viernes, 9 de noviembre de 2012

EL SERVICIO MILITAR OBLIGATORIO Y LA OBJECIÓN DE CONCIENCIA. PARTE I


En la mayor parte de las críticas que se hacen a las Fuerzas Armadas (FFAA) respecto al servicio militar obligatorio (SMO), se ven más características declamatorias que dialécticas. El artículo 129 de la Constitución Nacional, dice. “Todo paraguayo tiene la obligación de prepararse y prestar su concurso para la defensa armada de la Patria. Al tal objeto se establece el SMO. La ley regulará las condiciones en que se hará efectivo este deber. Las mujeres no prestarán servicio militar sino como auxiliares, en caso de necesidad, en conflicto armado internacional. Quienes declaren su objeción de conciencia prestarán servicio en beneficio de la población civil, a través de centros asistenciales designados por ley y bajo jurisdicción civil”.

La mayoría de los que declaran su objeción de conciencia pretenden renunciar a su compromiso con la Nación, con el solo propósito de eludir su deber constitucional, porque el SMO no es otra cosa que un impuesto que debe pagar todo varón nacido en territorio paraguayo. Este impuesto de tiempo, consiste en destinar doce meses de su vida a recibir instrucción militar, “para que en caso de necesidad, durante conflicto armado internacional” (Art. 129 de la C.N), puede él también cooperar en la defensa de la Nación, y no dejar la carga sobre los demás; porque la Constitución, dice: “Todo paraguayo tiene la obligación de prepararse y prestar su concurso para la defensa armada de la Patria”. Por consiguiente, el servicio militar es inexcusable.

Actualmente, en una guerra ya no existe una clara separación entre el frente de batalla y la población civil, porque la profundidad del combate y el alcance de las armas someten en ella a todos sin excepción. Por lo tanto, el enemigo no distinguirá entre población civil y zona de guerra, entre objetores de conciencia y las tropas que están resueltas a oponer resistencia al enemigo, entre “centros asistenciales bajo jurisdicción civil” y objetivos militares.

Consecuentemente, es nuestro parecer que no debe haber libertad para negarse cuando la negativa a obedecer una imposición de la Constitución y la Ley del SMO debilita la defensa del Estado y puede frustrar así el fin para el cual fue instituido, o sea, que no puede ser equitativo el derecho que atenta contra la supervivencia del Estado mismo o de algunos de sus intereses vitales. Según este razonamiento, un hombre al que, en su condición de ciudadano, se le ordena luchar contra el enemigo invasor de nuestro territorio, si se niega a obedecer esa orden, el Estado debe tener el derecho de castigar su negativa, pues al actuar de esa manera estaría desertando de sus obligaciones para con el Estado. Por otra parte, empuñar arma para defender a la Nación siempre ha sido un honor, mientras que negarse a hacerla es indigno. Así pues, por incompatible con la igualdad, ningún ciudadano sano debe tener libertad de oponerse a la necesidad del Estado para su defensa; porque una libertad tal le privaría de los medios necesarios para protegerse y protegernos a todos los habitantes del país. Y una libertad así es, por tanto, destructiva para la misma esencia del Estado.

Seguidamente intentaremos responder a algunas preguntas que a menudo se escuchan.
¿Qué actividades se llevan a cabo en los cuarteles?

La instrucción militar ayuda mucho a los jóvenes a desarrollar sus razonamientos, a incrementar sus habilidades y a mejorar sus destrezas. Por otra parte, el cuartel les da la oportunidad de aprender a tener responsabilidades, como por ejemplo, cuidar con celo los objetos que se les entrega (Fusil, proyectiles, equipos de instrucción y de campaña, etc.), desempeñar algunos servicios dentro del cuartel, custodiar una instalación o un sector del perímetro del cuartel y sus alrededores, y cumplir un estricto horario de actividades.

Foto extraída de google image
Los instructores se esfuerzan constantemente por inculcar a los conscriptos buenos modales y buenos hábitos, y el hacerle tomar conciencia de que ningún acto está completo, mientras no esté, primero acabado y segundo, coronado por el éxito. También se les imparte clases sobre higiene, cuidado de la salud (enfermedades venéreas, SIDA, rabia, chagas, leishmaniasis). Además la ventaja que proporciona una cuidadosa planificación familiar. A todos estos hay que agregar que desde el primer día en que los jóvenes pisan un cuartel, son vacunados, desparasitados y reciben atención odontológica.

Como vemos, se trata de hacer a los jóvenes mejores, inculcándoles una conducta ideal del hombre, establecido en virtud de una visión del mundo o de unos principios religiosos y militares que llevan a determinar un sistema de norma, y en que el conscripto se constituye en fin de la instrucción, que luego de ser licenciado sus actos han de revertir al mejoramiento de la sociedad. Para ello se les inculca las reglas que deben seguir para hacer el bien y evitar el mal; así como la importancia de la moderación de las pasiones por la razón. Por consiguiente, la meta de la instrucción militar no es solamente enseñar a los jóvenes soldados el arte de la guerra y la de habituarles a ser eficiente; sino también, sus deberes morales, cívicos y militares, engendrando en ellos mediante representaciones adecuadas de la fealdad del vicio y de la belleza de la virtud, así como los buenos hábitos que les lleven a rechazar el uno y abrazar la otra, y que en la virtud está la felicidad y en el vicio la miseria.

¿Por qué los oficiales emplean mucho rigor con los soldados?

Los soldados son sometidos una una disciplina rigurosa, porque ya lo dice un refrán “mucho sudor en la paz, poca sangre en la guerra”, nadie lo mima, sino que los instructores los ponen a pruebas, los endurecen para defender la Nación, consciente de que un Estado cuyos ciudadanos no tienen el propósito o la resolución y el ánimo de preservarla, desaparece por la sencilla razón de que “un país que carece de fuerza para su defensa no tiene derecho a la existencia” (Oppenheimer). Sin embargo, los oficiales tienen para con los soldados un espíritu paternal y los aprecia con entereza, pero exige alto rendimiento sin contemplaciones; tal como los padres severos, que educa a sus hijos con extrema dureza.

Se ordena despertar al canto del gallo a los soldados para que se dediquen a la instrucción y a la gimnasia, incluso los domingos y feriados, aquellos que quedan sin franco, no se tolera estén sin hacer nada, y les arrancan sudores. De manera que cuando vemos a nuestros soldados que se esfuerzan, sudan, ascienden los escarpados con el fusil en las manos pronto para disparar, la mochila en la espalda, la cantimplora y la bayoneta colgadas por el cinturón; experimentamos una decepción y pena al recordar que muchos jóvenes como ellos, denominados objetores de conciencia, viven siempre cómodos y pasan por la vida en medio del sosiego y no tienen otra preocupación que la de llevar una vida apacible, y para no aburrirse no se privan de la diversión. Sin embargo, niegan sus concursos para la defensa de la Nación.

El notable filósofo Séneca, que exalta la autosuficiencia del individuo y pone como ideal el varón fuerte capaz de sobreponerse para alcanzar la paz del ánimo o de la tranquilidad del alma, escribe en su libro, Diálogos: “Les favorece a los jóvenes el habituarse en las incomodidades y el soportar con resignación situaciones que no son malas mas que para quienes las soportan mal. El joven debe desear estar ahí donde incluso el sol tiembla”.

 ¿Hay torturas en los cuarteles?

Cuando un recluta se quiebra moralmente bajo la rígida disciplina militar y lo lleva a cometer el delito de deserción, en lugar de decir simplemente que no podía aguantar más por nostalgia o por añoranza o porque no puede soportar el ritmo de las actividades que se despliegan en un cuartel, siente la necesidad de justificarse ante su familia, amigos y consigo mismo manifestando que no podía soportar más porque se lo torturaba, humillaba, maltrataba, etc. Esto es una irresponsabilidad, pues en lugar de afrontar la situación con sinceridad, procediendo de modo poco digno trata de crear una “justificación” en virtud de la cual pretende tener razón y cargar sobre sus leales instructores la culpa. No es honesto valerse de semejante medio.

Es preciso que los jóvenes cumplan con entereza el servicio militar obligatorio y sin decaer el ánimo por la molicie y debilidad de carácter, y sin tener en cuenta el sacrificio. Por consiguiente, no es justo que algunos líderes sociales y políticos, valiéndose de discurso llenos de encanto y fascinación hagan los mayores esfuerzos de palabras y de hecho para disuadir a los jóvenes para que desistan del cumplimiento de un deber con la Nación-Estado. Es injusto que solo a algunos jóvenes se carguen con la responsabilidad de prepararse para la defensa del país, y otros anden por ahí libres y mimados, y hasta osan lucir “orgullosamente” en el pecho la escarapela tricolor en los días patrios ¿Y entonces? ¿No es acaso injusto de que una parte de la juventud paraguaya se desatiende de la Defensa Nacional, en tanto que los jóvenes valerosos se preparan para defender a la Nación, vale decir, a los niños, a las mujeres y los bienes de la familia, hasta perder la vida si necesario fuere para que la Patria continúe existiendo?


     Coronel (SR) Teodoro R. Delgado
     Luque, 09 de noviembre de 2012

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