martes, 30 de octubre de 2012

PARTE VI. REFLEXIONES Y COMENTARIOS SOBRE LAS FUERZAS ARMADAS DE LA NACIÓN

EL MILITAR Y LA PROFESIÓN

Es preciso hacer una distinción clara entre lo que constituye la profesión militar y lo que representa el profesional militar, así como se distingue el efecto de la causa. Una profesión, oficio o cualquier ocupación habitual que cada uno tiene y se ejerce públicamente puede ser buena y justa, o ser mala o injusta ante la opinión pública si el profesional no lo realiza de acuerdo a las normas legales y éticas.

Foto extraída de google image
La profesión militar es digna y necesaria, pero si el profesional la utiliza para satisfacer apetencias personales deja de ser honrosa. Esto hay que tener bien claro, porque así como en el matrimonio, también hay muchos pillos y canallas. Lo mismo sucede con todas las profesiones; en sí misma todas son necesarias, útiles y dignas, pero también hay que considerar si la persona que pertenece a cada una de ellas la desempeña con integridad y rectitud. Lo que estamos queriendo demostrar es que, aun siendo una profesión lícita y honorable, puede convertirse ante los ojos de la gente en poco confiable, si la persona que la ejerce es corrupta o de malos hábitos.

Las Fuerzas Armadas (FFAA) están instituidas por la Constitución Nacional  para “Custodiar la integridad territorial y defender a las autoridades legítimamente constituidas”, y así mantener la paz. Si las FFAA no mantienen la paz –supremo bien- desaparecerán el bienestar logrado a causa de la discordia. Si surge en la Institución alguna disputa que perturbe la paz pública, no debe ser atribuida a la profesión militar en sí, sino a la ambición de algunos y de la ignorancia de su deber. Porque siempre hubo y siempre habrán hombres de espíritu turbulento que están dispuestos a causar alboroto. Esto normalmente lleva a la ruina y a la perdición.

Lo asombroso no es que haya algunos militares paraguayos, humanamente descarriados o despreciables, sino porque pese a todo se encuentran en las FFAA un número mucho mayor   de hombres valiosos y realmente auténticos, de hombres que se han consagrado por entero y con gran devoción a la profesión militar; por otra parte, han dado testimonio de intachable conducta ciudadana y de incuestionable rectitud moral.

La capacidad que tienen los militares para convivir en el cuartel o trabajar en equipo es diversa, a algunos se los puede comparar con las piedras para construir un edificio; cuando una piedra que por su aspecto exterior y configuración de forma quita a las otras más sitio de la que ella ocupa, y debido a su dureza no se deja pulir, obstaculizando de este modo la construcción, es rechazado por los constructores como algo que no puede aprovecharse y que causa dificultades. De igual manera, cuando un militar, por causa de su falta de afabilidad o aspereza natural y, debido a la terquedad y testarudez de sus actitudes no puede corregirse, tiene que ser, necesariamente, separado de las FFAA por constituir un peligro para ellas y para la sociedad misma. Esta determinación debe tomarse lo antes posible, para que el individuo pueda tener la oportunidad de seguir otra carrera, porque una vez que haya contraído algún compromiso social (matrimonio, hijos, etc.) se hace necesario soportarlo hasta un límite razonable.

En las FFAA es posible lograr alto nivel de disciplina y al mismo tiempo la buena convivencia entre los militares de todos los grados, con poner en práctica los consejos de Sun Tzu: “Por autoridad entiendo las cualidades de sabiduría, equidad, humanidad, valor y sinceridad del General; estas cinco cualidades son las del General. Si el comandante está dotado de sabiduría, será capaz de reconocer los cambios en la situación y actuar con rapidez. Si es justo, sus hombres estarán seguros de la recompensa y del castigo. Si es humano amará al prójimo, compartirá sus sentimientos y apreciará su trabajo y sus dificultades. Si es valiente, conseguirá la victoria aprovechando sin dudar el momento más apropiado”.

A la opinión de Sun Tzu, podemos agregar la síntesis que sigue y que resume todas las leyes y es sumamente fácil de entender: “No hagas a otros lo que no quieras que te hiciesen a ti”; lo que es lo mismo “Hacer con los demás lo que quisiéramos nos hiciesen”; también aquella antigua sentencia, “Conócete a ti mismo”, nos parece de extraordinaria importancia práctica para la vida y la profesión. Sócrates, quizás el hombre más sabio de la antigüedad, trasladó todo su cuidado y toda la fuerza de su observación a sí mismo. De las máximas citadas que resumen principios morales esenciales, podemos sacar las siguientes consecuencias: que no debe haber en el militar nada de bajeza ni de estrechez o mezquindad de alma. Por el contrario, debe tener actitud para acometer grandes empresas, pues un hombre flojo y servil o delator o espía de sus camaradas no tiene nada que hacer en un ejército bien conducido. Cuando decimos flojo, no nos referimos al físico, sino al carácter; por ejemplo, uno de los genios militares de la historia militar, Napoleón Bonaparte, era físicamente enclenque y había egresado de la escuela militar de París como subteniente de artillería en el puesto 42 entre 56 promovidos. “Pero era brillante en matemática, historia y geografía, y devoraba todos los libros de la biblioteca y trabajaba con tanta dedicación que empezó a adelgazar”, escribió André Castelot, su biógrafo más famoso.

     
     Coronel (SR) Teodoro R. Delgado
     Luque, 30 de octubre de 2012

sábado, 27 de octubre de 2012

PARTE V. REFLEXIONES Y COMENTARIOS SOBRE LAS FUERZAS ARMADAS DE LA NACIÓN

GUERRA DE NECESIDAD O GUERRA DEFENSIVA

No es justo ni conveniente para ningún Estado serio, el empezar una guerra; y no precisamente porque generalmente sale derrotado quien la empieza y rara vez son derrotados los que se mantuvieron en actitud defensiva dentro de su territorio, sino porque el gobierno no ha sido instituido para romper la paz e iniciar aventuras bélicas; sino para conservar la paz y defender a la Nación de pueblos belicosos. Por lo tanto, todo gobierno tiene la misión primaria y fundamental, de proteger a su pueblo y garantizarle la paz.

Aunque tuviésemos disponibles -además de nuestro valeroso Ejército-, la aviación inglesa, los blindados israelíes, la artillería rusa y la logística norteamericana, siempre es oportuno el estar atentos ante la necesidad y el deber de luchar en legítima defensa de los intereses vitales de la Nación.

Es preciso distinguir la guerra que uno comienza por su deseo o voluntad y la guerra a la que uno es empujado por coacción. Recordemos que “Dios dispersa a los que tienen ganas de guerrear, porque quiere paz para los hombres y es enemigo de los que empiezan la guerra y rompen la paz”. Algo parecido nos dice Nicolás Maquiavelo en su opúsculo, El Príncipe, refiriéndose a los rectos caballeros de la Edad Media ante una afrenta: “No desenvainan fácilmente la espada, no provocan a nadie, ni revelan ganas de batallar; pero cuando se les obliga no andan con juegos. Su espada está firme en la vaina, pero si tiene que desenvainar no vuelve sin sangre en ella”. Por el contrario, los insensatos y bravucones, que son más jactanciosos que valientes, son siempre los primeros en armar alborotos, así también son los primeros en huir o en implorar cuartel.

La defensa propia es ley de la naturaleza, por lo tanto, la legítima defensa es una justa y honrosa causa para luchar; por esa razón ninguna ley la castiga. De ahí que, cuando uno mata a otro en defensa propia no constituye crímen. Es por ese motivo que en cualquier sociedad, se considerada como injusto a quien empieza una pelea, y de esta manera se entiende que es justo castigarlo. Napoléon decía:  “las guerras inevitables son siempre justas”. La historia nos muestra que han sido derrotados en su gran mayoría aquellos que ha iniciado la guerra.

Las relaciones entre países vecinos cambian constantemente. A veces son estrechas; a menudo, antagónicas; y otras veces, con tendencia a los conflictos. Por lo tanto, el Paraguay está forzado a buscar atajos para disuadir a los países con quienes no es improbable tener algún día relaciones tensas, por lo que necesita contar con un plan de desarrollo de su poderío militar. Evidentemente, que el perfeccionamiento continuo del potencial militar en el mundo es consecuencia del desarrollo económico y social, pues a medida que un país se haga económicamente más rico precisa ser más poderoso militarmente; porque la guerra siempre es una eventualidad para la cual los gobiernos deben estar listos de ser necesario.

Los gastos requeridos para conseguir unas Fuerzas Armadas bien instruidas, organizadas, armadas y equipadas, son razones más que suficientes para que el gobierno paraguayo busque otra manera de contrarrestar o equilibrar el poderío militar de los vecinos. El atajo vislumbrado no puede ser otro que una estrategia conveniente que le permita potenciar al máximo el efecto disuasivo de sus fuerzas militares, apoyadas por una diplomacia altamente eficiente, frente a eventuales acciones militares o amenaza que se pudieran llevar a cabo contra el Paraguay. Si la estrategia escogida es correcta se puede defender adecuadamente los intereses vitales de la nación.

No existe nada más peligroso en la guerra que el estar irresponsablemente confiado, porque en cualquier tipo de lucha -más todavía en guerra- el sentirse "seguro" y completamente a salvo, es cosa de tontos. Lo mismo es aplicable a la soberbia, porque ni las palabras desafiantes ni el juramento de vencer o morir ganan batallas. Sólo los lunáticos se disponen a la autodestrucción deliberadamente. El estratega chino Sun Tzu, en su libro El Arte de la Guerra, expresa: “Todo el arte de la guerra está basado en el disimulo. Por esto cuando eres capaz, finge incapacidad; si eres activo, pasividad; si estás próximo has creer que estás lejos; si alejado, que estás cerca. Ofrece un señuelo a tu enemigo para hacerle caer en una trampa; simula desorden y sorpréndelo”. Asimismo, no hay que renunciar a ninguna ventaja, por pequeña que sea; tampoco abandonar la vigilancia de las fronteras ni el patrimonio de la nación.

Sun Tzu. Imagen extraída de google image.

Señalemos que los insensatos, arrogantes y fatuos, así como aquellos dominados por el hedonismo y la molicie, no son adecuados para conducir tropas. Expresiones como “Yo no creí”, “No me lo hubiera imaginado”, “Quién iba a pensar que…”; son las frases más indignas que un militar profesional pudiera pronunciar. Los militares en actividad y en situación de retiro tienen ciertas prerrogativas; una de ellas es no llevar una vida opulenta –aunque los salarios son apenas para no morir de hambre-, sino para estar atentos y preparados para la guerra, si estuvieran en riego la seguridad de la población y los intereses de la patria.


Coronel (SR) Teodoro R. Delgado
Luque, 27 de octubre de 2012

miércoles, 24 de octubre de 2012

PARTE IV. REFLEXIONES Y COMENTARIOS SOBRE LAS FUERZAS ARMADAS DE LA NACIÓN

¿LAS FFAA DEL PARAGUAY SON CAPACES DE CUMPLIR SU MISIÓN?

Las Fuerzas Armadas (FFAA) del Paraguay no deben ser pequeñas como algunos pretenden, ni tampoco parecer grandes con unidades de denominación abultada, y sin guardar ninguna relación con la “dotación de Paz” o efectivos disponibles, sino que deben ser suficientes para cumplir eficazmente su misión institucional y funciones propias en su jurisdicción.

Toda FFAA, aun siendo pequeñas por sus efectivos y medios materiales, pueden llegar a ser poderosas cuando los oficiales son idóneos y las tropas disciplinadas, estoicas y con alta moral. Hay FFAA que parecen grandes y no lo son realmente en capacidad de despliegue en sus operaciones; por ello “hay que huir de la pequeñez real y de la grandeza aparente” (Platón).

Imagen extraída de google image.
Actualmente, los medios de comunicación permiten conducir las operaciones desde cualquier distancia; sin embargo, jamás eso debe impedir al comandante el acompañar todo lo posible con los oficiales, suboficiales y tropas, oyéndolos y hablándoles para conocerlos, entenderlos, y sobretodo, apreciarlos. En la paz y en la guerra deberá cuidar de la vida de sus hombres, no sólo para la lucha sino además tiene la obligación de pensar que un joven oficial, suboficial o soldado muerto, es para la patria una esperanza tronchada en flor. Para cumplir eficazmente sus obligaciones, cada comandante de Ejército, Cuerpos de Ejército y Divisiones, precisan contar con un Estado Mayor eficiente donde cada miembro sea altamente especializado en su respectivo campo (personal, inteligencia, operaciones, logística y comunicaciones) desde tiempo de paz. 

La creación del Estado Mayor el 10 de agosto de 1929, fue la mejor experiencia extraída de la guerra de la Triple Alianza (1864-1870) porque su carencia se sintió de manera cruenta en la conducción del Ejército paraguayo. Así que resulta necesario reconocer que el triunfo paraguayo en la Guerra del Chaco (1932-1935), con la conducción de José F. Estigarribia, se debió a la existencia de un Estado Mayor especializado y disciplinado.  

Hay estudiosos paraguayos que no sólo creen sino que pregonan que nuestras FFAA son incapaces de cumplir su misión, y agregan que son innecesarias. Sin embargo, nadie intenta proponer su sustitución, ni siquiera delinear perfiles razonables de otra forma de custodiar y defender los intereses vitales de la nación. Podemos creer que no son nuestras FFAA - como instrumento del Estado- las que marchan mal, sino que son las tareas que se les asigna en tiempo de paz, las que necesitan replantearse. Falta que los políticos elaboren y aprueben leyes que indiquen roles puntuales y significativos en consonancia con las funciones que la Constitución Nacional le otorga.

Aquí hay un error de óptica que conviene corregir de una vez porque da grima escuchar las sandeces que a toda hora se dice de nuestras FFAA. Desde luego, existe una serie de críticas sobre la institución; pero si se toman una a una, se ve que ninguna de ellas permite la conclusión de que deban suprimirse o achicarse; sino al contrario, todas llevan por vía directa a la necesidad de “reformarlas”. Ahora bien, dice Ortega y Gasset, “Lo mejor que humanamente puede decirse de algo es que necesita ser reformado, porque ella implica que es imprescindible y que es capaz de nueva vida, de nuevos roles”.

Se dice por ejemplo que no son eficaces. Los militares tienen derecho a preguntar, ¿para qué no son eficaces? Porque la eficacia es la virtud que una organización tiene para producir una finalidad, en este caso la finalidad de las FFAA sería: garantizar que los intereses vitales de la Nación y el logro de los objetivos fijados por el gobierno nacional, se hallen a cubierto de interferencias y perturbaciones sustanciales.

Considerando que los intereses vitales son los relacionados con la vida de la Nación, es decir, su existencia soberana como tal. Por ello, podemos considerar que los intereses vitales son las bases sobre las que descansa un Estado independiente y de cuya preservación depende su existencia. Su daño o violación trae aparejada una pérdida de la capacidad de la Nación-Estado para proyectarse en procura de sus objetivos, ya sea por disponer una libertad de acción menor en algún campo, cierta mengua en sus recursos o determinada disminución en su capacidad de decisión (la soberanía). Por todo esto hay que exigir de quien proclama la ineficacia o inutilidad de nuestras FFAA que posea él o ella una idea clara de cual es. Porque si en nuestro país no está hoy claro, ni siquiera teóricamente cuál es la función de las FFAA en tiempo de paz, es porque los políticos no proporcionan un cuerpo legal claro y en congruencia con las necesidades de la actualidad. Así que en este sentido, no es justo acusar de eficaz a las FFAA de la Nación. Estos hechos son contundentes y que no se confunda, la posibilidad y la urgencia de una reforma para hacerlas más eficaces, adecuándolas a las actuales necesidades del país, con declarar su inutilidad. Más valdría recordar que jamás el Estado paraguayo ha creado organización mejor estructurada y eficiente que las FFAA de la nación, tal como la historia tiene registrada.

Cnel. (SR) Teodoro R. Delgado
Luque, 24 de octubre de 2012

domingo, 21 de octubre de 2012

PARTE III. REFLEXIONES Y COMENTARIOS SOBRE LAS FUERZAS ARMADAS DE LA NACIÓN

¿ES POSIBLE QUE UN ESTADO PUEDA CONSERVARSE SIN FFAA?

Si dos personas o dos países codician una misma cosa que no puede ser compartida por ambos, se convierten en enemigos; y para lograr su propósito buscan destruirse o someter al otro. De esto nace la desconfianza y la desavenencia que frecuentemente llevan a la enemistad entre individuos y a la guerra entre los países. El modo más razonable de protegerse contra esa amenaza, es contar con un poder capaz de llevar a cabo una acción para desalentar a un eventual adversario, de emprender contra él un acto de agresión, probándole que lo que pretende conseguir con dicho acto es inferior a los daños que el país amenazado está determinado a infligirle. Es con ese fin que los países se controlan recíprocamente, es decir, con sus cuarteles y cañones instalados en los fortines de las fronteras, espiándose mutuamente en actitud belicosa; de modo que la acción realizada por uno sea equivalente a la recibida. Vale decir, evitar la sorpresa de tal manera que cuando uno empuña una ametralladora automática no tenga que defenderse el otro con un trabuco.

Por estas razones, es necesario que el gobierno nacional tome las medidas preventivas contra la imprudencia de confiar únicamente en tratados, organizaciones supranacionales (UNASUR, OEA, Naciones Unidas), en las buenas relaciones y en la aparente paz que actualmente reina en la región (llamamos paz la ausencia de enfrentamiento armado entre dos o más países), pero ¿quién garantiza que esta situación continuará indefinidamente? “No conozco cosa alguna en el mundo que permaneciera siempre en el mismo lugar” (René Descartes); y para Galileo, lo natural era el movimiento y no el reposo. Así también, el general italiano Héctor Bastico en su libro “La evolución del arte de la guerra”, asevera  lo siguiente: “Un país no puede conservarse sin fuerzas militares, porque si él no acomete, lo acometen los demás, si no tiene preocupaciones externas, las tiene internas, por cuanto es una ley universal que nada permanezca inmóvil bajo el sol…”. Por consiguiente, mientras que los demás países no renuncian a su derecho de contar con una fuerza militar, no hay razón para que nosotros estemos obligados a hacerlo, pues ello implica el convertirnos en  presa fácil para los países vecinos, cosa a la que nadie está obligado. Además, es digno tener en cuenta la aseveración de Platón en La República: “Sólo los muertos han visto el fin de la guerra”. Volvemos a repetir lo ya mencionado en la introducción; la satírica inscripción, la paz perpetua, escrita en el rótulo de una pensión holandesa, en el que se había dibujado un cementerio, que Kant cita al principio de su obra “Sobre la paz perpetua”.


Kant. Imagen extraída de google image.

Es preciso admitir, que la guerra no se evita con proponer la supresión de las Fuerzas Armadas, ni con discursos a favor de la paz, ni con oraciones, manifestaciones, marchas, sentadas, y lamentaciones por la prensa en aras de la paz. En un mundo cada vez más competitivo y complejo hay veces que incluso la propia guerra se convierte en un instrumento necesario para evitar un mal aún mayor y más terrible. Muchos creen que los gritos de dolor y la rabia bastan para hacer desaparecer los conflictos bélicos. Si éstos fueran suficientes para lograr la paz perpetua que todos los hombres anhelan, nuestras preocupaciones sobre la guerra habrían concluido y las Fuerzas Armadas ya no tendrían razón de ser.

Desgraciadamente, ante la situación actual, suprimir o reducir nuestras Fuerzas Armadas se debe descartar con la máxima firmeza de que es capaz la prudencia, pues por muy remota que nos parezca otra guerra, es preciso contar con una fuerza capaz de defender los intereses vitales de la nación; porque ya lo dice la máxima latina: Igitur qui desiderat pacem, praeparet bellum  (quien deseara la paz, se debiera preparar para la guerra).

Confiar la defensa de la nación a organizaciones supranacionales, no solo sería fomentar nueva guerra, sino también significaría exponer a nuestro país a más desmembración o a la desaparición como Estado independiente y soberano; porque no está escrito que tenemos que agradecer la defensa nacional a la buena voluntad del Hacedor. Tanto el pasado, el presente y el futuro aconsejan prudencia, pero no pusilanimidad ni avaricia; se comprende que se paga un tributo desagradable para mantener las Fuerzas Armadas, pero es relativamente barato comparado con lo que hay que proteger. Por lo tanto, puede considerarse como traición a la patria exponer la seguridad nacional por mezquindad y negligencia.

Finalmente, no solo es conveniente sino muy necesario para nuestra nación que los aspirantes a senadores de la nación y candidatos a la presidencia y vicepresidencia de la República adquieran ya antes un conocimiento acabado sobre la extraordinaria importancia de contar con Fuerzas Armadas bien organizadas y bien conducidas; es decir, conforme a doctrinas militares, y que se ponga al frente de las unidades a los que han acumulado méritos para ser honrados con el puesto, que no debería ser objeto de negociación política. La distribución de las unidades en el territorio nacional tiene que responder, exclusivamente, al resultado de una apreciación geoestratégica. Las autoridades nacionales, como mínimo deberían tener una idea de la misión básica de cada arma del Ejército (Infantería, Caballería, Artillería, Ingeniería, Comunicaciones, Intendencia y Material Bélico) si realmente desean servir a la Nación.


Coronel (SR) Teodoro Ramón Delgado
Luque, 21 de octubre de 2012.


sábado, 20 de octubre de 2012

PARTE II. REFLEXIONES Y COMENTARIOS SOBRE LAS FUERZAS ARMADAS DE LA NACIÓN

PAZ IMPOSIBLE, GUERRA POCO PROBABLE

Si hacemos una somera apreciación de la situación general de los conflictos bélicos en el mundo a la luz de los acontecimientos de los últimos sesenta años, nos convenceremos de que las Fuerzas Armadas son realmente necesarias, y para comprender y valorar mejor su importante misión debemos contemplarlas en el contexto del conflicto sin fin del que el Paraguay forma parte. Este razonamiento nos llevará a la ineludible conclusión que es imprescindible contar con una buena fuerza para la defensa de los intereses vitales de la nación. Porque, así como afirma Oppemheimer[1]: “Un Estado que carece de fuerzas para defenderse no tiene derecho a la existencia”. De lo contrario sería obrar contrariamente a la ley de naturaleza; porque, si un país suprime sus Fuerzas Armadas o por alguna razón las debilita hasta un punto que ya es inservible para cumplir la misión, en un tiempo y lugar en que nadie hace lo mismo, solo logrará convertirse en presa fácil de los vecinos, generando así su propia desaparición como Estado independiente, lo cual es contrario al fundamento de la defensa propia.

Julius Robert Oppemheimer. Imagen extraída de google image.

Si preguntamos a cualquier persona más o menos informada, qué guerras hubo desde la terminación de la II Guerra Mundial, probablemente nos citará la guerra de Corea (1950), Vietnam (1957), árabe-israelíes (1967), las Malvinas (1982), Irak-Irán (1980), EE.UU-Afganistán (2001), alianza de EE.UU y Gran Bretaña- Irak (2003), etc. Sin embargo, en los últimos sesenta años, según el Instituto Internacional de Estocolmo para la Investigación sobre la Paz (SIPRI), el mundo ha conocido 160 conflictos bélicos con más de 7 millones de combatientes muertos. Además, SIPRI informó la existencia de 30 conflictos bélicos sólo en 1990. En Ruanda, en 1994 hubo un millón de combatientes muertos. Dice SIPRI que durante los últimos 60 años, solamente un mes la humanidad vivió sin guerra. 

En el contexto paraguayo, señalemos que después de la guerra de la Triple Alianza (1864-1870), sesenta y dos años después estalló la Guerra del Chaco, en el mismo momento en que el presidente de los Estados Unidos, Heber Hoobert (1929-1933), planteaba al mundo: “La necesidad de reducir la abrumadora carga de los armamentos que ahora gravitan sobre los asalariados del mundo. Mi objetivo es lograr la prohibición de los tanques de guerra, armas químicas, los grandes cañones y los aviones de bombardero”. Siete años después se desató la guerra más destructiva de la historia: La Segunda Guerra Mundial.

Los titulares sobre los conflictos armados de la prensa nacional e internacional, no pueden acallar al coro de pacifistas que constantemente predican suprimir las Fuerzas Armadas, sin considerar que antes será necesario abolir la competencia y poderío militar de los Estados para garantizar la paz. Además, la variedad de los esfuerzos realizados para evitar o detener una guerra, y la manera como renace siempre bajo nuevas formas y pretextos, nos hacen creer que “El mal es incurable, inevitable y que constituye una de las funciones sociales” (Gastón Beauthoul, sociólogo francés). Esto significa que es imposible erradicar la guerra mientras no exista una alternativa para la solución de  conflictos cuando la diplomacia se frustre en sus intentos de mantener la paz. Por consiguiente, proponer que se supriman las Fuerzas Armadas o que se cierre “temporalmente” la Academia Militar como había propuesto una senadora nacional al Congreso porque “la paz en el mundo ya es un hecho”, no es sensato ni inteligente; es más, para muchos tal aseveración es combinar ironía con tragedia... o un alto cargo público, con ignorancia.


Coronel (SR) Teodoro Ramón Delgado
Luque, 20 de octubre de 2012






[1] Julius Robert Oppemheimer (1904-1967), físico norteamericano. Autor de trabajos sobre la teoría cuántica del átomo, tuvo un papel importante en las investigaciones nucleares.

jueves, 18 de octubre de 2012

REFLEXIONES Y COMENTARIOS SOBRE LAS FUERZAS ARMADAS DE LA NACIÓN

     Los artículos sobre el tema que iremos publicando, son resúmenes del libro -aún inédito- del autor. Pensamos tocar los siguientes puntos: 1) El pacifismo  2) ¿Puede existir Estado sin fuerzas armadas?  3) El tamaño conveniente  4) El militar y la profesión y 5) El servicio militar obligatorio y la objeción de conciencia.
 
Efectivos de las FFAA, colaborando en extinguir incendios en Choré. Setiembre de 2007. Foto extraída de google image.
 INTRODUCCIÓN
     Nuestra tarea ha consistido principalmente en juntar ideas y opiniones sobre las fuerzas armadas y poner en manos de los ciudadanos en general, el cúmulo de materiales reunidos, porque al fin y al cabo son ellos los que ponen, no sólo el dinero para su mantenimiento sino también sus hijos. La parte científica que nos corresponde radica en la intención de poner de relieve la esencia de los elementos y factores que caracterizan a las fuerzas armadas, en mostrar de qué modo se vinculan con la nación y por qué es una institución esencial de una asociación política.
 
     Las proposiciones que ponemos a consideración de la gente tienen su fundamento en grandes obras del pensamiento, en la reflexión y en el concepto mismo de la guerra. Es decir, no constituyen sino simple recopilación del acopio de pensamientos, ideas y opiniones sobre el poder militar de un Estado. Tal vez, esta obra no constituye más que un revoltillo de trivialidades y sandeces que pretende ser coherente. Sin embargo, nos hemos inclinado a presentar, como si de pequeños granos de oro y plata se trataran las ideas, largos años de investigación y de reflexión sobre la guerra, que es sin duda alguna consecuencia de la codicia, la competencia y la lucha por la vida. Debido a esta situación todo Estado necesita de fuerzas armadas para proteger los intereses vitales de la nación (independencia, soberanía, integridad territorial, riquezas naturales, etc), pues tal como nos dice la teoría de Darwin(1) que sigue vigente: “Adaptación al medio, selección natural o la supervivencia de los más aptos
 
     Si un Estado suprime sus fuerzas armadas, y como dice un principio de física, “a la naturaleza le horripila el vacío”; por lo tanto, pronto se llenará el espacio dejado con asociaciones armadas con fines criminales o crematíscos, o estimularía la creación de grupos rebeldes con propósito de separatismo. Lo más grave es toda situación en que un país es fraccionado políticamente en un mosaico de pequeños Estados capaces de resistir a la fuerza centrípeta.
 
     Al gobierno nacional le ha sido dado usar la fuerza para reducir a rebeldes, refractarios y desobedientes para alcanzar los fines del Estado. Por consiguiente, sería un descomedimiento del hombre querer negar la importancia de las fuerzas armadas. Algunos que se hacen pasar por pacifistas afirman que Costa Rica, un país de 51.000 kilómetros cuadrados de superficie, vive en completo orden desde que suprimió sus fuerzas militares en 1948. Aunque no es tanto así, constituye un hecho aislado y resulta, por lo tanto, disparatado y una vanidad total el inferir de un acontecimiento único un principio particular de la causa eficiente.
 
     Deben llamarnos a la reflexión la actual situación de Colombia con dos fuerzas armadas, una del Estado y la otra rebelde, y que desde hace varios años están en guerra; y también el hecho ocurrido en Chechenia, una de las 21 repúblicas de la Federación Rusa, cuando el 1 de setiembre de 2004, un grupo de rebeldes partidario del separatismo tomaron una escuela con más de un mil personas y las mantuvieron como rehenes hasta que tropas del ejército ruso irrumpieron en ella a sangre y fuego, rescatando a la mayoría de los niños sanos y salvos. Tampoco se debe subestimar al autodenominado, Ejército del Pueblo Paraguayo (EPP). Estos ejemplos confirman lo que Trotski afirmaba: “Todo Estado está fundado en la violencia”, lo que significa que está sometido a un constante peligro de división. Nicolás Maquiavelo (1469-1527) en su libro Del arte de la guerra, escribió: “El mejor de los regímenes, sin protección militar, correría la misma suerte que aguardaría a un soberbio palacio que, aun resplandeciente de oro y pedrería, careciera de techo y no tuviera nada que lo resguardara de la lluvia ni del frío ni del calor
 
     Nos proponemos tres fines: difundir ideas que justifican la existencia de las fuerzas armadas, que la defensa nacional es responsabilidad de todos los habitantes y probar que un Estado no puede sobrevivir sin fuerzas para su defensa. Como decía Confucio: “¿Qué podemos hacer contra la fuerza sin la fuerza?" Además, ya lo dice un refrán: "Es mejor conducirse con experiencias ajenas, porque la propia siempre llega tarde y cuesta cara". Por lo tanto, es preciso que los militares consoliden sus conocimientos aguardando que el destino los tome como medio y los mande ejecutar; porque su deber es estar bien preparados para el instante supremo: defender la nación. De lo contrario, el día del peligro, el día en que el Paraguay de nuevo se encuentra ante la terrible disyuntiva de emplear sus fuerzas militares en defensa propia, la nación buscaría en vano generales dignos de la victoria. Juzguemos pues, la importancia de un utensilio por el grado de utilidad que proporciona o puede proporcionar.
 
     La situación habitual del hombre, así como de pueblos y países es una constante competencia. De la competencia nacen la suspicacia y choque de intereses que frecuentemente va deteriorándose hasta llegar a la lucha, cuyas formas son innumerables. La historia nos cuenta que desde la época más remota existe una pugna permanente entre los hombres, pueblos y naciones por cuestiones étnicas, zonas de caza, económicas, políticas, ideológicas, religiosas, territoriales, cursos de agua, manipulación del ambiente, desarrollo de armas prohibidas, etc. Como vemos, existen innumerables motivos que obligan a contar con fuerzas armadas eficientes para defender nuestras riquezas codiciadas por otros. Por consiguiente, podemos reconocer que no existe la paz perpetua entre los hombres ya que el antagonismo parece que no tiene fin. Immanuel Kant (2), hizo una famosa alusión irónica al tema relativo a la paz perpetua escrita en el cartel anunciador de una taberna holandesa, donde se había dibujado un cementerio y al pie se hallaba escrita la famosa frase: "la paz perpetua".
 
     Los argumentos señalados arriba podemos reforzarlos con el pensamiento del filósofo británico Thomas Hobbes (1), necesario para entender mejor la esencia de lo que estamos queriendo demostrar: “En su deseo natural de acrecentar poderes, cada hombre tiene que habérselas con cada otro hombre. Y esa competencia por la adquisición de riquezas, honores, dignidades o cualquier otro signo de poder, lleva al antagonismo, a la enemistad y a la guerra. La primera inclinación natural de todo ser humano es un perpetuo e inalcanzable deseo de conseguir poder tras poder, que solo cesa con la muerte. Esto no siempre es porque no se contente con un poder moderado, sino porque no puede asegurarse el poder y los medios que tiene en el presente para vivir bien, sin adquirir otro más. Y cuando esto ha sido logrado, otro nuevo deseo tiene lugar”.
 
     Consecuentemente, no cabe duda de que la competencia, el deseo de incrementar el poder, la codicia, la gloria épica, y la búsqueda constante de la seguridad de los bienes, son los que a menudo accionan el gatillo de la guerra entre las naciones.
 
      No podíamos cerrar la presente introducción, sin expresar que las fuerzas armadas son tal como los políticos las desean: eficiente y capaces o corruptos y dóciles, o prefieren militares dignos y altivos, que no sean en manos del gobierno de turno como la plastilina que sólo hay que amasar, sino como la espada toledana que hay que sostener y manejar cuidadosamente, para no autoherirse, porque es de doble filo...
 
 
 
Coronel (SR) Teodoro Ramón Delgado
Luque, 18 de octubre de 2012 




(1) Thomas Hobbes (1588-1679), filósofo inglés. En su monumental obra, “Leviatán” (1651), describió al hombre como un ser movido, en estado natural, por el deseo y el temor (“el hombre es un lobo para otro hombre”), para vivir en sociedad el ser humano tiene que renunciar a sus derechos en provecho de un soberano absoluto que hace reinar el orden, el Estado.
(2)Immanuel Kant (1724-1804), filósofo prusiano. "Sobre la paz perpetua": Editorial Tecnos, S.A., Madrid, 1996.

martes, 16 de octubre de 2012

GUERRA SECRETA DEL ALGODÓN DE ANTON ZISCHKA

Compilador: Cnel. (RE) Hugo Gastón Sarno
Obras consultadas: Revista “Geopolítica N° 25”, Editorial Leonardo Buschi SRL, Buenos Aires, 1982; "Gran Bretaña y la guerra de la triple Alianza" por J. C. Herken Krauer; y “La guerra del Paraguay: gran negocio”, por León Pomer.

     Introducción. Natalicio González había formulado la tesis de la existencia de una causa concreta –invisible y poderosa- que apunta al rol de instigador, financista y principal beneficiador del conflicto que había desempeñado Gran Bretaña[1]. El objetivo de Gran Bretaña, según Natalicio González era: “Destruir el régimen imperante en el Paraguay y colocar en el gobierno de dicho país a hombres que entregan al extranjero todas las fuentes básicas de la riqueza nacional” (a). Sin embargo, esta posición no se corresponde con lo siguiente: “En gran Bretaña, la Cotton Suply Association, con sede en Manchester, era la principal organización que se encontraba estimulando y enviando semillas para el cultivo del algodón en toda la región del Plata. De Buenos Aires se enviaban semillas al Paraguay y se estimulaba el conocimiento del algodón paraguayo en Inglaterra. Las primeras partidas de algodón paraguayo (1863), que eran enviadas con buques británicos a través de Buenos Aires, alcanzaron un buen precio”[2].

Plantación de algodón. Imagen de google image
“De todas maneras, Gran Bretaña no careció  de fuentes proveedoras de la materia prima durante el periodo de la guerra civil norteamericana. Brasil fue uno de los países que mejor aprovechó la crisis mundial, generando un auge sin precedentes en el cultivo del algodón, así como las bases de una industria textil nacional”.[3]

     El general Juan Antonio Pozzo señala en un artículo titulado: “Protocolo de 1857 o el preludio de una apropiación indebida”: El escritor Osvaldo Bergonzi, quien exonera de toda culpa a Inglaterra en la Guerra del Paraguay, escribe “que Argentina siempre quiso vender –y vendió- la especie de que la verdadera agresora y destructora del Paraguay fue Inglaterra y no los aliados”. “…Y algunos paraguayos hasta hoy creen. Y sí, creen a pesar de que durante la guerra más de 400 profesionales británicos estuvieron al servicio del Paraguay”

     La guerra sorda de los británicos contra los Estados Unidos
     Después de la decisiva victoria de los británicos y prusianos sobre Napoleón (1815) en la batalla de Waterloo (a), con el propósito de dominar los mercados textiles del mundo, Gran Bretaña empezó una guerra de precios contra los EE.UU, su mayor competidor. Para tal fin adoptó el siguiente tipo de lucha: hacer perder dinero a las competencias. Como medio de lograr el objetivo disponía de una flota mercante muy superior a la de cualquier país del mundo. Durante las guerras napoleónicas su poderosa flota inutilizó las flotas de los competidores europeos. Para 1810, la flota británica había aumentado su capacidad de 8.000 a 20.000 barcos.

     Gran Bretaña llevó a cabo un plan de arruinar a los competidores, para ello transportaba a los EE.UU enorme cantidad de productos de su industria textil que tenía acumulado en Londres por causa del bloqueo de Napoleón de los puertos europeos. Las telas de algodón fueron mal vendidos en Estados Unidos, a precio de coste de producción, a crédito y en grandes remates. “Gran Bretaña se consideraba suficientemente rica como para soportar ese despilfarro durante el tiempo necesario como para quebrar a su competidor: los Estados Unidos de Norteamérica”.

     Muchas fábricas norteamericanas sucumbieron como consecuencia de la guerra sorda que le llevó Gran Bretaña. La novel industria estadounidense aún carecía de capital; por tanto, no estaba en condiciones de sostener una guerra de precios. Entonces sucede lo natural: la quiebra de la industria algodonera norteamericana y detrás la quiebra de los plantadores, y como consecuencia el precio del algodón bajó de 88 centavos el kilogramo en 1800, a 28 centavos en 1820, vale decir, el 68 por cientos menos.

     Mientras ciudades británicas como Birmingham, Liverpool y Manchester entre 1760 a 1820 (lapso de 60 años) tuvieron un notable incremento demográfico, sincrónicamente se despoblaba Nueva Inglaterra, donde estaba la mayoría de las fábricas textiles norteamericanas; y la miseria asolaba a Estados algodoneros de Georgia, Tennessee y Carolina del Norte.

     El triunfo de Gran Bretaña en su guerra del algodón contra los Estados Unidos puede considerarse como pírrico. Centrada la lucha contra los Estados Unidos, Gran Bretaña perdió clientes en Europa. Varias fábricas empezaron a despedir obreros, y la desocupación y la agitación social se multiplicaron y obligaron al gobierno inglés a modificar la situación creada. Su política fue reemplazada por la de libre intercambio. La guerra sorda de precio logró el objetivo, pues consiguió arruinar a la industria textil norteamericana, pero a un precio muy oneroso, porque no recuperó la supremacía mundial para los textiles británicos. Vale decir, ganó la batalla, pero perdió la campaña.

     Los Estados del Norte de los Estados Unidos y los del Sur tenían intereses opuestos, y la guerra sorda británica contra los norteamericanos empeoró la situación que desembocaría en una guerra norte-sur. El Norte implementó aduanas protectoras para resguardar sus industrias contra el dumping inglés, pero en detrimento de los del Sur. Los estados del Sur necesitaban que los barcos que llevaban algodón a Europa, al regreso vinieran cargados de productos manufacturados que perjudicaban a la industria de los Estados del Norte. “El Norte no podía tolerar el tráfico de esclavos, mientras que el Sur no creía subsistir sin él. En 1791 cosechó 1.000 toneladas de algodón, 80.000 en 1820 y 180.000 toneladas en 1829”. Como había bajado 30 centavos por kilogramo (300 U$S x Ton.) debido a la guerra de precios de Gran Bretaña, el Sur sufría una pérdida anual de cien millones de dólares”. “Agentes de los centros textiles ingleses se habían radicado en Charleston, Savannah y Nueva Orleans y fueron ellos los que financiaban las plantaciones de algodón y no los bancos americanos”.

     En 1860, los sureños enviaron a Europa 3.536.375 fardos, conservando en el país solo 310.000 fardos. El mismo año, asume como presidente de los Estados Unidos Abraham Lincoln, y su firme oposición a la esclavitud desató la Guerra de Secesión. Gran Bretaña, en salvaguarda de sus intereses económicos apostó decididamente a los Estados esclavistas del Sur, incluso concedió un adelanto sobre el algodón de 315 millones de dólares. Sin embargo, la victoria correspondió a los Estados del Norte. Durante la guerra se paralizó la exportación de algodón a Inglaterra, con lo cual la mayoría de los centros textiles de Europa quebraron por la escasez de la materia prima. También, los plantadores del Sur se arruinaron, porque no podían embarcar sus cosechas a causa del bloqueo naval norteño, la guerra destruyó las plantaciones y para que el algodón no cayera en manos del Norte, fueron incendiadas enormes cantidades de esta materia prima. Francia, que consumía un millón de fardos de algodón por año, solo estaba consiguiendo 100.000 fardos de Egipto. Gran Bretaña que requería 2, 5 millones de fardos anuales, recibía 200.000 fardos de Siam, Brasil, India y Egipto en conjunto.

     “Peor aún que la merma de la materia prima, fue la desorientación de los mercados debida a la fantástica suba de los precios. Europa volvió a la rueca (utensilio con una rueda movida mediante pedal que sirve para hilar), al telar de mano, a la industria casera. Puesto que no se podía comprar artículos de algodón y elaborados, en todas partes volvió a emplearse el lino y la cría de oveja recibió un nuevo impulso. Cuando fue firmada la paz en 1865, el mercado textil de Europa estaba casi en el mismo punto de partida en el que se hallaba antes de las invenciones de Watt y de Arkwright”[4].

     Cuando en 1860 se inició la Guerra de secesión norteamericana, y los conflictos en el Río de la plata empezaron a complicarse a partir de 1864, era casi imposible que Gran Bretaña mande destruir al Paraguay porque este país no le quería vender su algodón, ya que por ese año Gran Bretaña había dejado de producir productos textiles en forma industrial. Además, Brasil monopolizaba toda compra de algodón paraguayo.

     Este artículo persigue dos propósito: 1) Demostrar que la cuestión del algodón no tiene nada que ver con la guerra; y 2) Las experiencias que se puede extraer sobre la guerra sucia del algodón, es de gran importancia en la actualidad, porque los paraguayos estamos soportando muy frecuentemente, especialmente en el campo de la economía, el efecto cotidiano de la competencia de poderes con maniobras maliciosas, solapadas y de malas intenciones. Craso error sería de los que conducen la política nacional el creer en las leyes del mercado, cuando en realidad es una víctima de las crudas y despiadadas acciones de leyes fácticas impuestas por los poderosos.


[1] Natalicio González, "La guerra del Paraguay: imperialismo y nacionalismo en el Río de la Plata". Editorial Sudestada, Buenos Aires, 1968, Pág. 84.
[2] Juan Carlos Herken y María Isabel Giménez de Herken: “Gran Bretaña y la guerra de la Triple Alianza”, Pág. 42.
[3] Ídem.
[4] James Watt inventó la máquina de vapor en 1769, dando de este modo inicio a la era de la máquina. Y ese mismo año, Ricardo Arkwraight inventó el torno mecánico de hilar.

lunes, 15 de octubre de 2012

LA CONDUCCIÓN DEL EJÉRCITO PARAGUAYO EN LA GUERRA CONTRA LA TRIPLE ALIANZA (1864-1870)

Prólogo del Editor
Alguien dijo: “Todo es Historia”. Otros historiadores dicen que no, pues si bien es cierto que el hombre es agente causal del hecho histórico, no toda acción humana es histórica. Existen ciertos hechos que son considerados por algunos historiadores como históricos, sin embargo estos mismos hechos, para otros no revisten la calidad de históricos, según sea el criterio adoptado para la comprensión de los sucesos. Pues bien, así se escribe la historia.
El vocablo “Historia” ha sido incorporado por Herodoto, significando en su primera acepción: investigación, búsqueda, pesquisa de los hechos reales. Mucho tiempo ha pasado, desde aquel entonces, hasta que Droysen introdujera el concepto de: Comprensión de los hechos históricos, superando la concepción meramente datista del suceso, aislado y descarnado, para reintegrarlo dentro de su entorno correspondiente1.
Tapa y contratapa del libro. Clic en la imagen para ampliarla.
Pero, lo valioso de este material, que hoy estamos agasajando; es que los hechos, sucesos y circunstancias de nuestra emblemática Guerra Grande, aquí, son tratadas académicamente, con criterio científico; y estupéndamente diseccionadas para, ordenarlas, según un orden lógico, que nos permita observarlos y comprenderlos de un modo absolutamente técnico.
Suponemos, sin temor a equivocarnos, que el Señor Coronel Teodoro Ramón Delgado, con mucho esfuerzo, se habrá despojado de sus sentimientos patrióticos, para analizar pieza por pieza, cada suceso, con el rigor que le exige una investigación, eminentemente técnica y científica. Los paraguayos, usualmente no tenemos estos atributos, que sin embargo son tan necesarios para comprender razonablemente lo que hemos hecho y lo que tal vez no supimos hacer, por infinidad de circunstancias.
Los que hemos pasado por los cuarteles, sabemos que la GUERRA ES CIENCIA Y ES ARTE. Arte como Ingenio y Creatividad; y Ciencia como Erudición.
Es probable que este material sea el primero, en su género. Hay que tener coraje para revisar, minuciosamente, los estridentes detalles de nuestra Contienda Bélica, sin que nos traicione el pulso y los sentimientos más puros de soldado, que, como el Coronel Delgado muestra y demuestra en una tarea tan bella y magnífica como es este libro, que contiene en sus entrañas un profundo Amor a la Patria, que no deberíamos repetir errores que puedan torcer el destino de las generaciones venideras, que de seguro, ellas, sí, guardarán el rumbo preciso que rescate la dignidad de un pueblo, que en la paz es una Paloma y en la guerra el León de nuestro escudo.

MARBEN Editora & Gráfica S.A.

1 Ing. Vicente Pistilli

viernes, 12 de octubre de 2012

PARTE X. PARA ENTENDER MEJOR LA GUERRA DE LA TRIPLE ALIANZA (O CUALQUIER OTRA)

Revisionismo o Lopismo. Parte final

A pesar de las numerosas obras publicadas sobre la guerra de la Triple Alianza (1864-1870), el análisis de las causas del conflicto siguen generando discusiones y no faltan las interpretaciones fantasiosas. No existe una historia económica paraguaya propiamente dicha como para juzgar la época de Carlos Antonio López, como de grandeza nacional, con argumentos que en la mayoría de los casos apoyados en fuentes insuficientes o poco verosímiles. Asimismo, los revisionistas echan mano a los más absurdos argumentos para exculpar a Solano López de su responsabilidad en aquella catástrofe nacional: de que Gran Bretaña promovió, apoyó y financió la guerra de la Triple Alianza como manera de destruir el sistema económico del Paraguay por constituir una amenaza a sus intereses.

Los López. Carlos Antonio y Francisco Solano. Imagen extraída de google image
Para algunos revisionistas, como Natalicio González (h), cuyo exacerbado nacionalismo superaba su gran talento, la guerra fue la consecuencia de una confrontación de dos doctrinas: el nacionalismo paraguayo contra el capitalismo británico. Sin embargo, para otro revisionista es el resultado de dos sociedades: socialismo o capitalismo de Estado (Dr. Francia y los López), contra un capitalismo de "laissez faire" (Río de la Plata), en el que grupos extranjeros jugaban un papel central. Como tercera posición que busca culpar a Inglaterra por la guerra, los revisionistas presentan como una confrontación entre una estrategia económica autosustentada (Paraguay), y otra que descansaba en el ingreso de recursos productivos externos como capital y fuerza de trabajo (Brasil y el Río de la Plata).
     
"No existe evidencia de que el gobierno británico haya considerado algún intento para derrocar al gobierno de los López, a pesar de tener suficiente capacidad para ello. Un examen de las relaciones de Gran Bretaña con el Paraguay, consecuentemente, favorece la opinión contraria, de que el gobierno británico constantemente reusaba interferir en los asuntos internos de los Estados latinoamericanos, o en las relaciones de los Estados, en un intento de promover los intereses económicos de Gran Bretaña" (Juan C. Herken Krauer y María I. Giménez de Herken), (c). 
     
No obstante, al denodado esfuerzo del Dr. Francia y Carlos A. López, hasta 1852, el Paraguay se mantuvo sin relaciones formales con la mayoría de los países europeos. De hecho, el Paraguay fue el último Estado de América del Sur en ser reconocido por Gran Bretaña. Una de las causas era que el gobierno británico no deseaba molestar a la Argentina. La derrota del presidente de la Argentina, general Juan Manuel de Rosas en la batalla de Caseros (1852) por una coalición conformada por Brasil, Uruguay, Corrientes y Entre Ríos, trajo las siguientes consecuencias: la caída de Rosas, el encumbramiento del general Justo José de Urquiza como presidente de la Confederación Argentina; aunque el Paraguay no participó, a pesar de haber sido invitado con reiteración, le fue muy beneficioso: la Confederación Argentina -a instancia del Brasil-  reconoció la independencia de Paraguay. Este hecho facilitó el reconocimiento de los países europeos. "Las independencias de Paraguay y de Uruguay pasaban a constituirse en pilares de la estrategia británica de apertura del Río de la Plata y sus aguas interiores al tráfico y al comercio internacional" (e).
     
La apertura al mercado europeo era muy importante para la consolidación de la independencia del  Paraguay; sin embargo para la familia López, que era dueña absoluta del país, era motivo de  preocupación. La influencia que podría causar sobre los ciudadanos paraguayos, la política y cultura importadas de Europa, podrían corroer el sistema de la política interna paraguaya muy favorable a los intereses particulares de los López, que mantenía sojuzgado a los paraguayos. Este espíritu prevaleció en todos los tratados firmados desde 1853 con Gran Bretaña y otros países europeos. Es decir, absoluto respeto al régimen de gobierno del Paraguay y al sistema económico del "capitalismo de Estado" o monopolios comerciales del Estado; tal como afirma Alberdi, el despotismo legalizado por la Constitución de 1844.
    
En 1853, Gran Bretaña nombró un cónsul permanente en Asunción, que ejerció funciones hasta 1859, porque fue retirado por las dificultades que el presidente López ponía para el cumplimiento de sus funciones. Un intento de Carlos A. López de renegociar el tratado comercial de 1853 fracasó, porque gran Bretaña deseaba cláusulas más liberales y la garantía de acceso al comercio hasta Coimbra.
     
La colisión de un buque paraguayo y otro británico en 1858, y el encarcelamiento de Canstatt, un subdito inglés, en 1859, pusieron al borde del rompimiento de las relaciones entre Paraguay y Gran Bretaña, pero quedan formalmente interrumpida las relaciones en una decisión unilateral del gobierno inglés. Recién en 1862, se firma nuevo acuerdo, pero Gran Bretaña no nombra a un nuevo cónsul en Asunción y el encargado de negocios en Buenos Aires, Edward Thornton, es el que mantiene contacto con el gobierno de Paraguay. Thornton tenía instrucciones de impedir que Solano López utilizase en sus disputas con los países vecinos a Gran Bretaña, y lo "caracterizaba al presidente general López como aún más tiránico que su padre, ..." (Juan C. Herken K. y María I. Giménez de Herquen), (c).
     
A partir del reconocimiento de la independencia de Paraguay por Gran Bretaña empezó un comercio más fluido entre ambos países. Paraguay llegó a importar de Gran Bretaña bienes de consumo, especialmente productos textiles por 300.000 libras esterlinas al año. Lo que estamos queriendo demostrar es que Gran Bretaña no tenía motivo para interesarse en la destrucción del Paraguay porque amenazaba su economía como sostienen los revisionistas. Justamente fue "Gran Bretaña el país que más capitalizó económicamente respecto al intercambio de servicios y mercancías con el Paraguay" (Herken Krauer), (c). Los proyectos de infraestructura (astillero, fundición de Ybycuí, ferrocarril, telégrafo, etc) fueron cubiertos en su mayoría con bienes británicos, y los expertos y técnicos extranjeros (peritos en construcción de barcos, pilotos de buque, médicos, químicos, ingenieros militares, etc) que los implementaron vinieron a su vez en su gran mayoría de Inglaterra. Paraguay era un país que mantenía una política económica especial, pero de ninguna manera se mantuvo cerrado a las manufacturas británicas. De Hecho, los productos ingleses cubrían el 75 por ciento de las importaciones paraguayas, casi todas proveídas desde Buenos Aires, en transacciones controladas por comerciantes británicos que usaban como práctica el otorgamiento de créditos a ocho meses de plazo" (Josefina Plá, mencionado por Herken Krauer en obra cit.).


Coronel Teodoro R. Delgado
Viernes, 12 de octubre de 2012





REFERENCIAS. 
(a) Francisco Doratioto, historiador brasileño, residió en Paraguay por ocho años para escribir su obra "Maldita guerra", 3a. Edición, Buenos Aires, Emecé Editores, 2008.
(b) Cunninhame Graham, subdito inglés, recorrió el Río de la Plata, y en los años 1873 y 1874 residió en el Paraguay para observar los territorios devastados por la guerra y recoger las opiniones de los sobrevivientes. En 1933, después de dejar su banca en el Parlamento inglés publicó su libro "Retrato de un dictador", en Londres. Editorial el Elefante Blanco, Buenos Aires, 2001, Págs. 15 y 16.
(c) Juan Carlos Herken Krauer y María Isabel Giménez de Herken: "Gran Bretaña y la guerra de la Triple Alianza". Los editores del libro dicen: "Este estudio reconstruyen la visión de los acontecimientos desde la perspectiva europea y en particular desde la de Gran Bretaña, situando al observador en la época". Imprenta Editorial ARTE NUEVO, Asunción, 1983.
(d) Cecilio Baez: "La tiranía en el Paraguay", Ñandutí Vive e Intercontinental Editora, Asunción, 1992.
(e) Cnel. Arturo Bray (1898-1974), considerado la pluma más galana de la literatura paraguaya; escribió numerosas obras entre ellas "Solano López, soldado de la gloria y del infortunio". Carlos Schauman Editor, 3a. Edición, 1984.
(f) Juan Bautista Alberdi (1810-1884). Jurista y político argentino, redactó las Bases para la organización política de la Confederación Argentina (1852). Fue opositor a ultranza de Mitre.
(g) León Pomer: "La guerra del Paraguay: gran negocio". Impresiones Schmidel, Buenos Aires, 1968.
(h) Natalicio González: "La guerra del Paraguay: imperialismo y nacionalismo en el Río de la Plata". Editorial Sudestada, Buenos Aires, 1968.