sábado, 27 de octubre de 2012

PARTE V. REFLEXIONES Y COMENTARIOS SOBRE LAS FUERZAS ARMADAS DE LA NACIÓN

GUERRA DE NECESIDAD O GUERRA DEFENSIVA

No es justo ni conveniente para ningún Estado serio, el empezar una guerra; y no precisamente porque generalmente sale derrotado quien la empieza y rara vez son derrotados los que se mantuvieron en actitud defensiva dentro de su territorio, sino porque el gobierno no ha sido instituido para romper la paz e iniciar aventuras bélicas; sino para conservar la paz y defender a la Nación de pueblos belicosos. Por lo tanto, todo gobierno tiene la misión primaria y fundamental, de proteger a su pueblo y garantizarle la paz.

Aunque tuviésemos disponibles -además de nuestro valeroso Ejército-, la aviación inglesa, los blindados israelíes, la artillería rusa y la logística norteamericana, siempre es oportuno el estar atentos ante la necesidad y el deber de luchar en legítima defensa de los intereses vitales de la Nación.

Es preciso distinguir la guerra que uno comienza por su deseo o voluntad y la guerra a la que uno es empujado por coacción. Recordemos que “Dios dispersa a los que tienen ganas de guerrear, porque quiere paz para los hombres y es enemigo de los que empiezan la guerra y rompen la paz”. Algo parecido nos dice Nicolás Maquiavelo en su opúsculo, El Príncipe, refiriéndose a los rectos caballeros de la Edad Media ante una afrenta: “No desenvainan fácilmente la espada, no provocan a nadie, ni revelan ganas de batallar; pero cuando se les obliga no andan con juegos. Su espada está firme en la vaina, pero si tiene que desenvainar no vuelve sin sangre en ella”. Por el contrario, los insensatos y bravucones, que son más jactanciosos que valientes, son siempre los primeros en armar alborotos, así también son los primeros en huir o en implorar cuartel.

La defensa propia es ley de la naturaleza, por lo tanto, la legítima defensa es una justa y honrosa causa para luchar; por esa razón ninguna ley la castiga. De ahí que, cuando uno mata a otro en defensa propia no constituye crímen. Es por ese motivo que en cualquier sociedad, se considerada como injusto a quien empieza una pelea, y de esta manera se entiende que es justo castigarlo. Napoléon decía:  “las guerras inevitables son siempre justas”. La historia nos muestra que han sido derrotados en su gran mayoría aquellos que ha iniciado la guerra.

Las relaciones entre países vecinos cambian constantemente. A veces son estrechas; a menudo, antagónicas; y otras veces, con tendencia a los conflictos. Por lo tanto, el Paraguay está forzado a buscar atajos para disuadir a los países con quienes no es improbable tener algún día relaciones tensas, por lo que necesita contar con un plan de desarrollo de su poderío militar. Evidentemente, que el perfeccionamiento continuo del potencial militar en el mundo es consecuencia del desarrollo económico y social, pues a medida que un país se haga económicamente más rico precisa ser más poderoso militarmente; porque la guerra siempre es una eventualidad para la cual los gobiernos deben estar listos de ser necesario.

Los gastos requeridos para conseguir unas Fuerzas Armadas bien instruidas, organizadas, armadas y equipadas, son razones más que suficientes para que el gobierno paraguayo busque otra manera de contrarrestar o equilibrar el poderío militar de los vecinos. El atajo vislumbrado no puede ser otro que una estrategia conveniente que le permita potenciar al máximo el efecto disuasivo de sus fuerzas militares, apoyadas por una diplomacia altamente eficiente, frente a eventuales acciones militares o amenaza que se pudieran llevar a cabo contra el Paraguay. Si la estrategia escogida es correcta se puede defender adecuadamente los intereses vitales de la nación.

No existe nada más peligroso en la guerra que el estar irresponsablemente confiado, porque en cualquier tipo de lucha -más todavía en guerra- el sentirse "seguro" y completamente a salvo, es cosa de tontos. Lo mismo es aplicable a la soberbia, porque ni las palabras desafiantes ni el juramento de vencer o morir ganan batallas. Sólo los lunáticos se disponen a la autodestrucción deliberadamente. El estratega chino Sun Tzu, en su libro El Arte de la Guerra, expresa: “Todo el arte de la guerra está basado en el disimulo. Por esto cuando eres capaz, finge incapacidad; si eres activo, pasividad; si estás próximo has creer que estás lejos; si alejado, que estás cerca. Ofrece un señuelo a tu enemigo para hacerle caer en una trampa; simula desorden y sorpréndelo”. Asimismo, no hay que renunciar a ninguna ventaja, por pequeña que sea; tampoco abandonar la vigilancia de las fronteras ni el patrimonio de la nación.

Sun Tzu. Imagen extraída de google image.

Señalemos que los insensatos, arrogantes y fatuos, así como aquellos dominados por el hedonismo y la molicie, no son adecuados para conducir tropas. Expresiones como “Yo no creí”, “No me lo hubiera imaginado”, “Quién iba a pensar que…”; son las frases más indignas que un militar profesional pudiera pronunciar. Los militares en actividad y en situación de retiro tienen ciertas prerrogativas; una de ellas es no llevar una vida opulenta –aunque los salarios son apenas para no morir de hambre-, sino para estar atentos y preparados para la guerra, si estuvieran en riego la seguridad de la población y los intereses de la patria.


Coronel (SR) Teodoro R. Delgado
Luque, 27 de octubre de 2012

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