero en evidente violación del Derecho de Gentes; es decir, sin declaración formal de guerra. La declaración de guerra es un anuncio de las hostilidades que un gobierno piensa hacer a otro; suele precederle una comunicación escrita que contiene los antecedentes de la disputa, y en este documento se exponen las causas de aquella resolución.
Nota. Derecho de Gentes. John Rawls dice: es un sistema internacional que desarrolla la teoría de las relaciones internacionales. El desarrollo de este tema se encuentra en un capítulo aparte.
Solano López empieza las operaciones militares contra el Imperio del Brasil, invadiendo Mato Grosso. El 23 de diciembre de 1864, el general López, uniformado de gran parada y montado en su caballo blanco y ante una multitud de gentes curiosas pasa revista a las tropas expedicionarias magníficamente uniformadas, entre las aclamaciones del público que acudió a despedirlas. Ebrio de orgullo y concupiscentes de poder y de gloria épica, dirige una arenga a las tropas que estaban destinadas a invadir la provincia brasilera de Mato Grosso, finalizando con jactancia:
Soldados, mis esfuerzos por mantener la paz han sido estériles. El Imperio del Brasil, poco conocedor de vuestro valor y entusiasmo, los provoca a la guerra: la honra y la dignidad nacional nos mandan aceptarla. Soldados, marchad sereno al campo del honor y recogiendo gloria para la patria y honra para vosotros, mostrad al mundo entero cuánto vale el soldado paraguayo. (J. C. Centurión, “Memorias históricas sobre la guerra del Paraguay”. Editorial Casa-Libro, Asunción-Paraguay, 1976, volumen I, Pág. 103).
La invasión de Mato Grosso se realizó en dos columnas:
1) La fluvial, compuesta por una división de infantería de tres mil hombres, bajo el mando del coronel Vicente Barrios, cuñado de Solano López. Partió de Asunción por vía fluvial. En Concepción se le unió mil hombres más con lo que completa 4.000 combatientes. Como la provincia de Mato Grosso contaba con poca fuerza militar, le fue fácil a Barrios tomar los pueblos abiertos de Coimbra, Albuquerque y Corumbá. La columna de Barrios avanza hacia Cuyavá, capital de la provincia, alejado trescientos treinta kilómetros de Corumbá, llega hasta Sara, doscientos veinte kilómetros de Cuyavá. De aquí vuelve a Corumbá. Una vez consolidada la conquista de una parte de Mato Grosso, el coronel Barrios regresa a Asunción, dejando una fracción de su división como elemento de control de las poblaciones.
2) La terrestre, columna de Resquín. Partió de Concepción con una división de caballería de tres mil jinetes. La división avanza siguiendo la dirección de Paso Barreto- Bellavista- Miranda-Nioac-Coxim. El 24 de abril de 1865 Resquín alcanza esta localidad, un importante nudo de caminos que unía Cuyavá con San Pablo y Río de Janeiro. Resquín instala su puesto de comando en Nioac. De este lugar envió gran cantidad de regios y valiosos objetos a Asunción, pues conocía las debilidades de López y madame Lynch. Este gesto de Resquín lo convertirá en favorito de la codiciosa pareja. La noticia de la ocupación de Mato Grosso llegó a Río de Janeiro dos meses después.
En Mato Grosso, las tropas paraguayas patentizaron su extraordinaria aptitud para la guerra. Esto usó López para desencadenar las nobles pasiones del pueblo paraguayo. Confió plenamente que con el arrojo y ciega obediencia de sus generales, jefes, oficiales y tropas eran suficientes para ganar la guerra. Nunca entendió que no debía dar órdenes de cumplimiento imposible como: 1) las campañas de Uruguayana y Corrientes, 2) los ataques a la escuadra imperial en Riachuelo, 3) el ataque a Tujutí dos veces, 4) intentó en tomar buques de guerra brasileros mediante abordajes en canoas, etc. Pero desesperado por quedar solo y abandonado por sus potenciales aliados, confió en la sorpresa y la pujanza de sus tropas para capear la grave situación que ha creado.
Sección 2. Campañas de Uruguayana y Corrientes, y la fortaleza de Humaitá.
Solicitudes de paso al gobierno argentino de sus respectivas fuerzas terrestres de Pedro II por Misiones y López por Corrientes. El emperador del Brasil había solicitado al presidente Bartolomé Mitre autorización para transitar con su fuerza terrestre por el territorio de Misiones, ubicada entre los ríos Paraná y Uruguay, limítrofe con la provincia brasilera de Río Grande del Sur, para invadir Paraguay. Tanto el emperador del Brasil como el presidente paraguayo no solicitaron permiso para la navegación por los ríos Paraná y Paraguay porque ambos eran libres para todos los países. Mitre no autorizó lo solicitado por el emperador del Brasil, prefiriendo permanecer neutral.
Por nota del 14 de enero de 1865, López le solicitaba también a Mitre su consentimiento de libre paso por los territorios de Corrientes y Misiones, para atacar al Brasil. Sin embargo, Mitre juzgaba que no debía acceder a su demanda; tampoco creía que hombres de sentimientos hostiles, si se le autorizaba pasar por territorios argentinos, se abstuvieran de ultrajes y daños a las poblaciones. En consecuencia, de acuerdo a estas consideraciones, Mitre negó a López lo solicitado. Le dijo que, «él no podía darle el paso por su territorio a ninguna fuerza militar extranjera, y que, si trataba de forzarlo estaba dispuesto a impedirlo. López al no obtener la anuencia del presidente de la Argentina optó por la violencia: declaró la guerra a la Argentina, y el 13 de abril de 1865 invadió con veinticinco mil hombres la provincia argentina de Corrientes y con trece mil hombres atraviesa Misiones en la dirección Encarnación-San Borja para invadir la provincia brasilera de Río Grande del Sur, fronteriza con Uruguay.
En el trayecto de Posadas a San Borja, los paraguayos fueron hostigados constantemente por merodeadores argentinos que se contentaban con escaramuzar. Estigarribia, comandante de la columna, no tenía necesidad de perder tiempo librando combate, pues su misión era atravesar el río Uruguay y tomar San Borja para marchar después sobre Uruguayana. Para entonces, el avance de las tropas paraguayas se había vuelto vacilante, pues el frío, el cansancio y el hambre habían consumido todas sus energías física y moral.
Por orden del mariscal López al alcanzar el río Uruguay frente al pueblo de San Borja, Estigarribia dividió su fuerza en dos columnas. Pone a mando del mayor Duarte 3.000 hombres para avanzar por la ribera derecha del río Uruguay, y con el resto de 9.000 hombres atraviesa el río y toma San Borja, y sigue su marcha por la orilla izquierda hasta alcanzar Uruguayana.
La batalla de Jatai. Este es un caudaloso arroyo que desemboca en el río Uruguay, próximo al pueblo de Paso de los Libres (Argentina), ribera derecha (oeste) del río Uruguay. En la ribera opuesta (este) se halla la ciudad brasilera de Uruguayana. Al enterarse el mayor Duarte que importante fuerza enemiga se dirigía a su encuentro, se prepara para la defensa en el ángulo formado por el río Uruguay y el arroyo Jatai. Conforme orden de López, la organización del terreno es hecha dejando el caudaloso arroyo detrás y no como manda el manual, usarlo como obstáculo para el enemigo. Duarte había recibido un refuerzo de 500 hombres dos semanas antes, completando 3.500 hombres, pero sin artillería.
El día 17 de agosto de 1865, tropas enemigas de 10.700 hombres apoyados por una magnífica artillería ataca a los paraguayos. Bajas paraguayas: 1.700 muertos y 1.800 se rindieron. Bajas del enemigo, 72 muertos y 246 heridos.
Los prisioneros que correspondían al Brasil fueron llevados a Río de Janeiro donde oficiales y tropas fueron bien tratados; recibían salarios correspondientes a sus respectivos grados (igual a los brasileros); también, vestuarios y alimentación por cuenta del Imperio del Brasil. Luego del 1º de marzo de 1870, algunos generales y jefes y José Falcón fueron llevados como prisioneros a Río de Janeiro. Esto fue confirmado personalmente por José Falcón durante su estadía como prisionero, es más, él cuenta que fue recibido en dos ocasiones por el emperador. El general Caballero recibía salario de un coronel brasilero y vivía en un Hotel. Los argentinos llevaron a Buenos Aires a sus prisioneros y allí les dejaron libres y cada cual debían buscar trabajo. La mayoría aceptaron trabajar en estancias. El mayor Duarte terminada la guerra regresó rico a Asunción. El general uruguayo Venancio Flores, en una actitud inicua, obligó a sus prisioneros a incorporarse en el ejército uruguayo.
Nota. José Falcón “Escritos Históricos”, editado por Servilibro, 2006, páginas 122, 128 y 150.
La capitulación de Uruguayana. Los brasileros en Uruguayana ¡hicieron comer a los paraguayos carnes de caballo, perros y gatos!, porque antes de la llegada de las tropas paraguayas, retiraron todos los que podían servirles de sustento. La falta de alimentos, el riguroso frío y totalmente sitiado por el enemigo, forzaron a Estigarribia a capitular en fecha 18 de setiembre de 1865.
El hecho de hacer controlar como leche en el fuego a sus generales, jefes, oficiales subalternos y mantener sus lealtades por el terror, sirvió a López para resaltar la atroz incertidumbre a la que se enfrentaban los paraguayos. Las inseguridades eran tan abrumadoras que ni los oficiales ni las tropas podrían abrir la boca para quejarse ni comentar sobre la dramática situación en que se hallaban. En todas las guerras la queja de las tropas es su diversión favorita; ningún general se ha preocupado por impedirla, con tal de que obedezcan. La desastrosa campaña de Corrientes justificó haciendo del general Robles y su estado mayor unos chivos expiatorios y ordenando el fusilamiento de todos ellos.
Las disposiciones tomadas por López desde Asunción no eran de fácil ejecución, porque las órdenes llevadas por mensajeros a caballo tardaban semana para entregar al destinatario. Y esto no es razonable, porque la situación en un teatro de operaciones cambia cada momento y a veces repentinamente. Es por esta razón que el general en jefe debe dar al comandante de las tropas de invasión objetivo claro a conquistar, el cómo cumplir es atribución exclusiva del comandante de la fuerza de invasión; es decir, se le debe dar libertad de acción. Uno de los errores garrafales del mariscal López que patentiza su incompetencia como general en jefe era, pretender manejar a sus fuerzas de invasiones como a control remoto.
Enterado López de lo sucedido en Uruguayana a través de José Berges, que a la sazón se hallaba en Corrientes como gobernador, acusó a Estigarribia de haberse vendido al enemigo por una suma de dinero y de inmediato ordenó la retirada de sus tropas de Corrientes. Mitre empleó su actividad en no estorbar la retirada de Corrientes del ejército paraguayo, por el contrario, la facilitó. Sólo se dedicó a empujarlo, permitiendo llevar los que quisieran. Las columnas de invasiones de López nunca recibieron los medios necesarios para el sustento de la vida de sus tropas, estaban forzadas a sobrevivir del saqueo. En el teatro de operaciones de Humaitá comenzó a sentirse la escasez de subsistencias.
Alcanzar un contundente triunfo en la primera batalla, eleva la moral de las tropas y de los respectivos pueblos. Para tal fin, emplear el ejército en masa y operar rápido como el rayo sobre la columna enemiga más débil con tropas numerosas apoyadas por artillería; lo que significa que no se debe dividir la fuerza militar como lo hizo López, al dividir su ejército en tres partes: Mato Grosso, Uruguayana y Corrientes; dejando como reserva estratégica 30.000 hombres. Respecto a esto, el mariscal Erwin Rommel se refiere a la importancia de ganar la primera batalla, de este modo: «Desde el punto de vista psicológico, es de lo más desgraciado que la primera batalla termine en una desastrosa derrota. Es sumamente difícil que nunca vuelva a restaurarse la moral de las tropas». Esta es la explicación de por qué el mariscal Estigarribia buscó tenazmente la conquista de Boquerón (guerra del Chaco 1932-1935). Ser derrotado en la primera batalla significa una marcada desventaja a la cual nadie querría exponerse por propia voluntad, pues la primera derrota suele ser seguida por otra, y mientras más decisiva resulte, mayor será su influencia sobre las futuras operaciones.
El malogramiento de la columna que invadió la provincia brasilera de Río Grande del Sur se debe a la inferioridad de medios: sin artillería, con poca caballería, sin apoyo logístico, y la incapacidad de López se debe la humillante derrota en Uruguayana y no a la traición, por lo cual el mariscal fue el responsable por la pérdida total de aquella columna de trece mil hombres.
Nota. Rommel, mariscal del Ejército alemán en la II Guerra Mundial, se distinguió en Francia, Libia y Egipto, donde fue derrotado en El Alamein. Dirigió en 1944 el frente de Normandía, pero antes del desembarco aliado fue asesinado por orden de Hitler.
Sección 4. La batalla de Curupayty
Dispositivo de ataque del general Mitre:
- 1ª columna, por la izquierda bajo el mando del coronel Augusto Caldas (Bras.).
- 2ª columna, a la derecha de la primera al mando del general Albino de Carvalho Bras.).
- Reserva brasilera, una división bajo el mando del coronel Lucas de Lima;
- 3ª columna, I cuerpo de Paunero (Arg.), mantiene contacto con la 2ª columna.
- 4ª columna, II cuerpo (menos), bajo el mando de Emilio Mitre (Arg.).
- Reserva general: 17 batallones de infantería bajo el mando directo de Mitre.
- Artillería: Alte. Tamandaré (escuadra brasilera), fuegos de preparación a partir de las 08:30 a.m.
- Inicio del ataque: las 12:30 p.m.
Fuerza efectiva para el ataque: brasileros 7.674 del II cuerpo de ejército y 2.000 de la brigada de Paranhos que trajo Mitre, y 8.000 argentinos (Emilio Carlos Jourdan, Guerra do Paraguay, Lammbert & Cía., Río de Janeiro, 1890, Pág. 101). Esto da un total general de 17.674 hombres, incluida los 17 batallones de reserva inmediata. Vale decir, el ataque propiamente dicho se ejecutará con 10.874 hombres.
El día 7 de setiembre había llegado a Curupayty el ingeniero húngaro Francisco Wisner de Morgenster, para dirigir con J. Thompson la construcción de las trincheras de Curupayty. Tal vez, Morgenstein y Thompson fueron quienes sugirieron al mariscal López ganar tiempo para acabar las trincheras, lo que suscitó en López la idea de la entrevista de Jataity Korá.
El 22 de setiembre de 1866 al mediodía, la fuerza aliada embiste las inexpugnables trincheras, para cuya defensa, López transfirió autoridad al general Díaz para que obre en representación suya e impida el avance del enemigo hacia Humaitá, mientras él cómodamente se mantenía en su cuartel general de Paso Puku.
Desde Kurusú hacia Curupayty el terreno dificultaba la marcha por causa de los esteros y carrizales existentes, empeorado por las copiosas lluvias de los últimos días que dejó el terreno anegado, excepto por la orilla del río, en un espacio de cuatro metros de ancho y que va ensanchándose a medida que se aproxima a la lomada de Curupayty. La altura de esta sobre el nivel de los esteros que la rodea es de seis metros. Por lo tanto, cuenta con excelentes campos de vista y de tiro hacia la única vía de acceso con que el enemigo contaba.
Con ejemplar eficiencia y tesón, y favorecido por la demora de los aliados en empezar el ataque, Díaz pudo acabar a tiempo las trincheras con el eficaz asesoramiento de los ingenieros Thompson y Morgenstein. La intensificación de los trabajos empezó al día siguiente de la conferencia de Jataity Korá, vale decir, que Díaz la preparó solo en diez días; pero con sumo cuidado y atención diligente. Disponía de 5.000 hombres listos para morir con él, agrupados en seis batallones de infantería bajo el mando del teniente coronel Luis Antonio González, tres regimientos de caballería -la mayoría a pie- bajo el mando del capitán de caballería Bernardino Caballero, y cinco baterías de artillería de 18 piezas cada una (90 cañones) bajo la dirección de José María Bruguéz.
Las baterías fueron colocadas de la manera siguiente: dos baterías (32 cañones) sobre el río al mando del capitán de fragata Domingo A. Ortiz y del mayor de artillería Albertano Zayas. Este eficiente oficial de artillería -a solicitud de Díaz- fue liberado de la injusta prisión en que se hallaba por causa del desbande de los defensores de Kurusú, para cooperar en la defensa. El resto de las baterías (58 piezas) fueron ubicadas a lo largo de la trinchera bajo la conducción del mayor Pedro Hermosa y los capitanes de corbeta Pedro V. Gill y Adolfo Saguier. Todos estos oficiales de artillería recibieron instrucción de una misión militar brasilera durante el gobierno de Carlos Antonio López.
El general Díaz, recordando la derrota de Kurusú, reducía su arenga en una sola frase: ¡«esta vez no vamos a fracasar»! Luego de cuatro horas de fuego de ablandamiento de las artillerías de la escuadra brasilera, a las 12:30 p.m., el almirante Tamandaré creyendo que las trincheras habían sido destruidas con los poderosos cañones de la escuadra imperial, da la señal para empezar el ataque. La infantería del ejército aliado en cuatro columnas se lanza sobre la inexpugnable trinchera de Díaz, un hábil zorro, fértil en recursos y sabe lo que hace; estaba resuelto a presentar la más tenaz de la defensa.
Las tropas aliadas avanzan lentamente bajo intenso fuego de artillería que hacía estragos atroces entre sus formaciones. No obstante, impertérrito y con admirable valor embisten la primera línea de trincheras y las supera, aunque con onerosas bajas. Cantando ya victoria, prosiguen sin arredrarse, pero se topan con otra fortificación protegida por enmarañados troncos y ramas espinosas de árboles abatidos y colocados delante de altos parapetos, complementados por barreras de tiro de artillería y fuegos de protección final de la infantería. Estos fuegos están establecidos de antemano para cuando llegue el momento adecuado, desencadenar intensos tiros atados de cañones y fusiles al sesgo. Las tropas aliadas que con algazara avanzaban luego de la conquista de la primera línea de trinchera, son detenidas a solo cincuenta metros delante de la impresionante línea de obstáculos, y allí son masacradas. El mayor brasilero Emilio Jourdan, en su obra sobre la guerra describe de este modo la batalla: ¡«…, bajo una granizada terrible de balas que provenían incesante de aquella tempestad de hierro vomitada por 90 cañones, los paraguayos nos mandaban a la muerte, en los brazos de la cual caen por centenares de nuestros compatriotas! Nuestra batería se movía sobre un suelo alfombrado de cadáveres brasileros» (Emilio Carlos Jourdan, obra Cit. Pág. 104). Luego de cuatro horas de infructuoso ataque, el general Mitre, al contrario de López, observaba el desarrollo de la batalla desde un lugar apropiado que le permitía tomar decisiones rápida y oportuna, no pierde tiempo y ordena: ¡retirada!
Durante toda la guerra, no hubo para los aliados otro día tan difícil y tan aciago como aquel, pues, dejaron en el campo de batalla 4.000 hombres entre muertos y heridos. Aunque Mitre aún disponía de 17 batallones que sumaban 8.000 hombres, sus experiencias y sagacidad le recomendaba parar el desastre y ahorrar combatientes para otra ocasión, pues las pérdidas de los soldados se podían reemplazar, pero las de los oficiales costarán mucho reponer.
Terminada la batalla, el mariscal López, que seguía el desarrollo por telégrafo desde Paso Pukú, distante 12 kilómetros, envía dos escuadrones de caballería de sus escoltas para recoger el botín de los muertos y heridos. Los jinetes recogieron 4.000 uniformes de buena calidad y otros tantos fusiles que quedaron en el campo de batalla, y mediante el despojo once batallones se vistieron y se armaron. A más de esto, como las tropas brasileras en la víspera habían percibido sus salarios en libras esterlinas, y los tenían guardados en los bolsillos. De la rapiña obtuvo pingües beneficios madame Lynch, porque ella era la única autorizada a poseer moneda extranjera.
Bajas aliadas: 1) brasileras: muertos: 51 oficiales y 360 de tropas; heridos: 150 oficiales y 1.390 plazas. 2) argentinas: fuera de combate, 163 oficiales y 1.919 de tropas. 3) Total fuera de combate del ejército aliado: 4.033 hombres.
Bajas paraguayas: según el general Resquín fueron de 250 muertos entre ellos el mayor de artillería Albertano Zayas. La actuación de la artillería fue de calidad óptima, aunque casi todos los sirvientes de los cañones quedaron con tinnitus.
Bajas totales desde el comienzo de la guerra, entre muertos, prisioneros, heridos y desaparecidos, suman:
Ejército aliado: 18.423 hombres (solo muertos y heridos en combate).
Ejército paraguayo: 51.000 hombres. De los cuales, 12.500 en la campaña de Uruguayana; 8.500 en la campaña de Corrientes; y en los campamentos por enfermedad, 30.000 muertos. De los 80.000 hombres con que el ejército paraguayo empezó la guerra quedaba 29.000, y de ellos apenas 19.000 se hallaban sanos.
Durante la batalla de Curupayty, López -siempre muy ingenioso- creó y colocó detrás de las líneas de trinchera un regimiento de bloqueo, donde cada oficial, suboficial y jinetes estaban con las espadas desenvainadas, con la misión de espetar a los soldados que trataban de batirse en retirada.
Sección 5. La fortaleza de Humaitá y el suplicio de Isla Poí
Las aguas del río Paraguay eran dominadas por los paraguayos gracias a un eficaz sistema de defensa que los aliados no han podido contrarrestar: la fortaleza de Humaitá. Este legendario fortín, equipada con gigantescos cañones impidió el paso de la poderosa escuadra brasilera desde el 16 de abril de 1866, fecha de desembarco de la fuerza aliada en territorio paraguayo, la navegación por el río Paraguay hacia Asunción, hasta el 19 de febrero de 1868, fecha en que seis buques enemigos lograron sortear la mítica fortaleza y llegaron a Asunción, lanzando algunos certeros tiros contra el monumental edificio aún en construcción del mariscal López, que había mandado construir para su residencia, lo que actualmente es sede del Poder Ejecutivo.
El suplicio de Isla Poí. Cerca de la medianoche del 2 de marzo de 1868, el mariscal López se embarca en Humaitá en un bote, acompañado de su familia y séquito, y parte con destino a Timbó distante, aguas arriba, quince kilómetros de Humaitá, ubicado en la orilla derecha del río Paraguay (Chaco), donde se encontraba el general Caballero al frente de su división de caballería. Llegan sin incidente a destino el día 3. En Timbó concede al teniente coronel Francisco Martínez el ascenso a coronel y le nombra como segundo del coronel Paulino Alén como comandante de la guarnición de Humaitá. A más de esto, los capitanes de marina Remigio Cabral y Pedro V. Gill recibieron sus respectivos despachos de teniente coronel de artillería del ejército y los destina a prestar servicio en la guarnición de Humaitá donde dejó 4.000 hombres y 300 mujeres para defender la fortaleza contra el ejército enemigo de 35.000 hombres apoyados por la poderosa escuadra imperial. Después, el mariscal López, totalmente derrotado, seguido por la división del general Bernardino Caballero se dirige para San Fernando. Llegado a destino y comprobado que todo está en orden, Caballero a la cabeza de su división regresa a Timbó.
La guarnición de Humaitá había quedado con un pequeño hato de vacas flacas y víveres apenas para un mes, pues, debía de ser abastecida por el general Caballero desde Timbó. Pero Caxias, para obligar a la guarnición a rendirse, dispuso un cerco total por agua y por tierra a la guarnición, impidiendo ser abastecida. Las tropas de la guarnición empezaban a morir de inanición, causada por la falta de alimento, entonces, el coronel Paulino Alén resolvió hacer algo peligrosísimo, porque hay que ser muy valiente para decirle a López la verdad: le solicitó la evacuación, porque ignoraba que el mariscal López dejó allí a la guarnición para proteger hasta morir todos. La respuesta fue negativa. El coronel Paulino Alén intentó suicidarse porque adivinó lo que le esperaba: terribles torturas, seguidas de fusilamiento. Sin embargo, fue socorrida y se recuperó. Por orden del mariscal López, Caballero lo trasladó a san Fernando para recibir otro “destino”. Sin embargo, López le sometió a tormentos inenarrable hasta lesionarle la columna vertebral, y luego lo mandó fusilar.
El 24 de julio de 1868, López cumplía 42 años de edad, y en coincidencia de la “magna fecha”, autoriza de modo tardío y perverso la evacuación de Humaitá, porque sabía él que se hallaba totalmente sitiado por tierra y agua, y que no tenía forma de escapar, sino morir todo luchando por su vida. El coronel Martínez, quien reemplazó a Alén logró hacer pasar a sus tropas el río Paraguay. Pero como estaba totalmente rodeado y nada podía hacer con tropas famélicas, fue a refugiarse en una isla conocida por “Isla Poí”. Desde aquí intentó varias veces escapar sin éxito, y no había ninguna posibilidad de ser rescatado por el mariscal López. Los paraguayos sobrevivían comiendo víboras, ranas, lagartijas, jakarés, raíces.
El general argentino Ignacio Rivas, guiado por impulsos humanitarios reitera por tercera vez al coronel Martínez que deponga su actitud y acepte capitular, ya que no tenía la menor posibilidad de escapar, y menos recibir refuerzos. Como no logra persuadir al valiente y abnegado coronel paraguayo, apela a la fe católica: envía a los sacerdotes Ignacio Esmerat y Fidelis D’Arbola. Ambos bajo bandera de parlamento llegan a Isla Poí junto a los desamparados paraguayos con la intención de lograr que no sigan muriendo de hambre y enfermedades. Martínez, luego de escuchar a los sacerdotes convoca a una reunión de oficiales para decidir juntos sobre el dilema: capitular o morir todos de hambre. Luego de un breve debate, considerando que sólo los lunáticos se disponen deliberadamente a la autodestrucción, optaron por la vida. De inmediato el estoico coronel Martínez solicita una entrevista con el general Rivas. Este lo recibe y acepta todo lo solicitado por el valiente militar paraguayo. De este modo las tropas paraguayas depusieron las armas.
El coronel Francisco Martínez capituló honrosamente con 1.324 hombres, de los cuales 4 jefes (Francisco Martínez, Pedro Hermosa, Pedro V. Gill y Remigio Cabral), 95 oficiales subalternos, 2 capellanes y 1.223 de tropas, más alrededor de 300 mujeres y niños. Reconociendo la abnegación suprema y el heroísmo patentizado por los paraguayos, las tropas argentinas le rindieron, según usos militares, “honores de guerra”.
La mencionada capitulación el “héroe por decreto” tomó como traición, y como el coronel Martínez estaba fuera de su alcance, hizo lo que ya es costumbre en él: hacerle pagar a su esposa Juliana Insfrán de Martínez, a quien la mandó torturar bárbaramente, y luego ordenó su fusilamiento. Este es el “héroe por decreto” a quien tanto veneran los lopistas.
MAÑANA “San Fernando".
Luque, 05-04-2021.




tSphsons1r oumirtend 
Compartido con: Público
Público
COMENTARIOS SOBRE LA GUERRA DEL PARAGUAY (1864 -1870)
¿Epopeya o destrucción?
CAPÍTULO XV. SAN FERNANDO, EL HORROR EXTREMO
Luego de la retirada del ejército paraguayo del teatro de operaciones de Humaitá, vino López a preparar nuevas posiciones defensivas en San Fernando, ubicada en el ángulo formado por los ríos Paraguay y Tevikuary. Era una estancia del estado que el mariscal López no sólo la convirtió en un tenebroso lugar sino también donde se dejará ver a un jefe de Estado y general en jefe de ejército abominable, y la maldad en acción. Veamos por qué.
El mariscal López se entera de una supuesta conspiración contra su gobierno, y en son de averiguación del hecho e identificar a los culpables conformó seis juzgados. Pero antes cabe preguntar si el juicio contra los “traidores”, ¿no era sólo una bribonada del mariscal López? ¿Una forma de desviar la atención de la catástrofe causada por él mismo para la cual ahora necesitaba chivos expiatorios para que el pueblo paraguayo y el ejército le siguieran obedeciendo dócilmente? Al respecto escribió Arturo Bray:
«En aquel espeso ambiente de espionaje constante, de delaciones rastreras estimuladas a precio de oro y de intrigas infames tejidas a costa de la vida del prójimo, no era fácil encauzar y cristalizar un intento de rebelión, siempre suponiendo que el tal intento haya podido existir en el seno del ejército o del pueblo. El respeto -rayana en terror- que por el karai (señor) se sentía era tan grande en el alma colectiva como para descartar todo pensamiento de hacerle frente. No estaba el clima ni se prestaban las cosas para dar el grito».
NOTA1. Coronel Arturo Bray, una de las plumas más galana del Paraguay, en su obra “Solano López, soldado de la gloria y el infortunio”, Carlos Schauman Editor, 1984, Pág. 348.
De este modo, San Fernando se convirtió en el lugar de la explosión de los continuos reveses y frustraciones que el mariscal López los mantenía embotellados. Decreta la formación de seis juzgados integrados por los siguientes:
1) Capitanes Adolfo Saguier y Matías Goiburú;
2) Los sacerdotes Fide Maíz y Justo Román;
3) Capitán Antonio Maciel y un escribano;
4) Capitán Andrés Maciel y don José Falcón;
5) Mayor Juan de la Cruz Ávalos y teniente Mauricio Benítez; y
6) Mayor Juan Crisóstomo Centurión y Capitán Silvestre Carmona.
El capitán de artillería Adolfo Saguier apenas empieza a trabajar ya fue destituido, apresado y engrilletado por haber sido ayudante del general Vicente Barrios; por consiguiente, según la lógica de López, debe estar informado de la conspiración; amén de esto, era muy benévolo con los presos. Como a todos los presos él fue torturado para contar la verdad. En la primera batalla de Lomas Valentinas murieron casi todos los artilleros, y como faltaban quienes puedan operar los cañones, López a pesar suyo lo liberó. Saguier aprovechó el caos reinante de la batalla para salvar su vida, y logró escapar con varios otros.
Los fiscales del mariscal López en San Fernando y otros lugares tenían ilimitada capacidad de actuar conforme las “Leyes de Las Siete Partidas”, adoptadas por el gobierno de Francisco Solano López como ley suprema de la nación.
NOTA. 2. Las Siete Partidas, son cuerpo normativo redactado en Castilla durante el reinado de Alfonso X (1221-1284) con el objetivo de conseguir una cierta uniformidad jurídica del reino. Su nombre original era «Libro de las Leyes», y hacia el siglo XIV d. J.C. recibió su actual denominación por las secciones en que se encontraba dividida.
La situación que se advierte por la posición de subalterno de los fiscales y las cuestiones de justicia hacen imposible abstenerse de repudiar el daño causado a los paraguayos y extranjeros -por órdenes explícitas o implícitas del mariscal López- a los fiscales. Estos, aunque tomaban conciencia de los hechos, pero para sobrevivir actuaban en el marco de un plan sistemático de exterminio del pueblo paraguayo, igual al procedimiento que Hitler aplicó contra los judíos. Puede decirse, además, que estos fiscales se enfrentaban con un poder omnímodo, intransigente, despiadado, de tal manera es razonable pensar que ellos podían presumir un peligro para su vida o integridad física, en caso de no obedecer las instrucciones o no agradar a López sus actuaciones. Esta situación dejaba a todos los habitantes del país en total indefensión ante el supremo dictador.
El hecho de que los fiscales acusadores hayan obrado según instrucciones del mariscal López, de ningún modo debió ser eximido de responsabilidad por el gobierno provisorio instalado en Asunción el 15 de agosto de 1869. Pero el gobierno provisorio dejó de conformar ese tribunal al estilo Nuremberg. Consecuentemente, quedaron impunes las inhumanas acciones de los más feroces fiscales como Silvestre Aveiro, Germán Serrano, los sacerdotes Fidel Maíz y Justo Román; igualmente el factótum de López, el general Francisco Isidoro Resquín, jefe de inteligencia con numerosos espías y delatores, pero su función no era conseguir informaciones del enemigo ni del terreno, sino vigilar y espiar a sus camaradas.
NOTA 3. Proceso de Nuremberg (20-11-1945 al 01-10-1946), proceso incoado ante un tribunal militar internacional contra 24 miembros del Partido Nazi y 8 organizaciones de la Alemania de Hitler. Acusados principalmente de crímenes de guerra y de conspiración contra la humanidad, doce acusados fueron condenados a la horca y siete a prisión.
En los alrededores del ex cuartel general de López en San Fernando, los brasileros hicieron un horripilante descubrimiento: varios centenares de cadáveres que por lo visto fueron sepultados apresuradamente, porque salían de las sepulturas parte de los brazos y piernas.
¿Cómo fue posible, que un solo hombre pudo causar tantos daños a la nación? El mariscal López se declaró dueño y señor de la vida y hacienda de sus compatriotas, por lo tanto, él puede disponer como se le antoja si quién puede vivir y quién no. De esto deducimos que la intención del mariscal era mandar matar también a la madre, hermanos, cuñados, sobrinas para así quedar él, madame Lynch y sus hijos como únicos herederos de la cuantiosa fortuna de la familia López-Carrillo, entre ella propiedades inmobiliarias, estancias y suntuosos edificios. Todos estos es necesario contar para establecer la verdad sobre la apocalíptica guerra de 1864-1870. Tampoco podemos dejar pasar por alto, que uno de los objetivos de la guerra podría haber sido asegurar las inmensas propiedades inmobiliarias de la señora Lynch, a la sazón en litigio con el Brasil y la Argentina, y que había sido “vendida” a ella por decreto del presidente Solano López. Estos territorios se encontraban ubicadas, uno entre los ríos Apa y Blanco; y el otro, entre los ríos Pilcomayo y Bermejo. Luego de la guerra, ambos territorios fueron integrados al Brasil y Argentina, respectivamente.
Es muy probable que el mariscal López, desde su desastrosa campaña ofensiva más la destrucción de su flota de guerra en Riachuelo y la aniquilación del resto de su primer ejército en Tujutî, le dejaron afecto de catatonía. Tal vez por esta causa no pudo encontrar “su camino de Damasco”. El camino de Damasco, ver capítulo XXXIII.
NOTA 3. Catalepsia. Pérdida momentánea de la iniciativa motora, con conservación de las actitudes. La catalepsia se observa en la histeria, la esquizofrenia y diversas sicosis.
NOTA 4. El camino de Damasco, se desarrolla en capítulo aparte.
El mariscal López llegó a San Fernando el 3 de julio de 1868, y dejó el 26 de agosto del mismo año. Es decir, estuvo en este lugar -haciendo de la suya- por 55 días. San Fernando fue convertido por el venerado héroe por decreto en una especie de “Julio y Agosto Sangrientos”. Sin embargo, como tantas veces sucederá, el derramamiento de sangre de los mártires paraguayos volverá a repetirse en Villeta (Potrero Mármol), Azcurra, San Estanislao, Kuruguaty y Zanjahu en la ladera de la cordillera de Amambay.
El nerviosismo de López por tantas derrotas trepó a alturas hiperbólicas que se tradujo en masivas detenciones de las figuras más prominentes del país, y como persona poseída del demonio, a todo los llevó a san Fernando donde fueron sometidos a suplicio físico y moral en una parodia de juicios, hasta confesar ser culpable, y quiénes son sus cómplices; luego eran fusilados por conspiración contra el gobierno y sus bienes incautados arbitrariamente para supuestas “compras de elementos bélicos”. Y conste que como todos saben, el Paraguay estaba totalmente aislado, por tanto, era casi imposible la adquisición ni de armamentos ni medicamentos ni vestidos. Nadie, ni los lopistas, puede justificar jamás los masivos asesinatos de personas inocentes e indefensas. Con todos estos hechos, el mariscal López asegura un lugar entre los gobernantes más sádicos de la historia universal. Sin embargo, en Paraguay se lo venera con el asombro de los historiadores extranjeros y diplomáticos que prestan servicios a sus respectivos países en Asunción.
¿Por qué las opiniones de desaprobación de la guerra por los más distinguidos paraguayos generaron tantas violencias en López y provocaron tan aniquiladoras pasiones? Los que se atreven a criticar la guerra de López o se mantenían en silencio sin opinar, y no manifestaban públicamente su admiración por la gloria que va conquistando el Gran Mariscal para la patria, eran reducidos a la condición de paria, despreciados por las autoridades y sin derecho. Todo el país era como un inmenso caldero del diablo, lleno de injusticia, hambre y pobreza causados por el vampirismo de la pareja Solano López-Alicia Lynch. La intensificación de la acción directa anunciada por López en San Fernando contra aquellos que no apoyaban su guerra, aunque libres de culpa, fueron ejecutados. Los cadáveres de alrededor de dos mil mártires paraguayos y extranjeros llenaron el bosque. Durante la guerra, tal vez hubo conspiración, pero no contra López, sino contra la fuerza del mal.
Al ocupar San Fernando, Caxias y su estado mayor recorrieron los alrededores y aseguraron que las sepulturas eran los más bárbaros que habían encontrado en su recorrido, y la más diferente de las costumbres de las naciones civilizadas.
Las batallas diarias de Solano López contra los imaginarios traidores, le hacen perder de vista lo único que realmente debería interesarle: antes de ser lastimada gravemente sacar a la nación de la guerra que él mismo había provocado. Los generales Vicente Barrios y José M. Brugués, haciendo gala de sus desaprobaciones de modo cómo López conducía una guerra ya perdida, y de sus amores a la nación, de sus deseos de paz y libertad para el pueblo, les hacen cometer un grave error: compartir sus opiniones con el general Francisco Isidoro Resquín, un servil instrumento de López que se dedicaba a espiar a todos, sin excepción.
El mariscal abortó cualquier indicio de rebelión o conspiración que él mismo urdió con extremada violencia. Su solución final consistía en lo siguiente: matar a todos los paraguayos por no poder ganar la guerra; por lo tanto, según él, «será mejor que desaparezcan porque un estado sin gloria no debe existir». El pueblo paraguayo estaba impotente para acabar con la arrogancia y crueldades del dictador Solano López que, sin duda alguna, fue el más redomado truhan que el Paraguay, tierra de dictadores, haya dado a la nación. San Fernando fue un momento el infierno en la tierra. El nivel de miedo implantado por el mariscal López en todo el Paraguay era indescriptible, de donde se lo mire resulta espantoso los hechos acaecidos en aquel lugar. Vivir en Paraguay en aquel entonces era angustiante y aterrador. Nadie puede justificar estos hechos de violencias de un jefe de Estado con instinto diabólico.
Respecto a los fusilamientos durante la guerra, José Falcón, impecable servidor de la nación, en su obra “Escritos Históricos”, editado por “Servilibro”, Asunción-Paraguay 2006, Pág. 95, consigna una lista de 623 fusilados por orden de Solano López, además señala: «Puedo asegurar, sin apeligrar la verdad que las 623 víctimas mencionadas en la relación anterior no alcanza ni a la mitad de las que fueron sacrificadas cruelmente, pues que pasaron a mucho más de mil personas, a quienes no he conocido por sus nombres uno, y otros no he podido recordar». En otra página de su obra, hizo constar lo siguiente: «Ya hemos dicho como ha principiado su gobierno llenando los calabozos; el 8 de junio de 1865 marchó a Humaitá a ponerse al frente de su ejército, y en todos los diferentes puntos que ha ocupado al sur durante la guerra ha hecho correr inútilmente la sangre preciosa de innumerables mártires; no nos referimos aquí a los millares que perecieron en los combates, porque de estos al cabo se puede decir que tuvieron la gloria de morir en defensa de su cara Patria; sino de los que por la crueldad y tiranía de López eran lanceados y fusilados; una sola palabra desfavorable a la situación que profiriese cualquiera clase de persona, era suficiente para mandarlo fusilar o lancear, a esto precedía el castigo de azotes o de otro tormento. En agosto de 1868 en que tuvimos que abandonar Paso Pukú y venir por el Chaco a acamparnos en San Fernando, rinconada de la caída del Tevikuary al río Paraguay , fue cuando con más saña ejercitó su carnicería sin piedad; a ese lugar fueron conducidos de la Capital para el sacrificio, centenares de hombres distinguidos, sacerdotes y señoras, por el antojo que tuvo de que se fraguaba una conspiración contra su vida; allí se han visto ejecutar los tormentos más horrorosos, en personas tan inocentes, que ni sabían la causa del por qué se los atormentaba, muriendo mártires con los clamores de su inocencia; no se oía otra cosa que el ruido de grilletes , cadena, azotes, clamores y gritos de misericordia; y aquella fiera humana parecía que ufano se gloriaba, al ver y oír en derredor suyo los lamentos y clamores de tantas víctimas mártir. En agosto de 1868, como se acercaba el enemigo con sus fuerzas, abandonamos San Fernando, dejando allí sepultados y casi insepultos se puede decir, a más de mil víctimas del furor de López, trayendo con el ejército una porción más a buscar otro calvario para el sacrificio, como lo fue en Lomas Valentinas, …»
NOTA 5. Grillos, Conjunto de dos grilletes que se colocaban en las piernas de los presos para impedirles caminar
Los líderes de la conspiración nunca aparecieron porque nunca existió la tal conspiración; por lo tanto, tenemos derechos a pensar que sólo fue una patraña más del general comerciante para empezar a asesinar a miles de paraguayos y numerosos extranjeros con el propósito de apoderarse de sus bienes arbitrariamente. Y esto no quedó así, sino a las esposas de los ejecutados con sus hijos menores de once años de edad, las mandó a los campos de concentración, tal como lo hizo Hitler con los judíos.
Los veneradores del mariscal López afirman que nuestra posición contra el mariscal López es resultado del odio. Pero ignoran, tal vez, que nuestra cólera contra el denominado “héroe por decreto” se debe al crimen contra la nación que él perpetró. La furia infernal de López se abatió sobre los paraguayos en San Fernando. Su injustificada ira contra sus compatriotas causó estrago y horror de un extremo a otro del territorio nacional. ¿Cuántos desdichados gemían en nuestro país durante la guerra que él voluntariamente desató? No había clemencia para nadie. Nunca dejó de ser inflexible, ni la súplica de su madre a favor de su hijo Benigno, a quien lo había condenado a la muerte, accedió. Derramó río de sangre, no del enemigo sino de sus compatriotas. Tentó a la fortuna y mucho riesgo corrió al apostar -como si fuera juego de azar el Paraguay entero, y perdió, pero él se negó a pagar, prefiriendo huir abandonando a su pueblo a las alas de Dios que es grande. El corazón de la gente sensata se congela de espanto y pavor al contemplar lo ocurrido en san Fernando, Potrero Mármol, San Estanislao y Zanjahú sector de Panadero.
En San Fernando empezó el plan de exterminio sistemático que el frustrado y humillado mariscal López llevó a cabo contra la nación: “venganza” por no derrotar a los ejércitos aliados. El héroe por decreto, a partir de su retirada del teatro de operaciones de Humaitá, ya no le interesaba atacar al enemigo sino huir y como sea alcanzar Corumbá, y allí atravesar el río Paraguay y dirigirse a Santa Cruz, Bolivia por la picada abierta por un destacamento enviado por él con mucha antelación.
Mandar ejecutar sin demostrar culpabilidad a un promedio de 36 personas diariamente, durante 55 días, de verdad es cosa de loco. ¿Qué cosa peor podrían hacer los aliados? Sólo este hecho maligno, lo ha condenado al mariscal López a la maldición de la gente decente, porque fue un acto absurdo y demencial. Para obrar como obró en San Fernando, tal vez tenía en su interior una bestia que lo dominaba: el temperamento violento. El hombre que tiene carácter domina su temperamento, y el hombre débil es dominado por su temperamento; por lo tanto, López no tenía carácter, porque si lo tuviera, no tardaba en reconocer el error y rectificarse inmediatamente, para que ningún paraguayo más pierda la vida innecesariamente. Ponemos fin a este capítulo de crímenes horrendos con la transcripción de algunos conceptos sobre la crueldad extraídas del diario “abc color” del día martes 15 de setiembre de 2019, y sobre crímenes contra la paz, la guerra y contra la humanidad:
1) George Orwell (1903-1950), escritor británico «es imposible fundar una civilización sobre el miedo, el odio y la crueldad».
2) León Tolstoi (1828-1910) escritor ruso, «la ambición no hermana bien con la bondad, sino con el orgullo, la astucia y la crueldad.
3) Michel de Montaigne (1533-1592). «La cobardía es la madre de la crueldad».
4) George Eliot seudónimo de Mary Anne Evans (1819-1880), novelista británica: «La crueldad como cualquier otro vicio, no requiere ningún motivo para ser practicada, apenas oportunidad».
Para juzgar mejor al mariscal López por los crímenes cometidos antes y durante la guerra de acuerdo a los conceptos actuales, los hemos agrupados en tres partes:
1) Crímenes contra la paz: A saber, planificar, preparar, iniciar guerras de agresión contra Brasil y Argentina, que constituyó una violación del derecho de gentes. Así como participar en una conspiración con el gobierno del Partido Blanco uruguayo para lograr supremacía regional y detener el avance del liberalismo político y económico.
2) Crímenes de guerra: Las violaciones de las leyes o usos de la guerra. En dichas violaciones se incluye el asesinato, los malos tratos o la deportación para realizar trabajos forzados o destinar a las mujeres, cuyos maridos fueron fusilados, con sus hijos pequeños a los campos de concentración, o para otros objetivos en relación con la población civil de los territorios ocupados de Brasil (Mato Grosso y Río Grande del Sur), y Argentina (Corrientes); o en dichos territorios. Además de todos estos, el asesinato o malos tratos a prisioneros de guerra y tomar rehenes. (centenares de mujeres con hijos menores incluso esposas de oficiales fueron traídas de Mato grosso y Corrientes, territorios ocupados por tropas paraguayas temporalmente), y exponer a la destrucción -innecesariamente- al pueblo de Pirivevýi,
3) Crímenes contra la humanidad. A saber, el asesinato, la exterminación, esclavización, deportación, fusilamientos masivos de personas inocentes, y otros actos inhumanos cometidos contra población civil antes y durante la guerra; la persecución por motivos políticos, religiosos y crematístico. Los miles de mártires paraguayos y extranjeros fueron fusilados por una conspiración que nunca existió.
Aquellos que lideren, organicen, inciten a la formulación de un plan común o conspiración para la ejecución de los delitos anteriormente mencionados, así como los cómplices que participen en dicha ejecución, deben ser responsables de todos los actos realizados por las personas que sean en ejecución de dicho plan (general Resquín, madame Lynch, los sacerdotes Fidel Maíz y Justo Román, etc.).
Resumiendo: el mariscal López ordenó el apresamiento de miles de paraguayos y a numerosos extranjeros, a quienes los hizo llevar a San Fernando donde fueron sometidos a indecibles tormentos hasta confesar que son culpables de conspiración, y decir los nombres de los cómplices. Una vez que firman sus respectivas declaraciones eran ejecutados para que nunca puedan decir lo contrario de los que afirman en sus respectivas declaraciones firmadas. Pero esto no termina aquí, sino que también la crueldad alcanza a sus respectivas familias. La esposa e hijos menores de once años de edad de cada hombre ejecutado eran destinados a campos de concentración donde sobrevivían comiendo sus burros y perros; terminados con estos, empezaron a comer lagartijas, ranas, víboras, frutas silvestres, huevos de pájaros, raíces, la reina del Ysau (especie de hormiga) o cualquier cosa para engañar el estómago. Vale decir, cualquier animal o bicho que camina, recta o vuela atrapados, iban a parar en la cacerola.
06-04-2021.






COMENTARIOS SOBRE LA GUERRA DEL PARAGUAY (1864 -1870)
¿Epopeya o destrucción?
CAPÍTULO XVI. CAMPAÑA DE VILLETA
Sección 1. Generalidades.
Luego de las desastrosas campañas de Uruguayana y Corrientes, y la destrucción de la flota mercante convertida en guerra e incluido el único buque de guerra el Tacuarí en la batalla fluvial de Riachuelo, a unos cinco kilómetros aguas abajo de la ciudad de Corrientes, más la aniquilación del resto del primer ejército en Tujutî, vino otro gran desastre en la campaña de Villeta, donde el improvisado segundo ejército de López que contaba, a ojo de buen cubero, unos catorce mil soldados compuesto de niños, ancianos y convalecientes, fue totalmente destruido, sucesivamente, en las batallas de Ytôrôrô, Avay, Pikysyry, Lomas Valentinas, más la capitulación de la fortaleza de Angostura.
El gran humedal del Ñeembuku termina en el arroyo Pikysyry -límite sur del municipio de Villeta-, desde aquí hacia el norte el terreno cambia bruscamente por el paisaje y el terreno ondulante que ascendía poco a poco hasta los 400 metros sobre el nivel del mar, y algunas colinas como Lomas Valentinas, Itá Yvaté y Kumbarity; así como sus fértiles llanuras, bosque de árboles gigantesco de maderas preciosas, bordeados por el río Paraguay y los arroyos de Pikysyrý, Avay y Ytororõ decoran la tierra de Villeta. Sin duda, constituían una bendición, y ofrecían en conjunto un hermoso panorama para los que viajaban por el camino real o por el río Paraguay.
El calor abrazador hacía la marcha desde la ribera del río Tevikuary más penosa, y el ejército tardó una semana en recorrer los ciento sesenta kilómetros hasta Lomas Valentinas (Villeta). A consecuencia del calor y la agotadora marcha empeorada por la mísera alimentación, las tropas iban perdiendo gradualmente las fuerzas física y moral; y los centenares de presos con sus respectivos grillos al hombro llegaron completamente exhausto.
NOTA. Grillos es un conjunto de dos grilletes de hierro, que se colocaban en los dos pies de los presos para impedirles andar).
Desde la retirada de Humaitá, el Paraguay tenía que enfrentar su carencia de seguridad económica, y la realidad del malogro de sus campañas ofensivas había disipado el “sueño de una noche de verano” del mariscal López, que había prometido a la nación un espléndido futuro y al ejército que la guerra sería fácil y corta, y que regresará de los territorios de Brasil y Argentina colmado de gloria. Sin embargo, las tropas en «San Felipe de Borbón de los Valles del Bastán en los Campos de Guarnipitán», es decir Villeta, según el maestro Julio César Ingolotti, ya tenían la intuición del hecho de que va a ocurrir algo grave; porque presentían que la tempestad se acercaba a grandes pasos. Sin embargo, la mala situación del ejército de López no era óbice para que el periódico “El Semanario” continuara publicando las “hazañas homéricas” de López como si la expulsión del ejército paraguayo de Humaitá fueran acciones dignas de loar.
La pacífica tierra de Villeta, sin proponerse, beberá sangre abundante en las batallas de Ytorõrõ, Avay, Pikysyry y Lomas Valentinas. En esta última batalla, numerosos soldados heridos o inválidos se arrastraban aterrorizados, unos hacia el pueblo de Ypané y otros hacia el estero del Ypekua; algunos muy debilitados por la insuficiente alimentación y aniquilados por el cansancio se dejaban conducir por alguien que hace el papel de “Lazarillo de Tormes”, mientras que los demás permanecían en su puesto respondiendo los intensos tiros del enemigo. Aunque las escuálidas tropas de López realizaban esfuerzos supremos, el fuego y ardor de la batalla iban extinguiéndose progresivamente a medida que las bajas paraguayas aumentaban en proporción geométrica.
NOTA. “El lazarillo de Tormes”, autor anónimo, de género picaresco, editado por Plutón ediciones año 2017, Barcelona España.
Luego de las sucesivas derrotas en Ytorõrõ, Avay y Pikysyry y las graves bajas sufridas en la primera batalla de Lomas Valentinas el 21 de diciembre, que dejaron muy debilitado al ejército, López tomó una de sus más terribles decisiones: ordenó el fusilamiento de varias personas importantes. La fecha 21 de diciembre de 1868 fue un día infausto para la familia López-Carrillo, porque fueron pasado por las armas por orden de Solano López: su hermano Benigno, sus cuñados el general Vicente Barrios y Saturnino Bedoya (ex ministro de Hacienda), y su prima hermana Juliana Insfrán de Martínez, y varios más, entre ellos el obispo Palacios y el talentoso y valiente coronel Paulino Alén. Juana Pabla Carrillo viuda de López y madre del temible mariscal, respetable matrona, noble y virtuosa sufrió un drama pasional que ni a Esquilo -padre de la tragedia griega-, se le hubiera ocurrido: experimentó la decepción más grande de su vida, porque no es poca cosa el dolor adicional de que su propio hijo fue el verdugo no sólo de su hermano, sino también de sus cuñados y su prima hermana viuda del coronel Francisco Martínez. Y conste que la madre imploraba piedad a su hijo primogénito para absolver de la pena de muerte a su hermano Benigno. De este modo, no sólo la familia López sino también el pueblo paraguayo fue forzado a beber el veneno de odio del mariscal López contra sus compatriotas y parientes. Cabe preguntar: ¿Qué le impulsó a Solano López a obrar de modo tan despiadado? Tal vez, porque sufría de algún trastorno mental o porque perdió una guerra que ni Aníbal Barca ni Alejandro Magno ni Julio César ni Napoleón podían haber ganado con el corto potencial de guerra con que contaba el Paraguay confrontado con el de Brasil o con la de Argentina.
En esta campaña, el mariscal López tenía en sus manos para detener el penoso sufrimiento del pueblo paraguayo: aceptar las condiciones que los generales aliados ofrecieron al héroe por decreto para empezar las negociaciones de paz.
El 6 de diciembre de 1868 derrota en Ytororõ, el 11 fue aniquilada la división de Caballero en Avay, y el 21 se llevó a cabo la primera batalla de Lomas Valentinas. Todas estas batallas dejaron muy debilitado al ejército paraguayo, y lo peor, la moral por el suelo. Aun así, el héroe por decreto no ordena ejecutar la retirada, sino que esperó que se complete la destrucción de su segundo improvisado ejército, mientras él ya estaba en la boca de la picada que mandó abrir con antelación para huir al recibir la noticia de que todas las tropas murieron. Esta información le llevó el general Caballero quien había quedado a observar cómo se extinguía el segundo ejército paraguayo.
Sección 2. Generales aliados intiman rendición a López
Después de la primera batalla de Lomas Valentinas, el día 25 de diciembre de 1868 a las 07.30 a.m., los generales aliados hacen llegar al mariscal López una nota en la cual le garantizaba dignas condiciones de rendición, «para terminar de esta manera una lucha prolongada en ofrenda a la humanidad, la civilización y la religión católica».
En hidalga actitud, pero con exceso de vanidad y pundonor, el mariscal López contesta el mismo día con otra nota escrita de estilo declamatorio pero brillante, en la cual predicaba el humanismo, la justicia, los principios morales y de ética militar. En la mencionada nota, totalmente derrotado como consecuencia de haber obrado con suma presunción al aventurarse a ejecutar empresas superiores a su alcance; con su segundo ejército virtualmente aniquilado, perdido casi todos sus cañones y sus transportes de abastecimiento de víveres, y sin contar con reemplazos aptos para reponer a los centenares de jefes, oficiales y miles de tropas que fueron muertos o tomados prisioneros o heridos en el teatro de operaciones de Villeta. Sin embargo, pretende algo nunca oído: ¡querer imponer condiciones al vencedor! En la mencionada nota se lee en uno de los párrafos: «…Yo por mi parte estoy hasta ahora dispuesto a tratar de la terminación de la guerra sobre bases igualmente honorables para todos los beligerantes, pero no estoy dispuesto a oír una intimación de deposición de armas». (Centurión, Obra cit. T-III, Págs. 231 y 232).
El Paraguay ya estaba al borde de la bancarrota; sin embargo, el mariscal López respondió la intimación en una nota cortés en la forma, pero insolente de fondo: ¡intentó poner condiciones! Como si el presidente de la república y general en jefe de su ejército, que en casi cuatro años de guerra sólo amontonaba derrotas tras derrotas, en tanto el país caía a pedazos que lo ponía al mariscal López ante el dilema de capitular o continuar causando más daño a la nación, estuviese en situación de imponer condiciones, señalar reglas éticas y exigir bases honorables para que no siga exponiendo en vana lucha la vida de los paraguayos en una guerra manifiestamente ya perdida. Como si la guerra pudiera autorizar al general en jefe derrotado, disponer a su antojo de la vida y de los bienes de los ciudadanos, como si el pueblo paraguayo pudiera vivir mejor de gloria épica en vez de vivir del trabajo, como si la nación paraguaya para tener una existencia digna de la cual podemos sentirnos orgullosos los paraguayos, precisara escribir una epopeya épica de inenarrable sacrificio.
El historiador militar brasilero, general Augusto Tasso Fragoso, en su monumental obra “Historia de la guerra de la Triple Alianza y el Paraguay”, editado en cinco tomos por el estado mayor del ejército, Río de Janeiro, 1934, escribió: «La respuesta de López es muy digna y tendría inmenso valor moral si provenía de un hombre que no hubiese, como él, puesto a su vanidad y orgullo personal por encima de la tranquilidad, paz y progreso de su país». Y Masterman dice: «López escribió su respuesta teniendo las manos aún manchadas con la sangre de su propio hermano, del obispo Palacios que había sido su amigo y condiscípulo en la infancia y su más sincero amigo en todas las épocas de la vida, y como los dos más valientes e intrépidos de sus generales» (se refiere a Vicente Barrios y José María Bruguéz).
NOTA. Jorge Federico Masterman (inglés), “Siete Años de Aventuras en el Paraguay”. Ex ayudante-cirujano, profesor de materia médica, farmacéutico militar en jefe del hospital en la Asunción del Paraguay. Traducción al español por David Lewis. Imprenta Americana, Buenos Aires 1970.
La situación en que se hallaba Solano López es semejante a la de Napoleón luego de su desafortunada campaña de Rusia. Su ejército quedó bastante maltrecho; sin embargo, logró formar un nuevo ejército de 200.000 hombres para luchar contra las fuerzas coaligadas de Gran Bretaña, Rusia, Prusia y Austria. Aun así, en su campaña de Sajonia derrotó a los prusianos en la batalla de Lutzen el 2 de mayo de 1813; y a los rusos en la batalla de Bautzen el 21 de mayo, después instaló su cuartel general en Dresde, ciudad de Alemania, a orillas del río Elba. Aquí llegó el canciller austriaco Clemens Matternich (1773-1859), trayendo una propuesta de paz de los aliados, pero sólo para ganar tiempo de modo que las fuerzas coaligadas puedan terminar la organización de sus ejércitos de 400.000 hombres con 1.500 cañones. Napoleón rechazó el proyecto. Al despedirse el diplomático austriaco, Napoleón le dice: «Le doy una segunda entrevista en Viena el próximo octubre». Metternich le responde pacíficamente: «he visto sus tropas; son sólo niños. Ha llevado a la muerte a toda una generación. ¿Qué hará usted cuando estos desaparezcan?» (André Castelot, “Napoleón Bonaparte”, Editorial El Ateneo, Bs. As. 2011, 6ª reimpresión, Pág. 479.
En toda guerra, cuando se pierde la batalla decisiva no es indigno ni deshonroso aceptar la voluntad del vencedor a fin de evitar males mayores a la nación. Porque la derrota en una guerra no siempre es por falta de valor ni del pueblo ni de las fuerzas militares, sino por varias otras causas, y la principal es el dinero. Decía Napoleón, «sin dinero no se puede ganar guerra». Por lo tanto, siempre será mejor que se sacrifique uno, antes que continuar con el holocausto.
Y como dijera el juez supremo de Israel a los seguidores de Jesús: «ustedes son ignorantes, debían saber que es mejor que muera uno solo antes que exponer a la nación entera a la destrucción». ¿Cómo se puede negociar la paz con un jefe de Estado que se niega a reconocer la derrota, y que hay que pagar por provocar la guerra e invadir territorios de países vecinos? La actitud de López es inaudita, porque el vencedor es quien pone las condiciones y no el vencido: este acepta las condiciones ofrecidas o la guerra continúa, y el testarudo jefe de Estado perseguido hasta ser tomado prisionero o muerto.
Se rehusó aceptar las condiciones de los vencedores a pesar de quedar sin ejército y sin reemplazos aptos para formar otro. Apenas quedaban fracciones de tropas que se hallaban cumpliendo la misión de mantener sometido a los pueblos a la voluntad del mariscal López; así como ancianos, convalecientes, niños y mujeres. Pero estos graves problemas no le amilanaron ni le inspiraron compasión para proseguir su marcha camino a Corumbá, Brasil.
López no estaba en posición para exigir nada, ya que quedó sin fuerza militar para respaldar su demanda. Sin embargo, exigió condiciones inaceptables a los vencedores. No le conmovió la situación de sus estoicos compatriotas que sufrían lo indecible para mostrar misericordia por ellos, que no es debilidad sino justicia. Nunca mostró compasión ni piedad ni por la madre ni hermanos ni cuñados ni amigos y menos por sus tropas; siempre se mostró insensible ante las desgracias ajenas. Esto es una evidente demostración que los hombres que han adquirido mucho poder son siempre codiciosos, desconfiados, traicioneros, falsos, arbitrarios y despiadados.
Cualquier vida perdida en la guerra es una vida humana, sin importar su nacionalidad. Una mujer que queda viuda, los niños privados de los cuidados y atenciones de sus padres son graves problemas para el gobierno del Estado. Terminada la guerra con la muerte del mariscal López no había una familia que no haya quedado desintegrada. Con la catastrófica derrota en la campaña de Villeta, el régimen de Solano López se derrumbó, y meses después un gobierno provisorio era electo en Asunción.
Estando en Villeta, las opciones con que López contaba eran: perder Asunción sin luchar e irse a la Cordillera, o, confiar la victoria en el azar, exponiendo a su segundo improvisado ejército a la destrucción. Lo cierto es que no tenía capacidad para la última alternativa. A si es que se vio obligado a tomar una de las opciones, la peor: decidió detener al enemigo en el arroyo de Pikysyrý, lo que le hizo perder ambos: la ciudad de Asunción Capital de la República, y su segundo ejército. Él confiaba que el enemigo iba a ejecutar un ataque frontal a la fuerte posición defensiva de Pikysyry, pero se le escapó algo muy frecuente: que el enemigo siempre realiza maniobras inesperadas y difícil de realizar (batalla de Yrendagûe, guerra del Chaco). Se atribuye este triunfo a Caxias, mediante el movimiento de aproximación indirecta: Al rehusar Caxias a la ejecución del ataque frontal, opta por construir un camino por el Chaco que atravesó varios esteros, bosques y el río Paraguay, por el cual marchó su ejército y frente a Villeta se embarca en varios buques de guerra y fue a desembarcar en San Antonio, colocándose de este modo a retaguardia del área de defensa paraguaya con el asombro del mariscal López que una vez más el enemigo no realiza su operación como él esperaba.
Desde que la madre del terrorífico mariscal, Juana Pabla Carrillo viuda de López, había presenciado el terrible asesinato de su hijo Benigno, habíase quedado entontecida. Silenciosa e inmóvil, sentada en una silla en el corredor de la residencia de su hijo primogénito Solano López, desde donde escuchaba perfectamente los tiros del pelotón de fusilamiento contra su hijo Benigno, sus yernos el general Vicente Barrios y el ex ministro de Hacienda Saturnino Bedoya, el general José María Brugués, el obispo Palacios, su sobrina Juliana Insfrán de Martínez, y una docena de ilustres paraguayos más, todos sin ninguna culpa que merezca tan aterrador castigo. La señora madre del mariscal, abrían y cerraban los ojos tratando de evitar la espantosa visión que atormentaría a cualquier mujer del mundo; y lo peor, ¡el verdugo era su propio hijo, el mariscal Francisco Solano López!, considerado por un decreto “héroe máximo sin parangón”, cuyas numerosas acciones crueles y chapuceras conducción del ejército paraguayo no tiene semejanza. Sin embargo, sus veneradores siguen admirando su “fama de gran conductor”, pero sin exhibir sus méritos, excepto la manida frase “defendió la patria y no se rindió”. Sin embargo, a ojos vistas se observa que no defendió la patria, y no se rindió porque no tenía agallas para ofrecer su cabeza al enemigo, y de este modo salvar lo que pudiera ser salvado de la nación.
Por su inconcebible terquedad cual “Kerabán el Testarudo” (novela de Julio Verne), rechazó las condiciones de los generales aliados para deponer las armas y así terminar con los inútiles sacrificios. De verdad seguir oponiendo resistencia ya no tenía ningún sentido, pues solo serviría para causar más muertes de los paraguayos, sean por las balas enemigas o de hambre o por enfermedad o por el fusilamiento que no tiene fin; y como resultado, la drástica reducción demográfica y las decenas de miles de mujeres jóvenes que envejecieron sin pareja.
07-04-2021.
MAÑANA: Consecuencias de la campaña de Villeta.




COMENTARIOS SOBRE LA GUERRA DEL PARAGUAY (1864 -1870)
¿Epopeya o destrucción?
CAPÍTULO XVI. CONSECUENCIAS DE LA CAMPAÑA DE VILLETA
PARTE I
Sección 1. Manifiesto de los generales aliados al pueblo paraguayo.
El historiador Héctor Francisco Decoud en su obra “Sobre los escombros de la guerra. Una década de vida nacional (1869-1880)”, editorial Servilibro, Asunción-Paraguay, año 2015, Páginas 59 al 62, publica la proclama .de los generales aliados de fecha 29 de marzo de 1869:
«Hace 4 años que las naciones aliadas, provocadas por un déspota sangriento pretendía vulnerar su honor y hacer ilusoria su integridad, se vieron obligadas a armarse en defensa de sus derechos e intereses, y a efecto de exigir del mariscal López la reparación de sus inexplicables injusticias. Los pueblos ligados por un interés común para hacer la guerra al injusto invasor, marchaban por las vías tranquilas del progreso hacia el fin de sus aspiraciones, que eran su propio engrandecimiento en el orden, en los límites de la justicia y en el respeto a sus vecinos. Pues bien, la rabiosa saña, la desmedida ambición, la estúpida vanidad de un déspota insolente, les obligó a abandonar sus pacíficas faenas y a armar su robusto brazo para lavar las sangrientas ofensas que se les había inferido.
«Desde entonces no han ahorrado sacrificio alguno para llevar a feliz terminación sus propósitos, porque comprendieron: que, si la paz es el mejor presente que la Divina Providencia puede hacer a los pueblos honrados y laboriosos, comprendieron también que están obligados a armarse en defensa de su independencia, de su honor y de su dignidad. Han derramado su sangre con profusión en los campos de batalla, han consumido ingentes tesoros en el sostenimiento de la lucha más colosal de que haya sido teatro la rica, feraz y galana América del Sur, han prodigado sacrificios personales, abnegación, valor y cuanto de más noble encierra el corazón del hombre, y hoy que están al fin de la jornada, quieren dirigir una palabra a los habitantes del Paraguay:
«En medio de la sangrienta lucha que en este lapso de tiempo se han visto obligadas a sostener las naciones aliadas, jamás han perdido de vista lo que la humanidad, la civilización y su propio decoro les prescribía. Hacían la guerra a un gobierno abiertamente hostil, que les había ofendido sin poder justificar sus insólitas agresiones ni siquiera con la sombra de un pretexto; pero jamás, ni en las situaciones más azarosas, han olvidado que no era el pueblo paraguayo a quien combatían, sino a un despótico dictador, y aquel solo ha sufrido las consecuencias inherentes al estado de cosas en que necesaria y fatalmente se veía envuelto. Justa y aun necesarias quizás habrían sido las represalias, que solo con ellas se podría poner coto a las bárbaras e inhumanas venganzas que, sobre nuestros indefensos prisioneros, ejercía el mariscal López.
«Y, sin embargo, ahí están los millares de prisioneros caídos en distintas ocasiones en nuestro poder; ahí están para dar vivo e irrefutable testimonio de trato que se les daba. Ellos dirán con la espontaneidad propia de la verdad, que después de las escenas de sangre al que el déspota nos arrastraba, en vez de enemigos hallaban, en nosotros, hermanos que curaban sus heridas, cubrían su desnudez, apagaban su hambre y compartían con ellos sus escasas comodidades. A pesar del calor de la lucha, a pesar de la amargura que dejaba en sus corazones la pérdida de tantos queridos, los ejércitos aliados jamás han echado en olvido los principios proclamados al iniciar esta homérica cruzada: guerra al despótico gobierno del Paraguay; compasión al pueblo que gime bajo su férreo yugo.
«Mientras que nuestros soldados eran bárbaramente degollados por el enemigo, nosotros aliviábamos la precaria condición de los suyos; mientras los soldados de la alianza eran escarnecidos, martirizados y morían de necesidad por el crimen de haber caído en la lucha al pie de su bandera, nosotros restañábamos la sangre de los que momentos antes, habían vertido la sangre de nuestros bravos, y en fin, mientras que nosotros hacíamos prácticos con los soldados del tirano, no sólo los sentimientos que deben caracterizar a todo pueblo cristiano y civilizado, llegando al extremo de privarnos de lo más necesario para dárselo, el mariscal López hacía morir lentamente, en la tortura, o por efecto del hambre, a los soldados nuestros que tenían la desgracia de caer en su poder.
«Que todo aquel que odie la tiranía y sienta latir dentro del pecho un corazón amante de la libertad de su patria, se agrupe alrededor de esas banderas que hoy se distribuyen para servir de punto de reunión en el campo de la gloria y el honor. Un esfuerzo más y la obra que tanto sacrificio cuesta, quedará terminada por completo. El poder del tirano se halla ya expirante, y sólo falta el último golpe para acabarle pulverizar. Gloria al que caiga con valor en el campo de batalla defendiendo la libertad del suelo que ha sustentado a sus abuelos. No olvidéis que el resultado es la libertad del Paraguay, del Paraguay que desde entonces entrará a formar parte de la comunidad de las naciones libres e independientes del continente americano. La perspectiva no puede ser más consoladora».
Asunción, 29 de marzo de 1869
Emilio Mitre - Guillermo Xavier da Souza - Enrique Castro
A la sazón el ejército aliado se encontraba acampado en Pirajú, en tanto que el ejército paraguayo se hallaba desplegado en una línea de defensa desde Emboscada, pasa por Azcurra, hasta Pirivevýi. López tiene instalado su cuartel general en Azcurra, en tanto madame Lynch y sus hijos, y el embajador norteamericano, general Martín Mac Mahon van a tomar residencia en Pirivevýi, a la sazón Capital Provisoria del Paraguay. Vale decir, que la embajada de los Estados Unidos se encontraba en esa localidad; y es por esta circunstancia el ejército aliado estaba impedido atacar Pirivevýi. El embajador norteamericano, antes de la batalla fue destituido siete meses después de asumir su cargo, y regresó a su país. El joven embajador de 27 años de edad había asumido su cargo el 12 de diciembre de 1868 en Lomas Valentinas, y recibió en junio de 1869 la nota de su destitución, es decir, siete meses permaneció en su cargo de embajador. Pero él permaneció en Pirivevýi dos meses más, tal vez porque le encantaba la vida que llevaba en Pirivevýi o la rica bodega de la señora Lynch, llena de los más selectos licores y de finos vinos europeos.
El 29 de mayo de 1869, el mariscal López envía una nota al conde D’Eu en la cual protesta por la entrega de la bandera del Paraguay a la Legión. Abajo transcribimos los dos últimos párrafos de la nota:
«Ahora vengo a rogar a V.A.I., quiera dignarse mandar entregar en mi línea, de hoy a mañana, esa bandera, y prohibir que en adelante flamee los colores nacionales en las filas de su mando, ya que ni siquiera los desgraciados prisioneros nunca fueron respetados.
«Prestándose V.A.I., a esta solicitud, como lo espero, habrá mantenido el lustre de su dinastía y prestado gran servicio a la humanidad, pues me relevará de la dura y repugnante necesidad de tener que hacer efectiva la condición establecida para este caso, en mi nota de 20 de noviembre de 1865, dirigida al Exmo., señor brigadier general don Bartolomé Mitre, presidente de la República Argentina y predecesor de V.A.I., en el comando en jefe del ejército aliado, que en el de la República tienen un considerable número de prisioneros.
«Tengo el honor de saludar a V.A.I., con mi consideración muy distinguida».
Francisco Solano López
El mismo día, Gaston de Orleans, conde d’Eu, contesta en estos términos:
«El abajo firmado, comandante en jefe de todas las fuerzas brasileras en operaciones en la República del Paraguay, recibió la nota que le dirigió, con fecha de hoy, el mariscal Francisco Solano López.
«En esta nota manifiesta este, que ya hace algún tiempo, que los desertores y prisioneros del ejército aliado, le han dicho haberse bendecido en el campo aliado la bandera nacional de la República del Paraguay, y que no quiso creerlo; pero que hoy de mañana, apareció en frente de su línea, una descubierta de cuerpo de infantería y caballería del ejército aliado, tremolando en ella la enseña de la nación paraguaya.
«Agrega el señor mariscal López que, habiéndole causado este hecho, profunda pena como magistrado y como soldado, ruega al abajo firmado que mande entregar en su línea, de aquí a mañana, esta bandera y prohibir que, de ahora en adelante, flameen los colores paraguayos en las filas del mando del abajo firmado, ya que ni siquiera los desgraciados prisioneros nunca fueron respetados.
«Concluye diciendo, que prestándose el abajo firmado a esta petición, como espera el mariscal López, habrá prestado un gran servicio a la humanidad, pues dispensará a este de la dura y repugnante necesidad de hacer efectiva la condición establecida para este caso en nota del 20 de noviembre de 1865, dirigida al Exmo. Señor brigadier general don Bartolomé Mitre, entonces presidente de la República Argentina, y comandante en jefe de los ejércitos aliados, los cuales, dice al señor mariscal López, tiene gran número de prisioneros en el de la República del Paraguay.
«El abajo firmado no tiene presente la referida nota del 20 de noviembre de 1865, pero aun cuando la tuviese, no le sería posible dar con la brevedad exigida, solución a la nota, a que ahora responde, pues, en virtud de las estipulaciones que rige entre las naciones aliadas, no es el general en jefe de los ejércitos aliados, como supone el señor mariscal López, quien puede resolver y para cualquier deliberación, necesita ponerse de acuerdo con los comandantes de las fuerzas argentinas y uruguayas, a las cuales, así como al gobierno imperial, da con esta fecha, conocimiento de la nota del mariscal López. Se limita por ahora a hacer observar que, la aparición de la bandera paraguaya en las filas aliadas tiene su explicación en el hecho públicamente mencionados en numerosos documentos oficiales, de que la presente guerra nunca tuvo fines hostiles a la existencia de la nacionalidad paraguaya, y que considerable número de paraguayos, han manifestado deseos de cooperar en las fuerzas aliadas, para la pacificación de su patria.
«El abajo firmado tampoco puede dejar sin reparo la alegación hecha por el mariscal López de que los desgraciados prisioneros nunca fueron respetados. La humanidad con que los prisioneros paraguayos, ya sean heridos o sanos, han sido invariablemente tratados por los aliados, que gozan hoy día, la mayor parte de ellos, su plena libertad, contrasta con las crueldades ejercidas en los súbditos de las naciones aliadas, que tuvieron la infelicidad de caer en poder del mariscal López, y que por centenares han sufrido diferentes géneros de muerte, como consta, no sólo de las declaraciones de aquellos que escaparon, sino de los mismos documentos oficiales paraguayos. Al concluir el abajo firmado deja sobre el mariscal López, la entera responsabilidad de cualquier aumento de malos tratos, con que, por ventura, éste juzgue agravar la muerte de los prisioneros de guerra, bajo el pretexto mencionado en la nota que ahora queda contestada».
Gaston de Orleans, conde D’Eu
Los hechos que hemos transcriptos en este capítulo, demuestran que desde la retirada del mariscal López de Villeta, miles de ciudadanos paraguayos, sean ancianos, desertores, mujeres con sus hijos menores que se encontraban escondidos en los bosques, sobreviviendo de los que ofrecía la selva, buscaran la protección de las fuerzas aliadas. Por lo tanto, no puede extrañar la gran cantidad de jefes, oficiales subalternos, sargentos y soldados abandonaran el ejército de López para ir a sentar plaza en la legión paraguaya. Para que esto suceda, mucho contribuyó las informaciones que desde hace un par de año se difundían entre las tropas paraguayas sobre el buen trato que el enemigo proporcionaba a los prisioneros, heridos y enfermos abandonados por el mariscal López. Todos ellos comprobaron la verdad: que el enemigo mostraba una actitud afanosa por servir a todos los que precisaban ayuda, y la legión paraguaya una garantía para impedir abuso contra sus compatriotas. A más de estos, la intervención de los paraguayos que formaban aquella legión ofrecía voluntariamente las más solícitas atenciones y cuidados a los heridos y enfermos internados en el local sanitario, lugar visitado por ellos diariamente.
Explicado y descrito, a grandes rasgos, el rol desempeñado por la legión durante la guerra en favor de sus connacionales, cabe decir algo más acerca de su actuación en los destinos de la nación. Desde los primeros tiempos en que dejaron ser combatientes se dedicaron afanosamente en la creación de un Estado liberal. A más de esto, el gobierno de los legionarios hacía titánico esfuerzo para reconstruir las familias paraguayas que el héroe por decreto las destruyó.
Como la mayor parte de los jefes que constituía la legión eran hombres imbuidos de ideas y pensamientos democráticos, conforme la teoría que consta en “El contrato social” de Rousseau, y por cuya realización combatieron sus padres y abuelos el sistema de gobierno del Dr. Francia y los López. Tan pronto como se presentaron las circunstancias favorables, sus esfuerzos se encaminaron a hacer efectivos los patrióticos anhelos que alimentaban y les impulsaron al sacrificio que se impusieron. Habiendo disfrutado aquellos ciudadanos paraguayos de la amplia libertad dispensada a todos los habitantes de los países en que vivieron,- soñaban en trasplantar el mismo tipo de gobierno liberal, y muchos de ellos, llegado a un grado de cultura intelectual en las aulas de los más renombrados centros de educación, en los que habían adquirido y sustentado nociones clara del concepto propio de los gobiernos del liberalismo, era natural la unidad de miras y común aspiración: implantar en su patria, un régimen político que respondiera a ese ideal perseguido con tanto sacrificio y abnegación. No alimentaban otras esperanzas que la de echar los basamentos de las instituciones públicas del Estado, conforme a los elevados principios de libertad y justicia, como punto inicial de una nueva era de paz y grandeza para la nación paraguaya. Estaban resueltos a remover cualquier cosa que impida o dificulta o desviasen la realización de sus inquebrantables propósitos, convencidos, como estaban, de una situación de fuerza impuesta en la conciencia de los que tuvieron que soportar hasta el último momento aquel sistema de opresión. Confiaban únicamente en que las generaciones venideras, libres de toda influencia malsana, pronunciaran su veredicto sobre el grado de responsabilidad histórica, si cabe, que les deparó el rol que desempeñaron tras la gran hecatombe nacional.
NOTA 1. Jean-Jacques Roussea, filósofo suizo (1712-1778). Escribió en francés varias obras, entre ellas “Discurso sobre el origen de la desigualdad”, en la que criticó los fundamentos de una sociedad corruptora, y el muy conocido “El contrato Social”, donde dejó bien establecido que la misión de Estado consiste en salvaguardar los derechos naturales del individuo, y, en particular, su propiedad.
NOTA 2. El liberalismo: a) Económico: doctrina de los partidarios de la libre empresa, que se opone al socialismo y al dirigismo; en especial, teoría según la cual el estado no debe intervenir en las relaciones económicas que existen entre individuos, clases o naciones; b) Político: doctrina que sin negar la autoridad del estado, sostiene que ésta no es absoluta y que los ciudadanos conservan una parte de autonomía que el Estado debe respetar.
Sección 2. Gobierno provisorio del triunvirato.
Llegada a Buenos Aires y Montevideo la noticia de la ocupación de la Capital de la República, la ciudad de Asunción, empezaron el regreso a su patria numerosos paraguayos exilados que escaparon de las garras de los dictadores Francia y los López, entre ellos veinticuatro distinguidos ciudadanos, amén de los catorce que habían acompañados a los ejércitos aliados y numerosos ex prisioneros paraguayos. Los nombres de los treinta y ocho se pueden ver en la obra citada de H. F. Decoud, Pág. 92.
Escribió Decoud, «formaban ya un núcleo de unos cien paraguayos de figuración, sin contar con lo que diariamente llegaban a la Asunción procedentes del extranjero unos, y prisioneros (tomados en la campaña de Villeta) y pasados del ejército del mariscal López el resto. Los legionarios estaban divididos en dos bandos: el coronel Fernando Iturbúro con sus tropas, por un lado; y por el otro el coronel Juan Francisco Decoud que contaba con muchos jóvenes que le eran adictos personalmente».
Ambos grupos tenían un mismo objetivo: instituir un gobierno provisorio con la anuencia de los gobiernos aliados. Pero cada grupo se diferenciaba por el modo con que pretenden elegir al gobierno provisorio. Iturbúro proponía un triunvirato conformado por él, Félix Egusquiza y José Díaz de Bedoya. En tanto que el grupo liderado por Decoud se inclinaba elegir el gobierno provisorio mediante el voto de los ciudadanos.
Luego de superar algunos desentendimientos entre ambos bandos, el 25 de enero de 1869 se llevó a cabo una reunión en el domicilio del Sr. Felipe Recalde. Asistieron los ciudadanos más ilustres que residían en Asunción. Abierta la sesión, el dueño de casa lee un proyecto sobre el fin de la asamblea: remitir un proyecto de petición mediante el cual se le formula a los gobiernos aliados la intención de establecer un gobierno provisorio. Luego de intercambiar opiniones se aprobó la siguiente propuesta: designar una comisión de cinco miembros para examinar el proyecto con el objeto de comprobar si está bien o completa; y presentar sus conclusiones en la próxima sesión. Acto seguido, se procedió a designar como presidente de la comisión a Serapio Machaín y como secretario, José Segundo Decoud (futuro fundador con el general Bernardino Caballero el Partido Colorado (A.N.R).
Al día siguiente, tal como se resolvió en la sesión de la víspera, la comisión de revisión por mayoría de sus miembros -con el voto en contra del secretario- solicitó a la asamblea la aprobación del texto de petición a los gobiernos aliados. El futuro fundador de la A.N.R., Partico Colorado, José Segundo Decoud, argumenta su desacuerdo sobre las cualidades de estilo de la importante nota, del modo que la consideramos como notable, patriótica y ejemplar:
«Yo hubiera deseado, que por ser el primer documento público que va firmado por paraguayos libres que se asemeje en algo a la “Declaración de Derechos de los Yankees”, y que, en vez de mendigarse un derecho, lo reclamáramos como un derecho nuestro, pues sólo las circunstancias especiales de la guerra y los antecedentes históricos del Paraguay nos habían despojado: que, en vez de doblegarse sumisamente a la voluntad de los gobiernos aliados, levantásemos nuestra frente, con modesto orgullo, le dijésemos: os agradecemos en el alma vuestros esfuerzos heroicos por el bien de nuestra patria; pero, hoy, ha llegado el momento de reclamaros, con legítima exigencia, vuestras promesas repetidas de tanto en tanto; no os suplicamos tampoco, porque ahora somos libres como vosotros y, como todos, esperamos a ocupar nuestra verdadera posición. Es bajo estos pensamientos que propongo a la comisión de revisión las únicas reformas que considero de más trascendencia: 1) Que el gobierno se establezca por el sufragio libre de los paraguayos; 2) Que la formación de un “cuerpo de voluntarios” ofrecido como contingente, no importará un mero sacrificio impuesto al exhausto pueblo paraguayo, sino que dependerá exclusivamente de la voluntad de este y del gobierno que se estableciese».
En la siguiente sesión, casi la totalidad apoyaron la moción de José Segundo Decoud. Por considerar de mucha importancia, porque es uno de los ejemplos que refleja bastante bien cómo los denominados despectivamente por los lopistas “legionarios”, siempre han tomado una posición firme y patriótica –con hechos- para defender los intereses vitales de la nación paraguaya. A continuación, por su importancia, transcribimos en extenso la mesurada y digna nota:
«A los Exmos., gobiernos de la Alianza contra el gobierno del Paraguay.
«Los paraguayos, abajo firmados, víctimas de la tiranía más feroz y destructora, se han reunido para solicitar, exponiendo respetuosamente, que, vencido el tirano Francisco Solano López en todos sus más fuertes atrincheramientos, y habiendo, enseguida de su derrota, huido para las sierras del interior, dejando en completo abandono a la capital, los partidos y villas de la república, juzgan llegado el momento de establecer un gobierno provisorio, elegido entre los mismos paraguayos, que haga conocer y sentir una era de libertad, de paz para todos, de bienestar general y de regeneración completa a los que aspiran y que anhelan.
«Además de eso, el gobierno provisorio podrá presentar un valioso cuerpo de voluntarios, que coopere con los aliados para dar el último golpe de muerte al más cruel enemigo del pueblo paraguayo, ofreciendo así al mundo, un testimonio de que, si los paraguayos combaten hasta morir bajo la tiranía de López, también saben combatir con valor y heroísmo para rescatar la familia y recobrar la libertad de su patria, infelizmente por tanto tiempo esclavizada. Los paraguayos abajo firmados, tienen la convicción de que el tirano López, se estremecerá cuando sepa que existe en Asunción que decreta y ordena su persecución, y le cierra los puertos de la república para su comunicación con las naciones extranjeras; y cuando vea a su frente una fuerza armada de sus propios compatriotas, que, libres ya de su poder tiránico, le muestren desafecto y obliguen a sentir todo el peso de sus innúmeros crímenes.
«Al mismo tiempo, los paraguayos, abajo firmados, suplican a los Exmos., gobiernos aliados, se sirvan resolver favorablemente esta petición en la brevedad posible, pues el tirano obligó a nuestras madres, esposas, hermanas e hijos menores, a abandonar sus lares y, agrupándolos como el ganado, sin proveerlos de lo que les es necesario, los llevó por los confines de las sierras donde él se halla, con el fin evidente de acabar con ellos por medio de la miseria, del trabajo forzado, los tormentos y fusilamientos, por cuanto se sabe que, en su furor bárbaro, está cumpliendo lo que dijo: “que antes de ser vencido, todos los paraguayos morirían”; y para que corriéndose prontamente en su auxilio, se pueda salvar al menos una parte mínima de esos desgraciados. Por más tirano que sea, la guerra no autoriza al general en jefe totalmente derrotado, en disponer a su antojo de la vida y los bienes de los ciudadanos; tampoco declarar la guerra sin aprobación del pueblo o sus representantes: el Congreso Nacional.
NOTA 3. La proclama: “que antes de ser vencido, todos los paraguayos morirían”, O’Leary colocó en boca del Mariscal de este modo: “prefiero abrir una ancha tumba donde todos enterrarnos, antes que ver la patria humillada”.
«Es así como los paraguayos, abajo firmados, solicitan como hombres libres que, seguros de no hacer la guerra a ellos y sí únicamente al tirano Francisco Solano López, esperan de los Exmos., gobiernos aliados su cooperación para llegar a los fines a que se refieren en esta petición».
Asunción, 30 de enero de 1869.
Positivas consecuencias de la nota de petición de los paraguayos partidarios de la libertad y de la tolerancia que, como reza el principio del liberalismo: «sin negar la autoridad del Estado, sostienen que ésta no es absoluta y que los ciudadanos conservan una parte de autonomía que el jefe de estado debe respetar».
El gobierno imperial, en conocimiento de las gestiones que los paraguayos habían iniciado en la Asunción desde su ocupación, se apresuró a nombrar ministro plenipotenciario al miembro de su gabinete, el consejero José María da Silva Paranhos. Con la designación de Paranhos, el emperador da prueba de que da la mayor importancia a la solicitud de los paraguayos libres, enviándolo al Paraguay para los arreglos diplomáticos que se debían realizar, con instrucciones, entre otras, de estudiar a los paraguayos que más seguridades diesen para el cumplimiento de las estipulaciones del tratado de alianza, llegando a la Asunción el 19 de febrero de 1869.
Lo primero que hizo el ministro Paranhos fue invitar a los paraguayos dirigentes a una reunión en la legación del Brasil. Allí comenzó a felicitarlos por el paso que habían dado para la instalación de un gobierno propio. Terminó asegurándoles que su majestad el emperador vería siempre de buen grado la instalación de un gobierno provisorio propio, siempre que los paraguayos amigos, aceptasen las estipulaciones del tratado de alianza, para cuyo efecto, debían unirse y proceder, de común acuerdo, en todas sus deliberaciones.
Sometida la proposición a consideración de los presentes, el coronel Decoud dijo, «que no sería difícil la aceptación por parte de mi grupo; pero con seguridad que será a base de una salvedad referentes a nuestros territorios. … ». Se refiere a los territorios en litigios ubicados, uno al norte, entre los ríos Apa y Blanco; y el otro al sur, entre los ríos Pilcomayo y Bermejo.
La posición del coronel Decoud fue secundada por Carlos Loizaga, Benigno Ferreira y José Segundo Decoud. Acto seguido, el ministro brasilero da por terminada la sesión. Y al despedirlos, Paranhos manifestó: «entretanto no me cansaré de pedirles la unidad, porque sólo así podrán hacer una patria grande».
Resultados de la reunión. Se constituyeron dos círculos políticos: el “decoudista” y el “bareidista”. Muchos de los que iban llegando a Asunción del exterior y aquellos jefes y oficiales que dejaron de acompañar a López se integraron al grupo liderado por Decoud. El grupo de Bareiro a ojos vistas era amable a los intereses de los aliados, en tanto que los seguidores de Decoud se proponían defender los intereses vitales del Paraguay. A fin de crear el gobierno provisorio, ambos grupos, a instancia de Paranhos, resolvieron conformar una comisión de cuatro miembros para gestionar ante los gobiernos aliados el objetivo que se propusieron. La comisión quedó integrada por Carlos Loizaga, Félix Egusquiza, Bernardo Valiente y José Díaz de Bedoya. El proyecto, firmaron 340 ciudadanos paraguayos residentes en Asunción, y llevaba la fecha de 31 de marzo de 1869. La solicitud y la lista de los 340 ciudadanos que firmaron, se puede ver en la obra citada de Héctor Francisco Decoud, páginas 101 al 105.
Los gobiernos aliados, de buen grado, dieron su conformidad para la institución de un gobierno provisorio. Por medio de sus respectivos plenipotenciarios reunidos en Buenos Aires: José María da Silva Paranhos, Mariano Varela y Adolfo Rodríguez por Brasil, Argentina y Uruguay, respectivamente; mediante dos protocolos de fecha 2 de junio de 1869 aceptaron la conformación de un gobierno provisorio en Paraguay (Los textos de ambos protocolos se encuentran en la obra citada de Decoud, páginas 108 al 1016). La comisión paraguaya comunica a los plenipotenciarios de los gobiernos aliados, que estaba conforme con el contenido de los protocolos, por nota que abajo reproducimos:
Buenos Aires, 11 de junio de 1869
«Exmos. Señores:
«Los infrascriptos hemos tenido el honor de recibir la Nota colectiva que VV: EE se han servido dirigirnos con fecha 8 del corriente, comunicando la conformidad de las naciones aliadas a la formación de un gobierno provisorio en la República del Paraguay, acompañado del protocolo del acuerdo en que se fijan las condiciones de su reconocimiento e incluye la copia del tratado de la triple alianza. Después de meditar ese acuerdo por la atención requerida de la importancia del asunto sobre que versa hemos encontrado que deja incólumes los derechos del Paraguay, que no impone al gobierno provisorio otras obligaciones que las que su misma lealtad le aconsejan y que sólo envuelve las garantías necesarias a la libre acción militar de los aliados.
«Así pues, a nombre de nuestros representados declaramos solemnemente que aceptamos todas las condiciones fijadas a la creación del gobierno provisorio y que se respeta la indicación relativa a número de sus miembros» (Decoud, obra citada, página 117).
………………………………………………………………………………………………………………………….
………………………………………………………………………………………………………………………….
Firmados: José Díaz de Bedoya - Félix Egusquiza – Bernardo Valiente.
A los Exmos., Señores plenipotenciarios de los gobiernos aliados.
Luque, 08-04-2021
MAÑANA PARTE II.


COMENTARIOS SOBRE LA GUERRA DEL PARAGUAY (1864 -1870)
¿Epopeya o destrucción?
CAPÍTULO XVI. CONSECUENCIAS DE LA CAMPAÑA DE VILLETA
PARTE II
Sección 8. Proclamación y juramento de los triunviros.
El 15 de agosto de 1869, víspera de la batalla de Acosta Ñu, en la ciudad de Asunción, el pueblo paraguayo, por primera vez desde el 15 de mayo de 1811, con admirable regocijo, llenaba la plaza Constitución sin ser obligado, pero deseoso de presenciar un acto inédito en Paraguay: la proclamación de un triunvirato electo por el pueblo liberado de la garra del mariscal López para conducir los destinos de la nación.
A las ocho hicieron su entrada en la plaza los ciudadanos Cirilo Antonio Rivarola, Carlos Loizaga y José Díaz de Bedoya.
«Los cinco delegados en cumplimiento del mandato conferido por el pueblo soberano por intermedio de sus representantes los veintiún electores, previa lectura del acta de estos nombramientos y demás antecedentes, declararon nombrados a los ciudadanos Carlos Loizaga, Cirilo A. Rivarola y José Díaz de Bedoya para constituir el gobierno provisorio de la República, quienes prestaron el juramento legal, diciendo cada uno: “…, en cuanto esté de mi parte, la prosperidad de la nación, defendiendo sus derechos, y contribuyendo con toda la fuerza de mi alma y con la propia vida, si fuere preciso para acabar con todos los restos de la tiranía que mantiene en nuestro territorio la más calamitosa de las guerras que haya afligido a la humanidad. Si así no lo hiciere, que Dios me lo demande y el pueblo paraguayo ante quien presto este solemne juramento”». Decoud, obra citada, página 155)
De este modo quedó inaugurado un gobierno muy diferente a los anteriores. Con este histórico acontecimiento se cumple la más noble aspiración del pueblo paraguayo que se hallaba gimiendo bajo la bota del mariscal López que abusó de su poder sin límite, y de un pueblo noble, altivo y trabajador, pero extremadamente dócil ante las autoridades de cualquier nivel, por causa del terror implantado por los dictadores Francia y los López.
Luego, los integrantes del gobierno provisorio de la República del Paraguay se dirigen a la iglesia Catedral para asistir al Tedéum, para dar gracias al Supremo Hacedor por tan feliz acontecimiento acompañados de numerosas personas. El vicario del ejército argentino Sevilla Vázquez comienza la ceremonia con las palabras: Tedéum laudamus, refiriéndose seguidamente a tan histórico acontecimiento que acaba de celebrarse. Terminado el acto religioso los triunviros e invitados especiales se encaminaron al palacio del gobierno para brindar por el nacimiento de un nuevo Paraguay. Se pronunciaron varios discursos, entre ellos Paranhos, de cuyas expresiones hemos extraídos los siguientes párrafos de la obra citada de Decoud, Págs., 155 y 156.
El desastre de la Guerra del 70 ha dejado a su paso un Paraguay lacerado; nuestras ciudades, pueblos y campiñas en ruinas, la producción agrícola nula y la economía en la bancarrota. Durante los cinco años que han seguido al desastre de 1864-1870 el gobierno provisorio, desde diciembre de 1868, ha descansado en las potencias ocupantes. Solo paso a paso se ha delegado las funciones del Poder Ejecutivo, Legislativo y Judicial en un gobierno provisorio electo por el pueblo, pero con un poder limitado para tomar algunas decisiones. Es justo reconocer que, durante los años difíciles de la posguerra, el 40 % de la población paraguaya que lograron sobrevivir y en extrema pobreza, fue atendida sus necesidades esenciales (alimentación, empleo, atención de la salud, etc.) por la ayuda aliada, que en aquellos momentos no se podían comprar con los míseros ingresos de las exportaciones del Paraguay. Fue esta ayuda la que hizo posible el inicio de la reconstrucción nacional. Las tropas aliadas se constituyeron en grandes consumidores de mano de obra y mercado de consumo de producto nacional. Para resolver los ingentes problemas, el gobierno provisorio (de los legionarios) hizo todo lo que está en su poder para reducirlos. Aun así, para resolver, se necesitaba la ayuda del Brasil y Argentina.
Como en toda guerra, donde hay tropas numerosas, los campamentos son visitados por numerosos vendedores que ofrecían toda clase de productos y los infaltables juegos de azar, y se multiplicaban las tiendas de abarrotes. El puerto de Asunción se llenaba de barcos que diariamente llegaban procedentes de Porto Alegre, Montevideo y Buenos Aires que transportaban mercancías y a numerosos curiosos. Este momento afortunado facilitaba a miles de paraguayos y paraguayas para ganarse el sustento.
¿Qué hubiera pasado si las tropas aliadas se retiraban tras la muerte del mariscal López? El país quedó en la bancarrota y el gobierno provisorio no tendría el mínimo de medios para resolver las ingentes necesidades del pueblo. Por supuesto, hasta 1876 aún no disponíamos de una libertad completa, porque existían restricciones considerables por la ocupación de la fuerza aliada. Sin embargo, se aceleró el desarrollo político de nuestro país que por primera vez desde 1813 conoce otro tipo de gobierno que no sea la oprobiosa dictadura. El primer y más urgente trabajo del gobierno provisorio o de los legionarios era enfrentarse a los grandes problemas sociales con la convicción de que una entidad política sana sólo se puede desarrollar cuando cada familia tiene asegurada un máximo de oportunidadades para su manutención.
Sección 3. Primeras resoluciones del gobierno provisorio
1. Decreto del 17 de agosto de 1869 (al día siguiente de la batalla de Acosta Ñu) que pone al mariscal López fuera de la ley.
El Gobierno Provisorio de la República, considerando:
Que la presencia de Francisco Solano López en el suelo paraguayo es un sangriento sarcasmo a la civilización y patriotismo de los paraguayos;
Que este monstruo de impiedad ha perturbado el orden y aniquilado nuestra patria con los crímenes, bañándola de sangre y atentado contra todas las leyes divinas y humanas, con espanto y horror, excediendo a los mayores tiranos y bárbaros de que hace mención la historia de todos los tiempos y edades, ha acordado, y
DECRETA
Artículo 1°. El desnaturalizado paraguayo Francisco Solano López, queda fuera de la ley y arrojado para siempre del suelo paraguayo como asesino de su patria y enemigo del género humano.
Artículo 2°. Publíquese por bando e insértese en el Registro Nacional.
Cirilo A. Rivarola – Carlos Loizaga – José Díaz de Bedoya
Aprobado por el Congreso Legislativo de la Nación en su sesión del 13 de julio de 1871, en la ciudad de Asunción, capital de la República del Paraguay.
José A. Collar Higinio Uriarte
Presidente del Senado Presidente de la C., de Diputados
Agustín Ceppi José T. Sosa
Secretario Secretario
Asunción, 10 de julio de 1871
Cúmplase y dese al Registro Oficial.
Cirilo A. Rivarola – José Segundo Decoud – Juan Bautista Gill
2. El gobierno provisorio embarga los bienes del mariscal López:
Marzo 19 de 1870.
El Gobierno Provisorio de la República,
CONSIDERANDO:
Que es deber de todo ciudadano cuidar y conservar los intereses públicos como es también garantir las propiedades particulares, considerando por otro lado, que es de notoria publicidad que don Carlos Antonio López no tenía cuando se colocó en el poder más bienes conocidos que los recibidos por herencia de su esposa doña Juana Carrillo;
Que es también de igual notoriedad las usurpaciones por diversos títulos con que se han dado la colosal fortuna, tanto él como toda su familia en menoscabo de los intereses públicos y privados, durante el largo periodo de su administración dictatorial;
Que después del finamiento de éste, su hijo y heredero del poder Francisco S. López continuó el mismo sistema, disponiendo discrecionalmente de los fondos públicos y fortunas particulares, siendo a la vez cierto que no tenía más herencia que la que le fue legada por don Lázaro Rojas a su muerte;
Que padre e hijo, durante los 28 años del poder en que estuvieron, fueron los únicos explotadores de toda clase de industrias y comercio del pueblo paraguayo, …
Que por consecuencia estos intereses de los que hoy aparecen como propietarios, …, siendo, como es dichas propiedades de origen bastardo e ilegítimo, acuerda y
DECRETA
Artículo 1°. Todos los bienes de cualquier clase y dominación que sean conocidos como propiedad de los citados arriba, quedan embargados y afectos a los justos reclamos fiscales y particulares damnificados, para su debido tiempo.
…………………………………………………………………………………………………………………………………………………………………………………………………………………………………………………………………………………………………
Firmados: Cirilo A. Rivarola - Carlos Loizaga
Sección 9. Historia del palacio de López
En esta sección transcribimos un compendio del prospecto publicado por la Presidencia de la República, Subsecretaría de Informaciones y Cultura, la historia del “palacio de López” en el mes de Julio de 1987.
«Uno de los más bellos edificios, de antigua data, que puede observarse en Asunción, es el palacio de López, monumental estructura de lineamiento franco-latinos cuya construcción se inició por el año 1857 para la residencia particular del general Francisco Solano López, hijo mayor del presidente de la república Carlos A. López.
«La familia López mandó construir (a costa del Estado) numerosas residencias en Asunción. Benigno López, hijo de don Carlos, construyó su casa al estilo del renacimiento italiano, donde primero -después de los años- funcionó el Hotel Americano, luego “Hotel Colonial”, hoy Banco de Asunción. Para Venancio se construyó otro de características similares, habitada por el Hotel “Cosmos” primero, luego “Palace Hotel”. Para uno de sus hijas casada con el general Vicente Barrios se construyó una residencia en las actuales calles presidente Franco e Independencia Nacional, donde por muchos años funcionara el “Ateneo Paraguayo”.
«Francisco Solano, hijo primogénito del entonces presidente de la república, construyó su palacio en un predio ubicado frente a la bahía de Asunción, de dos hectáreas de superficie desde la orilla de las aguas, … cuyo terreno le fuera donado por su padrino de bautismo don Lázaro Rojas. El general López vivía por entonces en una residencia ubicada al lado del oratorio de la Virgen de la Asunción, ubicada sobre la actual calle Palma, hoy Plaza de los Héroes, que fuera demolida muy posterior a la guerra grande. Los primeros planos para el “Palacio del General” como se la llamó originariamente según testimonios de la época, los trazó el ingeniero húngaro Francisco Wisner de Morgenster. Este ingeniero húngaro fue contratado por el gobierno de don Carlos Antonio López y fue autor del mapa del Paraguay basado en el mapa de Azara. Los trabajos para la construcción del “Palacio del General” comenzaron en 1857, bajo la dirección del arquitecto inglés Alonzo Taylor.
«Los materiales utilizados para la construcción de aquella singular residencia fueron nacionales y algunos extranjeros. Las piedras de sus cimientos fueron traídas desde Altos y Emboscada, donde existían canteras del Estado, los ladrillos se trajeron de las olerías públicas de Takumbú, los hierros de la Fundición de la Rosada de Yvykuí, y el maderamen de los bosque y obrajes de Jaguarón y del Ñeembukú. Los trabajos de carpintería se hicieron en los talleres del Estado y los constructores y albañiles eran personal del ejército.
«Aquel suntuoso “Palacio” fue amoblado por muebles traídos de Europa, así como las arañas y alfombras.
«Bajo la presidencia de Juan Gualberto González en 1892 se resuelve por decreto del Poder Ejecutivo la terminación y refacción del “Palacio del General”, para utilizarla como sede del gobierno. Los trabajos se efectuaron aceleradamente y estaban terminados para el 12 de octubre de ese año. Fue el general Juan Bautista Egusquiza, quien el 25 de noviembre de 1894, por primera vez utilizó como sede del gobierno nacional».
Con esta breve historia, queda demostrada que los dictadores Carlos Antonio López y su hijo Francisco Solano disponían del tesoro público a su antojo. Por consiguiente, corresponde aceptar que el gobierno provisorio de la República instalado el 15 de agosto de 1869, procedió con justicia y patriotismo al embargo por decreto del 19 de marzo de 1870 los bienes del mariscal López. Consecuentemente, el suntuoso “Palacio del General” pasó como patrimonio del Estado paraguayo.
Nos parece incorrecto seguir denominándolo “palacio de López”, ya que cuando empezó la guerra, aún no estaba acabado, tampoco el primer propietario nunca ocupó. Si tanto se quiere recordar al “héroe por decreto”, sería políticamente correcto llamarlo “ex palacio de López”, o como los demás poderes del Estado, “palacio del Poder Ejecutivo”. Además, siempre será mejor recordar lo menos posible al que tantos daños ocasionó a la nación paraguaya. Sin embargo, algunos medios de comunicación masiva no se cansan en hacernos recordar todos los días el nombre del autor del que constituye un motivo permanente de nuestro infortunio; pues, el mariscal López dejó a nuestra nación solo caos y destrucción.
Luque, 09-04-2021

COMENTARIOS SOBRE LA GUERRA DEL PARAGUAY (1864 -1870)
¿Epopeya o destrucción?
CAPÍTULO XVII. LAS RETIIRADAS DE LÓPEZ DE VILLETA Y CORDILLERA
Sección 1. Asunción despoblada
El 19 de febrero de 1868, al romper el alba, una escuadrilla brasilera compuesta de tres buques y tres monitores, pasa la mítica fortaleza de Humaitá sin recibir averías importantes. Tres de ellos se dirigieron a Asunción, donde llegaron sin ningún impedimento. Eligieron como blanco de sus tiros el fastuoso edificio en construcción del mariscal López -obra construida por personal del ejército, materiales del Estado y muebles traídos de Europa con divisa del tesoro nacional-, e hicieron algunos certeros tiros sobre el mismo, anunciando de este modo sus presencias en la Ciudad Capital de la República del Paraguay. Inmediatamente, el mariscal López decreta el traslado de todos los habitantes de la ciudad de Asunción a la ciudad denominada capital provisoria: Luque. Después de la derrota en la campaña de Villeta, designa como nueva ciudad capital de la república a Pirivevýi, y luego Kuruguaty con la idea de que, donde estuviera él, allí estaría la ciudad capital.
Luego de la amistosa visita, regresaron a su base los buques brasileros. Ante este acontecimiento, un grupo de distinguidos y sabios ancianos asuncenos, hicieron llegar a Caxias una nota en la cual le solicitaba enviar tropas para ocupar la ciudad en son de protección contra el temible mariscal López, que a la sazón ya era muy conocido por sus crueldades y que jugaba con la vida de la gente. El comandante del ejército brasilero no accedió a lo solicitado, porque la misión de la fuerza aliada consistía en aplastar al ejército paraguayo y no emplear la fuerza aliada en la ocupación de una ciudad vacía y en ruina. De manera entonces, prefirió ajustarse a la estrategia en desarrollo, alcanzar la destrucción del segundo ejército de López como el principal objetivo de la fuerza aliada, y consecuentemente se dedicó a lograr en Villeta la definitiva derrota de López: su rendición o su muerte. Sin embargo, luego de acabar con la destrucción del segundo ejército paraguayo en la segunda batalla de Lomas Valentinas, pudiendo atrapar a López y poner fin a la guerra, lo dejó escapar. Se cree que fue un hecho deliberado de Caxias, provocando el disgusto de los demás generales aliados.
Como consecuencia de la “amabilidad” de Caxias, la guerra se prolongó, y como resultado el pueblo paraguayo tuvo que resignarse a sufrir y tolerar las miserias por catorce meses más, amén de costar al Paraguay la innecesaria muerte de más de veinte mil soldados e incontables mujeres, ancianos y niños por enfermedad y por el estado patológico de desnutrición producido por la falta total de alimentos. La actitud de Caxias en negarse a dar protección a los asuncenos contra el temible mariscal, fue la causa de que centenares de ellos fueran llevados a San Fernando, donde fueron sometidos a terribles torturas hasta confesar la “verdad” sobre la conspiración que el mismo López urdió, y luego ejecutados.
Los que abandonaron Asunción, dejaron en custodia de la embajada de los Estados Unidos y del consulado de Francia gran parte de su fortuna. Se marcharon porque sabían que debía ser así, pero sin sospechar la grandeza que había en abandonar la ciudad de Asunción que quedaba expuesto al inevitable saqueo. Una ciudad ocupada por el enemigo es como una muchacha que ha perdido su honra. Ellos no huyeron sino fueron obligados a abandonarla; porque en aquel entonces, preferían al ejército aliado que el de López. Cuando los brasileros entraron en Asunción estaba casi desierta la ciudad; pero quedaba en ella un resto de vida, los infaltables rateros. El aspecto de la ciudad era el de una colmena devastada que ha perdido su reina. Caxias había prohibido el pillaje, pero resultaba. como en toda guerra, muy difícil parar a la soldadesca.
Los soldados que cayeron prisioneros en Avay y luego escaparon casi un centenar, varios de ellos se dirigieron a Asunción y se apoderaron de la propiedad ajena. Se convirtieron en merodeadores y tomaron gran cantidad de objetos. El fin principal de ellos –ya que dejaron de ser soldados- quedó reducido a la conservación de la vida y los robados. Idéntica acción hacían numerosas mujeres procedentes de Luque y Limpio. Ellas entraban en los almacenes y residencias con las bolsas vacías y salían con las bolsas llenas. Luego de la retirada de López de Villeta, los asuncenos regresaron presurosos a la ciudad.
Asunción empezó a recobrar su fisonomía a partir del 15 de agosto de 1869, fecha en que el gobierno provisorio asumió el poder. Todas las casas habían sido saqueadas, menos su vitalidad. Los móviles que llevaron a la ciudad al saqueo generalizado fueron de naturaleza salvaje propios de maleantes. Un mes después de que López huyó para La Cordillera, Asunción ya contaba con 15.000 habitantes, luego 20.000, y el número aumentó tan rápidamente que en diciembre de 1870 la cifra de su población era mayor que cuando fue abandonada por orden superior.
Los desertores, los aldeanos de los pueblos vecinos, especialmente de Luque, Limpio y San Lorenzo, y los fugitivos que habían eludido el reclutamiento y permanecido oculto en los alrededores, fueron los primeros que entraron y se entregaron al saqueo. Los asuncenos regresaban a sus casas en interminables filas a pie, a caballo o montado en asno, y algunos en carretas llenas de objetos robados. Las tropas brasileras hacían lo mismo, los propietarios se arrebataban mutuamente cuando podían con el pretexto de entrar nuevamente en posesión de sus bienes. Los comerciantes abrieron sus tiendas; el clero reanudó el culto llamando a misa con el campaneo.
Sección 2. Batalla de Pirivevýi y retirada de López
Siendo la línea de defensa de López muy extensa, con amplios espacios entre las unidades que no permitía el apoyo mutuo y facilitaba la penetración de tropas enemigas; por lo tanto, no podía sostenerla contra un ataque de gran estilo del enemigo, ¡era imposible! Consecuentemente, no se necesita ser un Napoleón para concluir que un desastre de inigualables proporciones amenazaba al pueblo de Pirivevýi, no sólo porque está protegido apenas por un batallón de infantería de 600 soldados, sino también resguardaba el flanco izquierdo del área de defensa del ejército de López. Sin embargo, el mariscal lo dejó a merced del enemigo que terrible avanzaba hacia la ciudad capital provisoria del Paraguay. López había remitido al jefe de plaza, el teniente coronel Pedro Pablo Caballero, la orden siguiente: «cada hora que usted resiste será de enorme ayuda para el éxito de nuestro plan. Su retirada de Pirivevýi no será autorizado en ningún caso; repito, no será permitido por ningún motivo. ¡Esto es una orden, no una solicitud! En cualquier caso, es preferible incendiar el pueblo antes que entregar al enemigo. La nación que se rinde fácilmente, muere; sin embargo, la que vende cara la derrota se recupera». No se puede negar que López era bueno para la arenga. Con discursos enardecedores y llenos de fascinación manejaba a sus generales, jefes y tropas que en su mayoría era sentimental y fácilmente se lo puede conmover. A tontas y a locas los mandaba ejecutar acciones sumamente temerarias como atacar Tujutî, los intentos de apoderarse de buques de guerra de la escuadra imperial mediante abordajes en canoas, etc.
De los hechos se deduce que el plan de López era alcanzar Corumbá, un pequeño puerto sobre el río Paraguay en la provincia brasilera de Mato Grosso, allí cruzar el río e irse a Bolivia, y de allí a París, Francia, su destino final.
En Pirivevýi reinaba una agitación febril, y peor aún, los rumores falsos y más extraordinarios circulaban por todas partes. Entretanto llegaron mensajeros enviados por el conde d’Eu para exigir la rendición. Pero el teniente coronel Pedro Pablo Caballero se negó a deponer las armas, entonces contesta en tono desafiante como la famosa réplica de Leónidas a Jerjes antes de la batalla de Las Termópilas, en el 480 a. J.C., cuando el rey persa exigió a los espartanos, que se hallaban en un atolladero, entregar sus armas Leónidas le respondió, «ven y tómalas». Pero en el caso de Caballero se trataba solo de una bravata, él debía saber que una vez empezada la batalla ya no hay misericordia para nadie. Desde el amanecer de aquel 12 de agosto de 1869, los paraguayos esperaban el ataque en cualquier momento, los nervios de los soldados estaban tensos, y la débil ciudadela llena de rumores y falsas alarmas.
Tronaban los cañones enemigos y en medio de una espesa humareda explosionaban las granadas y con terribles estruendos esparcen esquirlas por todos lados. A veces, en menos de un minuto ocasionaban numerosas víctimas. A cada nueva granizada de bombas, la esperanza de salir con vida disminuía para las tropas y civiles. Sin abandonar su área de defensa, sin hacer un solo disparo de fusil, una compañía perdió allí la tercera parte de su contingente. Todos estaban sombríos y taciturnos; apenas sí pronunciaban algunas palabras entrecortadas y en voz baja, palabras que expiraban en sus labios a la caída de cada proyectil que estallaban con gran estruendo, causando muertes y heridos por doquier. Aquellos soldados (niños, ancianos y convalecientes) con los rostros macilentos palidecían cada vez más, se encontraban allí hace varios meses y apenas probaban una mísera comida y sufriendo el terror a la tempestad que inexorable se aproximaba.
El aspecto siniestro del campo de batalla, cubierto de cadáveres y heridos mostraban una lúgubre imagen. Además, algunos proyectiles incendiarios que fueron lanzados, bastan con que caiga sobre una sola vivienda para que se propague rápidamente, devorando los techos de paja y paredes de tabla de cocoteros de la mayoría de las casas, causando infernal estrago. Todos estos colocaron a Caballero ante el dilema: rendirse para salvar por lo menos la vida de una parte de sus valientes soldados y estoicos compatriotas, así como centenares de mujeres y niños; o cumplir la orden del mariscal: «luchar hasta morir todos y que era preferible, antes que entregar el pueblo al enemigo, incendiarlo». Sin embargo, Caballero optó por el humanismo. Numerosos heridos angustiados se arrastraban penosamente clamando por asistencia sanitaria que hace años ya no existía: ¡era la suprema expresión del hombre desesperado que hace acopio de fuerza para lanzar su último grito! Compasión y misericordia se apoderaron de Caballero al contemplar y escuchar los desgarradores gritos de los heridos manifestando con vehemencia, pero en vano, asistencia sanitaria. Ante este panorama desolador, resueltamente se dirige, en compañía del jefe político de la localidad el señor Patricio Mareco, al puesto de comando del conde D’Eu para comunicar que ha resuelto deponer las armas, pero llegó en el instante más inoportuno: justo en aquel momento le llegaba al conde la desagradable noticia de la muerte del general Mena Barreto. Dominado por el temperamento violento, el conde D’Eu ordena el asesinato de ambos.
Cuando el enemigo con poderosa fuerza pone cerco a una ciudad, para evitar inútiles muertes a ambos contendientes, intima a las autoridades civiles y militares a capitular. Cuando la propuesta es rechazada y la batalla comienza, ya no hay misericordia para nadie, y menos para las autoridades que a sabiendas que no puede resistir el ataque del ejército cercador, aun así, expone a sus tropas y a la población innecesariamente a soportar las consecuencias de la derrota: muertes, violación de mujeres, saqueos y humillaciones sin cuentos.
Como siempre nuestro general en jefe y “héroe por decreto”, estático en Azcurra, sin intentar socorrer a los sitiados en Pirivevýi, esperaba con febril impaciencia el final de la batalla del que él era el promotor, y que podía haber ordenado la retirada a tiempo, para salvar la vida de sus compatriotas de inútiles muertes.
¿Por qué era imposible defender Pirivevýi?
1) porque era sumamente vulnerable desde los cuatro puntos cardinales;
2) estaba aislada de las otras unidades del ejército;
3) no contaba con obstáculos naturales ni artificiales macizos; y
4) la fuerza era insuficiente, y para peor con malos armamentos.
Consecuentemente, era cuestión de tiempo para que el pueblo quede a merced del enemigo. Muchos paraguayos murieron en holocausto del presidente de la república, general en jefe y “héroe por decreto”, F. S. López, que en aquel momento se hallaba bien protegido en Azcurra por 11.000 soldados, alejado del campo de batalla y como siempre listo para escapar. Por más que hacemos gran esfuerzo, no encontramos nada glorioso en un general en jefe que innecesariamente manda a la muerte a sus compatriotas, y luego él toma, las de Villadiegos. Así no se defiende la patria sino se la destruye intencionadamente. Y esto no se puede negar porque los hechos así los demuestra.
Los historiadores aliados atribuyen el incendio del pueblo al patriotismo feroz y obediencia ciega de Caballero; y los paraguayos nacionalistas a la crueldad de los aliados; pero realmente ni lo uno ni los otros podrían ser responsable, pues las causas podrían ser varias, y la principal era que López sabía que poderosa fuerza enemiga avanzaba sobre Piriveýi. Si tenía sentimiento hubiera ordenado el traslado de las tropas y la población a Caacupé. Pero, de modo perverso abandonó a su suerte al destacamento de Caballero y a la población de Pirivevýi. El origen del siniestro podría haber sido una de las siguientes:
1) fue incendiado en cumplimiento de la orden de López;
2) por algún pirómano;
3) por las bombas incendiarias que lanzaron la artillería enemiga sobre el pueblo; y
4) por algún brasero cuyo uso en aquella época era generalizado en invierno. El brasero consiste en un recipiente metálico en el que se quema carbón para calentar habitaciones. Hasta ahora su uso es común en invierno, especialmente en las viviendas donde no se cuenta con electricidad.
La verdad, el hecho es incontestable, porque no se puede responder con certeza, pues es casi imposible obtener conocimiento seguro, claro y evidente del origen del siniestro.
La retirada de López empezó desde Humaitá el 2 de marzo de 1868 y terminó el 1° de marzo de 1870 en Cerro Corá. Costó dos años de duro recorrido a través de territorio feraz, pero sin brazos para cultivar, con poco ganado y en condiciones aterradoras de amenaza mortal y constante de ser imputado por conspiraciones imaginarias, y fusilamientos en cada campamento que el mariscal iba ocupando en su patética retirada: Azcurra, San Estanislao, Kuruguaty y Zanjahu, sucesivamente. El hambre, las enfermedades, el terror reinante, y unas condiciones climáticas de muy calurosas o bastante frías para las tropas que carecían de uniformes adecuados y de frazadas caracterizaban a aquella patética retirada.
Al día siguiente de la batalla, al ponerse el sol, el mariscal López, montado en su caballo bayo, su familia en cabriolé y seguidos de su séquito y sus tres regimientos escoltas, sin interferencia del enemigo parte de Azcurra y toma el camino Caacupé-Tovatí-Caraguatay, un camino que de ningún modo era el del honor. Hora después le sigue la división de 6.000 soldados, al mando del general Francisco Isidoro Resquín. Cerraba la columna la división de 4.500 soldados de los cuales 3.000 niños de entre 11 a 15 años de edad, al mando del intrépido general Bernardino Caballero. Esta división tenía la misión de seguridad de la retaguardia y custodiar el bagaje del ejército, lo que obligaba a la columna de Caballero a una lenta marcha.
En Caacupé López decidió deshacerse del mayor número posible de personas no combatientes -en su mayoría obligada y el resto porque quería estar cerca de sus hijos o padre o marido o por pura curiosidad en ver el final de la aventura-, entre otras cosas, porque reducía la velocidad de marcha. El convoy estaba integrado además por mujeres destinadas a satisfacer las necesidades sexuales de los jefes de manera personal o compartida. En toda guerra –la guerra de 1864-1870 no podía ser la excepción- las compañeras o compañeros sexuales escaseaban, y las disputas para decidir a quién le tocaba la vez era una característica conocida de la vida del ejército en campaña. Otros cientos de carretas transportaban las provisiones, a los enfermos y heridos, y el resto de los pertrechos. Asimismo, habría que vigilar a los animales de carga, bueyes y reses para el consumo del ejército, para que no sean robadas y carneadas por soldados hambrientos.
                                                                                                    Luque, 10-04-2021





COMENTARIO SOBRE LA GUERRA DEL PARAGUAY (1864-1870)
(¿Epopeya o Destrucción?)
Apéndice 4. Una arenga histórica y ejemplar.
El teniente coronel Tim Collins, comandante del primer batallón de infantería de la brigada real irlandés (integrante de la coalición de fuerzas en la guerra de Irak), el 20 de marzo de 2003, en Kuwait, poco antes de penetrar en Irak, dirige a sus tropas la arenga que abreviadamente ponemos a consideración de los compatriotas, y principalmente de los camaradas de las FF AA de nuestra Nación:
Empieza diciendo Collins a sus tropas: «Vamos a liberar, no a conquistar. Nuestras banderas no van a ondear en su país. Vamos a entrar a Irak para liberar a un pueblo y la única bandera que ondeará en esta tierra antiquísima es la suya propia. Mostrad respeto ante ellos.
Algunos entre vosotros que están vivos en este momento no lo estarán dentro de poco. Aquellos que no deseen emprender ese viaje, no los enviaremos. En cuanto a los demás, espero de vosotros que conmocionéis su mundo. Que los borréis de la faz del mismo si es eso lo que eligen. Pero si sois feroces en la batalla, no olvidéis mostraros magnánimos en la victoria.
...........................................................................................................................................................................................................................................................................................................
Si hay bajas de guerra recordad entonces que al levantarse y vestirse esa mañana no tenían previsto morir ese día.
Tengo la intención de llevaros vivos de vuelta a todos y cada uno de vosotros, pero bien puede haber algunos entre los presentes que no vean el final de esta campaña. A los que corran esa suerte los meteremos en su saco de dormir y los mandaremos a casa. No habrá tiempo para lamentaciones.
Acabar con otra vida humana supone un gran paso. No ha de hacerse a la ligera. Sé de hombres que han arrebatado vidas sin necesidad en otros conflictos, y puedo aseguraros que viven con la impronta de Caín en su interior.
Si alguien se rinde ante vosotros, recordad que cuentan con el derecho de hacerlo según la ley internacional, y aseguraos de que algún día vuelvan a casa con sus familias.
En cuanto a aquellos que deseen luchar, nuestro objetivo es complacerlos.
Si causáis algún daño a la brigada o a su historia..., se os hará el vacío a menos que vuestra conducta responda a los más elevados ideales, pues vuestros actos os seguirán a través de la historia. No toleraremos que acarréis la vergüenza ya sea a nuestros uniformes o a nuestra nación...»
FUENTE. “Militaria” por el historiador militar Nicholas Hobbes. Editado por Atlantic Books Ltd. Año 2003; y traducida por Patricia Antón en 2005, impreso en Madrid-España.
Luque, 11-03-2021.




COMENTARIOS SOBRE LA GUERRA DEL PARAGUAY (1864 -1870)
¿Epopeya o destrucción?
CAPÍTULO XVIII. RECAPITULACIÓN DESDE HUMAITÁ A VILLETA
Distancias aproximadas desde el río Paraná: a Humaitá 25 kilómetros; a Pilar 45; al río Tevikuary (San Fernando) 75; a Villeta: 225, y a Asunción, 250 kilómetros.
Luego del fracaso de sus campañas ofensivas donde perdió 20.000 de sus mejores soldados contra 400 de los aliados; el ejército paraguayo se prepara, construyendo poderosas fortificaciones en la orilla norte del río Paraná con el propósito de impedir la consiguiente represalia del enemigo: la invasión del territorio de la República del Paraguay. Sin embargo, el desembarco aliado se efectuó a orilla del río epónimo, a tres kilómetros de Tres Bocas, sin ningún impedimento. Esta brillante maniobra de aproximación indirecta de Mitre, gracias al uso de la estrategia de engaño, sorprendió a López y le obligó a abandonar precipitadamente Paso de Patria e Itapirú, y fue a ocupar nuevas posiciones defensivas en la lomada de Rojas, donde mandó construir inexpugnables trincheras en la línea de Curupayty- Sauce-Angulo. En tanto que el ejército aliado ocupó Estero Bellaco Sur primero, y después de rechazar en el lugar un ataque paraguayo el 2 de mayo de 1866, dio un salto hasta Tujutî, terreno de leve elevación y protegida el área de defensa, hacia el frente y flanco derecho por el estero Bellaco Norte y el izquierdo por el bosque de Sauce, intransitable para tropas numerosas.
Durante tres años ambos contendientes, desde sus respectivas posiciones partieron para realizar algunas operaciones ofensivas. López ejecutó cinco operaciones ofensivas todos adversos: Isla Cabrita, Estero Bellaco, Jataity Kora, Tujutî dos veces. La primera batalla de Tujutî se llevó a cabo el 24 de mayo de 1866 donde fue aniquilado el resto del primer ejército paraguayo, y el segundo el 3 de noviembre de 1867, cuyo resultado forzó a López abandonar el teatro de operaciones de Humaitá; en tanto el ejército aliado realizó con éxito el ataque a Kurusu, pero sufrió una humillante derrota en Curupayty. Esta grave derrota fue compensada con la admirable maniobra de aproximación indirecta, por el flanco izquierdo de las posiciones defensivas del ejército paraguayo, y logró ocupar Tujukué, retaguardia de las inexpugnables trincheras de Curupayty, Sauce y Angulo. Con esta operación el enemigo dejó las trincheras paraguayas sin utilidad; vale decir, como mera huella de cosas pasadas. Una vez organizada las tropas aliadas en Tujukué, avanzó resueltamente hacia el río Paraguay, y ocupa Tayy, orilla izquierda del río. Con esta operación el enemigo dejó al ejército paraguayo sitiado, y por supuesto sin comunicación ni fluvial ni terrestre con Pilar y Asunción, excepto por el Chaco argentino. Para seguir manteniendo comunicación con Asunción, López mandó construir un camino desde Timbó (ubicado a quince kilómetros de Humaitá, aguas arriba del río Paraguay) hasta Monte Lindo, tres kilómetros aguas arriba de la desembocadura del río Tevikuary. El camino atravesaba bosques, arroyos y el río Bermejo. Para cruzar este río mandó construir un improvisado puente.
Luego de varios meses de permanecer dentro del gran cerco puesto por los aliados, y haber perdido allí diez mil hombres más, el mariscal López, totalmente derrotado, abandona el teatro de operaciones de Humaitá, y fue a ocupar nuevas posiciones defensivas en San Fernando -ubicado en el ángulo formado por los ríos Paraguay y Tevikuary-, donde empezó a mostrar su verdadera cara: la de Frankenstein (Frankenstein o el moderno Prometeo, novela de Mary Shelley editado en 1818, uno de los clásicos de la novela fantástica y de terror, llevada al cine de maneras diversas). Cuando supo que el enemigo avanzaba a su encuentro abandonó San Fernando, dejando tras sí más de dos mil paraguayos y extranjeros asesinados por su orden por una conspiración que sólo existió en su morbosa imaginación.
Luego de una azarosa marcha de ciento sesenta kilómetros, las tropas paraguayas alcanzan Lomas Valentinas (Villeta), donde el héroe por decreto prosiguió a asesinar a sus compatriotas, y donde mostró su incompetencia militar al permitir a Caxias ejecutar cómodamente la estrategia de picotazos: primero un picotazo en Ytorôrô el 6 de diciembre de 1868, después otro en Avay el 12, luego en Pikysyrý el 15, y en Lomas Valentinas el 21 y 27 de diciembre, y como resultado la total destrucción del segundo ejército paraguayo.
El día 25 de diciembre del mismo año, a las 07.30 a. m. los generales aliados hacen llegar al mariscal López una nota en la cual le exhortaban a «deponer las armas, garantizándole dignas condiciones de capitulación, para terminar de esta manera una lucha prolongada en ofrenda a la humanidad, la civilización y la religión cristiana» (Centurión, Obra cit., T-III, Pág. 229). López la rechazó.
¡Grande Mariscal por Decreto! No en vano un grupo de fanáticos nacionalistas le siguen tributando culto y honores casi divinos hasta ahora, a pesar de que no ganó una sola batalla ofensiva, permitió la aniquilación de dos ejércitos, el país caía en pedazos, y peor aún, ya murió el 50 % de la población paraguaya, y él se niega a hacer un pequeño sacrificio por la patria: tomar su revólver y levantar la tapa de los sesos u ofrecer su cabeza al enemigo para salvar lo que aún pudiera ser salvado de la nación.
En la batalla decisiva se confirma la superioridad de uno de los contendientes, y no necesariamente luchar hasta el exterminio. Sin embargo, en la guerra de 1864-1870, los aliados se enfrentaban a un jefe de Estado que se negaba reconocer la derrota y la aplastante superioridad del enemigo, prefiriendo llevar -cediendo a su capricho y manifestando orgullo y prejuicio- a su nación a una ruina total. Pero, ¿qué se creyó el mariscal López para disponer a su antojo de la vida y bienes de los ciudadanos? ¿Salvar su honor? Pero, ¡qué honor! Lo único que hizo fue provocar la guerra, perder todas sus campañas y batallas ofensivas, además de sus inadmisibles crueldades cometidas no sólo contra los prisioneros tomados y los miles de compatriotas y extranjeros que mandó asesinar en San Fernando y Villeta; sino también, lo mismo hizo con sus familiares y parientes.
Considerar al mariscal López como “máximo héroe sin parangón”, y rendirle honores es un insulto a la gente que sabe razonar.
Luque, 12-04-2021.






COMENTARIOS SOBRE LA GUERRA DEL PARAGUAY (1864 -1870)
¿Epopeya o destrucción?
CAPÍTULO XIX. RETIRADA DE PIRIVEVÝI A ACOSTA ÑU Y SAN ESTANISLAO
Sección 1. consideraciones
En las campañas ofensivas de Mato Grosso, Uruguayana y Corrientes los respectivos comandantes permitieron el saqueo de los pueblos ocupados, porque no recibían de Paraguay los necesarios para el sustento como víveres, vestido de invierno y asistencia médica. Las tropas necesitaban reponer sus raciones, dar salida a sus frustraciones y conseguir botín. Sin duda, la guerra arrastra calamidades: las violaciones de mujeres y pillajes fueron y siguen siendo características reconocidas de la guerra y su naturaleza es tan horrenda que los autores de la guerra e historiadores no se molestan en reseñar tales hechos. Sin embargo, William Shakespeare en su obra “Enrique V”, describe las acciones de las tropas cuando toman una ciudad, de este modo:
…………………………………………………………………
Y si no, bien: dentro de un momento, esperad ver
al soldado ensangrentado y cegado, con turbia mano,
deshacer los rizos de vuestras hijas entre agudos chillidos;
a vuestros padres, agarrados por sus barbas de plata,
para estrellar sus venerables cabezas contra las paredes;
a vuestros niñitos desnudos ensartados en picas,
mientras sus madres enloquecidas rompen las nubes
con sus aullidos confusos, como las mujeres de Judea
ante los asesinos de Herodes, en busca de sangre.
Luego de la batalla de Pirivevýi, López abandona Cordillera y se dirige en la dirección de Caacupé-Caraguatay-San Estanislao. Pero antes necesitaba atravesar el río Manduvirã con todo su bagaje y su custodio, la división de seis mil soldados bajo el mando del general Resquín que podía llevar varias horas. La división de Caballero marchaba en la retaguardia para impedir al enemigo que alcance al máximo héroe que se hallaba huyendo. El general caballero cumplió la misión, pero al precio de miles de niños muertos en ofrenda al héroe por decreto en Acosta Ñu. Las orillas del río Manduvirã fueron mudos testigos de una espantosa confusión. Las tropas atravesaron el río en canoas. En cuanto a López y familia, en un paquebote, y una vez descendieron en la orilla opuesta, tomaron dos cabriolés, seguidos por cinco coches tirados por caballos que llevaban el tesoro público del que se apropió indebidamente, adueñarse de joyas de las mujeres que aportaron para la defensa nacional y bienes robados de los miles de paraguayos y extranjeros a quienes López mandó fusilar. Se dirigieron hacia San Estanislao, donde acontecerá terribles sucesos con que nuestro “héroe por decreto” expresará violentamente su estado pasional para aliviar sus frustraciones, y mantener aterrorizada a las tropas. Por supuesta conspiración contra su vida ordenó el fusilamiento de un escuadrón de caballería completo del glorioso regimiento Akã Morotî.
Desde La Cordillera hasta San Estanislao empezaron a circular más abiertamente rumores sobre la intención de que López ya no le interesaba defender su patria sino su vida y que su propósito es alcanzar Corumbá, cruzar el río Paraguay e irse a Bolivia, y de allí a París, Francia, donde pensaba vivir como un rey persa con el tesoro del Estado, a más de esto, dinero y joyas arrancados por la fuerza de sus compatriotas, principalmente de quienes mandó fusilar, e incluso a su propia madre a quien despojó en Zanjahu (Panadero) de todas las joyas y dinero que guardaba, luego en una acción inicua la mandó azotar. A pesar de que la intención de López era un secreto a voces, no tomó ninguna acción para desmentir. En San Estanislao recurrió a su manida manera de acallar rumores: imaginar conspiración contra su vida para desahogar sus odios reconcentrados contra su pueblo y llevar a cabo otro aborrecible acto para que sirva como escarmiento a todos. En aquella ocasión, por primera vez condujo una fracción de tropas personalmente, pues dirigió el pelotón de fusilamiento para ejecutar al jefe de los regimientos escoltas, coronel Vicente Mongelós, a su segundo y a un escuadrón del bravo y heroico regimiento de caballería Akã Morotî.
Sección 2. La batalla de Acosta Ñu
Después de recorrer sin dificultad un territorio ondulado y fértil, mientras la cordillera de Yvyturusu retrocedía lentamente a sus espaldas, la división del general Bernardino Caballero compuesto de tres mil niños y dos mil adultos, en Tovatí vira hacia el este, es decir en dirección a Karaguatay. Caballero informa a López que ya se hallaba marchando, aunque muy lentamente, por el camino Tovatí-Karaguatay, y que el enemigo cada hora se le acercaba más. López ordena a Caballero detener a cualquier precio el avance del ejército brasilero.
Cuando la columna de caballero se encontraba cerca del arroyo Jukerí, ya en el campo de Acosta Ñu, la retaguardia ya iba siendo hostigada por la vanguardia enemiga. Entonces, Caballero detiene su división y ordena la preparación del terreno –apenas a barbeta- para cumplir la orden del mariscal López de detener el avance del enemigo, aun sacrificando hasta el último soldado. Una posición defensiva tan improvisada sólo serviría para aumentar las inútiles muertes.
Solano López, para garantizar el cruce del río Manduvirã, como el enemigo ya le iba mordiéndole los cuartos traseros, acabó por mandar masacrar el 16 de agosto de 1869 a miles de niños de entre 10 a 15 años de edad, en una batalla que no horroriza a los paraguayos amantes de lo extravagante y lo macabro, Es inconcebible cómo hasta ahora se siguen considerando la muerte inútil de miles de niños –futuro de la nación- como acto glorioso y ¡se celebra como tal! Hay que ser necio y no tener escrúpulo para elevar las innecesarias muertes de miles de niños a la categoría de muertes gloriosas, porque ellos no murieron en defensa de la patria sino para que el perverso héroe por decreto prolongue medio año más su miserable vida.
Nos permitimos dirigirnos a aquellas mujeres que cada 16 de agosto celebran como hecho heroico y aceptan la idea –implícitamente- que sus hijos de 10 a 15 años de edad vayan a la guerra a morir defendiendo, no la patria sino a un tirano que voluntaria e innecesariamente provocó la guerra, y luego de perder se pone a huir llevando detrás a miles de niños en son de protección y distraer al enemigo mientras el “héroe sin parangón” cruza el río Manduvirá. ¿No le consideraría a López como infanticida? Ante estos hechos aborrecibles para la gente que piensa y razona bien son motivos de lamentar y no de gloriar; ¿no dejaría aplacar sus pasiones patrioteras un momento para reflexionar? ¿No le dirigiría a López vivos reproches? ¿Qué sentiría ustedes cuando imaginan que sus niños son arrancados de su lado por orden de un déspota para vivir entre soldados rudos y groseros? Es bueno que las mujeres de hoy se enteren que las madres de aquellos niños tenían sentimiento igual a ustedes y amaban tanto a sus hijos como ustedes. Acosta Ñu fue un infanticidio. Este es otro de los aborrecibles actos que López practicó contra la nación; considerando que tiene esta palabra el significado de obligar a los paraguayos adultos, ancianos y niños a luchar por una causa ya perdida. El periódico oficial “El Semanario”, hablaba mucho del entusiasmo de los reclutas, pero aparte de unos pocos, la mayoría iba a los campamentos de instrucción como si se los llevara al patíbulo.
Los niños murieron sin pena ni gloria. La gloria debe producir placer y no pena; gloriar Acosta Ñu es propio de gente pervertida o necrofilia o su ignorancia no le permite distinguir entre lo bueno y lo malo, lo heroico de lo temerario, la gloria de la inútil muerte masiva de tantos compatriotas a pesar del proverbio: «conquistar gloria sin utilidad para la patria es vano sacrificio». Gorgias de Leontinos, en Sicilia, dijo al público panhelénico reunido en Olimpia en el 392: «los trofeos erigidos sobre los enemigos caídos en combate deben celebrarse con himnos de alabanza, pero los levantados sobre los griegos como nosotros, los muertos en la guerra, son motivos de lamentar» (Fuente: “La retirada de Jenofonte”, Pág. 162, por Robin Waterfield, Editorial Gredos, S. A., 2009, Madrid-España).
NOTA. Gorgias de Leontinos fue un filósofo y retórico de la escuela sofista de Grecia. Nació en el año 483 a. J.C., en la ciudad de Leontini, Sicilia, Italia; y falleció en el año 375 a. J.C., en la ciudad de Lárisa, Grecia.
Luque, 13-04-2021.





COMENTARIOS SOBRE LA GUERRA DEL PARAGUAY (1864 -1870)
¿Epopeya o destrucción?
CAPÍTULO XX. SOLDADO, MEDICINA, ARENGA Y LA MORAL
El soldado paraguayo. En este capítulo exploramos las experiencias extraídas de la historia militar de la alta presión sobre el soldado que está inmerso en las situaciones más aterradora, impaciente y desgarradora en el campo de la muerte. Su deber: ganar la batalla como sea, mientras trata de resolver los problemas de salvar su propia vida. Sin duda alguna, una de las virtudes del soldado paraguayo es la de sostener el ánimo a pesar de los muchos inconvenientes. Vale decir, la resolución de hacer el máximo de esfuerzo para mantener con firmeza el propósito de vencer al enemigo; sea en la defensa de un accidente capital (lugar tácticamente muy importante), sea en el ataque para desalojar al enemigo de su área de defensa que estorba el avance del ejército, porque vencer es avanzar. A más de esto, la otra cualidad que le adorna es su disposición natural a despreciar el peligro. Tampoco podemos ignorar que los soldados paraguayos eran conducidos por sargentos, suboficiales y oficiales intrépidos y de acreditado valor; lideraban a sus tropas con constancia y bravura lo que permitió que López llegara demasiado lejos en su huida: Cerro Corá. El soldado paraguayo creía que luchaba para salvar la patria; con esta convicción, durante toda la guerra realizó proezas rayanas en lo imposible.
El soldado de cualquier ejército, en su mayoría, antes o durante la batalla, es presa de un miedo atroz que le impide apuntar el fusil al blanco como es debido. Si se halla en la vanguardia, podía suceder que su conocimiento de lo que estaba sucediendo le llegaba únicamente por el desplazamiento de los camaradas que le rodeaban o por el movimiento de unidades vecinas. Si el pánico contagia, aunque sólo fuera a unos pocos hombres, la posible victoria podía convertirse en derrota. Por ello, para menguar el miedo al choque inminente los mejores soldados eran colocados no solo en la primera fila, donde les correspondía actuar por obvias razones, sino también en la última, donde podían espolear a los temerosos a enfrentarse al enemigo. En consecuencia, los mejores combatientes deben ocupar las filas de vanguardia y retaguardia.
Una de las principales razones de que las tropas de Alejandro Magno, Julio César y Napoleón les demostraban una devoción tan absoluta era, no por el terror que López estableció sino porque habían sido testigos de sus heroísmos en el campo de batalla.
Las tropas de la segunda línea de ataque y la reserva divisionaria, también están expuestos al miedo para enfrentar el peligro. Podía ver mejor de quienes se hallaban a la retaguardia, pero lo que veía era otra temible infantería enemiga cuyos combatientes estaban resueltos a matarlo. Estaba obligado a superar el miedo para echar mano a toda su bravura y cargar contra el enemigo. A veces, un silencio terrible amenazaba a los soldados al observar al enemigo frente a su posición de defensa, y en el ataque al cruzar la línea de partida. Como el silencio podía difundirse y minar el valor, los generales de la antigüedad crearon el peán, una especie de canción patriótica entonada justo antes de trabarse la lucha; de este modo distraía a las tropas de aquel temor muy natural en todos los seres vivos; otro medio muy usado en la guerra de López era el alcohol. Varias embarcaciones transportaban provisiones de caña, y era probable que, antes del combate, los oficiales proporcionaran a sus hombres caña rebajada con agua, al estilo griego.
NOTA 1. Línea de partida es una faja del terreno bien visible y fácil de identificar como un arroyo, que todas las unidades del ejército deberán cruzar en el mismo momento, a fin de iniciar el ataque simultáneamente en todo el frente: la hora “H”.
La medicina. En el ejército paraguayo y en el país entero tenía más vicios que virtudes; los pocos médicos que actuaban en el campo de batalla podían restañar heridas leves, pero eran impotentes ante lesiones importantes por carecer de los instrumentos necesarios y medicamentos. El destino de quienes eran heridos se hallaba en mano de Dios. Algunos sobrevivían a heridas terribles, aunque acabaran mutilados, pero era mucho más probable que se declarasen la gangrena de cualquier tipo -como le sucedió al general Díaz- que garantizaba una muerte dolorosa y lenta o que el fallecimiento se produjera con rapidez a consecuencia de traumatismos o pérdida de sangre. A pesar de la carencia de médicos, el mariscal López, por motivo baladí, mandó apresar a los doctores médicos ingleses Rhind, Fox y Masterman, y los hizo llevar a San Fernando donde fueron torturados y sobrevivían con los grilletes puestos, por varios meses sufrieron lo indecible. El Dr. Rhind murió poco después, y a Masterman, mediante los buenos oficios del embajador norteamericano Charles Washburn, le salvó la escuadra norteamericana que exigió a López su entrega.
Las arengas. Las dadas antes de la batalla, podía prometer la victoria y nada más, pero ella no contribuía mucho a aliviar los temores del soldado, pues todos los hombres tienen miedo, y el soldado valiente es el que sabe dominar el miedo; esto le mantiene firme en el combate y arrastra a sus camaradas a avanzar sobre el enemigo.
El mariscal López jamás condujo su ejército en la batalla ni se acercó al lugar de lucha donde sus tropas valientemente se batían con el enemigo; él siempre estuvo presto a huir. La prueba de valor de un general no es impartir su orden de operaciones e ir a resguardarse en su puesto de comando (PC) como lo hacía el héroe por decreto, sino ubicarse en “la cima de la montaña” con su reserva a mano para seguir el desarrollo de la lucha; entre otras cosas para tomar decisiones inmediatas e importantes, como emplear su reserva en el momento adecuado y así arrancar de la mano del enemigo el laurel de la victoria o para ordenar la retirada cuando las bajas alcanzan un punto intolerable (alrededor del 15 %). Ningún general tiene derecho a rebasar ese porcentaje: cuando se aprecia que el ataque no tendrá éxito o la defensa es insostenible, lo razonable es emprender la retirada a fin de salvar la vida del resto de las tropas que seguro servirá para conseguir la victoria en otro terreno y en otra batalla.
El general en jefe es el primero que debe dar muestra de bravura. Es su obligación mostrarse valiente, y olvidar del todo la brutalidad, la violencia, los frecuentes castigos y el querer imponer como modo de asegurar la obediencia y lealtad de su ejército, el terror. Todo el mundo considera una realidad preestablecida: la norma que el general y todos los oficiales tienen el deber de mostrar a sus soldados valor, para que les siga hacia la victoria. Y esto, porque las tropas son como la cuerda, hay que estirarlas no se las puede empujar. Según esta retórica, lo único que cuenta es vencer. Antes del comienzo de la guerra, la victoria parecía al mariscal López algo sencillo, algo fácil para él; sin embargo, la realidad le resultó aterradoramente diferente.
La moral. En la semántica militar, la palabra “moral” se refiere a la aptitud guerrera, a la capacidad de las tropas y del pueblo para llevar a cabo una acción bélica, para continuarla, para aceptar los sacrificios y penurias físicas, espirituales y morales que ello lleva aparejado en toda guerra.
Los generales de todos los tiempos han intentado o pretendieron despertar el espíritu de lucha de sus tropas desde que los ejércitos existen: ¿cómo motivar a los soldados para volverlos más agresivos, más temerarios? Algunos generales como Solano López han confiado en las oratorias ardientes, y los particularmente bueno en las arengas han alcanzados cierto éxito. Pero hace cuatro mil años, Sun-tzu (“El arte de la guerra”) terminó por concluir que escuchar ardientes discursos, por vehemente que fueran, era algo que dura poco tiempo, porque las tropas tienen otras preocupaciones, como satisfacer el estómago y salir vivo cuando termina la batalla. Igual pensaba Ciro el Grande, según nos cuenta Jenofonte.
NOTA. Jenofonte: escritor, filósofo y político griego, 430-355 a. J.C., en su obra “Sócrates, Economía y Ciropedia”; editorial Océano S. A., Barcelona-España, año 1999, Pág. 207.
Alcanzar un contundente triunfo en la primera batalla eleva la moral de las tropas y del pueblo. Para tal fin, Mitre decidió operar sobre la columna paraguaya más débil con tropas numerosas apoyadas por artillería y buques de guerra de la escuadra brasilera. En la guerra del Chaco (1932-1935) entre Paraguay y Bolivia la primera batalla se llevó a cabo en Boquerón: el general en jefe, a la sazón teniente coronel José Félix Estigarribia, ordenó el ataque a la fuerte posición defensiva boliviana defendida por ametralladoras y valientes soldados. La batalla duró 19 días, durante todo ese tiempo Estigarribia buscó empecinadamente el triunfo para levantar la moral, no sólo del ejército sino también de la nación. Por primera vez el ejército paraguayo obtenía la victoria en una operación ofensiva desde la batalla de Paraguarí en 1810. Respecto a estos ejemplos, el mariscal Erwin Rommel (del ejército alemán en la Segunda Guerra Mundial, se distinguió en Francia, Libia y Egipto, donde fue derrotado en El Alamein. Dirigió en 1944 el frente de Normandía, pero antes del desembarco aliado fue asesinado por orden de Hitler por conspiración, él pensaba como que la guerra ya estaba perdida habría que negociar la paz). Rommel se refiere a la importancia de ganar la primera batalla, de este modo: «Desde el punto de vista psicológico, es de lo más desgraciado que la primera batalla termine en una desastrosa derrota. Es sumamente difícil que nunca vuelva a restaurarse la moral de las tropas». Esta es la explicación de por qué el mariscal Estigarribia buscó afanosamente la conquista de Boquerón. Ser derrotado en la primera batalla significa una marcada desventaja a la cual nadie querría exponerse por propia voluntad, pues la primera derrota suele ser seguida por otra, y mientras más decisiva resulte, mayor será su influencia sobre las futuras operaciones.
El pánico. Viene del dios griego de los campos, de los pastores y de los rebaños; los poetas y filósofos lo convirtieron en una de las grandes deidades de la naturaleza. El pánico puede propagarse rápidamente y una vez que la moral de las tropas comenzaba a derrumbarse, no tardaba en producirse una huida desordenada. Los soldados daban media vuelta y echaban a correr arrojando su fusil, y la batalla se daba por perdida; esto ocurrió en la batalla de Kurusu el 3 de setiembre de 1866. El efecto del miedo consistía en transformar una unidad estructurada en una estampida de individuos aterrados. Es casi imposible que tropas dominadas por el terror se retiren en buen orden; incluso el miedo le puede vaciar involuntariamente las entrañas como a cualquier persona. Juntadas estas tropas es inútil reaccionar como López que mandó fusilar a muchos de aquellos oficiales y soldados que se desbandaron en Kurusu. Sin embargo, se puede recuperar con una eficiente instrucción.
NOTA. En la batalla de Kurusu, las tropas vieron cómo poderosa fuerza aliada atravesaban la laguna que protegía el flanco izquierdo y se dirigían hacia la retaguardia de los defensores.
Los combatientes de todos los ejércitos, sean generales, jefes, oficiales subalternos y tropas sueñan en sobrevivir para volver al lado de la mujer que ama, besar a los hijos y abrazar a los padres. ¡No tienen sueño más grande!
Las retiradas más famosas de los ejércitos registradas por la historia militar. Los británicos liderados por el almirante (piratas) Francis Drake, de La Coruña, España (1566), Washington desde Nueva York, Jenofonte desde Cunaxa (Persia), Quinto Fabio ante Aníbal, Kutuzoff ante Napoleón, Napoleón e Hitler de Moscú y la desastrosa retirada de López desde Humaitá a Cerro Corá.
Las tropas. Las tropas del primer ejército paraguayo eran combatientes endurecidos, dispuestos a arriesgar sus vidas para cumplir la misión. Cada unidad de todas las armas (infantería, caballería, artillería, etc., es como un edificio en el que cada piedra y cada ladrillo contribuye a la solidez del conjunto. Resulta interesante y revelador preguntar qué motiva a las tropas en un momento determinado, qué da a los hombres la voluntad de luchar y arriesgar la vida. En el caso de los espartanos hubo dos motivos principales: la supervivencia y el beneficio. El patriotismo no representaba ningún papel; la lealtad a sus líderes era secundaria, en el sentido de que sólo le otorgaba si les ayudaban a sobrevivir y les mostraban dónde se podía conseguir botín; el honor guardaba escasa relación con todo ello, pues los soldados tenían asuntos más penosos y urgente por los que preocuparse que unos conceptos abstractos. Es evidente que los griegos valoraban más el producto del saqueo que el honor. Un hecho desagradable de la guerra es que los soldados al entrar en una ciudad violan mujeres y se apoderan de todo lo que encuentran, causando devastación; si no tienen a mano un objetivo más sustancioso, roban objetos de los cadáveres de los caídos en batalla, tanto amigos como enemigos. Todos los ejércitos se dedican al pillaje.
En la batalla de Curupayty se saqueó masivamente a los cadáveres, el mismo mariscal López mandó tropas para saquear a los muertos y heridos de los aliados. Recogieron abundantes libras esterlinas, pues, como las tropas brasileras percibían sus salarios en esa moneda, y en víspera de la batalla los habían recibidos; y como no tenían otro lugar donde guardar sino en la mochila. Los miles de libras esterlinas recogidas fueron a parar en la cartera de madame Lynch, única persona autorizada por López para poseer monedas extranjeras. Sin duda, son muy hábiles nuestro general en jefe y la Lynch para enriquecerse a costa de la guerra. Las tropas paraguayas perdían la vida en la guerra no en defensa de la patria, sino por algo que no valía la pena: la codicia insensata del mariscal López y su amante.
NOTA. Batalla de Curupayty (22 de setiembre de 1866), aplastante victoria paraguaya. Las bajas enemigas fueron alrededor de 4.500 hombres, en tanto las paraguayas fueron apenas 250, según Resquín señala en su obra.
Una de las peculiaridades del mariscal López era, mientras sus tropas desafiaban a la muerte, él se mantenía cómodamente en su cuartel general. Las tropas van a la guerra obligadas por la ley y el gobierno; y en las batallas luchan no tanto por la patria ni el honor, conceptos abstractos que no entienden, sino para sobrevivir, para ello debe matar al enemigo que también trata de matarlo.
En las batallas las tropas cobran ánimo y esfuerzo cuando sienten que el general en jefe se encuentra cerca de ellos con su reserva. Aquí cabe preguntar, ¿dónde se encontraba el mariscal López durante las campañas ofensivas de Uruguayana y Corrientes, y durante las batallas de Estero Bellaco, Tujutî y Curupayty?
Las tropas disciplinadas y bien adiestradas pelean con gran espíritu de lucha, aunque la muerte les ronda constantemente. Porque saben que para salir con vida es preciso matar al enemigo que también le quiere matar. El campo de batalla es campo de muerte en cualquier circunstancia, y donde los soldados se sienten encerrados y sin opciones. Deben matar al enemigo o sufrirán las consecuencias; por lo tanto, lucharán como si fueran que están con la espalda contra la pared con la espada empuñada, y donde hay que pelear como demonio de Tasmania para salir vivo.
NOTA. El demonio de Tasmania (isla de Australia) es de tamaño de un tigrillo, pesa alrededor de ocho kilogramos., pero robusto, fuerte y fiero. Tiene la mordida más dura que los otros animales mamíferos. Es el marsupial (tiene una bolsa para llevar las crías como el canguro) carnívoro más grande. Puede correr veinticinco kilómetros por hora para atrapar una presa.
Por todo esto, la instrucción militar en tiempo de paz es severa, porque debe ser severa. Durante las guerras de la Triple Alianza y del Chaco, en las fortificaciones excavadas en los suelos de Itapirú, Sauce, Curuzú y Curupayty, y en los de Toledo, Nanawa y Gondra en la guerra del Chaco, y que se extendían por kilómetros por los cañadones y bosques espinosos tras una maraña de abatidas y alambradas. Para miles de soldados paraguayos eran cotidianos vivir en aquellas trincheras rebosantes de barros y de ratas, y hediondos de la basura, acosados por insectos, el hambre o la sed. Sin embargo, estuvieron firmes e imperturbables en el puesto. Cuando el enemigo atacaba, los soldados saltaban de sus trincheras y se enfrentaban con el huracán de fuegos de artillería, tanques, lanzallamas y ametralladoras. Pero la mayor parte del tiempo se quedaba inmóvil en aquellos lugares mientras las enfermedades y el tedio se extendían en sus filas.
La instrucción militar es riguroso e inflexible, porque el soldado es el elemento principal del combate. Se impone al adversario por medio del fuego y movimiento; pero solo el soldado arrastrado por tenientes y suboficiales, y empujados por los capitanes vence su última resistencia. El soldado soporta el peso principal del combate y sufre los más grandes sacrificios, pero es a él a quien corresponde mayor gloria. Por consiguiente, es preciso que el soldado cultive su natural instinto para la lucha; sus acciones deben estar dominadas por un solo pensamiento: adelante contra el enemigo, cueste lo que cueste porque vencer es avanzar. Esto exige un alto valor por parte de las tropas: consolidar y acrecentarlo constituye la tarea esencial de la instrucción del tiempo de paz. Una división bien adiestrada, bien conducida y animada por la voluntad de vencer, tiene probabilidades de éxito hasta en difíciles condiciones, y aun contra un enemigo numéricamente superior.
La guerra exige una disciplina férrea y la intervención de todas las fuerzas. El combate requiere de una manera especial la actuación de comandantes reflexivos y educados en la iniciativa, así como soldados capaces de vencer aun después de la caída de sus jefes. Por estas razones, la disciplina debe predominar como soberana, y puesto que ella solo puede conseguirse a través de la costumbre de obedecer al superior y saber cumplir las órdenes. Esto, sin coartar la iniciativa que es esencial, especialmente, en las batallas ofensivas.
A continuación, transcribimos un trecho de un poema con el título de “Oración de un padre”, del general norteamericano Douglas Mac Artur, ex comandante en jefe de las fuerzas aliadas en el Pacífico, derrotó a Japón en la Segunda Guerra Mundial y dirigió las fuerzas de las ONU en Corea, y que dice así:
¡Oh Dios Todopoderoso!
¡Dame un Hijo, que nunca doble la espalda cuando debe erguir el pecho;
Un hijo que sepa conocerte a ti y a conocerse a sí mismo,
que es la piedra fundamental de todo conocimiento!
Conduce, te lo ruego, no por el camino cómodo sino por el camino áspero
Aguijoneado por las dificultades.
Allí déjale aprender a sostenerse firme en la tempestad.
Y a sentir compasión por los que fallan.
Entonces, yo, su padre, me atreveré a murmurar
NO HE VIVIDO EN VANO.
En primera línea de combate están siempre las mejores tropas que saben soportar el griterío del enemigo, el rugir de los morteros y cañones, y las balas que zumban rozando el casco. El filósofo Séneca, escribe «Aunque te veas acosado y apremiado, es vergonzoso retroceder: La nación te has encargado la defensa de un lugar ¿Me preguntas cuál? ¡EL DEL HOMBRE!».
Luque, 14-04-2021.





COMENTARIOS SOBRE LA GUERRA DEL PARAGUAY (1864 -1870)
¿Epopeya o destrucción?
CAPÍTULO XXI. LA MUJER PARAGUAYA Y LA GUERRA.
Un ejército de ochenta mil hombres, el más numeroso de América Latina, a cuya cabeza figuraba un general incompetente en el arte de la guerra, y para peor con extremado orgullo inspirado en un alto concepto de sus propios méritos y como todo dictador, con excesivo deseo de ser alabado. Los historiadores nacionalistas paraguayos que refieren las campañas de Corrientes y Uruguayana, sostienen que no pasó inadvertido a López el peligro que entrañaba el internarse en los territorios de Brasil y Argentina, y que por ello ordenó que las dos columnas de invasiones se detuvieran, una en Uruguayana (Río Grande del Sur-Brasil) orilla izquierda del río Uruguay, y la otra en Goya, orilla derecha del caudaloso río Paraná, desplegado a lo largo del río Santa Lucía.
El ejército de un país que invade territorio vecino y se detiene en la frontera, en vez de avanzar rápido como el rayo hacia la ciudad capital, demuestra debilidad, y peor aún, indecisión; por tanto, se expone a ser destruido o rechazado. Los historiadores argentinos y brasileros por su parte, sostienen que, desde el principio de la invasión del ejército de López a sus respectivos territorios, la estrategia de los generales aliados se redujo a dejar avanzar a ambas columnas paraguayas, alejarlas de su base, atraerlas a lugares escogidos por ellos, y allí destruirlas.
Perdida la guerra con los fracasos de las campañas ofensivas, más la batalla fluvial de Riachuelo, y las de Estero Bellaco, Tujutî y Kurusu; además la aniquilación del segundo ejército en la campaña de Villeta; sin deliberar López resolvió continuar oponiendo resistencia al enemigo hasta el extermino de la nación. Tenía la convicción que no podía permanecer en territorio paraguayo, porque más temprano que tarde tendría que rendir cuenta por su malograda aventura épica, y por las crueldades llevadas a cabo contra sus compatriotas, diplomáticos y ciudadanos extranjeros. Esta es la razón de su empecinado esfuerzo por llegar a Corumbá y en este lugar cruzar el río Paraguay para irse a Bolivia, y de allí a París, Francia.
A la afligida mujer paraguaya no le quedaba otra cosa que lamentar que sus maridos, hijos y hermanos hayan quedado en tan mala mano. La mezquina vanidad del mariscal López le hacía rechazar las proposiciones de paz planteadas por varias potencias extranjeras a través de sus respectivos diplomáticos, así como los mismos aliados para terminar la guerra, a pesar del estado de sus tropas que inspiraba profunda piedad y delataba un constante maltrato. Entre los que trataron lograr la paz está Mr. Gould, que practicó, en nombre del gobierno británico, amistosas diligencias en pro de la paz. Mr. Gould primero se entrevistó con López y juntos levantaron una serie de condiciones. Gould marcha al campamento de los aliados y presenta las condiciones, aprobados por el mismo mariscal López. Consultados con sus respectivos gobiernos, estos indican que sobre esas bases es posible empezar las negociaciones. Con gran entusiasmo Mr. Gould se dirige a Paso Puku para comunicar a López la buena noticia. El mariscal López no tuvo ni siquiera la cortesía de recibirlo. Furioso el diplomático británico se retiró, y regresó a la sede de sus funciones, Buenos Aires, de donde comunica a su gobierno el fracaso de su mediación.
La penosa situación de las mujeres paraguayas, principalmente las que caen prisioneras en mano del enemigo habrán sido espantosa. En las batallas de Avay trescientas mujeres quedaron en poder del enemigo, también fueron tomadas prisioneras centenares de mujeres en Angostura, Pirivevýi y Acosta Ñu. Estos hechos le hacían experimentar a las mujeres paraguayas escalofrío de terror en sus orgullos, y palidecían de cólera bien reprimida, porque eran impotentes ante la orden recibida de acompañar a las divisiones en las operaciones ofensivas -desempeñando el papel de mula-, transportando víveres, municiones y empujando cañones. Asimismo, eran colocadas por López no en la retaguardia sino en el área de defensa.
La mujer paraguaya no es una Juana de Arco ni María Pita ni una amazona o mujer guerrera como pretenden los nacionalistas. Estuvieron en los campos de batalla por orden de López, a pesar de que ya estaba perdida la guerra, pero desgraciadamente no el orgullo sustentado en un alto concepto de sus propios “méritos” y, con un deseo excesivo de ser respetado, admirado y temido. Tal era la suerte invariable, no sólo de la mujer paraguaya, sino también de todos los habitantes del Paraguay. En San Estanislao, en el rostro del teniente de caballería Aquino, seguramente, se reflejó el sentimiento de todos los paraguayos que con una resolución inquebrantable y admirable altivez, respondió a la pregunta de López ¿por qué quería asesinarme?, de este modo: «matarle no es un asesinato señor, sino un deber, porque usted ya ha matado demasiado».
NOTA. María Pita, heroína española, animó a las tropas dando el ejemplo en la defensa de La Coruña contra la invasión de las tropas británicas conducida por Francis Drake, alrededor de 1566.
Las mujeres paraguayas soportaron con resignación y grandeza estoica la tarea asignada a ellas durante toda la guerra. Sin embargo, cada vez que recibían la noticia de la muerte de un familiar, un dolor intenso se apoderaba de ellas ante la irreparable pérdida, pero solo en privado podía desahogar sus penas y no lamentarse en público, porque el mariscal López había prohibido mostrar aflicción por las muertes de sus seres queridos. Y como todo el mundo sabe, una desobediencia a cualquier disposición de López por más extravagante sea, él le aplicaba sin piedad la tortura y luego lo mandaba fusilar.
Por todo esto, mueve a risa el siguiente hecho de la pareja López-Lynch: estando López en San Fernando, envió a madame Lynch junto al embajador de los EE. UU Mr. Washburn, para instarle a devolver los documentos del archivo que fueron entregados por Berges al embajador norteamericano, y confiese su participación en la conspiración contra el mariscal López. Madame Lynch le dijo a Washburn: «que tenía que confesarlo todo; que José Berges había declarado positivamente, que los papeles habían sido depositados en su poder; que debía entregarlos, y “tener fe en la piedad y generosidad del Mariscal, que se complacía en perdonar a pecadores arrepentidos”» (Masterman, obra citada, Pág. 215. Lo que realmente el embajador recibió del exministro de Relaciones Exteriores José Berges, a la sazón en San Fernando donde sufría terribles torturas para confesar que Mr. Washburn era el líder de la conspiración contra el gobierno de López, era un paquete que contenía, no documentos, sino billetes. Pasemos a hablar de tres grupos de mujeres:
1) Las Destinadas. Alrededor de dos mil mujeres conocidas como “Las Destinadas”, eran confinadas en varios sucesivos lugares, que con sus hijos menores de once años de edad eran trasladadas de un campo de concentración a otra, cada vez que se le antojaba al mariscal López. Primero fueron ubicadas en Cordillera, luego en Yhú y de aquí fueron llevadas al lugar más inhóspito: Espadín, ubicado allende la cordillera de Amambay donde murieron de hambre decenas de niños, entre ellos dos hermanitos de Juan E. O’Leary. Algunas destinadas contaron sus desgarradoras historias reales de cómo López jugó, no sólo contra ellas sino también contra sus pequeños hijos. No le bastaba asesinar a sus maridos sino cual monstruo insaciable quería más y más, entonces a las esposas de los fusilados por su orden, los destinaba lejos de Asunción, apropiándose López de los bienes de todas ellas. De este modo, a las mujeres más distinguidas del país, el héroe por decreto las aglomeraba al mejor estilo del despreciable Hitler contra los judíos en campos de concentración.
Un hecho es siempre consecuencia de otro u otros hechos, mientras Paraguay se encontraba sumergido en una crisis total, estando tropas brasileras acampadas en Curuguaty, el teniente coronel de caballería brasilero Antonio José de Moura, con anuencia de su comandante, partió de Curuguaty a la cabeza de su regimiento para Espadín con el propósito de rescatar a su hermana con dos hijas que allí se encontraban. El 25 de diciembre de 1869 al amanecer, el intrépido militar brasilero llegó al inhóspito lugar y rescató a 2.300 mujeres y niños que allí se encontraban por orden del máximo héroe sin parangón. Hay que ser un maldito bastardo para jugar con la vida de tantas mujeres y sus pequeños hijos. López era un ignorante presuntuoso, ordenaba el asesinato de sus compatriotas sin razón alguna; su régimen dictatorial fue el más maligno entre los dictadores paraguayos de todos los tiempos. Él fue el Calígula paraguayo Por todo esto, la historia del mariscal López no es nada inspiradora para ser emulada y menos para denominarlo “héroe sin parangón” porque defendió la patria, porque él ¡no la defendió sino la destruyó!
El capitán de navío Domingo Antonio Ortiz, como los demás marinos, después de la batalla fluvial de Riachuelo había pasado a actuar en unidades de artillería del ejército, y en la posguerra fue designado jefe de la comisión de límites de Paraguay-Brasil. En cumplimiento de su función estuvo en Espadín, y en su informe al ministerio de Relaciones Exteriores, consignó lo que él contempló en el inhóspito lugar. He aquí un fragmento de su informe transcripto de la obra de Guido Rodríguez Alcalá, “Residentas, destinadas y traidoras”, en la introducción a la obra, Pág. 5.
«El 22 de octubre de 1873, tuve ocasión de visitar el ex campo de concentración de las destinadas en Espadín, horrible necrópolis, donde los numerosos vestigios de las víctimas infelices que allí gemían entre el hambre y la miseria, sufriendo atroces tormentos, afligen profundamente el ánimo más frío e insensible... Numerosos cráneos y huesos humanos se veían en el área».
NOTA 1. Calígula, Cayo César Germánico, (12-41 d. J.C.), emperador romano (37-41). Era hijo del general Germánico muy estimado y enaltecido por los romanos. Afectado por una enfermedad mental, gobernó tiránicamente, mandó asesinar a muchas personas, murió asesinado.
Una lista de 210 mujeres -de los más de dos mil que fueron rescatadas de Espadín por tropas brasileras se puede leer en “Residentas, destinadas y traidoras”, páginas 49 y 50, compilado por el reputado intelectual e historiador paraguayo, Guido Rodríguez Alcalá.
2) Las Residentas. Las que siguieron, obligadas la mayoría y voluntarias las demás, marchaban penosamente siguiendo, no a López sino a sus maridos, padres, hijos, hermanos o nietos; pues, no podían soportar la aflicción de no saber la suerte que le deparaba a sus seres queridos.
3) Las mujeres sobrevivientes y los legionarios. Legionarios eran denominados despectivamente por los veneradores de López a aquellos que lucharon con valentía, abnegación y patriotismo contra las dictaduras del Dr. Francia y de los López. Representaron a los intelectuales sobrevivientes e impidieron que los aliados se extralimitaran en sus demandas de compensación de guerra. Estos fueron en la posguerra los grandes protagonistas con las mujeres sobrevivientes, los verdaderos artífices en la ardua tarea de la reconstrucción nacional y en defensa de la integridad territorial. La fundación de un Estado paraguayo moderno sustentado en la bella Constitución de 1870, fue obra de aquellos varones y mujeres templados como el acero toledano.
Las destinadas y legionarios algún día, cuando un gobierno nacional y el pueblo desean hacer justicia, deberán ser honrados, galardonados y recordados como fuente de inspiración de valor, abnegación y verdadero patriotismo; tal como fueron reconocidos, con todo mérito, como héroes de la nación a todos aquellos que, exponiendo su libertad y su vida, lucharon tenazmente hasta poner fin en 1989 a la postrera dictadura. Algunos nombres que lucharon contra la última dictadura para traer la democracia, y con todo mérito fueron galardonados por el Congreso Nacional: Sandino Gill Oporto, Waldino Ramón Lovera, Hermes Rafael Saguier (Rambo), Miguel Ábdón Saguier, Miguel Ángel Aquino, etc. Ellos nos han mostrado el verdadero patriotismo, no solo con palabras y discursos sino con sus testimonios de vida, con su actuar cotidiano con sus luchas al arriesgar sus libertades, sus vidas y la implacable persecución a sus respectivas familias por desterrar la dictadura y traer la democracia a nuestra nación.
Los lopistas jamás dejan de asombrarnos. La pasión, el egoísmo y el fanatismo son males de la sociedad muy difícil de extirpar, pero aun así es preciso luchar contra esos males empleando como arma la educación moral y la verdad; entre otras cosas, porque ellos constituyen constante amenazas a la democracia.
Ponemos fin a este capítulo, recordando a las autoridades nacionales que el 1º de marzo ha sido señalado como “día de los héroes”, y no sólo de exaltación del héroe por decreto. Pensamos, para hacer justicia que aún falta designar una fecha como día de “conmemoración de las víctimas del mariscal López” antes y durante la guerra que de modo insensato López desató. Las madres de las 250.000 víctimas siguen esperando justicia en sus respectivos sepulcros.
Luque,15-04-2021.





COMENTARIOS SOBRE LA GUERRA DEL PARAGUAY (1864 -1870)
¿Epopeya o destrucción?
CAPÍTULO XXII. LA OBEDIENCIA DEBIDA
Determinar los requisitos de la obediencia debida no es fácil para los que no somos versados en derecho, porque es una tarea compleja, pues varios de ellos dependen de la naturaleza que se le atribuye. No obstante, hemos aprendidos de “El Leviatán” de Thomas Hobbes algunos razonamientos sobre las leyes. En cualquier caso y de modo general, podemos señalar, tocante a la obediencia debida, los siguientes:
En un sistema democrático no tiene lugar liberar a uno de culpa por razón de la obediencia debida; sin embargo, es la regla de juego en un sistema autoritario, donde rige: quien manda u ordena una cosa debe ser cumplida, aunque infrinja la ley, y el que cumple no tiene responsabilidad por cumplirla. Lo que no ocurre en el sistema democrático constitucional en el que prima el cumplimiento de la ley, de la que proviene toda autoridad, y no es posible ocultarse detrás de una orden para violar una ley y no tener responsabilidad: «nadie está por encima de la ley porque todos somos iguales ante la ley». En la dictadura del mariscal López, estaba sobreentendida la existencia de la obediencia debida, lo que significa que el subordinado debe cumplir todo lo ordenado y no tiene derecho a deliberar; es decir, a examinar lo pro y lo contra la orden antes de ejecutar, porque no es responsable por lo que realiza. Esto está fortalecido por el miedo visceral impuesto al pueblo paraguayo por los dictadores Francia, Carlos A. López y el general Solano López. Durante la dictadura de este último se hizo terrorífico y hasta ahora nos cuesta desprendernos del pánico a los dictadores y sus secuaces; y a cualquier autoridad de cualquier nivel, principalmente en el interior del país.
En los países regidos por el sistema democrático se pone de manifiesto que el sistema que se sigue es el de la obediencia legal, esto es, hay obligación de obedecer al superior en relación con toda orden que se encuentre de acuerdo con el ordenamiento jurídico, y hay obligación de desobedecer toda orden contraria a la ley. En definitiva, desde 1989, fin de la dictadura, ya no caben en el Paraguay la obligación de cumplir cualquier orden superior que vaya contra la ley o el derecho.
En las fuerzas armadas, la situación entre el jefe que da la orden y el subordinado que la obedece, está establecida en la ley del “Estatuto del personal militar”. La orden debe ser formal: la misión debe provenir de un superior y cumplir con las formalidades establecidas. El subordinado debe cumplir obligatoriamente la orden, pero sin ser forzado por la fuerza o violencia para ejecutarla, porque de lo contrario podrá ser considerada como circunstancia eximente por actuar bajo coacción.
La existencia de obediencia debida como sistema de mando del mariscal López, ha sido seriamente cuestionada por los historiadores, porque tendía a la implantación de un sistema de sujeción ciega a las órdenes del jefe de Estado y comandante en jefe de la fuerza militar. En otras palabras, López acostumbraba a los subordinados a obedecer sin mayores objeciones ni considerar las consecuencias penales de las órdenes dadas porque, al fin y al cabo, como todo dictador, el mariscal López se hallaba por encima de la ley.
El origen de la obediencia debida hay que situar en la época en que el principio de autoridad constituía la base de convivencia en Paraguay a partir del Congreso del 1 de junio de 1815 que nombró al Dr. Francia dictador perpetuo de la República con calidad de ser sin ejemplar. El Congreso se reuniría en adelante «cada vez y cuando el dictador lo halle necesario». De este modo, el Dr. Francia se atribuye el poder absoluto. Recién con la instauración de una Constitución liberal en 1870, obra de los “legionarios”, empezó a regir en Paraguay el estado de derecho, es decir el imperio de la ley; que, ante conflicto entre autoridad y legalidad, siempre ha de primar la legalidad. Por carecer de una constitución liberal el mariscal López podía determinar a su antojo, en cada caso, la aplicación de las penas. Es decir, todo dependía de su conciencia, pues él era la Constitución.
Recién al finalizar la segunda guerra mundial, al afrontar el juzgamiento de los crímenes de lesa humanidad cometidos durante aquella guerra, los aliados se percataron del riesgo de que estos crímenes de guerra quedaran impune. Por ello y con el fin de impedir tal resultado, en el Estatuto del Tribunal Militar Internacional que creó el Tribunal de Núremberg en 1945, estableció en su artículo 8: «El hecho de que el Acusado actuara obedeciendo órdenes de su gobierno o de un superior no le exonerará de responsabilidad, pero podrá considerarse un atenuante al determinar la condena si el Tribunal estima que la justicia así lo exige».
Referente al Suceso de San Fernando; el mariscal López, como dictador ejercía ilimitadas facultades e imponía la obediencia absoluta. Por lo tanto, cada orden que daba, su cumplimiento era de «imperativo categórico o mandamiento moral incondicionado que conlleva su propio fin» (Kant). En virtud de ésta, el subordinado está obligado a cumplir las órdenes lícitas e ilícitas que él impartía. El hecho de que los fiscales hayan obrado según instrucciones suyas, de ningún modo el gobierno provisorio instalado el 15 de agosto de 1869 debió liberarlos a los fiscales de culpa y de la responsabilidad en las malas acciones contra la religión natural, porque el hecho de haber actuado bajo órdenes superiores no podía haberlo eximido de la responsabilidad penal correspondiente a los terribles fiscales; pero podría ser motivo de disminución de la pena si los jueces de las causas consideran justa.
Los más feroces fiscales de San Fernando eran los sacerdotes Fidel Maíz y Justo Román, así como el mayor Germán Serrano. Estos fiscales, al menos podían tener como consuelo, si no mostraban ser despiadados con los presos sin más podían perder la vida. Es decir, solo actuaban de aquel modo para no pasar de fiscal a ser un preso más. Los citados fiscales, suponemos, en contra de sus conciencias se mostraban bárbaramente crueles con los presos a sabiendas que eran inocentes, porque sus vidas también estaban en juego; por lo tanto, ¿qué más podían hacer para evitar que López los destituyan y los manden torturar y luego ejecutarlos, como hizo con el talentoso capitán de artillería Adolfo Saguier que pasó de fiscal a ser considerado “conspirador” que por milagro se salvó del fusilamiento en Lomas Valentinas? Tal vez Dios le ayudó a Saguier para poner a conocimiento del mundo lo que él vio y sufrió como preso del héroe por decreto.
NOTA. En el último capítulo: “LAS ATROCIDADES DEL MARISCAL LÓPEZ”, transcribimos la narración de Adolfo Saguier que apareció en “La Nación Argentina”, diario que se publica en Buenos Aires, el 15 de enero de 1869. Al diario de marras el capitán Saguier ha suministró detalles sobre los actos de barbarie perpetrados por F. S. López.
Conforme a la razón que nos obliga reconocer a favor del gobierno de la posguerra que, tal vez, debido a que la obediencia absoluta no se encuentra contemplada en la legislación paraguaya, a excepción de la ley de “Las Siete Partida” aplicada con todo rigor por el mariscal López para ajusticiar a los miles de paraguayos y extranjeros durante la apocalíptica guerra de 1864-1870. Consecuentemente, en aquel entonces, en el Paraguay estaba vigente lo que se conoce como la obediencia ciega, aquella en que el subordinado carece de la facultad de suspender o deliberar sobre la orden recibida. Vale decir, debe ejecutar sin vacilar toda orden recibida. Este era el estilo que impuso el mariscal López durante toda la guerra que costó la vida a más de dos mil inocentes en San Fernando y Villeta. Sin embargo, va contra la ley de naturaleza que prohíbe someter a suplicio exagerado que López practicó antes de hacerlos ejecutar por una conspiración contra su gobierno que nunca existió. El subordinado que recibió la orden y la cumplió, se lo exime de toda responsabilidad penal. Por consiguiente, los liberados de culpa son eximidos de responsabilidad criminal por delitos cometidos en el cumplimiento de una orden de un superior jerárquico. Actualmente, es un principio universalmente aceptado el Derecho que, lo que está ordenado no puede estar al mismo tiempo prohibido, y viceversa, lo prohibido no puede ser ordenado. A partir de este importante disposición, en el Derecho internacional no se reconoce a la obediencia debida como eximente de responsabilidad penal.
En la “Declaración sobre la Protección de Todas las Personas contra la Tortura y Otros Tratos o Penas Crueles, Inhumanos o Degradantes” de la Organización de las Naciones Unidas (O.N.U) en los artículos 5º y 6° de fecha 9 de diciembre de 1975, y adoptada por la Asamblea General en su resolución 3.452 impone:
Artículo 5. «En el adiestramiento de la policía y otros funcionarios públicos responsables de las personas privadas de su libertad se asegurará que se tenga plenamente en cuenta la prohibición de la tortura u otros tratos o penas crueles, inhumanos o degradantes. Esta prohibición incluirá, asimismo, en su caso, en las normas o instrucciones generales que se publiquen en relación con los deberes y funciones de cualquier encargado de la custodia o trato de dichas personas».
Artículo 6. «Todo Estado examinará periódicamente los métodos de interrogatorio y las disposiciones para la custodia y trato de las personas privadas de su libertad en su territorio, a fin de prevenir todo caso de tortura u otros tratos o penas crueles, Inhumanos o degradantes».
Asimismo, el Código de conducta de los funcionarios encargados de hacer cumplir la ley de la O. N.U del 17 de diciembre de 1979; también, la Convención contra la Tortura y Otros Tratos o Penas Crueles, Inhumanos o Degradantes (artículo 2.3), no podrá invocarse una orden de un funcionario superior o de una autoridad pública como justificación de la tortura (10 de diciembre de 1984).
La Convención Interamericana del 9 de diciembre de 1985, para prevenir y sancionar la tortura dispone el exacto cumplimiento de los dispuestos por la O.N.U en los artículos 5 y 6; añadiendo el Artículo 4º que impone: «el hecho de haber actuado bajo órdenes superiores no exime de la responsabilidad penal correspondiente».
El Pleno de la Sala de lo Militar del Tribunal Supremo español dictó con fecha 22 de marzo de 2018 una sentencia rechazando «que en el ámbito militar la obediencia debida pueda ser considerada como causa de exclusión de la responsabilidad. Razona el Tribunal Supremo que en un sistema democrático no resulta aceptable el postulado de la obediencia debida cuando es la Ley, precisamente, la fuente de toda autoridad y, por ende, nadie puede situarse en un plano superior a la misma. Existe, por tanto, y sin perjuicio de una obediencia jerárquica, ante todo una obediencia legal, habiendo obligación de obedecer al superior en relación con toda orden que se encuentre de acuerdo con el ordenamiento jurídico y, correlativamente hay obligación de desobedecer toda orden contraria el ordenamiento jurídico».
Finalmente, digamos los siguientes sobre la dictadura:
Con su omnipotente fuerza, al mariscal López le fue fácil aplastar en nombre de la defensa nacional la libertad de los ciudadanos. ¿Qué derecho tenía él sobre los ciudadanos paraguayos para mandarlos a luchar contra otros países y emplear sus vidas y sus bienes sin preguntar al pueblo o a sus representantes para hacer la guerra? Como dictador, a él le bastó sacar un decreto ordenando la movilización general para que todos los varones del país, sin excepción, se presenten en los campamentos para recibir instrucción militar; sin preguntar al pueblo o a sus representantes para hacer la guerra.
Durante las dictaduras del Dr. Francia y los López, o sea por 56 años, algunos pocos compatriotas se habrán preguntado ¿qué posibilidades hay de organizar una resistencia contra la dictadura? ¿Qué modo de resistencia le opondría la población, especialmente aquellos que están contra la dictadura? Escudriñando este asunto, y haciendo un análisis caracterológico sobre la personalidad autoritaria, vale decir, sobre aquellos ciudadanos propenso a doblegarse pero al mismo tiempo el dominar; análogo a la bicicleta, que pisa a los de abajo pero dócil a los de arriba, pues estas dos cosas van juntas, y una complementa la otra en oposición al carácter democrático que protesta contra el dominar y ser dominado, por tanto, estimado como una necesidad de que se luche por la igualdad y la dignidad del hombre.
Si queremos ser justo, a los dictadores hay que juzgarlos con el mismo criterio, porque es contradicción detestar a uno y venerar a los otros. Para ser más claro, muchos compatriotas desde 1989 muestran aborrecimiento a Stroessner; sin embargo, los venera no sólo al Dr. Francia, Carlos A. López y al más feroz dictador de todos ellos que desató sobre la nación paraguaya tormenta y pasión: el mariscal F. S. López.
Luque, 16-04-2021.





COMENTARIOS SOBRE LA GUERRA DEL PARAGUAY (1864 -1870)
¿Epopeya o destrucción?
CAPÍTULO XXIII. EL DERECHO DE GENTES.
Este capítulo es un extracto de la obra de Inmanuel Kant “La Metafísica de las Costumbres”. Editorial Tecnos. S.A., 1999, Madrid-España. Págs. 181 al 191, con algunas adaptaciones que no alteran los conceptos del celebrado pensador teutón. Kant es un filósofo alemán (1724-1804), es considerado como el exponente máximo de una filosofía ilustrada que ha pensado como base de la razón práctica la razón técnica. Su filosofía, influida por David Hume (británico) y Jean-Jacques Rousseau (filósofo suizo), intenta responder las cuestiones: ¿Qué puedo saber?; ¿Qué debo hacer? ¿Qué puedo esperar? Y sitúa la razón en el centro del mundo.
Escribió, «No es el conocimiento teórico ni la habilidad técnica lo que confiere un valor especial a los hombres, sino la razón práctica, expresada en la idea central del sistema todo: la idea de libertad. Porque los hombres son capaces de crear leyes propias, porque son capaces de moral, derecho, política y religión, tienen dignidad y no precio. Vivir en el estado de naturaleza -como los aborígenes de América en la época colonial-, es libertad sin ley, estos formaron pueblos, pero no Estado. El derecho de los Estados en su relación mutua es ahora el que tenemos que considerar bajo el nombre de gentes. Los elementos del derecho de gentes son los siguientes:
1) Los Estados considerados en su relación mutua externa como salvajes sin ley, se encuentran por naturaleza en un estado no jurídico;
2) Este estado es un estado de guerra donde prima el derecho del más fuerte, aunque no de guerra efectiva y de agresión efectiva permanente (hostilidad). Tal agresión, aunque por ella ninguna sufre injusticia por parte del otro, es en sí misma injusta en grado sumo, y los Estados que son vecinos entre sí están obligados a salir de semejante estado;
3) Es necesario un pacto de naciones, algo así como un contrato social originario de no inmiscuirse en sus conflictos domésticos, pero sí protegerse frente a los ataques de los enemigos exteriores;
4) Sin embargo, la confederación no debería contar con ningún poder soberano (como en una constitución civil), sino solo una federación; la confederación es una alianza que se puede rescindir en cualquier momento y que, por tanto, a de renovarse de tiempo en tiempo».
NOTA. La Federación es una agrupación de Estados, que constituye una unidad internacional distinta, superpuesta a los Estados miembros, y a la que pertenece exclusivamente la soberanía externa (EE. UU, República Federativa del Brasil, etc.). En tanto la confederación (Unión Europea) es la unión de estados soberanos que constituye una forma transitoria cuyo punto final consiste en su disolución cuando el fin ha sido logrado o en su transformación en Estado Federal. Como dice Kant, «la confederación es una alianza que se puede rescindir en cualquier momento y que, por tanto, a de renovarse de tiempo en tiempo».
«En el estado natural de los Estados, el derecho a la guerra es la forma lícita por la que un Estado por su propia fuerza reclama su derecho frente a otro cuando cree que éste le ha lesionado; porque en aquella situación no puede hacerse mediante un proceso como único medio de resolver las querellas como en el estado jurídico. Además de la primera agresión, que es distinta de la primera hostilidad, está la amenaza». Ésta consistió -en el caso de Paraguay-, en que Solano López haya iniciado un acelerado incremento de su fuerza militar desde que se apoderó del gobierno del país, lo cual da derecho a los vecinos a prevenirse ante el formidable aumento del poder militar del Paraguay. Éste aumento de poder militar constituye una amenaza a la región, simplemente por el mero hecho de contar con una tremenda potencia militar, aún antes de cualquier acción del más poderoso militarmente.
En el estado de naturaleza el ataque de López a la Argentina y el Brasil es legítimo, pero no en el estado jurídico. El aumento excesivo de los efectivos del ejército paraguayo bajo el gobierno de Solano López se puede tomar como un reto a los países vecinos. Una de las tonterías de López es creer que exhibiendo un ejército compuesto de numerosos hombres podía amilanar a los gobiernos de Brasil y Argentina, y de este modo imponer su voluntad en la región.
En lo que respecta a la agresión que López llevó a cabo contra aquellos dos países al invadir sus territorios sin declaración formal de guerra, estos países podían hacer uso de los derechos a la defensa propia ante la agresión del Jefe de Estado paraguayo. Es decir, ejercer el derecho de represalia ya que el gobierno de López no trató de resolver el conflicto por medios pacíficos. Atendiendo a la formalidad, el comienzo de la guerra por parte de López, sin previa declaración de guerra: porque si queremos encontrar un derecho en el estado de guerra, es preciso suponer algo semejante a un contrato, es decir, la aceptación de la declaración de guerra de la otra parte, de modo que ambos pretenden reivindicar su derecho de esta manera. En el derecho de gentes, el derecho durante la guerra es hacer la guerra siguiendo unos principios tales que, siguiéndolos, continúe siendo siempre posible salir de aquel estado de naturaleza de los Estados y entrar en un estado jurídico.
NOTA. López intentó justificar la invasión del territorio de Brasil sin declaración de guerra, de que en la Nota del 30 de agosto de 1864 dirigida al emperador Pedro II, se hallaba implícitamente la declaración de guerra. En tanto que la invasión de la provincia de la Argentina de Corrientes, aunque envió la nota de declaración de guerra al gobierno argentino por un teniente, pero inmediatamente empezó la invasión del territorio argentino.
Ninguna guerra entre Estados independientes puede ser una guerra punitiva. Porque el castigo sólo puede imponerse cuando hay una relación entre un superior y un subordinado, relación que no es la que existe entre los Estados. Pero tampoco puede ser una guerra de exterminio o una guerra de sometimiento, que significaría la aniquilación moral de un Estado. Para que esto no suceda, el gobierno, cuyo ejército perdió la batalla decisiva, debe aceptar las condiciones del vencedor para poner fin a los inútiles sacrificios del pueblo.
El gobierno del Paraguay que fue el agresor del Brasil y Argentina, a los agredidos se le permiten el uso de toda clase de medios de defensa, excepto, utilizar a sus propios súbditos o a extranjeros como espías, asesinos pagados, envenenadores o franco tiradores que acechan a los individuos en emboscadas como animales de presa. En otra palabra, usar aquellos medios perversos destruirían la confianza indispensable para instalar en el futuro una paz duradera. Durante la guerra está permitido imponer al enemigo vencido suministros y contribuciones, pero no saquear al pueblo, sino efectuar requisiciones a cambio de recibos.
El derecho después de la guerra, es decir, en el momento que se firma el tratado de paz, y atendiendo a sus consecuencias, consiste en que el vencedor, con objeto de llegar a un acuerdo con el vencido y lograr la paz como conclusión, pone las condiciones que suelen incluirse en los tratados. Sin embargo, en Jataity Corá no se pudo terminar la guerra porque el mariscal López insistía en poner condiciones. Vale decir, que el derrotado intenta poner condiciones al vencedor, esto es inaudito. La misma actitud adoptó López en Villeta, ante la intimación de los generales aliados para deponer las armas a pesar de haber quedado sin ejército. Esta actitud absurda del héroe por decreto, sus veneradores la consideran como acto heroico y digno de gloriar.
El derecho de paz consiste en:
1) estar en paz cuando hay guerra en la vecindad, o derecho de neutralidad. Lo que la Argentina intentó hasta que fue invadido su territorio por el ejército de López;
2) el poder asegurar la continuación de la paz concertada, es decir, el derecho de garantía;
3) el derecho a una alianza entre diversos Estados, para defenderse juntos contra todo posible ataque de un país vecino.
El derecho de un Estado frente a un enemigo injusto como lo fue López, es ilimitado, y como dice Kant, «el Estado perjudicado, no puede servirse de todos los medios, pero sí puede utilizar para mantener lo suyo los medios lícitos, en la medida que tenga fuerza para ello. Pero ¿qué es un enemigo injusto según los conceptos del derecho de gentes, en el que cada Estado es juez en su propia causa como ocurre en general en el estado de naturaleza? Es aquel enemigo cuya voluntad públicamente expresada (sea de palabra o de obra) denota una máxima según la cual, si se convirtiera en regla universal, sería imposible un estado de paz entre los pueblos y tendría que perpetuarse el estado de naturaleza. Este es el caso de la violación de los pactos públicos, de la que puede pensarse afecta a los intereses de todos los pueblos, cuya libertad se ve amenazada y que se sienten provocados de este modo a unirse contra tal desorden y a quitarle el poder para ello; pero no para repartirse el país, no para suprimir un Estado, ya que este significaría cometer una injusticia contra el pueblo, que no puede perder su derecho originario a unirse en una comunidad, sino para hacerles aceptar una nueva constitución que sea, por su naturaleza, contraria a la guerra»: la constitución de la República del Paraguay de 1870 es un buen ejemplo.
Felizmente, el 26 de junio de 1945, en San Francisco, California ha sido creada la Organización de las Naciones Unidas (O.N.U). Ella es la mayor organización que existe en estos momentos. Su objetivo principal es mantener la paz y seguridad internacional. Pretende fomentar la paz y la amistad entre distintas naciones, para lograr la cooperación internacional para la solución de los problemas globales. De hecho, la O.N.U, lo que pretende es mediar entre naciones para llegar a acuerdos y solucionar problemas.
Tiene su sede en New York y se rige por la carta de las Naciones Unidas que fue declarada el 24 de octubre de 1945.
Actualmente hay 193 Estados miembros que se reúnen para debatir y buscar soluciones a problemas actuales y acuciantes del mundo.
Los objetivos de esta organización son:
1) Su visión: un mundo en el que las personas puedan llevar una vida plena gracias a infraestructuras adecuadas y sostenibles, así como al uso eficiente y transparente de los recursos públicos en materia de adquisiciones y gestión de proyectos.
2) Ayudar a las personas a mejorar sus condiciones de vida y a los países a lograr la paz y un desarrollo sostenible. Para ello, se apoyan en los valores y principios de las Naciones Unidas, así como en la innovación, la determinación, la celeridad y la eficiencia de una institución autofinanciada.
3) Su trabajo se rige por los estándares internacionales más exigentes a la vez que respetan los contextos locales. Es su contribución para abordar los importantes desafíos del siglo XXI.
4) Proporcionan soluciones prácticas para ayudar a los asociados a salvar vidas, proteger a las personas y sus derechos y mejorar el mundo en el que estamos viviendo.
5) Aspiran a convertirse en líderes de los esfuerzos de orientación de las inversiones del sector privado hacia un impacto social y ambiental a la vez que abordan las inmensas necesidades en materia de desarrollo sostenible.
6) Son motivadas por la pasión por combatir las desigualdades y por ofrecer oportunidades para las personas más vulnerables. Esto significa que a menudo trabajan en los entornos más desafiantes, estableciendo los cimientos para que las comunidades puedan funcionar, y las personas puedan vivir con dignidad y ser respetada.
La gente de todo el mundo confía en la O.N.U porque se preocupa por lo que valoran y porque cumplen la promesa de actuar siempre al servicio de aquellos que lo necesitan. Está fundada en una constitución política indisoluble; sólo por la mediación de tal congreso puede realizarse la idea de un derecho público de gentes para resolver los conflictos de un modo civil, digamos por un proceso y no de una forma bárbara, mediante la guerra.
Luque, 17-04-2021.






COMENTARIO SOBRE LA GUERRA DEL PARAGUAY (1864-1870)
(¿Epopeya o Destrucción?)
Apéndice 5. Los Proverbios de Salomón.
El presente texto hemos transcrito de “La Biblia de las Américas”, algunos proverbios de Salomón, hijo de David, Rey de Israel:
«LOS PROPÓSITOS DE LOS PROVERBIOS. «Para aprender sabiduría e instrucción, para discernir dichos profundos, para recibir instrucción en sabia conducta, justicia, juicio y equidad; para dar a los simples, prudencias, a los jóvenes conocimiento y discreción. El sabio oirá y crecerá en conocimiento, y el inteligente adquirirá habilidad, para entender proverbio y metáfora, las palabras de los sabios y sus enigmas. El temor del Señor es el principio de la sabiduría; los necios desprecian la sabiduría y la instrucción.
«PELIGRO DE LAS MALAS COMPAÑÍAS. «Oye, hijo mío, la instrucción de tu padre, y no abandones la enseñanza de tu madre; porque guirnalda de gracia son para tu cabeza, y collares para tu cuello. Hijo mío, si los pecadores te quieren seducir, no consientas. Si dicen: “ven con nosotros, pongámonos en asechanza para derramar sangre, sin causa engañemos al inocente. Devorémoslos vivos como la serpiente, enteros, como los que descienden al abismo; hallaremos toda clase de preciadas riquezas, llenaremos nuestras casas de botín. Hecha tu suerte con nosotros, todos tendremos una bolsa”; hijo mío, no andes en el camino con ellos, aparta tu pie de su senda, porque sus pies corren hacia el mal, y a derramar sangre se apresuran. Porque es en vano tender la red ante los ojos de cualquier ave; pero ellos a su propia sangre asechan, tienden lazo a sus propias vidas. Tales son los caminos de todo el que se beneficia por la violencia: que quita la vida de sus poseedores.
HABLA LA SABIDURÍA. La sabiduría clama en la calle, en las plazas alza su voz; clama en las esquinas de las calles concurridas; a la entrada de las puertas de la ciudad pronuncia sus discursos. ¿Hasta cuándo, oh simples, amaréis la simpleza, y los burladores se deleitarán en hacer burla, y los necios aborrecerán el conocimiento? Volveos a mi reprensión: he aquí, derramaré mi espíritu sobre vosotros, os haré conocer mis palabras.
Porque he llamado y habéis rehusado oír, he extendido mi mano y nadie ha hecho caso; habéis desatendido todo consejo mío, y no habéis deseado mi reprensión. También yo me reiré de vuestra calamidad, me burlaré cuando sobrevenga lo que teméis. cuando venga como tormenta lo que teméis, y vuestra calamidad sobrevenga como torbellino, cuando vengan sobre vosotros tribulación y angustia. Entonces me invocarán, pero no responderé; me buscarán con diligencia, pero no me hallarán; porque odiaron el conocimiento, y no escogieron el temor del Señor, ni quisieron aceptar mi consejo, y despreciaron toda mi reprensión. Comerán del fruto de su conducta, y de sus propias artimañas se hartarán. Porque el desvío de los simples los matará, y la complacencia de los necios los destruirá. Pero el que me escucha vivirá seguro, y descansará, sin temor al mal. Dios ha dicho “nadie cargará con la carga ajena”».
Luque, 18-04-2021.





COMENTARIOS SOBRE LA GUERRA DEL PARAGUAY (1864 -1870)
¿Epopeya o Destrucción?
CAPÍTULO XXIII. LUCHEMOS POR LA VERDAD CONTRA LA MENTIRA.
Empecemos diciendo que la palabra es un requisito indispensable para la convivencia social, por lo tanto, hay que saber administrarla, pues es el arma más destructiva que el hombre puede usar; y según el uso que se la da, puede llevar en su seno sentimiento de odio, de envidia, de codicia y de engaño; o de paz, unidad y concordia. Hay vocablos utilizados constantemente por los lopistas, no como instrumento para decir la verdad sino cargados de falsedades y agravios, a gusto de las pasiones o intereses políticos o económicos del que los maneja. Su empleo exige gran responsabilidad, y por ello mismo mucho temen a la verdad.
La discordia generalmente proviene por mal usarla, como emplear expresiones que riñen y que no concuerdan con la mesura y respeto que es acreedor toda persona. Utilicemos nuestra inteligencia y nuestros conocimientos para explicar, y buenas razones para persuadir o refutar opiniones ajenas, y no para descalificar u ofender o desacreditar de modo peyorativo al autor de algún escrito. Nada se gana tratando de dañar al semejante con difamación o acusación falsa hecha maliciosamente. Una sociedad donde cada persona se cree con derecho a insultar a quien sea sin respetar edad, honra, investidura, ni dignidad ni reputación ni sabiduría, no puede caminar sino hacia el caos. Los insultos groseros no ayudan descubrir donde está la verdad.
Tenemos el deber de hablar con honradez y sinceridad a los compatriotas con mentes menos preparadas y menos capaces de discernimiento que, tantas veces a lo largo de nuestra historia han despertado en día de cada elección de autoridades, pleno de fe y ardoroso de esperanza; sin embargo, antes de un año, la vuelta a la realidad, descubren que de nuevo han sido privado de sus anhelo y esperanza de un Paraguay mejor.
La verdad implica amor y firmeza, por lo tanto, es un sinónimo de fuerza porque la fuerza nace de la verdad. «Cualquier cosa menos la mentira», proclamaba el rey Filipo, padre de Alejandro, a la nación de Macedonia.
Durante toda la vida jamás hemos dicho una sola mentira a nadie. Porque tenemos la convicción que la verdad es un absoluto; que la verdad es Dios y Dios es la verdad. Pero ocurre que hay hombres que niegan a Dios como los lopistas, que por sus pasiones y fanatismo por el mito mariscal López los llevan a negar implícitamente a Dios. Es preciso hacer un llamamiento a cada paraguayo para que exija la verdad sobre la guerra de 1864-1870 para poner fin a la manipulación de la historia de aquella guerra que no dejó otra cosa más que caos y destrucción.
Es algo trágico y grotesco a la vez, el hecho de que el jefe de estado que llevó al Paraguay a la ruina recibiera tantos honores en el aniversario del día de su muerte. ¿Qué estarán diciendo los 250.000 compatriotas que murieron por su culpa? ¿Tienen sentimientos aquellos que promueven tan injusto elogio? ¿Cuál fue la contribución de López para un Paraguay mejor, para que se lo considere en tan alto grado? ¿Porque defendió la patria y no se rindió? La verdad es que no sólo no defendió la patria, sino llevó la nación a la bancarrota, y la dejó en una situación calamitosa.
No estamos tratando de enseñar a los compatriotas el significado de ciudadano en una sociedad, sino que comprendieran lo que significa asumir resueltamente la condición de ciudadanos de la nación, desligadas de mitos y leyendas, y así aceptar la verdad de los sucedidos en el Paraguay en el terrible quinquenio de 1864-1870, para que sirva como ejemplo de lo malo para imposibilitar su repetición. Nuestra lucha es buscar la verdad y poner a conocimiento del pueblo para que la juzgue. Un hombre con una pizca de fe en Dios no pierde nunca la esperanza, porque cree en el triunfo de la verdad que tarde o temprano aparece, pero aparece.
Molesta la conciencia de la persona justa la falta a la verdad cuando todos sabemos que los profesores de historia –guiados por textos escolares de tendencias nacionalistas- por ignorancia o por fanático nacionalista siembran en la mente de los futuros ciudadanos la mentira que es el origen de la corrupción. De este modo pernicioso, confunden a los niños y jóvenes estudiantes sobre la historia de la guerra de la Triple Alianza.
Los intelectuales, profesores de historia y principalmente los historiadores, así como los compatriotas que razonan rectamente, tienen el deber de hablar al pueblo paraguayo del belicismo y de las crueldades de López contra sus compatriotas. Si queremos dar un mensaje al pueblo paraguayo, este debe ser el mensaje de la verdad.
En toda sociedad civilizada los ciudadanos tienen derecho a vivir en igualdad en derechos y obligaciones, y si poseen la facultad de pensar, tendrán la capacidad para distinguir entre el bien y el mal, lo correcto y lo erróneo, la violencia y la no violencia, la verdad y la falsedad. No podemos aprehender la verdad sobre la historia de la guerra del 70 leyendo sólo a O’Leary. La única manera de llegar a conocer es leyendo obras de autores objetivos y veraces que se basan en hechos comprobados, es decir, en la verdad, fuente de toda acción virtuosa.
Una vez nos encontramos con un anciano en una de las calles de Luque, el anciano nos cerró el paso y nos pregunta dónde podía comprarse en la ciudad algunos artículos de uso personal, entre ellos jarabe para fortalecer la mente. Respondimos amablemente a todas las preguntas que nos hizo. Al final, el anciano nos pregunta: «¿Dónde se puede adquirir la sinceridad?» Le miramos estupefacto, el anciano nos mira con fijeza, y al vernos titubear, con firme expresión nos dice: «sígueme y la descubrirán».
Mateo dice en capítulo 5, versículo 44; «pero yo les digo: amen a sus enemigos y oren por quienes los persiguen. Así ustedes serán hijo de su padre que está en el cielo; pues, Él hace que su sol salga sobre malos y buenos, y manda la lluvia sobre justos e injustos». Y Lucas 6-27: «pero a ustedes que me escuchan les digo: amen a sus enemigos, hagan bien a quienes los odian, bendigan a quienes los maldicen, oren por quienes los insultan. Si alguien te pega en la mejilla, ofrécele también la otra. Hagan ustedes con los demás como quisieran que los demás hagan con ustedes».
El evangelio es la fuente de la verdad, por lo tanto, ayuda para la interpretación correcta de todo lo sucedido en la guerra de la Triple Alianza, así como impedir que el sentimentalismo patriótico no nos desvíe del camino de la verdad. La religión y la política deberían estar inextricablemente ligadas en la búsqueda común de la verdad. Todos sabemos que la verdad es Dios, y el único camino para encontrar la verdad es la sinceridad, y no la mentira ni las violencias verbales o físicas.
Cuando la verdad se distorsiona es con el objeto de hacernos marchar por el camino equivocado, y no por el camino que nos puede llevar a la meta que nos proponemos: paz, justicia y prosperidad nacional.
En 1989 llegó el momento tan esperado para contar la verdad sobre el mariscal López. ¿Puede enorgullecernos o avergonzarnos en ser el único país del mundo que el perpetrador de la ruina nacional sea tan venerado por muchos paraguayos?
Cerramos este capítulo con un artículo publicado por el diario “La Nación” de Asunción el 20 de agosto de 2007 con el título: CARTA DEL CENTINELA.
«El Paraguay es un país de mitos y leyendas. Casi nada de la historia relatada tiene alguna cercanía con la verdad, con los hechos reales. Todo se ha modificado para crear un mito acerca de supuestos próceres y héroes. A raíz de esto, los verdaderos próceres y héroes han quedado desdibujados en la sombra de una montaña de mentiras. Se dice que esas mentiras son indispensables para elevar la autoestima de un pueblo terriblemente azotado por el infortunio, Y ES OTRA MENTIRA. Gracias a esa descomunal mentira el paraguayo no ha encontrado hasta hoy su camino de redención. Siguiendo el derrotero de lo falso lo ha repetido una y mil veces, en la creencia que hacía bien, y en lugar de aumentar su autoestima la has disminuido terriblemente, porque en algún momento la verdad se abre paso: La verdad histórica es que Francisco Solano López jamás pisó una academia militar y la mentira lo convirtió en un genio militar que perdió batalla tras batalla hasta destruir por completo al Paraguay. La verdad histórica es que José Félix Estigarribia fue un genio militar comparable a todos los más grandes estrategas militares de la historia, pero la mentira se alzó de inmediato para señalar errores en la conducción de una guerra victoriosa, para ensalzar a algún teniente que se ufanó de ganar la guerra por abrir una picada en la selva. También, contra toda la documentación existente intentaron hacer creer que una guerra moderna se ganó a machetazos.
«Yo creo que nosotros los paraguayos tenemos que exigir la verdad, porque “la verdad nos hará libres”. La autoestima falsa es como un globo, se va hinchando hasta que revienta, y deja solo un pedazo de goma rota como resultado. La autoestima conseguida sobre la verdad es inconmovible. Con la verdad tendremos próceres inatacables, héroes insuperables y una base tan firme para la autoestima que nadie en el mundo podrá conmover. Somos parte de un pueblo estoico y heroico, nunca esclavo ni servil, un pueblo que ha vivido un infortunio secular, pero que puede levantarse con la base de los ejemplos verdaderos y reales. Somos un pueblo que no necesita inspirarse en ningún tirano para sentirse orgulloso. Creo que es nuestro deber comenzar a buscar la libertad a través de la verdad».
Luque, 19-04-2021.




COMENTARIOS SOBRE LA GUERRA DEL PARAGUAY (1864 -1870)
¿Epopeya o Destrucción?
CAPÍTULO XXIV. LA PAVOROSA MARCHA.
Aquí retomamos la patética retirada del héroe por decreto. Había empezado el invierno de 1868, y desde el 13 de agosto del mismo año la retirada de López de Humaitá tomó un carácter trágico. El número de fusilados en San Fernando, Potrero Mármol, San Estanislao, Curuguaty y Zanjahu; así como los muertos en las campañas de Villeta y en las batallas de Pirivevýi, Acosta Ñu y Karaguatay sumaban más de 20.000 soldados. Aquellas muertes en vana lucha no eran por la amada patria, sino para proteger la vida del mariscal López que se dirigía hacia Corumbá. Si alguien duda de esto, podría preguntarse ¿qué hacía el héroe por decreto por aquellos andurriales donde fue muerto? ¿Defendiendo la patria o huyendo de la patria después de causar tantos acontecimientos funestos y terribles?
El ejército paraguayo había recorrido desde Cordillera hasta Zanjahu unos 250 kilómetros proximadamente (de Cordillera a San Estanislao 110 kilómetros, de aquí al recóndito pueblito de Kuruguaty unos 80 kilómetros; y de esta localidad 60 kilómetros para alcanzar Zanjahu, cerca de Panadero). Desde el comienzo de este último trayecto, la larga columna avanzaba con paso tardo, unos quince kilómetros por día. Las tropas de infantería marcha normalmente cuatro kilómetros por hora y treinta y dos kilómetros por día con su fusil y mochila a cuestas. Pero las causas de muchas jornadas de descanso fueron simplemente por las tropas enflaquecidas y fatigadas, las lentas carretas que transportaban la logística requerida por un ejército en retirada y sobre todo, para que las tropas puedan reponer sus agotadas energías comiendo los que encontraban en los bosques. A más de estos, vadear ríos y arroyos sobre pontones desvencijados son actividades que pueden ocupar durante varios días a un ejército y su comitiva.
El mariscal López había llegado a Zanjahu el 12 de diciembre de 1869. Estando en este paraje ordenó que le traigan del campo de concentración de Espadín, ubicado en las estribaciones de la cordillera de Amambay, y donde se encontraban injustamente cerca de dos mil mujeres con sus hijos menores pasando lo indecible, a Pancha Garmendia y seis mujeres más, tres de ellas eran sobrinas del general Vicente Barrios, a quien él mandó fusilar en Potrero Mármol (Villeta). Estas jóvenes mujeres aterrorizadas, aturdidas y aniquiladas por el dolor y la pobre alimentación, esperaban la sentencia del mariscal López juntos a varios más.
NOTA. ¿Cuál era el delito por la que estaba en ese inhóspito lugar la bella Pancha? ¡Porque no accedió al acoso sexual al poderoso y depravado general F. S. López!
Atravesar la cordillera de Amambay era una perspectiva pavorosa; sin embargo, López desesperado toma la decisión de atravesarla porque no tenía otra opción, pues las tropas brasileras avanzaban desde Kuruguaty y Takuatí al sur, y presionaban fuertemente a López contra la cordillera de Amambay. De verdad fue un desmadre de marcha la que el pequeño y muy debilitado ejército paraguayo ejecutó para auxiliar a López a escapar del enemigo que lo persigue.
El 28 de diciembre de 1869, López monta su caballo bayo y cabalga hacia su destino. Más de setecientos de sus hombres imposibilitados de caminar y centenares de mujeres con sus hijos menores dejan abandonados a su suerte: aquí cabe preguntar ¿para qué diablo obligaban a todas estas mujeres con sus pequeños hijos seguirle? Se puso al frente de sus escuálidas tropas para guiarlas en una atroz expedición que cruzará el Amambay y se abrirá camino librando feroces luchas contra la hostil naturaleza a lo largo de un duro verano. Era una marcha cargada de dramatismo, pasión y triunfo humano. Pero antes de partir mandó asesinar a un grupo de varones y mujeres.
Si sustentamos el principio de que todos los hombres han sido creados iguales y dotados por el Creador de ciertos derechos inalienables, contándose entre ellos el respeto a la vida del semejante. Entonces, un jefe de Estado que dispone a su antojo de la vida y de los bienes de los ciudadanos es un criminal de lesa humanidad.
En estas condiciones, los atribulados paraguayos marchaban bajo el ardiente sol estival en dirección a Ponta Porã. Los relatos de Juan Crisóstomo Centurión en su magnífica obra, por su carácter de aventura fascinante, su interés humano, sus vigorosos personajes, su dramatismo y sus relatos sobre las marchas realizadas desde Cordillera se convirtió en una epopeya de supervivencia de un grupo de paraguayos. La retirada de casi mil kilómetros desde Paso de Patria hasta Cordillera, y desde aquí con el enemigo pisándole los talones hasta Cerro Corá fue larga, ardua y lleno de dramatismo y crueldades sin cuento.
En el arroyo Amambai, ya en territorio brasilero, López ordena abandonar a los que están exhaustos, enfermos o incapacitados para seguir marchando. A más de esto, deshacerse de algunas carretas para que el ritmo de marcha de su ejército de espectros no estuviera dictado por la lentitud de movimiento de los bueyes; por lo tanto, era forzoso deshacerse de parte del bagaje no muy esencial. Sin embargo, la táctica de purgar el ejército de pertrechos supuestamente inútiles es arriesgada, pues nunca se sabe qué situaciones se iba a enfrentar en el futuro ni qué equipo podría llegar a necesitar. Alivianada la expedición, los atribulados paraguayos reinician la marcha en dirección a Ponta Porã.
Durante la travesía murieron alrededor de dos mil soldados. Esta situación anómala va en aumento y permite suponer que, si no se toma una resolución para remediarla, el mariscal López dejará de ser dueño de las tropas en el próximo combate. Y fue así, porque en Cerro Corá, los destacamentos de seguridad inmediata y mediata, al sentir la aproximación del enemigo tiran sus fusiles y se rinden, dando paso libre para avanzar hacia el cuartel general de López. De este modo las tropas, inducidos por los oficiales, tomaron la determinación de poner fin a la guerra.
Cuando el ejército alcanza Ponta Porã, el plan de López de poner rumbo al norte, hacia Corumbá, y de allí pasar a Bolivia no fue ninguna sorpresa; sin embargo, en aquella dirección se encontraba también la certeza de la muerte, pues, tropas brasileras ya le habían cerrado el camino hacia aquella dirección. De manera entonces, el denominado máximo héroe por decreto presidencial, se encontró ante el dilema de la incertidumbre: seguir hacia Corumbá donde ya había fuerza enemiga esperándole o introducirse en la picada de Chirigüelo que lo llevará en el abismo de las colinas y bosques de Cerro Corá. Escogió la segunda opción. Ya estaba más o menos perdido, pero aún iba a perderse más para tener una posibilidad de salvar la vida. Sufría el terror de la incertidumbre que socava su moral de por sí bastante baja. Entonces, fue forzado a hacer un movimiento de viraje hacia el sur que le llevó de vuelta al territorio paraguayo. Tomó la picada de Chirigüelo que unen Ponta Porã-Cerro Corá-Concepción en busca de un terreno apropiado para la defensa, y a la vez le permita encontrar la manera de esquivar el peligro para continuar su patética huida. Alcanza Cerro Corá con tropas desanimadas moralmente, y desfallecidas físicamente.
La esperanza de salvación de López era atravesar la cordillera; sin embargo, se convirtió en calamidad extrema para él y venturoso para el Paraguay, porque lo condujo directamente a la muerte que significó el fin del suplicio a la que él sometió voluntaria y perversamente a la nación. Esto es una demostración más que López, bien por defecto, bien por exceso, siempre se equivoca.
¿Cómo es posible que los muchos compatriotas que veneran a López no toman conciencia porque prefieren cerrar los ojos ante la evidencia, atribuyendo los hechos del mariscal López como acciones gloriosas, a pesar de agraviar constantemente al pueblo abusando del poder y de la fuerza; e incluso elogian desgracia tan grande como Acosta Ñu?
Nadie había pensado ni preparado previamente esta última maniobra que fue sencillamente la consecuencia obligada del conjunto de las circunstancias, y nadie advirtió sus nefastas consecuencias que precipitó la lamentable muerte de más de dos mil compatriotas, por un lado, y por el otro todo lo contrario; es decir, lo que sucedió con felicidad: la muerte del genocida el 1º de marzo en Cerro Corá. El ejército no podía elegir otra ruta de retirada que la que siguió su general en jefe desde su retirada de Villeta con el único fin de salvar su vida y la enorme riqueza en joyas de oro, piedras preciosas y libras esterlinas que llevaba, desgastando inútilmente la población y la riqueza nacionales en inútiles huidas.
Esta hazaña épica realizada por los paraguayos es muy semejante a la famosa retirada de Jenofonte de Persia, conduciendo a los “Diez Mil” de regreso a Esparta después de superar innumerables peripecias. Corría el año 401 a. J.C. En Cunaxa, junto al río Éufrates, el rey persa Artajerjes derrota a su hermano menor Ciro el Joven, que pretendía arrebatarle el trono. Entre las tropas vencidas y abandonadas en ese momento a su suerte se encuentran los mercenarios griegos conocidos por los Diez Mil contratados por Ciro el joven; entre ellos estaba un joven llamado Jenofonte (antiguo discípulo de Sócrates), que fue elegido por las tropas para ponerse al frente de ellos y guiarlos en una ardua expedición que cruzará un continente y se abrirá paso librando combates a lo largo de un implacable invierno hasta regresar a su patria: Esparta.
Los nombres de los más de dos mil paraguayos que murieron al atravesar la cordillera de Amambay permanecerán para siempre en el anonimato por el descuido del que fungía como jefe de personal, coronel Panchito López.
Es preciso señalar que las tropas paraguayas, durante toda la guerra y en las horas más oscuras, hicieron todos los que estaban a sus alcances para cumplir la misión recibida de su comandante en jefe. Si no hicieron más, es porque no podían hacer más.
Luque, 21-04-2021.
AVISO. partir de esta semana hemos resuelto publicar los capítulos de "Comentarios ...", solo los días lunes, martes y miércoles.





COMENTARIOS SOBRE LA GUERRA DEL PARAGUAY (1864 -1870)
¿Epopeya o Destrucción?
CAPÍTULO XXXII. El CAMINO DE CERRO CORÁ.
Sección 1. El fin de una época oprobiosa.
La fuerza brasilera ya tenía ocupado Las operaciones de los departamentos de San Pedro y Concepción. La misión consistíaaliados en la zona norte consistían en privar al ejército paraguayo de los recursos de las dos ricas regiones, principalmente en producción agrícola y ganadera..
José Falcón (NOTA 1), escribió en su estupenda obra “Escritos Históricos” lo que sigue: «El 18 de setiembre de 1868 acampamos varios días en Capiivary, el 27 llegamos a Curuguaty. Aquí permanecimos hasta el 16 de octubre de 1868. Alcanzamos Itanará el 25, y el 23 de febrero de 1869 continuamos la huida, llegamos a Arroyo Guasu el 25; el 12 de diciembre alcanzamos Zanjahu. En este lugar fueron fusilados el coronel Hilario Marcó y su esposa con tres hermanas, Pancha Garmendia, dos señoritas Barrios, dos hermanas del mayor Matías Goiburú, Apolinar Chirife, el mayor José del Carmen Urbieta y otro hermano, son muchos más que sería alargar demasiado la lista de esos mártires. En una de aquella noche, soldados hambrientos carnearon el caballo de un general; luego de recibir la información, López ordenó formar en una sola línea a la compañía de rifleros de guardia esa noche. Él mismo recorría la fila preguntando a cada uno quién fue el autor. Nadie se hizo responsable; entonces al azar eligió 21 soldados que fueron lanceados inmediatamente frente a todos. De este lugar nos movimos el 03 de enero de 1870, año fatídico para el mariscal López».
NOTA 1. José Falcón (Santa Rosa, Misiones 1810 - Asunción 12-01-1881). “Escritos Históricos” Pág. 106. Editado por “Servilibro”, Asunción-Paraguay 2006. De la contratapa de esta interesante obra copiamos el primer párrafo donde dice: «en este libro se reproducen por primera vez estudios de carácter histórico de José Falcón (1810-1881) ministro, magistrado judicial, congresista, servidor público de impecable trayectoria, historiador afanoso de los límites del Paraguay, y uno de los más dedicados historiadores nacionales del siglo XIX» El gobierno provisorio electo en 1869 y los otros que vinieron después, aprovecharon las obras de Falcón para defender la integridad territorial del Paraguay.
Sigue diciendo Falcón, «¿qué buscaba López al arrastrar a través del desierto, sin víveres, al resto del pueblo que aún quedaba? La respuesta está en los hechos: hacerse célebre sacrificando todos los habitantes de su patria, pues otro objeto no podía guiarlo en su temeraria y cruel resolución. López ni pueblo ni recurso tenían ya, más que su desesperación; todo lo que le quedaba al tirano era ganar los montes y vivir entre los salvajes como lo merecía, privándose de las sociedades cultas de que no era digno».
Lo interesante y valioso es recordar siempre que en Cerro Corá acabaron sus días dos cosas de decisiva importancia para el futuro del Paraguay: la muerte del mariscal López y con él, la oprobiosa dictadura de más de medio siglo. Lo que también es digno de admirar, que el Paraguay, así como el ave fénix abrasado por cinco años de guerra, renacía una nueva nación de sus propias cenizas. Por estas razones, la fecha 1° de marzo corresponde considerar como fiesta nacional, y celebrar solemnemente con demostraciones públicas por el advenimiento de una nación libre de déspota.
El mariscal López fue considerado por los historiadores objetivos y ciudadanos paraguayos que piensan y juzgan con recta razón, como el responsable de la guerra y de las masacres cometidas, no solamente en contra de los paraguayos; sino también, de los extranjeros residentes y de los militares aliados prisioneros. Los bienes del mariscal López y de Elisa Lynch fueron confiscados por el gobierno provisorio electo por el pueblo, que asumió el gobierno el 15 de agosto de 1869.
López fue muerto en Cerro Corá porque él tenía de delirio de grandeza y bastante orgullo y arrogancia que son mecanismos para esconder su debilidad de carácter, pero no tiene ni una pizca de humanidad. Probó –antes de morir- la misma medicina que suministraba a sus compatriotas y a numerosos extranjeros (NOTA 2) a quienes mandó primero torturar bárbaramente hasta morir, luego enterrar o arrojar los cadáveres en el río Tevikuary. No tenía ni bondad, ni amor ni compasión por nadie. Él mereció la muerte por ser un maleante venal, corrompido por la codicia, y por provocar guerra que es un azote de la humanidad. Tal vez pensaba morir como un héroe, pero no tuvo suficientes agallas, entonces los brasileros le complacieron. En la guerra, el general en jefe derrotado puede correr del enemigo, pero no esconderse.
NOTA 2. Algunos de los extranjeros que fueron llevados presos a San Fernando por supuesta participación en la “conspiración” contra López fueron: Bliss, Mastermann, Dr. Antonio de las Carreras, el arquitecto Alonzo Taylor, Leite- Pereira, y varios más.
A partir de la ocupación sin oposición de San Joaquín, Yhu y Kuruguaty los brasileros intensificaron la presión sobre López, colocándolo ante el dilema: rendirse o atravesar la cordillera de Amambay.
El 1° de marzo de 1870 terminó la vida del dictador más maligno que el Paraguay, tierra de dictadores, haya dado a la noble y valiente nación paraguaya. Durante cinco años asoló su patria a pesar de que su obligación primaria era que la guerra sea lo menos doloroso posible a su pueblo. Sin embargo, él intencionadamente fue el que más contribuyó para incrementar el sufrimiento de sus compatriotas.
Los historiadores nacionalistas exaltan el heroísmo del mariscal López por haber ejecutado una retirada lleno de dramatismo desde Humaitá hasta cerro Corá, que costó a la nación la innecesaria muerte de más de 250.000 compatriotas y tres mil niños de 11 a 15 años de edad en Acosta Ñu en una decisión intolerable, con el único propósito de retener por una jornada el avance del ejército enemigo y facilitarle la travesía del río Manduvirã con toda su familia, bagaje personal y la división de Resquín, lo que le permitió prolongar la vida por siete meses más. Desde Villeta cada mes de vida del mariscal López costó a la nación la muerte de cien soldados paraguayos por día.
En Cerro Corá convocó una reunión de generales, jefes y algunos capitanes. A los generales y jefes les hizo sentar en un banco y los demás encima de un tronco. Una vez acomodados, López como es habitual en él, los miró a todos con sus ojos malvados y escrutadores. El acto no es sino un gesto puramente simbólico, pronunció una arenga que no conmovió a nadie, porque para conmover hay que estar conmovido; luego procedió a entregar las medallas de “Campaña de Amambay”. En vez de medallas repartió cinta de tela de dos colores. Aprovechó la ocasión para renovar su promesa de “vencer o morir” todos juntos en el majestuoso lugar. Luego se retiró a su tienda de campaña donde pasó largas horas pensativo, a la espera del desenlace de su terrible historia.
El 1º de marzo de 1870, a la media mañana, rodeado de su estado mayor, y como aún no había llegado ningún parte de los destacamentos de seguridad del puente sobre el río Aquidabán y Paso Takuara, preocupado el mariscal mira con insistencia hacia el puente que dista mil metros de su cuartel general, para ver si aparece el esperado mensajero. Sin embargo, lo que vio fue un pelotón de jinetes enemigos que avanzaba aterrador a su dirección. No perdió tiempo y ruge como león, diciendo: ¡Que venga el “Akâ Verá” y el Akâ Morotî inmediatamente!, gritó el orgulloso mariscal con la seguridad del hombre que sabe ha de ser obedecido, y que los dos regimientos de sus escoltas acudirían con prontitud a su voz. Pero esta única vez –desde la adolescencia- nadie le obedeció. A pesar de su promesa, fue el primero en huir. Picó espuelas y se alejó del lugar a todo galope, abandonando a aquellos a quienes arrastró tras sí. En el apuro de la huida olvidó algunas pequeñas cosas: a su amante la sex-appeal madame Lynch, sus varios hijos menores, así como a su madre, hermanas y al resto de sus estoicas tropas que lo acompañó hasta el final. Es sumamente lamentable observar, cómo el pequeño grupo de soldados al mando del coronel Juan Crisóstomo Centurión corren en dirección al enemigo, en tanto que el héroe por decreto, ¡corría en dirección contraria!
Pero fue perseguido, y como pesaba alrededor de cien kilos, su caballo alazán no pudo desarrollar la rapidez que precisaba para escapar, por eso fue alcanzado, y finalmente el cabo “Chico Diablo” representó el papel del despreciable Paris con aquel Aquiles en la guerra de Troya que le hizo caer a López en tierra al alancearlo en el pecho. Como se hallaba ya debilitado, bastaron unos pocos momentos para que la vida del mariscal López se desvaneciera en la marea de sangre que empapó brevemente el agua del arroyo Aquidabán-nigüi. El general Cámara le intimó rendición prometiéndole digno trato. Sin embargo, ya agónico, López le respondió lanzándole una estocada a la par que pronunciaba la famosa frase «¡muero con mi patria!». Cámara ordenó a un soldado darle el tiro de gracia. La verdad es que el mariscal López en Cerro Corá huyó del combate como una paloma que intenta escapar del halcón. Este instante, tal vez haya sido el mejor reflejo de su fantasioso sueño: morir con gloria. Si moría a la cabeza de su valiente ejército en la segunda batalla de Tujutî el 3 de noviembre de 1867, la historia le hubiera recordado como un jefe de Estado valiente que supo morir en defensa de su patria. Pero pretender mostrar valentía y patriotismo ya en la agonía, después de que por su culpa haya muerto el 60 % de la población paraguaya, y dejar en ruina la nación, no nos parece nada heroico ni glorioso.
Esta “hazaña” de López está conceptuada por O’Leary y seguidores como el único jefe de Estado del mundo que murió conduciendo su ejército. Dicen que él es el “máximo héroe sin parangón”, habiendo mucho los que desde O’Leary llaman a López el Gran Mariscal. Pero que quede constancia que admitir “la grandeza” fuera de las leyes eternas del bien y del mal es lo mismo que reconocer su inferioridad y su pequeñez moral. La medida del bien y del mal dada por Cristo en el Sermón de la Montaña debe aplicarse a todas las acciones humanas, y es imposible que haya grandeza donde faltan la humildad, la misericordia, la bondad y la verdad.
Resumiendo, López partió de Zanjahu, atraviesa la cordillera de Amambay y se dirige en dirección a Punta Porâ-Corumbá. Pero en aquel lugar fuerza más poderosa le desvió del camino y tomó la picada de Chiriguelo, llega a Cerro Corá donde encontró la muerte. Esto es tal como alguien elocuentemente ha dicho, «a veces uno encuentra su destino en el camino que trata de evitar».
Sección 2. Una excepcional buena noticia llega a Asunción.
Para esta sección hemos elegido como fuente principal la obra: “Sobre los escombros de la guerra. Una década de vida nacional (1869-1880)”, del escritor Héctor Francisco Decoud. Págs. 169 al 178. Editado por AGR S. A. Servicios Gráficos; Asunción-Paraguay 2015.
El conde de D’Eu que a la sazón se dirigía de Villa del Rosario a la de Concepción, con el fin de acelerar las operaciones militares que se intensificaban hacia esas regiones, se encontró con el barco “Davinson”, portador del mensaje del general Cámara, en el cual daba informe de la muerte del mariscal López. Inmediatamente, y por el mismo vapor, remitió una copia del mismo al ministro brasilero José María da Silva Paranhos. He aquí la famosa nota de Cámara:
Campamento en la izquierda del Aquidabán, 1º de marzo de 1870.
Ilmo., y Exmo. Sr.
«Escribo a V. E., desde el campamento de López en medio de la sierra. El tirano fue derrotado, y no queriendo entregarse, fue muerto al instante. Le intimé la orden de rendirse cuando ya estaba completamente derrotado y gravemente herido, y, no queriendo, fue muerto. Doy los parabienes a V. E., por la terminación de la guerra, por el completo desagravio que ha tomado el Brasil del tirano del Paraguay. El general Resquín y otros jefes están presos».
Dios guarde a V.E. José A. Correa da Cámara
Al amanecer del día sábado 5 de marzo de 1870, fondeó en el puerto de la Asunción el transporte brasilero “Davinson”, trayendo el parte de la muerte del mariscal López en Cerro Corá, que ocurrió en la mañana del 1º de marzo.
«A las siete de la mañana, el diario “La Regeneración” lanzó 4.000 boletines conteniendo el parte de Cámara. La alegría del pueblo, nacional y extranjero, rayó en delirio. Se largaron cohetes voladores y quemaron millares de paquetes de estruendos en las casas de comercio y particulares. La banda de música salió a recorrer las calles. Las bombas atronabas el aire en los suburbios de la ciudad. Todos los buques de la escuadra aliada, rompieron en salva durante todo el día. Las campanas de las iglesias se echaron a vuelo: ¡la guerra por fin ha terminado!
«Los estampidos de los cañones, el nutrido estruendo de los petardos y bombas, los sones de la banda de música y la profusión de los boletines esparcidos, llevaron rápidamente la noticia por todas partes, produciendo una explosión general de alegría, acudiendo todo el mundo a engrosar el gentío que detrás de la banda de música recorría las calles celebrando la muerte del tirano, al que también se mezclaron las placeras con bandera jeré, prorrumpiendo, a cada momento la muchedumbre en prolongadas exclamaciones de júbilo y vítores por la terminación del suplicio del pueblo paraguayo.
…………………………………………………………………….
……………………………………………………………………..
El gobierno provisorio lanzó la proclama siguiente:
Conciudadanos:
«La muerte del último tirano de nuestra patria despeja al fin sus horizontes que tantos años encubiertos por nubes fatídicas. La libertad y la más cumplida fraternidad presidirán en adelante nuestros pasos en la vida pública y en el hogar; reemplazando el sistema de odios y de espionajes inoculados por las tiranías pasadas. Quédanos escritas con la sangre y lágrimas de los nuestros, una terrible y amarga enseñanza. Nuestro martirio nos hará para siempre celosos de nuestros derechos y dignidad, y su recuerdo nos hará conocer cuán pequeños son los sacrificios individuales en las luchas contra las invasiones del poder cuando se les compare con nuestra situación actual.
Conciudadanos:
«Los pueblos forman sus tiranos por su negligencia y falta de civismo. Pero esta renuncia criminal de los derechos y dignidad humana es siempre castigada con el martirio, a la vez que satisface la vindicta divina, purifica y regenera, lejos de abatirnos y empequeñecernos; levantemos bien alta nuestra frente. Miremos el porvenir con enérgica tranquilidad, y fundemos una nación para nosotros y para todos los hombres del globo que quieran habitarla. El libre ejercicio de nuestros derechos políticos que los aliados, generosos y grandes nos garanten, nos elevará en breve tiempo, a la altura de los demás pueblos civilizados del mundo. El trabajo nos dará bien pronto riquezas fáciles de obtener en nuestra tierra favorecida cual ninguna por el Creador.
……………………………………………………………………………………………………………………………………………
…………………………………………………………………………………………………………………………………………….
«Pronto llegará el momento en que, por la elección libre de mandatarios dignos e inspirados en nuestras desgracias pasadas, nos demos una constitución. El gobierno provisorio entonces cumplirá estrictamente su deber de garantir el libre ejercicio de la elección, dejar después en vuestras manos, el mandato con que lo honrasteis en momentos solemnes».
Fdo. Carlos Loizaga
NOTA 3. Los otros dos triunviros no firmaron porque se hallaban ausentes; Rivarola recorriendo los pueblos de La Cordillera, y Díaz de Bedoya se encontraba en Buenos Aires en misión oficial.
De este modo, desde Asunción, sede del gobierno provisorio, viento fresco empezaba a soplar en todo el territorio nacional. Con la muerte de López la estoica nación recobra ánimo y esfuerzo con las miradas fijas en un Paraguay mejor. Seguidamente transcribimos algunos párrafos de lo publicado por el diario de Buenos Aires “La República”:
«La muerte de López pone término a la guerra que la República Argentina, la Oriental y el Imperio del Brasil llevaron al Paraguay.
«El tratado de alianza había fijado por límite a la guerra, la supresión de López del Paraguay. La muerte de este hombre, ha llenado el propósito principal de la alianza. Por esto la guerra ha concluido. Esta guerra de cinco años, será imperecedera en el recuerdo de los hombres.
«Un déspota que había conseguido identificar en su persona la patria de los paraguayos, ha tenido la perseverancia de luchar hasta morir, haciendo morir al pueblo que antes gobernaba. El pueblo paraguayo queda reducido a una octava parte de su población. Su riqueza, a no tener como sostener la deuda de los que viven. López cumplió lo que predijo al general de los aliados en la entrevista de Yatai-ty- Corá que, «el Paraguay sería un montón de ruinas el día que los aliados se apoderasen de él». Los paraguayos han muertos en los combates con abnegación y bravura sin rival. Han muerto diezmados por las epidemias y las necesidades. Han muerto en las prisiones. Han muerto en los patíbulos y sacrificados sin piedad, degollados y ejecutados por órdenes del mismo López.
«La historia de los sufrimientos de este pueblo es la historia de un martirio sin ejemplo. No se concibe la ferocidad del hombre que mandaba asesinar a sus amigos, a las mujeres, a sus mejores oficiales, a sus hermanos, a sus soldados, a cuanto le rodeaba sin convenir que la naturaleza de López era una naturaleza extraordinaria, vaciada en el molde de esos grandes monstruos que la humanidad considera fuera de sus filas. Después las crueldades del déspota le privaron de esas simpatías, e hicieron que se sobrepusiera el sentimiento humano, que se alzaba para condenar tanta crueldad y la mirase como un verdugo del pueblo que se inmortalizaba por su obediencia ciega y valor.
«El enemigo mayor de la causa del Paraguay ha sido López, porque con sus crueldades ha desacreditado esa causa, y dado aliento a los aliados para ir adelante, hasta llegar al fin de la jornada, a convertir la guerra no en una cuestión política, sino en una cuestión de humanidad. Muerto López, la guerra ha concluido completamente»
El emperador Pedro II se dirige a las cámaras de legisladores del Brasil, e inicia su discurso con estas palabras: «…, doy gracias al Todopoderoso por la terminación de la guerra que durante cinco años sostuvimos, siempre con honra para nuestras armas, con el ex presidente de la República del Paraguay”. Y termina diciendo: «Si el Brasil lamenta la pérdida de muchos de sus hijos, quédale al menos la memoria de sus gloriosos hechos, preclaros ejemplos de su civismo y denuedo. El gobierno trata de realizar con la República del Paraguay los arreglos que nos afiancen la permanencia y ventura de la paz».
El presidente de la República Argentina, Domingo Faustino Sarmiento, en la apertura del congreso legislativo argentino expresa sobre la muerte de López:
«La terminación de la guerra que nos impuso el tirano del Paraguay, es el más grande acontecimiento histórico que la América ha presentado a la expectación universal durante el año transcurrido. El mundo estaba asombrado de la duración de esta lucha, y se ignora todavía porque el buen sentido se resiste a creerlo cuánta barbarie y cuánta obstinación por parte del enemigo ya vencido, han contribuido a prolongarla.
«El Paraguay, abierto hoy a las influencias de la civilización y en contacto con todas las naciones, empieza a darse instituciones republicanas, y reparará bien pronto los estragos de la guerra y de la tiranía hereditaria que ha pesado sobre él. La paz está restablecida por el triunfo de las armas aliadas pertenecerán antes de mucho al domino de la historia, todos los hechos concernientes de esta guerra verdaderamente extraordinaria quedando solamente perennes nuestros votos por la independencia, prosperidad y libertad de un pueblo tan desgraciado».
Luque, 23-04-2021.





COMENTARIOS SOBRE LA GUERRA DEL PARAGUAY (1864 -1870)
¿Epopeya o Destrucción?
CAPÍTULO XXVIII. LEGIONARIOS - PARTE I
Histórico papel que desempeñaron antes, durante y en la posguerra.
Sección 1. Consideraciones.
Para reivindicar a aquellos que ya no pueden hablar por sí mismo para contarnos los muchos riesgos que enfrentaron para erradicar la ya muy larga dictadura del Paraguay: los denominados despectivamente por el lopismo como legionarios sin prestar atención, deliberadamente, al patriótico y valiente papel que desempeñaron durante la dictadura de los López. Ellos, igual a Arístides, se sacrificaron por su patria sirviéndola aun contra sí mismo, a pesar de lo ingrata que para el pueblo paraguayo ha sido el gobierno de los López.
NOTA 1. Arístides: general y estadista ateniense, llamado el justo (540—468 a. J.C,). Se cubrió de gloria en la batalla de Maratón donde derrotó a los persas, pero por intriga de Temístocles, su rival, fue condenado al destierro (483 a. J.C.). Reclamado por el gobierno de Atenas para conducir el ejército al producirse la segunda invasión persa, combatió en Salamina y Platea, y participó en la formación de la liga de Delos (Isla de Grecia donde se hallaba el gran santuario de Apolo, fue sede de la primera Confederación marítima ateniense).
En los legionarios el pueblo paraguayo puede encontrar el estímulo de la lucha y la aversión a la dictadura, puestos los ojos en el bien de la nación y la defensa de la libertad ciudadana, y el fortalecimiento de las instituciones republicanas.
Los numerosos exiliados forzosos o voluntarios para escapar de la cárcel o de la muerte, era un castigo común en las dictaduras del Dr. Francia y los López que aplicaban contra todos aquellos que no manifestaban apoyo incondicional o admiración o no demostraban simpatía constante al dictador de turno; asimismo a aquellos que no valoraban la “paz y progreso” del país. La solución a los problemas internos del Paraguay bajo la dictadura de Solano López -igual a sus predecesores- consistió en encarcelar o en dar muerte a los revoltosos o decretar sus destierros, apropiarse de sus bienes para sí, e impedir que nadie se atreva a criticarlo.
Cuando hoy en día alguien asegura, de haber estado en el Paraguay durante el gobierno de los López, nunca hubiera aceptado mansamente las arbitrariedades que cometían, sino los combatiría resueltamente es pecar de ingenuo o no tener idea de lo peligroso y difícil que era. Enfrentarse a Solano López es exponerse a un riesgo grande e incierto. Los ciudadanos que deseaban el cambio no sabían qué hacer ni cómo. A más de esto, en ese momento solo tienen miedo. Miedo de cómo saldrán las cosas, porque sabía que cualquier opinión expresada, aunque sea en privado, podría llegar a los oídos de Solano López cuyos espías y delatores pululaban como alimañas por todos lados después de una copiosa lluvia. Y una vez que un nombre o cinco o diez salen de la boca de un preso acusado de conspiración y atormentado por la tortura, la vida de aquel o aquellos ha terminado.
Cabe preguntar, ¿se hallaba los ciudadanos paraguayos preparados para llevar a cabo una rebelión? No, porque nunca han conocido otro tipo de gobierno desde que el Dr. Francia en 1813, astutamente, se hace nombrar dictador perpetuo como para madurar la idea de buscar un cambio hacia la libertad y la tolerancia sin los López. Es decir, adoptar el liberalismo político «que sin negar la autoridad del gobierno del Estado sostiene que esta no es absoluta y que los ciudadanos conservan una parte de autonomía que el jefe Estado debe respetar». Esta doctrina fue incorporada a la bella constitución nacional de 1870, obra de los denominados legionarios.
Los legionarios fueron los primeros paraguayos que, con riesgo a su libertad y su vida, y la de sus familias, resolvieron como un bravo sacudir el yugo del esclavo, luchando para erradicar del Paraguay la oprobiosa dictadura, tal como lo hicieron tantos valientes, abnegados y patriotas paraguayos desde 1955 hasta 1989, año en que se puso fin a una de las más largas dictaduras. Los déspotas suelen descollar en la construcción de grandes obras materiales, pero al precio de coartar las libertades del pueblo y prensa. Es decir, no se preocupaban de formar buenos ciudadanos.
Escudriñando este asunto y haciendo un análisis caracterológico sobre la personalidad autoritaria, vale decir, aquellos ciudadanos propensos a doblegarse o someterse, pero al mismo tiempo el dominar -pues estas dos cosas van juntas, y una compensa la otra-, en oposición al carácter democrático que protesta contra el dominar y ser dominado; por tanto, estiman como una necesidad luchar por la igualdad y la dignidad del hombre. Las férreas dictaduras de Francia y de los López no permitían la libertad de prensa y por ende la opinión pública no existía para combatir el abuso del poder. La mayoría de los ciudadanos perseguidos eran miembros de las más respetables familias que fueron forzados a emigrar del país. Independientemente a estas causas, algunos jóvenes estudiaban en el extranjero, principalmente en Buenos Aires. Era imposible impedir que estos jóvenes no sean influenciados por ideas liberales ya triunfantes en la Argentina y el Brasil.
Los numerosos exilados en Buenos Aires fundaron una asociación para luchar contra el poder absoluto y arbitrario de los López, con el objetivo de poner fin a los interminables gobiernos despóticos, e imponer en Paraguay el gobierno liberal ni bien se presente una circunstancia favorable. Cuando Solano López invadió los territorios de Brasil y la Argentina, era el momento adecuado y tan esperado desde hace décadas, y no hesitaron en involucrarse resueltamente. Se organizaron y se constituyeron en Legión Paraguaya con la misión de extirpar la dictadura y el terrorismo del Paraguay, tal como hicieron los unitarios argentinos que tomaron las armas y se aliaron al Brasil y al Uruguay y lograron poner fin a la dictadura del general Juan Manuel de Rosas en la batalla de Caseros (3 de febrero de 1852) cerca de Buenos Aires, donde fue derrotado el ejército de Rosas por el ejército de la Triple Alianza (Brasil, Argentina y Uruguay) conducido por el general Justo José de Urquiza. Una de las consecuencias de la victoria de los aliados fue el reconocimiento de la independencia del Paraguay por el gobierno de la Argentina; e inmediatamente también la reconocieron Gran Bretaña, Francia, Estados Unidos y Prusia, enviando a Asunción sus respectivos representantes diplomáticos. ¿Por qué no la reconocieron antes? Porque ninguno de aquellos países deseaba molestar a la Argentina con quien mantenían buenas relaciones diplomáticas y comerciales.
La triple alianza que puso fin a la dictadura de Rosas es una demostración que, a excepción de muerte por vejez o asesinato, la única manera de remover de su cargo a un dictador es a cañonazo; porque su poder está, no en el pueblo ni la opinión pública, sino en la fuerza pública.
Producida la invasión del ejército de López a la provincia argentina de Corrientes, el gobierno argentino rompe su neutralidad oficial y se declara a su vez en guerra contra el dictador paraguayo. Ante esta delicada situación la Legión Paraguaya ofreció su cooperación a los gobiernos de la Argentina y el Imperio del Brasil. Aquel en fecha 22 de abril de 1865 acepta el concurso de los revolucionarios paraguayos como aliado de la Triple Alianza. Sin embargo, el gobierno imperial no acepta la proposición de la Legión como parte de la triple alianza, por lo tanto, no se pusieron de acuerdo y los comisionados paraguayos volvieron de Río de Janeiro a Buenos Aires.
Causa extrañeza que a historiadores e intelectuales paraguayos se los denomina despectivamente “legionarios o antipatriotas” por contar la verdad; sin embargo, a los que lucharon igual que ellos y por el mismo objetivo: poner fin a la larga dictadura de Stroessner, fueron galardonados con todo mérito y con toda justicia por sus actos patriótico y valiente por el Congreso Nacional. Dirán que los legionarios lucharon contra el Paraguay en la guerra; ¿acaso Brasil, Uruguay y Argentina no se aliaron para derribar al dictador Rosas de su poder? También los EE. UU y sus aliados, tras la terminación de la guerra fría, hicieron la misma cosa, cooperar económica, diplomática y con la fuerza militar si se requiere, para ayudar a los pueblos a deshacerse de la dictadura o proteger la democracia. Porque un dictador no dimite con exhibirle la Constitución del país ni mostrándole la Biblia ni con meras proclamas, sino sólo con una fuerza militar superior.
NOTA. La guerra fría: estado de las relaciones entre Estados Unidos y Rusia –tras la segunda guerra mundial-, que se caracterizó por una constante hostilidad en todos los campos, pero que excluye deliberadamente el enfrentamiento armado entre las potencias mundiales.
Quienes conformaron la Legión Paraguaya eran hombres que no eran fáciles de impresionar, porque son capaces de protestar, de negarse a ejecutar acciones injustas, de rebelarse a proseguir una guerra sin posibilidad de victoria, y menos halagar al dictador servilmente para ganar su voluntad.
No era posible; sin embargo, una oposición adecuada por la carencia de los medios de transmisión de las ideas que facilita consolidar cualquier plan contra Solano López en forma más resuelta y unificada; es decir, para que todos aquellos que están a favor de poner fin a la dictadura, puedan concertar esfuerzos y medios para la acción común, y de este modo marchar juntos hacia una misma dirección, en un sentido único y sobre un solo objetivo: derribar al dictador para adoptar el liberalismo político y económico.
Luque, 26-04-2021.




COMENTARIOS SOBRE LA GUERRA DEL PARAGUAY (1864 -1870)
¿Epopeya o Destrucción?
CAPÍTULO XXVIII. LEGIONARIOS/CONT.
Los centenares de exilados paraguayos en Buenos Aires, protestaron contra la temeraria guerra que el presidente paraguayo llevó al Brasil y a la Argentina. Declararon que colaborarán con los aliados con la condición de que luego de ser derrocado López del gobierno, los principios del liberalismo político sean aplicados en la formación de un gobierno nacional con un Congreso cuyos integrantes hayan sido elegidos por el pueblo en elecciones libre y justa.
Abajo transcribimos de la obra de Decoud uno de los manifiestos, que dice:
«Los infrascriptos, ciudadanos del Paraguay, desterrados, proscriptos, perseguidos en nuestros bienes, en nuestras familias…y contemplando desde riveras extrañas la más cruda tiranía que se enseñorea sobre la propiedad, la libertad y el porvenir de nuestro rico país. Con el derecho que nos da la patria, con el derecho de hacer saber la verdad y a nombre y representación del pueblo paraguayo, a quien la tiranía no permite declarar su voluntad, publicamos para conocimiento de los hombres libres y amigos de la civilización de todo el mundo, el siguiente:
MANIFIESTO
«1°. Que toda ley, o toda instrucción basada en la mentira, jamás puede dar un resultado benéfico y duradero, y que lejos de ser una verdad lo que en el Paraguay se llama república, es solo un sarcasmo lanzado a la faz de los pueblos, que han adoptado esta forma de gobierno, y que no hay un solo resorte, de los que constituyen un gobierno republicano, que allí no sea mentido y falseado.
«2°. Que nuestra desgraciada patria no puede ser feliz ni aspirar colocarse en el rango de un pueblo libre, mientras exista un gobierno despótico que abusa de su poder sin ninguna consideración hacia el pueblo paraguayo de modo tan bárbara y cruelmente, como el actual dictador, sujetándola a vejaciones continuas, consecuencias todas de la ignorancia y brutales exigencias de lo que allí se llama gobierno.
3°. Que no pueden ser explotadas sus grandes riquezas naturales, ni desarrollarse la industria, pues, el tirano que la oprime, aconsejado por su desenfrenada e inmoral avidez, monopoliza la producción y venta de las mercancías para sí y para su familia todos los productos del país, muy suficientes, por sí solos, para proporcionar toda comodidad y bienestar, no sólo a sus numerosos habitantes, sino también a millones de extranjeros que, atraídos por las leyes protectoras, concurriría con sus industria y capitales, propendiendo al adelanto y progreso de aquel Estado.
«4°. Que no puede existir un comercio libre, pues, a más del aislamiento en que sistemáticamente quiere el déspota mantener a la república, prohíbe la exportación e introducción, según conviene a sus intereses particulares, proporcionándose, por este medio, una colosal fortuna a costa de la ruina de los habitantes, los que no pueden ocuparse al ramo de industria que les convenga, sino en el que conviene al mandatario.
«5°. Que la base del progreso de todo país, cual es la enseñanza y educación de la juventud bajo las ideas liberales de nuestro siglo, es allí sofocada con engaños inventados por una estudiada arbitrariedad, pues, a costa de alucinaciones y promesas falsas a este respecto, quiere el déspota estacionar la ignorancia de un pueblo destinado ya a ser transmitido en patrimonio al primogénito de su soñada dinastía.
«6°. Omitido.
«7°. Que uno de los medios más poderosos que ha organizado ese gobierno para perpetuar su dominio, es la creación de un ejército pasivo en medio de la obediencia pasiva de toda la nación; el soldado convertido en verdugo y carcelero de sus conciudadanos, y lo que es más inaudito todavía, convertido en instrumento de la fortuna individual de la persona del supremo dictador perpetuo. Todo eso demuestra el encadenamiento de todas las facultades del hombre y de la riqueza de ese suelo, no para elevar la patria, sino para elevar a un hombre sobre la naturaleza limitada en sus fuerzas, sobre la humanidad explotada, y sobre el porvenir de las generaciones, comprometido en beneficio de la casa absolutista de aquel tirano.
«Convencido, en fin, de otros muchos crímenes, que no enumeramos por ser conocidos ya de todos, y porque atacan a la moral y escandalizan a la civilización, es que protestamos de estos actos, y declaramos que hemos reunido nuestros esfuerzos con el fin de trabajar en el sentido de que nuestra patria sea gobernada bajo la forma de una constitución democrática, que haga efectiva en ella la seguridad individual y la prosperidad de la nación y no de una familia, el libre comercio con el mundo, el fomento de la industria, y de la educación, y todos aquellos derechos reconocidos por el espíritu civilizador y liberal del siglo XIX, …
«A vosotros, hombres de corazón, a vosotros que profesáis los santos principios de libertad, igualdad, fraternidad; nos dirigimos por nosotros y por nuestros compatriotas, que están aún al alcance de aquella tiranía sin ejemplo, y enmudecido por el terror, para establecer nuestra protesta, la que, estamos ciertos, aceptareis cordialmente, pidiéndoos que concurráis con vuestros esfuerzos a llevar adelante nuestro pensamiento regenerador; venid todos; os esperamos con un abrazo fraternal; y más tarde, cuando el Todopoderoso haya coronado nuestra empresa, tendréis en premio la satisfacción de vuestra conciencia y la gratitud de un pueblo redimido.
No os pedimos contribución de sangre; no, la propaganda y el auxilio de vuestras luces serán bastantes al buen éxito de nuestra obra, pues, las masas de nuestros compatriotas, a pesar de la tiranía que los oprime, no esperan sino ver la luz que los ha de guiar en medio de las tinieblas en que viven; y sacudiendo entonces su pesado yugo, bendecirán a los obreros que hubiesen contribuido a levantar los cimientos del santo edificio de la libertad».
Día de Corpus Christi de 1858.
(Suscribieron veinte paraguayos).
A continuación, publicamos por considerar sumamente importante porque caracteriza bastante bien los fines que buscaban los denominados despectivamente por los lopistas como legionario y antipatriota, una interesante carta del ex presidente de la república, general y Dr. Benigno Ferreira dirigida a Héctor Francisco Decoud que dice:
Buenos Aires, 20 de enero de 1916.
«LEGIONARIOS les dicen los que pretenden deprimirlos, y los más pasionistas, les llaman traidores. Igual denominación les dio el tirano. La verdad es que haber sido legionario, lejos de ser depresivo, es un título honroso, en el sentido de haber combatido la tiranía y procurado la libertad de su patria; y los que se han sacrificado por tal causa, lejos de ser calificados de traidores, han sido considerados por los pueblos oprimidos, como patriotas y libertadores.
«Por lo menos, la opinión rioplatense ha apreciado con ese criterio la participación de sus hombres públicos más notables en la intervención de ejércitos extranjeros que invadieron su patria para derrocar a sus tiranos. (Se refiere a la triple alianza que conformaron Argentina, Brasil y Uruguay para derrocar al dictador de Buenos Aires, general Juan Manuel de Rosas en 1852).
«Y la historia de aquellos sucesos, luchas e intervenciones, escrita por hombres eminentes, los ha juzgado con el mismo criterio, los ha reconocido como un derecho perfecto de los ciudadanos y admitidos como tal, entre los principios de su derecho público. Es que en estos países y en los demás, libres de esa influencia letal, el sistema de la tiranía es considerado contrario a los derechos del hombre, y al tirano como enemigo del género humano.
«La actitud, pues, de aquellos hombres, no requiere a mi juicio, ninguna explicación especial, porque el sistema combatido por ellos, los acontecimientos, la soberanía conservada, la libertad conquistada y sus hechos, se han encargado de justificarlos ante la opinión nacional y extranjera, ante sus conciudadanos, y lo serán mañana ante la historia, CUANDO ESTA SEA ESCRITA CON JUICIO RECTO E IMPARCIAL.
«En los últimos tiempos de la guerra, se constituyó el gobierno provisorio a iniciativa de los legionarios. Poco después, iniciaron y contribuyeron, en parte principal, a la sanción de la Constitución de 1870, desde cuya época puede afirmarse con razón, que nuestra patria nació a la vida libre, si bien imperfecta, pero en marcha lenta, fatigosa y constante al perfeccionamiento de sus instituciones y a su adelanto intelectual, moral y material.
«Los tildados de traidores defendieron el patrimonio nacional, protestando contra la usurpación, y defendiendo la integridad territorial en ocasiones memorables. Los llamados patriotas, esto es, los defensores de la tiranía y de su causa, la inicua causa de la opresión de su patria, cuando llegaron al poder, después de la desaparición del tirano, ofrecieron el triste espectáculo de abandonar la defensa de la causa nacional, tantas veces alardeadas, consintiendo y aprobando tratados que reducía en gran parte el territorio de la nación, y lo entregaban, sin protesta, sin discusión siquiera, al vencedor.
«Según el vocabulario corriente de sus adeptos (los lopistas), estos últimos son los patriotas, los buenos paraguayos, y aquellos otros, son los legionarios, tildados de traidores y de malos paraguayos.
«Es que confunden, con buena o mala fe, la causa de la tiranía con la del pueblo paraguayo, y quieren adjudicar la gloria, el heroísmo de este mandatario que lo comprometió, sin necesidad, por intereses extraños, por una causa que no entrañaba ningún peligro nacional, en una guerra cruenta la convirtió en cruel y sanguinario contra los prisioneros enemigos y sus propias tropas; que reusó una paz ventajosa para la nacionalidad en tiempo en que estaban todavía intactas la población, las riquezas del país y aún el ejército, solamente por vanidad, por no dejar su poderío y su figuración personal; y que, después de todo esto, lo llevó, estoica e inhumanamente, al sacrificio, hasta consumarse nuestro aniquilamiento.
«Para cohonestar tanto error, tanta falta de sentido común, de equidad, de razón y de justicia, sus panegiristas cantan siempre el heroísmo del soldado paraguayo. Soy también un sincero admirador de la valentía y del heroísmo de la raza; pero hay que confesar e inclinarse ante la verdad, por doloroso que ella sea para el orgullo nacional, y es que, si ese heroísmo no hubiera sido desviado y se hubiese desplegado en defensa de la libertad de nuestra patria, ésta hubiera alcanzado el más alto grado de prosperidad, de felicidad y de grandeza, que ha sido, es y será siempre la aspiración suprema de todos sus hijos.
«En tanto, el pueblo paraguayo ha pronunciado ya, libremente, su veredicto absolutorio, llevando a muchos de aquellos hombres (a los legionarios), en prueba de reconocimiento y de confianza como defensores de su causa, a los cargos más honrosos a que puede aspirar un ciudadano de un país libre, y que los legionarios ayudaron a romper la cadena con las que los dictadores mantenían atadas al pueblo.
«Muchos de los legionarios, supuestos traidores, han ocupado cargos públicos importantes en la administración, se han sentado en el parlamento como representante del pueblo, han ejercido elevadas funciones en el poder judicial, han sido ministros de Estado, enviados extraordinarios y ministros plenipotenciarios, han sido jefes de partidos populares, generales de ejército, uno de ellos ha sido general en jefe del ejército revolucionario y director de la cruzada popular de 1904 (ver nota), en fin, algunos de ellos, han sido presidentes constitucionales de la nación.
NOTA. En agosto de 1904 se inicia la revolución del Partido Liberal, liderado por el general Benigno Ferreira y Manuel Gondra. La revolución termina en diciembre del mismo año con el pacto del Pilcomayo, en cuya virtud don Juan B. Gaona es designado presidente provisorio. Fuente: “Compendio de historia paraguaya” por Julio César Chaves. Intercontinental Editora S. A. Año 2013, Pág. 248.
«Para algunos que se han ocupado ramplonamente de aquellos acontecimientos y apreciado los hechos sin mayor estudio (los lopistas impenitentes incapaz de reconocer sus errores y corregirse), juzgándolos sin criterio imparcial, todo lo expuesto no vale nada, ni tiene importancia, simplemente, porque no persiguen la verdad, sino un doble empeño insano; glorificar la tiranía y condenar a los amigos de la libertad. Pero, a pesar de todo, no es posible negar la evidencia ni desconocer en conciencia, que el país, al haberles dispensado tantos honores y confiándoles, en varias ocasiones, sus destinos, no los ha considerado nunca traidores ni malos paraguayos, o por lo menos, los ha absuelto de las imputaciones o acusaciones falsas, formuladas injustamente contra ellos por sus detractores.
«Es verdad que los titulados patriotas y buenos paraguayos han ocupado tan honrosos cargos públicos como los legionarios llamados traidores y malos paraguayos; por esto, a no dudar, ha sido porque la patria, nuestra madre común, piadosa y magnánima, ha querido cubrir con su velo el triste pasado, y, olvidando los agravios o las faltas de sus hijos, los ha acogido y les ha acordado honores por igual con la visión de que todos se esforzarán por hacerla alcanzar días mejores de grandeza, de libertad y de prosperidad».
…………………………………………………………………………………………………………..
B. Ferreira.
NOTA. Los que están en mayúsculas y entre paréntesis son nuestros.
EN CONCLUSIÓN. Queremos señalar que existe contradicción entre los que odian a los compatriotas que lucharon contra las dictaduras de Francia y los López que, con valor y admirable patriotismo se sacrificaron y sacrificaron a sus familias para que sus compatriotas gocen de libertad. Sin embargo; con todo mérito fueron considerados héroes y como tales galardonados por el Congreso Nacional a los que lucharon -igual a los antiguos legionarios- hasta poner fin a la última dictadura- bajo grandísimo riesgo. Ambos grupos mencionados renunciaron a la comodidad y salieron a luchar con abnegación y valor por un mismo objetivo: erradicar la dictadura de su amada patria.
Al terminar el terrible quinquenio, los legionarios recibieron una nación caótica y sin recurso. Aun así, lograron salir adelante y empezaron a preparar a la nación para la defensa del Chaco.
Finalmente, Invitamos a los lopistas a amar la verdad, porque cada vez que dicen falsedades le ponen contento al diablo que salta y baila de júbilo. Sin embargo, cada vez que decimos la verdad el diablo se enajena de furia. Golpeemos cada instante con saña al diablo diciendo la verdad; para que así sea, debemos insistir en lo cierto de nuestras afirmaciones.
En el día que cumplo feliz, saludable y contento 60 años y 240 meses: 28-04-2021.





COMENTARIOS SOBRE LA GUERRA DEL PARAGUAY (1864-1870)
¿Epopeya o Destrucción?
CAPÍTULO XXIX. RASGO DE PERSONALIDAD DEL MARISCAL LÓPEZ
En este capítulo y el siguiente, desarrollamos dos temas que pueden ayudarnos a identificar el carácter de Francisco Solano López, ya que los especialistas paraguayos, por ahora, no han publicado ningún estudio sobre ello, tal vez porque no quieren o porque no pueden o no se animan; de manera entonces, nosotros a pesar de que no somos especialistas en patologías de los criminales, que es campo de los siquiatras, hemos resuelto asumir esa responsabilidad. Para ambos asuntos nos han servido como guía Wikipedia, pero haciendo algunas adaptaciones y ajustes que no los desvirtúan. Abordamos este tema porque ignoramos que algún especialista paraguayo haya estudiado el estado mental del mariscal López para explicarnos los que les impulsó a obrar como lo hizo, principalmente en San Fernando y en la campaña de Villeta, y de este modo sacar conclusiones del por qué sus tácticas suicidas que solo multiplicaban los muertos y heridos sin lograr nada, salvo para dejar la tierra de San Fernando y de Villeta empapada de sangre de miles de paraguayos. Por consiguiente, invitamos a los lectores a acompañarnos a echar una ojeada sobre los rasgos que caracterizan a una persona cuyas acciones desbordan lo normal.
Sección 1. Diez rasgos que definen a un psicópata.
1) Empatía. La definimos como un estado mental en que uno mismo se identifica con otro grupo o persona. Un psicópata no puede sentir los que sienten los demás porque no se identifica con otra persona o grupo. Un individuo con personalidad psicópata entiende sus sentimientos, pero no lo siente. Así, cuando ve llorar a su hermana a causa de la muerte del marido, mostrará cierta compasión, pero no porque sienta una empatía emocional real en que se identifica con la hermana, sino solo por complacerla o por pura cortesía.
2) Sabe engañar. Según the Sociopathic Style (ver nota en párrafo siguiente), el psicópata es capaz de reconocer de qué cuerda debe tirar o qué botón es el que debe pulsar para engañar a otras personas, manipularlas, y hacerles creer lo que sea necesario para obtener un beneficio personal.
NOTA 1. El Sociopathic Style es un proyecto educativo y de investigación en curso creado por su fundadora, Marion Trent. Al trabajar con víctimas de sociópatas, Marion identificó un estilo de relación que sin duda ha tocado a millones de personas. Todo lo que tenemos que hacer es mirar los titulares de las noticias del día para ver que los informes de comportamiento sociópata en nuestra sociedad están aumentando dramáticamente. Estas noticias se centran principalmente en el autor.
3) El comportamiento impulsivo y la irresponsabilidad forman parte de su estilo de vida. Un psicópata nunca admitiría sus errores y es capaz de volverse iracundo con cualquiera que les muestre algún error o comportamiento inusual.
4) Narcisista. Los psicópatas se ven en sí mismo como más inteligentes, más poderosos y más valiosos que cualquiera otra persona. Suelen tener una extravagante percepción sobre sí mismo, pensando que el mundo gira en torno a él mismo.
5) Mentiroso patológico. La mentira es su arma de cada día. Los psicópatas tienden a mentir continuamente. Sus vidas conforman una interminable tela de Penélope, llena de mentiras.
NOTA 2. Penélope, en la mitología griega, esposa de Ulises. Durante los veinte años que duró la ausencia de Ulises, rehusó con ingenio las proposiciones de matrimonio de los pretendientes, aplazando su respuesta para el día en que hubiese terminado la tela que estaba tejiendo; por la noche deshacía el trabajo del día. Es el símbolo de la fidelidad conyugal. Ulises, rey legendario de Ítaca (isla de Grecia) en la Ilíada aparece como un guerrero hábil y astuto, autor de la estratagema del caballo de Troya. El regreso de Ulises a su patria fue el tema de Odisea.
6) Encanto superficial. Los psicópatas, cuando quieren, suelen ser extraordinariamente amable y tener cierto atractivo, puesto que su carácter es introvertido y decidido. En ningún caso son tímidos ni temerosos de hacer o decir lo que quieren. Sus miradas son siempre inquisitivas.
7) Falta de remordimientos. Los psicópatas no se sienten culpables por el sufrimiento y el dolor que infligen a otros, o por cualquiera de sus acciones en general. La desazón o la pesadumbre no están en su vocabulario. Para Solano López es una sensación embriagadora ser temido.
😎 Se aburren con facilidad. Los psicópatas tienen una necesidad irrefrenable de sobredosis de adrenalina, pues se aburren con facilidad, por lo que siempre están buscando situaciones en las que la excitación y la emoción sea el factor común.
9) Acoso o Bullying. Los psicópatas suelen hostigar a aquellos que no les aportan algún beneficio, lo que implica que subordinados, ancianos, niños (batalla de Acosta Ñu), en la mayoría de los casos se convierten en víctimas. Disfrutan ejerciendo su poder sobre los más frágiles. Igual a los lopistas, intimidar o escupir palabras soeces es lo suyo.
10) Poder y control. Los psicópatas son propensos a obsesionarse a ejercer poder sobre otro. Sumado a esto, también son unos obsesos del control. Todo debe hacerse de manera en la que ellos deseen.
Sección 2. Trastorno por Estrés Postraumático (TEPT)
Señalemos lo siguiente: alrededor del cuartel general del mariscal López en el teatro de operaciones de Humaitá, que también era la residencia de su familia, había tres círculos concéntricos de miles de tropas que le proporcionaba seguridad; en Paso Puku destinó 8.000 hombres con ese propósito. De esto, ningún soldado participó en la batalla de Tujutí. Es más, nunca se colocaba cerca del campo de batalla para conducir la defensa o el ataque. Por esta peculiaridad podemos inferir que el mariscal López tenía mucho miedo, y el miedo puede provocar todo tipo de comportamiento inusual como los que pasamos a enumerar:
1) Como se aburre con facilidad -repetimos- tenía una necesidad irrefrenable de sobredosis de adrenalina, por lo que siempre está buscando situaciones en las que la excitación y la emoción sea el factor común. Tal vez por ello inventaba conspiraciones para justificar los suplicios y el fusilamiento masivo de sus compatriotas;
NOTA 3. Adrenalina. Hormona secretada por la porción medular de las glándulas suprarrenales que acelera el ritmo cardiaco, aumenta la presión arterial, dilata los bronquios, estimula el sistema nervioso central.
2) Hacer fusilar a generales, coroneles y miles de paraguayos importantes con la sola intención de apropiarse de sus bienes;
3) establecer el terrorismo para mantener la obediencia ciega; porque el único medio de conseguir la “lealtad” es hacer que le tuvieran miedo, que les aterrara a todos sus castigos arbitrarios y brutales. De consecuencia, podemos proponer como hipótesis que Solano López padecía de trastorno por estrés postraumático (TEPT).
A partir de los fusilamientos del general Wenceslao Robles y su estado mayor e incluso su soldado cebador de mate y tereré, los oficiales y tropas habían presenciado un número de atrocidades mayor de lo que normalmente suceden en la guerra. Un desencadenante particular del TEPT es el hecho de haber sido destruida su flota de guerra en la batalla fluvial de Riachuelo y las rendiciones en Jatai y Uruguayana de la columna de 12.500 hombres que había mandado para tomar la provincia brasilera de Río Grande del Sur. Asimismo, la obligada retirada de la otra columna de 23.000 hombres -de los 30.000 que había enviado para ocupar la provincia argentina de Corrientes. Esta fuerza alcanzó el río Santa Lucía que desemboca en el Paraná en Goya, ciudad distante doscientos kilómetros aguas abajo de la ciudad de Corrientes; y allí se mantuvo por seis meses, sin saber qué hacer ni sobre qué objetivo avanzar, hasta que en el mes de octubre recibió la orden de regresar al Paraguay.
El personal del ejército, en numerosas ocasiones presenciaba sucesos horrorosos nunca imaginado. Uno de los síntomas más comunes de López es la reacción retardada ante esa clase de conmociones atroces: el terror de constatar que sus enemigos e imaginar que sus propias tropas intentan realmente darle muerte, y el consiguiente deseo de venganza o de matar a quien quiera que sea el adversario antes de que él lo mate. El carácter de esta clase de persona se altera hasta el punto de llegar a ser capaces de cometer atrocidades, como realmente lo hizo el héroe sin ejemplar.
Conforme aseguran los especialistas, quienes padecen trastorno por estrés postraumático (TEPT) acaban entusiasmándose con la violencia y están siempre dispuestos a ejercerla, la buscan y se exponen a ella, a veces de un modo que los demás pueden considerar demente. La descarga de adrenalina y el opio le proporcionaban una especie de borrachera que estimula el olvido, por lo cual esas personas solo consiguen olvidar los horrores que pudieron haber presenciado o cometido cuando se hallan en situación de violencia. Solano López encaja bastante bien a este perfil.
Igual a muchos generales que perdieron batallas tras batallas, podríamos suponer que López adquirió sicopatía causadas por el estrés. Con tantas derrotas como las que él sufrió, cualquier general se volvería sicópata. Tal vez, el estado de sicosis produjo en él una alteración global de su personalidad que subvierte sus relaciones con la realidad; y como consecuencia, llevó a la nación paraguaya, deliberadamente, a la autodestrucción. También suele tener una extravagante percepción sobre sí mismo y su enemigo, pensando que él era el eje del mundo y que gira en torno a él. No siente remordimiento por ordenar el asesinato de sus hermanos y cuñados, así como mandar azotar a su madre después de quitarle todos los bienes que llevaba camino a Cerro Corá. López no se sintió culpable por los miles de fusilamiento que ordenó o por el sufrimiento y el dolor que infligió al pueblo paraguayo, o por cualquiera de sus malas acciones en general. La desazón o la pesadumbre no están en su bagaje cultural. Los hechos prueban que López, tal vez haya sido opiómano, porque se aburría con facilidad por lo que siempre buscaba cualquier cosa que le pueda producir excitación y emoción, pues ambas son factores indispensables para él. Tal vez para colmar esta necesidad sometía a suplicio, y luego los mandaba fusilar a sus compatriotas y a varios extranjeros durante toda la guerra.
Mañana viernes: capítulo XXX. “Algunas semblanzas más de Solano López”.
Luque, 29-04-2021






COMENTARIOS SOBRE LA GUERRA DEL PARAGUAY (1864 -1870)
¿Epopeya o Destrucción?
CAPÍTULO XXX. ALGUNAS SEMBLANZAS MÁS DE SOLANO LÓPEZ
Sección 1. ¿Era o no narcisista el mariscal López?
Llevado de la mano de Eric Fromm (ver nota 1), pasamos a observar desde otra perspectiva los rasgos del mariscal López. Conforme la imagen que Solano López ha dado de sí mismo en sus tratos, no sólo con la gente y sus subordinados, sino incluso con sus padres y hermanos, en forma aproximada es posible saber lo suficiente como para llegar a la conclusión –sin ser psicólogo ni siquiatra- si López era una bendición como afirman los nacionalistas, o una maldición como lo califican los historiadores objetivos y veraces, o si era o no narcisista. Con esta salvedad que nos limita, es posible decir algo más sobre el declarado por decreto del presidente R. Franco en 1936 «Héroe Nacional sin ejemplar». Según su biógrafo más encumbrado como el coronel Arturo Bray, e inclusos Juan Crisóstomo Centurión y Jorge Thompson, deducimos que siempre vivió fantaseando desde la adolescencia, tenía ideas de grandeza, por la que nunca podía adaptarse a la realidad según la imagen que él da de sí mismo en sus tratos con la gente.
Nota 1. Eric Fromm: “El miedo a la libertad”, editado por Paidós SAICF, Buenos Aires-Argentina en 1998; “El amor a la vida”, editado por Altaya, Barcelona-España 1997. Y “El arte de amar”, impreso en la Argentina por Paidós SAICF.
López vivió, como muchos narcisistas, muchas desilusiones, porque nunca estaba satisfecho de nada y dudaba que su padre lo designe como vicepresidente de la república con derecho a sucederle en caso de fallecimiento o renuncia. La duda que le asaltaba y el vehemente deseo, acicateado por madame Lynch, de heredar el cargo del padre fueron aumentando; y el abismo entre la duda y lo que apetecía se hizo cada vez más grande. De esa profunda separación surgieron resentimientos, cólera, odio, y además un permanente aumento de su idea delirante de grandeza, y durante la guerra, cuanto menos lograba en sus operaciones militares, tanto más contumaz y extravagante se volvía.
No podemos asegurar si era masoquista, pero sí suponer que tenía la tendencia, porque, cuando más paliza recibía de la fuerza aliada, más tozudo y más cruel se ponía en sostener su actitud, sin dejarse persuadir ni por su madre ni hermanos ni por su entrañable amigo el obispo Palacios ni por sus cuñados ni por Mitre en Jataity Korá. Lo peor, excepto a su madre y hermanas, a todo -menos uno porque estaba fuera de su alcance- los mandó ejecutar. Este rasgo era propio en él y sólo abandonó el 1° de marzo de 1870 en Cerro Corá, camino a Corumbá, donde pensaba atravesar el río Paraguay, y pasar a Bolivia. Este es solo un lado de la personalidad del considerado Héroe Nacional que no tiene comparación.
Ya hemos dicho que narcisista es aquel para quien sólo es importante lo que a él lo afecta. El mariscal López, juzgado por los hechos podría haber sido uno de ellos durante toda su existencia. Nunca se interesó en nada que no fuera él mismo. Era casi insensible, desinteresado, aunque se tratara de su madre, hermanos, cuñados o de su único amigo. Claro, sólo tenía un amigo, vivía totalmente desvinculado de los demás, sólo se conocía a sí mismo, sus ideas de grandeza, su ambición de gloria, su poderío y su codicia de imponerse en el Río de la Plata para ser el “señor de la región”.
Quizás el rasgo más importante de López fuera su necrofilia; su amor por la muerte y la destrucción. Hay hombres a los que se puede caracterizar diciendo que ama la vida, y otros que desprecia la vida. Los hombres que aman la vida son fáciles de reconocer. Pero hay hombres que no aman la vida, excepto la suya como López y sus veneradores, sino más bien la odian. Ejemplos: los terroristas, los extremistas de derecha, los exaltados nacionalistas como son el nazismo, el fascismo y el lopismo, o de izquierda como el comunismo en la época de la guerra fría, etc.
Conforme la teoría de Eric Fromm, podemos sostener que los delincuentes y “motochorros” que asaltan negocios o a personas por las calles no dudan en asesinarla si no cumple con rapidez sus exigencias. Estos delincuentes no matan sólo por el valor de la prenda en sí, sino más para satisfacer su irrefrenable impulso de matar o de hacer sufrir.
Nietzsche (ver nota 2) juzga a los hombres crueles del modo siguiente: «los hombres que son crueles hoy deben hacernos el efecto de galería de civilizaciones anteriores que hubiesen sobrevivido; la montaña de la humanidad presenta en ellos al descubierto las formaciones inferiores, que de otro modo quedarían ocultas. Son hombres atrasados, cuyo cerebro, por causa de todos los accidentes posibles en el curso de la herencia, no ha sufrido una serie de transformaciones bastante delicadas y múltiples. Nos ponen de manifiesto lo que todos fuimos y nos causa miedo, pero son tan poco responsables como puede serlo un pedazo de granito de ser granito. En nuestro cerebro se encuentran algunas ranuras y repliegues que corresponde a esta manera de pensar. Pero tales repliegues y ranuras no son ya el hecho en que rueda actualmente el curso de nuestros sentimientos».
NOTA 2. Federico Nietzsche, “Humano, demasiado humano”. Editores Mexicanos Unidos. S.A. 2ª. Reimpresión 1994. Pág. 55.
Aquí cabe preguntar, ¿cómo pudo ser posible que no se produjera en Paraguay un mayor rechazo, e incluso mayor aversión, un mayor aborrecimiento y antipatía como los judíos y los alemanes a Hitler, contra el influjo necrófilo de Solano López? Este hecho nos hace pensar que la necrofilia predomina en algunos sectores de la población. Consecuentemente, podemos suponer que había una relación recíproca entre López y quienes lo seguían, quienes coincidían con él, quienes lo oían y quienes cumplían sus macabras órdenes sin vacilar. Hasta hoy se puede percibir en sus fanáticos veneradores que hay correspondencias entre ellos y López respecto a las terribles determinaciones de este de resistir hasta dejar exhausta a la nación paraguaya. Pero la verdad es que López intentó resistir hasta la campaña de Villeta. A partir de este lugar sólo se puso a huir hasta que fue alcanzado en Cerro Corá, y en el intento de escapar fue muerto. La controversia sobre el punto exacto donde fue muerto, ya puso punto final el historiador José Luis Martínez Peláez al presentar argumentos que no admite duda alguna.
López era un buen actor, aunque no tan bueno como Hitler; sin embargo, hizo creer a los demás que su finalidad era la defensa de la independencia e integridad territorial de la República del Paraguay y su grandeza, ¿a quién no le agradaría esto? Lo hizo de una manera tan buena que se le creyó, pero desgraciadamente el pueblo paraguayo no vio la verdad. López, es honesto reconocer, poseía talento para con arenga demagógica y populista sugestionar al pueblo y a su ejército para hacerle aceptar sus planes de guerra, que de por sí eran grandiosos, pero su error garrafal fue no considerar que los medios con que contaba no concordaban con el objetivo que pensaba conquistar, ni calculó cuanto le costaría en vida de sus compatriotas y en riquezas materiales, ni se le ocurrió algo indispensable hacer: confrontar el potencial de guerra del Paraguay con la del enemigo para concluir si tenía posibilidades de ganar la guerra. Vale decir, mediante artimaña logró primero, que mucha gente se sometiera a él, luego la gente creía lo que él decía y prometía. Incluso gran cantidad de paraguayos corrieron, durante la guerra, detrás de él como tras el flautista de Hamelin, sin comprender que los llevaba a la autodestrucción. Todo esto prueba el aserto: “mala cosa es cuando un loco sirve de guía a los ciegos”.
Estaba López tan lleno de sí, como todo narcisista, que cada palabra que decía le sonaba como la máxima sabiduría y la máxima verdad, pero su tesis no era el resultado de una convicción racionalmente fundada, sino la expresión de sus deseos emocionales. Está comprobado que necesitaba –como todo dictador- de la demostración constante de sumisión del pueblo. Es decir, la promesa de “la lealtad incondicional hasta la última consecuencia”.
Los fanáticos lopistas están impregnados de mitos, de relato popular o literario en el que el mariscal López es colocado como héroe legendario, sobrehumano que desarrolla acciones imaginarias. Su idealización presenta caracteres extraordinarios porque cada 1° de marzo, señalada como “Día de los Héroes”, las autoridades paraguayas y muchos de sus veneradores acuden en son de peregrinación al lugar de su muerte: Cerro Corá. Sin embargo, ese día sólo se exalta al mariscal López como un héroe legendario que defendió la patria hasta la muerte. Aquí es oportuno preguntar: si defendió la patria, ¿cómo es que el ejército aliado penetró en territorio paraguayo sin recibir un tiro de fusil, para luego perseguirlo en su retirada desde la ribera norte del río Paraná hasta Cerro Corá?
A los que nos gusta la verdad vemos con optimismo que cada vez en el Paraguay se está analizando con más atención la cuestión de la guerra de la Triple Alianza (1864-1870). ¿Por qué sucede esto? Porque recién desde 1989 empieza a crearse el ambiente propicio para debatir libremente en la búsqueda de la verdad, todo con la finalidad de que nunca más se repita la apocalíptica guerra que el mariscal López desencadenó sobre medio continente de la América del Sur que dejó a la nación solo caos y destrucción.
Los miles de mártires fusilados por “conspiración” -una historia inventada por el mismo mariscal López-, tal vez, por temor a ella, sólo unos pocos superaron el terror y empezaron a mostrar sus aprensiones a la continuación de la guerra que estaba incuestionablemente perdida tras sangrientas batallas y humillantes derrotas. Ellos estaban dispuestos como soldado para dar su vida, pero su valentía no era una valentía para la guerra, sino para poner fin a la guerra. Era una resistencia pasiva como la estrategia de Gandhi. En el caso de la supuesta conjuración, sólo se puede inferir que apenas hubo sospecha de conspiración. Para indagar qué significa la sospecha de López de que hay un complot contra él, es necesario preguntarnos primero: ¿Quién era exactamente Francisco Solano López? ¿Cómo pudo haber llegado a adquirir tanto poder como para declararse dueño y señor de la vida y hacienda de los habitantes del Paraguay? La respuesta a este interrogante nos da el esclarecido intelectual Guido Rodríguez Alcalá en su opúsculo: “Ideología autoritaria”.
Si leemos la profusión de obras que existen sobre la guerra de la Triple Alianza, lamentablemente algunos de los autores paraguayos como O’Leary, y extranjeros como Alberdi, Pómer y Chiavenatto no manifiestan ningún aborrecimiento respecto a los hechos necios, imprudentes y brutales de López, y no sólo lo defienden como si fueran abogados de él, sino también lo exculpan de sus horripilantes hechos.
NOTA 3. Mahama (Alma Grande) Gandhi. Soportaba estoicamente las humillaciones a las que eran sometidos por las autoridades británicas, pero él jamás abdicó de su estrategia de no violencia para conquistar la independencia de India.
NOTA 4. Rodríguez Alcalá, “Ideología Autoritaria”, editado por Servilibro, Aunción 2007.
NOTA 5. Alberdi era empleado de la embajada paraguaya en París y jefe de propaganda del mariscal López durante la guerra. Chiavenatto –durante la guerra fría- fue enviado al Paraguay por los líderes del Partido Comunista para escribir sobre la guerra del 70 con el único propósito de desmerecer a los generales brasileros de aquella guerra, y por ende, extender por analogía para mancillar el honor de los generales -a la sazón en el poder- que combatían el comunismo.
Sección 2. Descripción moral del mariscal López.
El resultado del gobierno de Solano López fue que el Paraguay sufrió las pérdidas del 60 % de la población, y perdió definitivamente los territorios en litigio con Brasil y la Argentina -ya vendidos por decretos del presidente F. S. López a madame Lynch-, como sabe todo el mundo. Se hundió en la guerra sin contar con los medios indispensables para ella, lo que llevó al Paraguay a una ruina casi total, como le queda claro a todos menos a los exaltados nacionalistas. Todo esto se realizó para alcanzar objetivo fantástico bien conocido sobre los que ya nos hemos explayados suficientemente. La guerra que López desató, causó a los paraguayos sobrevivientes enormes sufrimientos por la innecesaria muerte de sus familiares, sean en batallas o fusilados o por inanición o por enfermedades, y otros forzados a exilarse para evitar la cárcel o la muerte. Añádase a todos estos las pérdidas materiales, entre ellas la flota mercante del Estado, la fundición de hierro de Yvykuí, carretas, y animales como bueyes´, caballos, vacas lecheras, etc. Es difícil concebir que un jefe de estado hubiera conseguido destruir tantas vidas humanas de un solo golpe y sin remordimiento alguno de sus crímenes horrendos. Lo asombroso es que muchos paraguayos los venera e incluso van al lugar de su muerte con gran devoción, como si fuese un santuario para tributarle reverente homenaje al “Gran Mariscal” ¡porque defendió la patria! ¿Qué defensa hizo si él en una decisión demencial invadió con poderosa fuerza militar los territorios de Brasil y Argentina? La consecuencia fue inevitable y forzosa: ¡dejó en ruina la nación!
No hay excusa que pueda justificar y menos perdonar por sojuzgar a sus compatriotas y ordenar el asesinato de tantos paraguayos valiosos; pero ¿cómo podemos exculpar a López por mandar a los campos de concentración bajo circunstancias tan penosas y desgarradoras de las familias de sus víctimas –niños, mujeres y hombres ancianos-, y obligarles con otras formas de sufrimiento, además del dolor que ya habían soportado con el fusilamiento de aquellos que eran el sustento de sus hogares? Aunque pudiésemos exculparlo de todo esto, ¿cómo es posible que podamos perdonarle que haya confiscado las propiedades particulares de paraguayos y extranjeros como terreno, vacuno, caballo, joyas y dinero de estas personas, apropiándose de todos estos? Intentemos suponer que cerramos los ojos ante todo esto como los exaltados nacionalistas y lopistas impenitente y contumaz, y consideremos también que puede tener alguna excusa por su parte, pero, ¿podemos perdonarle algún día como cristiano, que haya profanado la iglesia católica no sólo por insultar y menoscabar a los ministros sino también porque mandó fusilar a un obispo y 23 sacerdotes? Trató una cosa sagrada sin el debido respeto e hizo uso indigno del poder, no sólo por mantener preso y ordenar una acción sacrílega contra su madre al mandar que sea azotada, sino también mandó asesinar a sus hermanos Venancio y Benigno, a sus tres sobrinas hijas de éste en Concepción, a sus hermanos políticos general Vicente Barrios y el exministro de Hacienda Saturnino Bedoya, y a su prima hermana, Juliana Insfrán de Martínez. Esto es un breve repaso de los hechos del considerado “Héroe Nacional sin ejemplar”, a quien tanto se los venera. Por todo lo que hemos expuestos podríamos suponer que el mariscal Francisco Solano López no se hallaba en sus cabales cuando ordenó las invasiones militares a los territorios de Brasil y de la Argentina, amén de los miles de compatriotas y numerosos extranjeros inocentes que él mandó ejecutar para luego apropiarse de sus bienes.
NOTA 6. Tragedia tiene el significado de acontecimiento funesto y terrible. Decir, la tragedia de Cerro Corá nos parece un enorme desacierto. Porque del mismo modo, se podía denominar el lugar de la muerte de Adolfo Hitler: ¡La tragedia de Berlín!; consecuentemente, nosotros tenemos la convección que no fue una tragedia sino una bendición.
Sección 3. La muerte del mariscal López.
Copia fiel de la impresionante obra de Igor Fleischer Shevelev “Los Cuatro Jinetes del Apocalipsis”, Pág. 1.390 y siguiente.
«En los informes suministrados por José Segundo Decoud, ministro de Relaciones exteriores del Paraguay al investigador argentino Dr. Estanislao Zeballos en 1888, con referencia al coronel Aveiro expresa: “Pienso que Aveiro es una de las fuentes más autorizadas para hablar de la guerra, hombre de ciertas ilustraciones y buen criterio”.
«Juan B. Gill Aguinaga probablemente el historiador que con más profundidad, objetividad e imparcialidad estudió las circunstancias de la muerte de Solano López, y la relación de hechos, publicados en su minucioso escrito “LA MUERTE DEL MARISCAL LÓPEZ” en el suplemento en homenaje al centenario de la batalla de Cerro Corá del diario de Asunción “La Tribuna”, del 1º de marzo de 1970, refiere que obra en sus archivos un croquis no publicado, realizado por Estanislao Zeballos a poco tiempo de finalizar la guerra en base a informaciones de varios jefes paraguayos participantes de la última batalla. En este importante documento se señalan importantes puntos de la tragedia de Cerro Corá. 1) Sitio donde López recibe sus dos primeras heridas. 2) Sitio en el arroyo donde Cámara encuentra al Mariscal. 3) Sitio donde a Solano López se le dio muerte. 4) Sitio del Cuartel General donde fue llevado el cadáver del Mariscal.
«En base a este croquis, las memorias de Aveiro, el primer parte de Cámara y el informe de la autopsia, Gill Aguinaga escribe en La Tribuna: “El Mariscal moribundo, es arrastrado de los brazos, por los dos soldados brasileños, porque su herida no le permite caminar, y en tierra, ya fuera del arroyo, y a unos 40 metros de aguas abajo, es asesinado a quemarropa, por la espalda, de un tiro de fusil. Por las declaraciones más verídicas que se tiene, es la tercera herida recibida por el Mariscal, herida que le causó la muerte. En presencia y consentimiento de Cámara, como lo dice en su primer parte del 1º de marzo. El proyectil recibido en la espalda, quedó en la caja torácica”.
«Después, el cadáver de López es ultrajado por la soldadesca, se le quita todas sus prendas de vestir y hasta un soldado lleva su oreja como recuerdo. Lo trasladan donde estaba ubicada la tienda de campaña, a un kilómetro de distancia y ahí siguen los ultrajes. Las mujeres, como furias enardecidas, bailan alrededor del cadáver. No podía ser de otra manera. El dios Moloch ha muerto.
«Taunay escribe lo que un testigo le había relatado: “El supremo vino entonces cargado en unos varapalos, sujetándole la cabeza un soldado de caballería. Tenía cuatro heridas. Un pie estaba descalzo, y en el decir de todos, ese pie era de nota, no solo por la blancura como por la delicadeza de formas. Nuestros soldados contemplaron ese cadáver con curiosidad; las mujeres paraguayas danzaron en torno de él. El coronel Paranhos mandó apartar aquellas furias, y ordenó el entierro, siendo el cuerpo sepultado, a pedido de la Lynch, en la misma fosa que la del hijo Pancho”».
Luque, 30-04-2021.





COMENTARIO SOBRE LA GUERRA DEL PARAGUAY (1864-1870)
(¿Epopeya o Destrucción?)
APÉNDICE 7. BREVE HISTORIA DE JULIO CÉSAR
Fuentes:
1) “Comentarios sobre la guerra de la Galia”, escrito por el mismo César. Editorial Losada, S. A., Buenos Aires, 2004.
2) “Guerra de las Galias”. Traducido por la Colección Gredos Bilingüe. Madrid-España, 1982.
3) Google y otras.
PARTE I
Julio César nació el 12 de julio (este séptimo mes del año es en homenaje a él por ser el autor del almanaque universal) en el año 100 a. J.C., en el seno de una influyente familia de clase alta, pero empobrecida por causa de una guerra civil. Su padre en la guerra civil se une al lado equivocado, y su familia despojados de honor, poder y riqueza, falleció en el 84 a. J.C., sin alcanzar el apetecido cargo de cónsul de Roma. A los 16 años César queda sin nada, sin dinero y sin honor. Pero estaba muy confiado que puede recuperar la riqueza confiscada y la gloria perdida a través de su incorporación al ejército, para después dar inicio a su carrera política. Los romanos solo querían gloria militar, eso yace en la ambición de los jóvenes romanos, y para alcanzarla todo varón debe destacarse en el campo de batalla. Uno de esos hombres es un recluta de 19 años de edad llamado Julio César. Antes de convertirse en uno de los líderes más poderoso, César se incorporó al ejército como un soldado raso; soñaba ser el más famoso y ser rico y honorable como fue su familia hasta ser confiscados todos sus bienes y deshonrado por causa de la guerra civil.
El mérito de César consistió básicamente en un ejercicio bien equilibrado y mesurado de la capacidad de decisión que inclina el curso de los acontecimientos hacia el lado más favorable. Ciertamente que en algunos casos ello puede ser debido también al factor suerte, pero no es menos verdad que en otras muchas operaciones exitosas sus decisiones respondían al cálculo y al razonamiento.
Cuando estudiamos la historia de Julio César o Aníbal o Alejandro o Napoleón o Estigarribia que fueron victoriosos en las guerras que condujeron, la admiración se apodera de nosotros y tenemos la propensión de encontrarnos ante un genio.
No es raro encontrar en la historia personajes que reúnen virtudes similares a los citados generales. Sin embargo, a todos ellos, si no le falta una virtud les falta otra, y aun así podría gozar de un triunfo sobre la historia que los hace eternos y ejemplares gracias a los buenos biógrafos que han tenido. En el caso de Julio César, mediante que contó con dos notables biógrafos como en verdad fueron Suetonio y Plutarco. Y a Estigarribia le hace eterno su más encumbrado biógrafo: el historiador norteamericano David Zook. No puede caber duda alguna que la historia de Ayala y Estigarribia para los paraguayos debía ser como fuente inagotable de máximas, porque no es poca cosa legitimar -mediante una guerra muy difícil ante un ejército valiente que lucharon con tesón-, como patrimonio de la nación alrededor de 250.000 kilómetros cuadrados de territorio que Estigarribia ofreció a su patria en la punta de su espada.
En el año 73 a. J.C., cuando falleció su tío Aurelio Cota y de la propuesta de reemplazarle en el Colegio de Pontífices, le hizo regresar de Rodas donde estudiaba la enseñanza del gramático Antonio Gnifón, a Roma.
NOTA 1. Rodas, isla griega del mar Egeo, cerca de Turquía. Importante escala comercial entre Egipto, Fenicia y Grecia, conoció una gran prosperidad en la antigüedad.
A partir de su regreso a Roma empieza a caminar hacia el poder mediante al prestigio de acceder al pontificado que lo eleva a una categoría social superior. De este modo empieza a participar en la política interna de Roma.
NOTA 2. Historiador latino. archivero del emperador Adriano, cayó en desgracia y se dedicó a la redacción de las vidas de los doce Cesares.
NOTA 3. Plutarco. Escritor griego (50 d. J.C. - 125 d. J.C. Residió en varias ocasiones en Roma y tomó parte del colegio sacerdotal de Delfos. Escribió numerosas obras.
En el año 70 a. J.C., Roma aún era República, el cónsul era el presidente y comandante en jefe de la fuerza militar.
Los esclavos. En todas las guerras que emprendió, en cada victoria el ejército romano capturaba a miles de soldados y ciudadanos entre estos algunos bien educados y de alto nivel intelectual, obligándoles a hacer el trabajo que los romanos no querían hacer. Trabajaban como zapadores, albañiles, maestros de niños, servicios domésticos, y no pocas veces actuaron como consoladores de las señoras mientras los maridos hacían la guerra. Los esclavos construyen caminos para que el ejército avance cada vez más. Los romanos eran buenos ingenieros y arquitectos, ellos fueron la clave para el éxito. Hasta el 75 a. J.C., dos millones de esclavos construyeron ochenta mil kilómetros de caminos y numerosos puentes para facilitar que la República ampliara sus territorios. Además, construyeron numerosos acueductos para abastecer a las ciudades. Este sistema funcionó hasta la rebelión de los esclavos liderados por Espartaco en el 73 a. J.C. Espartaco dirigió la mayor sublevación de esclavos de la antigüedad y tuvo en jaque al ejército romano durante dos años (73-71); pero fue vencido y muerto por Craso mediante un plan táctico ideado por el joven Julio César.
La rebelión de los esclavos, 73 a. J.C., y la batalla decisiva de Silario. Ejército romano conducido por Craso enfrenta al ejército de Espartaco.
Espartaco con un ejército de esclavos de cien mil hombres había derrotado a la fuerza militar romana en sucesivas batallas. Los resultados adversos le hicieron pensar a Craso emprender la retirada hasta el límite de Roma, el río Rubicón. Esta idea comunica a sus comandantes inmediatos para escuchar sus pareceres; pues, Espartaco con su poderoso ejército podía avanzar sobre Roma, y Craso solo contaba con treinta mil hombres (5 legiones); por lo tanto, era insuficiente para impedir el avance de Espartaco. Pero allí estaba Julio César, que había ascendido rápidamente por su talento, valentía y habilidad en la conducción de las tropas que pensaba diferente a su jefe a quien le asegura que se puede derrotar a Espartaco. César era hombre de acción sin ser temerario, amén de ser prudente y calculador como un ajedrecista. Presenta a Craso su plan acompañado de un croquis de cómo derrotar definitivamente a Espartaco. En el croquis estaba señalados los itinerarios a seguir, la ubicación del ejército enemigo próximo a la localidad de Selario y la posición de ataque a ser ocupados hasta el alba, y de allí partir al ataque rápido como el rayo al clarear el día. Los demás comandantes secundaron el plan de César, y Craso decide ejecutarlo. Inmediatamente ordena que el ejército romano se prepare para empezar la marcha para el combate al caer la noche. Todos estaban de acuerdo en lo siguiente: si el ataque falla, Roma podía ser destruida.
La batalla de Selario. El sorpresivo ataque en el momento en que aún las tropas de esclavos se hallaban en brazos de Morfeo (dios griego de los sueños, hijo de la noche y el sueño), el ejército de esclavos fue destruido y Espartaco muerto. Craso, gracias a César, después de dos años de campaña adversa, por fin logra lo que parecía imposible: matar a Espartaco y aniquilar su ejército..
Craso y César regresan a Roma con los laureles de la victoria, y fueron electos fácilmente como senadores. Por décadas el pueblo romano observaba cómo César se volvía cada vez más poderoso. César toma una temeraria decisión. Ahora estaba resuelto a no cometer el mismo error de su padre en la lucha por el cargo de cónsul de Roma entre su amigo Craso y el poderoso senador y general Pompeyo, quienes aspiraban el mismo cargo. Para César elegir a qué bando apoyar era muy difícil, porque sabe si se equivoca de hombre puede perder el poder y la gloria que ha ganado. Mientras la lucha entre Pompeyo y Craso era cada vez más acaloradas de ánimo, se da cuenta que era el momento de jugar su carta decisiva, que como gran estratega con paciencia estaba esperando. Idea un plan tan peligroso como brillante para volcar la crisis política a su favor. Si falla, todo los éxitos y la gloria obtenida en los campos de batalla serían inútiles. Pero si el resultado es feliz podría ser la oportunidad de su vida.
César invita a Pompeyo y Craso a una reunión, comienza diciendo: ustedes son los hombres más poderosos de Roma, pero mientras siguen peleados ninguno obtendrá lo que pretende. No habrá recorte de impuestos, ni pago para sus tropas. Algunos ricos senadores contaban con dos legiones propias pero a costa del presupuesto de Roma . Sólo pueden solucionar si trabajan juntos; así lograran los que deseen. Le interrumpe Craso para preguntar, ¿por qué confiaría en Pompeyo? Porque de lo contrario habrá una guerra civil, responde César.
Pompeyo, muy audazmente pregunta. ¿Qué obtienes tú? Cesar contesta, necesitarán autoridad en el senado para aprobar leyes, y por razones obvias no pueden ser ustedes. Elíjenme cónsul y me aseguraré que sus leyes sean aprobadas: el verdadero poder lo tendrán ustedes.
Luego de otras consideraciones, Pompeyo y Craso, que son los señores del senado, el primero un general muy popular y el segundo bastante rico, aceptaron la propuesta de Julio César. Así queda formada la alianza más poderosa en la historia de Roma que será conocida como el Triunvirato. César fue electo por el senado como cónsul de Roma. De este modo logra ocupar el cargo de mayor poder; gobierna un territorio cuatro veces más grande que el de Paraguay y comanda un ejército de 150.000 hombres. Para un joven que empezó su carrera siendo soldado raso es un sueño que se hizo realidad.
MAÑANA LUNES, PARTE II.
Luque, 02-05-2021.





COMENTARIO SOBRE LA GUERRA DEL PARAGUAY (1864-1870)
(¿Epopeya o Destrucción?)
APÉNDICE 7. BREVE HISTORIA DE JULIO CÉSAR/CONT.
PARTE II. SE ROMPE EL TRIUNVIRATO.
Por causas de negocios César, Craso y Pompeyo rompen el Triunvirato. Los dos últimos coincidían en un punto, si destituyen a César del cargo de cónsul de Roma, sus respectivos negocios prosperarían mucho más. Y esto, porque César combatía la exagerada corrupción en el senado lo que le creó varios poderosos enemigos. Como Pompeyo y Craso dominaban el senado prometieron a César el cargo de gobernador si aceptaba su destitución. César acepta, pues se da cuenta de que hay una manera de salvar su carrera política: debe convertirse en conquistador, pero para eso necesita un ejército. Por ello elige una provincia ubicada en la frontera norte que limita con un territorio que ningún general romano pudo conquistar a pesar de varios intentos: La Galia, que cuenta con una extensión de 320.000 kilómetros cuadrados; y comprende el territorio de lo que hoy es Francia y Bélgica, y parte de Suiza, Países Bajos y Alemania.
Los galos constituyen una permanente amenaza para Roma. Para impedir su invasión, Roma mantiene cuatro legiones en la frontera (6.000 hombres por legión), es decir en la orilla del río Rubicón. Las cuatro legiones que se encuentran en el lugar fue lo que le hizo decidir a César para desempeñar el cargo de gobernador y cuidar esa frontera como es debido. La estrategia de César: si conquista Galia regresará a Roma como héroe y recuperará su cargo como uno de los hombres más poderoso. Pero si falla morirá en la Galia o será acusado de traición por invadir tierra extranjera sin autorización del senado, un crimen castigado con la muerte.
La conquista de la Galia. En el 58 a. J.C., César con sus cuatro legiones más una que logró formar, eleva los efectivos de su ejército a 30.000 hombres. Con este ejército cruza el río Rubicón e invade la Galia, ignorando al senado.
La Galia, tomada en su conjunto, está dividida en tres partes. Una de ellas está ocupada por los belgas, la otra los aquitanos y la tercera los galos o celtas. Los galos están formados por poblaciones dispersas por toda la región. Todos ellos se diferencian entre sí por el idioma, las costumbres y las leyes. El río Garona separa a los galos de los aquitanos, y los ríos Marne y Sena los separan de los belgas. Los aquitanos eran los que ocupaban la región histórica y administrativa del suroeste de Francia donde actualmente se encuentra la ciudad de Burdeos, capital de la región de Aquitania. Los galos o celtas habitaban el suroeste de Alemania, luego lo abandona y fueron a ocupar la Galia.
El plan de Cesar era, ya que las poblaciones y aldeas no están unidas, las atacará por parte antes de que se unan contra él. Comienza ejecutando maniobras rápidas y logra varias victorias. Para obtener flexibilidad y no interrumpir su ofensiva en desarrollo, César deja de depender de la logística proveniente de Roma, y resuelve sobrevivir a costa de las poblaciones ocupadas.
A medida que va acumulando victorias, césar comienza a escribir a Roma sobre sus conquistas en una serie de informes conocidas después como “Comentarios sobre la guerra de la Galia”, cuya edición manuscrita rápidamente recorrió el mundo y es reconocida como una de las obras más célebre de la literatura latina. Sus objetivos eran que los romanos se enteren de sus conquistas y atraer a sus admiradores, simpatizantes y a los romanos en general. De este modo los romanos conocieron de primera fuente un nuevo territorio conquistado, y comienzan ver a César como héroe.
A medida que la popularidad de César crecía, también el número de envidiosos aumentaban, entre los que descollaban Pompeyo y Craso que comienzan a tener celos de César, y se ponían preocupados por sus éxitos. Sin embargo, numerosos jóvenes deseaban incorporarse al victorioso ejército de César. Entre ellos un oficial de caballería de nombre Marco Antonio. Cuando Marco Antonio llega a la Galia, a César le dio buena impresión, y lo nombró como comandante de la legión de caballería de su ejército. En los siguientes tres años, césar penetró profundamente dentro del territorio de los galos (hacia el norte).
Pompeyo y Craso ven los éxitos de César como grave amenaza al poder que ellos ostentaban. Ahora César es más poderoso que ellos, y el pueblo romano lo ama, un factor muy difícil de lograr; y ante esta situación César puede lograr lo que le apetece.
A la sazón, el general Pompeyo tenía cierto éxito militar y era muy popular en Roma, pero que ahora está siendo eclipsado por César. Sin embargo, Craso solo tenía riqueza y nada más que mostrar a los romanos. De manera entonces, Craso concluye que necesita su propia victoria militar, y se dirige al Medio Oriente para conquistar el reino de Partia, donde fue muerto tratando de emular a César. La muerte de Craso era el principio del fin del poderoso Triunvirato (Pompeyo, Craso y Julio César). Esto significa que el futuro de César dependía exclusivamente de lo que sucede en la Galia.
La batalla de Alesia. Vercingétorix es un líder galo que logra convencer a los diversos grupos étnicos, que la única manera de expulsar a los romanos de sus tierras e impedir la expansión romana a costa de ellos, era unirse para formar un gran ejército. Designado Vercingétorix como comandante en jefe, decide derrotar a César ejecutando la estrategia de tierra quemada; es decir, destruir valiosos recursos agrícolas, tanto para los romanos como para ellos. La idea estratégica era: «si podemos sobrevivir así un año, los romanos se irán de nuestras tierras». Los galos recolectaron todo lo que pudieron y se retiraron a un pueblo llamado Alesia, esperando el próximo movimiento de César.
Las provisiones del ejército romano se agotaban, para resolver el grave problema César idea una estrategia genial que hará que la estrategia de Vercingétorix se vuelva contra él.
El muro. Sabiendo que el ejército de Vercingétorix y los habitantes del pueblo sufrían también la escasez de alimentos, César ordena la construcción de un muro de 17 kilómetros alrededor de Alesia para encerrar al ejército galo y cortarle la vía de suministro de alimentos. Por lo tanto, la victoria estará sustentada sobre cual ejército aguanta mejor la carencia de alimentos. De manera entonces, la rendición de Vercingétorix o de Craso es solo cuestión de tiempo.
Mientras todo esto sucedía en la Galia, en Roma con Craso muerto en Partia y César a 3.200 +kilómetros, Pompeyo saca ventaja. Se hace nombrar cónsul de Roma por los dóciles senadores a sus deseos que le hace experimentar una sensación física y moral de gran superioridad sobre todos los demás, amén de ser el político más poderoso de Roma. Todas estas informaciones le llegan a César.
César se entera que un ejército de 150.000 hombres se dirige a Alesia para reforzar el ejército de Vercingétorix. A César no le amilana la noticia recibida y se dispone a realizar algo casi imposible: manda construir otro muro para proteger la espalda de su ejército de las tropas galas que se encuentran en marcha para Alesia. Vale decir, el pueblo se encuentra en el centro de dos círculos concéntricos que lo encierra totalmente, y el ejército romano entre ambos muros. Vale decir, que César tendrá que luchar en dos frentes. Días después de terminar el segundo muro, llega el refuerzo de Vercingétorix.
Dispositivo defensivo y el contraataque de César:
César había incrementado el efectivo de su ejército de cuatro legiones de 6.000 hombres cada una al inicio, a diez legiones con un total de 60.000 hombres. La legión del ejército romano contaba cerca de 6.000 hombres constituidos por 10 cohortes de 600 hombres cada uno, 30 manípulos y 60 centurias; semejante a la organización de nuestro ejército, pero con denominaciones y efectivos diferentes.
1) Primera y segunda legiones de lanceros y arqueros (12.000 hombres): impedir que tropas de Vercingétorix atraviese el primer muro que circunvala el pueblo.
2) Tercera y cuarta legiones de arqueros y lanceros (12.000 hombres): defiende el segundo muro desde el interior contra las tropas enemigas que acababan de llegar para liberar a Vercingétorix y al pueblo, para ello intentarán escalar y atravesar el muro exterior.
3) La primera, segunda y tercera legiones de caballería de tres cohortes cada legión (18.000 hombres), al mando de Marco Antonio: cada legión toma posición adecuada fuera del segundo muro, en diferentes posiciones de ataque, cuidando no ser vistos por el enemigo, o sea, aplicar el principio “ver sin ser visto”. A una señal -que será dada por César- atacar por la retaguardia a los refuerzos enemigos, simultáneamente, desde tres direcciones.
4) Reserva: tres legiones (18.000 hombre).
Si César logra derrotar al ejército de la Galia de 250.000 hombres con su ejército de 60.000, se convertirá en el conquistador más grande de la historia romana, y si es derrotado su destino será la muerte.
Luego de causar con sus arqueros y lanceros enormes bajas al enemigo que atacaba desde fuera de los muros; en el cuarto día de lucha, César decide que ya era el momento oportuno para lanzar su caballería sobre la retaguardia de los refuerzos de Vercingétorix. Dio la señal, y Marco Antonio se pone a la cabeza de su intrépida caballería, y rápido como el rayo se lanzan -como hacia Valois Rivarola- sobre los galos que sorprendidos por tan vigoroso ataque se dispersan aterrados y en gran confusión. La destrucción de los refuerzos de Vercingétorix estaba consumada.
Contra todos los pronósticos César derrota a dos ejércitos en uno de los mayores logros militares en la historia romana, luego de cuatro días de feroz lucha, causando al enemigo alrededor de cien mil bajas entre muertos y heridos. César logra lo que parecía imposible: derrotar definitivamente a los celtas.
El resultado adverso de la batalla le coloca a Vercingétorix ante el dilema: morir luchando o rendirse para salvar las vidas del resto de su ejército y a los habitantes de Alesia. Como valiente soldado y patriota ejemplar se decide por el último. No pierde tiempo porque el hambre acosa a sus tropas y a la población; monta su caballo y se dirige al puesto de comando de César. Al llegar desmonta y le solicita a César una sola cosa: «perdonar la vida a mis tropas, solo eso pido», y arroja su espada a los pies del vencedor. La valiente y honrosa actitud de Vercingétorix merece ser puesto como ejemplo: trató de salvar la vida de sus tropas antes del de él. López en Jataity Kora y en Villeta tuvo la ocasión de igualarlo o excederlo para salvar la vida de más de doscientos mil de sus compatriotas; de este modo y con toda justicia podía habérsele declarado “Héroe Nacional sin ejemplar”. César perdonó la vida al valiente enemigo y lo llevó a Roma; cuando César murió asesinado por Bruto, inmediatamente Vercingétorix fue ejecutado.
Con la victoria de César la República de Roma amplió su territorio con 320.000 kilómetros cuadrados más (un poco más grande que la región occidental del Paraguay), la mayor conquista militar. Las tropas romanas colonizaron la Galia, que a través de los años la convirtió en ciudades como París y Ginebra.
Luque, 03-05-2021.







COMENTARIOS SOBRE LA GUERRA DEL PARAGUAY 1864-1870
¿Epopeya o Destrucción?
PARTE III. CÉSAR CRUZA EL RUBICÓN
Mientras César volvía victorioso de Alesia con destino al río Rubicón, ya había enviado por delante relatos sobre la aniquilación del ejército galos. También envía oro y otros tesoros para repartir entre los ciudadanos pobres de la ciudad de Roma. La conquista de la Galia hace de César el hombre más popular de Roma, y tal vez más poderoso que el senado. El senador y general Pompeyo ve en la popularidad de César como una amenaza directa a su liderazgo. Esto hace que la relación entre los dos extriunviros se vuelva tensa. Pompeyo no quiere que se debilite su poder, por lo tanto, es preciso eliminar a César.
El plan de Pompeyo. Convoca al senado y presenta su libelo, acusando a César «por comprometer a Roma en una guerra sin permiso del senado. Él debe responder por desobedecer la ley; debemos despojarle del mando y ordenar que regrese de inmediato a Roma donde será sometido a juicio». Con seguridad el senado -dócil a los deseos de Pompeyo- le declarará culpable y condenado a la muerte. La petición de Pompeyo, el senado aprueba por unanimidad para presentar cargos contra el vencedor de la Galia. Esta actitud es bastante parecida al que tomó el presidente paraguayo coronel Rafael Franco en 1936 -presionados por sus asesores- con los victoriosos conductores de la guerra del Chaco: Dr. Eusebio Ayala y el mariscal José F. Estigarribia, quienes fueron humillados y desterrados tras la terminación de la guerra.
Veamos cómo el gran estratega sortea la trampa puesta por los corruptos senadores. Uno de los senadores que votó contra César es un ambicioso senador llamado Marco Bruto, hijo de una de la más influyente mujer de Roma, Cornelia, amante de César.
César en marcha con destino a Rubicón, 320 kilómetros de Roma recibe la noticia que fue despojado del mando, que de inmediato debe regresar a Roma para ser enjuiciado. Inmediatamente, reúne a sus comandantes subordinados para informarles de la sorprendente decisión del senado romano
¿Por qué? Pregunta Marco Antonio. No será un juicio justo. Pompeyo manipulará el juicio a su conveniencia.
Ante la circunstancia que no esperaba, aunque él tenía comprobado que los senadores eran los más corruptos de la sociedad romana, está forzado a decidir si acepta ser enjuiciado por ellos o lo ignora y marcha con su ejército a Roma con el propósito de recuperar el cargo de cónsul del que fue despojado.
En enero del 49 a. J.C., César a la cabeza de su invicto ejército llega de Alesia al río Rubicón, frontera norte de Roma. La ley romana disponía que cualquier general que cruza la frontera romana con su ejército sin autorización del senado viola la ley, y la pena es la muerte del general. No obstante, César mira la orilla opuesta y resueltamente proclama «cúmplase el destino» y cruza el Rubicón, y marcha sobre Roma para enderezar como gran patriota, lo torcido. De este modo, César oficializa la guerra civil y se convierte en general rebelde.
Cruzar el Rubicón no es solo un acto de guerra, sino el momento definitivo de la carrera de Julio César, y la base de su futuro político. El significado del dicho «cruzar el Rubicón» tiene que ver con el hecho de no dar vuelta atrás. No puedes cruzar el Rubicón y luego arrepentirte. El 3 de febrero de 1989, el general Andrés Rodríguez cruzó el Rubicón.
Al enterarse los senadores que César venía a la ciudad de Roma, los senadores Pompeyo, Bruto y varios más se disponen a huir para Grecia y Egipto. Pompeyo ordena a sus dos legiones que le sigan. Este acto desesperado de los senadores es porque Pompeyo sabe que no puede vencer a César solo con sus legiones. El plan de Pompeyo es formar en Grecia un gran ejército para enfrentar a César. Además, como comandante de las legiones romanas diseminadas por Asia y el Mediterráneo, ordena que se dirijan a Grecia.
El 17 de enero del 49 a. J.C., Pompeyo y la mayoría de los senadores abandona la ciudad, dejándola sin gobierno, pensando que César tontamente entraría en la ciudad mientras Pompeyo gana tiempo para incrementar y organizar su ejército en Grecia. Contra el pronóstico de Pompeyo, César elude la ciudad para no darle tiempo a reunir sus legiones, y se dirige a Bríndisi en persecución de Pompeyo. Bríndisi es un puerto al sur de Italia (Apulia) a orilla del mar Adriático. Apulia es una región de Italia meridional, que comprende las provincias de Bríndisi, Barí y Foggia. Actualmente, la región de Apulia cuenta con 4.000.000 de habitantes.
Luego de tres meses de marcha desde el Rubicón, César y su ejército llegan a Bríndisi, pero Pompeyo ya había logrado cruzar el mar Adriático. Sin amilanarse, ordena a sus hombres construir barcos para también cruzar el mar en persecución de Pompeyo. Mientras César construía barcos, Pompeyo organizaba sus tropas que iban llegando de Asia y Siria, más las dos legiones traídas de Roma.
Después de dos meses César dispone de los barcos que mandó construir para cruzar la mitad de sus tropas de 22.000 hombres, y parte con ella, él a la cabeza, para Grecia.
El mariscal López también se colocaba a la cabeza de su ejército, pero con una pequeña diferencia: no para perseguir al enemigo sino para huir del enemigo. De estas dos actitudes que un general en jefe puede elegir, nosotros nos inclinamos que es menos ridículo y más patriota reconocer la derrota y capitular tras perder la batalla decisiva; antes que adoptar la grotesca actitud de andar huyendo amparados por tropas famélicas, mujeres y niños.
La batalla de Farsalia 48 a. J.C. Luego de dos días César llega a Grecia y se prepara para la batalla decisiva. Sus patrullas de reconocimiento hábiles y experimentados como el legendario “Jakaré Valija” paraguayo, le traen importantes informaciones del enemigo: la fuerza de Pompeyo se halla acampado a mil metros del campamento de César, y a ojo de buen cubero contaba con 45.000 hombres.
La suerte acompaña a los audaces. Dos días antes del ataque de Pompeyo, Marco Antonio llega con el resto del ejército, completando César un ejército de 22.000 hombres (4 legiones). Frente a frente están los dos mejores generales romanos. En esta decisiva batalla estará en disputa dos cosas: 1) quien será el líder absoluto de Roma, y 2) quien es el mejor general en la historia de Roma. Las tropas de Pompeyo fueron reunidas apresuradamente, en tanto que las tropas de César llevan seis años luchando juntos en numerosas batallas sin ser derrotados nunca. Pero Pompeyo mucho confiaba en su legión de caballería de 6.000 jinetes que le hará ganar la batalla. Mientras César disponía de cinco 5 cohortes (la mitad de una legión); es decir 3.000 avezados jinetes al mando del habilidoso y arrojado comandante de la caballería de César: Marco Antonio.
Para neutralizar a la caballería de Pompeyo, César idea una táctica novedosa. Cuando Pompeyo tempranamente lanza su caballería; César no emplea la suya, sino la deja como reserva y manda a sus lanceros armados de larga lanza a enfrentarse a la caballería enemiga con una táctica que Pompeyo no esperaba, causando estupor y desorientación a los jinetes que eran espetados por las largas lanzas que esgrimían la infantería de César. De este modo, César logra quebrar el ataque de la poderosa caballería enemiga. Luego cierra la lucha su caballería conducida por Marco Antonio, que cual huracán parte de su posición de ataque, destrozando todo lo que encontraba delante. De este modo, el ejército de César se anota una victoria más. Pompeyo huye y César asegura el triunfo.
Las bajas. Pompeyo tuvo 35.000 hombres fuera de combate, de los cuales 15.000 muertos y 20.000 prisioneros. Entre estos figuraban varios senadores.
Seguidamente, César manda a Marco Antonio a Roma para mantener el orden; mientras él se queda para capturar a Pompeyo; pues, estando vivo Pompeyo no habrá paz en Roma porque siempre será una amenaza.
Pompeyo se dirige a Egipto en busca de ayuda para derrotar a su enemigo. Allí gobernaba Tolomeo, un niño de 14 años de edad a quien le pidió ayuda «para derrotar a un general rebelde». Tolomeo le contesta: «estoy informado que César le propinó una derrota total en Farsalia». Tolomeo se hallaba en plena guerra civil con su hermana Cleopatra VII a quien le estaba costando someterla. Pensando formar una alianza con César para terminar con la rebelión de su hermana, para la simpatía de César y obtener su apoyo militar manda degollar a Pompeyo. Sin embargo, Cleopatra VII, muy hábil en la política se adelanta a su hermano y contacta con César. El atractivo irresistible que Cleopatra VII ejerció sobre el vencedor de Farsalia, tanto por su talento como por sus encantos físicos, César no duda y forma una alianza con ella para derrocar a Tolomeo.
En el 47 a. J.C., Cleopatra y César unen sus fuerzas y forman un ejército de 20.000 hombres que pone sitio a Alejandría, sede del palacio de Tolomeo. Luego de dos meses de asedio Tolomeo es derrotado y escapa, pero al cruzar el río Nilo se ahoga o le ahogaron. Y Cleopatra VII gobierna Egipto, y César gana dos cosas: un Estado rico como aliado, gran productor de granos, algodón, etc., y una bella amante. La pareja tuvo un hijo llamado Cesarión. Mientras todos estos sucedían, Roma era un caos por la ineptitud de Marcos Antonio para gobernar, que obligó a César suspender su luna de miel y regresa a Roma para poner orden. Cesarión llegó a gobernar Egipto apenas por un par de semanas.
MAÑANA, “La muerte de César”)
Luque, 04-05-2021.




COMENTARIO SOBRE LA GUERRA DEL PARAGUAY (1864-1870)
(¿Epopeya o Destrucción?)
PARTE IV. LA MUERTE DE CÉSAR.
Roma 45 a. J.C. Al regreso de César de Egipto a Roma tras derrotar al influyente cónsul en la batalla de Farsalia, el senado designa a César como dictador por diez años. Para el cargo de dictador se nombra un hombre por un periodo limitado de tiempo, posee autoridad absoluta. En su origen es un cargo de emergencia que solo duraba seis meses.
Como escaseaba en Roma granos le fue fácil para César resolver ese problema con su aliada Cleopatra VII que le envió abundantes granos, principalmente trigo y arroz. César repartía a la población hambrienta suficiente alimento lo que hizo crecer más aún su popularidad.
Desde que regresó a Roma dejó de faltar al pueblo el sustento para vivir y restauró el orden en el senado. Ahora César piensa transformar la República que él considera anticuado en imperio. Combate la pobreza y crea fuentes de trabajo construyendo numerosas obras. A más de estos, su reforma más innovadora y más duradera fue la introducción de un nuevo calendario. César nota que el calendario en uso está desplazado cerca de cuarenta días. El cónsul y el senado romano eran tan corruptos como ineptos que habían perdido la noción de los días, meses y las estaciones. César basa el nuevo calendario en un año solar, colocando la República en un horario universal; el mismo que se usa hasta ahora. El nombre del séptimo mes del año está dedicado a Julio César.
Con la dictadura de César, Roma llegó a alcanzar una era de crecimiento que nunca ha conocido: expandió el territorio de Roma hacia la Galia, Macedonia, Hispania (nombre romano de la península ibérica); otorgó ciudadanía romana a los habitantes de la Galia. Todos los logrados por César se debe en parte porque no tenía que preocuparse de la aprobación de un senado corrupto.
Algunos senadores empiezan a considerar a César como una amenaza a la República y para peor a sus respectivos negocios ilícitos; por lo tanto, es necesario desprenderse de él, lo que constituye la sentencia de muerte de César. Los senadores Bruto y Casio urdieron el complot para asesinarlo. Mario Junio Bruto era uno de los asesores de César y comenzaba a considerarle como su posible sucesor. César no tenía hijo barón hasta que Cleopatra VII llega a Roma con un niño en brazo: ¡era el hijo de César llamado Cesarión! (llegó a ser rey de Egipto por breve tiempo. Cleopatra VII al mostrar a César el niño, le dice “¿ve que tiene tus mismos ojos?” A quien más preocupó la llegada del hijo de César era, no a Bruto sino a su madre, que dice al hijo “debes preocuparte”, el hijo le responde, no me preocupa en absoluto; la madre le advierte “¡acaba de ser reemplazado como sucesor de César!”, refiriéndose al hijo de Cleopatra VII.
NOTA. Cleopatra VII es la más famosa reina, gobernó Egipto por veinte años. Fue amante de César y después se casó con Marco Antonio. La derrota que sufrió su flota de guerra conducido por su marido en la batalla naval de Actium (31 a. J.C.) contra la flota conducida por Octavio sobrino de César, a la entrada del golfo de Ambracia (Grecia) significó el fin de su poder; se suicidó haciéndose morder por un áspid.
César pide a Bruto que convoque al senado para anunciar algo importante, a pesar de no estar obligado a solicitar ni comunicar al senado. Era la ocasión que los senadores estaban esperando.
El 15 de marzo del año 44 a. J.C., al entrar César al salón de reunión del senado, luego de los saludos protocolares, uno de los senadores se le acerca -en son de distracción-, le pide un favor estúpido, ocasión que aprovecharon Bruto y Casio para acuchillarlo hasta la muerte. Murió a la edad de 56 años.
El nacimiento del Imperio. El asesinato de Julio César conmueve a Roma. Los esclavos
toman el féretro y lo pasean el cuerpo de su benefactor por las calles, mientras la ciudad llora por su amado Julio César. En tanto que los senadores asesinos del más grande héroe y jefe de Estado que Roma ha tenido, intentan restaurar el orden, pero era imposible porque todos están fuera de control. La muerte de César crea un gran vacío de poder.
Julio César (100-44 a. J.C.) emprendió la conquista de la Galia que le dio gloria militar y un ejército fiel con el que cruzó el Rubicón y marchó sobre Roma, lo que desencadenó la guerra civil contra Pompeyo y el senado. Victorioso en Farsalia y después en Alejandría, instaló a Cleopatra en el trono de Egipto y se convirtió en dictador vitalicio de Roma. No obstante, se formó una conspiración en su contra en la que tomó parte su protegido, hijastro y asesor principal, el senador Mario Junio Bruto.
Meses después, el que fuera lugarteniente de César en la guerra de la Galia y en las batallas de Farsalia y Alejandría, Marco Antonio y Mario Junio Bruto se declaran la guerra por el poder. En el 42 a. J.C., ambos se enfrentan en el campo de batalla de Filipos (Macedonia). De un lado están los dos autores materiales del asesinato de César: Bruto y Casio. Por el otro están Marco Antonio y Julio César Octavio (nombre de Augusto antes de ser adoptado por César). El ejército de Marco Antonio y Octavio derrota al ejército de los magnicidios. Bruto para evitar caer prisionero optó por el suicidio. Octavio se asoció con Marco Antonio y Lepido en un triunvirato (43). Vengó la muerte de su tío en la batalla de Filipos.
Los senadores romanos asesinaron a César para salvar supuestamente la República, pero sucedió lo contrario: luego de varios años de violencia y agitación, la única forma de restaurar la paz era mediante el liderazgo de un hombre; ese hombre era el sobrino nieto de César, Octavio nombre que tomó Augusto tras ser adoptado por su tío. Julio César Octavio, conocido por el nombre de Augusto (63 a. J.C. – 14 d. J.C), el 16 de enero del año 27 a. J.C., se convierte en el primer emperador romano y gobernó durante cuarenta años. Acabó la conquista de Hispania y llevó la frontera del imperio hasta el Danubio. A su muerte fue venerado como un dios. La era de Augusto constituye una de las etapas más brillante de la historia romana.
Al final se cumplió exactamente el proyecto de César: se destruyó la República y con ella la hegemonía del senado en la política y los negocios mediante el ejemplo que dio y el proceso que inició. Después de César nada podía ser como antes. Luego de veinte años de su muerte Roma se convirtió en imperio con más de 50.000.000 de habitantes, cerca del 20 % de la población mundial.
En su obra “Julio César”, el poeta dramático inglés William Shakespeare, coloca en boca de Marco Antonio, general romano (81-30 a. J.C.), lugarteniente y hábil comandante de la caballería de César en la guerra de la Galia y en la batalla de Farsalia; el siguiente discurso en el funeral de César:
«Perdóname, ¡Oh despojo desangrado!, si soy complaciente y gentil con estos carniceros. Eres una reliquia del hombre más noble que jamás hayan visto estos tiempos. ¡Pobre de la mano que derramó esta valiosa sangre! Ante tus heridas frescas aún, que abren tus labios enrojecidos como bocas mudas suplicando de mi lengua la voz y la expresión, hago ahora este pronóstico: caerá una maldición sobre los miembros de los hombres; el furor intestino y la cruel guerra civil arrasarán todas las partes de Italia; la sangre y la destrucción serán tan corrientes, y los objetos espantosos tan habituales, que las madres no harán más que sonreír cuando vean a sus pequeños hijos descuartizados por la mano de la guerra; la costumbre de los hechos horrendos arrasará sin piedad; el espíritu de César, impregnado de venganza, fluirá teniendo a su lado a Atis que acababa de salir del infierno, y gritará en todas estas tierras con voz de monarca: “¡Destrucción!”, y soltará los perros de la guerra; y este crimen trascenderá por sobre el mundo en el dolor de los moribundos suplicando un sepulcro».
Luque, 05-05-2021.






COMENTARIOS SOBRE LA GUERRA DEL PARAGUAY (1864 -1870)
¿Epopeya o Destrucción?
CAPÍTULO XXXI. EL CAMINO DE DAMASCO
La nación paraguaya soportó muchas miserias y hechos horrorosos desde que el Dr. Francia se apoderó del poder y se declaró dictador en 1813; pero jamás tan horripilante hecho que causa horror y espanto como durante la dictadura de Francisco Solano López. Los más de dos mil condenados a muerte sin apelación, exhibían en sus rostros macilentos el fin del terror cuando caminaban al patíbulo. Con todo esto, el mariscal López nunca ni encontró ni se preocupó en hallar su Camino de Damasco.
Para los no católicos explicamos el significado de la frase: el «Camino de Damasco» es la denominación de un episodio que se cuenta en la Santa Biblia: Hechos de los apóstoles, capítulo 9, versículo 1 al 18 (9,1-18), primera epístola a los Corintios. Los católicos conmemoramos como un acontecimiento similar a la Epifanía.
NOTA 1. Corinto es una ciudad griega, rival de Atenas y Esparta. Era la ciudad más rica de Grecia, fue destruida por los romanos en el 146 a. J.C.
NOTA 2. Epifanía, fiesta cristiana que se celebra el 6 de enero para conmemorar la manifestación de Cristo a los pueblos aun no evangelizados, y que en el Evangelio figura como el episodio de los reyes magos.
En la Biblia publicada por “Sociedades Bíblicas Unidas”, impreso en Corea en 1987; encontramos en Hechos: “defensa de Esteban”. Capítulo 7, versículo 59, que nos cuenta el asombroso cambio de un fanático.
«Mientras los apedreaban, Esteban oró, diciendo: “Señor Jesús, recibe mi espíritu”. Luego se puso de rodillas y gritó con voz fuerte: “¡Señor, no les tomes en cuenta este pecado!”. Habiendo dicho esto, murió».
En el capítulo 8, versículos 1-3 se lee: «Y Saulo en hebreo y Pablo en romano estaba allí, dando su aprobación a la muerte de Esteban por ser seguidor de Jesús. Aquel día comenzó una gran persecución contra la iglesia de Jerusalén. Todos, menos los apóstoles, se dispersaron por las regiones de Judea y de Samaria. Algunos hombres piadosos enterraron a Esteban y lloraron mucho por él. Mientras tanto, Saulo perseguía a la iglesia, y entraba de casa en casa para sacar a rastras a hombres y mujeres y mandarlos a la cárcel».
En el Capítulo 9, versículos 1 al 18, dice: «Mientras tanto, Saulo no dejaba de amenazar de muerte a los creyentes del Señor. Por eso, se presentó al sumo sacerdote, y le pidió cartas de autorización para ir a las sinagogas de Damasco a buscar a los que seguían el Nuevo Camino, y llevarlos presos a Jerusalén. Cuando Saulo (el futuro San Pedro) y su comitiva ya se encontraban cerca de la ciudad de Damasco, una luz que venía del cielo brilló de repente alrededor de ellos. Saulo cayó de su montado, y oyó una voz que le decía: “Saulo, Saulo, ¿por qué me persigues?”. Saulo preguntó: “¿Quién eres, Señor?”, la voz le contestó: “yo soy Jesús, el mismo a quien estás persiguiendo. Levántate y entra en la ciudad; allí te dirán lo que debes hacer”».
«Los que viajaban con Saulo estaban muy asustados, porque habían oído la voz, pero no habían visto a nadie. Luego, Saulo se levanta del suelo; pero cuando abrió los ojos, no podía ver. Así que le ayudaron a montar y lo llevaron a Damasco. Allí estuvo tres días sin ver, sin comer ni beber nada, y donde vivía un creyente que se llamaba Ananías, a quien el Señor se le presentó en una visión y le dijo: “¡Ananías!”. Él contestó: “Aquí estoy, Señor”. El Señor le dijo: “Levántate y vete a la calle llamada Derecha, y en la casa de Judas pregunta por un hombre de Jerusalén que se llama Saulo. Está orando, y en una visión ha visto a uno llamado Ananías que entra y pone sus manos sobre él para que pueda ver de nuevo.
«Al oír esto, Ananías dijo: “Señor, muchos me han hablado de ese hombre y de todos los males que ha causado en Jerusalén a tu pueblo santo. Y ahora ha venido aquí, con autorización de los jefes de los sacerdotes, a llevarse presos a todos los que invocan tu nombre”. Pero el Señor le dijo: “Ve, porque he escogido a ese hombre para que hable de mí a la gente de otras naciones, y a sus reyes, y también a los israelitas. Yo le mostraré lo mucho que tiene que sufrir por mi causa. Ananías fue a la casa donde estaba Saulo. Al entrar puso sus manos sobre él, y le dijo: “Hermano Saulo, el Señor Jesús, el que se te apareció en el camino por donde venías, me ha mandado para que recobres la vista y quedes lleno de Espíritu Santo”. Al momento recobró la vista. Entonces se levantó y aceptó ser bautizado».
Este hecho hay que interpretar que Saulo era ciego de la verdad que Jesús proclamaba, y luego de las explicaciones de Ananías vio la verdad en las enseñanzas de Jesús. Pablo gracias al espíritu santo cambió de ser un hombre injusto en justo, y llegó a ser santo de la iglesia católica muy venerado por los cristianos. En tanto que el mariscal López murió sin encontrar su “Camino de Damasco”.
Edgar Quinet escribió: «Yo no dudo que el hombre más malo obre como hombre de bien siempre que ello le sea útil, reservándose el derecho de precipitarse nuevamente en el crimen, el día que el crimen pueda servirle». Y esto sucede a muchos hombres malos que aún no han encontrado su Camino de Damasco. Esperamos muy sinceramente que los veneradores del mariscal López busquen sus “Camino de Damasco”; encontrarán fácilmente cuando logran desprenderse de mentiras y de mitos. Duele decir, pero es necesario decir para que el pueblo paraguayo se entere cómo era el declarado por un decreto, sin nada lograr en los campos de batalla, “Héroe Nacional sin ejemplar”, a pesar de que Solano López, acicateado por la Lynch, con su fauces codiciosa de presa, inefablemente sañudo, feroz y sediento de sangre, se entregó al robo del tesoro nacional y se apropió de los bienes de los que fueron ejecutados por su orden; a más de estos, la constante acechanza de paraguayos y extranjeros residentes en Paraguay.
NOTA 3. Edgar Quinet. (17 de febrero de 1803-27 de marzo de1875) fue un escritor, historiador e intelectual francés. Ferviente republicano, muy crítico de los jesuitas e inflexible oponente de Napoleón III.
San Pablo fue la primera persona que halló su Camino de Damasco. La expresión “Camino de Damasco” tiene el significado de convertir al injusto en justo, al malvado en bueno, al asesino en pacífico, al ladrón en honesto. Para que esto suceda, es necesario reconocer el error, arrepentirse, reparar el daño ocasionado y buscar el perdón de Dios. Sin embargo, haciendo una analogía con el camino de Cerro Corá, este no cambió al malo en bueno ni al cruel en piadoso. Sin embargo, cada 1° de marzo se honra la muerte del mariscal F. S. López por motivo meramente político. Esto es así, porque en su gran mayoría al pueblo paraguayo le seduce la frase “defendió la patria y no se rindió”, y más aún cuando hay un decreto que lo declara “Héroe Nacional sin ejemplar”, a pesar de que ningún gobierno tiene derecho a sentenciar sobre hechos históricos ni ordenar al pueblo qué debe creer y que no, o, qué libro leer y qué libro arrojar a la hoguera.
Finalmente, podemos decir que el mariscal López no encontró, porque no le interesó hallar su Camino de Damasco porque prefirió, cual Kerabán el Testarudo (novela de Julio Verne), mantenerse en su “Camino de Cerro Corá”, que no cambió al malo en bueno ni al cruel en arrepentido, tal vez porque ya estaba escrito su destino: el 9º Círculo de Dante. En el 8º Círculo Dante ubican a Atila, Mahoma, y ladrones salteadores célebre de caminos; Y en el 9º Círculo, donde se halla el mariscal López en compañía del primer homicida Caín, Judas y Lucifer que ocupa el fondo del infierno y todas clases de traidores».
NOTA 4. “La Divina Comedia” de Dante Alighieri, poeta italiano (1265-Ravena 1321). Entre sus varias obras, la Divina Comedia escrita en 1306 fue la obra que lo convirtió en el padre de la poesía italiana. Edición numerada, ejemplar Nº 926K. Ediciones Océano-Éxito, S. A. Barcelona-España.
NOTA 5. Judas Iscariotes, uno de los doce apóstoles. Entregó a Jesús a sus enemigos por treinta monedas de plata y, presa de remordimientos, se ahorcó.
Luque, 06-05-2021.
AVISO. A partir del día de mañana viernes 7 de mayo, empezamos a publicar el último capítulo, ante del prólogo: LAS ATROCIDADES DEL MARISCAL LÓPEZ relatadas por testigos presenciales, porque fueron víctimas inocentes a igual de miles de seres humanos que padecieron en lo que fuera estancia de “San Fernando”, en manos de López que lo convirtió en un tenebroso lugar durante los meses de julio, agosto y setiembre de 1868.





COMENTARIO SOBRE LA GUERRA DEL PARAGUAY DE 1864-1870
¿Epopeya o Destrucción?
CAPÍTULO FINAL. LAS ATROCIDADES DEL MARISCAL LÓPEZ.
Este capítulo es un comprimido -con algunos comentarios aclaratorios-, de las 517 páginas de la obra de Jorge Federico Masterman y otros colaboradores titulada “Siete años de aventuras en PARAGUAY”. Masterman fue ex ayudante cirujano, profesor de materia médica, farmacéutico militar en jefe del Hospital General en la Asunción del Paraguay. La obra fue traducido al español por David Lewis (el mismo traductor de la obra de Jorge Thompson), aumentada con notas rectificativas. Editado en Buenos Aires-Argentina, año 1870. La obra completa se puede bajar de Google.
Las NOTAS como las frases aclaratorias entre paréntesis o sin comillas son nuestros.
Arresto de los doctores Rhind, Fox y Masterman.
Comienza diciendo Masterman:
«Estamos a principio del mes de 0ctubre de 1866. El hospital de Asunción estaba siempre excesivamente lleno, a pesar de la terrible mortandad, que no nos era posible contener, aunque trabajábamos de día y de noche con este fin. Las salas del hospital eran pestíferas. El 6 de octubre encontré al Dr. Rhind bajo la presión de una gran ansiedad. Se había recibido un telegrama de Paso Pukú (cuartel general de López) ordenando a los doctores Rhind y Fox que visite a la madre del mariscal. La orden acababa de llegar, y el Dr. Rhind fue inmediatamente en busca de su colega, pero no pudo encontrarlo hasta las 08.30 a.m. Inmediatamente se presentan a la puerta de la residencia; pero la vieja estaba de muy mal humor y no quiso recibirles. A la mañana siguiente se presentaron de nuevo, pero con el mismo resultado que antes.
«Poco después vino una nota del cirujano mayor William Stewart, remitida por orden de López, mandándoles que declarasen terminantemente las razones del por qué se ausentaban de sus puestos, y qué habían hecho en la tarde anterior. La respuesta del Dr. Fox no satisfizo al mariscal, que envió órdenes al mayor Gómez, jefe de plaza de Asunción, para que lo arrestasen a ambos médicos. El pobre Rhind que era tísico (tuberculosis), estaba entonces muy enfermo y débil, y vino a verme muy afligido, y me dijo que “el mayor lo había mandado llamar”, y añadió “estoy cierto que me van a encarcelar”. Por la tarde su ayudante vino a decirme que estaba preso e incomunicado, y que yo debía tomar a mi cargo el Hospital General, que entonces contenía 800 heridos. En los tres hospitales que funcionaban había 1.500 heridos confiados a mí y a unos cuantos practicantes. (Ante esta patética situación, mantener preso por meses a un doctor médico por una falta que apenas puede merecer una amonestación verbal, es carecer de aprecio, bondad y compasión hacia las propias tropas).
«En la mañana del 22 de octubre, Mr. Lourent Cochelet, cónsul francés, me envió un paquete de cartas. Dos de ellas eran para mí, y las demás para el Dr. Rhind. Hace años que no habíamos recibido correspondencia de Europa. De inmediato fui a llevar las cartas al Dr. Rhind. Pedí permiso al mayor Gómez, jefe de plaza, para entregar las cartas al destinatario. Me pidió las cartas para que él le entregue, me negué. Estaba seguro que si no se las entregaba yo mismo, no las recibiría nunca. Entonces me echó. Por la tarde fui al consulado francés para contar a Mr. Cochelet lo sucedido, pero antes de llegar un oficial me alcanza, y me dijo que el mayor Gómez quería verme, y que podía llevar las cartas. Fui inmediatamente, pero me engañó miserablemente. Cuando el jefe de plaza me vio, gritó: “Lo declaro preso”, y ¿por qué y hasta cuándo?, pregunté. “Eso lo sabrá usted mañana, ¿tiene usted las cartas?” Contesté afirmativamente. Me llevaron a una celda. Entonces comprendí mi posición en todo su horror. ¡Estaba preso!
«El calabozo tenía paredes de adobe y piso de tierra, con la ventana tapada. El edificio era el antiguo colegio de los jesuitas. A las 10.00 a.m., del día siguiente me llevaron a un pequeño cuarto donde se hallaban el capitán Silva, un alférez, un sargento y el Sr. Ortellado notario público. Este último me interrogó por varias horas. La última pregunta fue si sabía la razón por el que estaba arrestado. No, respondí. Y me dice, “¿No sabía que el obedecer es el primer deber del soldado?” -Sí, pero yo no soy soldado. –“¿No sabía que era prohibido por la ley la entrega de cartas que no habían pasado por el correo?”- No, jamás había visto ni oído hablar de semejante ley, pero a pesar de esto, la había quebrantado no yo, sino el cónsul francés, quién fue el que me entregó las cartas. Me ordenaron que se las entregue. Objeté, poniendo en duda su derecho para quitármelas. El capitán Silva ordenó al sargento que pusiese un par de grilletes encima de la mesa. Comprendiendo lo que esto significaba, entregué las cartas. Entonces me mandaron de nuevo al calabozo.
«Al día siguiente me citaron para oír leer y firmar mi declaración. Mis contestaciones a las preguntas habían sido infamantemente tergiversadas; se omitía todo lo que tendía a disculparme, y se había insertado una confesión falsificada de culpabilidad, agregando que yo había pedido perdón por mis culpas, y que estaba dispuestos a sufrir cualquier castigo que se me impusiera. (semejante a esto se hizo con todos los presos, modificaban sus declaraciones para ajustarse a los deseos del mariscal López. No faltará quien se pregunte, ¿por qué los médicos si son maltratados no regresan a sus respectivos países? Porque desde el inicio de la guerra todos los habitantes del Paraguay, incluyendo los diplomáticos, no podían salir del país sin autorización del mariscal López).
«Protesté enérgicamente contra la falsificación de los hechos, y la manera indigna con que me trataban después de mis largos y muchos servicios al Paraguay. Además, manifesté que quien violó la ley entonces era el cónsul y no yo quien debía enviarlas al correo. Es más, había recibido muchas cartas oficiales y privadas de Humaitá y Paso Pukú, enviadas a sus destinos, algunas por el mismo mayor de plaza, otras por el capitán del puerto, y ninguna de ellas había pasado por el correo ni ha sido estampillada. No obstante, para no empeorar mi mala situación, firmé los documentos de muy mala gana. Mis colegas, los doctores Rhind y Fox, permanecieron presos tres meses, al cabo de los cuales, los pusieron en libertad. La enfermedad del Dr. Rhind progresó, murió un año después. (Si López los tenía presos a los tres doctores médicos es prueba evidente de su mala intención: que la mayoría de los paraguayos mueran).
«Uno de los presos era el Sr. Capdevila, argentino; había sido uno de los más acaudalados comerciantes de Asunción. Cuando estalló la guerra permaneció en ella, pues supuso que, siendo una persona inofensiva, escaparía a la persecución; pero muy pronto lo enviaron preso a Humaitá. Su falta, ser argentino. Sin embargo, su esposa sobornó a madame Lynch, y dos meses después fue puesto en libertad. Compadeciendo el Sr. Capdevila a sus compatriotas presos en Humaitá (la mayoría fueron traídos de Corrientes, incluidas esposas de oficiales argentinos), les envió alimentos y ropas varias veces. Este acto de caridad fue considerado por López como una ofensa a él, y le llevaron engrilletados al lugar más horrible de la cárcel. Cerca de un mes después, le colocaron doble barras de grilletes. Tres meses más tarde pasó de nuevo, y volvió un par de horas después con tres barras de hierro. Meses después murió. (Probablemente, su fortuna fue tomada como contribución a la “defensa nacional”). Muchas personas distinguidas sufrieron peores martirios en aquel lugar.
NOTA 1. El grillete consiste en un arco de hierro, semicircular, con sus extremos unidos por un perno, para sujetar una cadena a los pies de los presos. Pesaba entre quince a veinte kilogramos.
«Permanecí encarcelado once meses sin ver jamás la luz del sol ni salir una vez siquiera del calabozo, rodeado de una atmósfera fétida y de presos que morían incesantemente. El 22 de setiembre de 1867 el jefe de plaza me comunicó que estaba libre, con la condición de que no saliese de la ciudad. El mayor Gómez hizo una pausa, esperando que expresara mis acciones de gracia al magnánimo presidente López. En cambio, le dije que me habían tratado injusta y cruelmente.
«Fui a lo de Mr. (Alonzo) Taylor, el arquitecto, que era la casa más próxima. Llamé y pasé adelante. Apenas me vieron se levantaron asustados de la mesa donde estaban cenando; y tenían razón, porque yo mismo me asusté cuando miré en el espejo. No es posible imaginarse una figura más espectral. Estaba descarnado y mortalmente pálido, parecía más bien un cadáver que un ser viviente. Mis cabellos, que no había hecho cortar hace trece meses, caían sobre mis hombros y se entretejían con mi barba. No era pues extraño que espantara, y que las criaturas quedaran petrificadas de horror al contemplarme. Mr. Taylor se levantó apresuradamente y me dijo: “¿Qué quiere Ud. Sr?”. - Vamos Taylor, le dije, ¿no me reconoce Ud.? “¡Dios mío!, exclamó; ¿sería Ud., el Sr. Masterman? Después supe que debía mi libertad a los buenos oficios del embajador norteamericano, Charles A. Washburn.
Con este procedimiento terrorífico el “Héroe Nacional sin ejemplar” mantenía la “obediencia y lealtad” del ejército y del pueblo. Además, es una evidente prueba que no le preocupaba la curación de los miles de enfermos y heridos que se hallaban al cuidado de los únicos tres doctores médicos con que contaba los hospitales de Asunción. El Dr. Guillermo Stewart se hallaba prestando servicio en el cuartel general de López en Paso Puku.
MAÑANA: "Relatos del Arquitecto Alonzo Taylor".
Luque, 07-05-2021.






COMENTARIO SOBRE LA GUERRA DEL PARAGUAY DE 1864-1870
¿Epopeya o Destrucción?
LAS ATROCIDADES DEL MARISCAL LÓPEZ/CONT.
Narraciones del arquitecto Taylor.
El arquitecto Alonzo Taylor nació en Chelsea, barrio del oeste de Londres, junto al Támesis,
y trabaja de arquitecto y maestro albañil. En noviembre de 1858 fue contratado, por el presidente Carlos A. López por medio de los señores Blyth, para prestar servicio en Paraguay por un periodo de tres años, y para enseñar su oficio a los paraguayos. Es casado, pero viajó solo. En 1861 se juntó con él su esposa e hijos, y vivían en una casa cerca de la Aduana. Tenía un buen sueldo y poco trabajo, y el general López le trataba con mucha consideración, lo que le convenció firmar un nuevo contrato poco después de su llegada, obligándole por cuatro años más.
El arquitecto Alonzo Taylor, después de ser liberado y su llegada de San Fernando a Asunción escribió las aventuras que pasó durante la guerra como preso y entregó su relato al señor Russell Shaw I. C. Este entregó a Masterman para que publique la narración de Taylor para que el mundo se entere y conozca los hechos salvajes y comprobados, y para que se difunda el instinto diabólico del mariscal López.
«La guerra estalló en 1865; pero esto no me afectó mucho, aunque percibíamos menos
sueldo. Por tanto, cuando se concluyó mi contrato, pedí al gobierno presentar uno nuevo, se me contestó en el ministerio que estaban muy ocupado para atender a semejantes cosas, pero que si trabajábamos como siempre nos remunerarían generosamente. En diciembre de 1867, el mayor Fernández del ministerio de Guerra me dijo que si queríamos, podríamos (se refiere al personal del arsenal donde trabajaban varios ingleses) hacer nuevos contratos y presentar al efecto nuestras proposiciones. Fue en esta etapa que volví de Itakuruví de la Cordillera, en donde había estado construyendo hornazas para destilar azufre con el objeto de hacer pólvora negra según un plan que concerté con Masterman.
NOTA 1. La pólvora negra es una materia explosiva que sirve para disparar proyectiles; es una mezcla de salitre, azufre y carbón.
«Durante mi permanencia en el Paraguay me ocupaba de la parte práctica de varias obras, por ejemplos del taller de moldes de la nueva fundición, y de la colocación y disposición de las varias máquinas del arsenal; dirigí la construcción de las estaciones del ferrocarril, del nuevo muelle y del hermoso palacio del presidente (Solano López); pero él nunca lo ocupó, y deseo ardientemente que no lo ocupe jamás. Digo todo esto para explicar por qué fui al Paraguay y por qué permanecí en él; ahora contaré mis sufrimientos durante cinco meses de cruel cautividad. Apenas podré describir los horrores que he presenciado, de manera que me limitaré a decir la verdad pura y llana; pero desearía poder pintar aquellas terribles escenas para que el lector se formase una idea de sus horrores y miserias, y para que pudiera imaginarse, como yo me imagino y aún creo oír en este mismo momento, los lamentos y gemidos de los miles infelices que murieron en el tormento. (Todos esos gritos lastimosos y gemidos de los condenados, sonaban a los oídos del mariscal López y la Lynch como espectáculo musical. La codicia de la terrible pareja no tenía límite, se apropiaban de los bienes de cada preso muerto.
«Mis sufrimientos comenzaron así: después de un duro trabajo en las jabonerías de Luque, volví a casa a las 10 p.m. Poco después un soldado de caballería llamó a la puerta, y me dijo que traía órdenes del ministro de Guerra y Marina, llamándome a la capital. Sabiendo que era inútil resistir, monté en mi caballo y acompañé al soldado, quién al pasar por el ministerio me dijo que tenía órdenes para conducirme a lo del capitán del puerto; así fue que continuamos nuestro camino hasta llegar a la orilla del río Paraguay donde nos encontramos con un gran número de gentes. Al bajar del caballo, a pesar de protestar, me pusieron grilletes y me colocaron en compañía de ocho presos más, hasta la mañana siguiente en que nos transportaron a bordo del vapor “Salto de Guairá” con destino a San Fernando.
«En esta época el presidente F. S. López tenía su cuartel general en San Fernando. Llegamos a este punto a las 04 a. m, nos desembarcan y tuvimos que marchar al campamento engrilletados por una distancia de seis kilómetros, y fue entonces que empezaron nuestros sufrimientos. Nuestro grupo consistía en quince personas de diferentes nacionalidades. Todos llevábamos puestos grilletes y algunos cargaban dos pares. El pelotón de soldados que nos vigilaban aceleraba nuestra marcha a bayonetazos y azotaba con guasca (cuero de buey que sirve de látigo) a los fatigados.
El cepo boliviano, bautizado por López, después de la capitulación en la ciudad de Uruguayana, por el de “uruguayana”.
«El tormento en la uruguayana, según mi propia experiencia, es la siguiente: me sentaron en tierra con las rodillas dobladas hacia arriba, me ataron primero las piernas y luego me ligaron las manos sobre las espaldas con las palmas al aire. Entonces pasaron por mis corvas (parte de la extremidad interior opuesta a la rodilla por donde se dobla y encorva) un fusil, luego colocaron un atado de seis fusiles sobre mis nuca y espaldas. Los que aseguraron por una de las extremidades con una huasca; luego hicieron un nudo en forma de lazo en la otra a fin de ligar los fusiles de arriba con los de abajo, los soldados que tiraban de la cuerda de cuero me doblaron la cabeza hasta que tocó las rodillas y me dejaron en esta violenta posición. El efecto era el siguiente: primero se me durmieron los pies, después sentí un ruido sordo en los dedos que se extendían gradualmente hasta llegar a las rodillas; lo mismo me sucedió con los brazos y las manos, aumentándose el dolor hasta convertirse en una agonía espantosa. Se me hinchó la lengua, creía que se me dislocaba las quijadas, y tuve un lado de las caras completamente muerta durante quince días. Mi sufrimiento era horroroso, hubiera confesado ciertamente si hubiese tenido algo que confesar y no tengo duda, que muchos inventarían cualquier mentira después de sufrir el espantoso dolor de este tormento. Permanecí dos horas en la posición descrita y me consideré afortunado en poder escapar con esto, porque a muchos los ponían dos y hasta seis veces en el uruguayana y con ocho fusiles en la nuca. La señora Juliana Insfrán de Martínez, esposa del héroe de Humaitá (y prima hermana de F. S. López) sufrió este tormento seis veces, siendo además azotada y apaleada hasta no dejarle sana ni una pulgada de su cuerpo.
«Veía torturar a muchos hombres en el cepo uruguayana; vi matar a hombres y mujeres a bayonetazos o azotes de la manera más bárbara en los meses de julio, agosto y setiembre: todos los castigados eran acusados de traición y rebelión a pesar de estar completamente inocentes de semejantes crímenes. Murieron más de setecientos.
«Al llegar a San Fernando vi a Mr. Stark, caballero anciano de gran corazón, inglés y comerciante. Había residido muchos años en Asunción, y todo el mundo le tenía gran respeto y estimación. No se me permitió hablarle, pero vi azotarle y tratarle cruelmente de diversas maneras. Fue fusilado en compañía de varios otros a principio de setiembre. John Watts, otro inglés, que fue primer maquinista de una cañonera, y el mayor norteamericano (James) Manlove, fueron ejecutados en el mismo día. Otro inglés murió de hambre. Mr. Neuman fue bárbaramente azotado; podían oírse sus gritos por todo el campamento y murió en medio de la aplicación del castigo.
A todos los paraguayos y extranjeros fusilados se les requisaban sus bienes con el pretexto de contribución a la “defensa nacional”, y que conste que no había manera de comprar nada, porque el Paraguay se hallaba bloqueado; por lo tanto, tenía cortada la comunicación con cualquier otro país. Y a las respectivas esposas e hijos menores de once años de edad de los ejecutados, los destinaba al campo de concentración de Cordillera primero, luego Yhú, Curuguaty y Espadín ubicada en las estribaciones de la cordillera de Amambay. Es decir, desde su retirada de Cordillera López los mandaban por delante a las mujeres conocidas por las “destinadas” con sus hijos menores.
El cepo de lazo. «Nuestra cárcel era un terrenito de cien metros cuadrados, rodeado con estacas, y como cielo raso el firmamento. Había en cada corral un grupo de cincuenta hombres. La manera de asegurarnos era muy primitiva, pero atrozmente dolorosa. Se ataba a una de las estacas una cuerda de cuero (huasca), entonces llamaban: -preso número 1, échese de espaldas le decían, y se le ataba los tobillos con una cuerda de cuero; entonces venía el 2, se acostaba a 1, 80 metros de aquel y le ataban a la misma cuerda. Esto se repetía hasta que no cabían más hombres en la misma hilera, entonces se empezaba con otra cuerda, y después con otra, hasta que todos quedaban asegurados. Las extremidades de estas cuerdas eran amarradas a las estacas y las estiraban dos o tres hombres hasta quedar tensa como cuerda de violín. Sufríamos atrozmente; pronto tuve los tobillos cubiertos de heridas y casi dislocados por la tensión violenta del lazo. A este se le llamaba: el “cepo de lazo”. Estábamos de esta manera expuestos a los rayos ardientes del sol, a la lluvia y a la tormenta; casi nos enloquecían las mordeduras de millares de insectos tropicales, y estábamos tan mal alimentados, que sólo comíamos las entrañas de los animales que se mataban para las tropas.
«Vi sacar un día a un oficial argentino; cuando regresó traía todo el cuerpo hecho pedazos. Al día siguiente en el mismo momento de soltarnos, le indiqué su espalda sin hablarle, con un palillo trazó en la arena 100. Comprendí por esto, que había recibido cien azotes con un látigo de cuero. En esa misma tarde le mandaron llamar de nuevo y cuando regresó escribió 200. El día siguiente le fusilaron. Entre los presos había muchas mujeres pertenecientes a las mejores familias del país; algunas eran muy ancianas, y otras jóvenes y bonitas, sobre todo Dolores Recalde, alta y hermosa niña, y Josefina Riquelme, mujer hermosa de bellísimos ojos. Estas infelices sufrían muchísimos, aunque tenían pequeños ranchos de paja donde refugiarse y lamentaban dolorosamente su cruel posición.
«…, en cuanto a mí, no creo absolutamente que hubo tal conspiración; a no ser que la hubiera de parte del presidente López y algunos de sus esbirros con el fin de robar su dinero a los extranjeros».
«Al terminar dos horas en el cepo uruguayana me soltaron, el mayor Germán Serrano vino a verme y me preguntó si quería confesar quién debería ser el nuevo presidente. Yo no podía hablar y él continuó diciendo que, debido a la clemencia del mariscal López, me habían tenido poco tiempo en el cepo, si no quería confesar me haría remachar otros dos pares de grilletes, y me volvería al uruguayana con ocho fusiles en vez de seis, conservándome en él mucho más tiempo. Enseguida me llevaron a la guardia y haciéndome un gran favor no me ataron aquella noche.
«(Germán) Serrano volvió a verme el 26, acompañado de un oficial llamado (Silvestre) Aveiro. Este me preguntó qué grado masónico era el mío. Respondí que no era masón, pero que había asistido una vez a una reunión en la casa de un italiano llamado Tubo, quien procuraba fundar una logia bajo falsos pretextos.
«Aveiro dijo, - ¿sabe Ud., que tenemos a Tubo aquí presente? No, respondí, ¿cómo lo había de saber? Serrano dijo entonces, vamos a confrontarlos. Tubo fue introducido al rancho. Dirigía el interrogatorio Juan C. Centurión. Me preguntó enseñando a Tubo “¿Conoce Ud., a ese hombre? ¿sabe Ud., que él le detesta?” Respondí, que debería odiar a Tubo por haberme sacado mucho dinero bajo falsos pretextos, habiéndome embromado con su farsa de francmasonería. Tubo dijo que usted había firmado un documento en que aceptaba ser miembro de la Sociedad masónica. Se lo negué, y, entonces Centurión preguntó a Tubo, si yo había firmado semejante escrito. Tubo vaciló y dijo: creo que sí. Centurión exclamó enfurecido, su creencia no nos sirve para maldita la cosa ¿firmó Alonzo Taylor el documento, sí o no? Tubo se confundió todavía más, y no pudo dar contestación alguna, lo que me hizo decirles francamente que todo aquel asunto era una imputación calumniosa. Le echaron.
«Es ocioso describir las miserias de nuestra vida diaria en San Fernando, que ofrecía siempre la misma faz, privaciones continuas, nuevos presos, castigos y ejecuciones. No pasaba un día sin que alguno fuera sacado para azotarle, atormentarle o fusilarle. Los gritos de los azotados desgarraban el alma. He visto matar a azotes a dos uruguayos; y cuando el joven Capdevila fue fusilado, estaba estropeado desde los pies hasta la cabeza a consecuencia de los palos que había recibido. Estoy cierto que no exagero cuando digo que se fusilaron más de 350 personas durante nuestra permanencia en San Fernando. Había varias señoras entre los presos; las azotaban en los ranchos, pero se oían sus gritos y sus llantos.
NOTA 2. Según José Falcón, fueron más de 1.200 los que fueron fusilados en aquel lugar.
La marcha a Villeta. «Antes de marchar, nos quitaron los grilletes, pero los llevábamos en las manos, y se nos permitió conversar en el camino. Cuando vino la noche nos pusieron en el cepo de lazos como antes. Conté cerca de 260 presos, de los que 14 eran extranjeros, y los demás paraguayos. Con los extranjeros iban 4 señoras: Juliana Insfrán de Martínez, Dolores Recalde, las señoritas Egusquiza, dos ancianas solteras hermanas de Egusquiza, antes cónsul de López en Buenos Aires. Iban con nosotros dos carretas de bueyes en que transportaban a las hermanas de López.
«Hicimos en siete días nuestro viaje de 100 millas (160 Km.) a pesar de las dificultades del camino y de nuestro estado de extenuación. La Sra. Juliana Insfrán de Martínez recorrió toda la distancia a pie, aunque tenía el cuerpo lleno de heridas, su cara ennegrecida y desfigurada, y las espaldas y la nuca completamente en carne viva, porque a esta desgraciada señora la habían puesto seis veces en el cepo uruguayana. Hasta su arresto, era amiga íntima de madame Lynch; pero después la abandonó cobardemente, dejándola entregada a su terrible suerte. Cuando la conocí era notablemente bonita, y no tenía más de 24 años de edad cuando su primo hermano (Solano López) la mandó atormentar y luego asesinar. Doña Juliana me contó todas sus penas. El 17 de diciembre de 1868 fue fusilada. No tenía otro crimen que ser la esposa de un valiente jefe abandonado por López y que fue forzado por el hambre a capitular en Isla Poí.
«Llegamos a Villeta en setiembre, y allí nos colocaron al aire libre y en el cepo de lazo. Vi un día traer preso y engrilletado al doctor médico Masterman (inglés), y con él a un americano llamado (Porter Cornelius) Bliss; pero no permanecieron largo tiempo en la misma guardia. No me atreví a hablarle; un día le vi con la cara cubierta de sangre, por lo que deduzco que lo habían atormentado.
«Me parece que los paraguayos debieron perder muchos hombres el 7 de diciembre de 1868; porque se escogieron 16 oficiales de entre los presos y los pusieron en libertad (entre ellos el capitán Adolfo Saguier). Al mismo tiempo fueron ejecutados cerca de 30 extranjeros que habían sido traídos de Cerro León, y muchísimos paraguayos que habían sido encarcelados por diferentes razones inventadas. Entre las personas fusiladas esta vez vi a Fulger y a Gustavo Horman, alemanes, y al teniente argentino, Romero.
«El 17 de diciembre el coronel Hilario Marcó, antes jefe de la policía, llegó a la guardia acompañado de varios oficiales, y leyó un papel los siguientes nombres: 1) sacerdote Sosa, 2) Juliana Insfrán, 3) Dolores Recalde, 4) Luisa Egusquiza (su hermana murió en San Fernando), 5) Benigno López (hermano del mariscal López), 6) José Berges (ex ministro de RR. EE), 7) José Bogado (deán de la catedral de Asunción), 😎 Coronel Paulino Alén (ex comandante de la guarnición de Humaitá), 9) Simón Finanza (italiano, capitán de un buque que vendió a López; luego quedó arrestado), 10) Leite Pereira (cónsul de Portugal). Todos respondieron al llamado. Fueron llevados al lugar de la ejecución. Cuando hubo transcurrido cerca de una hora se dejó oír una descarga, luego uno que otro tiro de gracia, y todo se acabó. (Se denomina “tiro de gracia”, el que remata al que está gravemente herido).
«Supongamos que algunos de estos hombres merecieran la muerte. Sin embargo, no se podrá excusar jamás el horroroso crimen de fusilar a desamparadas e inocentes mujeres por las faltas verdaderas o falsas de sus maridos, hermanos o novios. Si hubo conspiración, el tiempo lo probará; pero si se condenó a los titulados conspiradores sin pruebas mejores que las que me dieron para detenerme preso por cinco meses, debe considerárseles como víctimas y mártires. Se conocerá la verdad algún día, Y ENTONCES EL PRESIDENTE FRANCISCO SOLANO LÓPEZ PASARÁ A LA HISTORIA COMO UN HÉROE O COMO UN DEMONIO.
«Cuatro días después, personalmente López y madame Lynch acompañado de un gran séquito se acercaron a nuestro grupo, y nos liberaron a todos». (Esta extraña generosidad de López probablemente es debido al pactó entre Caxias y el embajador norteamericano Mc Mahon que acompañaba a López en Lomas Valentinas, quien se reunió con el general brasilero para suplicarle que deje escapar a López. Caxias accede a la solicitud de Mc Mahon con la condición de que los presos sean liberados, principalmente extranjeros, entre ellos el mayor de caballería brasilero Cunha Matos y el Dr. Stewart, el primero tomado prisionero en la segunda batalla de Tujutî del 3 de noviembre de 1868. Después, Cunha Matos recuperó su cargo e hizo la campaña hasta Cerro Corá).
«Después, caímos en manos de algunos soldados brasileros, quienes nos llevaron a presencia del marqués de Caxias. Me interrogó, y después me dijo que podía ir donde me diera la gana. Le dije que no tenía fuerzas para caminar, entonces ordenó a uno de los médicos para cuidarme. No puedo expresar con palabras cuánto le debo. Yo era un miserable objeto reducido a esqueleto y debilitado hasta el último grado. Cuando estaba en Luque pesaba 178 libras (89 Kg.); y cuando fui a bordo de la cañonera brasilera “Cracker” para recuperar mi estado de salud, no pasaba de 88 libras (44 Kg.). Después de recobrar mis fuerzas, partí a caballo para la Asunción. Llegué por último a esta plaza, pero tan enfermo que no pude hablar por algunos días, otro oficial brasilero fue muy humanitario conmigo.
«No he visto todavía a mis hijos y esposa, pero el cónsul francés me dijo que estaban en la Cordillera (Itakuruví) salvos y sanos».
Como ya hemos señalado, en Itakuruví funcionaba una fábrica de pólvora negra. Cuando las tropas aliadas marchaban sobre Pirivevýi, el conde D’Eu mandó al lugar un destacamento que la destruyó y rescató a varias mujeres inglesas con hijos menores, entre ellas la esposa e hijos del Arq. Alonzo Taylor.
Continuará mañana con “Narraciones del capitán Adolfo Saguier”.
Luque, 08-05-2021.





COMENTARIO SOBRE LA GUERRA DEL PARAGUAY DE 1864-1870

¿Epopeya o Destrucción?

LAS ATROCIDADES DEL MARISCAL LÓPEZ/CONT.

Narraciones del capitán Adolfo Saguier

El capitán de artillería Adolfo Saguier era uno de los oficiales más ilustrado del ejército paraguayo, cuando fue apresado desempeñaba el cargo de ayudante de José María Brugués, el general de mayor talento con que contaba el ejército paraguayo.

El historiador paraguayo Igor Fleischer Shevelev en su magnífica obra “Los Cuatro Jinetes del Apocalipsis” cuenta que «El 8 de junio de 1865 el Mariscal Francisco Solano López se embarca a las 7 de la tarde en el puerto de Asunción para trasladarse a Humaitá. … Lo acompañan en el buque Tacuarí una comitiva de allegados: Venancio López, jefe del Estado Mayor; su ayudante el mayor Paulino Alén; su secretario Luis Caminos; su secretario privado Miguel Haedo; el Obispo Diocesano Manuel Antonio Palacios; el teniente Adolfo Saguier; Natalicio Talavera, director del periódico “El Semanario”.La siguiente narración apareció el 15 de enero de 1869 en “La Nación Argentina”, diario que se publica en Buenos Aires. Proseguimos con Masterman este camino que nos pone el pelo erizado por efecto de contemplar la vida de seres humanos presos por orden del “héroe por decreto”-en su totalidad inocentes-, de que era un verdadero calvario. Es un crimen pretender esconder del pueblo paraguayo estos hechos, para luego decirle: aquí no ha pasado nada, como los exaltados nacionalistas vienen sosteniendo desde O’Leary, y principalmente a partir de 1936 cuando fue declarado por el presidente Rafael Franco “Héroe Nacional sin ejemplar".

Dice Masterman, «conocí a su autor el capitán Saguier, y por ser uno de mis compañeros de desgracia, su testimonio me es sumamente interesante, sobre todo, porque viene a probar la verdad de mis propias declaraciones. En la siguiente versión he seguido el texto original casi al pie de la letra. El redactor de “La Nación Argentina”, dice»:

«El capitán Adolfo Saguier ha suministrado los siguientes detalles sobre los actos de barbarie perpetrados por F. S. López. López hacia azotar a los prisioneros, con 50, 100 y 200 azotes, antes de fusilarlos. El Dr. Carreras fue azotado así, del modo más bárbaro. El capitán Saguier que se hallaba a la vista del Dr. Carreras y también con grilletes, desde hacía cinco meses, presenció el hecho, y cuenta hasta los gritos que arrancaban a Carreras el lazo y las varillas con que le daban los azotes. Berges también fue azotado antes de ser fusilado; y Benigno López, hermano menor de López, antes de ser ejecutado fue también despedazado a azotes. El capitán Saguier lo ha visto y conoce al verdugo que lo azotó. Se llama Silvestre Aveiro.

«El marqués de Caxias tiene prisionero al capitán de caballería Matias Goiburú, fue el que condujo el pelotón para la ejecución de Benigno López, general Vicente Barrios, el obispo Palacios, el deán Bogado, Juliana Insfrán de Martínez, doña Mercedes Egusquiza, doña Dolores Recalde y otras personas más, cuyo nombre no recuerda. Esto sucedió el 21 de diciembre de 1868, y las ejecuciones fueron presenciadas, de orden de López por sus dos hermanas; Inocencia, esposa del general Barrios; Rafaela, viuda del ex ministro de Hacienda Saturnino Bedoya, a quien hizo morir López en la tortura llamada cepo uruguyana en San Fernando. Sus hermanos Venancio, Inocencia y Rafaela, quien después de la ejecución, fueron internados al interior en un carretón, sin saber a qué punto se dirigían. La gran mayoría de los presos han sufrido torturas de toda especie antes de ser fusilados, y ellas consistían en el cepo uruguayana, azotes, hambre y sed.

«Muchos de los infelices condenados a la tortura, morían diariamente de cinco a seis por no poder resistir a los tormentos y el hambre. Todos estos horrores inauditos sucedían a algunos pasos y en presencia del capitán Saguier, quien igualmente estaba en la tortura con una barra de grilletes de 22 kilogramos de peso, además, en cepo de lazo, permaneciendo así durante cinco meses, al sol y a la lluvia, como todos sus compañeros de infortunio.

«El capitán Saguier ignora por qué ha sido preso. Sin embargo, él supone que habiendo sido nombrado fiscal para encausar a la manera de López a más de veinte infelices, principió a encausarlos y no los puso a la tortura ni les hizo dar de azotes, ni les encontró culpa, razón por la cual fue inmediatamente agregado a las víctimas, para seguir la suerte de ellas; y si se ha salvado ha sido provisionalmente y para relatar al mundo los horrores de ese malvado.

NOTA. En la primera batalla de Lomas Valentinas murieron todos los oficiales artilleros; y como López ya no contaba quien podía dirigir los fuegos de los cañones, le concedió libertad al capitán Adolfo Saguier. Este no desaprovechó la ocasión que brindaba el caos reinante y escapó con varios otros. También hay que agregar que Saguier era ayudante del general Barrios, y según la lógica de López, debe estar enterado de la conspiración, que se ha demostrado que nunca existió, y que solo fue inventado por la insaciable codicia de la pareja López-Lynch para causar más terror, ejecutar a los presos y apropiarse de los bienes ajenos.

«El capitán Saguier, también sufrió igualmente la tortura del cepo uruguayana, que, según él, es mil veces peor que todas las que inventó la inquisición en tiempo de Torquemada. Al sufrirla, poco después se desmayó, y cuando volvió en sí, se encontró en su antigua posición, con su barra de grilletes y en cepo de lazo.

NOTA. Fray Tomás de Torquemada, inquisidor español (1420-1498). Dominico, fue confesor de los Reyes Católicos e inquisidor general de Castilla y Aragón (1483). Durante su mandato fueron condenadas a muerte 3.000 personas por motivos religiosos, y se expulsó a los judíos. Redactó las “Instrucciones inquisitoriales” (1484).

Saguier hizo la marcha a pie de San Fernando a Villeta con los pies hinchados y extenuado por los sufrimientos, y se resignó, como todos, a esa tremenda marcha de 40 leguas por caminos impracticables, porque la orden era matar a bayonetazos a todos los que no podían caminar, fuesen generales, jefes, oficiales subalternos, soldados, presos, clérigos, mujeres, niños, ancianos. Y como es natural, muchos infelices cayeron al suelo, extenuados, pidiendo por Dios y a gritos, que les diesen un solo momento de descanso, para continuar después.

«Pero la orden del malvado era terminante, y los que caían eran ejecutados sin misericordia por el esbirro Hilario Marcó, antiguo jefe de policía de Asunción, muy conocido de todos. Es inútil pretender describir los hechos del sanguinario López, porque no se ha inventado aún voz para narrar los horrores inauditos ejecutados en el siglo de la civilización. Los que tuvieron lugar en los tiempos más bárbaros no alcanzaron, ni con mucho, a semejarse a lo que el bárbaro ha practicado a nuestra vista.

«No tiene una sola de las virtudes del militar. Cobarde como él solo; siempre lejos del peligro y empeñoso en sacrificar en combates inútiles hasta el último de sus soldados. En los días 21 y 27 (mes de diciembre de 1868, las dos batallas de Lomas Valentinas) cayeron todos los que se escaparon con López; van en su mayor parte heridos, careciendo, en el interior de recursos, hombres y municiones.

«Entre los verdugos más caracterizados, al servicio del tirano, podemos citar los principales: general Francisco I. Resquín, los tenientes coroneles Hilario Marcó, Silvestre Aveiro y Germán Serrano. Los sacerdotes Fidel Maíz y Justo Román, Luis Caminos, Etc. Entre los extranjeros que han sufrido torturas existen de todas las nacionalidades: ingleses, norteamericanos, españoles, italianos, portugueses, franceses, alemanes. Ni hablar de los argentinos, uruguayos y brasileros, que han sido ejecutados en masa.

Muchos se han hablado de que el mariscal López con su concubina Elisa Lynch, desde la expulsión de López del teatro de operaciones de Humaitá, llevaron a cabo un saqueo generalizado al estado y los habitantes del Paraguay, sean nacionales o extranjeros, a lo largo del territorio nacional, excepto en los ocupados por la fuerza aliada. Continuamos con Saguier:

«El tesoro de que se ha hecho mención, era el que contenían varios cajones que llevaban el nombre de madame Lynch, y que fueron recibidas a bordo de las cañoneras italianas y francesas. Yo dudé algún tiempo de la verdad de esta historia, pero mi amigo el coronel Thompson, que estaba al frente de la batería en donde se embarcaron las cajas, viene a confirmar en su obra “Guerra de Paraguay”, en que dice: “Algunos de estos barcos llevaron un gran número de cajas que pesaban tanto, que se necesitaban 6 u 8 personas para mover cada una de ellas; contenían probablemente una parte de las joyas que se habían coleccionado en 1867, o muchos doblones del mismo origen”».  

MAÑANA: Arrestos de Carreras, Rodríguez y Leite Pereira




COMENTARIO SOBRE LA GUERRA DEL PARAGUAY DE 1864-1870
¿Epopeya o Destrucción?
LAS ATROCIDADES DEL MARISCAL LÓPEZ/CONT.
Arrestos de Carreras, Rodríguez y Leite Pereira.
«Mr. George F. Masterman y Mr. Porter Cornelius Bliss se hallaban refugiados en la Legación de los EE. UU de N. A., No se atrevían a salir a la calle; solamente a Mr. Washburn y a su secretario Basilio les era permitido salir de la Legación. Pero el mayor James Manlove solía llevar las vacas al río, y hasta entonces no había sido molestado. Sin embargo, un día que volvía, se le ocurrió galopar por la plaza en frente de la Legación. Esto estaba prohibido por ordenanza municipal; fue sorprendido por la policía y se le notificó que se presentara en el Cabildo. Fue y le dejaron preso. Cuando Mr. Washburn lo supo, se dirigió a la policía, donde viendo a Manlove sentado en un banco y vigilado por dos agentes de policía no pudo contenerse; hizo montar a Manlove en su caballo y le mandó a la Legación. Al día siguiente el ministerio de Relaciones Exteriores le pasó una nota quejándose del ultraje. Pocos días después el mayor Manlove fue expulsado de la Legación. Fue arrestado inmediatamente por la policía, enviado a Villeta, y fusilado poco después ¡por violar una ordenanza municipal!
«Mr. Bliss, según David Lewis, traductor de la obra de Masterman, cuenta que fue comisionado por el gobierno argentino para visitar a los indios del Chaco y estudiar sus costumbres, etnología, número y lenguaje. Llevó a cabo la misión que le confió el gobierno y volvió sano y salvo a Buenos Aires, donde publicó las partes oficiales de su viaje. El Sr. Porter Cornelius Bliss es hombre de letras. Permaneció en Buenos Aires varios años y partió espontáneamente para el Paraguay a principio del año 1862. (El general López le contrató para que escriba la historia del Paraguay, o sea, su historia).
«El 16 de junio de 1868, nos sorprendió la llegada a la Legación del Sr. Leite Pereira (cónsul portugués) y su señora; venían muy agitados y rogaron a Mr. Washburn que los protegiera. Su exequátur, como cónsul portugués, había sido anulado en ese mismo día, y temiendo que lo prendieran buscaba refugio a la sombra de la bandera norteamericana. Su crimen consistía en haber suministrado alimentos a sus paisanos presos. López tomó este simple acto de caridad por una manifiesta simpatía hacia sus enemigos.
NOTA 1. Exequátur es un acto por el que un gobierno autoriza a un agente diplomático extranjero a ejercer sus funciones
El mariscal López para satisfacer su instinto diabólico, por cualquier motivo baladí ordenaba el apresamiento de las personas, y llevadas a San Fernando donde eran torturadas, y si los tormentos a las que eran sometidas no las mataban, ordenaba sus fusilamientos.
«El 20 de junio el ministro de RR. EE., Gumersindo Benítez pasó una nota a Mr. Washburn preguntándole por qué se permitía al cónsul permanecer en la Legación. Mr. Washburn contestó que no estaba obligado responder a semejante pregunta, y que el Sr. Leite Pereira era su huésped.
«Dos días después vino otro despacho de carácter muy serio. Se pedía a Mr. Washburn un número de documentos que le había confiado D. José Berges, exministro de RR. EE que estaba entonces preso en San Fernando acusado de conspirador y de traidor. Washburn replicó enérgicamente, que no había recibido jamás de Berges documentos que no tuviesen carácter oficial, y que no tenía en su poder notas privadas de ningún género. Dos días después se repitió la exigencia incluyéndose una carta del mismo José Berges (por supuesto obligado a firmar la carta que ni siquiera le permitieron leer antes de firmar), mejor decir firmado por él con mano trémula, en la que se le hacía decir que, conocida y descubierta su traición, toda la ocultación ya era inútil, y que rogaba a Mr. Washburn entregar los dos atados de documentos y papeles, uno rotulado “papeles de Berges”, y el otro con el nombre de su hermano, que él mismo le había confiado.
«Una semana antes del día 23 de junio (1868), Washburn había ido a visitar al Sr. Berges, que estaba entonces seriamente enfermo, después visitó a la madre del mariscal, porque ella también se hallaba en la lista negra de su hijo, y en seguida fue a ver al Sr. Leite Pereira. Fue de este señor que Washburn recibió los atados en cuestión, que no eran documentos ni cartas sino billetes de papel-moneda.
«El 10 de julio vino otra extensa nota exigiendo que se echara de la Legación no sólo al Sr. Leite Pereira, sino también al Dr. Antonio de las Carreras y al Sr. Rodríguez, para seguirles causa por conspiración contra el gobierno del Paraguay. Mr. Washburn rehusó prestarle oído, y dijo al ministro paraguayo, que mientras estos caballeros permaneciesen en su casa recibirían toda la protección que pudiera darles. Sin embargo, como Mr. Washburn se negaba a permanecer en el país hasta la terminación de la guerra; ellos muy confiados en sus inocencias resolvieron entregarse y levantar los cargos que se los hacían.
«El Dr. Carreras tenía cerca de 60 años de edad, era hombre muy instruido, fue influyente líder del Partido Blanco del Uruguay, y muy amigo del mariscal López. El Sr. Rodríguez (secretario del consulado de Portugal), era un hombre joven y culto. Había leído mucho, hablaba el francés y aprendía el inglés. El Sr. Leite Pereira, era cónsul de Portugal, su señora era paraguaya, alta, hermosa y simpática, vivió algunos años en Lisboa.
«El 12 de junio de 1868 nos despedimos de ellos para siempre. Apenas habían salido de la Legación fueron apresados por los vigilantes que día y noche había estado espiándonos por más de un mes. En la policía le colocaron grilletes y los mandaron enseguida a San Fernando. Partieron también todos los ingleses, excepto yo. Mr. Watts fue fusilado, dejó una esposa y varias criaturas.
«Estando una noche en la estación del ferrocarril llegó un tren cargado de presos. Se oían el ruido de los hierros, eran los grilletes que portaban. Eran casi toda la población masculina de Luque. Entre ellos estaban 80 italianos, 20 franceses, todos los bolivianos y varios otros de diferentes nacionalidades.
«El 13 de junio vino otro pedido. Se exigía mi expulsión y de Mr. Bliss, y, al decir el ministro que éramos miembros de su séquito y por lo tanto con derecho a sus mismas inmunidades. Tres días después se acusó a Bliss de los mismos crímenes que al Dr. Carreras, y a mi “por haber cometido otros igualmente graves”.
«Apenas acababa Mr. Washburn de contestar esta demanda, cuando llegó otro despacho, de treinta páginas de papel oficio, que contenían las confesiones de Carreras, Berges y del capitán Fidanza (italiano). Acusaban a Mr. Washburn de ser el jefe de un comité revolucionario, del que ellos formaban parte y que trabajaba para la destrucción de López y la rendición del país a los aliados. Lo acusaban de haber recibido una gran suma de dinero de Benigno López para distribuirlos entre él y los demás conspiradores, y decían que tenían depositado en una caja de hierro en su escritorio, las actas de sus reuniones con varias cartas enviadas por Caxias, conteniendo un plan de cooperación y alianza mutua.
«Cada diez días se recibían voluminosos despachos del ministro de RR. EE., Sr. Benítez; estaban repletos de los más serios cargos contra Washburn, tan bien argumentados, tan claramente sostenidos y apoyados en una masa tal de pruebas que me mortificaba el cerebro, leyendo y releyendo estos papeles, apenas podía convencerme de que todo cuando decían, desde el principio hasta el fin eran falsas, vergonzosas y viles invenciones. El Sr. Benítez (ministro de RR. EE.), no se contentó con escribir, vino en persona una noche e insistió que Mr. Washburn entregara los papeles de Berges, suministrando así una irrecusable prueba contra los conspiradores, que todavía no habían caído. Benítez le dijo, “todo está descubierto, debe pues usted confesarlo todo”; frases que como se verá luego, ocasionaron a Benítez su propio arresto y ejecución. Una semana después vino madame Lynch con el mismo fin. Le dijo también, “que tenía que confesarlo todo; que Berges había declarado positivamente, que los papeles habían sido depositados en su poder, que debía entregarlos, Y TENER FE EN LA PIEDAD Y GENEROSIDAD DEL MARISCAL LÓPEZ, QUE SE COMPLACÍA EN PERDONAR PECADORES ARREPENTIDOS”. Esto es una prueba que la irlandesa participaba activamente en las decisiones de López).
«En la nota subsiguiente, Mr. Washburn repetía la frase, que Benítez había usado, y que había mencionado también en un despacho anterior, diciendo que la conspiración debía estallar en el día del santo del mariscal López. Benítez negaba en el despacho en que le contestó, haberse servido de aquellas palabras; y agregaba, “no fui yo señor ministro quien dijo, que la revolución estallaría en el día que V. E., menciona, con todo le agradezco a V. E., el informe”. Esta fue la última nota que escribió el ministro de RR. EE. Gumersindo Benítez: pocos días después le colocaron grilletes, le torturaron y fusilaron.
La frase de Benítez: “todo está descubierto, debe pues usted confesarlo todo”, indignó al mariscal López, pues si todo está descubierto los apresamientos, las torturas y fusilamientos ya eran innecesarios, y si es así, ya no había razón para continuar con sus macabros entretenimientos: apresamientos indiscriminados, torturas y fusilamientos).
«Nadie conocía el carácter de López mejor que Mr. Washburn, sabía que era un tirano, cruel, egoísta y despiadado, que tarde o temprano ocasionaría gradualmente, o por una grave y repentina calamidad, indecibles miserias al pueblo que gobernaba, … Estaba completamente inocente de haber conspirado contra López como es natural suponerlo, porque no había, ni hubo jamás, semejante conspiración.
«Un día supimos que una cañonera americana había llegado; y en efecto Mr. Washburn recibió el 29 de agosto de 1868 una carta del comandante de la Wasp, cañonera norteamericana. Mr. Washburn se puso loco de contento. Pidió inmediatamente sus pasaportes, los que no le fueron sin embargo enviados hasta diez días después, y entonces supimos que la suerte de Mr. Bliss y la mía estaba decretada: “los criminales Bliss y Masterman deben quedarse para ser juzgados por los tribunales del país”, decía la nota que acompañaba los pasaportes para los demás.
«El cónsul francés Mr. Cuverville, me habló de sus propios temores; diciendo que su canciller Mr., de Libertad había sido denunciado y que esperaba verse arrestado de un momento a otro, y me confirmó la noticia de que todos los extranjeros que residían en Luque habían sido arrestados.
«En el último momento, Mr. Washburn -antes de ir al puerto para embarcarse en la lancha que le fue enviado por el almirante de la cañonera Wasp-, me repitió lo que me había dicho más detalladamente la noche anterior, “que estábamos en plena libertad para acusarle de todos los crímenes, si con esto podíamos salvar nuestra vida, porque había sabido por los criados, que todos los presos habían sido torturados, y esperaba que nosotros tendríamos que pasar por la misma prueba”.
Probablemente, el origen de los actos sanguinarios del héroe por decreto se debe, que estaba humillado, desesperado y con miedo, causados por el pavor y la aprensión viva del peligro que sobrecoge y ocupa su ánimo. Consecuentemente, podemos pensar que todos los actos malignos cometidos por él, estriba en que habitualmente tiene miedo o es propenso a él.
MAÑANA: “Viaje a Villeta de Porter Cornelius Bliss y George Masterman. Las torturas de ambos y la ejecución del Dr. Antonio de las Carreras y del exministro de RR. EE. Gumercindo Benítez.
Luque, 10-05-2021.




COMENTARIO SOBRE LA GUERRA DEL PARAGUAY DE 1864-1870
¿Epopeya o Destrucción?
LAS ATROCIDADES DEL MARISCAL LÓPEZ/CONT.
Libertad de Masterman y muerte de Alén.
«El día 28 de setiembre fueron fusilados muchos presos en el mismo paraje en que yo me hallaba; eran principalmente oficiales paraguayos, entre ellos el coronel Paulino Alén».
A continuación, transcribimos un extracto de la obra del fecundo escritor luqueño, Dr. Gilberto Ruiz Carvallo “Cien Héroes Luqueños”, sobre este brillante coronel del ejército paraguayo que fue atormentado hasta el extremo y después, ya medio muerto, fusilado por orden de un general en jefe afecto de paranoia. La personalidad paranoica se caracteriza por la sobrestimación del yo, la desconfianza, el orgullo, la ausencia de autocrítica y la rigidez exagerada con los subordinados.
NOTA 1. Gilberto Ruiz Carvallo, fue primer rector de la Universidad Nacional del Este 1994-2005), decano de la Facultad de Ciencias Económicas de la UNE en Ciudad del Este (1994), Director General de la filial de la Facultad de Ciencias Económicas de la UNA en Ciudad del Este (1989-1994), etc. Dictó conferencias en el país y en varios países de América, Europa y Asia. También, ocupó importantes cargos en Luque: club Sportivo Luqueño, Centro Balderrama, Academia Julio Correa, etc. Es autor de numerosas obras entre ellas “Cien Héroes Luqueños” y “El portentoso Alto Paraná”; editado en la imprenta Papyru’s Impresiones. Año 2009.
Dice el Dr. Carballo en su obra “Cien Héroes Luqueños”: «Paulino Alén nació el 22 de junio de 1833 en el municipio de Luque; fueron sus padres Tomás Alén y Rosalía Benítez. Fue reclutado a la edad de dieciséis años. Al año siguiente fue nombrado sargento e incorporado a uno de los batallones de infantería para actuar en la primera campaña de Corrientes. Hablaba el francés y el inglés. Fue designado como uno de los secretarios del general López en el viaje a Europa por dieciocho meses en 1853. Llegó a ser el oficial más ilustrado del ejército. En 1859, cuando el general López actuó de mediador en el conflicto entre Mitre y Urquiza, el teniente Alén era uno de sus secretarios. En 1860 revistaba en el batallón Nº 6, ocupado en la construcción de las vías del ferrocarril desde Asunción hasta Luque. En 1861 ascendió a capitán de infantería. A comienzos de 1864 desempeñaba la función de ayudante técnico del Ing. John Withead constructor de la vía férrea. Ese mismo año fue destacado al campamento de Humaitá ya con el grado de mayor y segundo jefe de dicha fortaleza. Luego fue llamado a Cerro León por el general López, donde actuó como su secretario. En abril de 1865 (cuando empezó la guerra y el ejército paraguayo ocupó la ciudad de Corrientes) acompaña al ministro de RR. EE José Berges en calidad de secretario, en su misión como interventor de la provincia de Corrientes; luego pasó a reemplazar al ayudante del general Wenceslao Robles (comandante de la fuerza paraguaya de ocupación de la provincia argentina de Corrientes), y fue ascendido a teniente coronel. Participó en las batallas de Estero Bellaco y Tujutí, donde se ganó el ascenso a coronel. A la muerte del general Díaz fue nombrado en su reemplazo como comandante de la guarnición de Curupayty en febrero de 1867. En el mes de marzo de 1868, tras abandonar el mariscal López el teatro de operaciones de Humaitá fue nombrado comandante de la fortaleza de Humaitá con un efectivo de 3.000 hombres y 400 mujeres y niños. Hasta ese momento su carrera no conoció sino de resonantes éxitos».
Masterman escribió en su obra sobre el héroe luqueño, lo que sigue: «Había estado yo preso casi once meses cuando un coronel dejó la cabaña para habitar otra mejor, y su lugar fue ocupado por el objeto más deplorable con forma humana que haya visto en mi vida. Llegaron dos soldados trayendo en una hamaca de cuero de buey suspendido en una caña, un hombre casi desnudo, que apoyaba la cabeza en sus rodillas y que hubiera creído muerto si no fuera por el hondo gemido que lanzó cuando echaron la carga en tierra. Vi momentáneamente su descarnado rostro cuando le arrastraban dentro de la cabaña, pero no lo reconocí; sus enormes coyunturas demostraban que había sido un hombre alto y robusto, pero estaba en un estado tal de extenuación que las partes agudas y huesos de su cuerpo parecían que iban a rasgar la piel. Permaneció doblado, mudo e inmóvil como cuando le vi por primera vez; pero a pesar de estar tullido y estropeado cargaba dos grilletes. Durante la siesta un sargento se introduce furtivamente en mi cabaña, como suele hacer para conversar conmigo, y le pregunté quién era el recién venido. “Es el coronel Alén, me dijo, al pobre le han estropeado en la uruguayana de tal manera que nunca podrá enderezarse”.
Había sido designado como jefe de la guarnición de Humaitá por López cuando este emprendió la retirada y se dirigió a San Fernando. En aquel entonces, Humaitá estaba totalmente cercado y no podía recibir subsistencia de alimentos; lo que López le dejó, comiendo mísera comida, podía alcanzar como máximo tres semanas. Luego de dos meses de sobrevivir comiendo cualquier cosa, y viendo que sus soldados empezaban a morir de hambre y de enfermedades, hizo algo temerario: valientemente se atrevió solicitar al mariscal López autorización para dejar Humaitá y salvar de este modo al resto de sus tropas de morir por inanición, presentando en anexo de su solicitud un croquis que le permitiría llegar a Pilar, siguiendo la orilla del río Paraguay. López le hizo llegar furtivamente su respuesta, ¡No!, además la negativa llevaba la impronta de una amenaza. Esto le produjo extrema desazón que le llevó a intentar suicidarse, porque sabía lo que le esperaba, pues le conocía bien al mariscal por haber sido su secretario por décadas. Mediante la rápida intervención del coronel Francisco Martínez salvó la vida; pero quedó enfermo; entonces su segundo, para un mejor cuidado lo envió a Timbó, distante quince kilómetros de Humaitá aguas arriba, donde estaba el general Caballero al mando de una división. Éste inmediatamente lo trasladó por orden de López a San Fernando donde se le acusó de traición. Le arrestaron, le atormentaron atrozmente, y luego López ordenó su fusilamiento. Así terminó la carrera militar de este joven, talentoso y valiente soldado que se atrevió a hacer lo que nadie haría: dar sugerencia al mariscal López para salvar la vida de miles de soldados, mujeres y niños que habían quedado a su cuidado. Sólo un general perturbado podía reaccionar de modo extremadamente cruel ante el pedido de una obra de misericordia hecho por un subordinado.
«La carnicería continuó a la tarde; deben haber sido ejecutados cuarenta personas. Día tras día se cometían los mismos horrores. Un día vi a D. José Berges arrodillado en el barro a los pies del coronel Luis Caminos, allí estaba en medio de la llovizna el exministro de Relaciones Exteriores (RR. EE.) por doce años implorando a la vejez, con las manos juntadas, temblorosas y pordioseando piedad a un soldado brutal. De nada le valió esto.
López le odiaba y le temía a Berges y a su hermano menor Benigno; porque tras la muerte de Carlos A. López en 1862, cuando se hablaba de la elección del próximo presidente, el pueblo manifestaba que don José Berges o Benigno López sería el candidato si tuviera la libertad de elegir. Por esto, les mandaba espiar a ambos, porque envidiaba el carisma y talento de Benigno y Berges, lo que originó odio y temor hacia ambos desde antes de la guerra.
«Pasó los meses de agosto y setiembre sin grandes novedades bélicas. Inmediatamente detrás de mi cabaña, estaban encarceladas las dos hermanas del mariscal, Inocencia y Rafaela, ambas viudas por voluntad del temible hermano; cada una estaba presa en sendas carretas; el frente y los costados de las carretas estaban tapados, la puerta trasera estaba asegurada con un candado; pero se había practicado una pequeña abertura en el frente por las que recibían sus alimentos. Los sufrimientos que soportaron sobrepasan lo que se puede imaginar. El marido de Rafaela, Saturnino Bedoya extesorero de la nación, López lo acusó de robar la tesorería y cómplice en la pretendida conspiración. Fue torturado en la uruguayana con tanta ferocidad que le dislocaron el espinazo, y murió con una atroz agonía. El general Barrios al recibir la noticia que estaba implicado en la conspiración tramada por el mismo López, intentó suicidarse cortándose el pescuezo. Sin embargo, rápidamente intervino su esposa Inocencia, hermana del mariscal, fue atendido por un médico, y después López ordenó su fusilamiento. Las dos hermanas de López, Rafaela e Inocencia fueron sacadas de sus carretas y obligadas a presenciar la ejecución del general Barrios. (Para López mandar matar a su cuñado el Sr. Bedoya, exministro de Hacienda, era imprescindible para eliminar un testigo presencial, al apropiarse él del tesoro de la nación).
«Las infelices hermanas de López, desgarradas y fuera de sí, expresaron como es natural su desesperación por la barbarie contra la naturaleza y la religión natura de su feroz hermano; cuando el mariscal lo supo ordenó que las azotasen de manera ultrajante a la decencia y a todo sentido de humanidad. Estas desgraciadas viudas, y más tarde se las unirá la madre, permanecieron hasta Cerro Corá encerradas en aquellos calabozos andantes hasta que los brasileros las dejaron libres.
Un acto del héroe por decreto que alcanzó el paroxismo de impiedad. «En diciembre de 1868, obligó a su madre a dejar su casa de Trinidad, en donde había permanecido brutalmente presa por cerca de dos años, e ir a Luque, a la sazón capital provisoria, y allí, durante la misa, delante del altar de la iglesia, jurar que ella solo reconocía por hijo suyo a Francisco Solano y maldecir a los demás por rebeldes y traidores. Se excusó de modo lastimoso alegando su ancianidad (tiene más de setenta años) y estar enferma del corazón, para no cumplir con la orden del hijo; pero el oficial encargado de hacer cumplir la orden del mariscal López, le dijo que tenía que obedecer o morir. Entonces se vio forzada a mentir. CREO QUE LA TRISTE HISTORIA DE LOS CRÍMENES DE LA HUMANIDAD NO PUEDE PRODUCIR UNO QUE SOBREPASE ESTE SUCESO, POR SU DESPIADADA CRUELDAD. Era una madre viuda que se ha visto ejecutar como criminales a su hijo Benigno y a sus yernos Barrios y Bedoya. De los hijos que le quedaban, uno estaba preso (Venancio que el mariscal lo mandó asesinar en Cerro Corá), y el otro Francisco Solano que, por ser un demonio encarnado, era odiado y maldecido por millares de personas. Sus hijas estaban ultrajadas y enjauladas como bestia salvaje, y ella en el desamparo de la vejez, se veía obligada bajo pena de muerte, a pronunciar maldiciones contra los muertos y los vivos, que le eran más queridos, y esto por un mandato de imperativo categórico de su hijo primogénito, el mariscal F. S. López, criatura monstruosa que antes había alimentado con tanta ternura. Preferible le habría sido morir; pero mil veces habría sido mejor que su hijo Francisco Solano no hubiera nacido.
Si este loco paranoico no hubiera existido, el Paraguay hubiera llegado a ser la cuarta potencia de América del Sur, tras de Brasil, Argentina y Chile con aproximadamente 35.000.000 de habitantes, según la regla del filósofo y economista inglés, Robert Malthus en su obra “Primer estudio de la población”, donde probó que la población de un país crece, si no hay impedimento grave, a razón de 3 % anual. Se puede hacer el cálculo mediante el uso de la regla de tres simple, empezando desde el año 1864 en que el Paraguay contaba con 450.000 habitantes.
«A mediado de noviembre llegó preso a Villeta Mr., de Libertad, canciller del consulado francés. Antes de mi arresto el cónsul de Francia me dijo que este señor había sido acusado de conspirador; apenas creí que López se hubiera atrevido a dar este paso, pero el hecho prueba hasta donde había llegado su temeridad. Le colocaron en una cabaña próximo al mío; no llevaba grillete, pero le aseguraron en el “cepo de lazo” todas las noches, como a los demás presos. Había sido amigo íntimo de Benigno, lo que unido a su posición oficial daba aparentemente mucho valor a sus declaraciones ante los terribles fiscales de López, como medio de ocultar a los paraguayos y a los demás pueblos del mundo, la extrema violencia de estos actos. Pero no lograron sacarle mucho, hasta que por último Mr. (Porter Cornelius) Bliss fue comisionado por el padre Román para indicarle lo que debía decir. Mr. Libertad se horrorizó ante la idea de mentir tan vergonzosamente, y por último le dijo enteramente desesperado: “Dígame lo que quiere que declare, y lo declararé”. Conozco esto por el mismo Mr. Bliss que me habló con suprema emoción de las miserables fábulas, de las falsedades de las reuniones que los conspiradores habían tenido en la casa de José Berges, de sus proyectos, de los documentos que redactaron, y de los nombres de los miembros de la comisión del que Bliss era secretario. Creo con tanta razón para asegurar que Mr. Bliss nunca entraba en la casa de Berges, Mr. Libertad, sin embargo, fue más afortunado que todos nosotros, porque el ministro francés mandó una cañonera en busca del cónsul tan pronto como Mr. Washburn le participó la peligrosa situación en que se hallaba. Cuando la cañonera francesa llegó a Angostura (lugar donde el arroyo Pikysyry desagua sus aguas), López no hizo cuestión para mandarlo a bordo, a Mr. Libertad.
«En este periodo, un día me mandó llamar el fiscal padre Justo Román. Me informó que Mr. Bliss escribía una historia de la conspiración, y me preguntó si quería hacer lo mismo. Le dije, ¡por supuesto que sí! Entonces me dijo; que, “si la obra fuera satisfactoria, salvaría tal vez mi vida”; porque, aunque creían la declaración que había hecho de no haber tenido parte en la conspiración, sin embargo, se castigaba con la muerte el conocimiento de su existencia, y sabía que estaba condenado. Inspirado por otra influencia comencé a escribir mi primera obra. Me agrandaron el bohío hasta dejarme lugar para poder sentarme en el suelo, y me dieron por mesa un baúl; me suministraron dos pliegos de papel, un tintero y una pluma, que me quitaban antes de ponerse el sol, para impedir que procurase escribir alguna cosa clandestinamente.
«A fin de cubrir mi verdadero objeto, traté de ridiculizar siempre que se me presente la ocasión a Mr. Washburn y sus amigos los macacos (brasileros), y de exagerar tanto la gloria de López que habría de ser ciego el hombre que no lo admiraba. No dije una palabra sobre la conspiración; pero el padre Román insertó un párrafo de unos cuantos renglones significando, que Washburn era jefe de los conspiradores, y que Carreras me había invitado a correr la misma suerte que ellos. Estando descontento de la obra me dijeron que acabarían probablemente por fusilarme; no lo extrañaba, porque mi trabajo era muy pálido comparado con el de Mr. Bliss, que tengo por delante en el momento en que escribo este libro. Los fiscales mandaban llamar frecuentemente a mis compañeros para atestiguar bajo juramento la verdad de todas las historias inventadas por Mr. Bliss.
«La noticia de la próxima llegada de una cañonera norteamericana le preocupaba bastante a López. En la mañana del 3 de diciembre me mandaron llamar, y encontré al padre Maíz sentado a la sombra de un árbol y me dirigió un largo sermón sobre la conveniencia de ser consecuente, añadiendo que yo debía decir siempre en todos los lugares y circunstancia la misma historia que les conté, y que era deber mío delatar a Washburn por conspirador en todas partes del mundo. Apenas pude ocultar mi alegría, porque supe que habían venido en mi protección, pero contesté sumisamente, que lo que estaba escrito, lo estaba; y que no podía negar lo que había dicho. Se sonrió en señal de satisfacción. Continuó diciendo que había llegado un nuevo ministro de los EE. UU, que el presidente me había conmutado la sentencia de muerte en destierro perpetuo, y que él esperaba verme emplear los días que me quedaban celebrando la clemencia del mariscal López, y denunciando las maldades de Washburn. Prometí hacer conocer la verdad desnuda, y cumplo ahora con aquella promesa.
«Se llamó un herrero, que partió los remaches, y mis grilletes cayeron crujiendo. Le agradecí cordialmente la bondad que me había mostrado, y las buenas noticias que me daba, pero me dijo, que debía estar agradecido al presidente (Francisco Solano López), y que debía escribirle una carta dándole las gracias en prueba de gratitud. Luego me dijo: “puede usted retirarse a su cabaña”. Menos dos, todos mis compañeros fueron fusilados quince días después. En la tarde un oficial me trajo ropa limpia. Pasaron cinco días, llegué a suponer que al fin y al cabo se me había engañado.
Constreñido por la cañonera norteamericana “Wasp”, el mariscal López, con bastante desagrado dio libertad al médico británico George Frederick Masterman y al escritor norteamericano Porter Cornelius Bliss. Este hecho dejó al héroe por decreto como la araña que se le escapa una mosca.
«El almirante Kirkland (comandante de la cañonera Wasp) aceptó la solicitud de López en recibirnos como presos, en que fuésemos tratados como tales durante el viaje y que fuésemos enviados a Washington para ser juzgados allí. López temía de las revelaciones que inevitablemente haríamos; por lo tanto, se empeñó en detenernos; y sólo cuando el almirante le amenazó con hacer fuego contra sus baterías (de Angostura) dio su autorización para que Bliss y yo abandonaran el Paraguay. Yo no supe nada de esto hasta después. Pero en la tarde del 10 de diciembre de 1868, tres meses justo después de mi arresto me mandaron llamar por última vez. Al abandonar la cabaña, rogué al sargento que bien se portó conmigo, tener la gentileza de dar mi cántaro al coronel Alén; me manifestó su alegría por haber salido con vida y me prometió entregárselo. Pero tuve que esperar que llegue la noche, porque López no quería que nos vieran las tropas de manera que ya era muy de noche cuando salimos; íbamos montados en rocines, y ya era más de medianoche cuando llegamos a Angostura en donde estaba anclada la cañonera Wasp. Subimos en una canoa que nos llevó al costado de la cañonera norteamericana. Después de tantos suplicios, ¡por fin éramos libre! Permanecimos fondeados frente a Angostura por tres días con el objeto de desembarcar al general Martín Mac Mahon, nuevo ministro norteamericano, y su bagaje, luego partimos.
«Permanecimos una semana en Montevideo. El día después de nuestra llegada vino a bordo Mr. Buckley Mathew, ministro de Gran Bretaña (S.M.B.). El almirante me presentó y tuve con él una larga e interesante conversación. De Montevideo partimos para Río de Janeiro. El 25 de enero de 1869 me trasladaron al Mississipi, vapor correo, y partí para New York. Llegamos a nuestro destino; y di parte inmediatamente de mi llegada a Mr. Seward (secretario de Estado) el que me dirigió la siguiente contestación:
Departamento de Estado, Washington, 24 de febrero de 1869.
Señor. He recibido su carta en la que me anuncia su llegada a New York en cumplimiento de las órdenes del almirante Davis de la Escuadra del Atlántico Sur. En esta contestación tengo que participarle, que el gobierno de los Estados Unidos no reclama jurisdicción sobre usted por las órdenes a que se refiere, tanto más cuanto se comprende que usted no sólo es súbdito británico, sino también es ahora o lo era hace poco, oficial al servicio del Paraguay. Sin embargo, este departamento recibiría contento de usted, ya por escrito o ya verbalmente, toda declaración que usted crea propio hacer con respecto a los interesantes hechos del Paraguay con que se liga su nombre, de algún tiempo a esta parte.
Soy señor su obediente servidor.
(Firmado) – William H. Seward.
Al Sr. Masterman, ex cirujano ayudante al servicio del Paraguay.
«Continué pues mi camino hasta Washington, y tuve el placer de conversar media hora con Mr. Seward y de darles todos los informes que imaginaba podía interesarle. Volviendo a New York, partí inmediatamente para Inglaterra».
NOTA 4. Fue William H. Seward quien sugirió al presidente de los EE. UU de Norteamérica para comprar de Rusia el territorio de Alaska de 1.530.000 kilómetros cuadrados. La compra se efectuó en 1867 por cien millones de dólares.
LA MEMORIA DEL DR. GUILLERMO STEWART
Para no volver a repetir los oprobiosos y aborrecibles actos del “Héroe Nacional sin ejemplar”, hemos resuelto señalar muy brevemente los siguientes:
La nieta del Dr. Stewart, Yolanda C. Stewart Selliti, publicó un apasionante libro titulado “Memorias del Dr. Guillermo Stewart”, jefe de la sanidad militar durante la guerra del Paraguay de 1864-1870. Esta magnífica obra fue editada por Intercontinental Editora en el año 2015. Sólo queremos decir que la memoria del distinguido médico que fue contratado por el presidente Carlos A. López en 1857, y sirvió al Paraguay durante y después de la guerra, probó en carne propia la despiadada saña del mariscal López que relata en la obra publicada por la nieta.
Los que relata el Dr. Stewart en su memoria, coincide casi exactamente con las narraciones del Dr. Jorge Federico Masterman, el Arq. Alonzo Taylor, del capitán de artillería Adolfo Saguier y los doctores médicos Rhind y Fox. Todos ellos probaron las crueldades cometidas por el mariscal López, y presenciaron los espeluznantes asesinatos en San Fernando.
Confesamos que es perturbador escribir o leer, no mitos, sino la historia del declarado por un decreto del Poder Ejecutivo “Héroe Nacional sin ejemplar”, a pesar de que todos conocen su incompetencia para conducir la guerra, y la ferocidad y ensañamiento con que torturó, maltrató y mató a miles de seres humanos. Que conste que no es función del gobierno juzgar sobre historia, un campo de la Academia Paraguaya de la Historia. Ojalá que esta importante Institución reciba suficiente apoyo de empresas y familias acomodadas a fin de que nunca acepte ningún aporte de parte del gobierno nacional. Porque cualquier apoyo del Estado la llevaría a la manipulación de nuestra historia al servicio de intereses políticos.
F I N
A PARTIR DE MAÑANA, EMPEZAMOS A PUBLICAR EL EPÍLOGO DE LA OBRA “COMENTARIOS SOBRE LA GUERRA DEL PARAGUAY DE 1864-1870”.
12-05-2021.




COMENTARIO SOBRE LA GUERRA DEL PARAGUAY DE 1864-1870
¿Epopeya o Destrucción?
EPÍLOGO
Sección 1.
En esta parte hacemos una consideración general acerca de todo lo que hemos dicho desde el capítulo I hasta el último.
Para dar seguridad a todos los hogares paraguayos, se les debe proteger de dos merodeadores sombríos: la guerra y la dictadura. La tarea y deber supremo de los gobiernos es la de proteger a la nación de los horrores y las miserias de otra guerra tan insensata como fue la de 1864-1870.
Si queremos paz, nunca más buscar la tierra o el tesoro de nadie ni permitir que se establezca un control arbitrario sobre el pensamiento de los ciudadanos paraguayos, tal como han hecho los numerosos dictadores a quienes el pueblo paraguayo ha tolerado, no por falta de valor sino por no saber valorar la libertad ciudadana.
Ya que los lopistas han aprendido a creer sin razones ¿cómo se puede disuadirlos de ello con razones? No entienden que López no debió aspirar a nada que sea superior al potencial de guerra del Paraguay. Pues, está demostrado que se origina una falsía funesta en los que aspiran a algo superior a sus fuerzas. Es preciso mostrar a los desorientados, extraviados y descaminados lopistas nuevos caminos y más fáciles para que admitan, no mitos, sino la verdad sobre la guerra de 1864-1870.
Es preciso preguntar, ¿qué obligan -durante la guerra-, a los gobiernos a negociar la paz? Pasamos a enumerar algunos de los motivos:
1) La imposibilidad de seguir oponiendo resistencia seria;
2) El enorme gasto ya hecho y del que todavía se requiere;
3) El precio excesivo en vidas humanas y materiales que hay que pagar por la victoria;
4) Cuando no hay manera de que uno de los ejércitos se imponga al otro, y que proseguir la guerra en estas condiciones, solo debilitaría a ambos.
5) Tan pronto como las pérdidas de vida y bienes materiales sean tan grande que ya no justifican el sacrificio de la nación, un gobierno sensato cambia su objetivo político por el de negociar la paz.
6) La presión internacional.
7) Impedir que el país alcance el punto de su bancarrota.
Sobrepasado de furia por tantas derrotas, la siniestra intención del “Héroe Nacional sin ejemplar” era el exterminio de la población paraguaya, y tal como O’Leary aseguró «prefirió abrir una ancha tumba donde enterrarse con la nación entera, antes que permitir ser humillada». Pero la derrota en una guerra no es humillación, porque no es por falta de valor del pueblo ni de la fuerza militar sino por carencias de medio adecuado y de general en jefe idóneo. La intención de López de llevar al pueblo al exterminio, más que maligna era siniestra. Sus atrocidades fueron muchas. Con la total destrucción del improvisado segundo ejército en Villeta, alcanzó la muerte de los paraguayos, por diversas causas, a más de 200.000, y él no quiere hacer un pequeño sacrificio por la nación: dimitir al cargo de jefe de Estado o de un tiro de revólver levantar la tapa de los sesos, y así poner fin a los inútiles sacrificios del pueblo paraguayo al que lo tenía atado y bien atado mediante el terrorismo que instauró, y los generales y coroneles que secundaron y toleraron sus brutalidades contra sus camaradas y el pueblo paraguayo.
Desde la destrucción de la flota de guerra en Riachuelo y el fracaso de sus campañas ofensivas, empezó a derrumbarse los pilares en que se apoyaba. Supongamos que fue un patriota bien intencionado, probablemente lo fue, pero desgraciadamente carecía de los conocimientos indispensables para conquistar el fantástico objetivo que se propuso. Aquí cabe preguntar, ¿Cómo fue el mariscal López capaz de ser tan estúpido? Aunque la nación paraguaya fuera tan poderosa, no debió pretender señorear sobre otra ninguna nación, se hubiera contentado con permanecer como presidente de la república y continuar la portentosa obra de su padre. No contento con gobernar el Paraguay a su antojo, quiso ser conquistador: mandó a su ejército a invadir los territorios de Brasil y la Argentina con la idea de convertirse en el árbitro de la región.
Cada derrota que sufría contribuía a mantener en él una irritabilidad que rayaba en la locura. Absorto en su idea fija, sin preocuparse de nada, y tercos cual “Kerabán el Testarudo”, emprendía una cosa casi imposible: derrotar a los ejércitos aliados y proteger la región del liberalismo político y económico que chocaba frontalmente contra la dictadura.
NOTA 1. “Kerabán el testarudo” es una novela del escritor francés Julio Verne aparecida el 1 de junio de 1883. Kerabán, un terco somalí se niega a pagar un impuesto, lo que lo lleva a rodear el mar Negro para regresar a su domicilio luego de terminar de vender sus mercaderías.
La verdad, López prometió mucho y no logró nada, a pesar de contar al empezar la
guerra con el ejército más numeroso del continente. Y lo peor, no tuvo agallas para ponerse al frente de su ejército desde el inicio de sus campañas, sino esperó cómodamente en Asunción los laureles de gloria y abundante riqueza -producto del saqueo- que sus generales le traerían como ofrenda a su genio militar. Más allá de rodearle al mariscal López de una aureola de gloria que jamás logró, y que fue forzado a la guerra por el Brasil, son cosas que se dicen, sabiendo que no es verdad, con la sola intención de engañar al pueblo o engañarse a sí mismo, porque no resiste una sola prueba: dejó la nación paraguaya destrozada económica, demográfica y militarmente y, ¡sin ningún decoro se lo venera!, y tal como afirma Zaratustra «los hombres más aborrecibles son los más venerados».
La veneración del mariscal López por un grupo aun numeroso de nacionalistas, tal vez responda al objetivo de algún partido político para reivindicar la dictadura. Porque si de verdad queremos glorificar el patriotismo, triunfos en los campos de batalla y guerra victoriosa, todos sabemos hacia dónde dirigir nuestras miradas. La apocalíptica guerra del 70, la hecatombe monstruosa, la ruina de la nación y casi el exterminio de la población paraguaya de la faz de la tierra, al parecer no hace mella en los compatriotas nacionalistas, incluso algunos desnortados profesionales militares que consideran a López como hombre “digno de gloriar por sus hazañas militares”. ¿Por qué ocurre esto? No encontramos explicación alguna, sino atribuir a las ignorancias de lo que es la guerra y la historia militar, amén de la poca importancia que dan a textos sobre aquella guerra escritos por historiadores imparciales.
La proclamación de López como “Héroe Nacional sin ejemplar” porque defendió la patria hasta la muerte, es repertorio favorito de los veneradores de López, porque no hay en ella cosa de que no hagan los lopistas un asunto muy serio para reiterar constantemente, supliendo con este cómodo recurso, su pobre conocimiento de la historia militar y sus fines.
Librar guerra hasta morir todo nunca puede ser glorioso, sino lamentable por la muerte del 60 % de la población paraguaya, y deplorable por las crueldades cometidas por el mariscal López. Esta falta de diligencia y cuidado de algunos intelectuales nacionalistas, no es sino una muestra palpable de hasta dónde llega la indiferencia por la muerte en vano de 250.000 compatriotas que a la vista de todos se han convertido en víctimas de las perversidades del mariscal López y su única consejera, astuta como la zorra: la codiciosa irlandesa.
Hace falta que el pueblo paraguayo adquiera mayor conciencia acerca de la necesidad de tener un conocimiento objetivo y claro de aquel horroroso quinquenio de nuestra historia; de lo contrario, tendremos como castigo el ver su repetición.
Los muchos cotorreos de los lopistas sobre el heroísmo de López en la defensa de la patria, no está respaldado por los hechos. Pero sí está respaldado que ya no cabía maldad en su corazón, incluso en Zanjahu -camino a Corumbá- la despojó a su madre de su dinero y joyas dejándola sin medio para sobrevivir dignamente, y luego, en una acción ignominiosa, la mandó azotar bárbaramente.
López violó el derecho de gentes y desconoció las inmunidades diplomáticas; él no estaba en contacto con la realidad, vivía en un mundo de fantasía, no tenía un plan cierto que ejecutar, en fin, él era más jactancioso que valiente. A medida que la educación de los niños en la primaria, y los jóvenes en la secundaria mejora, principalmente si los profesores de historia se toman la molestia de superar sus exaltados nacionalismos y empiecen a enseñar la historia militar con imparcialidad y justicia, y que los textos escolares dejen de ser tendenciosos; no pasará mucho tiempo que el mariscal Francisco Solano López deje de ser objeto de un amor sagrado. Él conducía la guerra como aquel contador desempleado que ninguna cuenta le cierra bien; su obsesión por la guerra tuvo para el Paraguay ruinosa consecuencia; temerariamente se arrojó en aguas turbulentas sin ser buen nadador. La creencia que el mariscal López defendió la patria con gran heroísmo y que no se rindió son falacias absurdas, pero dificilísimo de desarraigar de la mente de muchos paraguayos. Queremos decir a los exaltados nacionalistas que la verdad sólo duele a aquellas personas acostumbradas a vivir en un mundo de mentiras.
CONTINUARÁ MAÑANA VIERNES 14 DE MAYO.
Luque, 13-05-2021.





COMENTARIO SOBRE LA GUERRA DEL PARAGUAY DE 1864-1870
¿Epopeya o Destrucción?
EPÍLOGO
Sección 2.
Los hechos demuestran que el mariscal López carecía de las virtudes y los conocimientos esenciales de un conductor de ejército; era un improvisado estratega, pero aun siendo competente habría hecho falta algo más que la simple competencia para estar a la altura de Estigarribia: don de mando. Por lo cual pasó a la historia como el hombre que habiendo recibido de su padre un país próspero con el crecimiento demográfico de 3 % anual, él por codicia de gloria desató una guerra insensata que dejó destrozada a la nación. Los sueños de López estaban condenados al fracaso, porque sus medios no concordaban con el grandioso objetivo que se propuso, tampoco poseía paciencia ni aptitud ni talento militar para conducir un ejército en operaciones de guerra.
Nadie debería desconocer la gran importancia de recordar constantemente la historia de la guerra de 1864-1870, principalmente los numerosos errores estratégicos y tácticos de López, así como los sangrientos hechos cometidos por él contra el pueblo paraguayo, es el modo de evitar volver a incurrir en los mismos errores. Los que buscaban la madre, hermanos y cuñados de Solano López era detener la sangre que corría a raudales de un punto a otro del territorio nacional; idéntico propósito tenían el obispo Palacios, el general Brugués, y los denominados legionarios.
Dieciocho meses después de terminar la guerra llega al Paraguay el británico Robert B. Cunninghame Graham. Luego de aprender el idioma guaraní, empezó a recorrer el país entrevistando a los paraguayos y extranjeros sobre la opinión que tienen del mariscal López y de la guerra que acababa de terminar. Su conclusión sobre los escuchados escribió un libro titulado “Retrato de un dictador, Francisco Solano López, Paraguay 1864-1870”, donde traza un vívido retrato del mariscal López. El autor, que después llegó a ser miembro de la Cámara de los Comunes del Reino Unido de Gran Bretaña, basa su obra en los testimonios -fresco aún- de europeos y paraguayos que presenciaron los hechos o fueron objeto de la despiadada saña del dictador paraguayo. La nación paraguaya seguirá esperando con gran paciencia la justa sentencia para quien no solo había segado la vida de tantos seres humanos, sino también, a miles los sometió a terribles tormentos y luego los mandaba fusilar por “cómplices confesos” de una conspiración que nunca existió.
NOTA 2. La obra de Cunninghame Graham se editó originalmente en Gran Bretaña en 1933.
Ha llegado el momento de preguntar, si qué derecho tenía el mariscal López sobre los ciudadanos paraguayos para mandarlos a luchar contra otros países, y emplear su vida y sus bienes sin preguntar al pueblo o a sus representantes para hacer la guerra. Él como tirano que era, le bastaba sacar un decreto ordenando para que todos los varones del país, sin excepción, sean casado o soltero, desde la edad de 16 a 60 años se presenten en los campamentos para recibir instrucción militar. Esto demuestra y evidencia que estaba resuelto y preparado para una guerra total. Con el propósito de entender mejor lo que estamos queriendo explicar, hagamos una analogía con el granjero: éste trabaja su tierra, siembra maíz, poroto, soja, planta árboles frutales y cría animales domésticos. Él puede disponer de ellos como producto suyo; o sea, puede cosechar lo que ha sembrado y matar sus animales para consumo propio y para vender. Igual al granjero, el mariscal López se dio el derecho de mandar a sus compatriotas a la guerra como si fuesen productos suyos. Conforme este razonamiento, sin duda la producción agropecuaria que es propiedad del granjero, pero de ningún modo este principio se puede aplicar al hombre, sobre todo como ciudadano que ha de ser considerado siempre por el jefe de Estado como mandante o miembro colegislador, y con derecho a aprobar o desaprobar por medio de sus representantes para hacer la guerra. Sólo bajo estas medidas restrictivas un jefe de Estado puede disponer de los ciudadanos para mandarlos luchar en defensa de los intereses vitales de la nación (integridad territorial, independencia y soberanía nacional, etc.).
López empezó la guerra a estilo Atila, sembrando terror en las poblaciones ocupadas. Los ejércitos de países civilizados atenúan cuanto es posible los males inherentes a la guerra; sin embargo, López asoló no sólo territorios ajenos como un Atila, sino también su propio territorio que él tenía el deber de proteger, obligando a las inofensivas mujeres, niños y ancianos a las más crueles peregrinaciones. A todos obligó a seguirle sin preocuparse en darles de comer ni saber quiénes ni cuantos morían. Atila por lo menos, pudiendo hacerlo, no invadió la sede del Vaticano (Roma) a pedido del Papa, Sin embargo, López ni la iglesia católica respetó ni al obispo a quien mandó fusilar, además de 24 sacerdotes (ver nota 3).
NOTA 2. Atila, rey de los hunos (434-453). Invadió el imperio romano de Oriente (441) y la Galia, pero fue vencido en los campos Cataláunicos (451), por los ejércitos de Aecio y Teodorico. En 452 saqueó Italia, pero renunció a Roma persuadido por el papa León I el Grande. Su imperio desapareció con él.
NOTA 3. “El clero en la guerra del 70” por el Pbro. Pedro Silvio Gaona, contiene los nombres y apellidos, y sus respectivos lugares de nacimiento de los 24 sacerdotes fusilados. Fue impreso en los talleres gráficos de la editorial DAGRE S.R.L., Asunción-Paraguay, 1957.
La guerra afectó a todos los habitantes del país: faltaban comida, medicina, ropas, abrigos; pero abundaban el terrorismo, el hambre, las enfermedades, viudas, niños huérfanos y los muertos por fusilamiento; y lo peor, subsistía la amenaza constante de ser implicado en la conspiración que el mismo López tramó, para luego ser juzgado sin tener derecho a la defensa por fiscales deseosos de complacer al tirano mariscal López, y luego de ser sometido a crueles torturas para contar la “verdad”, eran ejecutados y requisados todos sus bienes que fueron a parar en la bolsa de la codiciosa madame Lynch, con cuyo nombre la Municipalidad de Asunción lo inmortaliza designando una de las principales avenidas de la ciudad capital con el nombre de la codiciosa y cuestionada irlandesa.
Cada acusado o acusada por conspiración, ya en el extremo del sufrimiento que los torturadores de López aplicaban -que sabían cómo lastimar a sus semejantes-, el pobre hombre o mujer, con el fin de descansar del suplicio al que era sometido sin culpa alguna, admite la “culpa” y comienza a nombrar como cómplices a amigos y conocidos que le venían a la cabeza, para luego ser fusilado sin contemplación. Todos nombres que salían de la boca del que sufría tormento para contar quienes son sus cómplices eran apresados, sometidos a crueles castigos hasta contar la “verdad” y decir quiénes son los otros. De este modo, la nación entera subsistía en cautiverio hasta que el “Héroe Nacional sin ejemplar” en su huida del enemigo cruzó con el resto de su ejército el río Manduvirã, y sincrónicamente a este hecho ocurre por fin algo bueno; en Asunción se constituía un gobierno provisorio electo por los ciudadanos.
No tenemos otra intención que la de divulgar los sucesos de la guerra de la Triple Alianza que pueden servir de experiencia o escarmiento, considerando que no hay otra mejor fuente que la enseñanza de un fracaso. Creemos que hacemos algo útil para los compatriotas en general que desean conocer la verdad, así como a la futura generación de oficiales de las fuerzas armadas algo interesante en su continuo perfeccionamiento. Queremos dejar en claro, que el hecho de que el Colegio Militar -donde hemos estudiado por cinco años, y lo amamos con unción-, hoy Academia Militar, lleva como nombre “Mariscal Francisco Solano López”; pero eso no puede impedir para investigar si de verdad es el Héroe Nacional sin ejemplar que muchos creen y muchos no creen, o sólo es una falacia creada por intereses políticos. El Vaticano, hace algunas décadas dio la misión a consumados historiadores para investigar, a través de la historia, a varios santos. Los historiadores llegaron a demostrar que varios de ellos no eran tan santos como se suponía, y el Papa procedió a excluirlos.
¿Cuándo los paraguayos haremos algo semejante? La respuesta que nos viene a la mente es la idea siguiente: cuando la historia nacionalista en la educación primaria, secundaria y terciaria, los profesores admiten que ella no es para gloriar la patria ni enaltecer a un personaje sin mérito alguno; porque la historia es madre de las ciencias y como tal imagen de la verdad. Por consiguiente, ningún historiador o profesor de historia tiene derecho de exagerar la figura ni de Estigarribia ni de López, porque eso no es propio de historiadores ni de profesores, sino de arengadores. Los profesores de historia tienen la obligación de mostrar a sus discípulos a cada personaje en su tamaño natural. Es decir, señalando sus éxitos y sus yerros. De lo contrario no servirá como experiencia para evitar la repetición de los mismos errores.
CONTINUARÁ.
Luque, 14-05-2021



COMENTARIO SOBRE LA GUERRA DEL PARAGUAY DE 1864-1870
¿Epopeya o Destrucción?
EPÍLOGO/CONT.
Sección 3.
Un general en jefe ejemplar. El objetivo político del presidente de la República doctor Eusebio Ayala era llevar al Paraguay al puerto seguro de una paz con garantía. Y puesto Estigarribia a la cabeza de un pequeño ejército, podía acabar sumido en el desastre como el mariscal López. Pero Estigarribia, que poseía fuerza de carácter y una mente clara, lúcida y firme, no repitió los errores de aquel, pues en la conducción de su ejército encontramos un poder restringido, siempre bien equilibrado y nunca falto de vigor, que en los momentos críticos se elevó hasta realizar proezas asombrosas como la de Nanawa, Toledo y Pampa Grande, e inmediatamente después osciló de manera paulatina, ajustándose a nuevas situaciones creadas por él mismo. Algunas de sus acciones podrían ser consideradas como arriesgadas, pero nunca fueron operaciones irreflexivas ni de atolondradas temeridades. El comando boliviano temía siempre de las audacias de sus operaciones, las rápidas y sorpresivas maniobras por los cañadones y bosques espinosos. En Campo Vía y El Carmen-Yrendagüé-Pikuiba, Estigarribia inscribió en la historia militar americana sus más brillantes operaciones.
Ni la vanidad ni la sed de gloria ni otras miserias humanas pudieron hacerle desviar de su camino, y solo este modo de proceder lo llevó a la victoriosa Guerra del Chaco, con lo que el Paraguay legitimó su posesión sobre más de la mitad del actual territorio nacional. Y esto fue lo que Estigarribia el Grande ofreció a la nación paraguaya en la punta de su espada. Este es el rasgo de ese gran conductor que tanto admiramos, porque siempre mantuvo el equilibrio y la prudencia en todas sus operaciones para vencer a un ejército gallardo, tenaz y valiente.
En verdad, Estigarribia el Grande no precisa de exageradas alabanzas como si fuera un héroe creado por decreto, porque sus hazañas superan ampliamente a todos los elogios, y los deja muy atrás. Algún día, esto se ha de grabar en letras de oro sobre su epitafio inmortal. El historiador paraguayo y los profesores de historia si tienen patriotismo, honestidad y guarda el debido decoro, deberá darle el lugar que le corresponde, y sus trabajos serán sumamente fáciles, porque los hechos hablan por sí solos y brillan como las estrellas en el cerúleo cielo.
Dejemos de mirar a López, Ayala y Estigarribia a través del tamiz de los partidos políticos. La verdad de los hechos nos dice que Estigarribia fue el primer general paraguayo que no sólo ganó la primera batalla ofensiva desde la independencia nacional en la batalla de Boquerón el 29 de setiembre de 1932, sino también una guerra.
Ser el primero o la primera en hacer algo es la manera más directa y perdurable de pasar a formar parte de la pequeña o la gran historia; por mucho que luego sean capaces de hacerlo mejor, ninguno podrá arrebatarle la gloria, o al menos el renombre al que lo hizo por primera vez. Veamos que nos dice la primera mujer historiadora militar paraguaya, Beatriz Rodríguez Alcalá de González Oddone, quien publicó un artículo con el título de “Dos mariscales”, de la que extraemos el siguiente fragmento que se refiere a Estigarribia:
«Su proceder jamás será tributario de impulsos temperamentales; su sabia estrategia tendrá por fundamento la más pura técnica militar; todo lo que haga y decida será siempre el resultado de largas, concienzudas cavilaciones. No es un carismático que enfervoriza las multitudes, pero su brillante conducción se irá ganando el respeto y la adhesión incondicional de su ejército, al que conducirá a una aplastante victoria». Y en otra parte del mencionado artículo expresa: «Nada más lejos de él que el autócrata; jamás ejerció el mando con arbitrariedad ni apeló al terror para hacer valer su autoridad».
NOTA 4. Diario “abc Color” del 20 de noviembre de 2011: la esclarecida historiadora Beatriz Rodríguez Alcalá de González Oddone estableció el parangón entre Solano López y Estigarribia en un estupendo artículo titulado “Dos mariscales”.
La obra que hemos presentado a consideración de los compatriotas “Comentarios sobre la guerra de 1864-1870”, estimamos como la voz del sufrimiento del pueblo paraguayo en aquel terrible quinquenio, y los 250.000 compatriotas que murieron, que aun los lopistas, sin compasión, se niegan a reconocer la inutilidad de aquel esfuerzo grandioso al que el mariscal López con su espíritu maléfico, sometió a la nación paraguaya. Deber impostergable de la actual generación es honrar a los verdaderos héroes, y seguir con tesón reconstruyendo la nación que el declarado por el presidente Rafael Franco por decreto Nº 66 del 1º de marzo de 1936 “Héroe Nacional sin ejemplar” la llevó hasta alcanzar el punto de su bancarrota demográfica y económica; Y como escribió Friedrich Nietzsche en “Así Hablaba Zaratustra, Pág. 274: «Pues los hombres de gran desprecio son los hombres más reverenciados».
Sentimos no tener tanto ingenio para entrar en la cabeza dura de los lopistas para inyectárselo en el alma la verdad sobre la historia de la guerra del 70. Somos conscientes que ser valiente es el que dice la verdad, a pesar de correr el riesgo de perderlo todo. ¿Cuál fue la mejor mala idea que tuvo el mariscal López? Entregarse al innegable placer de perder el control y en un arrebato de ira, mandó 50.000 hombres a invadir los territorios de Brasil y Argentina sin medir las consecuencias.
Es inexplicable que aun haya tantas personas -entre ellas a los que suponemos tienen un caudal de conocimiento considerado normal dentro de la sociedad paraguaya-, que veneran a un hombre caracterizado por tantos hechos que repugnan a la razón. El mariscal López nunca mostró remordimiento de sus malas acciones. Y lo que es más lamentable, los lopistas no solo no sienten penas por las 250.000 víctimas, incluidos los miles que fueron atormentados hasta el límite de la muerte, y luego el “Héroe Nacional sin ejemplar” los mandaba ejecutar, sin sentir dolor moral causado por la conciencia de sus sanguinarios actos.
La verdad fundamental es, si queremos construir una sociedad sana, necesitamos fuerza, fortaleza y sabiduría para afrontar la hipocresía de los lopistas que ignoran cuan grande perjuicio causan al prestigio de nuestra nación con sus patrioterismos ridículos e impenitentes. Entre ellos se destacan un pequeño grupo ignorante de la historia y sus fines. Esta clase de gente solo se dedican a construir muro, en vez de puente para llegar a la verdad. Y la verdad es que el mariscal López fue un hombre despiadado y bárbaro, amén de un incompetente militar. Sin duda alguna, él fue el mayor bellaco que el Paraguay, tierra de dictadores, ha dado a la nación.
Desde 1989 apareció un grupo señero de jóvenes historiadores que proyectó un objetivo sin par contra la historiografía paraguaya que predominó desde 1936 a 1989; empezaron a indagar la verdad sobre la Guerra de la Triple Alianza. Para tan noble propósito, aparecieron el talento de numerosos jóvenes quienes, en el ejercicio de sus propósitos dieron exacto cumplimiento a un principio del historiador: nunca manipular los hechos ni salir del camino de la verdad y del honor, y menos intervenir sin escrúpulo en la historia de la guerra de 1864-1870 para servir intereses ajenos a la verdad. No podemos dejar de mencionar a quienes hicieron posible que esté al alcance de nuestro cándido pueblo la verdad sobre una parte de la historia nacional: la Guerra de la Triple Alianza. Es la manera con que se puede ampliar la mente de nuestros compatriotas hacia el pasado y ponerlos en condiciones de encarar mejor el futuro de la nación.
La decadencia de la historia de la guerra del 70 empezó en 1936, y obedece a la vuelta de la dictadura, y con ella la relajación de la moral pública, la manipulación de la enseñanza de la historia de aquella guerra absurda, y el despotismo que impidió la libre expresión. Sólo se permitía la publicación de obras que elogiaba al mariscal López.
La nación paraguaya desde 1813 hasta la muerte de López, conoció la extrema servidumbre, a partir del 1º de marzo de 1870, la bondad de la libertad. Pero, desgraciadamente truncada en 1936, pero recuperada mediante la valiente lucha de un gran grupo de modernos legionarios apoyado por una fuerza militar el 3 de febrero de 1989.
Mañana la última sección de la obra que estamos publicando: "El miedo a escribir la historia”.
Luque, 15-05-2021.




COMENTARIO SOBRE LA GUERRA DEL PARAGUAY DE 1864-1870
¿Epopeya o Destrucción?
EPÍLOGO/CONT.
Sección final. El miedo de escribir la historia:
Como introducción del tema queremos difundir lo que la historiadora Beatriz González de Bosio escribió en un artículo que fue publicado por el diario “abc color” del día domingo 15 de marzo de 2020, con el título “Miradas plurales y nuevas perspectivas sobre la Guerra Guasu: 150 años después”. Por considerar muy interesante divulgar los conceptos insertados en el mencionado artículo , hemos escogidos una parte de uno de los párrafos referente a la Guerra a la Triple Alianza, lo que sigue: «…, pues nacionales de cuatro países combatientes analizan el episodio histórico con la perspectiva del tiempo y la necesidad actual de integración y solidaridad, lejos de los arrebatos nacionalistas y de los discursos de odio, donde una parte necesariamente es santificada y la otra demonizada: sin ángeles ni demonios, la historia, con su amplio abanico de análisis, lleva nuevas preguntas y a la necesidad de seguir investigando y publicando».
Cerramos la tarea que hemos emprendido desde el 10 de marzo del 2021 (sesenta y ocho días), con un resumen de un artículo digno de interés publicado por el distinguido intelectual, investigador y articulista del diario “Última Hora”, PEDRO GAMARRA DOLDÁN. El escrito, insertado en la sección “Enfoques” del mencionado diario con el título: “En el país aún se teme escribir y decir la historia”. Y añade, «mientras el historiador no se libere del miedo, no será historia ni habrá historiadores en el Paraguay».
«Con el título, “El miedo de escribir la historia”, Don Pastor Giménez publicó en la década del 50 del siglo pasado, un breve e interesante ensayo, donde el culto escritor reflexionaba sobre el temor de escribir historia en nuestro medio, por la dificultad de hacerlo, con precisión y prolijidad, la historia de un país, donde todos nos hallamos unidos a una suerte de unicidad racial, cultural y religiosa.
«La edición de ese libro ha pasado más de 50 años. El país pasó de tener un millón quinientos mil habitantes a seis millones; … ¿Existe aún miedo para escribir, decir o hacer historia?
«Concluiría ese pensamiento y realidad con un claro ¡sí! Subsiste el mismo miedo atávico, aun en nuestros intelectuales o pensadores.
… En el Paraguay, se teme escribir la historia por temores físicos, políticos, ideológicos y aun religiosos.
«Quedar bien. En nuestro país, excluir, o decir lo que se pretende decir, en sana conciencia, pasa a veces por un deseo hipócrita de querer quedar bien con todos sin ofender a nadie. Y ello ya no es una verdad literaria, una verdad histórica, es e deseo permanente de no ofender al régimen que impere o al orden social o religioso establecido.
«El escritor sigue temiendo la verdad. Cuando Casaccia Bibolini publicó “La Babosa”, hubo una reacción de la prensa, que censuró a este genial escritor; y se repitió en su posterior obra, La Llaga”. Cuando Pratt Mayans publicó, y tras obtener el premio de mayor tiraje en aquel momento, hubo una reacción por parte del “establishment”, que motivó el repudio que concitó para cierta gente el escribir como se dio en “Pavel”, así se titulaba el cuento de referencia; era en diciembre de 1963. Defender al autor, un grupo brillante de escritores y artistas, debió recordar en febrero de 1964 que la Constitución otorgaba libertad de opinión, y de escribir.
«Rafael Barrett. …; en el país aún se teme escribir, o decir la historia. Se nos impuso, y solo desde el siglo XX aparece la figura de Rafael Barrett, que en sus cortos de años de estadía rompió la monocorde forma de expresarse libre de temores, por lo menos en el país.
«La libertad de hacer política, y de hablar mal de los políticos, es una técnica diaria; el empobrecimiento de la paga a los maestros y profesores es una descalificación de ellos, amén de la censura directa o indirecta de los programas de estudio. La historia debe ser siempre la opinión.
«Los medios de comunicación están solo abiertos a aquellos que hablan de la luna. …A 100 años de la muerte de Barret, los escritores de historia siempre escriben “ad usum” del príncipe. Y eso no dice la ley. Lo imponen los centros de poder y la sociedad mediocre. …
«Ojalá alguna vez encontremos la historia del país libre de temores. En que los héroes civiles valgan tanto como los militares. Pero para eso faltan la acción y la reacción de una opinión pública, despierta y dispuesta a jugarse en una gesta patriótica brillante. La historia del Paraguay, mientras el historiador no se libere del miedo, no será historia ni habrá historiadores».
Hasta aquí hemos transcripto el comprimido del estupendo escrito.
Se dice que cada vez que alguien dice la verdad le pone furioso al diablo. A partir de este momento nos dedicaremos a observar y aplaudir desde nuestra butaca a nuestros historiadores cada vez que ponen furiosos al diablo
Uno de los deberes de los historiadores comprometidos con la verdad consiste en aclarar en su justa medida lo sucedido en la apocalíptica guerra de 1864-1870; porque las obras y artículos publicados por “investigadores” lopistas han mostrado las manipulaciones a que fueron sometidas sus relatos para darle una significación nacionalista y afín a la dictadura.
No buscamos absolutamente nada por haber puesto esfuerzo, tiempo y dinero para aprender de la sabiduría de Julio César, Alejandro, Aníbal, Federico II de Prusia, Napoleón, Estigarribia, etc., y transmitir a los compatriotas en general y principalmente a los jóvenes oficiales de las fuerzas armadas las enseñanzas que dejaron y que hemos aplicados en nuestra dos obras sobre la Guerra de la Triple Alianza..
Al poner fin a este largo camino que hemos recorrido con los amigos de Facebook, solo esperamos que Dios nos perdone por nuestros pecados gramaticales; recuerden que no somos hombres versados en literatura, sino soldado.
Luego de colaborar con nuestro grano de arena a reducir la montaña de mentiras que rodea a la historia de la Guerra de la Triple Alianza, pensamos que nos ha llegado el momento de retirarnos. Los historiadores José Luis Martínez Peláez, Luis Verón, Rafael Mariotti, Roger Konde y varios más, queremos hacer patente que ellos no son historiadores porque tienen título de historiador y escriben historia, sino por saber escribir la historia con la mente clara, tajante y apoyado por argumentos imposibles para los lopistas refutarlos. Nos retiramos complacidos de ver a varios jóvenes historiadores caminando por las sendas que llevan a la verdad, y se ocupan con bríos a combatir la mentira que siguen sosteniendo los fanáticos nacionalistas que se jactan de patriotismo, pero que no lo son, por la razón que el nacionalismo no es patriotismo sino todo lo contrario.
El reputado intelectual paraguayo, Rolando Niella, escribió en un artículo publicado por el diario “abc color” lo siguiente: «El nacionalismo es una ideología que considera que pertenecer a determinada nación nos hace mejores y con más derechos que los demás. El patriotismo, en cambio, es un sentimiento de pertenencia, un vínculo afectivo con nuestro país y nuestros conciudadanos. Reunir los dos conceptos es una gran mentira, porque la historia demuestra que los nacionalistas radicales distan mucho de ser patriotas, en la medida que están dispuestos a sacrificar la vida de miles de sus conciudadanos sin el menor escrúpulo. Así ocurrió en la Alemania nazi, con la Italia fascista, o en la sangrienta y fratricida guerra civil que enfrentó y masacró a las naciones de Los Balcanes: Bosnia y Herzegovina, Croacia, Eslovenia, Macedonia, Montenegro y Serbia».
Gracias a todos aquellos (as) que nos alentaron; y a los que nos insultaron por decir la verdad, que Dios los ilumine para hacerle ver la guerra que el mariscal López la convirtió en catástrofe nacional.
Luque, 16 de mayo de 2021.
F I N DE “COMENTARIO SOBRE LA GUERRA DEL PARAGUAY DE 1864-1870”.















.