PAZ IMPOSIBLE, GUERRA POCO PROBABLE
Si hacemos una somera
apreciación de la situación general de los conflictos bélicos en el mundo a la
luz de los acontecimientos de los últimos sesenta años, nos convenceremos de
que las Fuerzas Armadas son realmente necesarias, y para comprender y valorar
mejor su importante misión debemos contemplarlas en el contexto del conflicto sin
fin del que el Paraguay forma parte. Este razonamiento nos llevará a la
ineludible conclusión que es imprescindible contar con una buena fuerza para la
defensa de los intereses vitales de la nación. Porque, así como afirma
Oppemheimer[1]: “Un
Estado que carece de fuerzas para defenderse no tiene derecho a la existencia”.
De lo contrario sería obrar contrariamente a la ley de naturaleza; porque, si
un país suprime sus Fuerzas Armadas o por alguna razón las debilita hasta un
punto que ya es inservible para cumplir la misión, en un tiempo y lugar en que
nadie hace lo mismo, solo logrará convertirse en presa fácil de los vecinos,
generando así su propia desaparición como Estado independiente, lo cual es
contrario al fundamento de la defensa propia.
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Julius Robert Oppemheimer. Imagen extraída de google image. |
Si preguntamos a cualquier
persona más o menos informada, qué guerras hubo desde la terminación de la
II Guerra Mundial, probablemente nos citará la guerra de Corea (1950), Vietnam
(1957), árabe-israelíes (1967), las Malvinas (1982), Irak-Irán (1980), EE.UU-Afganistán
(2001), alianza de EE.UU y Gran Bretaña- Irak (2003), etc. Sin embargo, en los
últimos sesenta años, según el Instituto Internacional de Estocolmo para la
Investigación sobre la Paz (SIPRI), el mundo ha conocido 160 conflictos bélicos
con más de 7 millones de combatientes muertos. Además, SIPRI informó la
existencia de 30 conflictos bélicos sólo en 1990. En Ruanda, en 1994 hubo un
millón de combatientes muertos. Dice SIPRI que durante los últimos 60 años,
solamente un mes la humanidad vivió sin guerra.
En el contexto paraguayo, señalemos que después de la guerra
de la Triple Alianza (1864-1870), sesenta y dos años después
estalló la Guerra del Chaco, en el mismo momento en que el presidente de los
Estados Unidos, Heber Hoobert (1929-1933), planteaba al mundo: “La necesidad de
reducir la abrumadora carga de los armamentos que ahora gravitan sobre los
asalariados del mundo. Mi objetivo es lograr la prohibición de los tanques de
guerra, armas químicas, los grandes cañones y los aviones de bombardero”. Siete
años después se desató la guerra más destructiva de la historia: La Segunda Guerra
Mundial.
Los titulares sobre los conflictos
armados de la prensa nacional e
internacional, no pueden acallar al coro de pacifistas que constantemente
predican suprimir las Fuerzas Armadas, sin considerar que antes será necesario
abolir la competencia y poderío militar de los Estados para garantizar la paz. Además, la variedad de los
esfuerzos realizados para evitar o detener una guerra, y la manera como renace
siempre bajo nuevas formas y pretextos, nos hacen creer que “El mal es
incurable, inevitable y que constituye una de las funciones sociales” (Gastón
Beauthoul, sociólogo francés). Esto significa que es imposible erradicar la guerra mientras no exista una alternativa para la solución de conflictos cuando la diplomacia se frustre en sus intentos de mantener la paz. Por consiguiente,
proponer que se supriman las Fuerzas Armadas o que se cierre “temporalmente” la Academia Militar como había propuesto una senadora nacional al Congreso porque “la paz en el mundo ya es un hecho”, no es sensato ni inteligente; es más, para muchos tal aseveración es combinar ironía
con tragedia... o un alto cargo público, con ignorancia.
Coronel (SR) Teodoro Ramón Delgado
Luque, 20 de octubre de 2012
[1] Julius Robert Oppemheimer
(1904-1967), físico norteamericano. Autor de trabajos sobre la teoría cuántica
del átomo, tuvo un papel importante en las investigaciones nucleares.
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