jueves, 8 de octubre de 2015

TEMAS DE MACEDONIA O VARIOS TEMAS MEZCLADOS

LA VERDAD Y LA GUERRA DE LA TRIPLE ALIANZA

“LA VERDAD OS HARÁ LIBRES(Palabras de Jesucristo). Comparto el desarrollo abreviado de este comprimido artículo -con los generosos amigos que me siguen-, aparecido en el diario La Nación del 20 de agosto de 2007, cuyo autor usa el seudónimo de Carta del Centinela. Pero antes quisiera dejar por sentado que yo no soy partidario de los lopistas y menos de los antilopiztas, sólo soy partidario de la verdad. En la guerra de la Triple Alianza (1864-1870) hay una cosa clara e indiscutible; que el mariscal López, después de despertar grandes expectativas de triunfo en una guerra fácil y corta, y que el ejército paraguayo regresaría de los territorios de Brasil y la Argentina colmado de gloria y con poco sacrificio, resultó un fenomenal fracaso que llevó a la nación paraguaya  a un dramático e inútil holocausto.
     “El Paraguay es un país de mitos y leyendas. Casi nada de la historia relatada tiene alguna cercanía con la verdad, con los hechos reales. Todo se ha modificado para crear un mito acerca de supuestos próceres y héroes. A raíz de esto, los verdaderos próceres y héroes han quedado desdibujados en la sombra de una montaña de mentiras. Se dice que esas mentiras son indispensables para elevar la autoestima de un pueblo terriblemente azotado por el infortunio, Y ES OTRA MENTIRA. Gracias a esa descomunal mentira el paraguayo no ha encontrado hasta hoy su camino de redención. Siguiendo el derrotero de lo falso lo ha repetido una y mil veces, en la creencia que hacía bien, y en lugar de aumentar su autoestima la has disminuido terriblemente, porque en algún momento la VERDAD SE ABRE PASO.
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La verdad histórica es que F. S. López jamás pisó una academia militar y la mentira lo convirtió en un genio militar que perdió batalla tras batalla hasta destruir por completo al Paraguay. La verdad histórica es que José Félix Estigarribia fue un genio militar comparable a todos los más grandes estrategas militares de la Historia, pero la mentira se alzó de inmediato para señalar errores en su conducción de una Guerra victoriosa para ensalzar a algún teniente que se ufanó de ganar la guerra por abrir una picada en la selva. También, contra toda la documentación existente intentaron hacer creer que una guerra moderna se ganó a machetazos.
     “YO CREO QUE NOSOTROS LOS PARAGUAYOS TENEMOS QUE EXIGIR LA VERDAD, PORQUE LA VERDAD NOS HARÁ LIBRES. La autoestima falsa es como un globo, se va hinchando hasta que revienta, y deja solo un pedazo de goma rota como resultado. La autoestima conseguida SOBRE LA VERDAD, ES INCONMOVIBLE. Con la verdad tendremos próceres inatacables, héroes insuperables y una base tan firme para la autoestima que nadie en el mundo podrá conmover. Somos parte de un pueblo estoico y heroico, nunca esclavo ni servil, un pueblo que ha vivido un infortunio secular, pero que puede levantarse con la base de los EJEMPLOS VERDADEROS Y REALES. Somos un pueblo que no necesita inspirarse en ningún tirano para sentirse orgulloso. Creo que es nuestro deber comenzar a buscar la libertad a través de LA VERDAD”. (Los resaltados en letras mayúsculas son míos)”.
Luque, 8 de octubre de 2015.-


                                              ALGUNAS VIRTUDES MILITARES
          La valentía. La valentía nos permite enfrentar con responsabilidad una situación que evaluamos como de gran riesgo, pero que, al mismo tiempo, promete el logro de un objetivo que pretendemos alcanzar. La valentía nos permite, a pesar del miedo, actuar con la convicción de que lo que hacemos es correcto, y que vale la pena hacerlo, aunque resulte difícil y peligrosa.
    Ni cobardía ni temeridad: A pesar de lo que se supone, la valentía no excluye el miedo, por eso hay que dominar para que no se convierta en un estorbo para emprender una acción. Esto es, quizás, algo que debemos ayudarles a comprender a las tropas. No se trata sin embargo, de avanzar siempre y de desconocer la luz de alerta que el temor enciende, sino de discernir si cuándo hay razones suficientes para la retirada y cuándo, pese a todo, debemos avanzar. Esta es, por supuesto, una tarea difícil, ya que hasta los miedos que parecen más racionales suelen estar enraizados en otros irracionales, profundos, primarios, ligados a la posibilidad de perder la vida en la batalla.
Por ello, una manera de que las tropas se sientan en condiciones de luchar valientemente es la enseñanza de una buena educación moral y con el apoyo de su comandante. Muchas veces, la inseguridad, precisamente, alienta dos extremos opuestos de la valentía: la cobardía y la temeridad.
En el primer caso, nos convertimos en personas timoratas, no nos animamos a actuar y rehuimos las responsabilidades. En el segundo, al despreciar la advertencia del jefe o las prevenciones propias, tampoco tenemos una conducta responsable. Recordemos que hay dos maneras de huir, y una es huir hacia adelante, vale decir, avanzar temerariamente hacia la posición defensiva del enemigo.
    Valor y miedo: Todos tenemos miedo; el miedo forma parte de la vida y es bueno porque, en general, funciona como una alarma que nos dice: “¡algo hay que hacer!”. Pero, cuando suena esa alarma, ¿qué hacemos? ¿Huimos a escondernos? ¿O nos paramos a buscar la forma de resolver la situación? La segunda alternativa es la que marca la diferencia entre una persona valiente y otra que no lo es.
    Un valor necesario: También ayuda a superar momentos difíciles o muy dolorosos, y no dejar que la desesperación paralice nuestro espíritu de lucha. La valentía nos permite aceptar las consecuencias de lo que hacemos. Y nos convierte en personas confiables, responsables. Esto fortalece y enriquece la cohesión del batallón y mejora las relaciones entre los combatientes. La valentía ayuda a crecer, porque nos anima a enfrentar desafíos nuevos, a intentar resolver problemas que nunca antes se nos había presentado, aun corriendo el riesgo de equivocarnos.
Necesitamos valentía: el soldado mantener el deseo de estar siempre en la brecha. Los civiles, para defender lo que les parece bueno y correcto. Para emprender nuevos proyectos con entusiasmo. Para reconocer errores propios y corregirlos. Para intentar realizar sus sueños y luchar por ellos.
Inteligencia y prudencia: La verdadera valentía necesita de la inteligencia; Hay que saber distinguir claramente la valentía, que es hija de la prudencia, y la temeridad, que es hija de la insensatez. Esto ayuda a discernir entre aquello que tememos pero podemos afrontar, y aquello que tememos pero que es necesario evitar. Podés temerle a un ataque del enemigo, pero tenés condiciones para enfrentarlo. Seguramente te da miedo atravesar una zona batida por la artillería enemiga, y lo evitás o cruza en el momento adecuado. Actuar con valentía no es garantía de triunfo. Nos puede ir bien o mal. De lo que debemos estar seguros es que hay una gran diferencia entre ser un cobarde y ser un valiente.
           No somos valientes cuando:
-         Mentimos para ocultar nuestros errores y evitar un castigo.
-         Pensamos que la valentía es de superhéroes.
-         No nos animamos a hacer nada por temor a que nos vaya mal, o por comodidad.
-         Nos “achicamos” ante la primera dificultad, y dejamos de lado las ilusiones.

          Pensamientos valientes. Aquel que aprovecha su fuerza para dominar o sojuzgar a alguien más débil, es un cobarde. Valentía no es la ausencia de temor, sino más bien considerar que la defensa nacional es más importante que el temor
 La valentía: Muchas veces pensamos que el valor se mide por el miedo que despiertan en los demás la fuerza o la prepotencia con que actuemos. No es valiente el que, desde una posición de fortaleza y superioridad atropella todo lo que se interpone en su camino, sino aquel que, en apariencia débil e insignificante, se enfrenta con determinación a todas las dificultades y obstáculos que la vida le presenta, desde los más pequeños, hasta los que parecen más insalvables.
Luque, 12 de octubre de 2015.-




lunes, 7 de septiembre de 2015



ESTIGARRIBIA EL GRANDE. El Mcal. José Félix Estigarribia, cuyo trágico fallecimiento el 7 de setiembre de 1940, hoy se recuerda; con gran devoción dedico el presente escrito. “Estigarribia fue grande sobre todo en los momentos críticos”, escribió un historiador. Este es el mejor elogio que puede hacerse de su carácter. Junto a la audacia no superada de Estigarribia, yérguese su perseverancia inquebrantable. Sobresalió también, por su idoneidad, circunspección, valor personal, perseverancia y humildad, cualidades no sobrepujada jamás por ningún militar paraguayo. Difícilmente, a ejército alguno se le ha impreso el sello de su comandante en jefe como lo hizo Estigarribia con el suyo al emprender la Guerra del Chaco. En efecto, había formado su ejército sobre la base de las experiencias recogidas de la Guerra del 70 y de la Historia Militar, y lo había disciplinado óptimamente sobre los mismos campos de batalla. Su ejército era el instrumento fiel y apropiado para realizar sus audaces planes, y estaba templado como el acero toledano, tal como lo exigía la necesidad de hacer frente a las fuerzas bolivianas. Al empezar la guerra, él se anticipó al enemigo en la batalla de Boquerón, lo que ya en sí era un acto de audacia. Pero su audacia en ninguna ocasión se manifestó en forma más clara que en Pampa Grande, Campo Vía y El Carmen.
La intelectual paraguaya y primera historiadora militar, Beatriz Rodríguez Alcalá de González Oddone, publicó un artículo con el título de “Dos mariscales” (ABC del 20-XI-2011), de la que tomamos el siguiente trecho que se refiere a Estigarribia: “Su proceder jamás será tributario de impulsos temperamentales; su sabia estrategia tendrá por fundamento la más pura técnica militar; todo lo que haga y decida será siempre el resultado de largas, concienzudas cavilaciones. No es un carismático que enfervoriza las multitudes, pero su brillante conducción se irá ganando el respeto y la adhesión incondicional de su ejército, al que conducirá a una aplastante victoria”. Y en otra parte del mencionado artículo expresa: “Nada más lejos de él que el autócrata; jamás ejercerá el mando con arbitrariedad ni apelará al terror para hacer valer su autoridad”.
El objetivo político del gobierno del Dr. Ayala era llevar al Paraguay al puerto seguro de una paz con garantías. Y puesto Estigarribia a la cabeza de un pequeño ejército, podía acabar sumido en el desastre como Solano López. Pero Estigarribia, que poseía fuerza de carácter, y una mente clara y firme, no repitió los errores de aquel. Pues, en la conducción de su ejército encontramos un poder siempre bien equilibrado y nunca falto de vigor, que en los momentos críticos se elevó hasta realizar proezas asombrosas como la de Pampa Grande y Campo Vía, e inmediatamente después osciló de manera paulatina, ajustándose a nuevas situaciones creadas por él mismo, preparándose para dar otro golpe al enemigo.
Algunas de sus acciones podrían ser consideradas como aventuradas o audaces, pero nunca fueron operaciones a ciega ni de atolondradas temeridades. Ni la vanidad, ni la sed de gloria, ni otras miserias humanas pudieron hacerle desviar de su camino; y sólo este modo de proceder lo llevó a la victoriosa guerra del Chaco, con lo que el Paraguay legitimó su posesión sobre más de la mitad del actual territorio nacional. Y esto fue lo que Estigarribia El Grande ofreció a su patria en la punta de su espada.
No es posible dejar de sentirnos maravillados al ver cómo Estigarribia, en la campaña de El Carmen, perturbó al comando boliviano con una finta a las zonas petrolíferas de Camiri, luego el magnífico repliegue de la 6ª divisón de infantería bajo el mando del mítico Cnel. Rafael Franco hacia Pikuiva, atrayendo sobre sí al poderoso cuerpo de caballería boliviano. Después vino la rápida maniobra de cerco sobre El Carmen, que obligó a 2 divisiones enemigas a rendirse; para seguidamente operar rápido como el rayo sobre Yrendagüe, y como resultado la destrucción de la caballería de 12.000 hombres, bajo el mando del influyente coronel D. Toro, en una genial maniobra táctica.
En esto, no sólo debemos ver una profunda sabiduría en el cumplimiento exacto de las suposiciones (planes); sino también debemos admirar, por encima de todo, la sagacidad de Estigarribia que al perseguir un objetivo grande con medios limitados, no emprendió nada que estuviera más allá de su fuerza, sino sólo lo suficiente para lograr su objetivo. Su sagacidad y prudencia no sólo se hicieron evidentes en esta campaña, sino durante toda la guerra.
El comando boliviano temía siempre de las audacias de sus operaciones, las rápidas y sorpresivas maniobras por los cañadones y bosques espinosos, y de sus sabias combinaciones. En Campo Vía y El Carmen-Yrendagüe, Estigarribia inscribió en la historia militar americana sus más brillantes operaciones.
Cabe preguntar: los paraguayos, ¿en qué ponemos nuestro entusiasmo? ¿Qué admiramos si no admiramos a Estigarribia? ¿Qué más necesitamos, si no consideramos grande a este soldado ejemplar? ¿Qué grande hombre queremos? Mostró todas las cualidades como conductor del ejército paraguayo, era un militar completo. Debía ser para los paraguayos una especie de fuente permanente de máximas.
El historiador paraguayo, si tiene patriotismo, honestidad y guarda el debido decoro, deberá darle el lugar que le corresponde; y su trabajo será sumamente fácil, porque los hechos están a la vista y brillan como las estrellas en el cerúleo cielo. Aunque Estigarribia el Grande no precisa de alabanzas, porque sus hazañas superan ampliamente a todos los elogios, y esto, alguna vez, debe grabarse en letras de oro sobre su epitafio inmortal.
Luque, 7 de setiembre de 2015
Cnel (R) Teodoro Ramón Delgado.

viernes, 4 de septiembre de 2015

LEGÍTIMA DEFENSA, REPRESALIA Y LA GUERRA DE LA TRIPLE ALIANZA

LEGÍTIMA DEFENSA, REPRESALIA Y LA G. DE LA TRIPLE ALIANZA – PARTE I.
        Fuentes principales: El Imperio del Brasil y el Río de la Plata (Efraím Cardozo); La legítima defensa (Luis Dallanegra Pedraza); Catecismo de la Iglesia Católica; La conducción del ejército paraguayo en la GTA (Teodoro R. Delgado); etc.
          Aprovecho la ocasión para recordar a los historiadores militares y a los que se hacen pasar por tales, que uno de sus funciones principales es destruir mitos y no crearlos, así como limpiar de gusanos la historia de la GTA; porque alrededor de este campo se han construido una montaña de mentiras que cada día, en vez de aclararla, se crea más confusión, y que el fin de la historia no es exaltar el patriotismo, sino narrar los hechos tal como ocurrieron, porque como escribió un filósofo norteamericano: “la nación que no quiere recordar algún pasado infausto tal como ocurrió, tendrá como castigo el ver como se repite”. Y Nietzsche escribió: “No hay que temer de abrir los ojos a la verdad, aunque hay gente que no quiere saberla porque no quiere que sus ilusiones sean destruidas”, pues, prefiere envanecerse –no de historia- sino de mitos y fantasías.
        El catecismo de la iglesia católica considera que “la legítima defensa” de las personas y las sociedades –conforme a los conceptos de Santo Tomás de Aquino-, no es una excepción a la prohibición de la muerte del inocente que constituye el homicidio voluntario (la guerra). La acción de defenderse lleva dentro de sí un doble efecto: el uno es la conservación de la propia vida; el otro, la muerte del agresor. “El deseo de conservar la vida es muy fuerte en todos los seres vivos” (Darwin). Es, por lo tanto, legítimo hacer respetar el propio derecho a la vida. El que defiende su vida no es culpable de homicidio, incluso cuando se ve obligado a asesinar a su agresor.
          De manera entonces, el concepto de “legítima defensa” que nos proporciona la iglesia católica es no sólo un derecho, sino también un deber muy grande para el que es responsable de proteger la vida de otro, del bien común de la familia y de la nación. La protección de los intereses vitales de la nación y la propiedad de los ciudadanos (vida, bienes y libertad), exigen colocar al agresor en estado de no poder causar daños. Por lo tanto, todos los gobiernos de todos los países poseen autoridad y tienen el derecho y la fuerza de defender o repeler por medio de las armas a los agresores del Estado. La rápida y violenta reacción de la fuerza pública contra cualquier agresión tiene el fin de preservar el orden, la paz y la seguridad de los habitantes del país, y la integridad territorial de la nación.
          La ley moral prohíbe exponer a alguien, sin razón muy importante, a un riesgo mortal, así como negar la asistencia a una persona en peligro. De esto se infiere lo que sigue: no condenar, por parte de la sociedad y con la máxima energía a los hombres o autoridades que provocan guerras y muertes sin esforzarse por impedirla o detenerla, constituye una escandalosa injusticia, amén de una falta abominable.
          La “legítima defensa” es ley de naturaleza, y se ha aplicado desde la edad primitiva entre individuos y entre tribus, y en la edad moderna, en las relaciones internacionales. Ella suele ser el único medio de defensa en situación de peligro inminente o hecho consumado de agresión. Pero rige según criterio de poder. Vale decir, su aplicación depende de la capacidad de los países para implementarla.
          Ampliando el concepto, podemos decir, que la “legítima defensa” comprende simples medidas de defensa. Es un derecho natural de todo individuo o Estado soberano. Constituye una respuesta a un acto ilícito del agresor. ¿Cuándo se usa?: Las leyes de cada país contempla el derecho légítimo que tienen cada persona de usar todos los medios para defender su propiedad (vida, bienes y libertad). El Derecho Internacional, autoriza a los Estados soberanos una reacción violenta e inmediata contra agresiones a los intereses vitales de la nación (Independencia, integridad territorial, etc). Sólo se la considera legítima si hubo ataque armado.
        ¿Qué se persigue? Repeler un ataque. Por lo tanto, la legítima defensa consiste en oponer resistencia por la fuerza a una agresión violenta. “El derecho internacional común autoriza al Estado a rechazar con la fuerza una agresión sin justificación contra su territorio, sus buques, sus aviones o sus FF AA” (Luis Dallanegra).
          La represalia. Podemos establecer una distinción entre la “legítima defensa” y “las represalias”, ya que la primera comprende simples medidas de defensa, en tanto que el Estado que ejerce la “represalia” se apodera de un bien jurídico del otro Estado: su territorio, sus buques, sus aviones; así como tratar mal u ofender a sus diplomáticos, o a cualquier otro órgano del Estado. Esta es la razón por la que, a diferencia de lo que ocurre en la legítima defensa, las represalias sólo pueden ordenarse cuando no se haya podido conseguir una reparación de los daños. El Derecho Internacional permite la reacción violenta e inmediata contra cualquier agresión (legítima defensa), mientras que en “la represalia” lo que en un principio se trata de lograr es una reparación de daños, y sólo en caso de negativa puede procederse a una represalia.
          La auténtica defensa es un medio por el que un Estado se limita a rechazar por la fuerza un ataque violento contra su territorio, sus buques, sus diplomáticos, o cualquier otro órgano del Estado. Si por el contrario, un Estado cuyos derechos han sido conculcados, se apodera de un bien jurídico de otro Estado para exigir una reparación o conseguir algo sobre el cual cree tener derecho legítimo, no es defender su derecho, sino que empieza una acción ofensiva sobre el adversario para conseguirlo. Esta acción se la considera como “represalia”, y no consiste en la defensa de un derecho, sino, reiteramos, en conseguir la reparación de daños a algunos de sus intereses.
        El Estado que ejerce una represalia lleva a cabo propiamente una operación para apoderarse de un bien del adversario u ocupar parte de su territorio como prenda de negociación, de modo a obligar al adversario a reparar los daños ocasionados a sus intereses. Es una respuesta a un acto ilícito del enemigo.
          En conclusión: se entiende, en general, por represalias, toda violencia ejercida fuera de la guerra para obtener la reparación de una injusticia que se ha sufrido o daños a los intereses, o, con el objeto de poner fin a las arbitrariedades (robos, asesinatos, violación de mujeres) de sus ciudadanos que viven en otro país y que el gobierno de este no puede o no quiere dar protección.
          Las represalias son “negativas cuando un Estado rehúsa cumplir una obligación que ha contraído o prohíbe a otra nación gozar de un derecho que le corresponde. Laspositivas”, consiste en apoderarse de las personas (diplomáticos, autoridades) y bienes pertenecientes a otro país, a fin de obtener satisfacción; o sea, hacerse justicia a sí misma.
        ¿Cuándo un Estado puede hacer uso de la represalia? Las represalias sólo pueden ordenarse cuando no se haya podido conseguir una reparación de los daños. Lo que en un principio se exige es que el agraviador enmiende el perjuicio irrogado a sus intereses, y sólo en caso de negativa puede procederse a la represalia. Ejemplos de represalia son los que Inglaterra en 1863 ejerció sobre el Brasil; y este sobre el Uruguay a partir del 1 de diciembre de 1864.
Luque, 4 de setiembre de 2015.





LEGÍTIMA DEFENSA - REPRESALIA - GUERRA DE LA TRIPLE ALIANZA - PARTE II. El 12 de octubre de 1864, una brigada de caballería del ejército del Gral. João Propicio Mena Barreto, bajo el mando del brigadier José Luis Mena Barreto, parte de “Pira’i Guasu”, cruza la frontera brasilera-uruguaya y avanza en dirección a Villa de Melo, capital del departamento de Cerro Largo. El 14 de octubre llega a la citada localidad y expulsa a las tropas del gobierno del Partido Blanco. Terminada la operación, la brigada brasilera retorna a “Pira’i Guasu”, incorporándose de nuevo al ejército de Río Grande del Sur, en espera de la reacción del Gral. Solano López.
          ¿Cuál será la disposición definitiva del presidente paraguayo ante los nuevos acontecimientos que se le abre? Estando en Cerro León, recibe la noticia que tropas brasileras habían cruzado la frontera y ocupado la localidad fronteriza de Villa de Melo. De este modo, el Brasil hace caso omiso de la protesta del presidente paraguayo del 30 de agosto de 1864. Veamos la actitud que adopta el general López ante el hecho consumado de “casus belli”, según él lo interpretaba.
          El 12 de noviembre, un mes después de la toma de Villa de Melo por tropas brasileras; Solano López, coaccionado por el ministro uruguayo en Asunción, José Vázquez Sagastume, ordena el apresamiento del barco brasilero “Marquéz de Olinda” con toda la tripulación y carga que llevaba para Mato Grosso, Estado del Brasil. Este hecho constituye una violación al derecho de gentes y considerado como susceptible de provocar una guerra. El 25 de noviembre, 13 días después de la captura de “Marquéz de Olinda”, el ejército del Gral. Propicio Mena Barreto levanta campamento, y el 1 de diciembre trasponía la frontera uruguaya, iniciando de este modo la represalia terrestre conforme el “ultimátumde José Antonio Saraiva del 6 de agosto, vale decir, cuatro meses después. Durante todo este tiempo, el gobierno uruguayo podía haber dado satisfacción a la demanda del gobierno de Brasil, pero no hizo esfuerzo alguno para ello, sino más bien se dedicó a convencer a Solano López, con éxito, que al cruzar las fronteras de Brasil y la Argentina con su poderoso ejército agitando su pendón de guerra, Corrientes, Entre Ríos y el Uruguay le acompañarían. El Gral. López da por cierto esta falacia que sólo era correcto en apariencia, y que fue concebido por Vázquez Sagastume con la intención de inducirle a invadir los territorios de Brasil y la Argentina. ¿Para qué? Para: 1) destruir la rebelión del líder del partido colorado, general Venancio Flores, que cada día crecía; 2) para continuar en el gobierno el Partido Blanco; 3) y arrebatar a la Argentina la isla Martín García, un punto estratégico que controlaba el tránsito por el río de la Plata.
          Corresponde sacar una consecuencia de lo que debía tener para el Paraguay, analizando la situación desde el punto de vista del derecho de gentes. En las mencionadas protestas del 30 de agosto, el Gral. López había declarado que no podía mirar con indiferencia, y menos CONSENTIR, que en ejecución del “ultimátumimperial las fuerzas brasileras ocuparan parte del territorio del Uruguay. En su respuesta a la amenaza del general López, el embajador del Brasil en Asunción declaró que “ninguna consideración le haría cesar a su país en el desempeño de la sagrada misión que le incumbía de proteger la vida, la honra y la propiedad de los súbditos del Emperador”. El ministro de RR EE, José Berges, el 3 de setiembre reiteró la protesta y anunció que el Paraguay tendría que hacerla efectiva toda vez que los hechos vinieran a confirmar que tropas brasileras ocupan parte del territorio oriental.
          El general Solano López, prácticamente se erigió como el paladín de las fronteras uruguayas y el guardián armado de la independencia e integridad territorial de Uruguay. Ahora, la cuestión es descifrar la incógnita si cual sería la acción que él emprendería ante el hecho consumado, porque en sus notas de protesta sólo expresaba que “no consentiría” y que la consideraría “casus belli”, lo que no constituye de ningún modo una declaración de guerra. La frase de “no consentir” no podía ser interpretada como una declaración de guerra porque esta no estaba escrita en las conminatorias notas del 30 de agosto. No obstante, si nos fijamos a los discursos de Solano López del 12 y 13 de setiembre, se puede percibir claramente que Paraguay ha resuelto continuar la política por otro medio, o sea, que va a apelar a las armas si el Brasil invadía territorio oriental. Esta firme posición fue corroborada por varios artículos de “El Semanario”. Pero, los discursos desafiantes de Solano López y los comentarios periodísticos no valen nada, jurídicamente hablando, como para servir de documentos la posición de Paraguay frente a otro Estado, en este caso el Brasil. Lo que verdaderamente tienen valor eran los documentos en que advertían al Brasil sobre las consecuencias que podrán ocasionar si llegara a invadir el Uruguay, y que llevan la firma del ministro de RR EE, vale decir, la nota del 30 de agosto de 1864. Comprobada está que la amenaza de Solano López no sólo ha sido desoída por el Imperio, ya que tropas brasileras habían tomado temporalmente la Villa de Melo, como ya hemos referido. Pero aún siendo así, el uso de los procedimientos violentos a que se considera obligado el Paraguay ante la invasión del territorio oriental, ahora quedaba en manos de Solano López dar el próximo paso.
        Sin duda, para el presidente de Paraguay ya se agotaron los medios pacíficos, ahora se encuentra ante el dilema de retractarse o apelar al supremo juez de todos los conflictos entre naciones: la guerra, por que López no tenía carácter como para reconocer su error y rectificarse. El gobierno del Brasil no había contestado la protesta del 30 de agosto, ni siquiera para refutar los argumentos en que se basaba la conminación paraguaya o para justificar su propia conducta en el asunto uruguayo, prefirió quedar firme en la posición del “ultimátum” de Saraiva, y responder con los hechos a la desafiante amenaza del Gral. Solano López.
          Efraím Cardozo escribió al respecto en su monumental obra, "El Imperio de Brasil en el Río de la Plata": “Nadie se había levantado entre los países ajenos a la controversia para hacer oír su voz a favor de la conciliación y del arreglo amistoso. Ningún país, europeo o americano, ofreció su mediación o buenos oficios”. Estaban frente a frente Paraguay y Brasil en posición de gladiador listo para la lucha; sin embargo nadie se ofreció en mediar para apaciguar los ánimos, tratar de encontrar una solución y evitar la guerra.
       Tal vez, la indiferencia mundial ante la colosal saga épica que el orgulloso y temerario presidente paraguayo estaba por empezar, era el resultado de una diplomacia poco eficiente que caracterizaban a los gobiernos de Francia y los López. Recordemos que por el apresamiento del científico Aime Bonpland (1821) por diez años, atrajo sobre el Paraguay un vendaval de protestas y reclamaciones de reyes, gobiernos, académicos, libertadores, científicos del mundo entero. También se tuvo graves conflictos con los Estados Unidos (cuestión Hopkins-Water Witch), Inglaterra (caso Constatt), Francia, y con todos los vecinos. Solamente, después de diez años de terminada la guerra de la Triple Alianza, el Congreso de Colombia envió un documento de solidaridad con el Paraguay. Este gesto, algunos historiadores paraguayos los considera digno de gratitud. Nosotros pensamos que debió ser devuelto el documento por haber llegado demasiado tarde, cuando todo había ya terminado y el Paraguay estaba sumido en la bancarrota total. Si verdaderamente un país quería solidarizarse con el Paraguay, que se hallaba batiéndose contra tres países, esa solidaridad debió demostrarse con hechos, vale decir, haciéndose presente en el teatro de operaciones con tropas, con cañones y con agallas.
          CONTINUARÁ.
Luque, 9 de setiembre de 2015.

          LEGÍTIMA DEFENSA - REPRESALIA Y LA GTA – PARTE III ¿El Paraguay tendría que responder necesariamente con la guerra al ser desoída su protesta del 30 de agosto? Sin duda, el Gral. López, al ser desatendida su protesta, recobraba su libertad de acción para reivindicar, por sus propias manos, el derecho que se le negaba, pero, ¿qué derecho? A la sazón, el Derecho Internacional vigente, conforme a obras de tratadistas afamados y que eran considerados como guía de conducta de los Estados porque aún no existían organizaciones como la ONU para señalar procedimientos a los cuales las naciones debían ajustarse o podrían recurrir, antes de apelar a la guerra para obtener un desagravio.
          Efraín Cardozo nos ilustra sobre el asunto en su obra ya citada: “Emerico de Vattel (1714-1767) –escribió Cardozo-, era entonces uno de los más respetados. Cuando una nación no puede obtener justicia –decía Vattel- sea de un agravio o de una injuria, está en el derecho de hacerla por sí misma. Pero antes de apelar a las armas, hay diversos medios, practicados entre las naciones (solicitar explicaciones, convención internacional, arbitraje, etc.) No siempre es necesario apelar a las armas para castigar a una nación: el ofendido puede en forma de castigo apoderarse, si tiene el modo, de las cosas que pertenecen al otro y retenerlas hasta que dé una justa satisfacción”. A esta indicación de Vattel la denominamos como un acto de represalia.
          Si Solano López consideraba haber sido agraviado por el Brasil al ignorar su protesta del 30 de agosto, está en su derecho hacerse justicia por sus propias manos sin necesidad de recurrir a la guerra, adoptando el procedimiento lícito de LAS REPRESALIAS, que es lo que el Imperio del Brasil estaba ejerciendo sobre la República Oriental del Uruguay. También Brasil había sufrido represalias de parte de Gran Bretaña por la cuestión “Christie” (ver “La conducción del ejército paraguayo en la GTA”, por T. R. Delgado). Por lo tanto, el Paraguay tenía derecho a aplicar la misma acción al Brasil, pues, contaba para ello con un importante elemento: su situación geográfica le permite contar con la llave para el tránsito de barcos brasileros por el río epónimo. El Paraguay había firmado el tratado López – Paranhos, el 12 de febrero de 1858; el convenio le obligaba al gobierno paraguayo garantizar la libre navegación del río Paraguay por donde el Estado de Mato Grosso se comunicaba con Río de Janeiro y con el mundo. Como represalia, el Paraguay podía dejar sin efecto esa obligación negando al Brasil gozar de ese derecho. También podría embargar los barcos con bandera brasilera que, en ejercicio de ese derecho que le otorgaba el tratado del 12 de febrero quisieran navegar por el río. Estas medidas ocasionarían al Estado de Mato Grosso ingente perjuicio económico. Sin embargo, el Brasil no podía alegar los tratados en contra de las lícitas determinaciones del gobierno de la República del Paraguay. Sin embargo, el Gral. López obvió todas las posibilidades mencionadas y recurrió directamente a la guerra.
         “El Imperio del Brasil –escribió Cardozo-, sin violar el derecho internacional, a título de represalias, había decretado el bloqueo de los puertos orientales”. La inmovilización del “General Artigas” (buque de guerra uruguayo) en el puerto de Montevideo, y el disparo de cañón que dirigió un navío brasilero contra “Villa del Salto” (buque de guerra oriental), también fueron ejecutados por el Brasil, a títulos de represalias, sin juzgarse por tal razón que está ni en guerra ni agresor de la ROU, ni transgresor de ninguna obligación internacional. Igualmente, tropas brasileras acababan de invadir el territorio oriental, también a título de represalias, y sin que se estimara, ni de parte del Brasil ni de parte del Uruguay ni por los países que tienen representación diplomática en Montevideo y Buenos Aires, que la agresión constituía un acto de guerra.
          La prohibición de la navegación en el río Paraguay, el bloqueo de Mato Grosso y el embargo de los barcos con bandera brasilera, son de características similares a las drásticas medidas adoptadas por el Brasil, con el pretexto de represalias, sobre el Estado Oriental.
          La Circular del almirante Tamandaré. El derecho de gentes separa las represalias del campo de la guerra. Consecuente con este antecedente, el cuerpo diplomático del Río de la Plata (Inglaterra, Francia, Portugal, Italia, Rusia y Prusia) rechazó la solicitud de Tamandaré, jefe de la escuadra brasilera, para que sus países respectivos cumplan la regla de neutralidad, por tanto, no podrían proveer de logística militar a la República Oriental. La respuesta del cuerpo diplomático fue rápida y contundente: “no hay estado de beligerante, pues, el ejército brasilero en el Uruguay se halla ejecutando acciones de represalias en condiciones reconocidas por el derecho internacional”. La circular de Tamandaré y la respuesta a ella del cuerpo diplomático de Montevideo, era un ejemplo de relevante importancia práctica para el gobierno paraguayo que se hallaba a punto de tomar una determinación de considerable riesgo para la nación paraguaya. Vale decir, mientras dure las represalias, no hay acto de guerra, consecuentemente, no puede existir impedimento legal para la provisión de materiales bélicos.
          La doctrina de que “las represalias” no eran actos de guerra y de que no habiendo guerra no puede haber neutralidad, significaría para el Paraguay, si solo apelaba a aquellos que hemos mencionados, que la ejecución de los pedidos de armas y la construcción de barcos no encontrarían estorbo de orden legal hasta llegar a Asunción. En cambio, si se declaraba en guerra, tal como lo hizo Solano López, como consecuencia de los deberes de neutralidad, los gobiernos europeos estarían obligados a no proveerle de material bélico. Solano López no debía ignorar que tal era la regla del derecho internacional entonces vigente. Es por ello que pensamos, que ante la alternativa de recurrir a la guerra o a la represalia, lo que al Paraguay le convenía era optar por las represalias, por lo menos para ganar tiempo hasta recibir los pedidos de armamento en Europa. Además, colocado el problema en el campo de la represalia, aunque podría ser de violencia, pero aún no era de guerra ni de hechos irreparables; de este modo se abriría un compás de espera que la diplomacia internacional podría utilizar para interponer sus buenos oficios para al menos apaciguar los ánimos para después acordar la paz en el Río de la Plata.
CONTINUARÁ.

Luque, 11 de setiembre de 2015.-


        LEGÍTIMA DEFENSA – REPRESALIA – GTA. PARTE IV. El fracaso del convenio de paz de Punta del Rosario. El 8 de junio de 1864, los tres mediadores que trataban de poner fin a la guerra interna del Uruguay: Thornton (Gran Bretaña.), Saraiva (Brasil) y Elizalde (Argentina.), más el ministro del interior Octavio Lapido (Uruguay), se reúnen en Montevideo con el ministro de RR EE de la R. Oriental del Uruguay, José de Herrera, en la residencia de este. Acordaron una propuesta de paz para poner a consideración del jefe de la rebelión contra el gobierno del Partido Blanco, Gral. Venancio Flores (líder del Partido Colorado). Al día siguiente, a los tres mediadores se unieron dos representantes del gobierno uruguayo (Andrés Lamas y Florentín Castellanos). Los cinco se dirigieron al puesto de comando de Flores en Punta de Rosario.
        El plan de paz fue aceptado por Flores, e inmediatamente puesto a consideración del presidente uruguayo, este también lo acepta. Uno de los puntos acordados era el cambio de varios ministros muy intolerantes y con los cuales no habría garantía de fiel cumplimiento de lo acordado en el protocolo de Punta del Rosario. Los mediadores querían evitar que el gobierno del Partido Blanco vuelva a recrear los sucesos de “Quinteros”, donde fueron asesinados más de cien (100) oficiales que se habían rendido después de un conato de rebelión. Luego de felicitar y agradecer a los tres diplomáticos extranjeros por sus esfuerzos en lograr la paz entre las familias uruguayas, el presidente uruguayo comunica a la nación que la guerra interna ha sido superada y que la paz volvía en el seno del pueblo oriental. Sin embargo, varios días después, el presidente acude junto a los tres mediadores y les comunica, coaccionado fuertemente por el líder más intolerantes del Partido Blanco, Antonio de las Carreras (fue fusilado en San Fernando en 1868 por orden de Solano López), a la sazón agente especial ante el gobierno paraguayo, que “no pensaba por el momento introducir cambio en su gabinete”. De este modo fue saboteada la paz, furiosos los mediadores abandonaron Montevideo.
          El 6 de agosto de 1864 José Antonio Saraiva, por orden de su gobierno presenta su “ultimátum” al gobierno de la República Oriental del Uruguay (ROU) que en uno de los párrafos decía: “las represalias y las providencias para garantizar los derechos de mis conciudadanos (residentes en el Uruguay) no son, como V. Ex sabe, ACTOS DE GUERRA; y yo espero que el gobierno de esta República evite aumentar la gravedad de aquellas medidas impidiendo sucesos lamentables…”
.         El 30 de agosto de 1864, como impugnación al “ultimátum” de Saraiva, el presidente López remite su nota de protesta al gobierno imperial. El mismo día 30, en el río de la Plata un buque brasilero lanzó un tiro de cañón contra el navío de guerra uruguayo “Villa del Salto”. Por este hecho el gobierno uruguayo, sin pedir explicaciones, expulsa al embajador brasilero (Loureiro). El 3 de setiembre de 1864, el gobierno paraguayo reitera su nota del 30 de agosto. Ell mismo día 3, el gobierno del Partido Blanco completaba su obra, anulando el “exequatur” a todos los agentes consulares brasileros.
        El 12 de octubre de 1864, una Brig. Caballería, brasilera toma la localidad uruguaya Villa de Melo, luego regresa a Rió Grande del Sur. Solano López responde el 12 de noviembre apresando el barco brasilero “Marquez de Olinda”. El 1 de diciembre de 1864, tropas brasileras inicia la invasión del territorio oriental.
           El 23 de diciembre de 1864, parte del puerto de Asunción una columna fluvial, sincrónicamente otra terrestre de Concepción, con misión de ocupar la provincia brasilera de Mato Grosso, empezando de este modo la guerra contra el Brasil. Terminada la campaña ofensiva con éxito completo, el Gral. López, ensoberbecido por la fácil victoria, se apresta a continuar hacia el sureste: invadir la provincia brasilera de Río Grande del Sur. Su plan consistía avanzar con una columna de 12.000 hombres en la dirección Encarnación-San Borja-Uruguayana; y con otra de 25.000 hombres en la dirección de Corrientes-Empedrado-Goya-Uruguayana. Pero este plan tenía un grave inconveniente para la ejecución, porque indefectiblemente las tropas paraguayas debían pasar por territorio de la R. Argentina.
          El Brasil, siempre previsor, había solicitado al gobierno de Mitre autorización para el caso que necesite para que tropas brasileras pase por Misiones, basándose en el tratado Urquiza-Paranhos (1857). Mitre responde al gobierno imperial que ese tratado no le obligaba a él, autorizar una acción que comprometía su neutralidad.
          El 14 de enero de 1865, también el Gral. López solicitaba al gobierno de Mitre permiso para que su ejército pueda pasar por Corrientes a fin de atacar al Brasil. Pero Mitre, queriendo mantener su neutralidad, y para no convertir el territorio argentino en un "ring" donde brasileros y paraguayos dirimen sus conflictos, negó el permiso. Sobre este punto, la mayoría de los historiadores paraguayos cuestionan la negación del paso, argumentando que la Argentina, en un gesto de evidente parcialidad, permitía a la escuadra brasilera el tránsito por los ríos de la Plata y Paraná, y negaba al Paraguay por tierra, solo porque el Brasil poseía una flota de guerra superior. Pero la pura verdad es que, los ríos internacionales fueron declarados libres, conforme el tratado de Viena de 1815 (ver, “La conducción del ejército paraguayo en la GTA” por T.R. Delgado); amén de que en 1857 el presidente de la Confederación Argentina, Gral. Urquiza, había firmado un tratado con el Brasil, en el cual declararon la libre navegación de los ríos de la Plata, Paraná y Uruguay. A estos hay que agregar el tratado Solano López-Paranhos (1858) en el que se declaraba la libre navegación del río Paraguay, incluyendo hasta tres (3) buques de guerra.
          El 20 de febrero de 1865, terminó la represalia de Brasil contra el Uruguay, acordando entre ambos países una alianza contra el Paraguay.
          El mismo presidente paraguayo creó las condiciones para instituirse la Triple Alianza. La negativa de Mitre enfureció al Gral. López, que la consideró una actitud hostil hacia el Paraguay. Por esta razón, y encandilado por tentaciones utópicas, el presidente paraguayo, el 15 de febrero de 1865 convoca al Congreso a una sesión extraordinaria para el 5 de marzo. El día fijado se reúne el Congreso en Asunción. Luego de un breve debate sobre el proyecto presentado por el presidente López, el Congreso aprobó por unanimidad los siguientes puntos: 1) Aprobar la invasión que se llevó a cabo al Estado brasilero de Mato Grosso, y continuar la guerra contra el Brasil. 2) Declarar la guerra al gobierno de la Argentina. 3) Conferir al presidente, Gral. López la jerarquía de Mariscal de Campo. 4) Etc.
          El 14 de abril de 1865, comienza la guerra contra la Argentina. El flamante Mariscal mandó ocupar la ciudad de Corrientes con una división de 25.000 hombres. Luego, las tropas paraguayas avanzan hacia Goya.
           Ya hemos dicho que la “legítima defensa” comprende simples medidas de defensa y que es un derecho natural de todo Estado soberano. Constituye una respuesta a un ataque del agresor. ¿Cuándo se usa?: El Derecho Internacional autoriza a los Estados soberanos una reacción violenta e inmediata contra agresiones a los intereses vitales de la nación (Independencia, integridad territorial, invasión de sus territorios, etc). Sólo se la considera legítima si hubo ataque armado. El 1° de mayo de 1865 se reunieron en Buenos Aires los representantes del Brasil, Uruguay y la Argentina; y haciendo uso del derecho de la legítima defensa, instituyeron  la Triple Alianza para responder a la invasión del ejército paraguayo a sus respectivos territorios.
Luque-Paraguay, 14 de setiembre de 2015
          PRÓXIMO ART. “CAUSAS DE LA GUERRA DEL 70 Y EL PATRIOTISMO”.



          LEGÍTIMA DEFENSA-REPRESALIA-GTA. PARTE V. Causas de la guerra y el patriotismo. Cuando uno desea tomar mate, llena una pava de agua y se pone a hervir, el vapor suele levantar la tapa de la pava. ¿Por qué ocurre esto?, nunca me preocupé saberlo porque no soy físico. Cualquiera sabe que el calor hace que el agua se convierta en vapor y este ejerce presión hacia arriba, lo que es verdad pero no explica nada. Del mismo modo se puede narrar las batallas –hasta un escolar puede hacerla- sin tratar de explicar porqué y para qué un jefe decide adoptar la actitud defensiva, porqué escogió ese lugar para la defensa, con qué obstáculos naturales cuenta, cuales son sus posibilidades de éxito luego de confrontar sus  medios con los del enemigo, cómo está la moral de sus tropas y su logística, etc. Y para atacar, qué condiciones debe reunirse, de dónde partir, por dónde avanzar, con qué dispositivo atacar, qué características del terreno eligir para la dirección de su ataque principal, y si el terreno permite o no maniobrar con su caballería por los flancos, etc. Al final de la narración corresponde hacer un análisis crítico del resultado de la batalla para señalar los principios aplicados por el vencedor y qué actitud hubiera tomado el jefe derrotado para evitar la derrota o minimizar sus pérdidas.
          Decir que la guerra de la Triple Alianza empezó porque el ejército de Brasil invadió el Uruguay o estalló porque Solano López lo quería (lo que es cierto), pero ambos hechos no aclaran nada. Si el narrador no explica todo eso y varias cosas más, deberá abstenerse de hacerse llamar historiador militar. El estudio de la historia de la guerra de la triple Alianza, como el estudio de cualquier acontecimiento histórico, es un estudio de causas, por consiguiente, lo que corresponde es decir la causa de por qué lucharon los paraguayos y aliados. Cada acción de una guerra o de una batalla debe ser narradas relacionándola con las operaciones anteriores y con las posterior.
           Ejemplos: si en un examen de historia, se le pregunta al estudiante, ¿por qué estalló la guerra de de 1864-1870? Si su respuesta es porque Brasil invadió territorio de Uruguay, sin citar otras, tendrá suerte si obtiene un aprobado. Si otro estudiante respondiendo a la misma pregunta enumera hasta una docena de causas de aquella guerra, es probable que reciba una calificación de muy buena, pero no una nota mejor; porque el concepto de un verdadero profesor de historia tal vez sería el de “bien informado, pero sin imaginación”, porque espera que la lista sea reducida a un orden, a establecer jerarquías para decidir qué causa debe considerarse como la causa básica de la guerra considerada, o sea, la madre de todas las causas. Seguidamente, trataremos de ordenar de modo arbitrario las causas de la guerra de la triple Alianza por orden de importancia según nuestro criterio: 1) La invasión del territorio de la Argentina por el ejército paraguayo (sin esta acción no habría Triple Alianza); 2) Las invasiones de las provincias brasileras de Mato Grosso y Río Grande del Sur; 3) Apresamiento del barco brasilero “Marquéz de Olinda”; 4) La negativa de Mitre de otorgar a López libre tránsito de tropas paraguayas por territorio argentino para atacar al Brasil; 5) La invasión de tropas brasileras del territorio uruguayo en son de represalia, que no constituía acto de guerra de Brasil contra el Uruguay; 6) El fracaso de la conferencia de Punta del Rosario; 7) La nota del gobierno paraguayo del 30 de agosto de 1864; 8) El rechazo por el Brasil y el Uruguay del ofrecimiento de Solano López como mediador en la guerra interna del Uruguay; 9) La firme creencia de López que Corrientes, Entre Ríos y el Uruguay le acompañarían; 10) La seguridad de López que la cantidad mayor de hombres y la valentía de las tropas paraguayas bastaban para ganar la guerra; 11) El subestimar el valor combativo de los brasileros, argentinos y uruguayos.
          Como acabamos de ver, el historiador se encuentra ante múltiples causas de la guerra de las cuales hay que saber seleccionar las causas más decisivas y omitir los que carecen de importancia. Los historiadores que discrepan acerca de cuándo empezó la guerra de la Triple Alianza, discrepan en la interpretación u omisión de ciertos acontecimientos.
          Pienso que los paraguayos necesitamos exaltar menos el espíritu bélico de los compatriotas, porque ello tiene su momento, y dedicarnos más a escudriñar el fenómeno guerra para conocer mejor cómo y porqué ocurre, y si este se verifica, cómo hay que enfrentarla. La guerra y las batallas no se ganan con arenga, con apasionar a los ciudadanos con glorias bélicas, con palabras desafiantes o con el lema de “vencer o morir”  considerado como lema absurdo, porque nadie ha cumplido hasta ahora. Cuando estalla la guerra y está comprobado que no se puede ganar (fracaso de las campañas de Uruguayana y de Corrientes) todo gobierno tiene la obligación de negociar la paz. En la entrevista de Jataity Korá y la incitante sugerencia de los aliados a López, en Lomas Valentinas (Dic-1868), para deponer las armas, después de la total destrucción de nuestro segundo ejército en Villeta, Solano López rechazó ambas ofertas con altivez, como si un general en jefe del ejército cuando el país caía a pedazos y se encuentra ante el dilema de rendirse o seguir exponiendo al pueblo paraguayo a la humillación y a inútiles sacrificios, estuviera en situación de imponer condiciones, marcar normas y exigir paz honrosa. Es derecho consuetudinario entre los países en guerra,  que si el derrotado no acepta las condiciones del vencedor, el gobierno será perseguido hasta ser capturado o muerto.
         La guerra no es una pasión ciega, sino que se hace por un objetivo político, el valor y la importancia del objetivo político determinan las medidas de los sacrificios en cuanto a recursos humanos y bienes materiales. Tan pronto se estima que los gastos para mantener las fuerzas militares son demasiado grande que ni la conquista del objetivo podrá compensar, y ya no justifica el sacrificio de la nación, el objetivo político debe cambiar y el resultado lógico será aceptar las condiciones del vencedor; porque la guerra es tan solo un juez supremo o un árbitro al que se apela después de agotar los medios pacíficos para saber de qué lado está la razón o el derecho. Dilucidada la cuestión por las armas y hay un vencedor y un vencido, continuar la guerra que ya está perdida es sacrificar inútilmente la vida de los compatriotas. Vale decir, luego de que el Mcal. López perdió la batalla decisiva (campañas de Uruguayana y Corrientes) no había razón suficiente para obligar al pueblo paraguayo a más sacrificio que a nada bueno conduce. Conquistar gloria sin provecho para la patria es vano esfuerzo.

MAÑANA, PARTE FINAL: CONCEPTOS SOBRE EL PATRIOTISMO.







viernes, 21 de agosto de 2015

LAS FUERZAS ARMADAS Y LA NACIÓN

          LAS FF AA Y LA NACIÓN. En el diario ABC Color del día de ayer domingo 16 de agosto, página 4, aparece un artículo del experto en política de defensa, Abog., Jacinto Santa María, con el sugestivo título “¿US$ 600 millones más para las Fuerzas Armadas?”. El razonamiento del mencionado especialista, según mi parecer, sólo es lógicamente correcto en apariencia, y que lo ha concebido  con la intención de inducir a la opinión pública a oponerse al aumento del presupuesto de las FF AA. Está demostrada que el desarrollo del país y la seguridad nacional debe avanzar juntos para ubicar la paz, la justicia y la prosperidad de nuestra nación por encima de todo. En nuestro continente, el Paraguay es el que menos gasta, conforme PIB de cada país, en sus FF AA.
      Uno de los varios puntos que me preocupa del mencionado artículo es el planteamiento de llevar  “a un amplio debate político y ciudadano para analizar su justificación”. Como si el accidente de helicóptero ocurrido la semana pasada para descubrir la causa, un asunto que corresponde a especialistas, debiera llevarse la discusión en el Mercado 4. La organización, instrucción, equipamiento, armamento, logística, etc., de las FF AA son cuestiones eminentemente técnica.
      Al personal de las FF AA le es indispensable acompañar la evolución de la tecnología bélica. Para abreviar, me parece que el Abog., Jacinto Santa María, debería haber pasado antes de escribir el artículo de marras, por el ministerio de defensa nacional para enterarse en qué estado de necesidad se encuentran el equipo y los armamentos (fusil, ametralladora, mortero, cañones, tanques, etc., para el ejército; buques de guerra de la marina, aviones de la fuerza aérea, y la indispensable logística. Y qué cantidad de estos elementos se encuentran en depósitos para caso de movilización de la reserva de las FF AA.
       Las FF AA cuentan con profesionales militares de altísimo nivel que permanentemente están realizando la correspondiente apreciación de la situación estratégica para estar prevenido. Y estar prevenido significa contar con reservistas bien instruidas, encargar para la compra –que debe hacerse como mínimo cinco años antes de empezar la movilización de los reservistas- equipos y armamentos con antelación, a fin de armar a las tropas en caso de movilización.
        Considerando que aún entre los especialistas no se tiene un concepto acabado sobre las FF AA de la nación, y ni qué decir de los políticos y ciudadano común, he resuelto publicar a partir de hoy, algunos artículos de mi libro inédito “Las FF AA y el Estado”.
        INTRODUCCIÓN I. Mi trabajo sólo consiste, principalmente, en juntar ideas y opiniones sobre las FF AA, y poner a consideración de los compatriotas el cúmulo de materiales reunidos. La parte científica que me corresponde radica en la intención de poner de relieve la esencia de los elementos y factores que caracterizan a las FF AA, en mostrar de qué modo se vinculan con el Estado y porqué es una institución fundamental de una asociación política.
       Las proposiciones que ofrezco tienen su fundamento en grandes obras del pensamiento, en la reflexión y en el concepto mismo de la guerra. Es decir, no son sino simple resumen del acopio de pensamientos, ideas y opiniones sobre las instituciones armadas.
       Tal vez este trabajo no constituye más que un hatillo de trivialidades y sandeces que pretende ser coherentes. Me he inclinado a presentar, como si de pequeños granos de oro y plata se trataran las ideas, largos años de estudio y de reflexión sobre las FF AA, y la guerra que es sin duda alguna consecuencia de la competencia y la lucha por la vida. Debido a esta lucha todo Estado necesita de FF AA, porque de los muchos Estados que existen actualmente, algunos irán desapareciendo, otras sobrevivirán y tal vez nacerán nuevos Estados, en perfecta consonancia a la teoría de Charles Darwin de “adaptación al medio, selección natural o la supervivencia de los más aptos”.
       Si un país debilita o suprime sus FF AA, y como dice un principio de Física, a la naturaleza le horripila el vacío, por tanto, pronto se llenaría el espacio dejado con asociaciones armadas con fines criminales o crematísticos, o estimularía la creación de grupos rebeldes con propósitos de separatismo. Lo más grave es la situación propicia que se instauraría para que un país sea fraccionado políticamente en pequeños Estados.
       Al gobierno le ha sido dado usar la fuerza para reducir a rebeldes, refractarios y desobedientes para alcanzar los fines del Estado. Por consiguiente, sería una irresponsabilidad de los hombres mejor ilustrados de nuestra nación querer negar la importancia de las FF AA. Debe llamarnos a la reflexión la actual situación de Colombia con dos fuerzas armadas y el hecho ocurrido en Chechenia, una de las 21 repúblicas de la Federación de Rusia, cuando el 1º de septiembre de 2004, un grupo de rebeldes partidarios del separatismo tomaron una escuela con mas de mil personas y las mantuvieron como rehenes hasta que tropas del ejército ruso irrumpieron en la escuela, a sangre y fuego, rescatando a la mayoría de los niños sano y salvo. Estos dos ejemplos confirma lo que Trotski afirmaba: “Todo Estado está fundado en la violencia”, porque todo Estado está sometido a un permanente peligro de fraccionamiento.
       Nicolás Maquiavelo (1469-1527) en su libro “Del arte de la guerra”, escribe: “El mejor de los regímenes, sin protección militar, correría la misma suerte que aguardaría a las estancias de un soberbio y real palacio que, aun resplandeciente de oro y pedrería, carecieran de techo y no tuviera nada que las resguardase de la lluvia”.

        CONTINUARÁ


 LAS FF AA Y LA NACIÓN. INTRODUCCIÓN II. Con la publicación de los artículos, lo más resumido posible, me propongo tres fines: difundir ideas que justifican a las FF AA, estimular la lectura sobre temas militares y probar que un Estado sin una fuerza militar eficiente para su defensa no puede sobrevivir. Quiero agregar a esto, que cada vez que me encuentro con una idea nueva me regocijo como si fuese mía, porque creo que lo importante es, no que sea mía, sino que sea conocida. Respecto a esto, el escritor francés Jean de La Bruyere (1645-1696) afirmaba que todo está dicho, que el arte consiste en vaciar lo dicho en moldes nuevos.
           Mi intención es compartir con los amigos de Facebook.com, el acopio de opiniones, ideas, pensamientos sobre la importancia de contar y mantener una eficaz fuerza militar. Por tanto, es preciso que los militares profesionales consoliden constantemente sus conocimientos, aguardando a que el destino les tome como medio y les mande ejecutar; y para que así sea, el gobierno nacional (poderes ejecutivo y legislativo) tiene la obligación de crear las condiciones apropiadas, porque las FF AA son tal cual como los políticos las desean. Si los oficiales tienen robustecidas sus conocimientos, se cuentan con suboficiales bien dotados,  reservistas bien instruidos, y buenos armamentos, nuestras fuerzas militares estarán  prontos, en el instante supremo en que el destino de nuestra nación se encuentra ante la terrible disyuntiva de paz o guerra. Y si es forzada a aceptar el reto de luchar para defender algunos de los intereses vitales de nuestra nación sobre los campos de batalla, no podría caber duda alguna que nuestras FF AA cumplirán con su deber como tiene  demostrado a lo largo de su historia. DE LO CONTRARIO, el día del peligro, el día en que el destino de la nación paraguaya deberá jugarse en una guerra en defensa de la independencia o soberanía o de la integridad territorial, la nación buscaría en vano oficiales dignos de la victoria.
       Los comentarios que en los días sucesivos estaré poniendo a consideración de la gente, que por motivo eminentemente pragmático está dividido en capítulos, contiene y desarrolla, y se van desgranando de forma no muy ordenada ni homogénea aspectos como paz imposible, el pacifismo, porqué un Estado no puede conservarse sin fuerza eficiente, el tamaño conveniente de una fuerza armada, el servicio militar obligatorio (SMO) y la objeción de conciencia.
          Tal vez, no habrá que esperar mucho tiempo para ver cómo un espíritu superior al mío, aquel camarada al que Dios ha distinguido con sus dones de inteligencia, talento e ingenio, sabrá presentar en lugar de estos conceptos dispersos, un conjunto fundido de ideas y juicios exentos de toda aleación.
       La única ambición que tengo es explicar y vulgarizar la importante misión de las fuerzas armadas, elemento esencial de un Estado, que no es ni tan conocida ni tan bien estudiada por los políticos como pudiera desearse. A menudo se recuerda su misión constitucional, pero pocas veces ha sido bien comprendida.
       Estaré muy agradecido a todas las personas por su interés en este trabajo, y desde ya por la enorme contribución con la que podrán colaborar a mejorar la calidad de mis esfuerzos. Sin embargo, seré el único responsable de las ideas, opiniones y los errores de esta publicación, que posiblemente muchos la juzgarán desdeñable por no traer ninguna novedad, pero si llega a originar otra mejor, me sentiré sumamente dichoso de no haber malogrado mi tiempo.
Continuará mañana con el capítulo I. Paz imposible, guerra improbable.
                                                          Luque, 17 de agosto de 2015.-

                                                                                 Coronel (R) Teodoro Ramón Delgado.


      LAS FF AA Y LA NACIÓN - CAPÍTULO I: “PAZ IMPOSIBLE, GUERRA IMPROBABLE”.
      La situación habitual del hombre, así como de pueblos y naciones, es la competencia. Esta es la que origina desconfianza y conflicto de intereses que frecuentemente llevan a la lucha, cuyas formas son innumerables. La historia nos enseña que desde la época más remota la humanidad asiste a un permanente conflicto entre hombres, tribus, pueblos y países. Este antagonismo generado por la competencia y la desconfianza lleva a la violencia, ya sea por zonas de caza, cuestiones económica, política, ideológica, religiosa, étnica, territoriales, cursos de agua, manipulación del medio ambiente, desarrollo de armas prohibidas, etc.; porque existen tantos motivos  de conflictos como riquezas sean objeto del deseo de los demás. Por consiguiente, podemos inferir que no existe “la paz perpetua” (la frase es el título de una obra de E. Kant) entre los hombres ya que el antagonismo es incesante. Este argumento podemos reforzar con el pensamiento del eximio filósofo inglés Thomas Hobbes, necesaria para entender mejor la esencia de lo que estoy queriendo probar. “En su deseo natural de acrecentar poderes, cada hombre tiene que habérselas con cada otro hombre. Y esa competencia por la adquisición de riquezas, honores, dignidades, o cualquier otro signo de poder, lleva al antagonismo, a la enemistad y a la guerra. La primera inclinación natural de todo ser humano es un perpetuo e inalcanzable deseo de conseguir poder tras poder, que solo cesa con la muerte. Esto no siempre es porque no se contente con un poder moderado, sino porque no puede asegurarse el poder y los bienes que tiene en el presente para vivir bien, sin adquirir otro más. Y cuando esto ha sido alcanzado, otro nuevo deseo tiene lugar”. Por tanto, no puede caber duda alguna que la competencia, el deseo de incrementar más poder, y la búsqueda constante de la seguridad de los bienes son las que a menudo llevan a la guerra entre las naciones.
     Si hacemos una somera apreciación de la situación general de los conflictos bélicos en el mundo a la luz de los acontecimientos de los últimos 60 años, nos convenceremos que las FF. AA son imprescindibles, y para comprender y valorar mejor su importante misión debemos contemplarlas en el contexto del conflicto sin fin del que el Paraguay forma parte; y así llegaremos a la conclusión de que es necesario contar con una fuerza militar eficiente para la defensa de los intereses vitales de la nación. Porque así como afirma el físico norteamericano, Julius Robert Oppemheimer (1904-1967, tuvo un papel importante en las investigaciones nucleares): “Un Estado que carece de fuerzas para conservarse no tiene derecho a la existencia”. De lo contrario, sería contradecir la ley de naturaleza. Porque, si el gobierno nacional debilita nuestras FF AA o las desarma en un tiempo, a sabiendas que en nuestra región nadie hace lo mismo, solo logrará convertirse en presa fácil de los vecinos, facilitando así, deliberadamente, la propia desaparición del paraguay como estado independiente y soberano, lo cual es contrario al fundamento de la defensa propia.
Si preguntamos a cualquier ciudadano más o menos instruido: ¿qué guerras hubieron desde la terminación de la Segunda Guerra Mundial?, sin dudar, probablemente, nos citará las de Corea (1950) , de Vietnam (1957), árabe-israelíes (1967) , las Malvinas (1982) Irak-Irán (1980) , Golfo Pérsico (1990) , Afganistán-Usa (2001), Alianza Inglaterra y USA-Irak (2003), etc. Sin embargo, en los últimos 50 años,  según el Instituto Internacional  de  Esto- colmo para la Investigación sobre la Paz (SIPRI), el mundo ha conocido cerca de 160 conflictos bélicos en que perecieron aproximadamente 7.200.000 combatientes, casi el equivalente de la Primera Guerra Mundial. Además, SIPRI informó la existencia de 30 conflictos bélicos sólo en 1990. En Ruanda, en 1994 hubo un millón de combatientes muertos. Dice SIPRI que durante los últimos 55 años, sólo un mes la Humanidad vivió sin guerra. Señalemos que después de la guerra de la Triple Alianza (1864-1870), había que ser un lunático para pensar en otra guerra. Sin embargo, 62 años después estalló la Guerra del Chaco, en el mismo momento en que el presidente de los EE UU, Heber Hoobert (1929-1933) planteaba al mundo, “la necesidad de reducir la abrumadora carga de los armamentos que  ahora gravitan sobre los asalariados del mundo. Mi objetivo es lograr la prohibición de los tanques de guerra, las armas químicas, los grandes cañones y los aviones de bombardero”. Siete años después empezó la guerra más destructiva  de la historia: La Segunda Guerra Mundial.
Los titulares sobre conflictos armados que todos los días escuchamos, leemos y vemos por la prensa nacional, no han acallado al coro de pacifistas que constantemente recomiendan suprimir o reducir gastos de nuestras FF. AA, sin considerar que antes será necesario abolir la competencia para garantizar la paz. Además, la variedad de los esfuerzos realizados para evitar o detener las guerras, y la manera como renacen siempre bajo nuevas formas y pretextos, nos hacen creer que “el mal es incurable, inevitable y que constituye una de las funcio      LAS FF AA Y LA NACIÓN - CAPÍTULO I: “PAZ IMPOSIBLE, GUERRA IMPROBABLE”.
      La situación habitual del hombre, así como de pueblos y naciones, es la competencia. Esta es la que origina desconfianza y conflicto de intereses que frecuentemente llevan a la lucha, cuyas formas son innumerables. La historia nos enseña que desde la época más remota la humanidad asiste a un permanente conflicto entre hombres, tribus, pueblos y países. Este antagonismo generado por la competencia y la desconfianza lleva a la violencia, ya sea por zonas de caza, cuestiones económica, política, ideológica, religiosa, étnica, territoriales, cursos de agua, manipulación del medio ambiente, desarrollo de armas prohibidas, etc.; porque existen tantos motivos  de conflictos como riquezas sean objeto del deseo de los demás. Por consiguiente, podemos inferir que no existe “la paz perpetua” (la frase es el título de una obra de E. Kant) entre los hombres ya que el antagonismo es incesante. Este argumento podemos reforzar con el pensamiento del eximio filósofo inglés Thomas Hobbes, necesaria para entender mejor la esencia de lo que estoy queriendo probar. “En su deseo natural de acrecentar poderes, cada hombre tiene que habérselas con cada otro hombre. Y esa competencia por la adquisición de riquezas, honores, dignidades, o cualquier otro signo de poder, lleva al antagonismo, a la enemistad y a la guerra. La primera inclinación natural de todo ser humano es un perpetuo e inalcanzable deseo de conseguir poder tras poder, que solo cesa con la muerte. Esto no siempre es porque no se contente con un poder moderado, sino porque no puede asegurarse el poder y los bienes que tiene en el presente para vivir bien, sin adquirir otro más. Y cuando esto ha sido alcanzado, otro nuevo deseo tiene lugar”. Por tanto, no puede caber duda alguna que la competencia, el deseo de incrementar más poder, y la búsqueda constante de la seguridad de los bienes son las que a menudo llevan a la guerra entre las naciones.
     Si hacemos una somera apreciación de la situación general de los conflictos bélicos en el mundo a la luz de los acontecimientos de los últimos 60 años, nos convenceremos que las FF. AA son imprescindibles, y para comprender y valorar mejor su importante misión debemos contemplarlas en el contexto del conflicto sin fin del que el Paraguay forma parte; y así llegaremos a la conclusión de que es necesario contar con una fuerza militar eficiente para la defensa de los intereses vitales de la nación. Porque así como afirma el físico norteamericano, Julius Robert Oppemheimer (1904-1967, tuvo un papel importante en las investigaciones nucleares): “Un Estado que carece de fuerzas para conservarse no tiene derecho a la existencia”. De lo contrario, sería contradecir la ley de naturaleza. Porque, si el gobierno nacional debilita nuestras FF AA o las desarma en un tiempo, a sabiendas que en nuestra región nadie hace lo mismo, solo logrará convertirse en presa fácil de los vecinos, facilitando así, deliberadamente, la propia desaparición del paraguay como estado independiente y soberano, lo cual es contrario al fundamento de la defensa propia.
Si preguntamos a cualquier ciudadano más o menos instruido: ¿qué guerras hubieron desde la terminación de la Segunda Guerra Mundial?, sin dudar, probablemente, nos citará las de Corea (1950) , de Vietnam (1957), árabe-israelíes (1967) , las Malvinas (1982) Irak-Irán (1980) , Golfo Pérsico (1990) , Afganistán-Usa (2001), Alianza Inglaterra y USA-Irak (2003), etc. Sin embargo, en los últimos 50 años,  según el Instituto Internacional  de  Esto- colmo para la Investigación sobre la Paz (SIPRI), el mundo ha conocido cerca de 160 conflictos bélicos en que perecieron aproximadamente 7.200.000 combatientes, casi el equivalente de la Primera Guerra Mundial. Además, SIPRI informó la existencia de 30 conflictos bélicos sólo en 1990. En Ruanda, en 1994 hubo un millón de combatientes muertos. Dice SIPRI que durante los últimos 55 años, sólo un mes la Humanidad vivió sin guerra. Señalemos que después de la guerra de la Triple Alianza (1864-1870), había que ser un lunático para pensar en otra guerra. Sin embargo, 62 años después estalló la Guerra del Chaco, en el mismo momento en que el presidente de los EE UU, Heber Hoobert (1929-1933) planteaba al mundo, “la necesidad de reducir la abrumadora carga de los armamentos que  ahora gravitan sobre los asalariados del mundo. Mi objetivo es lograr la prohibición de los tanques de guerra, las armas químicas, los grandes cañones y los aviones de bombardero”. Siete años después empezó la guerra más destructiva  de la historia: La Segunda Guerra Mundial.
Los titulares sobre conflictos armados que todos los días escuchamos, leemos y vemos por la prensa nacional, no han acallado al coro de pacifistas que constantemente recomiendan suprimir o reducir gastos de nuestras FF. AA, sin considerar que antes será necesario abolir la competencia para garantizar la paz. Además, la variedad de los esfuerzos realizados para evitar o detener las guerras, y la manera como renacen siempre bajo nuevas formas y pretextos, nos hacen creer que “el mal es incurable, inevitable y que constituye una de las funciones sociales” (Gastón Beauthoul, sociólogo francés), vale decir, que es imposible erradicar la guerra sin reemplazarla, de tal manera que la función pueda continuar cumpliéndose.
Por consiguiente, proponer reducir gastos o peor aún, que se suprima nuestras FF. AA o el cierre “temporal” de la Academia Militar tal como había propuesto al Congreso de la Nación hace algunos años una senadora de la nación, porque aseguraba que la paz en el mundo ya es un hecho. Pensar de este modo es combinar la tragedia con la ironía.

 nes sociales” (Gastón Beauthoul, sociólogo francés), vale decir, que es imposible erradicar la guerra sin reemplazarla, de tal manera que la función pueda continuar cumpliéndose.
Por consiguiente, proponer reducir gastos o peor aún, que se suprima nuestras FF. AA o el cierre “temporal” de la Academia Militar tal como había propuesto al Congreso de la Nación hace algunos años una senadora de la nación, porque aseguraba que la paz en el mundo ya es un hecho. Pensar de este modo es combinar la tragedia con la ironía.
Luque - Paraguay: sábado, 22-Ago-2015


LAS FF AA Y LA NACIÓN. CAPÍTULO II, “UN ESTADO NO PUEDE CONSERVARSE SIN FUERZAS MILITARES”.
Si dos personas o dos países compiten porque desean una misma cosa que no puede ser compartida por ambos, se convierten en enemigos; y para lograr su propósito, se empeñan en destruirse y someterse mutuamente. De esto nace la desconfianza que frecuentemente lleva a la guerra. El modo más razonable de protegerse contra esa desconfianza, que tantos los hombres como los países se inspiran recíprocamente, es la de contar con una fuerza disuasiva capaz de entrar en acción en caso de amenaza o agresión. Es por este motivo que los países se controlan y se observan recíprocamente, es decir, con sus cuarteles y cañones instalados en los fortines de sus fronteras, espiándose constantemente en actitud belicosa, de tal manera que cuando uno empuña una ametralladora no tenga que defenderse el otro con un machete.
          Los activistas de la paz de muy digno propósito, creen que nuestras FF. AA no tienen capacidad para cumplir su misión constitucional, ni tampoco confían en el arrojo y la determinación de los miembros de nuestras FF AA de desatar, quizá hasta lo apocalíptico, antes de entregar algún interés vital de la nación (independencia, integridad territorial, población, recursos naturales, etc.) sin luchar; tal como ya lo demostró las veces en que los destinos de nuestra nación se han jugado sobre los campos de batalla. Pero hay una cosa cierta: que para ganar una guerra no basta tener un ejército compuesto de numerosos hombres, sino también son necesarios contar con 4 elementos esenciales: 1) que el país tenga suficiente potencial de guerra (cantidad y calidad de la población, economía próspera, costa al mar, aliados confiables, etc), para mantener el poderío de las fuerzas militares hasta el fin de la guerra; 2) diplomacia de alta calidad; 3) buenos armamentos; y 4) generales idóneos, y, oficiales y suboficiales bien dotados, etc.
           Por estas consideraciones, creo necesario prevenir contra la imprudencia de confiar únicamente en tratados, buenas relaciones y en la aparente paz que actualmente reina en nuestra región, pero ¿quién garantiza que esta situación continuará indefinidamente? “No conozco cosa alguna en el mundo que permaneciera siempre en el mismo lugar”, escribió Renè Descartes; y para Galileo, lo natural era el movimiento y no el reposo. Así también, el general italiano Héctor Bastico en su libro “La evolución del arte de la guerra”, asevera nuestra conjetura sustentando el siguiente concepto: “Un país no puede conservarse sin un buen ejército, porque si él no acomete, lo acometen los demás, si no tiene preocupaciones externas, las tiene internas, por cuanto es una ley universal que nada permanezca inmóvil bajo el sol, ...”. Por consiguiente, mientras los demás países no renuncian a su derecho de contar con un poder militar, no hay razón para que nosotros estemos obligados a hacerlo, pues, ello implicaría el convertirnos en una presa fácil para los otros, cosa a la que nadie está obligado. Además, no podemos dejar pasar por alto la siguiente aseveración de Platón: “Solo los muertos han visto el fin de la guerra”. Tampoco, la satírica inscripción, “La paz perpetua”, escrita en el rótulo de una pensión holandesa, en el que se había dibujado un cementerio, que Kant menciona al principio de una de su más relevante obra, “Sobre la paz perpetua”.
         Es preciso agregar, que la guerra no se evita solo con proponer la supresión de las FF. AA, ni con discursos, oraciones, manifestaciones, marchas lamentaciones por los medios de comunicación masiva en aras de la paz. En un mundo cada vez más competitivo y complejo hay veces que incluso la propia guerra se convierte en un instrumento necesario para evitar un choque aun mayor y más terrible.
        Muchos creen que los gritos de dolor y la rabia bastan para hacer desaparecer los conflictos armados. Es indudable que se oyen en el mundo muchas reclamaciones furiosas, iracundas, acompañadas de gritos de dolor y de rabia contra las guerras. Si estos fueran suficientes para lograr la paz que todos ansiamos, nuestras preocupaciones sobre las guerras habrían concluido y las FF. AA ya no tendrían razón de ser. Lastimosamente, ante la situación actual, suprimir o reducir nuestras FF. AA se debe descartar con la máxima firmeza de que es capaz la prudencia, pues, por muy remota que nos parezca otra guerra, es preciso contar con una fuerza capaz y dispuesta a defender los intereses vitales de la nación.
        Confiar nuestra seguridad nacional exclusivamente en organizaciones supranacionales, no solo sería fomentar nueva guerra, sino también significaría exponer a nuestro país a otra desmembración o a la desaparición como Estado independiente, porque no está escrito que tenemos que agradecer la defensa nacional al favor Divino. No ignoramos que tanto el presente como el futuro aconsejan prudencia, pero no pusilanimidad ni avaricia. Por tanto, debemos dejar perfectamente sentado que estamos dispuestos a otro exterminio antes de consentir por mezquindad y negligencia poner en peligro la supervivencia de nuestra nación. Por todo ello, no veo otra manera de suprimir las FF. AA si no se procede a realizar antes, las propuestas siguientes:
a.      Abolir las guerras.
b.     Evitar las competencias que son las generadoras de conflictos.
c.     Contratar servicios de protección militar basada en fuerzas superiores a nuestros vecinos, tal como los países de tecnología avanzada proporcionaron a Kuwait y a Arabia Saudita durante la Guerra del Golfo Pérsico (1990-1991). Pero, ¿cuánto costaría esto?
        Si alguna vez nos involucramos en un conflicto en donde es inevitable el empleo de nuestro poder militar –ya que la guerra es la prolongación de la política y las FF. AA sus instrumentos – podremos culparnos, no por habernos negado a luchar, que seguro no ocurrirá, sino por habernos resistido a pagar un tributo desagradable, pero relativamente módico comparado con los que debemos proteger: LA REPÚBLICA DEL PARAGUAY.
Luque, 25 de agosto de 2015.-
                   Cnel. (R) Teodoro Ramón Delgado


          LAS FF AA Y LA NACIÓN. CAPÍTULO III, “EL TAMAÑO
 CONVENIENTE”. Nuestras FF. AA no deben ser pequeñas como algunos sostienen ni tampoco parecer grande con unidades de denominación abultada, y sin guardar ninguna relación con la “dotación de paz” o efectivos disponibles, sino que deben ser suficientes para cumplir eficazmente la misión constitucional.
       Cualquier FF. AA, aun siendo pequeñas por el efectivo y por los medios materiales, pueden llegar a ser poderosas por sus buenos armamentos, idoneidad del personal, disciplina, estoicismo, espíritu combativo y alta moral. Hay FF. AA que parecen grandes y no lo son realmente, posiblemente a causa de esta misma grandeza meramente externa; por ello “hay que huir de la pequeñez real y de la grandeza aparente” (Platón).
       Hay compatriotas que no solo creen sino que pregonan constantemente, que nuestras FF. AA son incapaces de cumplir su misión, y afirman que son innecesarias. Sin embargo, nadie intenta proponer su sustitución, ni siquiera delinear perfiles utópicos de otra forma de defender y custodiar los intereses vitales de la Nación, o, que al menos idealmente parezcan preferibles. No hay que creer mucho en la autenticidad de la aparente incapacidad. Porque no son nuestras FF. AA, en cuanto instrumento del Estado, las que marchan mal en nuestro país, sino las tareas en qué emplearlas en tiempo de paz. Faltan que los políticos elaboren y aprueben leyes que indiquen nuevos roles, además de lo ya impuesto en La Constitución Nacional. Juzguemos la importancia de un utensilio por el grado de utilidad que proporciona.
          Aquí hay un error de óptica que conviene corregir de una vez porque da grima escuchar las sandeces  que a toda hora se dice de nuestras gloriosas FF. AA. Desde luego, existe una serie de críticas sobre la institución; pero si se toman una a una, se ve que ninguna de ellas permite la conclusión de que deba suprimirse o achicarse, sino al contrario, todas llevan por vía directa a la necesidad de “reformarlas”. Ahora bien: dice Ortega y Gasset, “lo mejor que humanamente puede decirse de algo es que necesita ser reformado, porque ello implica que es imprescindible y que es capaz de nueva vida, de nuevos roles”.
        Se dice por ejemplo que no son eficaces. Los militares debemos preguntar entonces: ¿para qué no es eficaz? Porque la eficacia es la virtud que  una organización tiene para producir una finalidad. En este caso la finalidad de nuestras FF. AA sería: garantizar que los intereses vitales de La Nación y el logro de los objetivos fijados por el gobierno de la nación, se hallen a cubierto de interferencias y perturbaciones sustanciales.
        Considerando que los intereses vitales son los relacionados con la “vida” de La Nación, es decir, su existencia soberana como tal. Por ello, es que podemos considerar que los intereses vitales son las bases sobre las que descansa un Estado soberano y de cuya preservación depende su existencia. Su daño, vulneración o violación trae aparejada una pérdida de la capacidad de la Nación-Estado para proyectarse en procura de sus objetivos, ya sea por disponer una libertad de acción menor en algún campo, cierta mengua en sus recursos o determinada disminución en su capacidad de decisión (soberanía).
        Por eso debemos exigir de quien proclama la ineficacia o inutilidad de nuestras FF. AA, que posea él o ella una idea clara de cuál es. Porque si en nuestro país no está hoy claro, ni aun teóricamente, en qué consiste lo que las FF. AA deben hacer en tiempo de paz y que corresponde exclusivamente a los políticos determinar, no tiene sentido acusar de ineficacia a nuestra gloriosa institución. Estos hechos son tan indiscutibles, que olvidar demuestra franca malicia. No se confunda, pues, la posibilidad y la urgencia de reformar para hacerlas más eficaces adecuándolas a las actuales necesidades, con declarar su inutilidad. Más valdría recordar que jamás el Estado Paraguayo ha creado organización más formidable, mejor estructurada y más eficiente que nuestras FF AA, tal como fue demostrada en dos guerras internacionales.                                                Luque, 27 de agosto de 2015.-


LAS FF AA Y LA NACIÓN. CAPÍTULO IV, Y ÚLTIMO. “GUERRA DE NECESIDAD". No es justo ni conveniente para ningún Estado serio empezar la guerra, no sólo porque generalmente pierde quien comienza, y rara vez son derrotados los que se mantuvieron dentro de su territorio (guerra del Chaco, 1932-1935), sino también, porque el gobierno no ha sido instituido para romper la paz y empezar aventuras bélicas, sino para conservar la paz y defender a la nación de vecinos codiciosos o belicosos. Por tanto, todo gobierno tiene la principal obligación de proteger a su pueblo y procurarle paz, orden y progreso.
        Aunque tuviésemos a nuestra disposición, además de nuestro valeroso y glorioso ejército, la aviación inglesa, los blindados israelíes y la logística norteamericana, siempre debemos esperar hasta que llegue la necesidad y el deber de luchar, porque no es justo comenzar una guerra a no ser que se tenga una conciencia limpia que nos permita decir: “cómo nos gustaría tener paz, pero nuestro codicioso vecino nos obligan a la guerra. Nosotros preferiríamos no hacerla para que la guerra no se califique simplemente de guerra sino de debida protección y de legítima defensa”.
         Es preciso distinguir la guerra que uno comienza por su deseo y voluntad y la guerra a la que es empujado por necesidad o por coacción. La primera es propia de naciones inclinadas a la guerra y la segunda es una guerra de necesidad. No está demás,  recordar que “Dios dispersa a los que tienen ganas de guerrear, porque quiere paz para los hombres y es enemigo de los que empiezan la guerra y rompen la paz”.
       Me parece que no es inoportuno recordar, como ejemplo, a los rectos caballeros de la Edad Media ante una afrenta: “no desenvainan fácilmente la espada, no provocan a nadie, ni revelan ganas de luchar, pero cuando se les obliga no andan con juegos. Su espada está firme en la vaina, pero si tiene que desenvainar, no vuelve sin sangre en ella”. Por el contrario, los temerarios, los insensatos y los bravucones son siempre los primeros en provocar pelea, así también son los primeros en huir o en pedir cuartel.
      La defensa es una honesta causa para luchar y por eso ninguna ley castiga la legítima defensa. Quien mata a alguien en legítima defensa no es culpable ante nadie. Es por ello que en cualquier sociedad es considerado injusto a quien comienza una pelea, y justo el que sea derrotado o finalmente castigado. De este modo, encontramos en la historia que han sido vencidos la mayoría que empezaron una guerra.
       Las relaciones entre los países vecinos cambian constantemente, pues, a veces son estrechas, a menudo son antagónicas y otras veces más propensas a los conflictos que otras. Por consiguiente, el Paraguay debe buscar constantemente la estrategia más conveniente para contrarrestar militarmente a los países con quienes no es improbable tener algún día relaciones tensas o muy antagónicas, por lo que necesitamos contar con un plan de desarrollo de nuestro potencial militar, así como contar con una diplomacia eficiente.
       Evidentemente, que el perfeccionamiento continuo del potencial militar en el mundo es consecuencia del desarrollo económico y social, pues, a medida que un país se haga económicamente más rico precisa ser más poderoso militarmente. Porque la guerra es una eventualidad para la que deben estar siempre dispuestos los gobiernos previsores.
        El tiempo, el esfuerzo y los gastos requeridos para conseguir un potencial militar de primera categoría son razones más que suficiente para que el gobierno de la nación busque otras maneras de contrarrestar el poderío militar de los países de la región. El atajo vislumbrado no puede ser otro que una estrategia conveniente que nos permita potenciar al máximo el efecto disuasivo de nuestras FF. AA frente a eventuales acciones militares que se pudieran llevar a cabo contra nosotros. Si la estrategia escogida es correcta, seremos fuertes y en condiciones de defender adecuadamente los intereses vitales de nuestra nación.
Luque, 01 de setiembre de 2015.-
FIN