TEMAS DE MACEDONIA O VARIOS
TEMAS MEZCLADOS
LA VERDAD Y LA GUERRA DE LA
TRIPLE ALIANZA
“LA VERDAD OS HARÁ LIBRES” (Palabras
de Jesucristo). Comparto el desarrollo
abreviado de este comprimido artículo -con los generosos amigos que me siguen-,
aparecido en el diario La Nación del 20 de agosto de 2007, cuyo autor usa el
seudónimo de Carta del Centinela. Pero antes quisiera dejar por sentado que yo
no soy partidario de los lopistas y menos de los antilopiztas, sólo soy
partidario de la verdad. En la guerra de la Triple Alianza (1864-1870) hay una
cosa clara e indiscutible; que el mariscal López, después de despertar grandes
expectativas de triunfo en una guerra fácil y corta, y que el ejército
paraguayo regresaría de los territorios de Brasil y la Argentina colmado de
gloria y con poco sacrificio, resultó un fenomenal fracaso que llevó a la
nación paraguaya a un dramático e inútil
holocausto.
“El Paraguay es un país de mitos y
leyendas. Casi nada de la historia relatada tiene alguna cercanía con la
verdad, con los hechos reales. Todo se ha modificado para crear un mito acerca
de supuestos próceres y héroes. A raíz de esto, los verdaderos próceres y
héroes han quedado desdibujados en la sombra de una montaña de mentiras. Se
dice que esas mentiras son indispensables para elevar la autoestima de un
pueblo terriblemente azotado por el infortunio, Y ES OTRA MENTIRA. Gracias a
esa descomunal mentira el paraguayo no ha encontrado hasta hoy su camino de
redención. Siguiendo el derrotero de lo falso lo ha repetido una y mil veces,
en la creencia que hacía bien, y en lugar de aumentar su autoestima la has
disminuido terriblemente, porque en algún momento la VERDAD SE ABRE PASO.
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La verdad histórica es que F. S. López
jamás pisó una academia militar y la mentira lo convirtió en un genio militar
que perdió batalla tras batalla hasta destruir por completo al Paraguay. La
verdad histórica es que José Félix Estigarribia fue un genio militar comparable
a todos los más grandes estrategas militares de la Historia, pero la mentira se
alzó de inmediato para señalar errores en su conducción de una Guerra
victoriosa para ensalzar a algún teniente que se ufanó de ganar la guerra por
abrir una picada en la selva. También, contra toda la documentación existente
intentaron hacer creer que una guerra moderna se ganó a machetazos.
“YO CREO QUE NOSOTROS LOS PARAGUAYOS
TENEMOS QUE EXIGIR LA VERDAD, PORQUE LA VERDAD NOS HARÁ LIBRES. La autoestima
falsa es como un globo, se va hinchando hasta que revienta, y deja solo un
pedazo de goma rota como resultado. La autoestima conseguida SOBRE LA VERDAD,
ES INCONMOVIBLE. Con la verdad tendremos próceres inatacables, héroes
insuperables y una base tan firme para la autoestima que nadie en el mundo
podrá conmover. Somos parte de un pueblo estoico y heroico, nunca esclavo ni
servil, un pueblo que ha vivido un infortunio secular, pero que puede
levantarse con la base de los EJEMPLOS VERDADEROS Y REALES. Somos un pueblo que
no necesita inspirarse en ningún tirano para sentirse orgulloso. Creo que es
nuestro deber comenzar a buscar la libertad a través de LA VERDAD”. (Los
resaltados en letras mayúsculas son míos)”.
Luque, 8 de octubre de 2015.-
ALGUNAS VIRTUDES MILITARES
La
valentía. La valentía nos permite enfrentar con responsabilidad una
situación que evaluamos como de gran riesgo, pero que, al mismo tiempo, promete el
logro de un objetivo que pretendemos alcanzar. La valentía nos permite, a pesar
del miedo, actuar con la convicción de que lo que hacemos es correcto, y que
vale la pena hacerlo, aunque resulte difícil y peligrosa.
Ni cobardía ni temeridad: A pesar de lo que se supone, la valentía no
excluye el miedo, por eso hay que dominar para que no se convierta en un estorbo
para emprender una acción. Esto es, quizás, algo que debemos ayudarles a
comprender a las tropas. No se trata sin embargo, de avanzar siempre y de
desconocer la luz de alerta que el temor enciende, sino de discernir si cuándo
hay razones suficientes para la retirada y cuándo, pese a todo, debemos avanzar.
Esta es, por supuesto, una tarea difícil, ya que hasta los miedos que parecen
más racionales suelen estar enraizados en otros irracionales, profundos,
primarios, ligados a la posibilidad de perder la vida en la batalla.
Por ello, una manera
de que las tropas se sientan en condiciones de luchar valientemente es la
enseñanza de una buena educación moral y con el apoyo de su comandante. Muchas
veces, la inseguridad, precisamente, alienta dos extremos opuestos de la
valentía: la cobardía y la temeridad.
En el primer caso,
nos convertimos en personas timoratas, no nos animamos a actuar y rehuimos las
responsabilidades. En el segundo, al despreciar la advertencia del jefe o las
prevenciones propias, tampoco tenemos una conducta responsable. Recordemos que
hay dos maneras de huir, y una es huir hacia adelante, vale decir, avanzar
temerariamente hacia la posición defensiva del enemigo.
Valor y miedo: Todos
tenemos miedo; el miedo forma parte de la vida y es bueno porque, en general,
funciona como una alarma que nos dice: “¡algo hay que hacer!”. Pero, cuando suena esa alarma, ¿qué
hacemos? ¿Huimos a escondernos? ¿O nos paramos a buscar la forma de resolver la
situación? La segunda alternativa es la que marca la diferencia entre una
persona valiente y otra que no lo es.
Un valor necesario: También
ayuda a superar momentos difíciles o muy dolorosos, y no dejar que la
desesperación paralice nuestro espíritu de lucha. La valentía nos permite
aceptar las consecuencias de lo que hacemos. Y nos convierte en personas
confiables, responsables. Esto fortalece y enriquece la cohesión del batallón y
mejora las relaciones entre los combatientes. La valentía ayuda a crecer, porque nos anima a enfrentar desafíos
nuevos, a intentar resolver problemas que nunca antes se nos había presentado,
aun corriendo el riesgo de equivocarnos.
Necesitamos valentía: el soldado mantener el deseo de estar siempre
en la brecha. Los civiles, para defender
lo que les parece bueno y correcto. Para emprender nuevos proyectos con
entusiasmo. Para reconocer errores propios y corregirlos. Para intentar
realizar sus sueños y luchar por ellos.
Inteligencia y prudencia: La verdadera valentía necesita de la
inteligencia; Hay que saber distinguir claramente la valentía, que es hija de
la prudencia, y la temeridad, que es hija de la insensatez. Esto ayuda a
discernir entre aquello que tememos pero podemos afrontar, y aquello que
tememos pero que es necesario evitar. Podés temerle a un ataque del enemigo,
pero tenés condiciones para enfrentarlo. Seguramente te da miedo atravesar una
zona batida por la artillería enemiga, y lo evitás o cruza en el momento
adecuado. Actuar con valentía no es garantía de triunfo. Nos puede ir bien o
mal. De lo que debemos estar seguros es que hay una gran diferencia entre ser
un cobarde y ser un valiente.
No somos valientes cuando:
-
Mentimos para ocultar nuestros errores y evitar
un castigo.
-
Pensamos que la valentía es de superhéroes.
-
No nos animamos a hacer nada por temor a que nos
vaya mal, o por comodidad.
-
Nos “achicamos” ante la primera dificultad, y
dejamos de lado las ilusiones.
Pensamientos
valientes. Aquel que aprovecha su fuerza para dominar o sojuzgar a alguien
más débil, es un cobarde. Valentía no es la ausencia de temor, sino más bien
considerar que la defensa nacional es más importante que el temor
La valentía: Muchas veces
pensamos que el valor se mide por el miedo que despiertan en los demás la
fuerza o la prepotencia con que actuemos. No es valiente el que, desde una
posición de fortaleza y superioridad atropella todo lo que se interpone en su
camino, sino aquel que, en apariencia débil e insignificante, se enfrenta con
determinación a todas las dificultades y obstáculos que la vida le presenta,
desde los más pequeños, hasta los que parecen más insalvables.
Luque, 12 de octubre de 2015.-