martes, 20 de noviembre de 2012

Discurso del Cnel. Teodoro Ramón Delgado durante el acto del lanzamiento de su libro: La Conducción del Ejército Paraguayo en la Guerra Contra la Triple Alianza




Señoras y señores:

Es muy emotiva que hayan venido para participar de este acto de enorme significado para este militar retirado que quiere seguir siendo buen soldado hasta la hora final. Espero no decepcionar, aunque confío que las ideas y opiniones volcadas en el libro represente la manera de pensar de muchos compatriotas, entre ellos esclarecidos varones.y mujeres. 

De ningún modo pretendo que se abandone la creencia de todo aquello de que un paraguayo tiene derecho a sentirse orgulloso. Solo pretendo que el pueblo paraguayo sepa la verdad porque tiene derecho a ella, y se forme una opinión sana sobre la guerra de la triple Alianza, porque ella fue la que provocó la destrucción de cincuenta años de lento progreso del Paraguay. Quiero dejar por sentado,que las FFAA paraguayas a lo largo de su historia han defendido con asombrosa valentía la independencia e integridad territorial de la nación. No obstante, quiero señalar que los militares de todos los países tienen un denominador común: que ellos aman tanto como nosotros a su familia, no son menos valerosos y sirven a sus patrias y a sus fuerzas armadas igual que nosotros, con gran devoción.

Cuando me pasaron a la situación de retiro, y no sabiendo permanecer sin hacer nada ni dejar de ocuparme de la profesión militar, he optado por continuar estudiando un tema inherente a la profesión de las armas: la historia militar paraguaya; donde había descubierto, digamoslo así: una porción de tierra casi virgen y feraz que con ahínco y entusiasmo empecé a ararla y a cultivarla, este libro es el fruto que deseo compartir con la gente buena.

Cualquiera que fuese la reputación que pudiera depararme el libro sé que no puede contribuir a hacerme importante, pero tampoco deseo serlo; solo quiero poner a la consideración pública nacional e internacional el resultado de un arduo y perseverante trabajo de investigación sobre la guerra de la Triple Alianza que no es tan conocida ni tan bien estudiada como pudiera desearse. En mi época de cadete del Colegio Militar y oficial subalterno, era como la mayoría de los paraguayos: un exaltado lopizta y venerador del Mcal. F. S. López. Pero, cuando terminé el curso de Capitán de un año y posteriormente el de Comando y Estado Mayor, empezó mi evolución hacia un concepto más objetivo sobre aquella malhadada guerra, pues había aprendido que a los militares profesionales no les valen las loas heroicas carentes de objetividad, al estilo O'Leary. Como considero una gran falta contra el buen sentido el hecho de haber abrazado antes una causa, eso ya me tiene obligado a tener que aceptar para siempre como buena, cuando tal vez hubiera dejado de ser o yo hubiera dejado de estimarla como tal. Y como puedo y tengo derecho como cualquier ciudadano a cambiar de opinión tan pronto encuentre otra mejor; la lectura minuciosa de innumerables libros sobre la Guerra Grande, escrito por historiadores objetivos y veraces, paraguayos y extranjeros, varios de ellos excombatientes de aquella guerra como los paraguayos Juan Crisóstomo Centurión, Jorge Thompson, Francisco Isidoro Resquín y Silvestre Aveiro, y extranjeros como José Ignacio Garmendia (arg) y la memoria del Gral. Osorio (bras) completaron mi evolución y a partir desde ese momento empecé a andar por camino muy diferente de la de mi época de oficial subalterno.

Si alguien me demuestra que estoy equivocado en algunas de mis apreciaciones, me retractaría con sumo agrado de mis actuales posiciones, hallando incluso motivo de satisfacción en el reconocimiento de mi error porque todos estamos expuestos a cometer errores, por ejemplo, puede suceder que me equivoque y apreciar acaso como  filigrana de oro algo que no es sino un oropel. Consecuentemente, es posible encontrar en el libro algunos errores como en cualquier otro, pero lo que no se podrá encontrar es ningún "error" puesto intencionadamente para deformar un hecho o exaltar la figura de un hombre que en nada ha contribuido para un Paraguay mejor.

La historia es valiosa porque es verdadera y el fin en registrar el pasado es la de servir algo así como un banco comercial o centro de compras donde la gente puede concurrir en busca de experiencias y de sabios consejos, porque ya lo dice un refrán: Es mejor conducirse con experiencia ajena porque la propia siempre llega tarde y cuesta cara.

Marco Tulio Cicerón (106-43 a. J.C.), político y orador latino resumió su definición sobre ella en cuatro frases cortas que se hizo famosas: La historia, dice Cicerón, es testigo de los tiempos, luz de la verdad, maestra de la vida y consejera de la antiguedad. Siendo la historia tal como nos dice Cicerón, desgraciadamente vino su perversión que consiste en que con hechos reales se mezclasen mentiras, y esto provino de aquellos que solo buscaban el solaz de los lectores con el único propósito de entretener, sacar provecho personal, hacer héroe al que no lo es o algo así como convertir un ratón en un león o por mero motivo mediático.

Algunos de nuestros historiadores de excelente ingenio y rico en posibilidades expresivas, pensaron, tal vez, que no era bueno herir el orgullo nacional o menguar la autoestima del paraguayo narrando hechos adversos y sucesos infaustos de aquella guerra aun siendo verdaderos. Sobre este vicio el filósofo norteamericano Jorge Ruiz de Santayana advierte: El pueblo que no quiere recordar su pasado infausto tal como es, tendrá como castigo el ver como se repite. Pienso que son nuestros intelectuales y especialmente nuestros historiadores -yo no presumo de historiador- tienen el deber de resguardar nuestra historia de todos gérmenes de índole pernicioso, entre otras cosas, porque en ella se encuentran guardadas todas las proezas, todos los triunfos y fracasos heroicos de nuestra Nación. Por lo tanto, el Paraguay no necesita inventar hazañas heroicas ni héroes ficticios porque es a ella que hay que recurrir en los momentos difíciles de la patria para ser guiado por sabios consejos y advertidos de lo que no es conveniente hacer. El pensador francés conocido por Voltaire (1694-1778) y que fuera asesor del Gran Rey Federico II de Prusia quien había llevado a su país a ser el Estado más poderoso de Europa, fastidiado Voltaire de los que mezclaban verdades con falsedades expresó: La historia nunca necesitó de tantas pruebas auténticas como en nuestro día en que se trafican tal insolentemente con la mentira.
    
Cabe preguntar ¿porqué algunos de nuestros historiadores más exaltados no quieren revelar al pueblo paraguayo la verdad de la Guerra Grande, prefiriendo mezclar en un revoltijo verdades con mentiras, desfigurando hechos y sembrando confusión. Tal vez pensaron, si no elogiaban suficientemente al Mcal. López, y como O'Leary no convertían derrotas en esplendorosas victorias o la inútil muertes masivas como gloria inobjetable de la Nación, no iban a obtener la aprobación de las autoridades, por tanto sus libros no serían comprados. No obstante, hay que reconocer que esta clase de historiadores tiene una pasión tan grande por enaltecer al Paraguay, especialmente, ante otros países que no tienen el menor escrúpulo en afirmar las más vanas invenciones, en tomar mentiras por verdades y adulaciones por hechos, y en la apología que hacen del Mcal. López introducen muchas ficciones y copiosas hipérboles para realzar más la figura del Héroe Máximo del Paraguay.

Aceptando que la historia no es panegírico de la nación, sino madre de las ciencias y como tal imagen de la verdad, aumentar o disminuir la figura de un hombre considerado una celebridad no es propio del historiador que tiene la obligación de dejar a cada personaje su tamaño natural. Escribir historia militar de un país como el Paraguay, de tantas proezas, de tantas acciones valerosas y heroicas y de tantos héroes magníficos, relatar sus hazañas, agrandarlas, aumentarlas, darle más realce a sus hazañas no es propio del historiador. Lamentablemente, esas exageraciones hacen a nuestra historia sobre la Guerra Grande escritos por paraguayos, sean poco creíble y algunos merecedoras hasta de escarnio y de silvido.  

Es bueno comprender que no es indigno ni deshonroso reconocer la inutilidad de un esfuerzo, porque en la situación en que se hallaba el Paraguay cuando nuestro Ejército fue expulsado de los territorios de Brasil y Argentina, luego de ser desalojado del teatro de operaciones de Humaitá, donde la flor y nata de nuestro primer Ejército fue aniquilado en la batalla de Tuyutí, y posteriormente vinieron los desastres en el teatro de operaciones de Villeta, donde nuestro improvisado II Ejército fue totalmente destruido, sucesivamente, en las batallas de Ytororó, Avay, Pikysyry e Itá Ybaté, más la capitulación de Angostura; seguir oponiendo resistencia al enemigo con tan lúgubre situación ya era irracional. Por ejemplo, Alemania, Italia y Japón en la II Guerra Mundial reconocieron la derrota, firmaron la paz y sus naciones se recuperaron rápidamente. ¿Acaso por no haber luchado hasta la aniquilación de sus naciones habría que considerarlas como países poco dignos? De ningún modo, porque la derrota no siempre es por causa de falta de valor del pueblo o de las fuerzas militares, sino por otras causas muy compleja y entre ellas la más importante es el dinero: "El dinero hace la guerra", decía Napoleón. Entonces, es axiomático que es mucho mejor para cualquier país detener la guerra que ya está perdida, porque a veces es mejor que se sacrifique uno antes que morir todo. Es decir, Si es necesario para recuperar la paz, el Jefe de Estado o el General en Jefe derrotado, digna, valiente y patrióticamente debe ofrecer su cabeza al enemigo para salvar lo que aún pudiera ser salvado de la Nación. Porque seguir oponiendo resistencia con medios paupérrimos es exponer al pueblo a la humillación, permitir la ruina de la nación y como corolario, los pocos sobrevivientes terminen deambulando por un territorio devastado. 

A mi parecer esto no es defender la Patria ni el honor nacional, porque los hombres van a la guerra para defender a los niños, a las mujeres y los bienes de la familia; si no puede hacerlo, el gobierno tiene la alternativa de la negociación porque solo los lunáticos se disponen a la autodestrucción deliberadamente. Por tanto, un armisticio para firmar la paz es más conveniente, pues el gobierno tiene la obligación de mirar en la posguerra y no permitir que el país alcance el punto de su bancarrota. La guerra es tan solo un árbitro o un juez al que se apela después de agotar los medios pacíficos para saber de qué lado está el "derecho". Dirimida la cuestión por las armas y hay un vencedor y un vencido, proseguir la guerra sin posibilidad de victoria es un inútil desperdicio de las vidas de los conciudadanos y un inútil despilfarro de los bienes del país. 

En mis muchas conversaciones con gente de todos los niveles me hicieron llegar a la siguiente conclusión: la mayoría de los paraguayos, además de conocer poco la historia nacional y casi nada la de la Guerra Grande, tiene la mentalidad como si la guerra que no se puede ganar lo mismo habría que proseguir para defender el honor de la Nación y solo terminar con la aniquilación del pueblo, como si la guerra pudiera autorizar al Jefe de Estado o al General en Jefe en disponer a su antojo de la  vida de los ciudadanos; como si la nación paraguaya para tener una existencia digna de la cual podemos sentirnos orgullosos los paraguayos precisara escribir una epopeya épica de dolorosos sacrificios; como si la nación paraguaya pudiera vivir de la gloria bélica en vez de vivir del trabajo.

Finalmente, señoras y señores, me sentiré dichoso de no haber malogrado el tiempo si por lo menos consigo que se distinga claramente la valentía de la temeridad, el heroísmo de la inútil muerte masiva que solo a los poetas sabe a gloria inobjetable de la nación, y que el libro inspire nobles sentimientos.

Cnel. (R) Teodoro R. Delgado
20 de noviembre de 2012

6 comentarios:

es increíble como el paraguayo se llena la boca al hablar de la guerra grande ...en todos los ambitos varias veces precencie y participé de conversaciones entre amigos y entre gente sin conocer ...varias fueron mis lecturas sobre articulos de periodístas (destacados y no tantos)y varias veces escuché a periodístas de radio y TV en diferentes contextos (noticieros, deportivos, sociales, políticos) hablar sobre la guerra grande ...variaron mis conceptos sobre López muchas veces, conforme fui leyendo mayor cantidad de libros (los seguiré leyendo) ...estoy leyendo este libro gracias al préstamo de un amigo ..sigo teniendo sentimientos cruzados y más aún ahora que al entrar al blog no pueda encontrar un sólo paraguayo de ningún estracto social o político que esté a que tome banderas en pro o en contra de esta obra ...será que el paraguayo sólo quiere oir, leer o saber sobre aquello que realce la figura de López?

seguiré leyendo, escuchando y sabiendo sobre aquella guerra, seguiré venerando a esa raza desaparecida en el fango de tujutí y el bellaco ...y estoy deguro de que seguiré conociendo más de López, de quién siempre conocí cosas negativas, lastimosamente sólo eso representa

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Es sumamente facil juzgar la conducción o las decisiones....más no se puede tolerar jamás que TRES NACIONES hayan irrumpido contra el PARAGUAY....de la forma más infame y sangrienta, sin tener ninguna consideración de respeto humano...!! Lamentable las apreciaciones de este legionario...!!!