miércoles, 19 de septiembre de 2012

PARTE III. PARA ENTENDER MEJOR LA GUERRA DE LA TRIPLE ALIANZA (O CUALQUIER OTRA)

SOBRE LA GUERRA Y LA PAZ

A pesar de haber conquistado una parte importante del territorio y destruidas las fuerzas militares del enemigo, la guerra no puede considerarse como terminada hasta que el gobierno derrotado no haya firmado la paz o hasta que la población haya sido sometida totalmente. Y asimismo es, hasta que se controla totalmente el país, la guerra puede estallar de nuevo en el interior o con la ayuda de un aliado; y de este modo obligar al vencedor a nuevos esfuerzos. No obstante, hay que considerar siempre que con la firma de la paz,  finaliza la guerra. Si el gobierno, a pesar de haber sido vencido, no acepta la derrota, logrará que la lucha se extienda hasta ser totalmente aplastado; esto es hondamente penoso, pero así es la guerra. 


Hay varios motivos que obligan a un gobierno a buscar la paz, tales como: la imposibilidad de seguir oponiendo resistencia seria; para evitar que la nación alcance la bancarrota por el gasto de guerra ya hecho y del que todavía se requiere; por el excesivo precio que hay que pagar por la victoria (guerra de Vietnam), etc.


La guerra no es un hecho o una acción de pasión ciega como la consideró el mariscal López, sino está dominada por el objetivo político (en la guerra del Chaco el objetivo era "expulsar a los bolivianos del Chaco paraguayo"); es decir, lo que el gobierno nacional desea conquistar o proteger. El valor y la importancia del objetivo indican el grado de sacrificios que hay que realizar para obtenerlo; o sea, qué cantidad de vida de compatriotas, bienes del país y el retroceso del progreso nacional, el gobierno del Estado está dispuesto a comprometer para la conquista del objetivo político de la guerra. Consecuentemente, tan pronto como los gastos para mantener las fuerzas militares sean tan grandes que la conquista del objetivo ya no podrá compensar -o ya no justifica el sacrificio de la nación-, ese objetivo debe ser abandonado y lo más razonable será negociar una paz de conveniencia mutua, porque es absurdo pagar cien por algo que solo vale diez.


Todo jefe de Estado tiene la obligación de mirar la postguerra, porque su responsabilidad primaria, fundamental, es recuperar la paz para su pueblo y no permitir que el país alcance el punto de su devastación. Hay que pensar siempre que la guerra es tan solo un árbitro al que se apela después de agotar los otros medios (diplomático, negociación, arbitraje, presión de un tercero, etc.), para saber de qué lado está el "derecho", y nada más. Continuar la guerra sin posibilidad de victoria es una insensatez, una locura, un acto perverso, porque representa un inútil desperdicio de vidas humanas y un vano despilfarro de los bienes de la nación.


Foto extraida de Google image
Se puede conversar con personas de diversos niveles educativos y de varias maneras se llega a una misma inquietante conclusión: la mayoría de nuestros compatriotas, además de tener poco conocimiento de la historia nacional y casi nada sobre la guerra de la Triple Alianza, cree que si la guerra no se puede ganar, lo mismo habría que continuarla para defender el honor nacional -como lo hizo el mariscal López, a quien se lo venera en tal sentido-. Se entiende que orillar hasta la aniquilación a todo un pueblo es demencial, como si la guerra pudiera autorizar al supremo gobierno nacional o al general en jefe de las fuerzas militares, en disponer a su antojo sobre la propiedad de los ciudadanos, vale decir: sus vidas y sus bienes; como si la nación paraguaya precisara escribir una epopeya épica de dolorosos sacrificios para tener una existencia gloriosa de la cual podamos enorgullecernos; como si la nación paraguaya pudiera vivir de la fama bélica, en vez de vivir del trabajo digno en la concordia que sólo puede brindar la paz. 

Coronel (S.R.) Teodoro R. Delgado
Miércoles, 19 de setiembre de 2012

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