Compilador: Cnel. (RE) Hugo Gastón Sarno
Obras consultadas: Revista “Geopolítica N° 25”,
Editorial Leonardo Buschi SRL, Buenos Aires, 1982; "Gran Bretaña y la guerra de
la triple Alianza" por J. C. Herken Krauer; y “La guerra del Paraguay: gran
negocio”, por León Pomer.
Introducción. Natalicio González había formulado la tesis de la
existencia de una causa concreta –invisible y poderosa- que apunta al rol de
instigador, financista y principal beneficiador del conflicto que había
desempeñado Gran Bretaña[1].
El objetivo de Gran Bretaña, según Natalicio González era: “Destruir el régimen
imperante en el Paraguay y colocar en el gobierno de dicho país a hombres que
entregan al extranjero todas las fuentes básicas de la riqueza nacional” (a).
Sin embargo, esta posición no se corresponde con lo siguiente: “En gran
Bretaña, la Cotton Suply Association, con sede en Manchester, era la principal
organización que se encontraba estimulando y enviando semillas para el cultivo
del algodón en toda la región del Plata. De Buenos Aires se enviaban semillas
al Paraguay y se estimulaba el conocimiento del algodón paraguayo en
Inglaterra. Las primeras partidas de algodón paraguayo (1863), que eran
enviadas con buques británicos a través de Buenos Aires, alcanzaron un buen
precio”[2].
Plantación de algodón. Imagen de google image |
“De todas maneras, Gran Bretaña no careció de fuentes proveedoras de la materia prima
durante el periodo de la guerra civil norteamericana. Brasil fue uno de los
países que mejor aprovechó la crisis mundial, generando un auge sin precedentes
en el cultivo del algodón, así como las bases de una industria textil
nacional”.[3]
El general Juan Antonio
Pozzo señala en un artículo titulado: “Protocolo de 1857 o el preludio de una
apropiación indebida”: El escritor Osvaldo Bergonzi, quien exonera de toda
culpa a Inglaterra en la Guerra del Paraguay, escribe “que Argentina siempre
quiso vender –y vendió- la especie de que la verdadera agresora y destructora
del Paraguay fue Inglaterra y no los aliados”. “…Y algunos paraguayos hasta hoy
creen. Y sí, creen a pesar de que durante la guerra más de 400 profesionales
británicos estuvieron al servicio del Paraguay”
La guerra sorda de los británicos contra los Estados Unidos
Después de la decisiva
victoria de los británicos y prusianos sobre Napoleón (1815) en la batalla de
Waterloo (a), con el propósito de dominar los mercados textiles del mundo, Gran
Bretaña empezó una guerra de precios contra los EE.UU, su mayor competidor.
Para tal fin adoptó el siguiente tipo de lucha: hacer perder dinero a las
competencias. Como medio de lograr el objetivo disponía de una flota mercante
muy superior a la de cualquier país del mundo. Durante las guerras napoleónicas
su poderosa flota inutilizó las flotas de los competidores europeos. Para 1810,
la flota británica había aumentado su capacidad de 8.000 a 20.000 barcos.
Gran Bretaña llevó a cabo un
plan de arruinar a los competidores, para ello transportaba a los EE.UU
enorme cantidad de productos de su industria textil que tenía acumulado en
Londres por causa del bloqueo de Napoleón de los puertos europeos. Las telas
de algodón fueron mal vendidos en Estados Unidos, a precio de coste de
producción, a crédito y en grandes remates. “Gran Bretaña se consideraba
suficientemente rica como para soportar ese despilfarro durante el tiempo
necesario como para quebrar a su competidor: los Estados Unidos de
Norteamérica”.
Muchas fábricas
norteamericanas sucumbieron como consecuencia de la guerra sorda que le llevó
Gran Bretaña. La novel industria estadounidense aún carecía de capital; por
tanto, no estaba en condiciones de sostener una guerra de precios. Entonces
sucede lo natural: la quiebra de la industria algodonera norteamericana y
detrás la quiebra de los plantadores, y como consecuencia el precio del algodón
bajó de 88 centavos el kilogramo en 1800, a 28 centavos en 1820, vale decir, el
68 por cientos menos.
Mientras ciudades británicas
como Birmingham, Liverpool y Manchester entre 1760 a 1820 (lapso de 60 años)
tuvieron un notable incremento demográfico, sincrónicamente se despoblaba
Nueva Inglaterra, donde estaba la mayoría de las fábricas textiles
norteamericanas; y la miseria asolaba a Estados algodoneros de Georgia,
Tennessee y Carolina del Norte.
El triunfo de Gran Bretaña
en su guerra del algodón contra los Estados Unidos puede considerarse
como pírrico. Centrada la lucha contra los Estados Unidos, Gran Bretaña
perdió
clientes en Europa. Varias fábricas empezaron a despedir obreros, y la
desocupación y la agitación social se multiplicaron y obligaron al
gobierno
inglés a modificar la situación creada. Su política fue reemplazada por
la de
libre intercambio. La guerra sorda de precio
logró el objetivo, pues consiguió arruinar a la industria textil
norteamericana, pero a un precio muy oneroso, porque no recuperó la supremacía
mundial para los textiles británicos. Vale decir, ganó la batalla, pero perdió
la campaña.
Los Estados del Norte de los
Estados Unidos y los del Sur tenían intereses opuestos, y la guerra
sorda
británica contra los norteamericanos empeoró la situación que
desembocaría en
una guerra norte-sur. El Norte implementó aduanas protectoras para
resguardar
sus industrias contra el dumping inglés, pero en detrimento de los del
Sur. Los
estados del Sur necesitaban que los barcos que llevaban algodón a
Europa, al
regreso vinieran cargados de productos manufacturados que perjudicaban a
la industria de los Estados del Norte. “El Norte no podía
tolerar el tráfico de esclavos, mientras que el Sur no creía subsistir
sin él.
En 1791 cosechó 1.000 toneladas de algodón, 80.000 en 1820 y 180.000
toneladas en 1829”.
Como había bajado 30 centavos por kilogramo (300 U$S x Ton.) debido a la
guerra de precios de Gran Bretaña, el Sur sufría una pérdida anual de
cien
millones de dólares”. “Agentes de los centros textiles ingleses se
habían
radicado en Charleston, Savannah y Nueva Orleans y fueron ellos los que
financiaban las plantaciones de algodón y no los bancos americanos”.
En 1860, los sureños
enviaron a Europa 3.536.375 fardos, conservando en el país solo 310.000
fardos. El mismo año, asume
como
presidente de los Estados Unidos Abraham Lincoln, y su firme oposición a
la
esclavitud desató la Guerra de Secesión. Gran Bretaña, en salvaguarda de
sus
intereses económicos apostó decididamente a los Estados esclavistas del
Sur,
incluso concedió un adelanto sobre el algodón de 315 millones de
dólares. Sin
embargo, la victoria correspondió a los Estados del Norte. Durante la
guerra se
paralizó la exportación de algodón a Inglaterra, con lo cual la mayoría
de los
centros textiles de Europa quebraron por la escasez de la materia prima.
También, los plantadores del Sur se arruinaron, porque no podían
embarcar sus
cosechas a causa del bloqueo naval norteño, la guerra destruyó las
plantaciones
y para que el algodón no cayera en manos del Norte, fueron incendiadas
enormes
cantidades de esta materia prima. Francia, que consumía un millón de
fardos de
algodón por año, solo estaba consiguiendo 100.000 fardos de Egipto. Gran
Bretaña que requería 2, 5 millones de fardos anuales, recibía 200.000
fardos de
Siam, Brasil, India y Egipto en conjunto.
“Peor aún que la merma de la
materia prima, fue la desorientación de los mercados debida a la fantástica
suba de los precios. Europa volvió a la rueca (utensilio con una rueda movida
mediante pedal que sirve para hilar), al telar de mano, a la industria casera.
Puesto que no se podía comprar artículos de algodón y elaborados, en todas
partes volvió a emplearse el lino y la cría de oveja recibió un nuevo impulso.
Cuando fue firmada la paz en 1865, el mercado textil de Europa estaba casi en
el mismo punto de partida en el que se hallaba antes de las invenciones de Watt
y de Arkwright”[4].
Cuando en 1860 se inició la
Guerra de secesión norteamericana, y los conflictos en el Río de la plata
empezaron a complicarse a partir de 1864, era casi imposible que Gran Bretaña mande
destruir al Paraguay porque este país no le quería vender su algodón, ya que
por ese año Gran Bretaña había dejado de producir productos textiles en forma
industrial. Además, Brasil monopolizaba toda compra de algodón paraguayo.
Este artículo persigue dos propósito: 1) Demostrar que la cuestión del algodón no tiene nada que ver con la guerra; y 2) Las experiencias que se puede extraer sobre la guerra sucia del
algodón, es de gran importancia en la actualidad, porque los paraguayos estamos
soportando muy frecuentemente, especialmente en el campo de la economía, el
efecto cotidiano de la competencia de poderes con maniobras maliciosas,
solapadas y de malas intenciones. Craso error sería de los que conducen la
política nacional el creer en las leyes del mercado, cuando en realidad es una
víctima de las crudas y despiadadas acciones de leyes fácticas impuestas por
los poderosos.
[1] Natalicio
González, "La guerra del Paraguay: imperialismo y nacionalismo en el
Río de la Plata". Editorial Sudestada, Buenos Aires, 1968, Pág. 84.
[2] Juan Carlos Herken y María Isabel Giménez de Herken: “Gran Bretaña y
la guerra de la Triple Alianza”, Pág. 42.
[3] Ídem.
[4] James Watt inventó la máquina de vapor en 1769, dando de este modo
inicio a la era de la máquina. Y ese mismo año, Ricardo Arkwraight inventó el
torno mecánico de hilar.
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