jueves, 8 de octubre de 2015

TEMAS DE MACEDONIA O VARIOS TEMAS MEZCLADOS

LA VERDAD Y LA GUERRA DE LA TRIPLE ALIANZA

“LA VERDAD OS HARÁ LIBRES(Palabras de Jesucristo). Comparto el desarrollo abreviado de este comprimido artículo -con los generosos amigos que me siguen-, aparecido en el diario La Nación del 20 de agosto de 2007, cuyo autor usa el seudónimo de Carta del Centinela. Pero antes quisiera dejar por sentado que yo no soy partidario de los lopistas y menos de los antilopiztas, sólo soy partidario de la verdad. En la guerra de la Triple Alianza (1864-1870) hay una cosa clara e indiscutible; que el mariscal López, después de despertar grandes expectativas de triunfo en una guerra fácil y corta, y que el ejército paraguayo regresaría de los territorios de Brasil y la Argentina colmado de gloria y con poco sacrificio, resultó un fenomenal fracaso que llevó a la nación paraguaya  a un dramático e inútil holocausto.
     “El Paraguay es un país de mitos y leyendas. Casi nada de la historia relatada tiene alguna cercanía con la verdad, con los hechos reales. Todo se ha modificado para crear un mito acerca de supuestos próceres y héroes. A raíz de esto, los verdaderos próceres y héroes han quedado desdibujados en la sombra de una montaña de mentiras. Se dice que esas mentiras son indispensables para elevar la autoestima de un pueblo terriblemente azotado por el infortunio, Y ES OTRA MENTIRA. Gracias a esa descomunal mentira el paraguayo no ha encontrado hasta hoy su camino de redención. Siguiendo el derrotero de lo falso lo ha repetido una y mil veces, en la creencia que hacía bien, y en lugar de aumentar su autoestima la has disminuido terriblemente, porque en algún momento la VERDAD SE ABRE PASO.
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La verdad histórica es que F. S. López jamás pisó una academia militar y la mentira lo convirtió en un genio militar que perdió batalla tras batalla hasta destruir por completo al Paraguay. La verdad histórica es que José Félix Estigarribia fue un genio militar comparable a todos los más grandes estrategas militares de la Historia, pero la mentira se alzó de inmediato para señalar errores en su conducción de una Guerra victoriosa para ensalzar a algún teniente que se ufanó de ganar la guerra por abrir una picada en la selva. También, contra toda la documentación existente intentaron hacer creer que una guerra moderna se ganó a machetazos.
     “YO CREO QUE NOSOTROS LOS PARAGUAYOS TENEMOS QUE EXIGIR LA VERDAD, PORQUE LA VERDAD NOS HARÁ LIBRES. La autoestima falsa es como un globo, se va hinchando hasta que revienta, y deja solo un pedazo de goma rota como resultado. La autoestima conseguida SOBRE LA VERDAD, ES INCONMOVIBLE. Con la verdad tendremos próceres inatacables, héroes insuperables y una base tan firme para la autoestima que nadie en el mundo podrá conmover. Somos parte de un pueblo estoico y heroico, nunca esclavo ni servil, un pueblo que ha vivido un infortunio secular, pero que puede levantarse con la base de los EJEMPLOS VERDADEROS Y REALES. Somos un pueblo que no necesita inspirarse en ningún tirano para sentirse orgulloso. Creo que es nuestro deber comenzar a buscar la libertad a través de LA VERDAD”. (Los resaltados en letras mayúsculas son míos)”.
Luque, 8 de octubre de 2015.-


                                              ALGUNAS VIRTUDES MILITARES
          La valentía. La valentía nos permite enfrentar con responsabilidad una situación que evaluamos como de gran riesgo, pero que, al mismo tiempo, promete el logro de un objetivo que pretendemos alcanzar. La valentía nos permite, a pesar del miedo, actuar con la convicción de que lo que hacemos es correcto, y que vale la pena hacerlo, aunque resulte difícil y peligrosa.
    Ni cobardía ni temeridad: A pesar de lo que se supone, la valentía no excluye el miedo, por eso hay que dominar para que no se convierta en un estorbo para emprender una acción. Esto es, quizás, algo que debemos ayudarles a comprender a las tropas. No se trata sin embargo, de avanzar siempre y de desconocer la luz de alerta que el temor enciende, sino de discernir si cuándo hay razones suficientes para la retirada y cuándo, pese a todo, debemos avanzar. Esta es, por supuesto, una tarea difícil, ya que hasta los miedos que parecen más racionales suelen estar enraizados en otros irracionales, profundos, primarios, ligados a la posibilidad de perder la vida en la batalla.
Por ello, una manera de que las tropas se sientan en condiciones de luchar valientemente es la enseñanza de una buena educación moral y con el apoyo de su comandante. Muchas veces, la inseguridad, precisamente, alienta dos extremos opuestos de la valentía: la cobardía y la temeridad.
En el primer caso, nos convertimos en personas timoratas, no nos animamos a actuar y rehuimos las responsabilidades. En el segundo, al despreciar la advertencia del jefe o las prevenciones propias, tampoco tenemos una conducta responsable. Recordemos que hay dos maneras de huir, y una es huir hacia adelante, vale decir, avanzar temerariamente hacia la posición defensiva del enemigo.
    Valor y miedo: Todos tenemos miedo; el miedo forma parte de la vida y es bueno porque, en general, funciona como una alarma que nos dice: “¡algo hay que hacer!”. Pero, cuando suena esa alarma, ¿qué hacemos? ¿Huimos a escondernos? ¿O nos paramos a buscar la forma de resolver la situación? La segunda alternativa es la que marca la diferencia entre una persona valiente y otra que no lo es.
    Un valor necesario: También ayuda a superar momentos difíciles o muy dolorosos, y no dejar que la desesperación paralice nuestro espíritu de lucha. La valentía nos permite aceptar las consecuencias de lo que hacemos. Y nos convierte en personas confiables, responsables. Esto fortalece y enriquece la cohesión del batallón y mejora las relaciones entre los combatientes. La valentía ayuda a crecer, porque nos anima a enfrentar desafíos nuevos, a intentar resolver problemas que nunca antes se nos había presentado, aun corriendo el riesgo de equivocarnos.
Necesitamos valentía: el soldado mantener el deseo de estar siempre en la brecha. Los civiles, para defender lo que les parece bueno y correcto. Para emprender nuevos proyectos con entusiasmo. Para reconocer errores propios y corregirlos. Para intentar realizar sus sueños y luchar por ellos.
Inteligencia y prudencia: La verdadera valentía necesita de la inteligencia; Hay que saber distinguir claramente la valentía, que es hija de la prudencia, y la temeridad, que es hija de la insensatez. Esto ayuda a discernir entre aquello que tememos pero podemos afrontar, y aquello que tememos pero que es necesario evitar. Podés temerle a un ataque del enemigo, pero tenés condiciones para enfrentarlo. Seguramente te da miedo atravesar una zona batida por la artillería enemiga, y lo evitás o cruza en el momento adecuado. Actuar con valentía no es garantía de triunfo. Nos puede ir bien o mal. De lo que debemos estar seguros es que hay una gran diferencia entre ser un cobarde y ser un valiente.
           No somos valientes cuando:
-         Mentimos para ocultar nuestros errores y evitar un castigo.
-         Pensamos que la valentía es de superhéroes.
-         No nos animamos a hacer nada por temor a que nos vaya mal, o por comodidad.
-         Nos “achicamos” ante la primera dificultad, y dejamos de lado las ilusiones.

          Pensamientos valientes. Aquel que aprovecha su fuerza para dominar o sojuzgar a alguien más débil, es un cobarde. Valentía no es la ausencia de temor, sino más bien considerar que la defensa nacional es más importante que el temor
 La valentía: Muchas veces pensamos que el valor se mide por el miedo que despiertan en los demás la fuerza o la prepotencia con que actuemos. No es valiente el que, desde una posición de fortaleza y superioridad atropella todo lo que se interpone en su camino, sino aquel que, en apariencia débil e insignificante, se enfrenta con determinación a todas las dificultades y obstáculos que la vida le presenta, desde los más pequeños, hasta los que parecen más insalvables.
Luque, 12 de octubre de 2015.-