EN ADHESIÓN AL PRÓXIMO DÍA
DE LOS HÉROES
AVISO
A partir de hoy, en adhesión al próximo “Día de los Héroes”
el 1º de marzo, empezamos a publicar por Facebook algunos breves artículos
sobre la Guerra de la Triple Alianza (1864-1870), con especial énfasis sobre el
mariscal López.
Esperamos
cumplir la tarea que nos hemos impuesto con toda objetividad; es decir, tal
cual como la historia tiene registrada, considerando que la historia guarda los
hechos en BENEFICIO de nuestros descendientes, pero hay algo que tenemos que aceptar,
la historia no es panegírico de la nación. Es decir, no es para gloriar la
patria ni enaltecer a ningún personaje, porque ella es madre de las ciencias e
imagen de la verdad. Por lo tanto, aumentar o disminuir las figuras de
Estigarribia o de López no es propio del historiador que tiene la obligación de
dejar a cada personaje su tamaño natural. Si alguien piensa que nuestras
opiniones sobre el mariscal López son muy fuertes, nosotros no tenemos la culpa,
porque los hechos fueron así y nosotros no podemos alterar la verdad.
Sección 1. Temor a decir la verdad sobre la GTA.
La nación paraguaya desde 1813 hasta la
muerte de López, conoció la servidumbre, a partir del 1º de marzo de 1870, la
bondad de la paz, la justicia y la libertad. Pero, desgraciadamente truncada en
1936, pero recuperada mediante la valiente lucha de un grupo de modernos
legionarios que combatieron las dictaduras por décadas, y apoyados por una
fuerza militar el 3 de febrero de 1989.
Empezamos la tarea con un resumen de un
artículo digno de interés publicado por el distinguido intelectual,
investigador y articulista del diario “Última Hora”, el Dr. PEDRO GAMARRA
DOLDÁN. El escrito está insertado en la sección “Enfoques” del mencionado
diario con el título: “En el país aún se teme escribir y decir la historia”. Y
añade, «mientras el historiador no se libere del miedo, no será historia ni
habrá historiadores en el Paraguay».
Escribió el Dr. Gamarra Doldán: «Con el
título “El miedo de escribir la historia”, Don Pastor Giménez publicó en la
década del 50 del siglo pasado, un breve e interesante ensayo, donde el culto
escritor reflexionaba sobre el temor de escribir historia en nuestro medio, por
la dificultad de hacerlo, con precisión y prolijidad, la historia de un país,
donde todos nos hallamos unidos a una suerte de unicidad racial, cultural y
religiosa.
«La edición de ese libro ha pasado más de
50 años. El país pasó de tener un millón quinientos mil habitantes a seis
millones; … ¿Existe aún miedo para escribir, decir o hacer historia?
«Concluiría ese pensamiento y realidad con
un claro ¡sí! Subsiste el mismo miedo atávico, aun en nuestros intelectuales o
pensadores.
… En el Paraguay, se teme escribir la
historia por temores físicos, políticos, ideológicos y aun religiosos.
«Quedar bien. En nuestro país, excluir, o
decir lo que se pretende decir, en sana conciencia, pasa a veces por un deseo
hipócrita de querer quedar bien con todos sin ofender a nadie. Y ello ya no es
una verdad literaria, una verdad histórica, es deseo permanente de no ofender
al régimen que impere o al orden social o religioso establecido.
«El escritor sigue temiendo la verdad.
Cuando Casaccia Bibolini publicó “La Babosa”, hubo una reacción de la prensa,
que censuró a este genial escritor; y se repitió en su posterior obra, “La
Llaga”. Cuando Pratt Mayans publicó, y tras obtener el premio de mayor tiraje
en aquel momento, hubo una reacción por parte del “establishment”, que motivó
el repudio que concitó para cierta gente el escribir como se dio en “Pavel”,
así se titulaba el cuento de referencia; era en diciembre de 1963. Defender al
autor, un grupo brillante de escritores y artistas, debió recordar en febrero
de 1964 que la Constitución otorgaba libertad de opinión, y de escribir.
«Rafael Barrett. …; en el país aún se teme
escribir, o decir la historia. Se nos impuso, y solo desde el siglo XX aparece
la figura de Rafael Barrett, que en sus cortos años de estadía rompió la
monocorde forma de expresarse libre de temores, por lo menos en el país.
«La libertad de hacer política, y de hablar
mal de los políticos, es una técnica diaria; el empobrecimiento de la paga a
los maestros y profesores es una descalificación de ellos, amén de la censura
directa o indirecta de los programas de estudio. La historia debe ser siempre
la opinión.
«Los medios de comunicación están solo
abiertos a aquellos que hablan de la luna. …A 100 años de la muerte de Barret,
los escritores de historia siempre escriben “ad usum” del príncipe. Y eso no
dice la ley. Lo imponen los centros de poder y la sociedad mediocre. …
«Ojalá
alguna vez encontremos la historia del país libre de temores. En que los héroes
civiles valgan tanto como los militares. Pero para eso faltan la acción y la
reacción de una opinión pública despierta y dispuesta a jugarse en una gesta
patriótica brillante. La historia del Paraguay, mientras el historiador no se
libere del miedo, no será historia ni habrá historiadores». Así termina el acertado
artículo publicado por el Dr. Gamarra Doldán.
Los historiadores objetivos; es decir, aquellos que
juzgan y escriben con imparcialidad y justicia cuentan la verdad de los hechos
acaecidos, y no las mentiras que los lopistas propagan e incluso difunden
documentos apócrifos.
Al empezar la presente tarea, quisiéramos dar nuestro
parecer sobre lo siguiente: para ello nos dirigimos a los miembros de las Fuerzas
Armadas de la Nación con la intención de dejar en claro nuestra posición, que
el hecho de que el Colegio Militar -donde hemos estudiado por cinco años, y lo
amamos con unción-, hoy Academia Militar, lleva como nombre “Mariscal Francisco
Solano López”. Pero eso no puede impedir a los egresados de la gloriosa
Institución y cuna de héroes, investigar si de verdad es el “Héroe Nacional sin
ejemplar” que mucho cree y mucho no cree, o sólo es una falacia creada por
intereses políticos. El Vaticano, hace algunas décadas dio la misión a
consumados historiadores para investigar, a través de la historia, a varios
santos. Los historiadores llegaron a demostrar que varios de ellos no eran tan
santos como se suponía, y el Papa procedió a excluirlos. ¿Cuándo los paraguayos
haremos algo semejante con los falsos héroes creados por O’Leary?
Ser egresados del
Colegio Militar hoy Academia Militar “Mariscal Francisco Solano López”, y creer
que por este hecho ya está obligado a considerar a López tal como el decreto
del 1º de marzo de 1936 determina -por motivo meramente político- “Héroe
Nacional sin ejemplar” es una tontería. Todos tenemos el derecho de investigar
y publicar nuestras conclusiones, si los nombres con que fueron bautizados los
regimientos del ejército, ciudades o pueblos, calles de ciudades, instituciones
educativas, rutas, etc., han sido demostrado que son verdaderos héroes para ser
galardonados. Muchos ciudadanos piensan que el nombre que lleva la Academia
Militar, antes Colegio Militar, es merecedor de tal galardón para que los
egresados de esa cuna de héroes tengan en quien inspirarse. Es justo reconocer
que de la misma manera hay mucho compatriota que piensa y razona bien, y han
estudiado la historia del mariscal López, llegaron a la conclusión que él no
fue sino un genocida de su pueblo. Igualmente es muy cuestionado que haya sido
bautizada una importante avenida de Asunción con el nombre de madame Lynch.
¿Cómo acabar con esto? Que el Congreso Nacional forme un equipo de
historiadores notables, objetivos y veraces para investigar y presentar sus
conclusiones al respecto.
Luque, 21-02-2022)
Sección 2. Contar la verdad es deber del
historiador.
Ya es una
costumbre en Paraguay que el “Día de los Héroes” las autoridades nacionales y muchos
paraguayos mal avisado se dedican a elogiar sólo a López e ignoran a los
verdaderos héroes. Es más, los canales de TV y radios emisoras, casi en su
totalidad, con tendencias popularistas, invitan con preferencia a historiadores
y aficionados a la historia, no para contar la verdad sobre la Guerra de la
Triple Alianza (GTA) sino para elogiar a López y así complacer a sus
televidentes u oyentes.
Uno de los
deberes de los historiadores es la de estar comprometidos con la verdad, que
consiste en aclarar en su justa medida lo sucedido en la apocalíptica guerra de
1864-1870; porque las obras y artículos publicados por “investigadores”
lopistas han mostrado las manipulaciones a que fueron sometidas sus relatos
para darle una significación nacionalista y afín a la dictadura. Los lopistas no entienden que su venerado héroe
no debió aspirar a nada que sea superior al potencial de guerra del Paraguay.
Pues, está demostrado que se origina una falsía funesta en los que aspiran a
algo superior a sus fuerzas. Es preciso mostrar a los descaminados lopistas
nuevos caminos y más fáciles para que admitan, no mito, sino la verdad sobre la
funesta guerra de López.
Jamás debemos aceptar un país donde prevalezca la mentira
sobre la verdad. Nunca se puede ser patriota -por más que se pregona- sembrando
mentiras. Los lopistas intentan convencer al pueblo que los veneradores del
genocida son los verdaderos patriotas. En tanto, aquellos que no aceptan que
López es el “Héroe Nacional sin ejemplar”, les dirigen expresiones ofensivas
como “vende patria” u otras que emplean para insultar, y no para refutar
opiniones basadas en documentos u hechos reales. A los lopistas no le importan
un bledo la pérdida del orgullo y la confianza nacional por causa de una guerra
que el mismo López tramó, maquinó y urdió; y que por suerte un egregio estadista
como el Dr. Eusebio Ayala y un genio militar como Estigarribia recuperaron el
honor militar y el orgullo nacional.
Aquellos que
muestran respeto y admiración en grado sumo al terrorífico mariscal López creen
que Dios y el pueblo paraguayo deben perdonar al autor que lleva la marca de
Caín, amén de tantas atrocidades, y de la inigualable tragedia que con su alma
perturbada trajo sobre el Paraguay, regando con sangre de compatriotas y alfombrando
de cadáveres de un extremo a otro el territorio nacional.
No puede haber
gloria para un jefe de Estado que mandó a la muerte a miles de niños inocentes
-futuros de la patria- en las batallas de Avay, Pirivevýi y Acosta Ñu. Es más,
en San Fernando, Villeta, San Estanislao y Zanjajúu mandó atormentar a miles de
paraguayos y extranjeros, para luego hacerlos asesinar y apropiarse de sus
bienes. De este modo escandaloso, el mariscal López disponía a su antojo de la
vida, de la libertad y de los bienes del aterrorizado pueblo paraguayo; aun así,
los lopistas lo veneran con devoción por lo que no es, y cierra los ojos a sus inauditas
crueldades.
La prudencia, el
talento, la iniciativa y la habilidad sólo pueden ser adquiridas mediante el
esfuerzo. Sin embargo, el mariscal López todo consiguió muy fácilmente por ser hijo
consentido y malcriado por el padre, el presidente paraguayo C. A. López. Francisco Solano no tenía compasión por
nadie, y conste que la compasión es el que distingue al hombre de los animales
de presa. Su peor pecado fue intentar amoldar el Río de la Plata y Mato Grosso
a sus mezquinos intereses; su ego, y no la fuerza militar de los aliados fue el
que destruyó cincuenta años de lento progreso del Paraguay.
López empezó la guerra a estilo Atila,
sembrando terror en las poblaciones ocupadas de Brasil y Argentina. Los
ejércitos de países civilizados atenúan cuanto es posible los males causados
por la guerra; sin embargo, López asoló no sólo territorios ajenos, sino
también su propio territorio que él tenía el deber de proteger. Obligaba a las
inofensivas mujeres, niños y ancianos a las más crueles peregrinaciones;
a todos obligó a seguirle sin preocuparse en darles de comer ni saber quiénes
ni cuantos morían por semana. Atila (ver nota 1) por lo menos, cuando invadió
Roma, pudiendo hacerlo, respetó el Vaticano, la Santa Sede. Sin embargo, López
ni la iglesia católica respetó ni al obispo, a quien mandó fusilar junto a
veintitrés sacerdotes
Nota 1. Atila, rey de
los hunos (434-453). Invadió el imperio romano de Oriente (441) y la Galia,
pero fue vencido en los campos Cataláunicos (451), por los ejércitos de Aecio y
Teodorico. En 452 saqueó Italia, pero no Roma persuadido por el papa León I el
Grande. Su imperio desapareció con él.
Nota 2. “El clero en la
guerra del 70” por el Pbro. Pedro Silvio Gaona, contiene los nombres y
apellidos, y sus respectivos lugares de nacimiento de los 24 sacerdotes
fusilados. Fue impreso en los talleres gráficos de la editorial DAGRE S.R.L.,
Asunción-Paraguay, 1957.
Nadie debería ignorar la
gran importancia de recordar constantemente la historia de la guerra de
1864-1870, principalmente los numerosos errores estratégicos y tácticos de
López, así como los sangrientos hechos cometidos por él contra sus compatriotas
es el modo de evitar volver a incurrir en los mismos errores.
En Riachuelo,
Jataí y Uruguayana L,ópez recibió golpes devastadores que les hizo aprender por
propia experiencia una dolorosa lección, que es peligroso mandar dos fuerzas a
larga distancia sin apoyo mutuo, sin artillería, con poca caballería y sin
apoyo logístico. Esto confirma un proverbio militar: «Siempre será mejor para
cualquier oficial de cualquier grado y jerarquía aprender de experiencias
ajenas (la historia militar) porque la propia siempre llega tarde y cuesta
cara.
Los veneradores del mariscal López afirman que nuestra
posición contra el mariscal López es resultado del odio. Pero ignoran, tal vez,
que nuestra cólera contra el denominado “Héroe Nacional sin ejemplar” se debe
al crimen contra la nación que él perpetró. La furia infernal de López se
abatió sobre los paraguayos en San Fernando. Su injustificada ira contra sus
compatriotas causó estrago y horror. ¿Cuántos desdichados gemían en nuestro
país durante la rra que él voluntariamente desató? No había clemencia para
nadie. Nunca dejó de ser inflexible, ni la súplica de la madre a favor de su
hijo Benigno, a quien lo había condenado a muerte accedió. Derramó río de
sangre, no del enemigo sino de sus compatriotas. Tentó a la fortuna y mucho
riesgo corrió al apostar -como si fuera juego de azar- el Paraguay entero, ¡y
perdió!, pero él se negó a pagar, prefiriendo huir abandonando a su pueblo a
las alas de Dios que es grande. El corazón de la gente prudente y juiciosa se
congela de espanto y pavor al conocer lo ocurrido en san Fernando, Potrero
Mármol, San Estanislao y Zanjajúu.
Mandar fusilar en San Fernando sin demostrar culpabilidad
a un promedio de 36 personas por día durante 55 días, de verdad es cosa de
loco. ¿Qué cosa peor podrían hacer los aliados? Sólo este hecho maligno, lo ha
condenado al mariscal López a la maldición de la gente cristiana y decente,
porque sus actos fueron absurdo y demencial. Para obrar como obró en San
Fernando, tal vez tenía en su interior una bestia que lo dominaba: el
temperamento violento. El hombre que tiene carácter domina su temperamento, y
el hombre débil es dominado por su temperamento; por lo tanto, López no tenía
carácter, porque si lo tuviera, no tardaba en reconocer el error y rectificarse
inmediatamente, para que ningún paraguayo más pierda la vida innecesariamente,
una vez que está demostrada que la guerra no se puede ganar.
López conducía
la guerra como aquel contador desempleado que ninguna cuenta le cierra bien; su
obsesión por la guerra tuvo para el Paraguay ruinosa consecuencia,
temerariamente se arrojó en aguas turbulentas sin ser buen nadador. La creencia
que el mariscal López defendió la patria con gran heroísmo y que no se rindió
son falacias absurdas, pero dificilísimo de desarraigar de la mente de muchos
paraguayos. Queremos decir a los exaltados nacionalistas que la verdad sólo
duele a aquellas personas acostumbradas a vivir en un mundo de mentira.
Nosotros sentimos su dolor, pero deben saber que el dolor invariablemente hace
cacarear a las gallinas.
Luque, 22-02-2022,
EN
ADHESIÓN AL PRÓXIMO DÍA DE LOS HÉROES
Sección 3. Como
“la noche de los Cristales Rotos”.
La admirable voluntad de vencer del ejército paraguayo
era insuficiente para derrotar a las fuerzas militares de Brasil, Argentina y
Uruguay que contaban con enorme potencial de guerra (cantidad y calidad de los
habitantes, riquezas, generales y jefes idóneos y con experiencias, costas al
mar que le permitían el intercambio comercial sin impedimento, etc.)
Ocupado por el ejército de López la parte sur de Mato
Grosso, nadie esperaba que abra otro frente de guerra. Sin embargo, de modo
inaudito abrió dos nuevos frentes, uno al sur (Corrientes) y el otro hacia el
sureste (Río Grande del Sur, fronterizo con el Uruguay). El 14 de abril de
1865, el ejército de López sorpresivamente irrumpió en territorio argentino con
una columna de 30.000 hombres que se extendía desde Corrientes hasta Goya. Y a
partir de esta temeraria operación, López se enfrenta a dos países mucho más
poderoso en población, economía, etc., que el pequeño Paraguay. La delirante
idea de López era forzar al emperador del Brasil, Pedro II y al presidente de
la Argentina Bartolomé Mitre, solicitar un armisticio para negociar. Estos
jefes de Estados sabían que hacer un trato con López es lo mismo que hacer un
trato con el diablo.
Las tropas paraguayas demostraron que la abnegación,
obediencia ciega y valentía no son suficientes para ganar la guerra. Y para
peor, López a pesar del aluvión de malas noticias o de las suertes adversas en
todas las operaciones que emprendió, se negaba aceptar la realidad. Luego de
ser desalojado del teatro de operaciones de Humaitá, estaba convencido que en
el arroyo Pikysyrý (al sur de Villeta) puede ahogar -como en el juego de
ajedrez- la ofensiva aliada. Esta era otra apuesta arriesgada que pensaba
realizar.
Al ser forzado a abandonar el teatro de operaciones de
Humaitá entró en pánico, porque comprendió que era el comienzo del fin de su
loca aventura. Cada decisión que tomaba era cada vez más irracional, delirante
e ilógico, probablemente por ser alcohólico y opiómano. Estaba colapsado moral
y físicamente. De todos estos estaban enterados madame Lynch, Resquín y
Caballero, y lo mismo le obedecían ciegamente a sabiendas que ya no estaba en
condiciones para tomar acertadas decisiones. El general Caballero esperaba sólo
el momento adecuado para abandonarlo. La ocasión se le presentó en Cerro Corá,
cuando López lo convocó y le preguntó qué hacer ante la carencia total de
ganado. Caballero no pierde la oportunidad y responde: «si me autoriza llevar
40 hombres, iría y traería por lo menos un lote de ganado de las riberas del
río Apa». Caballero eligió 40 oficiales y suboficiales de su división y con
ellos partió el 12 de febrero de 1870; después de varias semanas de la muerte
de López fue tomado prisionero en la orilla del río Apa y enviado con varios
prisioneros importantes entre ellos José Falcón a Janeiro. Cuenta Falcón en su
obra que «cada prisionero paraguayo percibía cada mes, puntualmente, sus
respectivos salarios según el grado de cada uno, pagado por el gobierno del
Brasil».
Los 50 años de lento progreso de Paraguay, bajo el
gobierno del mariscal López cayó en picada económica, social, militar y
demográfica. Los apologistas del mariscal López crearon la gran mentira.
Desgraciadamente, la idea demuestra que a la mayoría de los paraguayos no le
interesa la verdad; porque, lo que la gente quiere escuchar es algo que parezca
a heroísmo y gloria épica. Y no se cansan los lopistas en repetir la manida
frase: “López defendió la patria y no se rindió”, una y otra vez. No importaba
que los que predicaban o proclamaban sólo eran mitos y no los hechos. Tantas
veces repetían desde 1936 hasta hoy la misma cosa, que la mayoría del pueblo
empezaron a creer sin razonar.
La campaña de los panegiristas de López no hay que
atribuirle menos importancia de la que tiene (subestimar), poque es algo de lo
que tenemos que estar siempre alerta, porque tras ellos viene bien camuflado de
oveja, la dictadura. No porque nos afecta sólo a los que creemos en la
importancia de la verdad, la libertad y la justicia; sino porque afecta a todo.
Por tanto, será preciso detestar a los enemigos de la verdad. Y los veneradores
de López como todo el mundo sabe son enemigos de la verdad por ser muy amigo de
los mitos que se tejen en torno del mariscal López.
Los panegiristas de López tratan a los valientes y
abnegados legionarios como los nazis a los judíos. Ellos se consideraban como
ciudadanos de primera, y los que no veneran a López sin derecho como ciudadano
de segunda. Es más, prefieren la dictadura a la democracia, porque en la
dictadura ellos son los patriotas que tienen privilegios en acaparar los cargos
y empleos públicos. En tanto, el ciudadano no demuestre su patriotismo elogiando
a López, para ellos no son patriotas. Es decir, califican quienes son los
verdaderos patriotas y quienes son los otros. No tienen escrúpulos ni temor
para emular a los nazis y cometer hechos semejantes como la terrorífica acción
conocida como “La noche de los Cristales Rotos” en 1938 en la Alemania de
Hitler, asesinando a más de cien judíos, sólo por ser judíos. Si algunos
lopistas -conforme leemos por Facebook sus violentas expresiones contra quien
publica la verdad sobre López- si se los garantiza impunidad, ¡no dudarían en
hacer lo mismo!
23-02-2022.
Sección 4. Los
hombres más detestables son los más reverenciados.
El mariscal López, no contento con gobernar el Paraguay a
su antojo, quiso ser conquistador: mandó a su ejército a invadir los
territorios de Brasil y de la Argentina con la idea de convertirse en el
árbitro de la región.
Cada derrota
que sufría contribuía a mantener en él una irritabilidad que rayaba en la
locura. Absorto en su idea fija, sin preocuparse de nada, y tercos cual
“Kerabán el Testarudo”, emprendió la conquista de algo casi imposible: derrotar
a los ejércitos aliados y proteger la región contra el liberalismo político y
económico que chocaba frontalmente contra las dictaduras de López y del
gobierno del Partido Blanco uruguayo.
La verdad, López prometió mucho y no logró nada, a pesar
de contar, al empezar la
guerra, con el ejército más
numeroso del continente. Y lo peor, no tuvo agallas para ponerse al frente de
sus tropas desde el inicio de sus campañas ofensivas, sino esperó cómodamente
en Asunción los laureles de gloria y abundante botín, producto del saqueo que
sus generales le traerían como ofrenda a su genio militar.
Luchar ante la presencia u observación del general en jefe
conduce a las tropas a proezas increíbles. Sin embargo, durante toda la guerra
las tropas paraguayas nunca sintieron la presencia del mariscal López, y menos lo
vieron con sus tropas de reserva cerca de ellos pronto para -cuando el
resultado de la batalla oscilaba- lanzar su reserva en el momento adecuado para
arrancar de la mano del enemigo la victoria o lanzar su reserva contra el
enemigo en retirada para la destrucción total.
Más allá de rodearle al mariscal
López de una aureola de gloria que jamás logró porque sólo derrota recogió;
mejor aceptar y recordar constantemente sus garrafales errores político y
militar para no volver a incurrir en los mismos yerros.
López fue forzado a la guerra
por el Brasil, es cosa que se dice, sabiendo que no es verdad, pero los veneradores
de López, con la intención de engañar al pueblo o engañarse a sí mismo, porque
no resiste una sola prueba, pues López dejó voluntariamente la nación paraguaya
destrozada económica, demográfica y militarmente, y ¡sin ningún decoro lo
veneran, y tal como afirma Zaratustra «los hombres más aborrecibles son los más
venerados».
La veneración del mariscal López por un grupo aun
numeroso de exacerbado nacionalista, tal vez responde al objetivo de algún
personaje para sacar provecho personal o para reivindicar la dictadura, o ambos.
Porque si de verdad queremos gloriar triunfo en los campos de batalla y guerra
victoriosa, todo sabemos hacia dónde dirigir nuestra mirada. La
apocalíptica guerra de López, la hecatombe monstruosa, la ruina de la nación y
casi el exterminio de la población paraguaya de la faz de la tierra, al parecer
no hace mellas en los compatriotas nacionalistas que consideran a López como
hombre digno de ser venerado y emulado por sus hazañas militares. ¿Por qué
ocurre esto? No encontramos explicación alguna, sino atribuir al patrioterismo
o la ignorancia de lo que son la guerra y la finalidad de la historia militar;
amén de la poca importancia que dan a textos sobre aquella guerra escritos por
numerosos historiadores imparciales -paraguayos y extranjeros-, cuyas obras son
exhibidas en casi toda la librería de Asunción.
Sobrepasado de furia por tantas derrotas, la siniestra
intención del considerado por un decreto de fecha 1º de marzo de 1936, del
Poder Ejecutivo “Héroe Nacional sin ejemplar”, era el exterminio de la
población paraguaya, y tal como O’Leary aseguró «prefirió abrir una ancha tumba
donde enterrarse con la nación entera, antes que permitir ser humillada». Pero
la derrota en una guerra no es humillación, porque no es por falta de valor del
pueblo ni de la fuerza militar, sino por carencias de medio adecuado, de
general en jefe idóneo y jefe de Estado capaz. Porque un ejército de leones
conducido por una oveja no puede ganar guerra; sin embargo, un ejército de
ovejas conducido por un león tiene posibilidad de ganarla.
La intención de
López de llevar al pueblo al exterminio, más que maligna era siniestra, sus
atrocidades fueron muchas. Con la total destrucción del improvisado segundo
ejército en la campaña de Villeta, alcanzó la muerte de los paraguayos, por
diversas causas, a más de 200.000, y él no quiere hacer un pequeño sacrificio
por la nación: dimitir al cargo de jefe de Estado o de un tiro de revólver
levantar la tapa de los sesos, y así poner fin a los inútiles sacrificios del
pueblo paraguayo al que lo tenía atado y bien atado mediante el terrorismo que
instauró y los generales y coroneles que secundaron y toleraron sus
brutalidades contra sus camaradas y el pueblo paraguayo. Es importante no
olvidar que uno de los deberes del soldado es proteger al pueblo de los tiranos
y no servirles de sostén.
Las condiciones sanitarias del pueblo y de las tropas
eran espantosas. No sólo por carencia de medicamentos, sino también la falta
imperiosa de médicos para atender a los miles de enfermos y heridos. Ante esta
situación, la perversidad de López araña lo fantástico. Pues, solo contaba con
cuatro doctores médicos, no obstante, por una falta insignificante que apenas
podía merecer una amonestación verbal, López los mandó a dos de ellos
(Masterman y Fox) presos a San Fernando donde fueron sometidos a torturas. Fox
no pudo soportar los terribles tormentos y murió semanas después. Pero por
suerte las flotas de guerra de los EE. UU., mediante los buenos oficios de
Washburn, embajador norteamericano en Asunción, vino a rescatar al Dr. Jorge
Federico Masterman. Ante la patética situación, mantener preso por meses a un
doctor médico por una falta insignificante que apenas puede merecer una
amonestación verbal, es carecer de aprecio, bondad y compasión hacia las
propias tropas. A pesar de todo esto, nos hace sentir orgulloso el titánico
esfuerzo bélico de las tropas paraguayas; pero no del arbitrario y cruel general
en jefe. Los soldados fueron los de corazones valientes que orgullosos van al
campo de batalla para vencer o con gloria morir, sembrando en terreno fértil
las semillas del valor y el amor a la patria, de modo que, en los momentos
difíciles, la nación pueda recoger los frutos.
Luchar ante la presencia u observación del general en jefe
conduce a las tropas a proezas increíbles. Sin embargo, durante toda la guerra
las tropas paraguayas nunca sintieron la presencia del mariscal López, y menos lo
vieron con sus tropas de reserva cerca de ellos pronto para -cuando el
resultado de la batalla oscilaba- lanzar su reserva en el momento adecuado para
arrancar de la mano del enemigo la victoria.
24-02-2022
EN
ADHESIÓN AL PRÓXIMO DÍA DE LOS HÉROES
Sección 5. Las fuerzas de invasiones de López, en vez de
avanzar empiezan a retroceder.
La proclamación de López el 1º de marzo de 1936 por un
decreto del presidente Rafael Franco como “Héroe Nacional sin ejemplar”, porque
defendió la patria hasta la muerte, es repertorio favorito de los veneradores
de López, porque no hay en ella cosa de que no hagan los lopistas un asunto muy
serio para reiterar constantemente, supliendo con este cómodo recurso su pobre
conocimiento de la historia militar paraguaya. Somos categórico en afirmar que
la apología de López es un agravio a la gente que sabe raciocinar, y de buena
intención y proceder.
Librar como López una guerra hasta el exterminio de la
nación, jamás puede ser gloriosa, sino lamentable por la muerte del 60 % de la
población paraguaya, y deplorable por las crueldades cometidas por el mariscal
López contra sus compatriotas. Esta falta de diligencia y cuidado de algunos
intelectuales nacionalistas, no es sino una muestra palpable de hasta dónde
llega la indiferencia por la muerte en vano de 250.000 compatriotas que a la
vista de todos se han convertidos en víctimas de las perversidades del mariscal
López y su única consejera astuta como la zorra, madame Lynch. Amén de esto,
López le había “vendido” por decreto los territorios en litigios con el Brasil,
el ubicado entre los ríos Apa y Blanco; y con la Argentina, el ubicado entre
los ríos Pilcomayo y Bermejo. Se podría pensar que la guerra que desató López
tenía por objeto legitimar los territorios en litigios a favor de madame Lynch.
Ella era la mente maestra del mariscal. La codiciosa irlandesa Elisa Alicia
Lynch, solo porque fue la amante de López, la Municipalidad de Asunción lo honra
e inmortaliza su nombre, designando una de las principales avenidas de la
ciudad capital con el nombre de la cuestionada irlandesa.
A medida que la educación de los niños en la primaria, y
los jóvenes en la secundaria mejora, principalmente si los profesores de
historia se toman la molestia de superar sus exaltados nacionalismos y empiecen
a enseñar la historia militar con imparcialidad y justicia, y que los textos
escolares dejen de ser tendenciosos; no pasará mucho tiempo que el mariscal
Francisco Solano López deje de ser considerado el “Héroe Máximo y sin ejemplar”.
Los hechos
demuestran que el mariscal López carecía de las virtudes y los
conocimientos esenciales de un conductor de ejército; era un improvisado estratega, pero aun siendo competente habría
hecho falta algo más que la simple competencia para estar a la altura de
Estigarribia: don de mando. Por lo cual pasó a la historia como el hombre que
habiendo recibido de su padre un país próspero con el crecimiento demográfico
de 3 % anual, él por codicia de gloria y de más poder, desató una guerra
insensata que dejó destrozada la nación. Los sueños de López estaban condenados
al fracaso, porque sus medios no concordaban con el grandioso objetivo que se
propuso, tampoco poseía paciencia ni aptitud ni talento militar ni valor para
conducir un ejército en operaciones de guerra.
Dieciocho meses después de terminar la guerra llega al
Paraguay el británico Robert B. Cunninghame Graham. Luego de aprender el idioma
guaraní, empezó a recorrer el país entrevistando a los paraguayos y extranjeros
sobre la opinión que tienen del mariscal López y de la guerra que acababa de
terminar. Su conclusión sobre los que le contaron escribió un libro titulado
“Retrato de un dictador, Francisco Solano López, Paraguay 1864-1870”, donde
traza un vívido retrato del mariscal López. El autor, que después llegó a ser
miembro de la Cámara de los Comunes del Reino Unido de Gran Bretaña, basa su
obra en los testimonios -fresco aún- de europeos y paraguayos que presenciaron
los hechos o fueron objeto de la despiadada saña del dictador paraguayo.
La nación seguirá esperando con gran paciencia la justa
sentencia para quien no solo había segado la vida de tantos seres humanos, sino
también, a miles los sometió a terribles tormentos y luego los mandaba fusilar
por “cómplices confesos” de una conspiración que nunca existió.
Cada acusado por conspiración, ya en el extremo del
sufrimiento que los torturadores de López aplicaban -que sabían cómo lastimar a
sus semejantes-, el pobre varón o mujer, con el fin de descansar del suplicio
al que era sometido sin culpa alguna, admite la “culpa” y comienza a nombrar
como cómplices a amigos y conocidos que le venía a la cabeza, para luego firmar
-sin que se le permita leer su declaración-, y ser ejecutados y requisados
todos sus bienes que fueron a parar en la bolsa de madame Lynch. De este modo,
la nación entera subsistía en cautiverio hasta que el “Héroe Nacional sin
ejemplar”, en su huida del enemigo cruzó -con el resto de su ejército- el río
Manduvirã, y sincrónicamente a este hecho ocurre por fin algo bueno; en Asunción
se constituía un gobierno provisorio electo por los ciudadanos.
En cinco años de guerra López nunca logró poner al
ejército aliado a un peligro real o en situación comprometida, excepto
Curupayty que fue un éxito defensivo, porque el que lleva a ganar la guerra son
los triunfos en las batallas ofensivas. La derrota en la batalla de Jatai (Paso
de los Libres, Argentina) y la capitulación de Uruguayana, las dejó a López
humillado y estupefacto. Consecuentemente, no le quedó otra opción sino ordenar
la retirada de su poderosa “división sur” que ocupaba la provincia argentina de
Corrientes, donde ya había perdido siete mil hombres por diversas causas. Ante
estos hechos adversos, el pueblo y los oficiales de la fuerza militar tenían la
intuición que las cosas no iban bien, porque el ejército de invasión de López,
en vez de avanzar estaba retrocediendo.
Después de ser desalojado del teatro de operaciones de
Humaitá, el mariscal López se dirige hacia el norte y fue a establecerse con su
ejército en San Fernando, donde llevó a cabo horrorosos hechos: mandó
martirizar a más de 1.500 ciudadanos paraguayos y extranjeros, por ser
integrantes de una conspiración que nunca existió, y luego se apropiaba de los
bienes de cada uno, y a sus respectivas esposas e hijos menores de 11 años de
edad -los mayores fueron reclutados para servir en el ejército como soldados y
así inflar los efectivos de su ya reducido ejército-, los mandó a un campo de concentración que
primero se hallaba ubicado en Cordillera, y a medida que él se retiraba los
trasladó en San Joaquín, luego en
Kuruguaty y por último en Espadín, ladera de la cordillera de Amambay.
Debemos tener cuidado y no asignarle a un aterrador
general en jefe del ejército los atributos de un victorioso general, sólo porque,
en vez de aceptar las condiciones de los vencedores y poner fin a la guerra que
ya estaba perdida. De este modo, se podría haber salvado lo que aún pudiera ser
salvado de la nación.
Dice un refrán, «la verdad es eterna, la mentira tiene
corta vida». Los lopistas desafían constantemente los hechos consumados, con el
único objeto de neutralizar la verdad sobre las malas acciones de López.
Pretender refutar los terribles hechos del mariscal López, es proclamar la
maldad. Por tanto, los elogios que algunos paraguayos dirigen al mariscal López
es un agravio a la gente que sabe razonar. Con la mente manchada de crueldades,
López ya era incapaz de razonar, entonces en San Fernando abrió la puerta del
infierno por donde metió a más de 1.500 paraguayos y algunos extranjeros.
25-02-2022
EN
ADHESIÓN AL PRÓXIMO DÍA DE LOS HÉROES
Sección
6. Críticas al nacionalismo
Algunos vanidosos lopistas se enorgullecen en ser
nacionalistas, suponemos más por ignorancia que por patriotismo. Para ellos
dedicamos algunas opiniones abreviadas de eminentes intelectuales sobre el
nacionalismo, extraídas del libro inédito de este servidor “Comentarios sobre
la Guerra de la Triple Alianza (1864-1070)”:
Dentro de las consecuencias más grandes a través de los
tiempos que han producido los movimientos nacionalistas, sin lugar a duda han
sido la manera violenta en la que terminan los diferentes conflictos: guerras y
revoluciones que surgen por pelear por un ideal. La manera más fácil de
comprender esto son las destrucciones que han dejado como resultado de las
guerras internacionales como la apocalíptica guerra de la triple alianza, las
primera y segunda guerras mundiales, la guerra de Vietnam, etc., las cuales no
sólo dejaron grandes pérdidas humanas sino estructurales casi incalculables en
cada nación.
El lopismo es un movimiento nacionalista y como tal de
extrema derecha, ganó fuerza durante el gobierno del coronel Rafael Franco
(1936/1937) y la exaltación del mariscal López se elevó a alturas hiperbólicas
durante la dictadura del general Stroessner (1954-1989).
A los vanidosos lopistas, que presumen de ser nacionalistas,
dedicamos algunas opiniones abreviadas de eminentes intelectuales sobre el
nacionalismo.
Los veneradores del mariscal López proclaman que para ser
patriota hay que ser nacionalista, y para ser nacionalista primero hay que ser
lopista. Ellos dan por cierta una cosa que está comprobada y demostrada que es
falsa, y aun así piensan que le va a hacerles más importantes, con más derechos
y con unos privilegios que los otros no deben tener.
El
nacionalismo ha sido objeto de numerosas críticas por parte de estudiosos
procedentes de distintas áreas de conocimiento. Seguidamente, presentamos a
grandes estudiosos y de muy elevada jerarquía sus respectivas opiniones sobre
el nacionalismo:
1) George Orwell, historiador británico. A lo largo del
siglo XX varios autores han diferenciado entre nacionalismo y
patriotismo dando al primer término un valor negativo y un valor positivo
al segundo. Esta fue la posición por ejemplo de Orwell, que escribió en 1945,
nada más acabada la segunda guerra mundial, lo que sigue: «el nacionalismo
no debe ser confundido con el patriotismo. Entiendo por patriotismo la devoción
por un lugar determinado y por una particular forma de vida... que no se quiere
imponer.
2) Rafael Altamira, historiador español sostiene que el
nacionalismo es inseparable de la ambición de poder. Dice, que «ser patriota no
quería decir ser nacionalista, ni en lo agresivo de la política nacionalista,
por lo que se refiere a las relaciones internacionales, ni en su inclinación
retrógrada en cuanto a la identidad y tipo de vida de una nación determinada».
Pedro
Gómez García, en un artículo titulado “La identidad étnica, la manía
nacionalista y el multiculturalismo como rebrotes racistas y amenazas contra la
humanidad”, sostiene que «el nacionalismo es una tendencia patológica que nos
conduce hacia la balcanización del planeta y obstaculiza la emergencia de una
sociedad mundial pluralista e integrada».
Jorge
Luis Borges,
laureado escritor argentino.
«El nacionalismo es el canalla principal de todos los males. Divide a la gente,
destruye el lado bueno de la naturaleza humana, conduce a desigualdad en la distribución de las riquezas».
Rolando Niella, intelectual paraguayo, refiriéndose
al nacionalismo escribió en el diario “abc color”, con el título “Nacionalismo y patriotismo” lo que
sigue «El nacionalismo conduce a la guerra y al
aislamiento, porque es en esencia supremacista: cree que haber nacido en un
lugar determinado y provenir de unos antepasados que también eran de la región
hace a las personas más importantes, con más derechos y con unos privilegios
que los demás no tienen. … las nuevas tecnologías de comunicación, las
condiciones económicas y sociales del mundo real lo han vuelto aún más
obsoleto, excluyente, autoritario, conservador y más necio de lo que siempre fue.
El nacionalismo radical ha entrado en ebullición en todo el mundo y ataca
sistemáticamente los mecanismos de integración. Contra toda lógica y contra la
tendencia histórica, encumbrados políticos, ya sea por ignorancia o por
inconfesables intereses mezquinos, promueven el nacionalismo en todo el mundo,
como si no supieran o como si no les importara el daño que causa a sus propias
naciones. Hoy en día nada ocurre muy lejos, por poner el ejemplo más obvio,
¿cuántos paraguayos viven y trabajan en la Argentina, Brasil y Uruguay?
Ocuparse solo de lo que ocurre en el estrecho marco de nuestras fronteras
siempre ha sido provinciano; pero hoy en día, en la
era de la conectividad, resulta además absurdo, puesto que va contracorriente
de la historia. Paraguay es un país pequeño y mediterráneo que puede prosperar
(si sus propios políticos, también mayoritariamente nacionalista, no lo
impiden) en un mundo de integración; pero que irremediablemente se estancará y
empobrecerá en un mundo donde los necios nacionalismos radicales construyan
muros, cierren fronteras, multiplique trabas y promuevan el aislamiento».
José Luis Martínez Peláez, ilustre
historiador paraguayo: «El nacionalismo pretende la propiedad exclusiva del patriotismo, excluye
al que no comulga con su credo y convierte al nacionalista en un idiota
funcional que deja que el sentimiento aflore por sobre la razón. Hetá oí la
peicha guá ñande retá me (hay mucho como estos en nuestro país) y todo
producto de la cretinización que sufrió de los gobiernos
"predestinados" de los insignes apellidos que subieron al altar de la
patria.
26-02-2022.
EN
ADHESIÓN AL PRÓXIMO DÍA DE LOS HÉROES
SAN FERNANDO Y
EL HORROR EXTREMO
PARTE I
Sección 7. El
terror y la maldad en acción
Luego de la humillante retirada del ejército paraguayo
del teatro de operaciones de Humaitá, vino López a preparar nuevas posiciones
defensivas en San Fernando, ubicada en el ángulo formado por los ríos Paraguay
y Tevikuary. Era una estancia del Estado que el mariscal López no sólo la
convirtió en un tenebroso lugar, sino también donde se dejará ver a un jefe de
Estado y general en jefe de ejército actuar según su libre arbitrio, y la
maldad en acción.
El mariscal López llegó a San Fernando el 3 de julio de
1868, y dejó el 26 de agosto del mismo año. Es decir, estuvo en este lugar
-haciendo de la suya- por 55 días. San Fernando fue convertido por el venerado
héroe por decreto en una especie de “Julio y Agosto Sangrientos”. Sin embargo,
como tantas veces sucederá, el derramamiento de sangre de los más de 1.500 mártires
paraguayos no deja saciado a López, porque volvió a repetirse en Villeta
(Potrero Mármol), San Estanislao, Kuruguaty y Zanjajúu.
López convoca una reunión para informar a los generales y
jefes del ejército «sobre una conspiración contra él y contra aquellos que le
son fieles», y en son de averiguación del hecho e identificar a los culpables
conformó seis juzgados. Pero antes, cabe preguntar si el juicio contra los
“traidores”, ¿no era sólo una bribonada del mariscal López? ¿Una forma de
justificar y desviar la atención de la catástrofe causada por él mismo, para la
cual ahora necesitaba chivos expiatorios para que el pueblo paraguayo y el
ejército le siguieran obedeciendo dócilmente? Al respecto escribió Arturo Bray:
«En aquel espeso ambiente de espionaje constante, de delaciones rastreras
estimuladas a precio de oro y de intrigas infames tejidas a costa de la vida
del prójimo, no era fácil encauzar y cristalizar un intento de rebelión,
siempre suponiendo que el tal intento haya podido existir en el seno del
ejército o del pueblo. El respeto -rayana en terror- que por el karai
(señor) se sentía era tan grande en el alma colectiva como para descartar todo
pensamiento de hacerle frente. No estaba el clima ni se prestaban las cosas
para dar el grito». De este modo, San Fernando se convirtió en el lugar de la
explosión de los continuos reveses y frustraciones que el mariscal López los
mantenía embotellado.
La situación que se advierte por la posición de subalterno
de los fiscales y las cuestiones de justicia hacen imposible abstenerse de
repudiar el daño causado a los paraguayos y extranjeros -por órdenes explícitas
o implícitas del mariscal López- a los fiscales. Estos, aunque tomaban
conciencia de la desdeñable tarea, pero para sobrevivir tenían que actuar con
fiereza, igual al procedimiento que Hitler aplicó contra los judíos. Puede
decirse, además, que estos fiscales se enfrentaban con un poder omnímodo,
intransigente, despiadado, de tal manera es razonable pensar que ellos podían
presumir un peligro para su propia vida o integridad física, en caso de no
obedecer las instrucciones o no agradar a López sus compasivas actuaciones, tal
como le sucedió al capitán de artillería Adolfo Saguier, que de fiscal pasó a
ser reo en el proceso penal. Esta situación dejaba a todos los habitantes del
país en total indefensión ante el feroz tirano.
El nerviosismo de López por tantas derrotas trepó a
alturas hiperbólicas que se tradujo en masivas detenciones de las figuras más
prominentes del país, y como persona poseída del demonio, a todo los llevó a
San Fernando donde fueron sometidos a tormentos físico y moral en una parodia
de juicios hasta confesar ser culpable, y quiénes son sus cómplices; luego eran
fusilados por conspiración contra el gobierno y sus bienes incautados
arbitrariamente para supuestas “compras de elementos bélicos”. Y conste que,
como todos saben, el Paraguay estaba totalmente aislado, por tanto, era casi
imposible la adquisición ni de armamentos ni medicamentos ni vestidos. Nadie,
ni los lopistas, puede justificar jamás los masivos asesinatos de personas
inocentes e indefensas. Con todos estos hechos, el mariscal López asegura un
lugar entre los gobernantes más sádicos de la historia universal: Nerón, José
Stalin, Hitler, Saddam Hussein (Irak), Francisco Duvalier, etc.
Los escalofriantes tormentos que López mandaba aplicar a
los presos por ser adherentes de una conspiración que nunca existió, sino fue
ideado y fingido por él mismo para saciar su sed de sangre, haciendo fusilar a
más de 1.500 seres humanos inocentes para luego quedarse con los bienes de
estos. Este último es probablemente el motivo principal, porque por alguna
razón iba eliminando a los miembros de la familia López-Carrillo que poseía
cuantiosa riqueza -tales como propiedades inmobiliarias, estancias y suntuosos
edificios-, a fin de quedar él, sus hijos y madame Lynch como únicos herederos.
Empezó con los fusilamientos de sus cuñados el general Barrios y el exministro
de Hacienda Saturnino Bedoya, luego lo mandó asesinar a sus hermanos Venancio y
Benigno, a sus tres sobrinas hijas de Benigno en Concepción, y mantuvo desde
San Fernando presos en una carreta a su madre y a sus dos hermanas a quienes él
las dejó viudas. A su madre, en Zanjajúu, la mandó azotar bárbaramente,
preludio de que será muerta con sus dos hijas para cumplir con el tenebroso
plan del “Héroe Máximo sin ejemplar”, quedarse con los bienes de sus familiares.
Y este es el hombre -ejemplo del mal- a quien los lopistas le rinden honores y
pregonan sus patriotismo y valor.
Cuando las tropas brasileras llegaron a San Fernando, el
comandante del ejército brasilero general Caxias, antes de partir de Humaitá ya
estaba informado de los sucesos de San Fernando. Curiosos por confirmar lo que
allí pasó, con su estado mayor recorrió el lugar y se encontró con varios
cementerios y en algunos de ellos había brazos y piernas que salían de las
numerosas sepulturas. Abrumado por los horripilantes descubrimientos, tomó una
decisión: informar a la prensa para que el mundo se entere de las crueldades
practicadas por el mariscal López contra sus propios compatriotas. Divulgó a la
prensa porque «tal vez en el futuro alguien niegue que sucedió tan viles hecho.
Además, que nuestras tropas vean con sus propios ojos por qué están luchando, y
que están combatiendo contra un ruin y malvado enemigo».
¿Cómo fue posible, que un solo hombre pudo causar tantos
daños a la nación? El mariscal López se declaró dueño y señor de la vida y
hacienda de sus compatriotas, por tanto él puede disponer como se le antoja si
quién debe vivir y quién no. Todos estos es necesario contar para establecer la
verdad sobre la apocalíptica guerra de 1864-1870. Tampoco podemos dejar pasar
por alto, que uno de los objetivos de la guerra podría haber sido asegurar las
inmensas propiedades inmobiliarias de la señora Lynch, a la sazón en litigio
con el Brasil y la Argentina, y que había sido “vendida” a ella sólo por decreto
del presidente Solano López. Estos territorios se encontraban ubicados, uno
entre los ríos Apa y Blanco rico en yerbales; y el otro, entre los ríos
Pilcomayo y Bermejo. Luego de la guerra, ambos territorios fueron integrados al
Brasil y Argentina, respectivamente.
Los líderes de la conspiración nunca aparecieron porque
nunca existió la tal conspiración; por lo tanto, tenemos derechos a pensar que
sólo fue una patraña más del mariscal comerciante para empezar a asesinar a
miles de paraguayos y numerosos extranjeros con el propósito de apropiarse de
sus bienes arbitrariamente. Y esto no quedó así, sino a las esposas de los
ejecutados con sus hijos menores de once años de edad, las mandó a los campos
de concentración, tal como lo hizo Hitler con los judíos.
El
mariscal
urdió la conspiración y procedió a someter a los supuestos autores con
extremada violencia. El pueblo paraguayo estaba impotente para acabar
con la arrogancia y crueldades del despiadado dictador paraguayo que, sin duda
alguna, fue el más redomado truhan que el Paraguay, tierra de dictadores haya
dado la nación. San Fernando fue un momento el infierno en la tierra. El nivel
de miedo implantado por el mariscal López en todo el Paraguay era
indescriptible, de donde se lo mire resulta espantoso los hechos acaecidos en
aquel lugar. Vivir en Paraguay en aquel entonces era angustiante y aterrador.
Nadie puede justificar estos hechos de violencias de un jefe de Estado con
instinto diabólico.
27-02-2022.
Coronel Arturo Bray, una de las plumas más galana del
Paraguay, en su obra “Solano López, soldado de la gloria y el infortunio”,
Carlos Schauman Editor, 1984, Pág. 348.
EN
ADHESIÓN AL PRÓXIMO DÍA DE LOS HÉROES
SAN FERNANDO Y EL
HORROR EXTREMO
PARTE II
Sección 8. Lo que contó José Falcón sobre lo que vio en
S. Fernando.
José Falcón era el escribidor
de Carlos A. López, y luego pasó a ser del mariscal desde antes y durante toda
la guerra; él fue un relevante servidor de Estado.
Los veneradores del mariscal López afirman que nuestra
posición contra el mariscal López es resultado del odio. Pero ignoran, tal vez,
que nuestra cólera, no odio, contra el denominado “Héroe Nacional sin ejemplar”
se debe al crimen contra la nación que él perpetró. La furia infernal de López
se abatió sobre los paraguayos en San Fernando. Su injustificada ira contra sus
compatriotas causó estrago y horror de un extremo a otro del territorio
nacional. ¿Cuántos desdichados gemían en nuestro país durante la guerra que él
voluntariamente desató? No había clemencia para nadie. Nunca dejó de ser
inflexible, ni la súplica de su madre a favor de su hijo Benigno, a quien lo
había condenado a muerte, accedió. Derramó río de sangre, no del enemigo sino
de sus compatriotas. Tentó a la fortuna y mucho riesgo corrió al apostar -como
si fuera juego de azar- el Paraguay entero, y perdió, pero él se niega a pagar,
prefiriendo huir abandonando a su pueblo a las alas de Dios que es grande. El
corazón de la gente sensata se congela de espanto y pavor al contemplar lo
ocurrido en san Fernando, Potrero Mármol, San Estanislao y Zanjajúu.
En San Fernando López empezó su fiesta de sangre y
muerte, y no hay atisbo de duda sobre su extrema crueldad. El plan de
exterminio sistemático que el frustrado y humillado mariscal López llevó a cabo
contra la nación fue una venganza por no derrotar a los ejércitos aliados. El
héroe por decreto, a partir de su retirada del teatro de operaciones de
Humaitá, ya no le interesaba atacar al enemigo sino huir, y como sea alcanzar
Corumbá, y allí atravesar el río Paraguay para dirigirse a Santa Cruz, Bolivia.
Mandar ejecutar sin demostrar culpabilidad a un promedio
de 36 personas por día, durante 55 días, de verdad es cosa de loco. ¿Qué cosa
peor podrían hacer los aliados? Sólo este hecho maligno, lo ha condenado a
López a la maldición de la gente cristiana y que obra con buen juicio, porque
sus actos fueron absurdo y demencial. Para obrar como obró en San Fernando, tal
vez tenía en su interior una bestia que lo dominaba: el temperamento violento.
El hombre que tiene carácter domina su temperamento, y el hombre débil es
dominado por su temperamento; por tanto, López no tenía carácter, porque si lo
tuviera, no tardaba en reconocer el error y rectificarse inmediatamente, para
que ningún paraguayo más pierda la vida inútilmente.
Rememorando:
el mariscal López ordenó el apresamiento de miles de paraguayos y numerosos
extranjeros, a quienes los hizo llevar a San Fernando donde fueron sometidos a
indecibles tormentos hasta confesar que son culpables de conspiración, y decir
los nombres de los cómplices. Una vez que firman sin leer sus respectivas
declaraciones eran ejecutados para que nunca puedan decir lo contrario de los
que han afirmado en sus respectivas declaraciones firmadas bajo terribles
tormentos. Pero esto no termina así, sino que también la crueldad alcanza a las
respectivas familias de los asesinados. La esposa e hijos menores de once años
de edad de los ejecutados eran destinados a campos de concentración donde
sobrevivían comiendo sus burros y perros; terminados con estos, empezaron a
comer lagartijas, ranas, víboras, frutas silvestres, huevos de pájaros, raíces,
la reina del ysau (especie de hormiga cortadora), o cualquier animal que
camina, vuela o repta va a parar en la cacerola.
Seguidamente
compartimos los que un testigo presencial vio en San Fernando. Respecto a los
fusilamientos durante la guerra, José Falcón, impecable servidor del Estado, en
su obra “Escritos Históricos”, consigna una lista de 623 fusilados por orden de
Solano López, además señala: «Puedo asegurar, sin apeligrar la verdad que las
623 víctimas mencionadas en la relación anterior no alcanzan ni a la mitad de
las que fueron sacrificadas cruelmente, pues que pasaron a mucho más de mil
personas, a quienes no he conocido por sus nombres uno, y otros no he podido
recordar». En otra página de su obra, hizo constar lo siguiente: «Ya hemos
dicho cómo ha principiado su gobierno llenando los calabozos; el 8 de junio de
1865 marchó a Humaitá a ponerse al frente de su ejército, y en todos los
diferentes puntos que ha ocupado al sur durante la guerra ha hecho correr
inútilmente la sangre preciosa de innumerables mártires paraguayos; no nos
referimos aquí a los millares que perecieron en los combates, porque de estos
al cabo se puede decir que tuvieron la gloria de morir luchando en defensa de
su cara Patria; sino de los que por la crueldad y tiranía de López eran
lanceados o fusilados; una sola palabra desfavorable a la situación que
profiriese cualquiera clase de persona, era suficiente para mandarlo fusilar, a
esto precedía el castigo de azotes o de otro tormento. En agosto de 1868 en que
tuvimos que abandonar Paso Pukú y venir por el Chaco a acamparnos en San
Fernando, rinconada de la caída del
Tevikuary al río Paraguay , fue cuando con más saña ejercitó su carnicería sin
piedad; a ese lugar fueron conducidos de la Capital para el sacrificio,
centenares de hombres distinguidos, sacerdotes y señoras, por el antojo que
tuvo de que se fraguaba una conspiración contra su vida; allí se han visto
ejecutar los tormentos más horrorosos en personas tan inocentes, que ni sabían
la causa del por qué se los atormentaba, muriendo mártires con los clamores de
su inocencia; no se oía otra cosa que el ruido de grilletes,
cadena, azotes, clamores y gritos de misericordia; y aquella fiera humana
(López) parecía que ufano se gloriaba, al ver y oír en derredor suyo los
lamentos y clamores de tantas víctimas mártir. En agosto de 1868, como se
acercaba el enemigo con sus fuerzas, abandonamos San Fernando, dejando allí
sepultados y casi insepultos se puede decir, a más de mil víctimas del furor de
López, trayendo con el ejército una porción más a buscar otro calvario para el
sacrificio, como lo fue en Lomas Valentinas, …»
28-02-2022.
. Grillos, Conjunto de dos grilletes que se colocaban
en las piernas de los presos para impedirles caminar
El mariscal López, ¿fue héroe porque se distinguió por sus cualidades o acciones
extraordinarias en la Guerra de la Triple Alianza que él mismo urdió y tramó, o
un canalla convertido en héroe por los amigos del diablo? López cometió sacrilegio
al levantar la mano contra la madre, a la que mandó azotar bárbaramente en
Zanjajúu.
A media mañana del 1º de marzo de 1870 ya no existía el
mariscal López, sólo su nombre queda como un símbolo de terror. Un sistema
inhumano acaba de morir con él. En todas partes, desde Paso de Patria hasta
Cerro Corá, cruces y ruinas jalonan el paso del terrorífico mariscal, que
algunos descaminados dicen que “defendió la patria y no se rindió”. Si defendió
la patria cómo las tropas enemigas entraron en territorio del Paraguay como
Pedro por su casa; y no se rindió porque desde cordillera sólo se dedicó a
escapar del enemigo, y el 1º de marzo de 1870 en Cerro Corá fue sorprendido por
enemigo, y al verlo avanzar hacia él, y como nunca estuvo cerca de un campo de
batalla, entró en pánico y abandonó a todo galope a sus soldados, lo que lo
convirtió sin atenuante en DESERTOR.
Cada vez que llega la fecha 1º de marzo y pensamos en las
inútiles muertes del 60 % de nuestra población, debemos jurar -si nos
encontramos en la posición de poder impedir que una catástrofe como la que
provocó López- que vuelva a suceder. Hay que hacer lo que sea y sacrificar lo
que sea para mantener la paz. Esta debe ser el deber más sagrado para todo jefe
de Estado y del Congreso Nacional. De ningún modo estamos queriendo decir que
no debemos estar preparados para defender los intereses vitales de la nación
porque, como advierte un refrán, «si quieres la paz, prepárate para la guerra».
El 1º de marzo de 1870 el pueblo paraguayo se despierta
con el anhelado sueño de un nuevo y promisorio futuro. Cada 1º de marzo “Día de
los Héroes”, los nacionalistas recuerdan y celebran la muerte heroica del
DESERTOR de Cerro Corá. Mientras los paraguayos sensatos, aquellos que piensan
y razonan bien celebran la muerte del genocida y el nacimiento de un nuevo
Paraguay, un Paraguay donde el pueblo empieza a conocer algo desconocido: paz,
justicia y libertad.
En honor a la verdad es justo reconocer que los miles de
ancianos, mujeres, niños y soldados hambrientos, desnutridos y desharrapados
que escaparon de las garras del feroz tirano, encontraron amparo en el ejército
aliado.
Toda la desgracia que López trajo sobre el Paraguay,
sobre él mismo y sobre sus hijos es porque ignoraba que jamás una cosa deseada
puede convertirse en algo real, sólo porque uno la desea. Intentó tener poder regional construido con
las armas, porque ignoraba que es mejor y más gratificante ganar el corazón de
toda una nación. Tuvo una de las carreras más terrorífica en la historia de
América: sembró el terror en Paraguay más que todos los dictadores. Prometió
hacer del Paraguay un país grande y respetado. ¿Quién no lo quiere?, y fue este
mismo jefe de Estado que finalmente la destruyó. La codicia, la falta de
escrúpulo y la astucia que las llevó al poder, fueron también una fuerza
destructiva. La vida de los ciudadanos ni la de sus tropas nada significaba
para él. Por culpa del mariscal López el Paraguay alcanzó un final catastrófico
y humillante. Su predominio sobre las tropas no estaba basado por un don de
mando aceptable, sino sobre la arenga, castigo duro y el terror.
Sólo nos ocupamos a desmentir a aquellos que por largo
tiempo han engañado al cándido pueblo paraguayo sobre el mariscal López con el
propósito de elevarlo y colocarlo en un pedestal de gloria que nunca mereció ni
ganó, es más, se convirtió en el mayor carnicero de su propio compatriota.
Tras la muerte de López, los paraguayos sobrevivientes sentían
vergüenza y desconsuelo por la amarga derrota y los inútiles sacrificios en
cada batalla. Pero como consuelo empezaron a superar el terror y a disfrutar
por primera vez de libertad, justicia y tranquilidad en los hogares, a pesar de
que la patria quedó en ruina; porque ya no existía el terrible mariscal López,
símbolo del terror. El 1º de marzo de 1870, la injusticia y las arbitrariedades
habían terminado. Desde Humaitá hasta Kuruguaty las ruinas marcaban el paso del
sanguinario mariscal. Por fin el pueblo paraguayo despertó de la terrible
pesadilla de cinco años de guerra y terror. El oprobioso régimen del mariscal
López también murió y con él 57 años de dictadura en Paraguay.
Alcibiades González Delvalle, valiente periodista y
prolífico escritor, en su obra “Procesados del 70”, drama sobre la Guerra de la
Triple Alianza, editado por “El Lector”, nos cuenta lo que escribió el célebre
historiador de la antigua Grecia, Herodoto: «la paz es el tiempo apacible en
que los hijos entierran a sus padres, y la guerra el tiempo de horror en que los
padres entierran a sus hijos»
A partir del 1º de marzo de 1870 se empezó a escribir una
nueva historia del Paraguay. Una historia en la que nuestra nación por fin
rompió la cadena para librase de dictadores que la tenían atada y bien atada de
los pies, manos y lengua.
Todos anhelamos un futuro mejor para nuestra nación. Si
la justicia es el principal objetivo de la verdad; entonces, a los lopistas no
les interesa la justicia por eso son partidarios de la oprobiosa dictadura. La
verdad es más importante que un decreto del Poder Ejecutivo, porque tras la
verdad viene la justicia. Todos los que dicen los lopistas a la gente no bien
informada o de pocas luces, que “López es el máximo héroe sin ejemplar”, porque
defendió la patria y no se rindió, es una vil mentira.
Señores lopistas, llamar caballo a una vaca no lo
convierte en vaca. Asimismo, llamar máximo héroe nacional sin ejemplar al
mariscal López no lo convierte en verdadero héroe como Estigarribia. Señores,
¿ustedes saben distinguir un perro de un gato? Si saben eso, ¡cómo no saben
distinguir un genio militar como Estigarribia de un general chapucero como
López!
Aquí terminamos con una breve historia de un hombre que
intentó morder más de lo que podía
masticar; él escribió su propia historia y la escribió con la sangre de 250.000
de sus compatriotas. Advertimos, que nosotros no somos culpables de esos crímenes,
sólo los publicamos para que el pueblo sepa la verdad. El mariscal López vio
dramáticamente desmoronar su sueño de grandeza y dejó a la nación no
epopeya, sino caos y destrucción.
Nuestra identidad está asentada en el culto a los héroes
civiles que amaron ardientemente a su patria y le fue útil, y militares que lucharon
y murieron heroicamente en defensa de la integridad territorial. Pero no al desertor
de Cerro Corá, que por arte de birlibirloque lo convirtieron a un canalla en héroe
nacional sin ejemplar.
Próximo a
cumplir los 82 años de edad nos retiramos complacidos de ver a numerosos
jóvenes historiadores caminando por la senda que lleva a la verdad, y se ocupan
con bríos a combatir las mentiras que siguen sosteniendo los fanáticos
nacionalistas que se jactan de patriotismo, pero que no lo son, por la razón
que el nacionalismo no es patriotismo, sino todo lo contrario.
Además, nos sentiremos dichosos
si por lo menos hemos logrado que se distinga claramente la valentía que es
hija de la prudencia, de la temeridad que es hija de la insensatez, la gloria
de la inútil muerte masiva de los compatriotas, a pesar del proverbio
“conquistar gloria si provecho para la nación es inútil sacrificio”; y
principalmente que nuestras opiniones sobre la Guerra de la Triple Alianza
contra el dictador paraguayo, sólo inspiren nobles sentimientos.
El pueblo paraguayo, tras la muerte del mariscal López,
siente un enorme vacío en el sentimiento, porque ya no tiene más a quien odiar.
¡VIVA LA PAZ, LA JUSTICIA, LA LIBERTAD Y LA PATRIA!
1º de marzo de 2022.