martes, 20 de noviembre de 2012

Discurso del Cnel. Teodoro Ramón Delgado durante el acto del lanzamiento de su libro: La Conducción del Ejército Paraguayo en la Guerra Contra la Triple Alianza




Señoras y señores:

Es muy emotiva que hayan venido para participar de este acto de enorme significado para este militar retirado que quiere seguir siendo buen soldado hasta la hora final. Espero no decepcionar, aunque confío que las ideas y opiniones volcadas en el libro represente la manera de pensar de muchos compatriotas, entre ellos esclarecidos varones.y mujeres. 

De ningún modo pretendo que se abandone la creencia de todo aquello de que un paraguayo tiene derecho a sentirse orgulloso. Solo pretendo que el pueblo paraguayo sepa la verdad porque tiene derecho a ella, y se forme una opinión sana sobre la guerra de la triple Alianza, porque ella fue la que provocó la destrucción de cincuenta años de lento progreso del Paraguay. Quiero dejar por sentado,que las FFAA paraguayas a lo largo de su historia han defendido con asombrosa valentía la independencia e integridad territorial de la nación. No obstante, quiero señalar que los militares de todos los países tienen un denominador común: que ellos aman tanto como nosotros a su familia, no son menos valerosos y sirven a sus patrias y a sus fuerzas armadas igual que nosotros, con gran devoción.

Cuando me pasaron a la situación de retiro, y no sabiendo permanecer sin hacer nada ni dejar de ocuparme de la profesión militar, he optado por continuar estudiando un tema inherente a la profesión de las armas: la historia militar paraguaya; donde había descubierto, digamoslo así: una porción de tierra casi virgen y feraz que con ahínco y entusiasmo empecé a ararla y a cultivarla, este libro es el fruto que deseo compartir con la gente buena.

Cualquiera que fuese la reputación que pudiera depararme el libro sé que no puede contribuir a hacerme importante, pero tampoco deseo serlo; solo quiero poner a la consideración pública nacional e internacional el resultado de un arduo y perseverante trabajo de investigación sobre la guerra de la Triple Alianza que no es tan conocida ni tan bien estudiada como pudiera desearse. En mi época de cadete del Colegio Militar y oficial subalterno, era como la mayoría de los paraguayos: un exaltado lopizta y venerador del Mcal. F. S. López. Pero, cuando terminé el curso de Capitán de un año y posteriormente el de Comando y Estado Mayor, empezó mi evolución hacia un concepto más objetivo sobre aquella malhadada guerra, pues había aprendido que a los militares profesionales no les valen las loas heroicas carentes de objetividad, al estilo O'Leary. Como considero una gran falta contra el buen sentido el hecho de haber abrazado antes una causa, eso ya me tiene obligado a tener que aceptar para siempre como buena, cuando tal vez hubiera dejado de ser o yo hubiera dejado de estimarla como tal. Y como puedo y tengo derecho como cualquier ciudadano a cambiar de opinión tan pronto encuentre otra mejor; la lectura minuciosa de innumerables libros sobre la Guerra Grande, escrito por historiadores objetivos y veraces, paraguayos y extranjeros, varios de ellos excombatientes de aquella guerra como los paraguayos Juan Crisóstomo Centurión, Jorge Thompson, Francisco Isidoro Resquín y Silvestre Aveiro, y extranjeros como José Ignacio Garmendia (arg) y la memoria del Gral. Osorio (bras) completaron mi evolución y a partir desde ese momento empecé a andar por camino muy diferente de la de mi época de oficial subalterno.

Si alguien me demuestra que estoy equivocado en algunas de mis apreciaciones, me retractaría con sumo agrado de mis actuales posiciones, hallando incluso motivo de satisfacción en el reconocimiento de mi error porque todos estamos expuestos a cometer errores, por ejemplo, puede suceder que me equivoque y apreciar acaso como  filigrana de oro algo que no es sino un oropel. Consecuentemente, es posible encontrar en el libro algunos errores como en cualquier otro, pero lo que no se podrá encontrar es ningún "error" puesto intencionadamente para deformar un hecho o exaltar la figura de un hombre que en nada ha contribuido para un Paraguay mejor.

La historia es valiosa porque es verdadera y el fin en registrar el pasado es la de servir algo así como un banco comercial o centro de compras donde la gente puede concurrir en busca de experiencias y de sabios consejos, porque ya lo dice un refrán: Es mejor conducirse con experiencia ajena porque la propia siempre llega tarde y cuesta cara.

Marco Tulio Cicerón (106-43 a. J.C.), político y orador latino resumió su definición sobre ella en cuatro frases cortas que se hizo famosas: La historia, dice Cicerón, es testigo de los tiempos, luz de la verdad, maestra de la vida y consejera de la antiguedad. Siendo la historia tal como nos dice Cicerón, desgraciadamente vino su perversión que consiste en que con hechos reales se mezclasen mentiras, y esto provino de aquellos que solo buscaban el solaz de los lectores con el único propósito de entretener, sacar provecho personal, hacer héroe al que no lo es o algo así como convertir un ratón en un león o por mero motivo mediático.

Algunos de nuestros historiadores de excelente ingenio y rico en posibilidades expresivas, pensaron, tal vez, que no era bueno herir el orgullo nacional o menguar la autoestima del paraguayo narrando hechos adversos y sucesos infaustos de aquella guerra aun siendo verdaderos. Sobre este vicio el filósofo norteamericano Jorge Ruiz de Santayana advierte: El pueblo que no quiere recordar su pasado infausto tal como es, tendrá como castigo el ver como se repite. Pienso que son nuestros intelectuales y especialmente nuestros historiadores -yo no presumo de historiador- tienen el deber de resguardar nuestra historia de todos gérmenes de índole pernicioso, entre otras cosas, porque en ella se encuentran guardadas todas las proezas, todos los triunfos y fracasos heroicos de nuestra Nación. Por lo tanto, el Paraguay no necesita inventar hazañas heroicas ni héroes ficticios porque es a ella que hay que recurrir en los momentos difíciles de la patria para ser guiado por sabios consejos y advertidos de lo que no es conveniente hacer. El pensador francés conocido por Voltaire (1694-1778) y que fuera asesor del Gran Rey Federico II de Prusia quien había llevado a su país a ser el Estado más poderoso de Europa, fastidiado Voltaire de los que mezclaban verdades con falsedades expresó: La historia nunca necesitó de tantas pruebas auténticas como en nuestro día en que se trafican tal insolentemente con la mentira.
    
Cabe preguntar ¿porqué algunos de nuestros historiadores más exaltados no quieren revelar al pueblo paraguayo la verdad de la Guerra Grande, prefiriendo mezclar en un revoltijo verdades con mentiras, desfigurando hechos y sembrando confusión. Tal vez pensaron, si no elogiaban suficientemente al Mcal. López, y como O'Leary no convertían derrotas en esplendorosas victorias o la inútil muertes masivas como gloria inobjetable de la Nación, no iban a obtener la aprobación de las autoridades, por tanto sus libros no serían comprados. No obstante, hay que reconocer que esta clase de historiadores tiene una pasión tan grande por enaltecer al Paraguay, especialmente, ante otros países que no tienen el menor escrúpulo en afirmar las más vanas invenciones, en tomar mentiras por verdades y adulaciones por hechos, y en la apología que hacen del Mcal. López introducen muchas ficciones y copiosas hipérboles para realzar más la figura del Héroe Máximo del Paraguay.

Aceptando que la historia no es panegírico de la nación, sino madre de las ciencias y como tal imagen de la verdad, aumentar o disminuir la figura de un hombre considerado una celebridad no es propio del historiador que tiene la obligación de dejar a cada personaje su tamaño natural. Escribir historia militar de un país como el Paraguay, de tantas proezas, de tantas acciones valerosas y heroicas y de tantos héroes magníficos, relatar sus hazañas, agrandarlas, aumentarlas, darle más realce a sus hazañas no es propio del historiador. Lamentablemente, esas exageraciones hacen a nuestra historia sobre la Guerra Grande escritos por paraguayos, sean poco creíble y algunos merecedoras hasta de escarnio y de silvido.  

Es bueno comprender que no es indigno ni deshonroso reconocer la inutilidad de un esfuerzo, porque en la situación en que se hallaba el Paraguay cuando nuestro Ejército fue expulsado de los territorios de Brasil y Argentina, luego de ser desalojado del teatro de operaciones de Humaitá, donde la flor y nata de nuestro primer Ejército fue aniquilado en la batalla de Tuyutí, y posteriormente vinieron los desastres en el teatro de operaciones de Villeta, donde nuestro improvisado II Ejército fue totalmente destruido, sucesivamente, en las batallas de Ytororó, Avay, Pikysyry e Itá Ybaté, más la capitulación de Angostura; seguir oponiendo resistencia al enemigo con tan lúgubre situación ya era irracional. Por ejemplo, Alemania, Italia y Japón en la II Guerra Mundial reconocieron la derrota, firmaron la paz y sus naciones se recuperaron rápidamente. ¿Acaso por no haber luchado hasta la aniquilación de sus naciones habría que considerarlas como países poco dignos? De ningún modo, porque la derrota no siempre es por causa de falta de valor del pueblo o de las fuerzas militares, sino por otras causas muy compleja y entre ellas la más importante es el dinero: "El dinero hace la guerra", decía Napoleón. Entonces, es axiomático que es mucho mejor para cualquier país detener la guerra que ya está perdida, porque a veces es mejor que se sacrifique uno antes que morir todo. Es decir, Si es necesario para recuperar la paz, el Jefe de Estado o el General en Jefe derrotado, digna, valiente y patrióticamente debe ofrecer su cabeza al enemigo para salvar lo que aún pudiera ser salvado de la Nación. Porque seguir oponiendo resistencia con medios paupérrimos es exponer al pueblo a la humillación, permitir la ruina de la nación y como corolario, los pocos sobrevivientes terminen deambulando por un territorio devastado. 

A mi parecer esto no es defender la Patria ni el honor nacional, porque los hombres van a la guerra para defender a los niños, a las mujeres y los bienes de la familia; si no puede hacerlo, el gobierno tiene la alternativa de la negociación porque solo los lunáticos se disponen a la autodestrucción deliberadamente. Por tanto, un armisticio para firmar la paz es más conveniente, pues el gobierno tiene la obligación de mirar en la posguerra y no permitir que el país alcance el punto de su bancarrota. La guerra es tan solo un árbitro o un juez al que se apela después de agotar los medios pacíficos para saber de qué lado está el "derecho". Dirimida la cuestión por las armas y hay un vencedor y un vencido, proseguir la guerra sin posibilidad de victoria es un inútil desperdicio de las vidas de los conciudadanos y un inútil despilfarro de los bienes del país. 

En mis muchas conversaciones con gente de todos los niveles me hicieron llegar a la siguiente conclusión: la mayoría de los paraguayos, además de conocer poco la historia nacional y casi nada la de la Guerra Grande, tiene la mentalidad como si la guerra que no se puede ganar lo mismo habría que proseguir para defender el honor de la Nación y solo terminar con la aniquilación del pueblo, como si la guerra pudiera autorizar al Jefe de Estado o al General en Jefe en disponer a su antojo de la  vida de los ciudadanos; como si la nación paraguaya para tener una existencia digna de la cual podemos sentirnos orgullosos los paraguayos precisara escribir una epopeya épica de dolorosos sacrificios; como si la nación paraguaya pudiera vivir de la gloria bélica en vez de vivir del trabajo.

Finalmente, señoras y señores, me sentiré dichoso de no haber malogrado el tiempo si por lo menos consigo que se distinga claramente la valentía de la temeridad, el heroísmo de la inútil muerte masiva que solo a los poetas sabe a gloria inobjetable de la nación, y que el libro inspire nobles sentimientos.

Cnel. (R) Teodoro R. Delgado
20 de noviembre de 2012

miércoles, 14 de noviembre de 2012

Adrian J. English, investigador amigo

Escribe Cnel. (SR) Teodoro R. Delgado
Miércoles, 14 de noviembre de 2012

Hace unos días tuve la ocasión de conocer al autor del libro "The Green Hell,a Concise History Of The Chaco War Between Bolivia And Paraguay 1932-35", muy conocido en nuestro país.

Imagen de tapa y contratapa de otra de las obras de Adrian J. English, extraída de google image.
Adrian J. English, me invitó gentilmente al hotel donde se hospedaba y comentamos varios aspectos de la Guerra del Chaco que me suscitaron una serie de reflexiones que comentaré en breve. 

Mientras tanto, comparto unas lineas que English escribió sobre el libro de mi autoría "La Conducción del Ejército Paraguayo en la Guerra contra la Triple Alianza (1864-1870)" y que será presentado este jueves, a las 20:00 en la sede del rectorado histórico -España c/ Washington- de la Universidad Nacional de Asunción (UNA), en su salón "Centenario":



Estimado Coronel Delgado:

Le felicito en la ocasión del lanzamiento de su obra maestra “LA CONDUCCION DEL EJERCITO PARAGUAYO EN LA GUERRA CONTRA LA TRIPLE ALIANZA”.

Habiendo tenido el privilegio de hojearlo durante mi reciente visita a Asunción y leerlo en más detalle desde mi retorno a casa, lo considero una de las obras más importantes sobre esta contienda – quizás la obra más importante – que he encontrado.

Es sumamente fácil  su lectura, hasta para alguien como yo de quien el castellano no es su propia lengua y una vez empezado, muy difícil de dejar. Lo que más me impresiona es su equilibrio y objetividad, ambas calidades muy raras en los  demás libros sobre el asunto que he encontrado y lo considero un aporte valioso a la historiografía de la que era probablemente el conflicto más sangriento de la historia. Estoy seguro que atraerá en público extenso.

Con mis más cordiales saludos,

Adrian J English


lunes, 12 de noviembre de 2012

EL SERVICIO MILITAR OBLIGATORIO Y LA OBJECIÓN DE CONCIENCIA. PARTE II

¿Porqué la instrucción militar es tan severa?
Durante la guerra de la Triple Alianza en las inexpugnables fortificaciones construidas en Sauce, Kurusú y Kurupaytý; y en la del Chaco en Toledo, Nanawa y Gondra, y que se extendían por kilómetros por los cañadones y bosques espinosos tras una maraña de abatidas y alambradas. Para miles de soldados paraguayos era cotidiano vivir en aquellas trincheras rebosantes de barro, invadidas por innumerables ratas y llenas de basuras hediondas; además, acosados por insectos, el hambre y la sed. Sin embargo, estuvieron firmes e imperturbables en sus posiciones. Cuando el enemigo atacaba, las tropas paraguayas saltaban de sus trincheras y se enfrentaban con el huracán de fuegos de artillería, de cohetes a la Congreve, tanques, lanzallamas, ametralladoras, etc. Pero la mayor parte del tiempo, las tropas quedaban inmovilizadas en aquellos lugares mientras las enfermedades y el tedio se extendían en sus filas.

La instrucción militar es severa porque el soldado es el elemento principal del combate. Se impone al enemigo por medio del fuego y movimiento, pero solo él vence sus últimas resistencias, soporta el peso principal del combate y sufre los más grandes sacrificios. Por consiguiente, es preciso que el soldado cultive su natural instinto para la lucha; sus acciones deben estar dominadas por un sólo pensamiento: hacer frente al enemigo, cueste lo que cueste. Esto exige un alto valor por parte del soldado: consolidar y acrecentar constituyen la tarea esencial de la instrucción del tiempo de paz. Una unidad que está compuesta por soldados bien adiestrados, bien armados, con alta moral, tiene posibilidades de éxito, hasta en difíciles condiciones y aún contra un enemigo muy superior.

La guerra exige una disciplina férrea y la intervención de todas las fuerzas. El combate requiere de una manera especial la actuación de comandantes reflexivos y educados en la iniciativa, así como tropas capaces de vencer aun después de la caída de su jefe. Por estas razones, la disciplina debe predominar como soberana; y ella sólo puede conseguirse a través de la costumbre de obedecer al comandante y de la perfecta ejecución de las órdenes. Esto, sin coartar la iniciativa que es esencial, especialmente en las operaciones ofensivas.

¿No es injusto que hombres físicamente aptos, amparado por un artículo excepcional de la Constitución Nacional, mientras otros se sacrifican, ellos están cómodos y seguros en sus casas, ociosos en la cama, en la discoteca, en la taberna o en una mesa de juegos?

Lucio Anneo Séneca. Filósofo y político romano. Foto extraída de google image.

En primera línea están siempre las mejores tropas que saben soportar el griterío del enemigo, el rugir de los morteros y cañones, y las balas que zumban rozando el casco. El filósofo Séneca escribió: "Aunque te veas acosado y apremiado, es vergonzoso retroceder: La Nación te ha encargado la defensa de un lugar ¿Me preguntas cual? ¡El del hombre!"

Coronel (SR) Teodoro R. Delgado
Luque, 12 de noviembre de 2012

viernes, 9 de noviembre de 2012

EL SERVICIO MILITAR OBLIGATORIO Y LA OBJECIÓN DE CONCIENCIA. PARTE I


En la mayor parte de las críticas que se hacen a las Fuerzas Armadas (FFAA) respecto al servicio militar obligatorio (SMO), se ven más características declamatorias que dialécticas. El artículo 129 de la Constitución Nacional, dice. “Todo paraguayo tiene la obligación de prepararse y prestar su concurso para la defensa armada de la Patria. Al tal objeto se establece el SMO. La ley regulará las condiciones en que se hará efectivo este deber. Las mujeres no prestarán servicio militar sino como auxiliares, en caso de necesidad, en conflicto armado internacional. Quienes declaren su objeción de conciencia prestarán servicio en beneficio de la población civil, a través de centros asistenciales designados por ley y bajo jurisdicción civil”.

La mayoría de los que declaran su objeción de conciencia pretenden renunciar a su compromiso con la Nación, con el solo propósito de eludir su deber constitucional, porque el SMO no es otra cosa que un impuesto que debe pagar todo varón nacido en territorio paraguayo. Este impuesto de tiempo, consiste en destinar doce meses de su vida a recibir instrucción militar, “para que en caso de necesidad, durante conflicto armado internacional” (Art. 129 de la C.N), puede él también cooperar en la defensa de la Nación, y no dejar la carga sobre los demás; porque la Constitución, dice: “Todo paraguayo tiene la obligación de prepararse y prestar su concurso para la defensa armada de la Patria”. Por consiguiente, el servicio militar es inexcusable.

Actualmente, en una guerra ya no existe una clara separación entre el frente de batalla y la población civil, porque la profundidad del combate y el alcance de las armas someten en ella a todos sin excepción. Por lo tanto, el enemigo no distinguirá entre población civil y zona de guerra, entre objetores de conciencia y las tropas que están resueltas a oponer resistencia al enemigo, entre “centros asistenciales bajo jurisdicción civil” y objetivos militares.

Consecuentemente, es nuestro parecer que no debe haber libertad para negarse cuando la negativa a obedecer una imposición de la Constitución y la Ley del SMO debilita la defensa del Estado y puede frustrar así el fin para el cual fue instituido, o sea, que no puede ser equitativo el derecho que atenta contra la supervivencia del Estado mismo o de algunos de sus intereses vitales. Según este razonamiento, un hombre al que, en su condición de ciudadano, se le ordena luchar contra el enemigo invasor de nuestro territorio, si se niega a obedecer esa orden, el Estado debe tener el derecho de castigar su negativa, pues al actuar de esa manera estaría desertando de sus obligaciones para con el Estado. Por otra parte, empuñar arma para defender a la Nación siempre ha sido un honor, mientras que negarse a hacerla es indigno. Así pues, por incompatible con la igualdad, ningún ciudadano sano debe tener libertad de oponerse a la necesidad del Estado para su defensa; porque una libertad tal le privaría de los medios necesarios para protegerse y protegernos a todos los habitantes del país. Y una libertad así es, por tanto, destructiva para la misma esencia del Estado.

Seguidamente intentaremos responder a algunas preguntas que a menudo se escuchan.
¿Qué actividades se llevan a cabo en los cuarteles?

La instrucción militar ayuda mucho a los jóvenes a desarrollar sus razonamientos, a incrementar sus habilidades y a mejorar sus destrezas. Por otra parte, el cuartel les da la oportunidad de aprender a tener responsabilidades, como por ejemplo, cuidar con celo los objetos que se les entrega (Fusil, proyectiles, equipos de instrucción y de campaña, etc.), desempeñar algunos servicios dentro del cuartel, custodiar una instalación o un sector del perímetro del cuartel y sus alrededores, y cumplir un estricto horario de actividades.

Foto extraída de google image
Los instructores se esfuerzan constantemente por inculcar a los conscriptos buenos modales y buenos hábitos, y el hacerle tomar conciencia de que ningún acto está completo, mientras no esté, primero acabado y segundo, coronado por el éxito. También se les imparte clases sobre higiene, cuidado de la salud (enfermedades venéreas, SIDA, rabia, chagas, leishmaniasis). Además la ventaja que proporciona una cuidadosa planificación familiar. A todos estos hay que agregar que desde el primer día en que los jóvenes pisan un cuartel, son vacunados, desparasitados y reciben atención odontológica.

Como vemos, se trata de hacer a los jóvenes mejores, inculcándoles una conducta ideal del hombre, establecido en virtud de una visión del mundo o de unos principios religiosos y militares que llevan a determinar un sistema de norma, y en que el conscripto se constituye en fin de la instrucción, que luego de ser licenciado sus actos han de revertir al mejoramiento de la sociedad. Para ello se les inculca las reglas que deben seguir para hacer el bien y evitar el mal; así como la importancia de la moderación de las pasiones por la razón. Por consiguiente, la meta de la instrucción militar no es solamente enseñar a los jóvenes soldados el arte de la guerra y la de habituarles a ser eficiente; sino también, sus deberes morales, cívicos y militares, engendrando en ellos mediante representaciones adecuadas de la fealdad del vicio y de la belleza de la virtud, así como los buenos hábitos que les lleven a rechazar el uno y abrazar la otra, y que en la virtud está la felicidad y en el vicio la miseria.

¿Por qué los oficiales emplean mucho rigor con los soldados?

Los soldados son sometidos una una disciplina rigurosa, porque ya lo dice un refrán “mucho sudor en la paz, poca sangre en la guerra”, nadie lo mima, sino que los instructores los ponen a pruebas, los endurecen para defender la Nación, consciente de que un Estado cuyos ciudadanos no tienen el propósito o la resolución y el ánimo de preservarla, desaparece por la sencilla razón de que “un país que carece de fuerza para su defensa no tiene derecho a la existencia” (Oppenheimer). Sin embargo, los oficiales tienen para con los soldados un espíritu paternal y los aprecia con entereza, pero exige alto rendimiento sin contemplaciones; tal como los padres severos, que educa a sus hijos con extrema dureza.

Se ordena despertar al canto del gallo a los soldados para que se dediquen a la instrucción y a la gimnasia, incluso los domingos y feriados, aquellos que quedan sin franco, no se tolera estén sin hacer nada, y les arrancan sudores. De manera que cuando vemos a nuestros soldados que se esfuerzan, sudan, ascienden los escarpados con el fusil en las manos pronto para disparar, la mochila en la espalda, la cantimplora y la bayoneta colgadas por el cinturón; experimentamos una decepción y pena al recordar que muchos jóvenes como ellos, denominados objetores de conciencia, viven siempre cómodos y pasan por la vida en medio del sosiego y no tienen otra preocupación que la de llevar una vida apacible, y para no aburrirse no se privan de la diversión. Sin embargo, niegan sus concursos para la defensa de la Nación.

El notable filósofo Séneca, que exalta la autosuficiencia del individuo y pone como ideal el varón fuerte capaz de sobreponerse para alcanzar la paz del ánimo o de la tranquilidad del alma, escribe en su libro, Diálogos: “Les favorece a los jóvenes el habituarse en las incomodidades y el soportar con resignación situaciones que no son malas mas que para quienes las soportan mal. El joven debe desear estar ahí donde incluso el sol tiembla”.

 ¿Hay torturas en los cuarteles?

Cuando un recluta se quiebra moralmente bajo la rígida disciplina militar y lo lleva a cometer el delito de deserción, en lugar de decir simplemente que no podía aguantar más por nostalgia o por añoranza o porque no puede soportar el ritmo de las actividades que se despliegan en un cuartel, siente la necesidad de justificarse ante su familia, amigos y consigo mismo manifestando que no podía soportar más porque se lo torturaba, humillaba, maltrataba, etc. Esto es una irresponsabilidad, pues en lugar de afrontar la situación con sinceridad, procediendo de modo poco digno trata de crear una “justificación” en virtud de la cual pretende tener razón y cargar sobre sus leales instructores la culpa. No es honesto valerse de semejante medio.

Es preciso que los jóvenes cumplan con entereza el servicio militar obligatorio y sin decaer el ánimo por la molicie y debilidad de carácter, y sin tener en cuenta el sacrificio. Por consiguiente, no es justo que algunos líderes sociales y políticos, valiéndose de discurso llenos de encanto y fascinación hagan los mayores esfuerzos de palabras y de hecho para disuadir a los jóvenes para que desistan del cumplimiento de un deber con la Nación-Estado. Es injusto que solo a algunos jóvenes se carguen con la responsabilidad de prepararse para la defensa del país, y otros anden por ahí libres y mimados, y hasta osan lucir “orgullosamente” en el pecho la escarapela tricolor en los días patrios ¿Y entonces? ¿No es acaso injusto de que una parte de la juventud paraguaya se desatiende de la Defensa Nacional, en tanto que los jóvenes valerosos se preparan para defender a la Nación, vale decir, a los niños, a las mujeres y los bienes de la familia, hasta perder la vida si necesario fuere para que la Patria continúe existiendo?


     Coronel (SR) Teodoro R. Delgado
     Luque, 09 de noviembre de 2012

martes, 30 de octubre de 2012

PARTE VI. REFLEXIONES Y COMENTARIOS SOBRE LAS FUERZAS ARMADAS DE LA NACIÓN

EL MILITAR Y LA PROFESIÓN

Es preciso hacer una distinción clara entre lo que constituye la profesión militar y lo que representa el profesional militar, así como se distingue el efecto de la causa. Una profesión, oficio o cualquier ocupación habitual que cada uno tiene y se ejerce públicamente puede ser buena y justa, o ser mala o injusta ante la opinión pública si el profesional no lo realiza de acuerdo a las normas legales y éticas.

Foto extraída de google image
La profesión militar es digna y necesaria, pero si el profesional la utiliza para satisfacer apetencias personales deja de ser honrosa. Esto hay que tener bien claro, porque así como en el matrimonio, también hay muchos pillos y canallas. Lo mismo sucede con todas las profesiones; en sí misma todas son necesarias, útiles y dignas, pero también hay que considerar si la persona que pertenece a cada una de ellas la desempeña con integridad y rectitud. Lo que estamos queriendo demostrar es que, aun siendo una profesión lícita y honorable, puede convertirse ante los ojos de la gente en poco confiable, si la persona que la ejerce es corrupta o de malos hábitos.

Las Fuerzas Armadas (FFAA) están instituidas por la Constitución Nacional  para “Custodiar la integridad territorial y defender a las autoridades legítimamente constituidas”, y así mantener la paz. Si las FFAA no mantienen la paz –supremo bien- desaparecerán el bienestar logrado a causa de la discordia. Si surge en la Institución alguna disputa que perturbe la paz pública, no debe ser atribuida a la profesión militar en sí, sino a la ambición de algunos y de la ignorancia de su deber. Porque siempre hubo y siempre habrán hombres de espíritu turbulento que están dispuestos a causar alboroto. Esto normalmente lleva a la ruina y a la perdición.

Lo asombroso no es que haya algunos militares paraguayos, humanamente descarriados o despreciables, sino porque pese a todo se encuentran en las FFAA un número mucho mayor   de hombres valiosos y realmente auténticos, de hombres que se han consagrado por entero y con gran devoción a la profesión militar; por otra parte, han dado testimonio de intachable conducta ciudadana y de incuestionable rectitud moral.

La capacidad que tienen los militares para convivir en el cuartel o trabajar en equipo es diversa, a algunos se los puede comparar con las piedras para construir un edificio; cuando una piedra que por su aspecto exterior y configuración de forma quita a las otras más sitio de la que ella ocupa, y debido a su dureza no se deja pulir, obstaculizando de este modo la construcción, es rechazado por los constructores como algo que no puede aprovecharse y que causa dificultades. De igual manera, cuando un militar, por causa de su falta de afabilidad o aspereza natural y, debido a la terquedad y testarudez de sus actitudes no puede corregirse, tiene que ser, necesariamente, separado de las FFAA por constituir un peligro para ellas y para la sociedad misma. Esta determinación debe tomarse lo antes posible, para que el individuo pueda tener la oportunidad de seguir otra carrera, porque una vez que haya contraído algún compromiso social (matrimonio, hijos, etc.) se hace necesario soportarlo hasta un límite razonable.

En las FFAA es posible lograr alto nivel de disciplina y al mismo tiempo la buena convivencia entre los militares de todos los grados, con poner en práctica los consejos de Sun Tzu: “Por autoridad entiendo las cualidades de sabiduría, equidad, humanidad, valor y sinceridad del General; estas cinco cualidades son las del General. Si el comandante está dotado de sabiduría, será capaz de reconocer los cambios en la situación y actuar con rapidez. Si es justo, sus hombres estarán seguros de la recompensa y del castigo. Si es humano amará al prójimo, compartirá sus sentimientos y apreciará su trabajo y sus dificultades. Si es valiente, conseguirá la victoria aprovechando sin dudar el momento más apropiado”.

A la opinión de Sun Tzu, podemos agregar la síntesis que sigue y que resume todas las leyes y es sumamente fácil de entender: “No hagas a otros lo que no quieras que te hiciesen a ti”; lo que es lo mismo “Hacer con los demás lo que quisiéramos nos hiciesen”; también aquella antigua sentencia, “Conócete a ti mismo”, nos parece de extraordinaria importancia práctica para la vida y la profesión. Sócrates, quizás el hombre más sabio de la antigüedad, trasladó todo su cuidado y toda la fuerza de su observación a sí mismo. De las máximas citadas que resumen principios morales esenciales, podemos sacar las siguientes consecuencias: que no debe haber en el militar nada de bajeza ni de estrechez o mezquindad de alma. Por el contrario, debe tener actitud para acometer grandes empresas, pues un hombre flojo y servil o delator o espía de sus camaradas no tiene nada que hacer en un ejército bien conducido. Cuando decimos flojo, no nos referimos al físico, sino al carácter; por ejemplo, uno de los genios militares de la historia militar, Napoleón Bonaparte, era físicamente enclenque y había egresado de la escuela militar de París como subteniente de artillería en el puesto 42 entre 56 promovidos. “Pero era brillante en matemática, historia y geografía, y devoraba todos los libros de la biblioteca y trabajaba con tanta dedicación que empezó a adelgazar”, escribió André Castelot, su biógrafo más famoso.

     
     Coronel (SR) Teodoro R. Delgado
     Luque, 30 de octubre de 2012

sábado, 27 de octubre de 2012

PARTE V. REFLEXIONES Y COMENTARIOS SOBRE LAS FUERZAS ARMADAS DE LA NACIÓN

GUERRA DE NECESIDAD O GUERRA DEFENSIVA

No es justo ni conveniente para ningún Estado serio, el empezar una guerra; y no precisamente porque generalmente sale derrotado quien la empieza y rara vez son derrotados los que se mantuvieron en actitud defensiva dentro de su territorio, sino porque el gobierno no ha sido instituido para romper la paz e iniciar aventuras bélicas; sino para conservar la paz y defender a la Nación de pueblos belicosos. Por lo tanto, todo gobierno tiene la misión primaria y fundamental, de proteger a su pueblo y garantizarle la paz.

Aunque tuviésemos disponibles -además de nuestro valeroso Ejército-, la aviación inglesa, los blindados israelíes, la artillería rusa y la logística norteamericana, siempre es oportuno el estar atentos ante la necesidad y el deber de luchar en legítima defensa de los intereses vitales de la Nación.

Es preciso distinguir la guerra que uno comienza por su deseo o voluntad y la guerra a la que uno es empujado por coacción. Recordemos que “Dios dispersa a los que tienen ganas de guerrear, porque quiere paz para los hombres y es enemigo de los que empiezan la guerra y rompen la paz”. Algo parecido nos dice Nicolás Maquiavelo en su opúsculo, El Príncipe, refiriéndose a los rectos caballeros de la Edad Media ante una afrenta: “No desenvainan fácilmente la espada, no provocan a nadie, ni revelan ganas de batallar; pero cuando se les obliga no andan con juegos. Su espada está firme en la vaina, pero si tiene que desenvainar no vuelve sin sangre en ella”. Por el contrario, los insensatos y bravucones, que son más jactanciosos que valientes, son siempre los primeros en armar alborotos, así también son los primeros en huir o en implorar cuartel.

La defensa propia es ley de la naturaleza, por lo tanto, la legítima defensa es una justa y honrosa causa para luchar; por esa razón ninguna ley la castiga. De ahí que, cuando uno mata a otro en defensa propia no constituye crímen. Es por ese motivo que en cualquier sociedad, se considerada como injusto a quien empieza una pelea, y de esta manera se entiende que es justo castigarlo. Napoléon decía:  “las guerras inevitables son siempre justas”. La historia nos muestra que han sido derrotados en su gran mayoría aquellos que ha iniciado la guerra.

Las relaciones entre países vecinos cambian constantemente. A veces son estrechas; a menudo, antagónicas; y otras veces, con tendencia a los conflictos. Por lo tanto, el Paraguay está forzado a buscar atajos para disuadir a los países con quienes no es improbable tener algún día relaciones tensas, por lo que necesita contar con un plan de desarrollo de su poderío militar. Evidentemente, que el perfeccionamiento continuo del potencial militar en el mundo es consecuencia del desarrollo económico y social, pues a medida que un país se haga económicamente más rico precisa ser más poderoso militarmente; porque la guerra siempre es una eventualidad para la cual los gobiernos deben estar listos de ser necesario.

Los gastos requeridos para conseguir unas Fuerzas Armadas bien instruidas, organizadas, armadas y equipadas, son razones más que suficientes para que el gobierno paraguayo busque otra manera de contrarrestar o equilibrar el poderío militar de los vecinos. El atajo vislumbrado no puede ser otro que una estrategia conveniente que le permita potenciar al máximo el efecto disuasivo de sus fuerzas militares, apoyadas por una diplomacia altamente eficiente, frente a eventuales acciones militares o amenaza que se pudieran llevar a cabo contra el Paraguay. Si la estrategia escogida es correcta se puede defender adecuadamente los intereses vitales de la nación.

No existe nada más peligroso en la guerra que el estar irresponsablemente confiado, porque en cualquier tipo de lucha -más todavía en guerra- el sentirse "seguro" y completamente a salvo, es cosa de tontos. Lo mismo es aplicable a la soberbia, porque ni las palabras desafiantes ni el juramento de vencer o morir ganan batallas. Sólo los lunáticos se disponen a la autodestrucción deliberadamente. El estratega chino Sun Tzu, en su libro El Arte de la Guerra, expresa: “Todo el arte de la guerra está basado en el disimulo. Por esto cuando eres capaz, finge incapacidad; si eres activo, pasividad; si estás próximo has creer que estás lejos; si alejado, que estás cerca. Ofrece un señuelo a tu enemigo para hacerle caer en una trampa; simula desorden y sorpréndelo”. Asimismo, no hay que renunciar a ninguna ventaja, por pequeña que sea; tampoco abandonar la vigilancia de las fronteras ni el patrimonio de la nación.

Sun Tzu. Imagen extraída de google image.

Señalemos que los insensatos, arrogantes y fatuos, así como aquellos dominados por el hedonismo y la molicie, no son adecuados para conducir tropas. Expresiones como “Yo no creí”, “No me lo hubiera imaginado”, “Quién iba a pensar que…”; son las frases más indignas que un militar profesional pudiera pronunciar. Los militares en actividad y en situación de retiro tienen ciertas prerrogativas; una de ellas es no llevar una vida opulenta –aunque los salarios son apenas para no morir de hambre-, sino para estar atentos y preparados para la guerra, si estuvieran en riego la seguridad de la población y los intereses de la patria.


Coronel (SR) Teodoro R. Delgado
Luque, 27 de octubre de 2012

miércoles, 24 de octubre de 2012

PARTE IV. REFLEXIONES Y COMENTARIOS SOBRE LAS FUERZAS ARMADAS DE LA NACIÓN

¿LAS FFAA DEL PARAGUAY SON CAPACES DE CUMPLIR SU MISIÓN?

Las Fuerzas Armadas (FFAA) del Paraguay no deben ser pequeñas como algunos pretenden, ni tampoco parecer grandes con unidades de denominación abultada, y sin guardar ninguna relación con la “dotación de Paz” o efectivos disponibles, sino que deben ser suficientes para cumplir eficazmente su misión institucional y funciones propias en su jurisdicción.

Toda FFAA, aun siendo pequeñas por sus efectivos y medios materiales, pueden llegar a ser poderosas cuando los oficiales son idóneos y las tropas disciplinadas, estoicas y con alta moral. Hay FFAA que parecen grandes y no lo son realmente en capacidad de despliegue en sus operaciones; por ello “hay que huir de la pequeñez real y de la grandeza aparente” (Platón).

Imagen extraída de google image.
Actualmente, los medios de comunicación permiten conducir las operaciones desde cualquier distancia; sin embargo, jamás eso debe impedir al comandante el acompañar todo lo posible con los oficiales, suboficiales y tropas, oyéndolos y hablándoles para conocerlos, entenderlos, y sobretodo, apreciarlos. En la paz y en la guerra deberá cuidar de la vida de sus hombres, no sólo para la lucha sino además tiene la obligación de pensar que un joven oficial, suboficial o soldado muerto, es para la patria una esperanza tronchada en flor. Para cumplir eficazmente sus obligaciones, cada comandante de Ejército, Cuerpos de Ejército y Divisiones, precisan contar con un Estado Mayor eficiente donde cada miembro sea altamente especializado en su respectivo campo (personal, inteligencia, operaciones, logística y comunicaciones) desde tiempo de paz. 

La creación del Estado Mayor el 10 de agosto de 1929, fue la mejor experiencia extraída de la guerra de la Triple Alianza (1864-1870) porque su carencia se sintió de manera cruenta en la conducción del Ejército paraguayo. Así que resulta necesario reconocer que el triunfo paraguayo en la Guerra del Chaco (1932-1935), con la conducción de José F. Estigarribia, se debió a la existencia de un Estado Mayor especializado y disciplinado.  

Hay estudiosos paraguayos que no sólo creen sino que pregonan que nuestras FFAA son incapaces de cumplir su misión, y agregan que son innecesarias. Sin embargo, nadie intenta proponer su sustitución, ni siquiera delinear perfiles razonables de otra forma de custodiar y defender los intereses vitales de la nación. Podemos creer que no son nuestras FFAA - como instrumento del Estado- las que marchan mal, sino que son las tareas que se les asigna en tiempo de paz, las que necesitan replantearse. Falta que los políticos elaboren y aprueben leyes que indiquen roles puntuales y significativos en consonancia con las funciones que la Constitución Nacional le otorga.

Aquí hay un error de óptica que conviene corregir de una vez porque da grima escuchar las sandeces que a toda hora se dice de nuestras FFAA. Desde luego, existe una serie de críticas sobre la institución; pero si se toman una a una, se ve que ninguna de ellas permite la conclusión de que deban suprimirse o achicarse; sino al contrario, todas llevan por vía directa a la necesidad de “reformarlas”. Ahora bien, dice Ortega y Gasset, “Lo mejor que humanamente puede decirse de algo es que necesita ser reformado, porque ella implica que es imprescindible y que es capaz de nueva vida, de nuevos roles”.

Se dice por ejemplo que no son eficaces. Los militares tienen derecho a preguntar, ¿para qué no son eficaces? Porque la eficacia es la virtud que una organización tiene para producir una finalidad, en este caso la finalidad de las FFAA sería: garantizar que los intereses vitales de la Nación y el logro de los objetivos fijados por el gobierno nacional, se hallen a cubierto de interferencias y perturbaciones sustanciales.

Considerando que los intereses vitales son los relacionados con la vida de la Nación, es decir, su existencia soberana como tal. Por ello, podemos considerar que los intereses vitales son las bases sobre las que descansa un Estado independiente y de cuya preservación depende su existencia. Su daño o violación trae aparejada una pérdida de la capacidad de la Nación-Estado para proyectarse en procura de sus objetivos, ya sea por disponer una libertad de acción menor en algún campo, cierta mengua en sus recursos o determinada disminución en su capacidad de decisión (la soberanía). Por todo esto hay que exigir de quien proclama la ineficacia o inutilidad de nuestras FFAA que posea él o ella una idea clara de cual es. Porque si en nuestro país no está hoy claro, ni siquiera teóricamente cuál es la función de las FFAA en tiempo de paz, es porque los políticos no proporcionan un cuerpo legal claro y en congruencia con las necesidades de la actualidad. Así que en este sentido, no es justo acusar de eficaz a las FFAA de la Nación. Estos hechos son contundentes y que no se confunda, la posibilidad y la urgencia de una reforma para hacerlas más eficaces, adecuándolas a las actuales necesidades del país, con declarar su inutilidad. Más valdría recordar que jamás el Estado paraguayo ha creado organización mejor estructurada y eficiente que las FFAA de la nación, tal como la historia tiene registrada.

Cnel. (SR) Teodoro R. Delgado
Luque, 24 de octubre de 2012