AVISO. A partir de mañana, martes, 6-Jun-2016, publicaremos por Facebook.com y por
“t-delgado.blogspot.com”, dos de las batallas más emblemáticas de la historia
militar antigua que influyeron decisivamente en el arte de la guerra y sobre la
distribución de poderes, así como en la economía y en la cultura de occidente, del
Imperio de Persia, y especialmente en la región mediterránea. Nuestra intención
es vulgarizar la campaña de Aníbal, uno de los militares más brillante de la
historia universal, en su invasión a Roma que finalizó con su fulgurante
victoria sobre el poderoso ejército romano en la batalla de Cannas; también, la
famosa batalla de las Termópilas. Ambas batallas siguen siendo estudiadas con
interés por los profesionales militares de todo el mundo, porque de ellas aún
pueden ser extraídas no sólo experiencias sino también enseñanzas en sus
aspectos político, económico y militar. Por tales motivos, las batallas que
narraremos contendrán tres partes: antecedentes o situación general, el
desarrollo del hecho bélico y las consecuencias.
La historia militar está fundada en
aplicar los conocimientos de la doctrina militar en la narración de los hechos de
guerra. Es un proceso de investigación analítica constituida por un conjunto de
observaciones, comparaciones y reflexiones del historiador militar, sustentadas
en verdades establecidas ya antes por la experiencia recogida de guerras
anteriores, y aceptadas en la teoría militar como principios de conducción o doctrina.
Por tanto, cualquiera que desea narrar un hecho bélico, como mínimo, está
obligado a conocer la teoría militar en sus aspectos básicos como las leyes de
guerra, los principios de conducción, los vocabularios militares, la
importancia del apoyo mutuo entre las fuerzas, el procedimiento para estudiar
el terreno con el fin de aprovechar lo mejor posible en la defensa o en el
ataque, etc. Estos conocimientos ayudan al historiador militar a interpretar
correctamente las decisiones de los comandantes, las acciones a realizar ante
cada nueva situación, pues en el teatro de operaciones la situación cambia
frecuentemente y a veces repentinamente. Lo que estamos queriendo decir es,
para cada operación se realiza innumerables acciones preventivas que el
historiador no debe omitir. Porque sólo así es posible señalar los aciertos del
vencedor y los errores cometidos por el conductor derrotado.
Finalmente, repetimos de nuevo, la
historia militar no es para exaltar el patriotismo o para enardecer los ánimos
de los compatriotas, pues tiene algo más importante como fin. Por ejemplo,
hacernos recordar constantemente los hechos desagradables sucedidos tal como
fueron, para no volver a repetir. Por tanto, los historiadores paraguayos,
especialmente aquellos que se hacen pasar por tales, deberían dejar de confundir
a nuestro candoroso pueblo sobre la función del historiador militar con un mero
ARENGADOR.
(Obras
consultadas: William Weir (EE. UU), Secco Ellauri (Arg), Steven
Pressfield (Ing.),
Temática Océano (Esp.) y otros.
PARTE I LA BATALLA DE MARATÓN
Brevísima historia del imperio persa. Aproximadamente
en el año 1500 a. J.C., ocuparon Persia dos pueblos indoeuropeos: la parte
meridional, los medos, y en el norte, los persas. Los medos se impusieron desde
un principio a sus vecinos. Los persas conducidos por Ciro el Grande (murió el 529 a.
J.C.), se sublevaron contra los medos (hacia 550 a. J.C.) y se lanzaron a la
conquista de los reinos de Lidia y Babilonia. Además de excelente estratego, el
general Ciro fue un gran político que dejó un imperio sólídamente constituido.
La expansión del imperio persa continuó con sus sucesores. A su hijo Cambises
(530-522 a. J.C.), se deben la conquista de Egipto. Su sucesor Darío I (512-484
a. J.C.) pacificó el imperio y sometió a la región del Indo, Tracia y
Macedonia. Poco después las ciudades jónicas se sublevaron con la ayuda de
Atenas, lo que provocará la guerra, que a
continuación veremos cómo acabó.
En
el año 490 a. J. C., 10 años antes de la batalla de las Termópilas, el
emperador de Persia, Darío, nieto de Ciro el Grande e hijo de Cambises,
organizó un ejército de 30.000 hombres y puso bajo el mando de un general medo
(iraní) llamado Datis. Probablemente, Datis era un buen comandante en el campo
de batalla porque recibió el alto y honroso cargo no siendo de etnia persa,
pero era un soldado avezado y conservador.
La misión de Datis era marchar por el mar Egeo y destruir Atenas.
La causa ocasional de la expedición
preparada era que el emperador Darío estaba furioso, porque años antes los
atenienses habían ayudado a un grupo de griegos rebeldes a quemar Sardes, una
ciudad persa del Asia Menor, capital de una satrapía. El hecho se conoció como
la rebelión jónica contra las autoridades persas que se convirtirá después en
una de las batallas más famosa de la historia: la batalla de Maratón.
Durante la rebelión jónica, Atenas ayudó
a sus compatriotas de Jonia. Pero Darío consideró la rebelión como insulto al
imperio persa, por tanto, Jonia y Atenas deberán ser castigadas. Pero tenía un
problema, no podrá llevar un enorme ejército, porque Grecia era tierra rocosa y
montañosa que dificultará el apoyo logístico, por consiguiente, será muy
difícil sostener un gran ejército. Los abastecimientos tendrían que ser
transportadas por mar, y el poder naval griego era formidable y el Egeo era un
mar tempestuoso con litorales pedregosos. Por semejante motivo Suiza nunca fue invadida, porque está llena de desfiladeros.
Darío concluyó su apreciación de la
situación estratégica de este modo: en vez de llevar una formidable fuerza
terrestre, marchar con uno pequeño, pero practicando la estrategia de
aproximación indirecta, especialmente, la diplomacia y la astucia. Entonces, empezó a
desarrollar quintas columnas en Atenas. El monarca persa, tal como esperaba no
le fue difícil corromper a buen precio la colaboración de algunos atenienses,
amén de prometer liberar a los ciudadanos de sus opresores. Los agentes persas eran convincentes y
el oro persa corría abundante y libremente. La misión de los traidores era abrir
los portones de la ciudad para permitir entrar a las tropas persas; algo así como
los espartanos hicieron, emplear artimaña (el caballo de Troya) para penetrar dentro
de la fortaleza de Troya.
El plan táctico de Darío consistía en
lo siguiente: ocupar Maratón con el fin de atraer allí al ejército ateniense,
derrotarlo e inmediatamente marchar sobre Atenas para cumplir la misión
principal: destruir la ciudad.
En
términos tecnológicos, los griegos eran superiores a los persas, pero esta
superioridad no garantiza de ningún modo la victoria.
En un espacio estrecho como la planicie de Maratón, la falange griega,
que era como una pared móvil de bronce y una masa armada de lanzas, era muy
superior a los persas en armamentos e instrucción militar, además las tropas
persas estaban levemente protegidas con chalecos y cascos que no impedían atravesar
a las lanzas o espadas griegas. El número de griegos también pudo haber sido
superior, pues el ejército ateniense contaba con 11.000 hombres. Los persas
llegaron en 600 navíos; de todos estos un 20 % habrán destinados para
abastecimientos, caballos y forrajes.
Según William Weir (historiador militar
norteamericano), el almirante de la armada estadounidense, W. L. Rodgers,
estudioso de la guerra de las galeras, estima
que podría haber como máximo 15.000 persas. “Pero los persas -asevera William
Weir, a quien le estamos siguiendo-, no planearon eliminar el ejército
ateniense en la planicie de Maratón. Ellos ejecutaron el plan elaborado por
Darío el Grande, líder con mucho más talento de lo que se acostumbra admitir.
Él consiguió restaurar el imperio de Ciro que se despedazaba y organizar un buen
gobierno. No era un gran general como Ciro, mas era competente. Tampoco era
humanitario como Ciro. Este dio al pueblo libertad religiosa, abolió la
esclavitud y permitió que los judíos cautivos retornasen a su tierra natal.
Darío no puso en libertad a nadie y permitió la esclavitud, pero era político y
estadista, un hombre que sabía conseguir lo que quería sin mucho derramamiento
de sangre”.
El conflicto empezó cuando Jonia, ciudad
griega de Asia Menor incorporada al Imperio de Persia, se rebeló contra el
dominio persa. Esa ciudad era gobernada por el general griego Milciades, sin
sangre real, lo que era inaceptable a los griegos de la época acostumbrados a
contar con reyes de sangre real. Darío aplastó la revuelta, destituyó a los sátrapas
y creó seudodemocracia: los ciudadanos griegos podrían hacer sus propias leyes,
pero deberán someter a la aprobación del emperador de Persia. Destituido
Milciades, se trasladó a Atenas donde sirvió en el ejército y fue nombrado como
uno de los diez generales del ejército griego que tendrán la misión de repeler
a las fuerzas persas de Maratón. CONTINUARÁ.
PARTE II. LA
BATALLA DE MARATÓN, CONTINUACIÓN (8-Jun-2016).
A 42 kilómetros al este de Atenas, en
la llanura de Maratón, un ejército griego de 8.000 hombres ya había tomado
posición en espera de los invasores. Eran 10 divisiones, cada una con su propio
comandante. Los generales rotaban diariamente en el comando del ejército. En el
día de la batalla le correspondía el mando a Milciades. Éste sabía que la
situación era desesperada. Por mar, el ejército persa podría llegar a Atenas
antes que las tropas atenienses de Maratón, por tanto, ordenó que los soldados
se preparasen para inmediatamente terminada la batalla, acudir con la máxima
rapidez para defender la ciudad de Atenas.
Las tropas atenienses tomaron posición en
una llanura entre dos montañas. Normalmente, la infantería griega tenía 8
hileras de profundidad. Pero Milciades, para aumentar la longitud de la línea
del frente de modo a cubrir totalmente la planicie, y no dar espacio a la
caballería persa para flanquearle, mantuvo apenas 4 hileras de profundidad en
el centro de la línea de defensa. Las unidades en los flancos mantuvieron ocho
hileras de profundidad. Desde una colina de Maratón, los generales griegos contemplaban
asombrados la gran cantidad de tropas persas que desembarcaban como para engullir
a los atenienses.
En
549 a. J. C., 70 años antes de la batalla de las Termópilas, Ciro el Grande
unificó todas las tribus, lo que hoy es conocido como el centro de Irán.
Irrumpió desde la montaña con un ejército que contaba una infantería ligera y
pesada, además caballería. Fue Ciro quien se dio cuenta de la importancia de la
caballería al contratar tribus acostumbrados a andar a caballo. Así comenzó la
tradición de la caballería en el ejército persa. Cuando un ejército persa
marchaba a la guerra, estaba compuesto en un 80 % por infantería y un 20 % por
caballería. Esta combinación hacia que los persas fueran imbatibles en las
planicies abiertas de Asia. Si el terreno permitía, mientras la infantería
atacaba frontalmente, la caballería se encargaba de los flancos hasta aniquilar
al enemigo.
Terminado el desembarco el ejército
persa se organiza y sin parar mientes atacó a los atenienses. Ambos contendores
luchaban con ferocidad, las tropas persas atacaban frenéticamente empuñando lanzas
y armas blancas de hoja ancha, corta y puntiaguda, y golpeando con hachas de
guerra que cual pared los soldados atenienses formaban con sus escudos. Parecía
que los persas no lograrían su propósito porque los griegos resistían bien; sin
embargo, de repente, para sorpresa de los mismos persas, el ejército de Milciades,
en el centro de su defensa, empezó a ceder espacio. Pero las tropas atenienses retrocedían
ordenada y progresivamente, pues la acción respondía a una táctica que con
antelación había planificado Milciades, por tanto, era meramente un ardid. El
avance de los persas y el retroceso de los atenienses parecía el comienzo de la
batalla de Cannas, la obra maestra de Aníbal que acontecería más de dos siglos
después.
Mientras
el centro de la defensa griega retrocedía gradualmente, sin embargo sus flancos
se mantenían firmes en sus posiciones. A medida que los persas, entusiasmados
por la inminente victoria, temerariamente avanzaban cada vez más en el valle; en
tanto que ambos flancos del ejército griego paulatinamente avanzaban para
colocarse en la retaguardia del enemigo, arrollando a su paso cuanto enemigo
topa, para dejarlos dentro de un cerco. La táctica de Milciades se basó en el
engaño para vencer a un enemigo superior, y tuvo éxito. Él hizo algo muy común
en esgrima, por la que se ofrece un blanco al adversario con el fin de
inducirle a error. Datis aceptó el envite ofrecido por el sagaz general
ateniense. En un santiamén, las tropas atacantes quedaron rodeadas por todos
los lados que les impedían realizar cualquier movimiento. No podían maniobrar
ni mover los brazos ni defenderse, estaban apretujados en un área de combate
cerrado. La lucha se convirtió en una auténtica masacre.
El
resto de la infantería persa que no llegaron a entrar en acción corrió a la
playa. Los comandantes griegos, arriesgando todo, ordenaron la persecución. La
infantería griega se avalanzó contra el enemigo en retirada y lo forzó a
regresar a la playa y subirse en sus naves para huir. Los griegos sólo
capturaron 7 de las 600 embarcaciones. El grueso del ejército persa simuló la huida,
pero en cumplimiento del plan, para dirigirse a Atenas donde un grupo de
desleales atenienses les estaba esperando para abrirles los portones de la
ciudad.
Los griegos habían vencido en Maratón, pero
la situación era aún grave. Los persas podrían llegar a Atenas antes que ellos.
Por tanto, terminada la batalla, Milciades mandó llamar a Filípides, un campeón en carreras de fondo, un atleta, un corredor
profesional, y le ordena que regrese a Atenas para decir a los ciudadanos que
el ejército derrotó a los persas y que aguante las embestidas persas hasta su
llegada. Fidípides corrió como jamás ha
corrido los 42 kilómetros que Atenas dista de Maratón. Entró tambaleante en la ciudad, y sin poder detenerse grita ¡nice nice! (¡victoria!, ¡victoria!), y cual
caballo de raza que corre hasta reventar, Fidípides cayó muerto. Para
conmemorar la hazaña de Fidípides hoy una carrera de Maratón tiene 42
kilómetros.
Los traidores a su patria, al conocer la
noticia de la derrota del ejército persa en Maratón, y que Milcides a la cabeza
de su victorioso ejército avanzaba a paso redloblado para Atenas, no
necesitaron pensar mucho para desistir del pacto que tenían con el enemigo de
su patria.
Cuando la flota persa llegó a Atenas,
encontraron los portones cerrados y trancados. Y cerrados permanecieron hasta
la llegada del victorioso ejército ateniense de Maratón. Ante la nueva
situación, los persas se retiraron para su tierra, pero Darío no abandonará su
promesa de quemar Atenas.
Así terminó la batalla universalmente
conocida como una de la más decisiva del mundo. No hubo ríos de sangre ni
montañas de cadáveres. Hubo heroísmo: Fidípides es un ejemplo, y los persas que
sin armadura atacaron con dagas la falange griega, son otro. Tampoco hubo lucha
hasta la muerte contra probabilidades terriblemente desfavorables. No fue el
caso de un David occidental que derrotó a un Goliat oriental.
Los
atenienses construyeron, por iniciativa de Pericles, el Partenón en la
Acrópolis de Atenas para conmemorar la famosa victoria de Maratón. El edificio
y la victoriosa batalla causaron impactos en todo el imperio persa. Es oportuno
hacer constar que un gran imperio como Persia y un gran rey, no podían admitir
la aplastante derrota sin obtener satisfacción. El agravio infligido por los
atenienses a los persas no quedará sin venganza. Lo que más molestó el orgullo del
rey persa fue que una pequeña nación le propinó una contundente derrota, vale
decir, que un pequeño como David se había impuesto ante el gigante Goliat.
El primer intento de Persia de venganza
contra los atenienses fracasó ignominiosamente. Darío planeó otro ataque, pero
murió antes de llevarse a cabo la operación. La venganza persa pasó a ser
responsabilidad de su hijo, Jerjes que acabará con la batalla de las Termópilas.
ESTA SERÁ NUESTRO PRÓXIMO TEMA.
LA BATALLA DE LAS TERMÓPILAS – PARTE I.
La sublevación jónica, tema que hemos
tocado en la batalla de Maratón, fue un hecho importante en la historia de
Grecia que deterioró sus relaciones con los persas. Así empezó el conflicto que
se irá agravando en los próximos 80 años. El apoyo de los atenienses a los
rebeldes jónicos condujo a Persia y a Atenas a una relación tensa, imposible de
resolver con la diplomacia, por tanto, sólo queda resolver por otro medio: la
guerra.
Atenas había despertado a un gigante
dormido. El rey Darío quería venganza. Para excitar más su odio, durante cada
comida hacia que un esclavo le dijera siempre antes de probar el primer bocado:
“majestad, le recuerdo a Atenas”. Darío juró que se vengaría de los atenienses.
La situación presagiaba que en los suelos de Grecia estaba por correr torrente
de sangres. El primer intento de venganza de Darío que empezó con la expedición
que envió en 490 a. J.C., acabó en un estruendoso fracaso en la batalla de
Maratón, donde los espartanos no actuaron porque llegaron tarde. Este malogrado
esfuerzo avivó aún más su odio contra Grecia y de inmediato empezó a planificar
otra expedición; pero murió antes de ejecutar su nuevo plan. Lo reemplazó su
hijo Jerjes.
Uno de los aspectos más interesante de
los monarcas de todo el mundo antiguo, si uno se fija en Siria, Egipto o Persia
era que preparaban a sus hijos para ser reyes guerreros enviándolos a la
academia militar. Jerjes todos los días pasaba el tiempo en un salón
aprendiendo filosofía, matemática y tácticas militares, también se entrenaba a
combatir en caso que hubiera una necesidad extrema de defender su vida.
Disponían de un coliseo, colocaban al chico en el centro y le soltaban un león.
Mataba al león o perecía. La realeza y el entrenamiento de Jerjes lo ayudaron a
prepararse para liderar el imperio más grande y dominante del mundo. Pero
Jerjes tenía una sola cosa en mente cuando se hizo rey: vengarse de Atenas.
Durante 10 años organizó una descomunal fuerza militar y planeó la invasión de
Grecia. Como vemos, Jerjes no era un ignorante sino todo lo contrario, era un
hombre ilustrado como Alejandro Magno, que había nacido en la realeza y se
había educado para ser guerrero y para ser gobernante.
En el 418 a. J.C., dos años antes de la
batalla de las Termópilas un espía griego descubre que el emperador persa,
Jerjes, estaba incrementando aceleradamente su ejército, una fuerza que muchos
creen que ya había alcanzado los 300.000 hombres. La intención de Jerjes era
reducir a cenizas la ciudad estado de Atenas. Cuando los atenienses
descubrieron que Jerjes preparaba un extraordinario
ejército para emplear contra ellos, concluyeron que necesitaban ayuda. Enviaron
mensajeros por todas las ciudades griegas solicitando que envíen fuerzas de
combate para defender Grecia. Ellos no tomaron en serio el clamor de auxilio de
los atenienses, porque en aquel momento, nadie consideraba a Grecia como una
nación, lo que hoy todos conocemos como Grecia en aquella época era ciudades
estados que competían por negocios, por tanto, antes que llevarse bien se
ponían a luchar entre sí.
No obstante, y a pesar de las
relaciones pocos cordiales que mantenían, los atenienses acudieron a uno de sus
mayores rivales regionales para pedir ayuda: los espartanos y su rey Leónidas. En
aquel entonces, Leónidas había ya logrado muy buena fama como militar, era un
estratego consagrado. Había pasado toda su niñez soportando el duro entrenamiento
que los adolescentes espartanos recibían desde niños para ser guerreros
despiadados. Él era de costumbre austero, el más eminente espartano a lo largo
de la historia de Lacedemonia. Así que los atenienses vinieron a pedirle ayuda
porque lo reconocía como guerrero muy hábil.
Antes de decidirse a ayudar a los
atenienses, Leónidas, como era costumbre en Esparta consultó al oráculo. Los
espartanos eran un pueblo muy religioso. Uno de los modos más comunes de
interpretar la voluntad de los dioses era a través del oráculo, y ellos eran
devotos del oráculo de Delfos. Desde el año 1400 a. J.C., el oráculo de Delfos
era uno de los templos más sagrado de Grecia. Era un santuario erigido sobre un
pequeño abismo. El oráculo saludaba a quienes buscaban información. Cuando Leónidas le hizo una pregunta,
el oráculo balbucea algo, casi siempre incoherente; y el sacerdote que actua de
intérprete escucha la respuesta y se la transmite al rey de Esparta: “Hombre de
paja, o deja que vuestra gloriosa ciudad sea tomada por los hijos de Persia o hay
que lamentar la pérdida de un rey,
un rey descendiente del gran Heracles. Esparta va a caer, toda Grecia va a caer”,
(Heracles, famoso héroe griego, personificación de la fuerza, hijo de Zeus). Leónidas
interpretó que el oráculo estaba hablando de él, y que su muerte y su
sacrificio salvarían a Esparta, también estaba convencido que realmente era
descendiente del gran Heracles, y que los dioses lo habían escogido a él para
salvar a su nación. Por ello, se reunió con los ancianos de Esparta y les
anuncia que ayudaría a los atenienses a impedir la intención de Jerjes de
dominar Grecia. “El enemigo de mi amigo es mi enemigo”, finaliza Leónidas su
conversación con los ancianos.
El parlamento de Esparta tenía la
intención de no permitir a Leónidas ir a la guerra con un ejército tan pequeño,
apenas un batallón de 300 hombres de los 9.000 que contaba el ejército de
Esparta. Cuando Leónidas eligió a los 300, probablemente existió descontento de
parte de aquellos que no fueron elegidos, por ser excluidos de un gran
acontecimiento. Ellos habían nacido y se habían preparado para ser guerrero,
sabían que aquel hecho lo harían pasar a la historia, tanto a ellos como a su
familia y a sus hijos, y serían considerados como salvadores de Grecia.
Leónidas escogió a los mejores
guerreros, pero sólo aquellos que ya habían tenido hijos para asegurarse de que
su descendencia sobreviviera. Probablemente, lo que pensaba Leónidas era que la
ocasión le permitía sostener una colosal lucha militar, una ocasión que se le
presentaba para obtener gloria personal y un recuerdo glorioso que sirva de
inspiración para las futuras generaciones de Esparta.
Leónidas aceptó el reto a sabiendas que
era descomunal, porque lucharía contra la fuerza militar más poderosa de
aquella época, una fuerza armada que había dominado el mundo durante un siglo:
el poderoso imperio persa. CONTINUARÁ.
LA BATALLA DE LAS TERMÓPILAS/ CONT. PARTE II (10-Jun-2016)
En el año 481 a. J. C., cuando espías griegos descubrieron el plan de
Jerjes, no sólo se fijaron en la descomunal armada sino que observaron que los
persas, tecnológicamente, ya habían superado a los griegos. Esto demuestra que
el rey Jerjes estaba dispuesto a hacer lo imposible por llevar a cabo el plan
que su padre había dejado inconcluso. Jerjes levantó dos cursos de acción: 1) llevar
su fuerza terrestre de 300.000 hombres a través del río Adivos, una vía fluvial
que conecta Asia y Europa, al sur del mar Negro; 2) Realizar el transporte del
ejército por tierra, para eso tenía que caminar alrededor del mar Negro, lo que
demoraría dos años para llegar a destino, además le obligaría a combatir para dominar
a los varios pueblos hostiles que encontrará a su paso, porque no podía dejar
en su retaguardia sin asegurarse de la lealtad de sus autoridades. Aunque el
ejército de Jerjes, como cualquier ejército conquistador, mostraba gran
suntuosidad de modo que los pueblos conquistados deseen ser sus amigos y al
mismo tiempo teman ser sus enemigos.
Jerjes decidió el curso de acción donde
el Imperio de Persia mostrará su avance científico, llevar su ejército por el río
Adivos. Para ello, Jerjes ordenó a sus
ingenieros construir un pontón hechos con viejos buques de transporte. Los
ingenieros de Jerjes colocaron 700 barcos adosados uno a otro. Luego ataron los
barcos con dos tipos distntos de maroma o cuerda gruesa. Uno de cáñamo y el
otro hecho de papiro. Los egipcios idearon una manera de convertir el corazón
del papiro llamado gabazo en una cuerda fuerte y duradera. Eso fue lo que usaron
los ingenieros para atar los barcos. La soga de papiro y la soga de cáñamo eran
la alta tecnología que formaba parte de esta fenomenal expedición. Aquellas gruesas
cuerdas alcanzaban 1.500 metros. Varias docenas de esas maromas que pesaban dos
toneladas cada una sujetaban juntos a los barcos. Estos estaban asegurados por
medio de gruesas cuerdas de costa a costa. Después los persas cubrieron con
tablas para crear una superficie plana por la que pudieran marchar cómodamente la
infantería y la caballería. Se puede consider que se trató de una obra maestra
de ingeniería para aquella época.
La información recibida por las
autoridades griegas sobre la construcción del puente, además de asombrarlas, le
preocuparon enormemente, porque los persas no sólo tenían un ejército muy
poderoso y una formidable flota de guerra de 1.000 buques, sino que contaban
con ingenieros que dominaban los principios de la ingeniería. El ejército persa
cruzó el puente y comenzó a marchar hacia el mar Egeo donde se embarcarán en su
enorme flota. Casi tres meses después, Jerjes a la cabeza de su ejército de
300.000 hombres y una flota de guerra aterrorizador llegaron al norte de
Grecia.
Gracias a espías atenienses, se aceleró
la alianza de las ciudades griegas cuyo ejército ocupó dos lugares estratégicos
donde establecieron sus áreas de defensa. La primera se hallaba en la parte sur
de la península griega, en el istmo de Corinto, para defender las ciudades
estados en el Peloponeso, incluida Esparta. La otra al norte, en el desfiladero
de Las Termópilas. Aquí el rey de los espartanos, Leónidas, lideraba el
ejército de coalición que contaba con 300 guerreros espartanos y 7.000 soldados
de otras ciudades griegas. Lejos de la costa, el general ateniense Temístocles,
excombatiente de la batalla de Maratón, lideraba la armada griega, y se preparaba para
enfrentarse contra la flota persa en el estrecho paso de Artemiso. La batalla de las Termópilas estaba a punto de
comenzar.
CONTINUARÁ.
(11) Jun-2016)
LA BATALL DE LAS TERMÓPILAS - PARTE
III.
Al norte de Grecia en un paso estrecho entre dos escarpadas montañas,
en la costa del mar, quedaba el desfiladero de las Termópilas. El rey persa, Jerjes,
estaba resuelto, con sus 300.000 hombres y 1.000 buques de guerra en el mar
Egeo, a convertir en cenizas la ciudad de Atenas, previo saqueo.
En una brillante decisión estratégica y
una demostración de la importancia decisiva en saber aprovechar las
características del terreno, especialmente en la defensa, Leónidas escogió
detener en el desfiladero de las Termópilas a los persas, porque el terreno lo
ayudaba a neutralizar la ventaja numérica del enemigo. Para los atacantes
resultará siempre un esfuerzo muy costoso superar una posición defensiva en un desfiladero.
Preguntemos si porqué jamás se ha invadido a Suiza; pues se debe a los
desfiladeros, una compañía de fusileros de cien hombres puede detener una
división completa si el paso es estrecho. En el mundo antiguo se recomendaba no
mandar al ataque más combatientes de lo que pudieran embestir frontalmente. Por
tanto, una compañía de fusileros basta para detener a miles de hombres.
Aposicionado en el desfiladero de las
Termópilas se encontraba el rey de Esparta, Leónidas, con 300 espartanos y 7.000
soldados aliados. Tenía cerrado herméticamente con sus tropas el extremo norte
del desfiladero. Desde el extremo sur, retaguardia de Leónidas, partía un
camino que va hacia Atenas, otro camino de cabra -sólo los griegos conocían- se
dirigía a una población vecina de Atenas. Al comandante de las tropas de 1.000
hombres de esta población, Telamón, Leónidas le dio la misión de ponerle
candado al camino. El presuntuoso Telamón le prometió a “vencer o morir” en el
cumplimiento de la orden del rey espartano.
Como era costumbre en el mundo antiguo,
antes de una batalla, Jerjes intentó negociar con Leónidas; le envió por tres
mensajeros una nota que decía: “mi ejército es superior al tuyo, numéricamente
es el más poderoso del mundo, no seas terco, depón tu arma y vivirás, de otro
modo todos ustedes morirán”. A Leónidas le puso furioso la arrogante intimación,
agarró a dos de los tres, y gritando: “¡este es Esparta!”, los tiró al
precipicio, al otro le dejó en libertad para que le lleve a Jerjes su elocuente
respuesta. Luego vino otro mensajero persa trayendo el siguiente recado:
“Preparaos a morir, nuestras flechas bloquearán el sol”. El lugarteniente de
Leónidas le respondió: “entonces
libraremos nuestra batalla en la oscuridad”.
Los espartanos fueron los soldados más
inteligente y fuerte de Grecia. Los 300 desplegados en las Termópilas eran como
las tropas Delta de los EE. UU. Su misión consistía en defender el desfiladero
o perder la vida en el intento. Leónidas y sus guerreros asumieron su formación
guerrera espartana. Los espartanos para el combate formaban en fracciones de 8
hombres adelante y 4 al fondo, codo con codo, o sea un pelotón de 32
combatientes por fracción. Cada guerrero sostenía el escudo con el brazo
derecho, de este modo formaban una pared de escudos al frente. Era algo así
como una muralla de bronce que resplandecía a la luz solar. Todos los soldados
griegos eran de la infantería pesada llamada hoplitas por el escudo redondo y
grande que cargaban. Estaba hecho con una pieza cóncava de madera y cubierta
con una lámina de bronce, medía 90 centímetros de diámetro y pesaba 8 kilos.
Los escudos antiguos tenía en el medio un
mango recto para sostener. En el escudo que usaban los griegos, el soldado
pasaba el brazo por una correa de cuero en el centro con lo que se podía
balancear. El escudo permitía hacer movimientos. Los espartanos pintaban ingeniosas
figuras en la superficie de su escudo. Se cuenta que un espartano tenía una
mosca de tamaño normal pintada en el escudo; cuando le preguntaron por qué,
contestó que cuando el enemigo se le acerca la mosca se vería como un león.
El rey Jerjes colocó en el extremo norte
del desfiladero 5.000 expertos arqueros y le ordenó que al unísono dispararan
sus flechas.. A una distancia de 80 metros las flechas que les llovían a los
griegos no lograban penetrar el escudo de la infantería griega ni el casco. Las
flechas rebotaban de los escudos y cascos y no lastimaban a nadie, al menos que
acertaran en un ojo. No había resquicio por el que la flecha podía penetrar. Es
probable que los espartanos usaban armadura de broce para proteger el torso. La
armadura de láminas hecha con cuero y bronce delgado formaba una especie de
chaleco antibala que podía detener totalmente una punta de lanza o una punta de
flecha.
Después del “fuego de preparación para iniciar
el ataque”, Jerjes lanzó 10.000 hombres de la infantería ligera, que sin
hesitar se abalanzaron sobre los defensores, embistiendo la muralla de bronce puesta
por las tropas griegas en el desfiladero de las Termópilas. Aquella enorme masa
humana chocó contra la infantería griega, pero no logró conmover. Al no poder,
las tropas persas que iban a la vanguardia, hacer retroceder a los defensores,
lógicamente, las que venían atrás ejercieron enorme presión que las impulsaban hacia
adelante cada vez más hasta que las tropas persas estaban totalmente compactadas,
sin poder siquiera mover los brazos para hacer uso de sus armas, por tanto,
quedaron indefenso y a merced de los griegos. Para las tropas de Leónidas se
presentó el momento de empezar la matanza del enemigo.
El arma principal de la infantería griega era una lanza de 2, 5 metros
con un diámetro de 5 centímetros y un peso de medio kilo; en la punta llevaba
colocada una capa de metal lo que la convierte en un arma mortal. En el otro extremo de la lanza había
un mango de metal que representaba una segunda arma que usaban los hoplitas
para matar. La lucha era encarnizada pero desigual en cuanto a la calidad de
los combatientes. Había sangre y lamento por todo lado. Los griegos,
probablemente mataron a 1.000 persas y dejaron igual cantidad de heridos en el
pecho y la cara. El arma secundaria de la infantería griega era una espada
recta de hierro con doble filo que medía casi un metro y medio, y que sólo la
usaban si perdían sus lanzas. CONTINUARÁ.
LAS BATALLA DE LAS
TERMÓPILAS/Cont – PARTE IV (lunes 13-Jun-2016)
Los ataques no son continuos sino que se
interrumpe y prosigue cada 20 o 30 segundos durante todo el día. Los contendientes se atacaban, se mataban y luego se volvían a separar. Bueno, el otro lado
retrocedía un poco y este lado avanzaba un poco. No era una lucha que una vez trabada
la pelea dura sin interrupción hasta la aniquilación o la retirada de uno de los
bandos como es actualmente.
Los persas tenían poca protección
individual, por tanto constituían blancos fáciles porque usaban armadura muy
ligera y escudo de madera fácil de atravesar con la espada o lanza con punta de
metal. El escudo de la infantería ligera persa no estaba diseñado para este
tipo de batalla, sino para ejecutar movimientos rápidos como la persecución a
ejército en retirada, durante la cual las tropas son sumamente vulnerables.
Detenidos los persas en el estrecho
desfiladero no pudieron maniobrar, tampoco pudieron usar su caballería porque
ambos flancos de las tropas de Leónidas descansaban sobre acantilados. La
altura del monte Colidomo por un lado y el mar Egeo por el otro le impidió a la
caballería persa maniobrar para envolver uno o ambos flancos del enemigo. Si se
observa las dos batallas griegas que los profesionales militares de hoy y de
siempre estudian más frecuentemente, que son los de Maratón y de las Termópilas,
lo que se ve es la inteligencia de los comandantes griegos al escoger el
terreno adecuado, donde los persas no podían maniobrar con su caballería. En
Maratón ni siquiera se bajaron de los buques, y los pocos que lo hicieron no
influfluyó para nada, porque los atenienses al mando de Milciades tomaron
posición en un frente estrecho entre dos montañas. Eso mismo está pasando en las
Termópilas; no pueden emplear su caballería. Igual ocurrió en la Guerra de la
Triple Alianza en el teatro de operaciones de Humaitá, donde el Mcal. López,
con buen criterio, organizó sus líneas de defensa con el flanco derecho apoyado
en el río Paraguay, y el izquierdo sobre un estero intransitable. Las imponentes fortificaciones paraguayas de
Curupayty, Sauce y Angulo, cubiertas los espacios entre ellas por densos
bosques imposible de ser atravesados por tropas, detuvo a las fuerzas aliadas
hasta que lograron atravesar el gran estero con todos sus pertrechos y
colocarse en la retaguardia del ejército paraguayo, dejando a las formidables
líneas defensivas paraguayas sin utilidad. La maniobra del ejército aliado por
el flanco izquierdo y el fácil paso de una la flotilla brasilera por la
fortaleza de Humaitá, fueron los que obligaron al señor Mcal. López a retirarse
para Villeta donde fue destruido totalmente su improvisado segundo ejército, y
la guerra como tal acabó.
Los combates paraban y se reanudaban
incesantemente, y cada vez más y más persas era muertos, no había piedad, sólo
muerte. El primer día de la batalla fue una matanza propinada a los persas. Los
espartanos formaban hombro a hombro, y codo con codo cual muralla de piedra y
en vano los persas arremetían contra ella para romperla. Los generales persas
empezaron a creer, que tal vez, no era ya conveniente seguir lanzando ataques
tras otra contra aquellos que parecían poseer el mejor entrenamiento, como las
actuales fuerzas especiales de los ejércitos modernos. Al final de la tarde los
300 espartanos y sus aliados griegos mataron a todos los persas que quedaban. Sin
embargo, las tropas de reserva de Jerjes eran inagotables. Leónidas satisfecho
del resultado expresó con orgullo: “conseguí exactamente mi propósito inicial,
contuve a uno de los ejército más poderoso que hayan atacado a Grecia”. Al
tiempo que se libraba la batalla en tierra, los jefes persas mandaban patrullas
que hormigueaban la zona tratando de encontrar un camino que le pueda conducir a
retaguardia de las tropas griegas.
Paramos aquí un momento nuestro relato
sobre la batalla de las Termópilas para echar una ojeada a la batalla
naval entre las flotas griega y persa, que se llevaba a cabo al mismo tiempo a
la terrestre, para luego retornar al desfiladero de las Termópilas.
LA BATALLA DE LAS TERMÓPILAS/CONT. - PARTE V. (LA BATALLA NAVAL)
En el desfiladero de las Termópilas el
rey Leónidas y los guerreros espartanos y sus aliados resistieron con éxito el primer ataque de la infantería ligera persa. Asimismo, no lejos de la costa
de las Termópilas, en el canal de Artemisa, una descomunal batalla entre los
navíos griegos y persas estaban a punto de estallar.
Analizando la situación general desde
el punto de vista de la estrategia militar, si Leónidas contenía a los persas
en tierra, qué pasaría en el mar; porque Jerjes no podía desembarcar tropas
detrás de ellos y tenía miles de barco. La razón era, la armada ateniense
estaba estacionada en el canal de Artemisa,
mientras los persas estaban en el estrecho de Africa. La intención de
Jerjes era embestir contra la flota ateniense, abrir una brecha y navegar por el
estrecho canal de Artemisa de apenas 9 kilómetros de longitud, desembarcar sus tropas a la retaguardia
de Leónidas, bloqueándo la retirada.
El responsable de luchar contra la
flota persa estaba a bordo del buque insignia ateniense. Muchos les dan el mérito
por haber planificado con antelación la defensa del mar y de tierra contra los persas, y es considerado uno de los
tácticos militares más brillante del mundo antiguo: se trata del general ateniense
Temístocles. No debe extrañar que un general y no almirante se encargue de
conducir la batalla naval, porque en aquel entonces los militares atenienses
eran más expertos en lucha naval que en la terrestre.
Un historiador militar aseveró: “Cuando
la gente piensa en la batalla de las Termópilas recuerda sólo a los 300
espartanos o piensa en Leónidas, pero el héroe no celebrado de aquella batalla y
a quien se le debe esa lucha fue Temístocles. Éste, en cierto modo fue como el
Wiston Churchill de aquellos días. Era un político ateniense a quien se le ha
nombrado con mucha anticipación. De no haber sido por él no iba a existir la
batalla de las Termópilas”.
La armada persa intentó rodear a la
flota griega, enviaron unas 200 de sus miles de barcos al sureste, alrededor de
la isla de Ubea. Al navegar alrededor de Ubea el comandante naval intentaba
ejecutar un ataque directo. Pensó que los griegos no lo atacarían, así que
esperaría cómodamente en sus bases mientras una parte de su fuerza navegaba
alrededor de la isla y rodear a la flota griega. Sin embargo, la flota
ateniense no quedó inmóvil. Temístocles realizó un movimiento aunque temerario
era genial que sorprendió con la guardia baja al comandante persa. Empezó
Temístocles un audaz ataque después
del mediodía. Temístocles sabía que
la batalla acabaría en pocas horas porque la luz del sol se iría y no se puede sostener
una batalla naval en la oscuridad. Además, quería minimizar los daños
potenciales en caso de que el ataque le fuera adverso, por eso calculó el
tiempo justo para aprovechar la luz solar. De este modo, en caso de fracasar al
menos podrá salvar el mayor número de sus buques protegido por la oscuridad.
El
comandante persa había ordenado ir al canal a los 800 navíos que aún disponía.
A pesar de que la ventaja numérica contra los atenienses era notoria,
Temístocles y la flota ateniense intentarán derrotar la fuerza persa con la sorpresa y un feroz
ataque. El plan de Temítocles consistía en hundir las naves persas arremetiendo
con fuerza por los lados o rozar uno de los costados de las naves para arrancarles
los remos y dejarlas inoperables.
En ese momento crucial, los griegos tenían
una gran ventaja: la audacia y la lucidez táctica de Temístocles. Él era el
hijo de un mercader, si hubiera nacido dos décadas antes, hubiera sido ignorado
por ser de clase baja. Pero la democracia estaba en ciernes en Atenas y eso le
permitió a Temístocles tener la misma oportunidad que tienen los hijos de la
aristocracia.
Mediante su privilegiada ubicación
Atenas desarrolló una fuerte tradición marítima y adquirió fuerza económica y
naval en el mar Egeo. Muchos hombres de Atenas, incluido Temístocles, se
hicieron expertos marineros capaces de navegar por las peligrosas costas
griegas. Si bien el entrenamiento naval de Temístocles moldeó su destino, sin
duda fue en tierra donde aprendió algunas de sus lecciones más valiosas. Lo que
Temístocles aprendió al crecer en una democracia en cierne fue el arte de la
política y la manipulación de la opinión pública. Pero no era la política autoritaria y corrupta de Roma donde la gente, como
en el Paraguay de la década del 40 y 50, era asesinada por adversario político.
Temístocles usaba mucho la inteligencia y logró hacerse de una posición en el
gobierno y se convirtió en una persona sumamente influyente. Fueron esas habilidades
las que lo ayudaría a formar una eficiente
armada para luchar contra los persas.
En el año 490 a. J. C., 10 años antes
de la batalla de las Termópílas, Atenas poseía apenas 100 buques de guerra.
Temístocles sabía que eso apenas era el 10 % que los persas podían poseer. Lo
sabía porque ya había tenido un encuentro personal con la fuerza persa en
Maratón.Temístocles fue uno de los generales que estuvo en aquella batalla.
Allí presenció las tácticas persas en vivo y en directo y donde adquirió
experiencia militar. Él aprendió una lección diferente a los otros generales griegos.
Los demás generales estaban convencidos de la superioridad de la fuerza
terrestre sobre la naval. Pero Temístocles aprendió que no se podrá vencer a un
enemigo empleando fuerza terrestre, a menos que se tenga el apoyo naval.
Temístocles estaba seguro que después de la humillante derrota en Maratón, los
persas querrán venganza y volverían para acabar con lo que habían empezado. También
estaba seguro que los persas no cometerían el mismo error dos veces. Era el
único general ateniense que veía con toda claridad que los persas vendrían por
tierra y mar y traerían un ejército enorme y una flota de guerra nunca vista en
el Mediterráneo. Lo que Temístocles vio como respuesta al futuro era una
sinergia, o sea, una acción combinada de todas las ciudades griegas tendientes
a lograr un efecto único con economía de medios: aprovechar la sinergia entre la fuerza terrestre y naval. La armada apoyaría a
la fuerza terrestre y en la costa no habría problema porque las tropas de
infantería tenían que evitar los problemas.
Temístocles sabía que los persas no
podían enfrentar a un ejército griego en tierra firme de Grecia porque no podrían
desembarcar los soldados desde el mar. Por lo tanto, si se tenía un poder naval
importante, si se poseía una armada con poder dominante en el mar Egeo, se podrá
vencer a los persas. Concluyó que el futuro de Atenas no residía en aumentar el
tamaño de la fuerza terrestre que era significativa, sino organizar una
formidable fuerza naval. Pero Temístocles tenía un gran problema y era que
nadie le creía. Tanto los generales atenienses como los parlamentarios y la
opinión pública poseían una confianza excesiva en el ejército ateniense; y se
negaban a creer que los persas volverían luego de sus humillantes fracasos.
Temístocles vivió toda su vida política
preocupado por hacer las cosas con antelación, vale decir, estar preparado
antes que el problema aparezca. Su constancia y admirable estrategia
probablemente salvaron al mundo griego y la cultura occidental. Primero tenía
que convencer a las autoridades de Atenas que necesitaba invertir en la marina,
pero lo que era más importante debía hallar el dinero para hacer dicha
inversión.
En el año 483 a. J.C., 3 años antes de las
Termópilas los mineros atenienses descubrieron en el distrito de Lauriminio una veta nueva de plata. Después de
un año ya habían extraído de la tierra 2,5 toneladas del precioso metal.
Temístocles quería el dinero para invertir en la flota. Pero la cuestión era cómo
convencer al parlamento ateniense y a los ricos empresarios que necesitaba mucho
dinero para hacer construir buques para defender los intereses vitales de
Atenas: ejercer dominio en el mar para que los comerciantes siguieran haciendo
buenos negocios. Cada minero ateniense debía recolectar el
equivalente de 1.500 dólares de los EE UU de hoy día. Como mucho ateniense no
creía que fuera posible que se produzca una segunda invasión persa, entonces Temístocles
recurrió a su táctica política para convencer: inventó una gran mentira. Convenció
a los parlamentarios, a los atenienses y a los ricos empresarios que una
pequeña isla cerca de la costa llamada Eginia, rival comercial de Atenas,
constituía una amenaza para sus buques mercantes.
El cuento inventado con propósito
patriótico convenció a los atenienses. Le permitieron a Temístocles invertir en
la marina. La civilización griega quizá se salvó con una mentira bien
argumentada. Aquellos que los historiadores llaman mentira o falsedad un
político podía denominar como una astuta orientación del pueblo para alcanzar
un fin provechoso para la patria. Eso fue lo que Temístocles hizo porque sabía
que si decía la verdad el pueblo no lo apoyaría. Así que tramó una historia
para disfrazar sus intenciones, y tuvo éxito.
Temístocles mandó construir 100 naves.
Los buques de guerra de Atenas de aquella época se llamaban "trirreme". Un
trirreme medía 3 metros de largo por 5, 5 metros de ancho. A pesar de poseer
una vela pequeña el trirreme era impulsado por tres hileras superpuestas de 180
remeros y podría alcanzar una velocidad de 15 nudos. Para el momento en que los
persas llegaban a las Termópilas y Artemisa un año después, los griegos ya
habían añadido más de 100 barcos a su flota. Aún así la flota persa superaba a
la griega en 6 naves a 1. Temístocles estaba a punto de comprobar si sus
esfuerzos por conseguir presupuesto para mejorar la flota ateniense se
justificaba o todo habría en vano.
En el canal de Artemisa el general
Temístocles conducía una escuadra de 200 buques de guerra hacia la flota persa
de 800 buques. Temístocles hizo lo inesperado: el primer día de batalla en hora
de la tarde atacó a la flota persa con un movimiento temerario. Porque si
dejaba que los persas navegaran hacia el canal de Artemisa, Leónodas y sus
tropas quedarían cercados en las Termópilas. Temístocles ubicó su escudra en un
estrecho canal formando un círculo. A una señal la flota griega se alineó y
atacó a los persas.
Las batallas navales griegas consistían
en maniobrar las naves de un modo que le permitiera atacar y hundir las
embarcaciones del enemigo. La manera más común era llegar por un lado en ángulo
o se ponía paralelo al otro para arrancarle los remos, sus remeros atacaban al
adversario y después navegaban en el otro sentido. La nave enemiga quedaba
inhabilitada en el agua.
La flota griega causó serio daño a la
flota persa. Además, capturaron 30 buques enemigos y tomaron muchos
prisioneros. Por la razón que fuera se trató de una gran victoria alcanzada por
la armada griega.
Dos factores contribuyeron de modo decisivo en el éxito del ataque: la sorpresa y la hora de ataque que
favoreció la ordenada retirada protegida por la oscuridad. La táctica empleada
por Temístocle es frecuente en el teatro de operaciones terrestre, se la
denomina ataque limitado o golpe de mano. La hora de inicio del ataque resultó
una sorpresa para todo el mundo. Los persas no esperaban perder contra la
pequeña flota griega, en tanto que Temístocles confiaba plenamente en su plan
de ataque. Mañana publicaremos la continuación de la batalla de Las Termópilas.
En el primer día de las batallas,
Jerjes había sido vencido y avergonzado por Temístocles en la batalla naval, y había
perdido cerca de 10.000 soldados de infantería frente a Leónidas en las
Termópilas.
. Luego del primer día de lucha, al
caer la noche, se desató una tremenda tormenta y los soldados persas fueron aún
más castigados por los rayos, el vientos y las lluvias. Fue una noche penosa
para los persas que no pudieron descansar bien para el siguiente día que con
seguridad les será otra ardua tarea.. El resto de la flota persa que habían
enviado a rodear la isla de Ubea sucumbió ante la tormenta. El mar Egeo se tragó
200 buques persas.
Amaneció el segundo día, cada
contendiente dispuesto a proseguir la lucha e imponer su voluntad al enemigo.
Los griegos tomaron sus posiciones respectivas. Temístocle en el canal de
Artemisa, Leónidas en el desfiladero de las Termópilas. Al amanecer Jerjes
decidió que ya había sido suficiente usar la infantería ligera, ahora enviará a
los mejores hombres, a la famosa infantería pesada y enmascarada conocida por
los “diez mil inmortales” que pertenecía a la guardia real del emperador. Estaba
seguro que una vez los inmortales atacaban la defensa griega sería arrollada. Los
inmortales, en una formación rectangular avanzaban en silencio. En vez de casco
tapaban la cara y cabeza con trapo muy fino por la cual podían mirar. La
denominación de “los diez mil inmortales” proviene que mantenía esa cantidad de
hombres en todo momento y en cualquier circunstancia, por consiguiente, cuando
uno se retiraba o moría era rápidamente reemplazado por otro. O sea, si morían cien,
inmediatamente era reemplazado por igual cantidad de hombres, por lo tanto, la
cantidad de 10.000 hombres era constante.
Las tropas contendientes se hallaban
frente a frente a 45 metros de distancia en el desfiladero de las Termópilas.
Los persas de cara cubierta y en silencio avanzan y sin parar mientes embisten
contra las filas griegas. Las lanzas de los inmortales no penetraban en la
armdura de los griegos, pero las lanzas de los griegos penetraban en el de los
persas sin dificultad alguna. Los inmortales usaban una delgada armadura de
escama debajo de su túnica que no impedían traspasar a las lanzas de férrea
punta de los griegos. Los persas estaban impotentes ante la destreza de los griegos.
Es evidente que nunca antes lucharon contra un ejército como los hoplitas que
estaban bien entrenados y bien equipado, y tan flexible tácticamente.
En dos días de batalla miles de persas
habían sido masacrados. Después de cada asalto había más muertos, individuo
gritando de dolor, sangre por todo lado, pero sobre todo cadáveres que
obstaculizaban el paso, tenían que deshacerse de ellos. Durante las breves
interrupciones las compañías se encargaban de ir al frente y retiraban a los
muertos. Al final del segundo día el número de soldados persas muertos eran
enormes y los famosos inmortales también fueron vencidos.
En los los dos días de la batalla,
Leónidas atacó con todo a los persas causando al enemigo miles de bajas, en
tanto que los griegos tuvieron insignificantes bajas.
Combate
naval.
Mientras tanto, en el mar, Temístocles
vuelve a sorprender a los persas con otro ataque en el canal de Artemisa. La
gran tormenta de la noche anterior había destruido los buques persas que
navegaban por el Ubea. Pero aún así los persas lo superaba 5 a 1. Al final del
segundo día de la batalla naval se puede observar que la flota persa fracasó de
nuevo; así que la fuerza militar griega estaba venciendo tanto en el mar como
en tierra. Se trata de otra lucha psicológica favorable para los griegos.
Jerjes comenzó a desesperarse porque las dos únicas vías de acceso a Atenas
estaban bloqueadas y sin esperanza de remover los obstáculos. 7.000 soldados
griegos conducidos por el rey de Esparta, Leónidas, y sus tropas de élite de
300 guerreros espartanos mantenían cerrado el desfiladero de las Termópilas,
mientras la flota de Temístocles cerraba el canal de Artemisa. Estaban allí
para impedir que la fuerza militar persa destruyera Grecia. Jerjes empezó
atacando con la infantería ligera, pero
esta terminó sufriendo daño muy grave. Entonces emplea su infantería pesada para
despejar el obstáculo que constituía la fuerza de Leónidas, que también fracasó.
La situación táctica era mala para los persas, pero era peor la situación
logística ya que debían dar de comer todos los días a casi 300.000 bocas, y los
víveres se iban agotando.
Centenares de patrullas persas
hormigueaban el sector con la misión de descubrir por lo menos un sendero o
camino de cabra por las montañas que rodeaban las Termópilas. Una patrulla descubrió
un camino de cabra que conducía a una localidad cercana a Atenas conocida con
el nombre de Fócida, y también se dirigía a retaguardia de Leónidas. La fuerza
encargada de bloquear ese camino estaba integrada por los llamados fócidas, de una región de Grecia central,
al norte del golfo de Corinto. Pero el sendero estaba ocupado por 1.000 hombres
bajo el mando de Amón, quien había jurado a Leónidas que el camino defendería
hasta morir todos.
Al ver que no podía penetrar la cerrada
defensa griega y que su ejército ya estaba quedando sin provisiones, Jerjes
decidió negociar con Amón a quien le convenció para abandonar su posición
defensiva. Al caer la noche del segundo día, después que el ataque de los
10.000 inmortales fracasó, Jerjes aprovechó la oscuridad y mandó 10.000 hombres
por aquel sendero y se colocó a retaguardia de Leónidas. Así que, a medida que
los persas se acercaban a las posiciones de los fócidas sus batallones ya no
estaban. El comandante de las tropas fócidas negoció con Jerjes y llegaron a un
acuerdo, por tanto, regresaron a su tierra natal, pero sin informar a Leónidas.
Con el pretexto que los persas podrían atacar a su patria los fócidas se
marcharon a defender a su familia. Los persas quedaron con el camino libre para
taponar a la fuerza de Leónidas dentro de una botella. El rey Leónidas estaba
perdido, su fuerza no podía compararse con los 10.000 soldados de infantería pesada
que venían bajando hacia el desfiladero de las Termópilas.
A medianoche los soldados griegos le
dieron la noticia a Leónidas que los fócidas habían desertados. Al recibir la
información vio la nueva situación con toda claridad: estaba perdido.
Inmediatamente, aprovechando la oscuridad, Leónidas ordenó a las tropas griegas
que regresen a sus respectivas ciudades. No podían perder tiempo, de lo
contrario todos quedrían acorralados en el desfiladero. Los 7.000 soldados
griegos se dividieron en pequeñas unidades para evacuar, preferiblemente en
silencio, para que el enemigo no se diera cuenta; de otro modo lo atacarían en
plena retirada.
Al amanecer las tropas griegas se
habían retirado todas, excepto los 300 espartanos, más 1.000 soldados de la
ciudad estado de Lescia que prefirieron quedar con Leónidas. Pudieron
marcharse, pero decidieron quedarse con los espartanos hasta el final. Leónidas
y sus hombres estaban por dar su última pelea. Sin duda fue un momento decisivo
cuando los espartanos decidieron ir al frente y morir, y los aliados volver a
casa y vivir. Tal vez este momento fue el más dramático que se vivió desde el
inicio de la guerra. Si uno es capaz de llegar al corazón de Leónidas podemos
ver a un hombre que amó a su nación hasta el extremo al salvar la vida de casi
7.000 varones para que puedan volver con su familia. ¡Qué diferencia entre el
héroe de las Termópilas y el héroe del Aquidabán! Aquí surge espontáneamente la
interrogante siguiente, si porqué Leónidas se quedó sólo con los 300 o porqué
no ejecutó una retirada táctica con toda su fuerza para presentar resistencia
en posiciones sucesivas con el fin de debilitar al enemigo y en un momento
adecuado, con toda su fuerza lanzarse a una batalla campal.
Intentando una respuesta podemos decir
que él lo veía todo claro, pues si mantenía toda la fuerza disponible lo mismo
tendría el mismo fin, por lo tanto, prefirió, a nuestro parecer, tres cosas: 1)
salvar miles de vida de sus compatriotas; 2) dejar a Esparta como consuelo la
muerte gloriosa de su rey con los 300 y una fuente inagotable de inspiración
heroica que será recordada por siempre; 3) distraer al enemigo en las
Termópilas para que las tropas griegas en retirada no sean alcanzadas por el
ejército persa; y 4) él no buscaba ser un mártir sino como soldado espartano
estaba entrenado para resistir hasta la muerte, y no estaba entrenado para escabullirse y abandonar a sus tropas.
Leónidas está por dar la última batalla
en el desfiladero de las Termópilas. Por 2 días había logrado rechazar las
feroces embestidas de las tropas persas. Ahora estas lo tenían atrapado.
Entonces, los espartanos se prepararon con calma para dar un fin muy digno de
la historia militar de su nación.
Una patrulla persa llegó cerca del
campamento de los espartanos y asombrado observó a los espartanos haciendo
ejercicios desnudos y poniéndose aceite en el cuerpo, y después se limpiaron y
se peinaron sus largos cabellos. Los persas veían aquello y no comprendían que
los espartanos estaban realizando una ceremonia propia de ellos: preparar de
modo diligente a sus cuerpos para la muerte. Cada soldado espartano estaba preparado y vestido de modo impecable, como si fuera cadete de la Academia Militar en
día de franco, para poner un final espectacular y glorioso al acto para el cual
se entrenó desde niño. Se abre el telón y los espartanos salieron al campo de
batalla una vez más. Eran guerreros profesionales, que a pesar de ser menos
eran mejores soldados que el enemigo, y aceptaban la guerra como un compromiso
sagrado.
Comienza la lucha que el mundo
recordará como una de las batallas más heroica. Desde el inicio los espartanos,
que tuvieron libertad de acción sin necesidad de preocuparse de mantener la formación, mostraron
ante los persas su extraordinaria habilidad de guerrero excepcional; pelearon
como lunáticos sin pensar absolutamente en nada que no sea matar con toda
distinción al enemigo de su patria como si fueran torero español asesinando al
toro. El campo de batalla debió ser caótico. A la mayoría de los espartanos se
le rompió la lanza, entonces recurre a su espada para dar un broche de oro a su
vida de guerrero.
La batalla era feroz, los espartanos
luchaban de modo bravío, pero desgraciadamente, sólo era cuestión de tiempo
antes que los jóvenes guerreros de la culta Esparta fueran aniquiladas. Tarde o
temprano Leónidas tenía que caer. En un momento de la cruel lucha una flecha
lanzada por el enemigo le hirió gravemente y cayó al suelo. El gran rey de
Esparta yacía entre los muertos y heridos y apenas podía contemplar a sus indómitos
guerreros caer uno a uno. Leónidas cayó en esta pelea, no sin antes demostrar
que era un hombre íntegro como Aquiles, constituyéndose después como modelo de la
educación espartana.
Todos los espartanos murieron. Despué
de la masacre Jerjes caminó por el campo de batalla. Había perdido más de
20.000 hombres en tres días contra las tropas de Leónidas. Ordenó que sus
soldados muertos fueran enterrados para que el resto del ejército no se
desmoralizara al ver tantos muertos causados por tan poco guerrero enemigo.
Jerjes ordenó que la cabeza de Leónidas le fuera cortada, colocada en una pica
y expuesta a la vista de las tropas persas.
En la obra del historiador Nicholas
Hobbes “Hechos, leyendas y curiosidades sobre la guerra y los ejércitos a
través de la historia”, editada por Ediciones Destino, Barcelona, en la página
59, dice que se encuentra grabado en el paso de las Termópilas lo siguiente:
“Tú que pasas por aquí, ve y dile a los espartanos que aquí yacemos nosotros,
acatando sus leyes”.
BATALLA DE LAS
TERMÓPILAS – CAPÍTULO FINAL (20-Jun-2016)
En el primer día de las batallas,
Jerjes había sido vencido y avergonzado por Temístocles en la batalla naval, además
sufrió la pérdida de 10.000 soldados de infantería frente a Leónidas en las
Termópilas.
Luego del primer día de lucha, al caer
la noche, se desató una tremenda tormenta y los soldados persas fueron aún más
castigados por los fuertes vientos y las torrenciales lluvias. Fue una noche penosa
para los persas que no pudieron descansar bien para el siguiente día de combate
que con seguridad les volverá a exigir extremo esfuerzo. El resto de la flota persa
que había enviado a rodear la isla de Ubea sucumbió ante la tormenta. El mar
Egeo se tragó 200 buques persas.
Amaneció el segundo día, cada
contendiente dispuesto a proseguir la lucha e imponer su voluntad al enemigo.
Los griegos tomaron sus posiciones respectivas. Temístocles en el canal de
Artemisa, Leónidas en el desfiladero de las Termópilas. Al amanecer, Jerjes
decidió que ya había sido suficiente sacrificar a la infantería ligera, ahora resolvió
enviar a los mejores hombres, a la famosa infantería pesada y enmascarada
conocida por los “diez mil inmortales” que pertenece a la guardia real del
emperador. Estaba seguro que una vez los inmortales atacaban, la defensa griega
sería arrollada. Los inmortales, en una formación rectangular avanzaban en
silencio. En vez de casco tapaban la cara y cabeza con trapo muy fino por la
cual podían ver al enemigo. La denominación de “los diez mil inmortales”
proviene que mantenía esa cantidad de hombres en todo momento y en cualquier
circunstancia, por consiguiente, cuando uno se retiraba o moría era rápidamente
reemplazado por otro. O sea, si morían cien, inmediatamente era reemplazado por
igual cantidad de hombres, por lo tanto, la cantidad de 10.000 hombres era
constante.
Las tropas contendientes se hallaban
frente a frente a 45 metros de distancia en el desfiladero de las Termópilas.
Los persas de cara cubierta y en silencio avanzan y sin parar mientes embisten
contra la línea de defensa griega. Las lanzas de los inmortales no penetraban
en la armadura de los griegos, pero las lanzas de los griegos penetraban en el
de los persas sin dificultad alguna. Los inmortales usaban una delgada armadura
de escama debajo de su túnica que no impedían atravesar a las lanzas de férrea
punta de los griegos. Los persas estaban impotentes ante la destreza de los griegos.
Es evidente que nunca antes lucharon contra un ejército como los hoplitas que
estaban bien entrenados y bien equipado, y tan flexible tácticamente.
En dos días de batalla miles de persas
habían sido masacrados. Después de cada asalto había más muertos, individuo
gritando de dolor, sangre por todo lado, pero sobre todo montones de cadáveres
que obstaculizaban el paso a los mismos persas, tenían que deshacerse de ellos.
Como cada 30 segundos se interrumpía el combate, para volver después del breve
descanso con más ímpetu, un grupo de soldados se encargaban de ir al frente
para retirar a los muertos. Al final del segundo día el número de soldados
persas muertos eran enormes y los famosos inmortales también fueron derrotados.
En los los dos días de la batalla, Leónidas causó al enemigo miles de bajas, en
tanto que las pérdidas de los griegos eran insignificantes.
El Combate naval. Mientras en las Termópilas se combatía ardorosamente, en el mar,
Temístocles vuelve a sorprender a los persas con otro ataque en el canal de
Artemisa. La gran tormenta de la noche anterior había destruido los buques
persas que navegaban por el Ubea. Pero aún así los persas lo superaba 5 a 1. Al
final del segundo día de la batalla naval se puede observar que la flota persa
fracasó de nuevo; así que la fuerza militar griega estaba venciendo tanto en el
mar como en tierra. Jerjes comenzó a desesperarse porque las dos únicas vías de
acceso a Atenas estaban bloqueadas: por agua en el canal de Artemisa, y por tierra
en las Termópilas; y hasta el momento sin esperanza de remover los dos obstáculos.
7.000 soldados griegos conducidos por el rey de Esparta, Leónidas, y sus tropas
de élite de 300 guerreros espartanos mantenían cerrado el desfiladero de las
Termópilas, mientras la flota de Temístocles cerraba el canal de Artemisa.
Estaban allí para impedir que la fuerza militar persa destruyera Grecia. Jerjes
empezó atacando con la infantería ligera,
pero esta terminó sufriendo daño muy grave. Entonces emplea su infantería
pesada para despejar el obstáculo que constituía la fuerza de Leónidas, que
también fracasó. La situación táctica era mala para los persas, pero era peor
la situación logística ya que debían dar de comer todos los días a casi 300.000
bocas, y los víveres se iban agotando.
Centenares de patrullas persas
hormigueaban el sector con la misión de descubrir por lo menos un sendero o
camino de cabra por las montañas que rodeaban las Termópilas. Por fin una
patrulla descubrió un camino de cabra que conducía a una localidad cercana a
Atenas, conocida con el nombre de Fócida, y también se dirigía a retaguardia de
Leónidas. La fuerza encargada de bloquear ese camino estaba a cargo de las
tropas que vinieron de Fócidas, una
región de Grecia central, al norte del golfo de Corinto. El sendero estaba
ocupado por 1.000 hombres bajo el mando de Amón, quien había jurado a Leónidas
que el camino defendería hasta morir todos.
Al ver que no podía avanzar por el
canal de Artemisa ni por las Termópilas, y apreciar que su ejército ya estaba
quedando sin provisiones, Jerjes decidió entrar en negociaciones. Ofreció al
comandante de las tropas fócidas algo que no podía rechazar, por tanto, las
tropas de Amón regresaron a su ciudad, pero sin informar a Leónidas. Al caer la
noche del segundo día, después que el ataque de los 10.000 inmortales fracasó,
Jerjes aprovechó la oscuridad y mandó 10.000 hombres en columnas por aquel
sendero con la misión de colocarse a retaguardia de Leónidas. Así que, cuando
los persas alcanzaron las posiciones de las tropas fócidas, estas ya habían
abandonado el lugar, dejando expedito el camino hacia el lado sur de las
Termópilas. Con el pretexto que los persas podrían atacar a su patria los
fócidas se marcharon a defender a su familia. Los persas quedaron con el camino
libre para taponar a la fuerza de Leónidas dentro de una botella. El rey Leónidas
estaba perdido, su fuerza no podía compararse con los 10.000 soldados de
infantería pesada que venían bajando hacia el desfiladero de las Termópilas.
A medianoche, los soldados griegos le
dieron la noticia a Leónidas que las tropas fócidas habían desertados. Al recibir
la información vio la nueva situación con toda claridad: estaba perdido. Sin
perder minuto, aprovechando la oscuridad, Leónidas ordenó a las tropas griegas
que regresen a sus respectivas ciudades. No podían perder tiempo, de lo
contrario todos quedarían acorralados en el desfiladero. Los 7.000 soldados
griegos se dividieron en pequeñas unidades para evacuar, en silencio, para que
el enemigo no se diera cuenta; de otro modo lo atacarían en plena retirada.
Al rayar el alba las tropas griegas se
habían retirado todas, excepto los 300 espartanos que quedaron para dar su
última pelea. Sin duda fue un momento conmovedor cuando los espartanos
decidieron ir al frente y morir, y los aliados volver a casa y vivir. Tal vez
este momento fue el más dramático que se vivió desde el inicio de la guerra. Si
uno es capaz de llegar al corazón de Leónidas podemos ver a un hombre que amó a
su nación hasta el extremo al salvar la vida de casi 7.000 varones para que
puedan volver con su familia. ¡Qué diferencia entre el héroe de las Termópilas
y el héroe de Cerro Corá! Aquí surge la interrogante siguiente,
si porqué Leónidas se quedó sólo con los 300 o porqué no ejecutó una retirada
táctica con toda su fuerza para presentar resistencia en posiciones sucesivas
con el fin de debilitar al enemigo y en un momento adecuado, con toda su fuerza
reunida, lanzarse a una batalla campal.
Intentando una respuesta podemos decir
que él lo veía todo claro, pues si mantenía toda la fuerza disponible lo mismo
tendría el mismo fin, por lo tanto, prefirió, a nuestro parecer, tres cosas: 1)
salvar miles de vida de sus compatriotas resistiendo el tiempo suficiente para
que pudieran escapar; 2) dejar a Esparta como consuelo la muerte gloriosa de su
rey con los 300 y una fuente inagotable de inspiración heroica que será recordada
por siempre; y, 3) Porque él no buscaba ser un mártir sino como soldado
espartano estaba entrenado para resistir hasta la muerte, y no para escabullirse y abandonar a sus tropas.
Leónidas está por dar la última batalla
en el desfiladero de las Termópilas. Por dos días había logrado rechazar las
feroces embestidas de las tropas persas. Ahora estas lo tenían acorralado.
Entonces, los espartanos se prepararon con calma para dar un fin muy digno de
la historia militar de su nación.
Una patrulla persa llegó cerca del
campamento de los espartanos y asombrado observó a los espartanos haciendo
ejercicios desnudos y poniéndose aceite en el cuerpo, y después se limpiaron y
se peinaron sus largos cabellos. Los persas veían aquello y no comprendían que
los espartanos estaban realizando una ceremonia propia de ellos: preparar de
modo diligente a sus cuerpos para la muerte. Cada soldado espartano estaba
arreglado de forma impecable, como si fuera cadete de la Academia Militar en
día de franco, para poner un final magnífico y glorioso a la acción para el
cual se entrenó desde niño. Se abre el telón, y los espartanos salieron al
campo de batalla una vez más. Eran guerreros profesionales, que a pesar de ser
menos eran mejores soldados que el enemigo, y aceptaban la guerra como un
compromiso sagrado.
Comienza la lucha que el mundo
recordará como una de las batallas más heroica. Desde el inicio los espartanos,
que tuvieron libertad de acción sin necesidad de preocuparse de mantener la
formación, mostraron ante los persas su extraordinaria habilidad de guerrero
excepcional. Pelearon como peleó el hijo del rey Príamo de Troya, Héctor,
contra Aquiles, a sabiendas que era casi imposible ganar la pelea que Homero
nos describe en su Iliada. No pensaron absolutamente en nada que no sea matar
con distinción al enemigo de su patria como si fueran torero español asesinando
un toro. El campo de batalla debió ser caótico. A la mayoría de los espartanos
se le rompió la lanza, entonces recurre a su espada para dar un broche de oro a
su vida de guerrero.
El combate era feroz, los espartanos
luchaban de modo bravío, pero desgraciadamente, sólo era cuestión de tiempo
antes que la más selecta juventud guerrera de la culta Esparta fuera aniquilada.
Tarde o temprano Leónidas tenía que caer. En un momento de la lucha una despiadada
flecha lanzada por el enemigo le hirió gravemente y cayó al suelo. El gran rey
de Esparta yacía entre los muertos y heridos y apenas podía contemplar a sus indómitos
guerreros caer uno a uno. Leónidas cayó en esta pelea, no sin antes demostrar
que era un hombre íntegro como Aquiles, constituyéndose después como modelo de la
educación espartana.
Todos los espartanos murieron. Después
de la masacre Jerjes caminó por el campo de batalla. Había perdido más de 20.000
hombres en tres días contra las tropas de Leónidas. Ordenó que sus soldados
muertos fueran enterrados para que el resto del ejército no se desmoralizara al
ver tantos muertos causados por tan poco guerrero enemigo. Jerjes ordenó que la
cabeza de Leónidas le fuera cortada, colocada en una pica y expuesta a la vista
de las tropas persas.
En la obra del historiador Nicholas
Hobbes “Hechos y leyendas sobre la guerra y los ejércitos a través de la
historia”, editada por Ediciones Destino, Barcelona, en la página 59, escribió
que se encuentra grabado en el paso de las Termópilas un conmovedor mensaje que
dice: “Tú que pasas por aquí, ve y dile a los espartanos que aquí yacemos
nosotros, acatando sus leyes”. MAÑANA , CONSIDERACIONES FINALES.
(21-Jun-2016)
BATALLA DE LAS TERMÓPILAS, CONSIDERACIONES FINALES
¿Cuáles fueron algunas de las acciones
positivas que podemos señalar y experiencias que recoger?
La muerte heroica de los 300 que resistían
en el desfiladero para que sus compatriotas y camaradas pudieran escapar. Este fue
un hecho magnífico. Ese tipo de acto que sería recordado por los griegos del
mismo modo que nosotros recordamos a nuestros héroes de las dos guerras que
tuvimos. Es como dijéramos a las futuras generaciones: “si esto le sucediera
esperamos que se comporten igual, los espartanos
lo hicieron, por tanto ustedes también podrán hacerlo”. Pero para hacerlo, nos
ha recordado el Sr. Oscar Barriocanal, “hacen falta tropas valientes y conductor
idóneo”. Podemos agregar, soldados bien instruidos, especialmente en tiro, bien
alimentado y con ropas y calzados adecuados.
Jerjes tenía ahora el camino libre
frente a él. La ciudad estado griega de Atenas no tenía cómo defenderse en
tierra. Jerjes marchó con sus hombres por el desfiladero de las Termópilas
arrasando todo a su paso. Algunas de las ciudades griegas que habían sido
aliadas de Atenas ahora se rendían ante los persas.
En
el canal de Artemisa, Temístocles le propinó otra vofetada a la flota persa.
Luego de la caída de las Termópilas, la defensa terrestre griega había
sucumbido ante el ejército persa, por tanto, ya no había razón para que
Temístocles siga defendiendo el canal de Artemisa. Entonces, llevó al resto de
su flota al sur para reparar los dañados, dar descanso a sus tropas,
reorganizarse y seguir la lucha.
Dos meses después de la conquista de las
Termópilas, Jerjes cumplió su promesa de vengarse por la quema de la capital
jónica, la ciudad de Sardes, y por la derrota de Maratón. Le había tomado 20
años, dos invasiones agotadoras y la pérdida de miles y miles de vida. Pero
Jerjes finalmente convirtió Atenas en cenizas aunque asesinó a poca gente, pues
los únicos que murieron fueron aquellos que se negaron a abandonar su templo y
sus dioses en la Acrópolis. La mayor parte de los atenienses escapó ganando las
montañas o embarcándose en la flota de Temístocles. Un mes después que Jerjes
destruyera Atenas, los griegos planeaban su propia venganza.
La batalla naval de Salamina. Salamina es una isla de Grecia ubicada
en la costa oeste de Africa, frente a Atenas. Allí se llevará a cabo la batalla
naval decisiva entre la flota ateniense conducida por Temístocles y la flota
persa.
Temístocles, con una estrategia
brillante preparada con toda antelación, atraerá al rey persa al canal de Salamina,
donde estaban refugiados muchos atenienses. La armada griega rápidamente fue reparada
para esperar a la flota persa. Temístocles, hábil guerrero empleó algo inherente
a toda guerra y en cualquier tipo de lucha: la artimaña.
Antes
que el ejército persa se moviera de Irán para ir a destruir Atenas, Temístocles,
eximio estratego y como tal previsor, ideó un ardid bastante creíble: intencionadamente,
expulsó del ejército de modo deshonroso a uno de los mejores oficiales del
ejército ateniense, y lo mandó a prisión por seis meses. Días después de ser
liberado de la cárcel, el oficial recibió en su casa a un persa que le invitó a
visitar Persia. Pero Temístocles, semana antes de ser liberado el oficial fue a
visitarlo y le explicó que todo lo ocurrido era una farsa para engañar a los
espías al servicio del Imperio de Persia, y que él fue elegido y sacrificado para
cumplir una alta misión en bien de Atenas. O sea, debe convertirse en un
doble agente. Este oficial ateniense, entre varias acciones provechosas, fue el
que dio información falsa a los persas acerca del estado de la flota y la
posición de los barcos griegos. Confiado el comandante de la flota persa en las
importantes informaciones, empezó a navegar hacia el canal de Salamina. Cuando
la flota de Jerjes alcanzó Salamina fue sorprendido y rodeado por los griegos. De
este modo Temístocles destruyó mucho navío de la flota persa. La decisiva batalla
naval de Salamina fue el momento más importante de la guerra entre Temístocles
y Jerjes. Los persas vencieron a los griegos en las Termópilas, redujeron
Atenas a cenizas, pero la armada griega conducida por Temístocles lo derrotó en
la batalla decisiva de Salamina. Los daños causados a la flota persa fueron
cuantiosos, quedando muy debilitada, lo que forzó a Jerjes a emprender la retirada
a su tierra. Jerjes abandonó Grecia para nunca más volver. Pero los griegos no
dejarán sin tomar satisfacción por la invasión de su territorio y la
humillación causada a su pueblo.
Luego de la terminación de la guerra
las ciudades estados como Atenas y Esparta lograron superar sus desavenencias
internas, finalmente se prepararon a vindicar la invasión persa como una sola
nación.
Los historiadores suelen omitir la extraordinaria importancia de la
victoria griega sobre los persas. Quizá no desde la perspectiva militar, sino
desde la cultura histórica. Mediante la invasión persa, Grecia se convirtió en
lo que jamás había sido. Pasó a ser de numerosas pequeñas ciudades estados separados
entre sí, a ser una gran nación que tenía el sentimiento de ser una sola. Ahora
pensaban con criterio de nación, se sentían más griego que ateniense o más que
espartano. Y empezaron a identificar sus propios valores y cultura.
El rey de Macedonia, Felipo, consolidó
más la unidad de los pueblos griegos y los unificó como estado de una sola nación:
Grecia. Con las ciudades unificadas en un solo país, el hijo de Felipo,
Alejandro, en una campaña militar portentosa destruyó el imperio persa,
vindicando de este modo la invasión persa a su nación. Amén de esta venganza, Alejandro
exportó la cultura griega por todo el mundo y les presentó a los vencidos la
política griega, sus leyes, su literatura, su filosofía y su arte. La
estrategia política que ayudó a Alejandro fue considerar a cada enemigo como un
potencial aliado. La cultura griega que él difundió se convirtió en la base de
la civilización occidental. Todo ello habría sido imposible realizar si Grecia
hubiera seguido siendo una serie de ciudades estados independientes que
competían entre sí y se debilitaban en vanas luchas. Se había convertido en una
sola nación con sentido de nacionalismo. Y ese nacionalismo nació en un lugar memorable,
el desfiladero de las Termópilas. Fue la batalla final para Leónidas y sus 300
espartanos que se quedaron en ese lugar para luchar a muerte, mientras sus
camaradas griegos escapaban para reconstruir la nación.
En la guerra los conductores tratan de
quebrantar la voluntad del enemigo a seguir luchando. En las Termópilas,
Leónidas y los espartanos comenzaron el proceso de desgastar la voluntad de los
persas. Sin el sacrificio de Leónidas y sus 300, y sin el genio militar de
Temístocles, los persas hubieran dominado Grecia e impuestos su modo de
gobierno, su tipo de economía y su cultura. Si el resultado de la guerra fuera
así, la democracia jamás habría evolucionado, tampoco hubiera surgido en el
cercano oriente o en cualquier otro lugar del mundo.
Por siglos los políticos importantes y
los profesionales militares de todo el mundo estudiaron y siguen estudiando las
batallas de las Termópilas y del canal de Artemisa en la que pocos se
enfrentaron a muchos. No puede haber nada más digno que conquistar gloria que
sea bueno para la nación, porque ya lo dice un refrán: “conquistar gloria sin
provecho para la patria es inútil sacrificio”. Aún hoy día muchos admiran el
heroísmo y valor de aquellos griegos. Pero los aspectos más importantes de las
batallas fueron quizá su aporte para la civilización occidental y el mundo.
F I
N
PROLEGÓMENOS
DE LA BATALLA DE CANNAS.
Comienza la rivalidad. El Imperio de Roma,
después de unificar Italia se lanzó a una acelerada expansión marítima la que lo
llevó, por intereses económicos, a una peligrosa confrontación con Cartago,
Macedonia y Grecia. Cartago y Roma mantenían relaciones cordiales hasta que aquel se apoderó de Sicilia.
Causas de la guerra. Los que despertaron la desconfianza de los
cartagineses contra Roma fueron: 1) la conquista de Grecia, lo que permitió a
Roma acercarse peligrosamente a sus posesiones de Sicilia; 2) los romanos
monopolizaban el comercio en el mar Tirreno, (parte del Mediterráneo occidental,
comprendida entre la península italiana y las islas de Cartago, Cerdeña y
Sicilia); 3) Cartago ocupaba Sicilia con el propósito de poner límite al creciente
avance de Roma.
La dura competencia en los negocios y
la intervención militar de Roma en Sicilia provocó la primera guerra entre Roma
y Cartago, que los historiadores las denominan las “Guerras Púnicas”. La causa
ocasional de la guerra fue la expulsión de los cartagineses de Sicilia y su
ocupación por los romanos, pero la madre de todas las causas que obligó a
Cartago a actuar militarmente fue el monopolio comercial de Roma en el litoral
mediterráneo.
Hubieron tres guerras
púnicas: 1) Roma se apoderó de Sicilia, a la sazón bajo dominio de Cartago, así
como de las islas del mar Tirreno; 2) Roma convirtió a Cartago en vasallo; y 3)
Con la victoria del ejército romano conducido por Escipión el Africano sobre el
ejército cartaginés mandado por Aníbal, en la batalla de Zama en Numidia (202
a. J.C), se puso fin a la tercera guerra Púnica. Como consecuencia, Roma destruyó
Cartago.
La primera guerra Púnica (264 a 241 a.
J.C). Cuando Cartago tomó posesión de Messina, próspera ciudad ubicada a orilla
del estrecho de Messina, que separa la Italia peninsular de Sicilia y comunica
el mar Tirreno con el mar Jónico, por su ubicación estratégica era de interés e
influencia de Italia, pues estaba muy cerca del extremo sur del territorio
italiano. Las autoridades de Messina solicitaron ayuda de Roma para expulsar a
los intrusos. La solicitud colocó al gobierno de Roma ante el dilema: 1) Ayudar
a Messina equivalía a la guerra con Cartago. 2) Negarle el apoyo era como entregar
a los cartagineses un accidente capital que le facilitará extender sus
posesiones en perjuicio de Italia. El senado romano sometió el problema a
referéndum, el pueblo se pronunció por la guerra. Por tanto, Roma intervino militarmente
en Messina. Esta fue la causa ocasional de la primera guerra púnica.
Luego de 23 años de lucha, los romanos lograron
expulsar a los cartagineses de Messina y gran parte de Sicilia. La flota de Roma
derrotó a la flota de Corcega en dos sucesivas batallas navales. Como
consecuencia, Cartago solicitó negociar la paz. El precio fue desocupar Sicilia,
pasando la isla bajo dominio de Roma. Además, Cartago pagó por gastos de guerra
una costosa indemnización. Tres años después de la paz, Roma arrebató a Cartago
las islas de Córcega y Cerdeña, con lo cual el mar Tirreno quedó definitivamente
convertido en aguas romanas. Sin embargo, el general cartaginés Amílcar Barca,
padre de Aníbal, seguía luchando contra los romanos por varios años más.
Messina es una ciudad portuaria ubicada
en la parte noreste de Sicilia y frente al extremo sur del territorio de
Italia. En la segunda guerra mundial, en julio de 1943, el 7° Ejército de
Patton y un ejército británico al mando del mítico Mcal. Bernard Montgomery, desembarcaron
en Sicilia sin oposición de las poderosas fuerzas alemanas. Patton avanzó
resueltamente sobre Palermo, ubicada al norte de Sicilia y al oeste de Messina
donde los alemanes tomaron posición para defender Sicilia. Luego de duro
combate, Patton obligó a las tropas alemanas emprender la retirada; y fueron a fortificarse
en Messina. Las fuerzas aliadas marchó sobre Messina en tres columnas: a la
izquierda el 7° ejército de Patton que partió de Palermo, en el centro Omar
Bradley y a la derecha Montgomery. Patton tomó Messina antes de la llegada de
Montgomery, pero con graves bajas. Los alemanes abandonaron Sicilia y se
dirigieron hacia Roma.
CROQUIS:
PROLEGÓMENOS
DE LA BATALLA DE CANNAS/CONT. (24-Jun-2016)
LA SEGUNDA GUERRA PÚNICA (218 a 201 a.
J.C). En la preparación de esta parte, nos hemos servido, preferentemente, de
la obra del historiador argentino Secco Ellauri, por considerar, según nuestro
parecer, el mejor escrito que disponemos sobre la batalla de Cannas.
Los
Barcas en España. Luego de la derrota por los romanos Cartago soportó una grave
sublevación. Pero Amílcar Barca la reprimió resueltamente y recuperó el orden,
luego se marchó a España y conquistó la región oriental de la península
ibérica, donde, desde hacia muchos años Cartago poseía establecimientos
comerciales. Amílcar organizó, como si fuera su patrimonio familiar, los
territorios conquistados, creando un buen ejército. A su muerte (228 a. J. C.)),
su yerno Asdrúbal ocupó el cargo que quedó vacante. Este realizó algunas obras
importantes; fundó en la costa del Mediterráneo la ciudad de Cartagena y
extendió su poder en el interior de España. Asdrúbal, luego de siete años de
ejercer el poder, murió asesinado, y le sucedió Aníbal, el hijo de Amílcar, de
26 años de edad.
Aníbal poseía extraordinarias
condiciones militares que lo convirtieron en uno de los más geniales conductores
de ejército de la antigüedad. Cuando contaba 9 años de edad, su padre le hizo
jurar que debe dedicar su vida a combatir a los romanos, juramento al que hizo
honor.
Aníbal, confiado en la calidad y lealtad de su
ejército, atacó Sagunto, ciudad española (hoy Valencia), que se había aliado a
Roma con el fin de protegerse de Cartago. La conquista de Sagunto por Aníbal,
tras ocho meses de heroica resistencia (219 a. J.C.) fue la causa ocasional de la segunda guerra púnica que duró 20 años,
y en ella se enfrentaron Aníbal, el más grande militar de su época, y Roma, la
nación más fuerte y mejor organizada del mundo mediterráneo.
Los Alpes. Principal cordillera de
Europa que se extiende sobre más de 1.000 kilómetros (los Andes tiene una
longitud de 8. 500 Km.), desde el Mediterráneo hasta Viena, ciudad capital de
Austria, luego de atravesar Italia, Francia, Alemania, Suiza y Eslovenia. A
pesar de su altura, los Alpes puede ser atravesados por los profundos valles.
Aníbal no podía invadir Italia a través
del mar, porque la poderosa flota romana dominaba el Mediterráneo occidental.
Resolvió, pues, llegar a Roma a través de los Alpes. Disponía de un poderoso
ejército en el que figuraban, además de los cartagineses, la magnífica caballería
de Numidia de la costa africana, y como refuerzo los expertos honderos y
hábiles jinetes españoles. En el año 218 a. J.C., partió de Cartagena al frente
de un ejército de 90.000 hombres de infantería, 12.000 de caballería y 40
elefantes de guerra.
Atravesar los Alpes, tal vez haya sido
lo más difícil y fatigoso en la campaña de Aníbal. Muchos hombres, caballos y
elefantes murieron durante la travesía por la falta de alimentos y por el frío
glacial. A los cinco meses de haber salido de Cartagena, sólo tenía 20.000 soldados
de infantería y 6.000 jinetes. Esta travesía de Aníbal es muy parecida a la que
el ejército del Mcal. López fue forzado a realizar cuando, presionado por
tropas brasileras desde Curuguaty al sur y desde Takuatî al oeste, partió apresuradamente
de Panadero con 4.000 soldados, atravesó la cordillera de Amambay y llegó a
Cerro Corá con sólo la mitad de esos efectivos, para peor sin ninguna voluntad
de luchar.
¿Porqué los galos apoyaron a Aníbal? Roma quiso eliminar el peligro
galo, estableciendo colonias militares en la frontera de la Galia Cisalpina, y
construyó un camino estratégico que partía de Roma y termina al sur del río
Rubicón. Este río separaba Italia de la Galia Cisalpina. César lo atravesó con
su ejército el 12 de enero del 49 a. J.C, sin autorización del senado romano,
lo cual provocó el inicio de la guerra civil. La famosa expresión “pasar el
Rubicón” significa tomar una decisión grave y aceptar sus consecuencias.
Atemorizados los galos por estos preparativos invadieron a Italia por el lado
de Etruria (región de Italia, hoy Florencia), pero los romanos los aniquilaron
en Telamón (225 a. J. C), penetraron en el valle del Po, tomaron la principal
ciudad de esa región (hoy Milán) y sometieron toda la Galia Cisalpina. De esta circunstancia
se servirá Aníbal para lograr el concurso de los galos.
Aníbal confiaba que un primer triunfo
sobre los romanos convertiría en aliados suyos a los galos de la Cisalpina. Así
sucedió, efectivamente; derrotó a los romanos en dos sucesivas batallas,
mediante las cuales logró la alianza con los galos. De este modo, Aníbal fue
reconocido como el libertador de la Galia. Si el Mcal. López, en vez de quedar
en Asunción se marchaba con su ejército de invasión; y mostraba por lo menos
una resonante victoria en Río Grande del Sur o en Corrientes, con seguridad le
hubieran acompañado los correntinos, entrerrianos y los blancos uruguayos tal como
se aliaron a Aníbal los galos y la reputada caballería de Numidia. Pero Solano
López prefirió conducir su ejército de invasión a control remoto desde Asunción.
Con los refuerzos proporcionados por
los galos, la infantería de Aníbal alcanzó 35.000 hombres. Reorganizado su
ejército y descansadas las tropas, empezó a marchar hacia Roma por la frontera
de Etruria, y triunfó nuevamente a orillas del lago Trasimeno (217 a. J.C). Tras
esta derrota, el comandante de las tropas romanas fue reemplazado por Quinto
Fabio (Fabio Máximo Verrucoso) que con su táctica, aunque excesivamente prudente,
logró sin embargo retardar durante algún tiempo el avance de Aníbal.
Quinto Fabio, consciente que no era
fácil derrotar al ejército de Aníbal, decidió no aceptar batalla y optó por las
retiradas constantes con el propósito de cansar a los invasores, pero
hostigándolos continuamente. Esta táctica cautelosa irritaba a los romanos que
esperaban una victoria rápida y la expulsión de las tropas cartaginesas del
territorio italiano. La táctica de retirada continua evitando batalla decisiva
ha sido conocida por los historiadores militares como, “la retirada a lo Quinto
Fabio”. La victoria de Trasimeno abrió a Aníbal el camino a Roma; pero él
avanzó hacia el sur, dejando Roma a sus espaldas, porque habrá considerado que
Roma era la ciudad mejor fortificada del mundo, y él no contaba con materiales de
sitios adecuados como para superar las sólidas murallas romanas.
En la segunda guerra púnica entre
Cartago y Roma chocaron dos grandes ejércitos en las llanuras de Cannas (216 a.
J.C), todo con la finalidad de ejercer el monopolio comercial en el litoral
mediterráneo. El lunes 27, desarrollo de la batalla.
(Sabado, 25 de junio de 2016)
LA BATALLA DE CANNAS (2016 a. J.C). Desarrollo de la batalla.
El ejército romano superaba en número de combatientes al
ejército de Aníbal reforzado por tropas de la Galia Cisalpina. Pero la caballería de Aníbal formada por los jinetes de Numidia y España era más numerosa, mejor adiestrada y
mucho más hábil en la lucha que la caballería romana. La infantería romana era
una masa bien compacta, así el frente es más corto pero hay mayor profundidad.
Ambos flancos estaban protegidos por la caballería que el croquis abajo
pretende mostrar. Idéntico dispositivo adoptó Aníbal, con la diferencia que
detrás de los dos flancos de su ejército constituidas por la caballería,
destacó 6.000 soldados de infantería.
A solo 90 metros, Aníbal despliega su
fuerza de infantería de 35.000 hombres frente a los 70.000 de los romanos, pero
en un dispositivo nunca antes ni siquiera vislumbrado por nadie. Normalmente,
una fila de infantería se desplegaba en línea recta, sin embargo, Aníbal, en
esta ocasión, la desplegó en forma de arco cóncavo con lo que el vientre del
arco se acercaba más a la fila romana que era recta. El dispositivo para el
combate del ejército de Aníbal era una especie de semicírculo. El propio Aníbal
conduce personalmente, como era habitual en él, la fuerza de infantería desde
el centro de la línea.
DISPOSITIVO DE LOS EJÉRCITOS
Infantería - Infantería
Infantería - Infantería
Caballería Infantería - Infantería Caballería (Ejército de Roma)
Caballería Infantería - Infantería Caballería
(Distancia: 90 metros)
Infantería
Caballería Infantería - Infantería Caballería (Ejército de Cartago)
Caballería Infantería - Infantería Caballería
Los batallones de infantería de punta
de Aníbal están constituidos por los mejores y más corajudos soldados y saben
que están protegidos en los flancos por la caballería, por tanto no se los
puede flanquear ni rodear. También saben que, a pesar de que son ellos quienes
deben atacar primero al enemigo y lo harán con arrojo. Sus camaradas estarán
inmediatamente detrás de ellos. En cuanto a los batallones de la segunda línea,
a medida que se acercan al enemigo su miedo a morir irán desapareciendo porque
ven que sus camaradas de la primera línea soportan bien las embestidas
enemigas, mientras que ellos mismos, por el momento, aún están seguros. Aquí
aparece el punto decisivo, al ver a los camaradas de la vanguardia luchar con
admirable ardor, inflama en ellos el deseo de emulación. Cada soldado se dice a
sí mismo: puedo luchar igual que ellos y no puedo ser menos valiente. Un combatiente
se siente impulsado por el espíritu de la emulación, por el orgullo y el honor,
y al mismo tiempo por el temor a tener miedo. Está probado que un hombre al ser
testigo del arrojo de otro, se siente obligado a emular esta virtud. No hay
ninguna arenga, recompensa ni botín que pueda conseguirlo. Ver la valentía de
los compañeros es irresistible. Esta es la razón por la que el oficial siempre
debe estar ubicado a la cabeza de su pelotón o compañía o batallón. Con su ejemplo
obliga a sus hombres a que los siga, porque las tropas es como la cuerda, hay
que estirarlas no se las puede empujar.
Trabada la lucha, la infantería
cartaginesa ataca de modo frontal a la infantería romana. Es el comienzo de una de
las batallas más grande de todos los tiempos.
La caballería cartaginesa dispersó
rápidamente a la romana, y sobrepasando los flancos del ejército rival avanza hacia
la retaguardia, al mismo tiempo que los batallones de infantería que avanzaban
detrás ocupaban el lugar dejado por la caballería para que esta puedan atacar los
flancos de las tropas romanas que quedaron apretadas en un cerco rectangular,
imposibilitadas de todo movimiento.
La
infantería romana y de otros ejércitos, a la sazón, por la formación muy
compacta sólo le permitía avanzar hacia adelante o hacia atrás, no puede girar
hacia la izquierda o hacia la derecha porque estaba muy compactada, codos con
codos, por tanto, sus compañeros de al lado así como sus lanzas, espadas y
escudos le impedían ejecutar cualquier movimiento que no sea ir hacia adelante
o hacia atrás. Consecuentemente, se hallaba indefenso de un ataque por los
flancos. Escapar era imposible, y las tropas de Aníbal hicieron estragos en
aquella masa humana desarticulada, sorprendida, y con la moral por el suelo.
Pocas veces un ejército tan poderoso como el romano sufrió una derrota tan
terminante, perdió 70.000 hombres, en tanto que las bajas de los vencedores no
pasaron de 8.000. Ese fue el terrible resultado de un general en jefe capaz como Aníbal, cuya táctica envolvente señaló un nuevo rumbo al arte de la guerra.
“Ser
el primero en hacer algo, sea una hazaña o un acto prosaico o incluso
involuntario, es la manera más directa y perdurable de pasar a formar parte de
la pequeña o la gran historia. Por muchos que luego sean capaces de hacerlo
mejor o más rápido, ninguno podrá arrebatarles la gloria, o al menos el
renombre, al que lo hizo por primera vez” (Jesús Hernández en su obra,
Historias de la segunda guerra mundial; Editorial Planeta, 2015, Barcelona). La
táctica envolvente, el Mcal. Estigarribia empleaba con mucha habilidad,
especialmente en Campo Via, Pampa Grande y el Carmen, y es conocida por los
paraguayos como el “Corralito de Estigarribia”.
El choque de la infantería de ambos
ejércitos es feroz, y la caballería ligera de Numidia embiste y arrolla al
enemigo, en tanto que la caballería pesada ataca a la caballería romana con
tanto ímpetu que la destruye rápidamente. En el sector de lucha de las
caballerías se escuchaban sin cesar lamentos de heridos, relinchos, y se llenaba
de cadáveres de hombres y caballos. El resto de los jinetes romanos trata de
salvar la vida intentando escapar de ese campo de muerte.
La lucha de las infanterías. En el
centro, la infantería de Aníbal cede espacio ante el embiste de la infantería
romana, pero solo era un ardid de Aníbal para engañar, pues intencionadamente su
infantería retrocede. Justamente para eso Aníbal dispuso sus tropas en
semicírculo. Sabía que el centro cedería espacio y confiaba que los flancos se
mantendrían firmes en sus sectores de combate. La lucha era feroz, la
infantería romana hace retroceder lentamente a la infantería de Aníbal, y cree
que está ganando; entonces, el comandante romano decide comprometer más tropas
en el centro, ya sobrecargada de soldados, para avanzar con más rapidez,
poniendo en práctica el principio: “golpea fuerte, golpea seguido hasta acogotar
al enemigo”.
La forma original del arco que formaba el
ejército de Aníbal, va transformándose lentamente en una figura que se asemeja
a la letra uve (V). Al retroceder la infantería de Aníbal, las unidades romanas
que empezaron el ataque en una formación de línea recta, ahora se va convirtiendo
también en una letra uve (V), pero invertida, o sea, como cuña que penetra en
un bolsón. Las tropas de infantería romana son empujadas hacia adelante por los
que vienen detrás, y, llega un momento en que quedan como un grupo compacto de
gente, algo así como un ómnibus repleto de pasajeros. Presionada por las tropas
de atrás, la infantería romana sólo podía moverse en una sola dirección, hacia
adelante. La presión fue tan grande que las armas de los romanos y los brazos
quedaron fuertemente apretados contra el cuerpo de los combatientes que no
podían ni levantar sus escudos ni empuñar sus espadas. A una señal de Aníbal,
las tropas de infantería del flanco derecho hace una conversión hacia la
izquierda, y el del flanco izquierdo hace hacia la derecha, convergen sobre los flancos del enemigo. Los romanos quedan atrapados en una trampa mortal.
Aníbal con su infantería bloquea el
frente enemigo, parte de su caballería atacaba ambos flancos, ordena a su hermano
Asdrúbal para atacar con la caballería la retaguardia. Los romanos están
atrapados como tigre enjaulado. De este modo, Aníbal tiene completado el famoso
doble envolvimiento. Nunca antes se ha hecho en la historia de la guerra,
nunca; y es una maniobra novedosa y brillante que hasta ahora se sigue
practicando.
Lo que Aníbal nota es que mientras el
ejército romano era incontenible cuando ataca de modo frontal, sin embargo, sus
batallones solo se mueven hacia
adelante o hacia atrás, y de esa manera no se puede envolver al enemigo, por
tanto no podían neutralizar la fulgurante táctica de Aníbal que inauguró en
Cannas: la maniobra de doble envolvimiento. Dice un proverbio, “si sabes cómo
luchará tu enemigo, no es tan difícil saber cómo vas a derrotarlo”.
Para cuando cae el sol Aníbal ha
masacrado a casi la totalidad de las tropas romanas. Esto creó un nuevo término
en el diccionario de vocabularios militares: la “batalla de la aniquilación”.
En la batalla de Cannas no fue derrotado los romanos sino que fueron aniquilados,
tal como lo fue el resto del primer ejército paraguayo valiente en grado sumo en
la batalla de Tujutî (24-May-1866).
Más de 70.000 romanos fueron muertos en
un solo día, 70.000 muertos en un área como del parque Ñu Guasu. Aníbal está a
punto de realizar el juramento que le hizo a su padre, destruir Roma.
Con todos sus triunfos en el campo de
batalla, la campaña de Aníbal debe verse como un fracaso, porque no pudo lograr
el objetivo político, la destrucción de Roma y el reinado de Cartago en el
Mediterráneo. Esto nos deja una enseñanza: por más que un general en jefe
triunfe en todas sus batallas, al final podría no ganar la guerra si pierde la
batalla decisiva. Él sabía bien que Roma y Cartago no podían coexistir, por
tanto, uno de ellos debe ser destruido. Al final cesa en su búsqueda de la
destrucción de Roma y regresa a Cartago llamado por su gobierno. No importa
cuantas batallas se gane, la verdad es que la batalla es un medio para un fin:
ganar la guerra. Conforme a esta idea, la campaña de Aníbal fue un fracaso. Las
batallas individuales fueron victoriosas, pero la estrategia de poner a Roma de
rodilla y hacerla firmar la paz fracasó. En la guerra no te dan puntos por
intentarlos.
La más grande ironía de la invasión de
Aníbal es que ayudó a Roma a desarrollar una poderosa fuerza militar que la
convirtió en un imperio que conquistará Europa. Porque si no hubiera
existido Aníbal y no hubiera habido segunda guerra púnica, no habría razón para
pensar que Roma se hubiera expandido al grado en que lo hizo. Mañana,
consecuencias de la batalla.
LAS CONSECUENCIAS. ESCIPIÓN Y LA GUERRA DE ÁFRICA. Tras la batalla de Cannas, el comandante de la caballería de Numidia, Mahar Abhal, sugiere a Aníbal marchar de inmediato sobre Roma. Pero Aníbal se niega, eso llevó a Mahar Abhal a exclamar: “Aníbal, tu sabes conquistar, pero no sabes usar tus victorias”. Años después Numidia dejará de ser aliado de Cartago y pasará a luchar contra Aníbal en la batalla de Zama como aliado de Roma, ya en territorio de Cartago, en África. Probablemente, Aníbal esperaba que Roma capitulara después de la devastadora derrota, o, quizá se dio cuenta que poner asedio a Roma podría resultar una ardua tarea sin solución de continuidad, especialmente sin refuerzos importantes y provisiones suficientes.
LAS CONSECUENCIAS. ESCIPIÓN Y LA GUERRA DE ÁFRICA. Tras la batalla de Cannas, el comandante de la caballería de Numidia, Mahar Abhal, sugiere a Aníbal marchar de inmediato sobre Roma. Pero Aníbal se niega, eso llevó a Mahar Abhal a exclamar: “Aníbal, tu sabes conquistar, pero no sabes usar tus victorias”. Años después Numidia dejará de ser aliado de Cartago y pasará a luchar contra Aníbal en la batalla de Zama como aliado de Roma, ya en territorio de Cartago, en África. Probablemente, Aníbal esperaba que Roma capitulara después de la devastadora derrota, o, quizá se dio cuenta que poner asedio a Roma podría resultar una ardua tarea sin solución de continuidad, especialmente sin refuerzos importantes y provisiones suficientes.
Roma dista 416 kilómetros de Cannas,
así que no estaba muy lejos, pero tampoco cerca. Cualquiera sea la razón que le
convenció a Aníbal para no marchar inmediatamente sobre Roma, sin embargo hay
algo cierto, que estuvo cerca de cumplir con el juramento hecho a su padre:
destruir Roma.
Aníbal intentó negociar la paz con los
romanos después de Cannas. Pero los romanos se niegan. En vez de tratar de
derrotar a Aníbal en el campo de batalla, intentarán sobrevivir a él. Un
influyente senador expresó en el senado romano lo que la mayoría imaginaba,
“Pensemos por un momento en Roma y su poderosa fuerza militar. ¿Y saben qué?,
no podemos vencer a este hombre, solo podemos hostigarlo y contenerlo”.
Eventualmente, los romanos optaron por la estrategia de contención.
Después de Cannas, las principales
ciudades de Italia meridional se plegaron a Cartago, pero Roma se aprestó a la
resistencia con renovadas energías. Pero Aníbal no se atrevió a marchar a Roma
y fue a acampar en Capua (las delicias de Capua), no lejos de Cannas; posiblemente
a la espera de refuerzos que no le llegaron. Pero tampoco los romanos
consigueron derrotar al cartaginés, que durante tres años permaneció en territorio
de Italia (216 a 213 a. J.C).
Los romanos procuraron debilitar por
todos los medios a Aníbal; lograron derrotar en la Umbría un ejército
procedente de España comandado por Asdrúbal, hermano de Aníbal, que traía refuerzos.
Aníbal comprendió que le era imposible arruinar a Roma como había soñado, pero
no renunció a la lucha y permaneció acampado todavía varios años en Calabria,
hostigando continuamente a sus enemigos.
Un general de 30 años, llamado Pulio
Cornelio Escipión, presentó a las autoridades romanas un plan para derrotar a
Aníbal y destruir Cartago. El plan consistía en invadir el territorio de Cartago
(África) y amenazar su ciudad capital. Esta estrategia obligará a las
autoridades de Cartago a ordenar a Aníbal que regrese para defender su patria. Fue
aceptado el plan de Escipión y nombrado general en jefe de la fuerza de
invasión. Escipión organizó un ejército de 30.000 hombres y desembarcó en las
costas de Cartago (-204). Demostrando gran habilidad política, en vez de
marchar sobre la capital, buscó aliados en África, logrando el concurso del rey
de Numidia, Masinisa, vasallo descontento de Cartago, que prometió ayudar a
Roma con el aporte de su reputada caballería, que en la campaña de Aníbal en
Italia participó como aliado de Cartago.
El gobierno de Cartago ordenó a Aníbal
regresar con su ejército. Hacia más de 30 años que este estaba ausente de su
patria. Había partido siendo un niño, en compañía de su padre Amílcar, y ahora debe
regresar con su aureola de guerrero, invicto en los campos de España, la Galia
e Italia.
En Zama (202 a. J.C), al sudeste de Cartago,
chocaron los ejércitos de Aníbal y de Escipión. Aníbal intentó repetir la misma
táctica de doble envolvimiento que le dio en Cannas una fulgurante victoria y
lo consagró como uno de los conductores más brillante de la historia. Pero Escipión,
nieto e hijo de generales romanos que por tres años había estudiado la genial y
novedosa maniobra táctica de Aníbal, percibió al instante el despliegue de la
fuerza adversaria y ordenó idéntico dispositivo. Pero el ejército de Aníbal ya
no tenía la alta moral y la disciplina que le diera victoria tras victoria,
porque después de Cannas el ejército de Aníbal fue a acampar en Capua, una
ciudad floreciente donde había de todo para comprar si se disponía de dinero:
bebidas alcohólicas, juegos, mujeres, etc. Inmerso en el lujo de la ciudad
(“delicias de Capua”) el ejército de Aníbal perdió su combatividad. Algo
semejante ocurrió a las tropas brasileras cuando ocuparon Asunción y estuvieron
ociosos por seis meses, tiempo que aprovechó el Mcal. López para juntar 12.000 adultos,
ancianos, niños y convalecientes para seguir oponiendo resistencia.
El ejército de Escipión bien instruido,
disciplinado y con alta moral logró derrotar al ejército de Aníbal, quedando
como amo de Cartago.
Luego de casi cien años, su gran
poderío militar le permitió a Roma ser el señor del Mediterráneo, sobre cuyos
litorales ejerció un predominio desde el mar Egeo hasta España, lo que había
sido considerado antes por Cartago, Cerdeña y Sicilia como intolerable
acaparamiento de los negocios.
Cartago debió aceptar severas condiciones
de paz. Renunció a sus territorios de España; entregó su flota de guerra; se
obligó a pagar durante 50 años una pesada contribución anual y se comprometió a
no intervenir en ninguna guerra sin autorización de Roma. La orgullosa y rica República
de Cartago quedó reducida a la condición de vasalla romana. Roma celebró con extraordinario regocijo esta victoria. Escipión, desde entonces llamado “el Africano”, fue
distinguido con los máximos honores y aclamado como el salvador del pueblo
romano. Sin embargo, en el Paraguay el galardón que le fue otorgado a
Estigarribia el Grande, inmediatamente después de su triunfo en la guerra del
Chaco, por el gobierno de facto instalado en el país, no sólo le dio un trato
humillante sino también ordenó su exilio.
FIN.
CURIOSIDADES. ¿Consumir zanahorias mejora la vista? ¿Quién niño no se ha
resistido a las insistencias de la abuela o de la madre de que hay que comer
zanahorias porque mejora la visión? Esta creencia, ¿está sustentada por
investigaciones científicas o sólo es un mito? Veamos.
A finales de 1840, en la segunda guerra
mundial, la aviación alemana realizaba bombardeo nocturno sobre territorio
británico sin mucho riesgo. Pero a medida que transcurrían los meses, la
aviación alemana sufría importantes bajas de parte de la Real Fuerza Aérea
británica (RAF). El piloto británico que más éxito obtenía en el combate aéreo
nocturno era John Cunningham (1917-2002), que la prensa inglesa se refería a él
por el alias Cat’s Eyes (“ojos de gato). Cunnigham se convirtió en un aviador
muy famoso.
Cuando la prensa le hizo un reportaje
sobre su extraordinario éxito en el combate aéreo nocturno, reveló que su
secreto y el de sus compañeros de caza nocturna, era comer zanahorias, lo que
les proporcionaba una mejor visión nocturna gracias a la vitamina A que
contiene esa hortaliza.
El engaño hecho con gran habilidad de “Ojos
de Gato” fue inflado por la prensa, por lo que la población británica quedó
convencida de que comer zanahoria era bueno para la vista. Sin embargo, esa
afirmación era parte de un ardid de las autoridades militares de la RAF,
destinado a ocultar a los alemanes la auténtica razón del éxito repentino de
los pilotos británicos en el combate aéreo nocturno.
Los científicos británicos habían
inventado un aparato para interceptar aviones, que debía permanecer en secreto
para que los alemanes no intentaran neutralizar.
Terminada la guerra nadie se encargó de
desmentir la ingeniosa explicación de Ojos de Gato (Cat’s Eyes), por lo que el
mito de comer zanahorias para conseguir mejorar la visión sigue para fastidio
de los niños.
(Fuente: Pequeñas y grandes historias
de la II G. M, por Jesús Hernández, Editorial Planeta, Barcelona, 2015).
CURIOSIDADES. LA OBJECIÓN DE CONCIENCIA. Durante la segunda
guerra mundial, la objeción de conciencia estaba muy mal vista en todos los
países contendientes. Entre la población se había instalado la idea de que
había que colaborar activamente para la victoria final, por lo que negarse a
aceptar la responsabilidad encomendada, ya fuera en la industria de material
bélico, en labores de protección en la retaguardia o luchando en el frente, era
considerado una traición, no sólo al país y a los compatriotas, sino a la
familia y los amigos.
Sin embargo, hubo una excepción, el
ciudadano británico, Gilbert Lane, que de ningún modo aceptó prestar servicio
en ninguna instalación relacionada con la guerra. Cada vez que se le convocaba,
él se negaba y era mandado a la cárcel. Su permanencia en prisión durante la
guerra sumó tres años.
Como en el Paraguay ha aumentado
enormemente los “objetores de conciencia o al servicio militar”, según pienso, para
evitar un alto número de “objetores” en caso de necesidad de acrecentar
aceleradamente el número de hombres de la FF AA, para defender algunos de los
objetivos vitales de la nación, será preciso que los hijos de los ricos y de
las autoridades nacionales sean los primeros en ofrecer sus servicios para que sean
emulados, y no que la tarea más peligrosa se deje únicamente sobre las familias
de las clases media y baja. O sea, la nación entera debe disponerse a cumplir
con un deber ineludible, tal como los oficiales comandantes de pelotones,
compañías y batallones o regimientos que siempre se ubican en el campo de
batalla a la cabeza de sus tropas.
CURIOSIDADES. Guerra, fútbol y el
Brasil (1-Jul-2016).
(Para este artículo nos hemos servido de la obra de Jesús
Hernández (Esp.): Pequeñas y Grandes Historias de la II G.M)
Brasil, bajo la presidencia de Getulio
Vargas, y con la presión de la opinión pública, el gobierno declaró la guerra a
Alemania, Italia y Japón, y empezó a participar en la II G. M desde agosto de
1942, integrando de este modo la fuerza aliada. Como represalia, la flota de
guerra de Alemania e Italia empezaron a hundir barcos mercantes brasileros.
Los inmigrantes alemanes e italianos
constituían en Brasil comunidades con una fuerte influencia económica y social.
El presidente Getulio Vargas, en atinada política internacional optó por aliarse
con Washington antes que con Hitler y Mussolini. Consecuentemente, como
demostración de lealtad a los EE UU, el 30 de enero de 1942 firmó un decreto
por el cual se prohibía todo acto que se relacionaba a los países del Eje
(Alemania, Italia y Japón) en el deporte más popular del Brasil: el fútbol.
En la ciudad capital del Estado de
Minas Gerais, Belo Horizonte, el club Societá Sportiva Palestra, fundado en
1921 por inmigrantes italianos, se vio obligado a cambiar de nombre y los
colores de la camiseta, ya que utilizaba los colores de la bandera italiana. El
4 de febrero el club adoptó el nombre
provisional de Palestra Mineiro, aunque la declaración de guerra de agosto
obligaría incluso a eliminar el término italiano “palestra”. Finalmente, en
octubre el club fue renombrado como Cruzeiro, en homenaje a la constelación de
la Cruz del Sur, que se encuentra representada en la bandera de Brasil. De este
modo, el club certificaba su patriotismo, puesto en duda por el
Gobierno.
En São Paulo también existía otro club
con el mismo nombre, Palestra Italia, fundado en 1914 por miembros de la
colonia italiana de la ciudad, y con el mismo uniforme inspirado en los colores
de la bandera italiana. El club paulista cambió su nombre por el de Sociedade
Esportiva Palmeiras, aunque en este caso conservó el color verde para la
camiseta y el blanco para los pantalones cortos, así como la letra P del
escudo. Para alejar cualquier sospecha de connivencia con el enemigo, en su
primer partido como Palmeiras, el equipo salió al campo de fútbol enarbolando
la bandera brasilera, y encabezado por un capitán del ejército. En recuerdo de
sus orígenes, entre la camiseta alternativa se encuentra el zul, el color de la
selección italiana, así como los ribetes rojos en el tradicional verdiblanco.
En la posguerra y hasta hoy, ambos
clubes se mantienen entre los clubes más importantes del Brasil.
El 21 de febrero de 1945, una división
de infantería brasilera de 25.300 hombres tuvo una descollante actuación en la
II G. M. Recibió la misión de atacar la posición alemana de Monte Castelo
(Italia) donde una fuerza alemana tenía bloqueado el camino hacia Bolonia-Milán.
Tras dura lucha las tropas brasileras conquistaron el objetivo, dejando
expedita la ruta Bolonia-Milán para las fuerzas aliadas.
Ya que nos hemos referido a la Segunda
Guerra Mundial (II G.M), y al discurrir sobre la responsabilidad de todos
aquellos que alimentaron la vanidad de Hitler en la terrible guerra como
instrumentos conscientes, y que por este hecho son también culpables, pensamos
que los filósofos, poetas, historiadores, sociólogos y otros hombres pensantes
tienen el deber de alertar a la nación para detener a un tirano en potencia
cuando avanza con botas de siete leguas hacia el poder. Porque después, no
bastará con decir: ¡quién lo iba a creer! Este es el caso del poeta alemán
Albrecht Haushofer cuyos versos, que invitan a la reflexión, transcribimos a continuación:
“¡Soy culpable, pero en otro
sentido del que vosotros pensáis!
“Hubiera debido comprender mucho
antes cuál era mi deber.
“Hubiera debido llamar con voz
más recia al mal por su verdadero nombre…
“Mi juicio anduvo demasiado
tiempo extraviado.
“Me acuso en lo más profundo de
mi corazón:
“durante demasiado tiempo engañé
a mi propia conciencia,
“durante demasiado tiempo engañé
a los demás y a mí mismo”.
(Extraida de la obra “El Mcal.
Rommel”).
CURIOSIDADES. Un error del Banco
Central del Paraguay: el billete de guaraníes cinco mil (Gs. 5.000) lleva en el
anverso la imagen de don Carlos Antonio López y en el reverso el palacio del
actual sede del Poder Ejecutivo con la indicativa frase: “Palacio de los
López”. Señores del BCP, el único propietario de ese palacio, hasta que el
Estado paraguayo lo compró fue, a la sazón general, Francisco Solano López. A
mi parecer, lo correcto es referirse a ese suntuoso edificio mandado construir por
Francisco Solano López para su residencia particular, como el palacio del Poder
Ejecutivo, y por antonomasia “expalacio del Mcal. López”. En un gobierno
nacional ser preciso no es una virtud sino una obligación.
CURIOSIDADES. ¿Conocemos
las unidades más heroicas de las guerras? Aquí van algunos según mi parecer
fueron: 1) "Los Diez Mil Inmortales" del ejército del Imperio de
Persia, 2) "Los 300 espartanos" de Leónidas en la Termópilas, 3) El
"Batallón Sagrado" de Epaminondas del ejército de Tebas (Beocia), 4)
Los "Escuadrones de Caballería de los Compañeros" de Alejandro Magno,
5) El "Batallón 40" de la GTA, 6) El "RC 1 Valois" en la
guerra del Chaco, 7) El Regimiento de Granaderos a Caballo de San Martín, etc.
Los números no indican precedencia. Aceptamos colaboraciones.
LA BATALLA DE BAILÉN
(Fuente: Grandes Batallas de España por Juan Vázquez G y Lucas Molina F. - Tikal Ediciones, Madrid)
Fecha: 18 – 22 de julio de 1808
Lugar: Bailén
Beligerantes: Francia España
Comandantes:
Pierre Antoine Dupony Francisco
Javier Castaños
I.
FUERZAS EN COMBATE:
FRANCIA ESPAÑA
21.130 regulares 27.110 entre
regulares y milicianos
3.300 de caballería 2.660 de caballería
24 cañones 25 cañones
(10
de 8 Pulg., y 14 de 4).
Bailén se encuentra al norte de Granada y al sur de Linares; al este de Córdoba y al oeste de la sierra de Alcaraz de Segura.
Alrededor del 15 de mayo de 1808, toda
España se había alzado contra la ocupación del territorio español por un
ejército de Napoleón. Las principales fuerzas españolas se habían retirado al
noroeste y sudoeste del país, dejando a los franceses en el centro. Napoleón esperaba
un rápido éxito de la ocupación, disponiendo que el general Dupont con el segundo cuerpo de ejército (II
C.E) fuera a ocupar Córdoba y Sevilla, mientras una fuerza de reserva permanecía
en Madrid.
El
15 de junio de 1808, Dupont, al frente de 13.000 hombres, de los cuales 4.000
jinetes, llegó a Andújar (Jaén) y, derrotó con facilidad a una improvisada
fuerza española bajo el mando de Pedro de Achávarri, en Alcolea, sobre el
Guadalquivir. Días después entraba en
Córdova a sangre y fuego, dando comienzo a una escalada de terror que se prolongaría
hasta el final de la guerra. Dupont, sin embargo, no se hallaba muy tranquilo
porque no tenía comunicación con la capital, por tanto, estaba aislado y
expuesto a la sorpresa en territorio hostil, entonces decidió permanecer en
Andújar.
El 27 de junio, el general Vedel llegó a
La Carolina al frente de la 2ª. D.I de 7.000 hombres. Dupont, con la
intención de mantener las comunicaciones abiertas con la capital envió a Vedel para
ocupar Bailén, mientras él permanecería en Adújar con el grueso. Otra fuerza,
al mando de Gobert, con 2.200 hombres, incluyendo 700 coraceros, la élite de la
caballería pesada, fue también destacada en Andújar, con la misma misión que
Vedel, garantizar una comunicación segura con Madrid.
Mientras tanto, los espñoles estaban
reorganizando su ejército, al mando del general Castaños, con la intención de
derrotar a las reforzadas fuerzas francesas de Dupont. Las unidades españolas
eran de inferior calidad que las francesas, especialmente en caballería.
Además, la organización y las tácticas españolas estaban totalmente obsoletas,
y la calidad de los oficiales distaba muchísimo de la de los franceses.
El comandante en jefe del ejército de
Andalucía, el general Castaños, después de muchas indecisiones organizó su ejército
de 27.500 hombres para marchar al encuentro del enemigo: Reding (de origen suizo), con 10.000 hombres, avanzaría sobre
Mejíbar; Coupigny (belga), haría lo propio hacia Villanueva, con 8.000 hombres,
mientras Castaños marcharía sobre Andújar, con 12.000 hombres.
El 7 de julio, Castaños se encontraba
en Porcuna con unos 30.000 hombres. Su plan consistía en fijar a los franceses mediante un ataque frontal,
mientras sus otras dos columnas caían sobre la retaguardia de Dupont desde el
este. Sin embargo, Castaños no confiaba mucho en sus tropas a pesar de su
superioridad numérica, porque aún no habían alcanzado el nivel apropiado de
instrucción, tampoco confiaba en la capacidad de los oficiales como para
realizar una maniobra de doble envolvimiento. La situación de ambos
contendientes no eran claros, por tanto, estaban expuestos a cometer errores, y
probablemente el triunfo se inclinará hacia el que comete menos.
El 14 de julio, mientras las tropas
españolas eran derrotadas en Medina de Rioseco, la 1ª. División española se
presentó frente a Mengíbar, donde tuvieron lugar varias escaramuzas contra los
dragones franceses, que acabaron por retirarse. En Villanueva de la Reina, a 15
kilómetros de Andújar, la 2ª. División española entró en contacto con las
unidades de Dupont, siendo rechazados fácilmente.
Al atardecer del día 15, el ejército
español se hallba fragmentado y había perdido la iniciativa, (entonces se
mantuvo a la defensiva). Pero Reding, aprovechando la ocasión que se le
presentaba, cruzó el río en fuerza, y
logró que las unidades francesas emprendiera la retirada hacia el río Guadiel.
En total 9.000 españoles se iban a enfrentar a 3.000 franceses sitiados al otro
lado del río. Reding lanzó su caballería por los flancos, mientras su
infantería atacaba de frente, pero los escuadrones de Olivenza
y Numancia se lanzaron a una carga alocada, hasta que fueron contraatacados por
400 coraceros franceses. Éstos no sólo rechazaron a la caballería española,
aunque el propio general Gobert moría al frente de sus hombres. Al final del
día, Reding, excesivamente prudente, decidió interrumpir el ataque cuando
tenía Bailén a la vista, y poco después,
se retiró a Mengíbar. Los franceses, ahora al mando de Defour, también se
dieron por satisfecho, y creyeron que Reding se retiraba hacia Despeñaperros.
Dupont, en una errónea apreciación de
la situación pensó que el objetivo de Castaños era Andújar, cuando, en
realidad, era Mengíbar. Dupont, en un exceso de confianza, envió a Vedel y a
Defour a asegurar los pasos de Despeñaperros, persiguiendo a su hipotético
enemigo, debilitando así su fuerza para la batalla que se avecinaba. Castaños
tampoco tenía una idea clara de la situación, pues fue incapaz de detectar los
movimientos franceses y tardó mucho en tomar decisiones.
En la mañana del 18 de julio, dos divisiones españoles
bajo los mandos de Reding y Coupigny ocupaban Bailén, con órdenes de dirigirse
después a Andújar, donde pensaban permanecían los franceses. Pero, al
atardecer, las fuerzas de Dupont, casi 14.000 hombres con 16 cañones,
comenzaron a salir de Andújar, camino a Bailén, pues no tenía sentido
permanecer allí. Confiaban en llegar a Bailén al amanecer, para arrollar
fácilmente a las escasas tropas españolas que suponía estacionadas allí.
Castaños, haciendo alarde de
pusilanimidad o, tal vez, de mera incompetencia, tardó mucho en darse cuenta de
lo que pasaba y en ponerse en marcha en pos de los franceses, dejando
peligrosamente expuesto a Reding y a Coupigny. Reding contaba con 13.600
hombres (con unos 1.000 jinetes) y parece que, en contra de las órdenes de
Castaños, decidió quedarse en Bailén, a la espera del presumible ataque francés,
pues los paisanos le avisaron de que fuerzas de Vedel y Dufour estaban a sus
espaldas. Pero ni Dupont sabía que se iba a topar con Reding ni este que se le
echaba Dupont encima. Dupont tenía en su retaguardia a Castaños, mientras que
Vedel y Dufour amenzaban la retaguardia de Reding. En la batalla inminente,
Dupont trataría abrirse camino hacia Sierra Morena, mientras que Reding optaba
por mantenerse en la defensa en espera de esclarecer la situación.
Las tropas españolas se desplegaron,
durante la noche, formando un arco, apoyados por 16 cañones, con la caballería
desperdigada a retaguardia de la infantería. Dupont atacaría con unos 8.700
hombres, 2.000 jinetes y 23 cañones.
Ya durante la noche tuvieron lugar las
primeras escaramuzas entre la vanguardia francesa y las tropas españolas, y
Dupont fue consciente de la verdadera entidad del despliegue español. Al
clarear el día los franceses lanzaron su primer ataque para forzar el bloqueo
del Camino Real (carretera principal), mediante 4 batallones que avanzaron en
columna, pero fueron rechazados fácilmente en las alturas denominadas Haza
Walona. Tras este fracaso inicial, los franceses lanzaron al ataque a su
caballería, al mando de Pryvé, compuesta por el 1º. y 2º de Dragones (500 jinetes
y 150 coraceros). Tras atravesar un terreno muy difícil, la caballería arrolló
a dos batallones del regimiento de Jaén, capturando su bandera y hundiendo el
flanco izquierdo español. Sin embargo, y de forma insólita, los franceses
aunque desorganizados tras la carga, no explotación del éxito y se replegaron,
en vez de continuar su ataque y aniquilar a la fuerza española, pues este
carecía de reservas (para reforzar su defensa) con que poder reaccionar.
De modo casi sincrónico, tuvo lugar otro ataque
francés, llevado a cabo por la infantería dirigida por Chabert contra el centro
defensivo español. Pero éstos tenían superioridad en artillera, y ya había
dejado inoperable 14 piezas enemigas, comenzaron un mortífero fuego contra las
cerradas columnas francesas. Es entonces cuando la caballería española
(regimientos de Farnesio y Borbón,
además de un centenar de voluntarios) atacó a la infantería francesa, que se
detuvo y comenzó a replegarse en orden. En ese momento ocurrió la famosa carga
de las tropas armadas sólo de garrocha (garrochistas), que ha pasado a la
leyenda, y que, en realidad, acabó en un auténtico desastre. La caballería de
Pryvé, mientras tanto, se reorganizó y pudo cargar contra la española, que
había sido rechazada por las columnas francesas. Los dragones y coraceros
franceses no sólo derrotaron a la caballería de Farnesio, sino que llegaron a
las baterías españolas. Pero ya estaban muy agotados y, sin apoyo de
infantería, volvieron a replegarse, habiendo perdido ya gran parte de su
capacidad ofensiva, tras dos cargas sucesivas.
El ejército francés trasladó su ataque
en el flanco derecho del ejército español hasta ahora muy tranquilo y donde se
llevó a cabo la lucha decisiva. La lucha empezó
bajo un intenso calor muy propio en el mes de julio en España. La caballería
francesa lleva una carga sobre un batallón español al que aniquila rápidamente,
pero de nuevo no pudieron explotar la brecha abierta por la caballería por la
falta de apoyo de artillería e infantería y para peor llegaba refuerzos
españoles.
Dupont se hallaba en una situación muy
comprometida, pues, tras cinco horas de lucha, las tropas españolas seguían
manteniendo bien sus posiciones, y no había noticias de Vedel. Este muy
confiado, su marcha era lenta y acompasada, y no llegaría a tiempo para
intervenir en la batalla en desarrollo. En denodado esfuerzo, Dupont decidió
lanzar su infantería sobre el centro defensivo español. Pero, de nuevo, la
artillería española causó estragos en sus filas y cuando, ya muy debilitadas,
las tropas francesas se lanzaron a un infructuoso asalto, sin embargo fueron repelidos
por la defensa. Como último recurso para salvar el desastre, Dupont empleó su
reserva para una carga final, el regimiento de caballería conducido por el
Coronel Samuel Dupré. La caballería de Dupré embistió la línea de defensa
española con admirable ímpetu, pero también fue aniquilada, y como consuelo, el
valiente Dupré murió conduciendo con arrojo su caballería.
EL FINAL DE LA BATALLA
Pero
Dupont aún tenía una fuerza compuesta por 2.000 franceses más un batallón de
élite de la Guardia Imperial de 400 hombres. Por tanto, todavía le sobraba la
última oportunidad. Siendo las 12.00 con una temperatura de 40°, Dupont se puso a la cabeza de sus tropas y se arroja
sobre los españoles. De nuevo el ataque francés fue rechazado por el fuego
concentrado de la infantería y artillería españolas., resultando herido el
mismo Dupont. Tras sufrir más de 2.600 bajas, con sus fuerzas agotadas, sin
lograr romper la línea española, atrapado entre ella y las fuerzas de Castaños,
que, por fin, tras una lentísima marcha, se acercaban a la retaguardia
francesa. Uno de los ejércitos de Napoleón estaba derrotado.
Las
bajas españolas eran cerca de 2.000 hombres, pero cada hora que pasaba iban llegando más refuerzos y dominaban
el terreno.

Bailén supuso una extraordinaria
inyección de moral para los españoles y un mazazo para Napoleón. Pero serían
necesarios más de cinco largos años de sangrientas luchas para derrotar
definitivamente a Napoleón en la Península.
15-Jul-2016
CONCEPTO DE LA DEFENSA. Cuando la
Cámara de Diputados intentó declarar
feriado nacional por el éxito defensivo de la batalla de Nanawa, aunque puede
considerarse como un éxito formidable como otras tantas exitosas defensas que
nuestro ejército ha sostenidos, y que el señor Comandante en Jefe de las FF AA
de la Nación, con justa razón decidió rechazar, demostrando que en ese punto
tiene buenos asesores; me sentí tranquilizado respecto a ese tema. Pero ayer
apareció un señor en Facebook.com, solicitando que el coronel Rafael Franco sea
colocado a la altura del Dr. Eusebio Ayala y de Estigarribia el Grande. Este me
convenció compartir con los amigos mi punto de vista sobre el primer punto.
La defensa es la detención de un ataque enemigo. Su rasgo
principal es la espera de ese golpe. Este es lo que la distingue en todas las
acciones de guerra de la operación ofensiva. Pero debido a que la defensa
contradice por completo el concepto sobre la guerra, pues en este caso sólo un contendiente
llevaría a cabo la lucha. Una batalla es defensiva si esperamos la arremetida
del enemigo; o sea, el avance del enemigo en dirección a nuestra posición y se
pone al alcance de nuestro fuego. En cierta situación puede constituir una ventaja
para nosotros adoptar una actitud defensiva, como por ejemplos:
1)
Por considerarnos más débil que el enemigo.
2)
Para debilitar al enemigo y equilibrar las
fuerzas.
3)
Ganar tiempo para reorganizar el ejército o
recibir refuerzos y armamentos.
4)
Acopiar elementos logísticos suficientes para
retomar la iniciativa.
5)
Etc.
Pero, como estamos obligados a devolver los golpes del enemigo si hemos
de librar realmente la guerra por nuestra parte; por lo tanto, podemos hacer la
guerra en una campaña defensiva llevando ataque al enemigo en un sector y
esperar el ataque en otro sector; vale decir, podemos usar algunas fuerzas con
propósitos ofensivos. También, mientras permanecemos en posición defensiva
aguardando el ataque del enemigo, podemos ejecutar un ataque de desorganización
antes que el enemigo se lance al ataque.
En consecuencia, en la guerra, la forma
defensiva no es una simple fortificación de un sector del terreno, sino una defensa
que va acompañada de golpes asestados con habilidad o una amenaza ostensible de
atacar posiciones defensivas del enemigo en otro sector para impedir al enemigo
trasladar más fuerza donde pretende atacar nuestra posición. Durante el ataque
boliviano a Nanawa,
Estigarribia hacia demostraciones de llevar
operaciones ofensivas al flanco izquierdo de las posiciones defensivas del enemigo,
o sea desde Toledo. Asimismo, por si los bolivianos superaban Nanawa y se
dirigía hacia Pozo Colorado-Concepción, Estigarribia estaba preparado con su
reserva para arrojarse sobre el flanco izquierdo de la columna enemiga y
destruirla.
VENTAJA DE LA DEFENSA. Defender una
posición es más fácil que atacar, de donde se infiere que si se supone que los
medios de ambos contendientes son iguales, la defensa será más conveniente que
el ataque a fin de debilitar al enemigo o ganar tiempo para recibir refuerzos
que pueden inclinar la superioridad a nuestro favor. ¿Pero en qué reside la
facilidad mayor de la defensa al de ataque? Surge de la ventaja que proporciona
la composición del terreno, de la que la defensa hace un uso preferente.
LA DEFENSA RESULTA MÁS FÁCIL QUE EL
ATAQUE. Pero, ya que la defensa tiene un objetivo negativo, el de preservar, y
el ataque uno positivo, el de conquistar. Es evidente que sólo la ofensiva
conduce a ganar la guerra, por tanto, sólo debemos hacer uso de la defensa cuando
estemos obligados a ello por nuestra debilidad, y que debemos abandonarla tan
pronto como nos sintamos suficientemente fuertes como para proponernos el objetivo
positivo que nos puede llevar a la victoria: la operación ofensiva. Ahora bien,
como nuestra fuerza relativa mejora por lo general si alcanzamos un éxito mediante
la defensa, el curso natural de la guerra y el objetivo político imponen
comenzar con la defensa y terminar la campaña con operaciones ofensivas. Estigarribia,
todas sus fulgurantes victorias ofensivas empezaron de una posición defensiva.
En consecuencia, se halla tan en
contradicción con el concepto de la guerra suponer que la defensa constituye su
objetivo fundamental. En otras palabras: una guerra en la que las acciones son
usadas meramente para detener los golpes, y donde no se intenta devolver estos,
sería tan absurda como una batalla en la que prevaleciera la defensa más
absoluta (pasividad).
Un ejemplo: en el deporte del box,
cuando sólo uno ataca y el otro sólo trata de detener los golpes sin
devolverlos, es considerado “knock –out técnico”, derrota declarada por el
árbitro por inferioridad manifiesta de uno de los contendientes. O sea, uno de
los contrincantes es puesto fuera de combate.
Afirmamos categóricamente que sólo la
ofensiva conduce a la victoria de la guerra. Privilegiar un éxito defensivo como
Curupayty, Ytororõ, Lomas Valentinas, Nanawa, Gondra, Toledo, sobre las
victorias ofensivas de Boquerón, Pampa Grande, Campo Via, El Carmen, Yrendagüe-Pikuiva,
Ybyvovo, es contrario por entero a la historia militar y a los principios
tácticos más predominantes. Esto prueba cómo las ideas pueden confundirse en
manos de escritores superficiales y diletante.
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