INICIO LA PUBLICACIÓN DE MIS OPINIONES SOBRE ALGUNOS ARTÍCULOS QUE APARECEN EN LA PRENSA Y POR FACEBOOK, QUE A MI PARECER SON INCOMPLETAS O NO SE AJUSTAN A LA VERDAD.
Una
opinión sobre el artículo “Aceptemos el pasado”, del intelectual Alcibiades
González Delvalle, publicado por el diario “ABC Color”. Debo decir francamente
que concuerdo con la opinión del Dr. Manuel Gondra. Pues, es axiomático que el
pasado que la historia tiene registrada se acepta y se respeta con todos los
aciertos y errores. Sólo deseo señalar que al interesante e ilustrativo
artículo, a mi parecer, para ser completo, faltó agregar lo que sigue: que el
fin fundamental de la historia no es aprobar y menos justificar los errores
cometidos por nuestras autoridades del pasado, sino hacernos recordar
constantemente, a través de los profesores de historia, los historiadores y la
prensa, para no volver a repetirlos. Porque, como advierte el filósofo
norteamericano Santayana: “la nación que no quiere recordar algún pasado
infausto tal como sucedió, tendrá como castigo el ver como se repite”.
Cuando nuestros historiadores de
excelentes ingenios y ricos en posibilidades expresivas escriben sobre la
guerra de la Triple Alianza, lo hacen con procedimiento empírico, o sea, sin
considerar la teoría militar; además creen que su obligación es defender al Sr.
Mcal. López, que es tarea de abogado pero no de historiador. Si pretenden que
su obra sea creíble y sirva como enseñanza, pienso que deben renunciar a
escribirla como un acto de patriotismo, porque a nadie le sería útil las loas
heroicas carentes de objetividad. La objetividad es esencial, pero los
veneradores del Sr. Mcal. López parece hallarse muy cerca de la doctrina de que
la historia existe sólo para llenar una necesidad social; auque reconozco que
la sociedad paraguaya de la posguerra, debilitada y exhausta ante la ruina de
la nación, buscaba desesperada consuelo en el recuerdo de un pasado glorioso, y
esto justificó en aquel tiempo las obras del talentoso Sr. O’Leary.
La guerra es algo así como un árbitro o
juez supremo al que se apela después de agotar los medios pacíficos para saber
de qué lado está la razón o el derecho. Dilucidada la cuestión en una batalla
decisiva (Tujutî del 24-May-1866) de donde sale un vencedor y un vencido, pero
proseguir la guerra sin posibilidad de victoria es inútil sacrificio de la vida
de los compatriotas. Finalmente, como dice un proverbio: “lograr gloria sin
provecho para la nación es vano esfuerzo”.
II. “El equilibrio político”, copiado de la obra
“La conducción del ejército paraguayo en la guerra contra la Triple Alianza”, por Teodoro Ramón Delgado.
Fuente principal: “La
guerra de la Triple Alianza: tres modelos explicativos”, por Diego Abente Brun,
editado por el Centro Paraguayo de Estudios Sociológicos Revista Paraguaya de
Sociología, Asunción, Pág. 1147.
El 6 de noviembre de 1863, el gobierno
paraguayo dirigió una circular al cuerpo diplomático de asunción, en la cual
señalaba que el paraguay considera que la independencia perfecta y absoluta de
Uruguay, era condición sine qua non
como equilibrio político de los estados del río de la plata, y que emplearía
todo su poder para poner fin a esa amenaza[1].
El mismo día, Octavio Lapido (embajador oriental en Asunción) rebosante de
optimismo, partió de asunción con destino a Montevideo, llevando la mencionada
circular. La intervención de Solano López con su poderoso ejército ya se
hallaba en plena incubación, y sólo faltaba un hecho disparador para romper las
hostilidades y continuar la diplomacia por otro medio, vale decir, con la guerra.
Respecto a la famosa doctrina de
“equilibrio del poder”, tan pregonado por el gobierno del partido blanco
uruguayo y por Solano López, así como los historiadores paraguayos, incluso los
que se hacen pasar por historiadores, aseguraban que con ello la paz reinaría
en la región. Sin embargo, Abente Brun demostró de modo irrefutable que ese
principio no resuelve los conflictos entre los países. Pasamos a transcribir
del enjundioso trabajo de investigación del mencionado intelectual paraguayo,
el capitulo El equilibrio en el Río de la Plata, lo que sigue: “aunque muchos
estudiosos y políticos han sostenido que el equilibrio impide el estallido de
una guerra, algunos se muestran más
escépticos sobre sus supuestos efectos positivos para mantener la paz, en tanto
que otros se preguntaban si tal equilibrio existió alguna vez en realidad. En
este sentido, A. F. K. Organski ha afirmado que la evidencia histórica no da su
respaldo a la tesis de que el equilibrio de poderes en una región conduzca a la
paz: Lo contrario es, en realidad, el caso. Afirma Organski que la relación entre
la paz y el equilibrio del poder parece ser exactamente lo contrario a lo que
siempre se ha proclamado”.
Sigue diciendo Abente Brun, “Los
períodos de equilibrio, reales o imaginarios, son períodos de guerra, mientras
que los períodos de preponderancia conocida son períodos de paz, porque las
naciones se muestran renuentes a entrar en combate a menos que considere que
tiene una buena posibilidad de ganar, pero esto es cierto para ambos contendientes
sólo cuando los dos están total y absolutamente parejos, o por lo menos cuando
creen que están. De esta manera un equilibrio de poder aumenta las
posibilidades de guerra. De acuerdo con este argumento, una situación de
preponderancia preservará la paz debido a que el más fuerte no necesita ir a la
guerra y el más débil no puede”[2].
En otra parte de su trabajo de
investigación, donde Abente Brun de nuevo luce su ingenio se lee: “para probar
la argumentación de Organski, se debe determinar si los países participantes de
la guerra del paraguay eran ya sea poderosos y satisfechos o poderosos e
insatisfechos. En segundo lugar, es necesario establecer si la región estaba en
situación de transición de poder, es decir, si la potencia de primer orden
estaba por ser eclipsada por la de segundo orden, o si esta última encontraba
inadecuada la distribución de poder y estaba tratando de cambiar la situación
en ventaja suya”.
Este último argumento es el que se
ajusta al objetivo político de Solano López. Pero, desgraciadamente, él no se
daba cuenta que el equilibrio de poderes en una región determinada debe ser el
resultado de un acuerdo o la imposición del más fuerte, militarmente. Para este
último caso, Solano lópez precisaba de mejores medios para tan ambicioso
propósito. Respecto al equilibrio de poderes, Efraín Cardozo, después de
comentar la nota de explicación solicitada por el gobierno paraguayo a la
argentina sobre su intervención en el asunto del uruguay, escribió: “el Paraguay
no avaló la denuncia uruguaya, sino que halló ocasión en ella para reivindicar
el derecho de intevenir en los asuntos del Río de la Plata, de que hasta
entonces se había apartado cuidadosamente el Paraguay. Para tal efecto
trasnsplantó la vieja doctrina de equilibrio, a la que se debía el orden
europeo desde el tratado de wetsfalia, y que por entonces tenía un vigoroso
mantenedor en Napoleón III. Solano López soñaba con desempeñar, tal como
intentaba hacerlo su mentor en Europa el emperador francés el papel de árbitro
de la paz y sostenedor del statu quo
en el Río de la Plata”[3].
[1]
Horton Box, Obra cit. Pág. 150.
[2]
Diego Abente Brun, “La guerra de la
Triple Alianza: tres modelos explicativos”. Centro Paraguayo de Estudios
Sociológicos – Revista Paraguaya de Sociología, Asunción, Pág. 1147.
[3]
Efraín Cardozo, “Breves Historia del
Paraguay”. Servilibro, 3ª. Edición, Asunción, 2011, Pág. 91.
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