martes, 12 de abril de 2016

GUERRA DE LA TRIPLE ALIANZA (1864-1870). OPINIONES VARIAS.


INICIO LA PUBLICACIÓN DE MIS OPINIONES SOBRE ALGUNOS ARTÍCULOS QUE APARECEN EN LA PRENSA Y POR FACEBOOK, QUE A MI PARECER SON INCOMPLETAS O NO SE AJUSTAN A LA VERDAD.
Una opinión sobre el artículo “Aceptemos el pasado”, del intelectual Alcibiades González Delvalle, publicado por el diario “ABC Color”. Debo decir francamente que concuerdo con la opinión del Dr. Manuel Gondra. Pues, es axiomático que el pasado que la historia tiene registrada se acepta y se respeta con todos los aciertos y errores. Sólo deseo señalar que al interesante e ilustrativo artículo, a mi parecer, para ser completo, faltó agregar lo que sigue: que el fin fundamental de la historia no es aprobar y menos justificar los errores cometidos por nuestras autoridades del pasado, sino hacernos recordar constantemente, a través de los profesores de historia, los historiadores y la prensa, para no volver a repetirlos. Porque, como advierte el filósofo norteamericano Santayana: “la nación que no quiere recordar algún pasado infausto tal como sucedió, tendrá como castigo el ver como se repite”.
     Cuando nuestros historiadores de excelentes ingenios y ricos en posibilidades expresivas escriben sobre la guerra de la Triple Alianza, lo hacen con procedimiento empírico, o sea, sin considerar la teoría militar; además creen que su obligación es defender al Sr. Mcal. López, que es tarea de abogado pero no de historiador. Si pretenden que su obra sea creíble y sirva como enseñanza, pienso que deben renunciar a escribirla como un acto de patriotismo, porque a nadie le sería útil las loas heroicas carentes de objetividad. La objetividad es esencial, pero los veneradores del Sr. Mcal. López parece hallarse muy cerca de la doctrina de que la historia existe sólo para llenar una necesidad social; auque reconozco que la sociedad paraguaya de la posguerra, debilitada y exhausta ante la ruina de la nación, buscaba desesperada consuelo en el recuerdo de un pasado glorioso, y esto justificó en aquel tiempo las obras del talentoso Sr. O’Leary.
     La guerra es algo así como un árbitro o juez supremo al que se apela después de agotar los medios pacíficos para saber de qué lado está la razón o el derecho. Dilucidada la cuestión en una batalla decisiva (Tujutî del 24-May-1866) de donde sale un vencedor y un vencido, pero proseguir la guerra sin posibilidad de victoria es inútil sacrificio de la vida de los compatriotas. Finalmente, como dice un proverbio: “lograr gloria sin provecho para la nación es vano esfuerzo”.



II. “El equilibrio político”, copiado de la obra “La conducción del ejército paraguayo en la guerra contra la Triple Alianza”, por Teodoro Ramón Delgado.
             Fuente principal: “La guerra de la Triple Alianza: tres modelos explicativos”, por Diego Abente Brun, editado por el Centro Paraguayo de Estudios Sociológicos Revista Paraguaya de Sociología, Asunción, Pág. 1147.
        El 6 de noviembre de 1863, el gobierno paraguayo dirigió una circular al cuerpo diplomático de asunción, en la cual señalaba que el paraguay considera que la independencia perfecta y absoluta de Uruguay, era condición sine qua non como equilibrio político de los estados del río de la plata, y que emplearía todo su poder para poner fin a esa amenaza[1]. El mismo día, Octavio Lapido (embajador oriental en Asunción) rebosante de optimismo, partió de asunción con destino a Montevideo, llevando la mencionada circular. La intervención de Solano López con su poderoso ejército ya se hallaba en plena incubación, y sólo faltaba un hecho disparador para romper las hostilidades y continuar la diplomacia por otro medio, vale decir, con la guerra.
        Respecto a la famosa doctrina de “equilibrio del poder”, tan pregonado por el gobierno del partido blanco uruguayo y por Solano López, así como los historiadores paraguayos, incluso los que se hacen pasar por historiadores, aseguraban que con ello la paz reinaría en la región. Sin embargo, Abente Brun demostró de modo irrefutable que ese principio no resuelve los conflictos entre los países. Pasamos a transcribir del enjundioso trabajo de investigación del mencionado intelectual paraguayo, el capitulo El equilibrio en el Río de la Plata, lo que sigue: “aunque muchos estudiosos y políticos han sostenido que el equilibrio impide el estallido de una  guerra, algunos se muestran más escépticos sobre sus supuestos efectos positivos para mantener la paz, en tanto que otros se preguntaban si tal equilibrio existió alguna vez en realidad. En este sentido, A. F. K. Organski ha afirmado que la evidencia histórica no da su respaldo a la tesis de que el equilibrio de poderes en una región conduzca a la paz: Lo contrario es, en realidad, el caso. Afirma Organski que la relación entre la paz y el equilibrio del poder parece ser exactamente lo contrario a lo que siempre se ha proclamado”.
        Sigue diciendo Abente Brun, “Los períodos de equilibrio, reales o imaginarios, son períodos de guerra, mientras que los períodos de preponderancia conocida son períodos de paz, porque las naciones se muestran renuentes a entrar en combate a menos que considere que tiene una buena posibilidad de ganar, pero esto es cierto para ambos contendientes sólo cuando los dos están total y absolutamente parejos, o por lo menos cuando creen que están. De esta manera un equilibrio de poder aumenta las posibilidades de guerra. De acuerdo con este argumento, una situación de preponderancia preservará la paz debido a que el más fuerte no necesita ir a la guerra y el más débil no puede”[2]
        En otra parte de su trabajo de investigación, donde Abente Brun de nuevo luce su ingenio se lee: “para probar la argumentación de Organski, se debe determinar si los países participantes de la guerra del paraguay eran ya sea poderosos y satisfechos o poderosos e insatisfechos. En segundo lugar, es necesario establecer si la región estaba en situación de transición de poder, es decir, si la potencia de primer orden estaba por ser eclipsada por la de segundo orden, o si esta última encontraba inadecuada la distribución de poder y estaba tratando de cambiar la situación en ventaja suya”.
        Este último argumento es el que se ajusta al objetivo político de Solano López. Pero, desgraciadamente, él no se daba cuenta que el equilibrio de poderes en una región determinada debe ser el resultado de un acuerdo o la imposición del más fuerte, militarmente. Para este último caso, Solano lópez precisaba de mejores medios para tan ambicioso propósito. Respecto al equilibrio de poderes, Efraín Cardozo, después de comentar la nota de explicación solicitada por el gobierno paraguayo a la argentina sobre su intervención en el asunto del uruguay, escribió: “el Paraguay no avaló la denuncia uruguaya, sino que halló ocasión en ella para reivindicar el derecho de intevenir en los asuntos del Río de la Plata, de que hasta entonces se había apartado cuidadosamente el Paraguay. Para tal efecto trasnsplantó la vieja doctrina de equilibrio, a la que se debía el orden europeo desde el tratado de wetsfalia, y que por entonces tenía un vigoroso mantenedor en Napoleón III. Solano López soñaba con desempeñar, tal como intentaba hacerlo su mentor en Europa el emperador francés el papel de árbitro de la paz y sostenedor del statu quo en el Río de la Plata”[3].




[1]    Horton Box, Obra cit. Pág. 150.
[2]    Diego Abente Brun, “La guerra de la Triple Alianza: tres modelos explicativos”. Centro Paraguayo de Estudios Sociológicos – Revista Paraguaya de Sociología, Asunción, Pág. 1147.
[3]    Efraín Cardozo, “Breves Historia del Paraguay”. Servilibro, 3ª. Edición, Asunción, 2011, Pág. 91.


0 comentarios: